Trata del gran bien que le hizo no se apartar del todo
de la oración para no perder el alma; y cuán ecelente remedio
es para ganar lo perdido. Persuade a que todos la tengan.
Dice cómo es tan gran ganancia, y que, anque la tornen a
dejar, es gran bien usar algún tiempo de tan gran bien.
1. No sin causa he ponderado tanto este tiempo de mi vida, que bien veo no dará a nadie gusto ver cosa tan ruin; que, cierto, querría me aborreciesen los que esto leyesen, de ver un alma tan pertinaz y ingrata con quien tantas mercedes le ha hecho; y quisiera tener licencia para decir las muchas veces que en este tiempo falté a Dios por no1 estar arrimada a esta fuerte coluna° de la oración.
2. Pasé este mar tempestuoso casi veinte años con estas caídas y con levantarme y mal —pues tornaba a caer— y en vida tan baja de perfeción, que ningún caso casi hacía de pecados veniales, y los mortales, anque los temía, no como había de ser, pues no me apartaba de los peligros. Sé decir que es una de las vidas penosas que me parece se puede imaginar; porque ni yo gozaba de Dios, ni traía contento en el mundo. Cuando estaba en los contentos de el mundo, en acordarme lo que debía a Dios era con pena; cuando estaba con Dios, las afeciones del mundo me desasosegaban: ello es una guerra tan penosa, que no sé cómo un mes la pude sufrir, cuantimás tantos años.
Con todo veo claro la gran misericordia que el Señor hizo conmigo: ya que había de tratar en el mundo, que tuviese ánimo para tener oración. Digo ánimo, porque no sé yo para qué cosa de cuantas hay en él es menester mayor que tratar traición a el Rey y saber que lo sabe y nunca se le quitar2 de delante. Porque, puesto que3 siempre estamos delante de Dios, paréceme a mí es de otra manera los que tratan de oración, porque están viendo que los mira; que los demás podrá ser estén algunos días que an no se acuerden que los ve Dios.
3. Verdad es que en estos años hubo muchos meses, y creo alguna vez año, que me guardaba de ofender a el Señor, y me daba mucho a la oración, y hacía algunas y hartas diligencias para no le venir a ofender. Porque va todo lo que escribo dicho con toda verdad, trato ahora esto. Mas acuérdaseme poco de estos días buenos, y ansí debían ser pocos y mucho de los ruines; ratos grandes de oración pocos días se pasaban sin tenerlos, si no era estar muy mala u muy ocupada. Cuando estaba mala estaba mijor con Dios; procuraba que las personas que trataban conmigo lo estuviesen, y suplicábalo a el Señor; hablaba muchas veces en Él.
Ansí que, si no fuese el año que tengo dicho, en veinte y ocho años que ha que comencé oración, más de los diez y ocho pasé esta batalla y contienda de tratar con Dios y con el mundo. Los demás que ahora me quedan por decir, mudóse la causa de la guerra, anque no ha sido pequeña; mas con estar —a lo que pienso— en servicio de Dios y con conocimiento de la vanidad que es el mundo, todo ha sido suave, como diré después.
4. Pues para lo que he tanto contado esto es (como ya he dicho) para que se vea la misericordia de Dios y mi ingratitud; y lo otro, para que se entienda el gran bien que hace Dios a un alma que la dispone para tener oración con voluntad, anque no esté tan dispuesta como es menester; y cómo si en ella persevera, por pecados y tentaciones y caídas de mil maneras que ponga el demonio, en fin tengo por cierto la saca el Señor a puerto de salvación, como —a lo que ahora parece— me ha sacado a mí: plega a Su Majestad no me torne yo a perder.
5. El bien que tiene quien se ejercita en oración hay muchos santos y buenos que lo han escrito, digo oración mental, gloria sea a Dios por ello; y cuando no fuera esto, anque soy poco humilde, no tan soberbia que en esto osara hablar.
De lo que yo tengo espiriencia puedo decir, y es que por males que haga quien la ha comenzado, no la deje, pues es el medio por donde puede tornarse a remediar, y sin ella será muy más dificultoso. Y no le tiente el demonio por la manera que a mí a dejarla por humildad; crea que no pueden faltar sus palabras, que en arrepintiéndonos de veras y determinándose a no le ofender, se torna a la amistad que estaba y a hacer las mercedes que antes hacía, y a las veces4 mucho más, si el arrepentimiento lo merece. Y quien no la ha comenzado, por amor del Señor le ruego yo no carezca de tanto bien. No hay aquí que temer, sino que desear; porque cuando no fuere adelante y se esforzare a ser perfeto, que merezca los gustos y regalos que a éstos da Dios, a poco ganar irá entendiendo el camino para el cielo; y, si persevera, espero yo en la misericordia de Dios, que nadie le tomó por amigo que no se lo pagase; que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. Y si vos an no le amáis (porque, para ser verdadero el amor y que dure el amistad, hanse de encontrar las condiciones,5 y la de el Señor ya se sabe que no puede tener falta; la nuestra es ser viciosa,6 sensual, ingrata) no podéis acabar con vos7 de amarle tanto, porque no es de vuestra condición: mas viendo lo mucho que os va en tener su amistad y lo mucho que os ama, pasáis por esta pena de estar mucho con quien es tan diferente de vos.
6. ¡Oh bondad infinita de mi Dios, que me parece os veo y me veo de esta suerte! ¡Oh regalo de los ángeles, que toda me querría, cuando esto veo, deshacer en amaros! ¡Cuán cierto es sufrir Vos a quien os sufre que estéis con él! ¡Oh, qué buen amigo hacéis, Señor mío! ¡Cómo le vais regalando y sufriendo y esperáis a que se haga a vuestra condición y tan de mientras8 le sufrís Vos la suya! ¡Tomáis en cuenta, mi Señor, los ratos que os quiere y con un punto9 de arrepentimiento olvidáis lo que os ha ofendido!
He visto esto claro por mí, y no veo, Criador mío, por qué todo el mundo no se procure10 llegar a Vos por esta particular amistad. Los malos, que no son de vuestra condición, para que nos hagáis buenos con que os sufran estéis con ellos, siquiera dos horas cada día, anque ellos no estén con Vos, sino con mil revueltas de cuidados y pensamientos de mundo, como yo hacía. Por esta fuerza que se hacen a querer estar en tan buena compañía, miráis que en esto a los principios no pueden más, ni después algunas veces; forzáis Vos, Señor, los demonios para que no los acometan, y que cada día tengan menos fuerza contra ellos, y dáiselas a ellas para vencer. Sí, que no matáis a naide° —vida de todas las vidas— de los que se fían de Vos y de los que os quieren por amigo; sino sustentáis la vida del cuerpo con más salud y daisla al alma.
7. No entiendo esto que temen los que temen comenzar oración mental, ni sé de qué han miedo. Bien hace de ponerle el demonio para hacernos él de verdad mal, si con miedos me hace no piense en lo que he ofendido a Dios y en lo mucho que le debo y en que hay infierno y hay gloria, y en los grandes trabajos y dolores que pasó por mí.
Ésta fue toda mi oración y ha sido cuando anduve en estos peligros: y aquí era mi pensar cuando podía; y muy muchas veces, algunos años, tenía más cuenta con desear se acabase la hora que tenía por mí de estar, y escuchar cuando daba el reloj, que no en otras cosas buenas, y hartas veces no sé qué penitencia grave se me pusiera delante que no la acometiera de mijor gana que recogerme a tener oración.
8. Y es cierto que era tan incomportable la fuerza que el demonio me hacía, u mi ruin costumbre que no fuese a la oración, y la tristeza que me daba en entrando en el oratorio, que era menester ayudarme11 de todo mi ánimo (que dicen no le tengo pequeño y se ha visto me le dio Dios harto más que de mujer, sino que12 le he empleado mal) para forzarme, y en fin, me ayudaba el Señor. Y después que me había hecho esta fuerza, me hallaba con más quietud y regalo que algunas veces que tenía deseo de rezar.
Pues si a cosa tan ruin como yo tanto tiempo sufrió el Señor y se ve claro que por aquí se remediaron todos mis males, ¿qué persona, por malo que sea, podrá temer? Porque por mucho que lo sea, no lo será tantos años después de haber recibido tantas mercedes del Señor. Ni ¿quién podrá desconfiar, pues a mí tanto me sufrió, sólo porque deseaba y procuraba algún lugar y tiempo para que estuviese conmigo, y esto muchas veces sin voluntad, por gran fuerza que me hacía u me la hacía el mesmo Señor? Pues si a los que no le sirven, sino que le ofenden, les está tan bien la oración y les es tan necesaria y no puede naide hallar con verdad daño que pueda hacer que no fuera mayor el no tenerla, los que sirven a Dios y le quieren servir, ¿por qué lo han de dejar? Por cierto, si no es por pasar con más trabajo los trabajos de la vida, yo no lo puedo entender, y por cerrar a Dios la puerta para que en ella no les dé contento. Cierto, los he lástima,13 que a su costa sirven a Dios. Porque a los que tratan la oración, el mesmo Señor les hace la costa; pues por un poco de trabajo, da gusto para que con él se pasen los trabajos.
9. Porque de estos gustos que el Señor da a los que perseveran en la oración se tratará mucho, no digo aquí nada. Sólo digo que para estas mercedes tan grandes que me ha hecho a mí, es la puerta la oración; cerrada ésta, no sé cómo las hará; porque, anque quiera entrar a regalarse con un alma y regalarla, no hay por donde, que la quiere sola y limpia y con gana de recibirlas. Si le ponemos muchos tropiezos y no ponemos nada en quitarlos, ¿cómo ha de venir a nosotros? ¡Y queremos nos haga Dios grandes mercedes!
10. Para que vean su misericordia y el gran bien que fue para mí no haber dejado la oración y lición14 diré aquí (pues va tanto en entender) la batería15 que da el demonio a un alma para ganarla, y el artificio y misericordia con que el Señor procura tornarla a Sí; y se guarden de los peligros que yo no me guardé. Y sobre todo, por amor de nuestro Señor y por el grande amor con que anda granjeando tornarnos a Sí, pido yo se guarden de las ocasiones; porque, puestos en ellas, no hay que fiar donde tantos enemigos nos combaten y tantas flaquezas hay en nosotros para defendernos.
11. Quisiera yo saber figurar16 la catividad, que en estos tiempos traía mi alma, porque bien entendía yo que lo estaba, y no acababa de entender en qué, ni podía creer del todo que lo que los confesores no me agraviaban tanto, fuese tan malo como yo lo sentía en mi alma. Díjome uno, yendo yo a él con escrúpulo, que anque tuviese subida contemplación no me eran inconveniente semejantes ocasiones y tratos.
Esto era ya a la postre, que yo iba con el favor de Dios apartándome más de los peligros grandes, mas no me quitaba del todo de la ocasión. Como me vían con buenos deseos y ocupación de oración, parecíales hacía mucho; mas entendía mi alma que no era hacer lo que era obligada por quien debía tanto:17 lástima la tengo ahora de lo mucho que pasó y el poco socorro que de ninguna parte tenía, sino de Dios, y la mucha salida que le daban para sus pasatiempos y contentos con decir eran lícitos.
12. Pues el tormento en los sermones no era pequeño, y era aficionadísima a ellos, de manera que si vía a alguno predicar con espíritu y bien, un amor particular le cobraba, sin procurarle yo, que no sé quién me le ponía. Casi nunca me parecía tan mal sermón que no le oyese de buena gana; anque al dicho de los que le oían no predicase bien. Si era bueno, érame muy particular recreación. De hablar de Dios u oír de Él casi nunca me cansaba; esto después que comencé oración. Por un cabo tenía gran consuelo en los sermones; por otro me atormentaba; porque allí entendía yo que no era la que había de ser, con mucha parte.18 Suplicaba a el Señor me ayudase; mas debía faltar, a lo que ahora me parece, de no poner en todo la confianza en Su Majestad, y perderla de todo punto de mí. Buscaba remedio; hacía diligencias; mas no debía entender que todo aprovecha poco si, quitada de todo punto la confianza de nosotros, no la ponemos en Dios.
Deseaba vivir, que bien entendía que no vivía sino que peleaba con una sombra de muerte y no había quien me diese vida, y no la podía yo tomar; y quien me la podía dar tenía razón de no socorrerme, pues tantas veces me había tornado a Sí y yo dejándole.