Prosigue en la mesma materia. Comienza a
declarar los efetos que hace en el alma este grado de oración.
Persuade mucho a que no tornen atrás, anque después de
esta merced tornen a caer, ni dejen la oración. Dice los
daños que vernán de no hacer esto; es mucho de notar y
de gran consolación para los flacos y pecadores.
1. Queda el alma de esta oración y unión con grandísima ternura, de manera que se querría deshacer, no de pena, sino de unas lágrimas gozosas. Hállase bañada de ellas sin sentirlo ni saber cuándo ni cómo las lloró; mas dale gran deleite ver aplacado aquel ímpetu de el fuego con agua que le hace más crecer. Parece esto algaravía,1 y pasa ansí. Acaecido me ha alguna veces en este término de oración estar tan fuera de mí, que no sabía si era sueño u si pasaba en verdad la gloria que había sentido; y de verme llena de agua que sin pena destilaba con tanto ímpetu y presteza que parece lo echaba de sí aquella nube del cielo, vía que no había sido sueño. Esto era a los principios, que pasaba con brevedad.
2. Queda el ánima animosa que, si en aquel punto la hiciesen pedazos por Dios, le sería gran consuelo. Allí son las promesas y determinaciones heroicas, la viveza de los deseos, el encomenzar2 a aborrecer el mundo, el ver muy claro su vanidad. Está muy más aprovechada y altamente que en las oraciones pasadas, y la humildad más crecida; porque ve claro que para aquella ecesiva merced y grandiosa no hubo deligencia° suya, ni fue parte para traerla ni para tenerla. Vese claro indisíma, porque en pieza adonde entra mucho sol no hay telaraña ascondida, ve su miseria. Va tan fuera la vanagloria, que no le parece la podría tener, porque ya es por vista de ojos lo poco o ninguna cosa que puede, que allí no hubo casi consentimiento, sino que parece, anque no quiso le cerraron la puerta a todos los sentidos, para que más pudiese gozar de el Señor. Quédase sola con Él, ¿qué ha de hacer sino amarle? Ni ve ni oye, si no fuese a fuerza de brazos: poco hay que la agradecer. Su vida pasada se le representa después y la gran misericordia de Dios, con gran verdad, y sin haber menester andar a caza el entendimiento, que allí ve guisado lo que ha de comer y entender. De sí ve que merece el infierno y que le castigan con gloria; deshácese en alabanzas de Dios, y yo me querría deshacer ahora: ¡bendito seáis, Señor mío, que ansí hacéis de pecina3 tan sucia como yo, agua tan clara que sea para vuestra mesa! ¡Seáis alabado, oh regalo de los ángeles, que ansí queréis levantar un gusano tan vil!
3. Queda algún tiempo este aprovechamiento en el alma: puede ya, con entender claro que no es suya la fruta, comenzar a repartir de ella, y no le hace falta a sí. Comienza a dar muestras de alma que guarda tesoros del cielo, y a tener deseo de repartirlos con otros y suplicar a Dios no sea ella sola la rica. Comienza a aprovechar a los prójimos casi sin entenderlo ni hacer nada de sí; ellos lo entienden, porque ya las flores tienen tan crecido el olor, que les hace desear llegarse a ellas. Entiende que tiene virtudes, y ven la fruta que es codiciosa. Querríanle ayudar a comer. Si esta tierra está muy cavada con trabajos y persecuciones y mormuraciones y enfermedades —que pocos deben llegar aquí sin esto— y si está mullida con ir muy desasida de propio interese, el agua se embebe tanto que casi nunca se seca; mas si es tierra que an se está en la tierra y con tantas espinas como yo a el principio estaba, y an no quitada de las ocasiones ni tan agradecida como merece tan gran merced, tórnase la tierra a secar. Y si el hortolano se descuida y el Señor por sola su bondad no torna a querer llover, dad por perdida la huerta, que ansí me acaeció a mí algunas veces; que, cierto, yo me espanto y, si no hubiera pasado por mí, no lo pudiera creer. Escríbolo para consuelo de almas flacas como la mía, que nunca desesperen ni dejen de confiar en la grandeza de Dios: anque después de tan encumbradas, como es llegarlas el Señor aquí, cayan, no desmayen, si no se quieren perder del todo; que lágrimas todo lo ganan: un agua tray otra.
4. Una de las cosas porque me animé —siendo la que soy— a obedecer en escribir esto y dar cuenta de mi ruin vida y de las mercedes que me ha hecho el Señor, con no servirle sino ofenderle, ha sido ésta; que, cierto, yo quisiera aquí tener gran autoridad para que se me creyera esto. A el Señor suplico Su Majestad la dé. Digo que no desmaye nadie de los que han comenzado a tener oración con decir: «si torno a ser malo, es peor ir adelante con el ejercicio de ella». Yo lo creo, si se deja la oración y no se enmienda de el mal; mas si no la deja, crea que le sacará a puerto de luz. Hízome en esto gran batería el demonio, y pasé tanto en parecerme poca humildad tenerla, siendo tan ruin, que (como ya he dicho) la dejé año y medio —al menos un año, que de el medio no me acuerdo bien— y no me fuera más, ni fue, que meterme yo mesma, sin haber menester demonios que me hiciesen ir a el infierno. ¡Oh válame Dios, qué ceguedad tan grande! ¡Y qué bien acierta el demonio para su propósito en cargar aquí la mano! Sabe el traidor que alma que tenga con perseverancia oración, la tiene perdida, y que todas las caídas que la hace dar la ayudan por la bondad de Dios a dar después mayor salto en lo que es su servicio: ¡algo le va en ello!
5. ¡Oh Jesús mío! ¡Qué es ver un alma que ha llegado aquí, caída en un pecado, cuando Vos por vuestra misericordia la tornáis a dar la mano y la levantais! ¡Cómo conoce la multitud de vuestras grandezas y misericordias, y su miseria! Aquí es el deshacerse de veras y conocer vuestras grandezas; aquí el no osar alzar los ojos; aquí es el levantarlos para conocer lo que os debe; aquí se hace devota de la Reina del Cielo para que os aplaque; aquí envoca° los santos que cayeron después de haberlos Vos llamado, para que la ayuden; aquí es el parecer que todo le viene ancho lo que le dais, porque ve no merece la tierra que pisa; el acudir a los sacramentos; la fe viva que aquí le queda de ver la virtud que Dios en ellos puso; el alabaros porque dejastes tal medicina y ungüento para nuestras llagas, que no la sobresanan,4 sino que del todo las quitan. Espántanse de esto. Y ¿quién, Señor de mi alma, no se ha de espantar de misericordia tan grande y merced tan crecida a traición tan fea y abominable? ¡Que no sé cómo no se me parte el corazón cuando esto escribo, porque soy ruin!
6. Con estas lagrimillas que aquí lloro, dadas de Vos (agua de tan mal pozo en lo que es de mi parte), parece que os hago pago de tantas traiciones; siempre haciendo males y procurándoos deshacer las mercedes que Vos me habéis hecho. Ponedlas Vos, Señor mío, valor; aclarad agua tan turbia, siquiera porque no dé a alguno tentación en echar juicios (como me la ha dado a mí) pensando por qué, Señor, dejáis unas personas muy santas, que siempre os han servido y trabajado, criadas en relisión y siéndolo, y no como yo que no tenía más de el nombre y ver claro que no las hacéis las mercedes que a mí. Bien vía yo, bien mío, que les guardáis Vos el premio para dársele junto, y que mi flaqueza ha menester esto. Ya ellos, como fuertes, os sirven sin ello y los tratáis como a gente esforzada y no interesal.5
7. Mas con todo, sabéis Vos, mi Señor, que clamaba muchas veces delante de Vos disculpando a las personas que me mormuraban, porque me parecía les sobraba razón. Esto era ya, Señor, después que me teníades por vuestra bondad para que tanto no os ofendiese, y yo estaba ya desviándome de todo lo que me parecía os podía enojar; que en haciendo yo esto, comenzastes, Señor, a abrir vuestros tesoros para vuestra sierva. No parece esperábades otra cosa sino que hubiese voluntad y aparejo en mí para recibirlos, sigún con brevedad comenzastes a no sólo darlos, sino a querer entendiesen me los dábades.
8. Esto entendido, comenzó a tenerse buena opinión de la que todas aún no tenían bien entendido cuán mala era, anque mucho se traslucía. Comenzó la mormuración y persecución de golpe y, a mi parecer, con mucha causa; y ansi no tomaba con nadie enemistad, sino suplicábaos a Vos mirásedes la razón que tenían. Decían que me quería hacer santa y que inventaba novedades no habiendo llegado entonces con gran parte aun a cumplir toda mi Regla ni a las muy buenas y santas monjas que en casa había6 (ni creo llegaré, si Dios por su bondad no lo hace todo de su parte), sino antes lo era yo para quitar lo bueno y poner costumbres que no lo eran; al menos hacía lo que podía para ponerlas, y en el mal podía mucho. Ansí que sin culpa suya me culpaban. No digo eran sólo monjas, sino otras personas; descubríanme verdades, porque lo primitiádes Vos.
9. Una vez rezando las Horas, como yo algunas tenía esta tentación, llegué a el verso que dice justus es Domine, y tus juicios7 comencé a pensar cuán gran verdad era, que en esto no tenía el demonio fuerza jamás para tentarme de manera que yo dudase tenéis Vos, mi Señor, todos los bienes, ni en ninguna cosa de la fe; antes me parecía mientra más sin camino natural iban, más firme la tenía, y me daba devoción grande: en ser todopoderoso quedaban conclusas8 en mí todas las grandezas que hiciérades Vos, y en esto —como digo— jamás tenía duda. Pues pensando cómo con justicia primitíades° a muchas que había —como tengo dicho— muy vuestras siervas, y que no tenían los regalos y mercedes que me hacíades° a mí, siendo la que era, respondístesme Señor: —«Sírveme tú a mí y no te metas en eso». Fue la primera palabra que entendí hablarme Vos, y ansí me espantó mucho.
Porque después declararé esta manera de entender, con otras cosas, no lo digo aquí, que es salir de el propósito, y creo harto he salido. Casi no sé lo que me he dicho. No puede ser menos, mi hijo,9 sino que ha Vuestra Merced de sufrir estos intervalos; porque cuando veo lo que Dios me ha sufrido y me veo en este estado, no es mucho pierda el tino de lo que digo y he de decir.
Plega el Señor que siempre sean esos mis desatinos y que no primita° ya Su Majestad tenga yo poder para ser contra Él un punto. Antes en este que estoy me consuma.
10. Basta ya para ver sus grandes misericordias, no una sino muchas veces que ha perdonado tanta ingratitud. A San Pedro una vez que lo fue, a mí muchas; que con razón me tentaba el demonio no pretendiese amistad estrecha con quien trataba enemistad tan pública. ¡Qué ceguedad tan grande la mía! ¿Adónde pensaba, Señor mío, hallar remedio, sino en Vos? ¡Qué disbarate huir de la luz para andar siempre tropezando! ¡Qué humildad tan soberbia inventaba en mí el demonio: apartarme de estar arrimada a la coluna y báculo10 que me ha de sustentar, para no dar tan gran caída! Ahora me santiguo y no me parece que he pasado peligro tan peligroso como esta invención que el demonio me ensañaba por vía de humildad. Poníame en el pensamiento que cómo cosa tan ruin y habiendo recibido tantas mercedes había de llegarme a la oración; que me bastaba rezar lo que debía, como todas; mas que an pues esto no hacía bien, cómo quería hacer más; que era poco acatamiento y tener en poco las mercedes de Dios.
Bien era pensar y entender esto; mas ponerlo por obra fue el grandísimo mal. Bendito seais Vos, Señor, que ansí me remediastes.
11. Principio de la tentación que hacía a Judas me parece ésta, sino que no osaba el traidor tan al descubierto; mas él viniera de poco en poco a dar conmigo adonde dio con él. Miren esto, por amor de Dios, todos los que tratan oración. Sepan que el tiempo que estuve sin ella era mucho más perdida mi vida; mírese qué buen remedio me daba el demonio y que donosa humildad: un desasosiego en mí grande. Mas ¿cómo había de sosegar mi ánima? Apartábase la cuitada de su sosiego; tenía presentes las mercedes y favores; vía los contentos de acá ser asco. Cómo pudo pasar me espanto. Era con esperanza que nunca yo pensaba (a lo que ahora me acuerdo, porque debe haber esto más de veinte y un años),11 dejaba de estar determinada de tornar a la oración; mas esperaba a estar muy limpia de pecados. ¡Oh, qué mal encaminada iba en esta esperanza! Hasta el día del juicio me la libraba el demonio, para de allí llevarme a el infierno.
12. Pues teniendo oración y lición —que era ver verdades y el ruin camino que llevaba— y importunando a el Señor con lágrimas muchas veces, era tan ruin que no me podía valer; apartada de esto, puesta en pasatiempos con muchas ocasiones y pocas ayudas —y osaré decir ninguna, sino para ayudarme a caer—, ¿qué esperaba sino lo dicho?
Creo tiene mucho delante de Dios un fraile de Santo Domingo, gran letrado,12 que él me despertó deste sueño: él me hizo, como creo he dicho, comulgar de quince a quince días; y de el mal no tanto;13 comencé a tornar en mí, anque no dejaba de hacer ofensas a el Señor. Mas como no había perdido el camino, anque poco a poco, cayendo y levantando, iba por él; y el que no deja de andar y ir adelante, anque tarde, llega. No me parece es otra cosa perder el camino, sino dejar la oración. Dios nos libre, por quien Él es.
13. Queda de aquí entendido —y nótese mucho por amor de el Señor— que anque un alma llegue a hacerla Dios tan grandes mercedes en la oración, que no se fíe de sí, pues puede caer, ni se ponga en ocasiones en ninguna manera. Mírese mucho, que va mucho; que el engaño que aquí puede hacer el demonio después, anque la merced sea cierto de Dios, es aprovecharse el traidor de la mesma merced en lo que puede, y a personas no crecidas en las virtudes, ni mortificadas, ni desasidas, porque aquí no quedan fortalecidas tanto que baste, como adelante diré, para ponerse en las ocasiones y peligros, por grandes deseos y determinaciones que tengan. Es ecelente dotrina ésta, y no mía, sino enseñada de Dios; y ansí querría que personas inorantes, como yo, la supiesen. Porque aunque esté un alma en este estado, no ha de fiar de sí para salir a combatir, porque hará harto en defenderse. Aquí son menester armas para defenderse de los demonios, y aun no tiene fuerza para pelear contra ellos y traerlos debajo de los pies, como hacen los que están en el estado que diré después.
14. Este es el engaño con que coge el demonio, que, como se ve un alma tan llegada a Dios, y ve la diferencia que hay de el bien del cielo al de la tierra y el amor que la muestra el Señor, de este amor nace confianza y siguridad de no caer de lo que goza. Parécele que ve claro el premio, que no es posible ya en cosa que aun para la vida es tan deleitosa y suave, dejarla por cosa tan baja y sucia como es el deleite; y con esta confianza quítale el demonio la poca que ha de tener de sí; y, como digo, pónese en los peligros y comienza con buen celo a dar de la fruta sin tasa, creyendo que ya no hay que temer de sí. Y esto no va con soberbia, que bien entiende el alma que no puede de sí nada, sino de mucha confianza de Dios sin discrición, porque no mira que an tiene pelo malo. Puede salir del nido, y sácala Dios, mas an no está para volar; porque las virtudes aún no están fuertes, ni tiene espiriencia para conocer los peligros, ni sabe el daño que hace en confiar de sí.
15. Esto fue lo que a mí me destruyó; y para esto y para todo hay gran necesidad de maestro y trato con personas espirituales. Bien creo que alma que llega Dios a este estado, si muy del todo no deja a Su Majestad, que no la dejará de favorecer ni la dejará perder; mas cuando, como he dicho, cayere, mire, mire, por amor del Señor, no la engañe en que deje la oración, como hacía a mí con humildad falsa, como ya lo he dicho y muchas veces lo querría decir. Fíe de la bondad de Dios, que es mayor que todos los males que podemos hacer, y no se acuerda de nuestra ingratitud, cuando nosotros, conociéndonos, queremos tornar a su amistad, ni de las mercedes que nos ha hecho para castigarnos por ellas; antes ayudan a perdonarnos más presto, como a gente que ya era de su casa y ha comido, como dicen, de su pan. Acuérdense de sus palabras y miren lo que ha hecho conmigo, que primero me cansé de ofenderle que Su Majestad dejó de perdonarme. Nunca se cansa de dar ni se pueden agotar sus misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir. Sea bendito para siempre, amén; y alábanle todas las cosas.