En que trata del modo y manera cómo se
entienden estas hablas que hace Dios al alma sin oírse,
y de algunos engaños que puede haber en ello, y en qué
se conocerá cuándo lo es. Es de mucho provecho para quien
se viere en este grado de oración, porque se declara
muy bien, y de harta dotrina.
1. Paréceme será bien declarar cómo es este hablar que hace Dios a el alma y lo que ella siente, para que vuesa merced lo entienda; porque desde esta vez que he dicho que el Señor me hizo esta merced, es muy ordinario hasta ahora, como se verá en lo que está por decir. Son unas palabras muy formadas, mas con los oídos corporales no se oyen, sino entiéndense muy más claro que si se oyesen; y dejarlo de entender, aunque mucho se resista, es por demás. Porque cuando acá no queremos oír, podemos tapar los oídos, u advertir a otra cosa de manera que, aunque se oya, no se entienda. En esta plática que hace Dios a el alma no hay remedio ninguno, sino que, anque me pese, me hacen escuchar y estar el entendimiento tan entero para entender los que Dios quiere entendamos, que no basta querer ni no querer. Porque el que todo lo puede, quiere que entendamos se ha de hacerlo que quiere y se muestra señor verdadero de nosotros. Esto tengo muy espirimentado, porque me duró casi dos años el resistir, con el gran miedo que traía; y ahora lo pruebo algunas veces, mas poco me aprovecha.
2. Yo querría declarar los engaños que puede haber aquí, aunque a quien tiene mucha espiriencia paréceme será poco u ninguno, mas ha de ser mucha la espiriencia, y la diferencia que hay cuando es espíritu bueno u cuando es malo; u cómo puede ser también ser apreensión del mesmo entendimiento, que podría acaecer, u hablar el mesmo espíritu a sí mesmo; esto no sé yo si puede ser, mas aún hoy me ha parecido que sí. Cuando es de Dios, tengo muy probado en muchas cosas que se me decían dos y tres años antes, y todas se han cumplido, y hasta ahora ninguna ha salido mentira; y otras cosas adonde se ve claro ser espíritu de Dios, como después se dirá.
3. Paréceme a mí que podría una persona, estando encomendando una cosa a Dios con gran afeto y apreensión, parecerle entiende alguna cosa si se hará u no y es muy posible; aunque a quien ha entendido de estotra suerte, verá claro lo que es, porque es mucha la diferencia. Y si es cosa que el entendimiento fabrica, por delgado que vaya, entiende que ordena él algo y que habla, que no es otra cosa sino ordenar uno la plática u escuchar lo que otro le dice, y verá el entendimiento que entonces no escucha, pues que obra; y las palabras que él fabrica son como cosa sorda, fantaseada y no con la claridad que estotras. Y aquí está en nuestra mano divertirnos, como callar cuando hablamos; en estotro no hay términos.
Y otra señal más que todas, que no hace operación; porque estotra que habla el Señor es palabras y obras, y aunque las palabras no sean de devoción, sino de repreensión, a la primera disponen un alma, y la habilita y enternece y da luz regala y quieta; y si estaba con sequedad u alboroto y desasosiego de alma, como con la mano se le quita; y aun mijor, que parece quiere el Señor se entienda que es poderoso y que sus palabras son obras.1
4. Paréceme que hay la diferencia que si nosotros hablásemos u oyésemos, ni más ni menos; porque lo que hablo, como he dicho, voy ordenando con el entendimiento lo que digo, mas si me hablan, no hago más de oír sin ningún trabajo. Lo uno va como una cosa que no nos podemos bien determinar si es, como uno que está medio dormido; estotro es voz tan clara, que no se pierde una sílaba de lo que se dice.Y acaece ser a tiempos que está el entendimiento y alma tan alborotada y destraída, que no acertaría a concertar una buena razón, y halla guisadas2 grandes sentencias que le dicen, que ella, an estando muy recogida, no pudiera alcanzar, y a la primera palabra, como digo, la mudan toda. En especial si está en arrobamiento,3 que las potencias están suspensas, ¿cómo se entenderán cosas que no habían venido a la memoria an antes? ¿Cómo vernán entonces, que no obra casi, y la imaginación está como embobada?
5. Entiéndase que cuando se ven visiones u se entienden estas palabras, a mi parecer, nunca es en tiempo que está unida el alma en el mesmo arrobamiento; que en este tiempo (como ya dejo declarado, creo en la sigunda agua) del todo se pierden todas las potencias y, a mi parecer, allí ni se puede ver ni entender ni oír. Está en otro poder toda, y en ese tiempo, que es muy breve, no me parece la deja el Señor para nada libertad. Pasado este breve tiempo, que se queda aún en el arrobamiento el alma, es esto que digo; porque quedan las potencias de manera que, aunque no están perdidas, casi nada obran; están como absortas y no hábiles para concertar razones. Hay tantas para entender la diferencia, que si una vez se engañase, no serán muchas.
6. Y digo que si es alma ejercitada y está sobre aviso, lo verá muy claro; porque dejadas otras cosas por donde se ve lo que he dicho, ningún efeto hace, ni el alma lo admite (porque estotro, mal que nos pese) y no se da crédito, antes se entiende que es devanear de el entendimiento, casi como no se haría caso de una persona que sabeis tiene frenesí.4 Estotro es como si lo oyésemos a una persona muy santa, u letrada y de gran autoridad, que sabemos no nos ha de mentir; y an es baja comparación, porque train algunas veces una majestad consigo estas palabras, que, sin acordarnos quién las dicen,5 si son de reprensión, hacen temblar; y si son de amor, hacen deshacerse en amar. Y son cosas, como he dicho, que estaban bien lejos de la memoria, y dícense tan de presto sentencias tan grandes, que era menester mucho tiempo para haberlas de ordenar, y en ninguna manera me parece se puede entonces inorar no ser cosa fabricada de nosotros. Ansí que en esto no hay que me detener, que por maravilla me parece puede haber engaño en persona ejercitada, si ella mesma de advertencia no se quiere engañar.
7. Acaecídome ha muchas veces, si tengo alguna duda, no creer lo que me dicen, y pensar si se me antojó (esto después de pasado, que entonces es imposible) y verlo cumplido desde ha mucho tiempo;6 porque hace el Señor que quede en la memoria, que no se puede olvidar; y lo que es del entendimiento es como primer movimiento del pensamiento, que pasa y se olvida. Estotro es como obra que, aunque se olvide algo y pase tiempo, no tan del todo que se pierda la memoria de que, en fin, se dijo, salvo si no ha mucho tiempo u son palabras de favor u dotrina; mas de profecía no hay olvidarse, a mi parecer, al menos a mí, aunque tengo poca memoria.
8. Y torno a decir que me parece si un alma no fuese tan desalmada que lo quiera fingir (que sería harto mal) y decir que lo entiende no siendo ansí; mas dejar de ver claro que ella lo ordena y lo parla entre sí, paréceme no lleva camino, si ha entendido el espíritu de Dios; que si no, toda su vida podrá estarse en ese engaño y parecerle que entiende, anque yo no sé cómo. U esta alma lo quiere entender, u no: si se está deshaciendo de lo que entiende y en ninguna manera querría entender nada por mil temores y otras muchas causas que hay para tener deseo de estar quieta en su oración sin estas cosas, ¿cómo da tanto espacio a el entendimiento que ordene razones? Tiempo es menester para esto. Acá sin perder ninguno, quedamos enseñadas, y se entienden cosas que parece era menester un mes para ordenarlas. Y el mesmo entendimiento y alma quedan espantadas de algunas cosas que se entienden.
9. Esto es ansí, y quien tuviere espiriencia verá que es a el pie de la letra todo lo que he dicho. Alabo a Dios porque lo he sabido ansí decir. Y acabo con que me parece, siendo del entendimiento, cuando lo quisiésemos lo podríamos entender, y cada vez que tenemos oración nos podría parecer entendernos. Mas en estotro no es ansí, sino que estaré muchos días que aunque quiera entender algo es imposible; y cuando otras veces no quiero, como he dicho, lo tengo de entender. Paréceme que quien quisiese engañar a los otros diciendo que entienden de Dios lo que es de sí, que poco le cuesta decir que lo oye con los oídos corporales; y es ansí cierto con verdad, que jamás pensé había otra manera de oír ni entender hasta que lo vi por mí; y ansí, como he dicho, me cuesta harto trabajo.
10. Cuando es demonio, no sólo no deja buenos efetos, mas déjalos malos. Esto me ha acaecido no más de dos o tres veces, y he sido luego avisada del Señor como era demonio. Dejado la gran sequedad que queda, es una inquietud en el alma a manera de otras muchas veces que ha primitido el Señor que tenga grandes tentaciones y trabajos de alma de diferentes maneras; y aunque me atormente hartas veces, como adelante diré, es una inquietud que no se sabe entender de dónde viene, sino que parece resiste el alma y se alborota y aflige sin saber de qué; porque lo que él dice no es malo, sino bueno. Pienso si siente un espíritu a otro. El gusto y deleite que él da, a mi parecer, es diferente en gran manera. Podía él engañar con estos gustos a quien no tuviere u hubiere tenido otros de Dios.
11. De veras digo gustos,7 una recreación suave, fuerte, impresa, deleitosa, quieta; que unas devocioncitas de el alma, de lágrimas y otros sentimientos pequeños, que al primer airecito de persecución se pierden estas florecitas, no las llamo devociones, aunque son buenos principios y santos sentimientos, mas no para determinar estos efetos de buen espíritu u malo. Y ansí es bien andar siempre con gran aviso; porque cuando a personas que no están más adelante en la oración hasta esto, fácilmente podrían ser engañadas si tuviesen visiones u revelaciones. Yo nunca tuve cosa8 de estas postreras, hasta haberme Dios dado por solo su bondad oración de unión, sino fue la primera vez que dije,9 que ha muchos años, que vi a Cristo, que pluguiera a Su Majestad entendiera yo era verdadera visión, como después lo he entendido, que no me fuera poco bien. Ninguna blandura queda en el alma, sino como espantada y con gran desgusto.
12. Tengo por muy cierto que el demonio no engañará, ni lo primitirá Dios, a alma que de ninguna cosa se fía de sí, y está fortalecida en la fe, que entienda ella de sí que por un punto de ella morirá mil muertes. Y con este amor a la fe, que infunde luego Dios, que es una fe viva, fuerte, siempre procura ir conforme a lo que tiene la Ilesia, preguntado a unos y a otros, como quien tiene ya hecho asiento fuerte en estas verdades, que no la moverían cuantas revelaciones pueda imaginar —aunque viese abiertos los cielos— un punto de lo que tiene la Ilesia. Si alguna vez se viese vacilar en su pensamiento contra esto, u detenerse en decir: «pues si Dios me dice esto también puede ser verdad, como lo que decía a los santos», no digo que lo crea, sino que el demonio la comience a tentar, por primer movimiento (que detenerse en ello ya se ve que es malísimo); mas an primeros movimientos muchas veces en este caso creo no vernán si el alma está en esto tan fuerte como la hace el Señor a quien da estas cosas, que le parece desmenuzaría los demonios sobre una verdad de lo que tiene la Ilesia, muy pequeña.
13. Digo que si no viere en sí esta fortaleza grande y que ayude a ella la devoción u visión, que no la tenga por sigura. Porque, aunque no se sienta luego el daño, poco a poco podría hacerse grande; que a lo que yo veo y sé de espiriencia, de tal manera queda el crédito de que es Dios, que vaya conforme a la Sagrada Escritura, y como un tantico torciese de esto, mucha más firmeza sin comparación me parece ternía en que es demonio que ahora tengo de que es Dios, por grande que la tenga. Porque entonces no es menester andar a buscar señales ni qué espíritu es, pues está tan clara esta señal para creer que es demonio, que si entonces todo el mundo me asigurase que es Dios, no lo creería.
El caso es que, cuando es demonio, parece que se asconden todos los bienes y huyen de el alma, sigún queda desabrida y alborotada y sin ningún efeto, porque, anque parece pone deseos, no son fuertes; la humildad que deja es falsa, alborotada y sin suavidad. Paréceme que a quien tiene espiriencia de el buen espíritu, lo entenderá.
14. Con todo puede hacer muchos embustes el demonio, y ansí no hay cosa en esto tan cierta que no lo sea más temer y ir siempre con aviso, y tener maestro que sea letrado y no le callar nada; y con esto ningún daño puede venir; anque a mí hartos me han venido por estos temores demasiados10 que tienen algunas personas. En especial me acaeció una vez que se habían juntado muchos a quien11 yo daba gran crédito —y era razón se le diese—, que, aunque yo ya no trataba sino con uno y cuando él me lo mandaba hablaba a otros, unos con otros trataban mucho de mi remedio, que me tenían mucho amor y temían no fuese engañada; yo también traía grandísimo temor cuando no estaba en la oración, que estando en ella y haciéndome el Señor alguna merced, luego me asiguraba. Creo eran cinco u seis,12 todos muy siervos de Dios; y díjome mi confesor13 que todos se determinaban en que era demonio, que no comulgase tan a menudo y que procurase distraerme de suerte que no tuviese soledad. Yo era temerosa en estremo, como he dicho; ayudábame el mal de corazón, que aun en una pieza sola no osaba estar de día muchas veces. Yo, como vi que tantos lo afirmaban, y yo no lo podía creer, dióme grandísimo escrúpulo, pareciendo poca humildad; porque todos eran más de buena vida sin comparación que yo, y letrados, que por qué no los había de creer. Forzábame lo que podía para creerlo y pensaba que mi ruin vida y que conforme a esto debían de decir verdad.
15. Fuime de la iglesia con esta aflición y entréme en un oratorio, habiéndome quitado muchos días de comulgar, quitada la soledad, que era todo mi consuelo, sin tener persona con quien tratar, porque todos eran contra mí: unos me parecían burlaban de mí cuando de ello trataba, como que se me antojaba; otros avisaban al confesor que se guardase de mí; otros decía que era claro14 demonio; sólo el confesor, que, anque conformaba con ellos (por probarme, sigún después supe) siempre me consolaba y me decía que, anque fuese demonio no ofendiendo yo a Dios, no me podía hacer nada, que ello se me quitaría, que lo rogase mucho a Dios; y él y todas las personas que confesaba lo hacían harto, y otras muchas y yo toda mi oración, y cuantos entendía eran siervos de Dios, porque Su Majestad me llevase por otro camino.Y esto me duró no sé si dos años, que era contino pedirlo a el Señor.
16. A mí ningún consuelo me bastaba cuando pensaba que era posible que tantas veces me había de hablar el demonio. Porque de que no tomaba horas de soledad para oración, en conversación me hacía el Señor recoger y, sin poderlo yo escusar, me decía lo que era servido y, anque me pesaba, lo había de oír.
17. Pues estándome sola, sin tener una persona con quien descansar, ni podía rezar ni leer, sino como persona espantada de tanta tribulación y temor de si me había de engañar el demonio, toda alborotada y fatigada, sin saber qué hacer de mí. En esta aflición me vi algunas y muchas veces, anque no me parece ninguna en tanto estremo. Estuve ansí cuatro o cinco horas,15 que consuelo del cielo ni de la tierra no había para mí, sino que me dejó el Señor padecer, temiendo mil peligros.
¡Oh, Señor mío, cómo sois Vos el amigo verdadero; y como poderoso, cuando queréis, podéis y nunca dejáis de querer si os quieren! ¡Alaben os todas las cosas, Señor del mundo! ¡Oh, quién diese voces por él, para decir cuán fiel sois a vuestros amigos! Todas las cosas faltan; Vos, Señor de todas ellas, nunca faltais. Poco es lo que dejáis padecer a quien os ama. ¡Oh, Señor mío! ¡Qué delicada y pulida y sabrosamente los sabéis tratar! ¡Oh, quién nunca se hubiera detenido en amar a nadie, sino a Vos! Parece, Señor, que probáis con rigor a quien os ama, para que en el estremo del trabajo se entienda el mayor estremo de vuestro amor. ¡Oh, Dios mío, quién tuviera entendimiento y letras y nuevas palabras para encarecer vuestras obras como lo entiende mi alma! Fáltame todo, Señor mío; mas si Vos no me desamparais, no os faltaré yo a Vos. Levántense contra mí todos los letrados, persíganme todas las cosas criadas, atorménteme los demonios; no me faltéis Vos, Señor, que ya tengo espiriencia de la ganancia con que sacáis a quien en sólo Vos confía.
18. Pues estando en esta gran fatiga (an entonces no había comenzado a tener ninguna visión), solas estas palabras bastaban para quitármela y quietarme del todo. —No hayas miedo, hija, que Yo soy, y no te desampararé; no temas. Paréceme a mí, sigún estaba, que era menester muchas horas para persuadirme a que me sosegase y que no bastara nadie. Heme aquí con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con ánimo, con siguridad, con una quietud y luz que en un punto vi mi alma hecha otra, y me parece que con todo el mundo disputara que era Dios. ¡Oh, qué buen Dios! ¡Oh, qué buen Señor y qué poderoso! No sólo da el consejo, sino el remedio. Sus palabras son obras.16 ¡Oh, válame Dios, y cómo fortalece la fe y se aumenta el amor!
19. Es ansí, cierto, que muchas veces me acordaba de cuando el Señor mandó a los vientos que estuviesen quedos en la mar, cuando se levantó la tempestad;17 y así decía yo: —¿Quién es éste que ansí le obedecen todas mis potencias,18 y da luz en tan gran escuridad° en un memento, y hace blando un corazón que parecía piedra, da agua de lágrimas suaves adonde parecía había de haber mucho tiempo sequedad?, ¿quién pone estos deseos?, ¿quién da este ánimo?, que me acaeció pensar: ¿de qué temo?, ¿qué es esto? Yo deseo servir a este Señor; no pretendo otra cosa sino contentarle; no quiero contento, ni descanso ni otro bien, sino hacer su voluntad (que de esto bien cierta estaba, a mi parecer, que lo podía afirmar). Pues si este Señor es poderoso, como veo que lo es y sé que lo es, y que son sus esclavos los demonios (y de esto no hay que dudar, pues es fe), siendo yo sierva de este Señor y rey, ¿qué mal me pueden ellos hacer a mí? ¿Por qué no he de tener yo fortaleza para combatirme con todo el infierno?
Tomaba una cruz en la mano y parecía verdaderamente darme Dios ánimo, que yo me vi otra en un breve tiempo, que no temiera tomarme con ellos a brazos,19 que me parecía fácilmente con aquella cruz los venciera a todos; y ansí dije: «Ahora vení° todos, que, siendo sierva del Señor, yo quiero ver qué me podeis hacer».
20. Es, sin duda, que me parecía me habían miedo, porque yo quedé sosegada y tan sin temor de todos ellos, que se me quitaron todos los miedos que solía tener, hasta hoy; porque aunque algunas veces los vía, como diré después, no los he habido más casi miedo, ante° me parecía ellos me le habían a mí. Quedóme un señorío contra ellos bien dado del Señor de todos, que no se me da más de ellos que de moscas. Parécenme tan cobardes que, en viendo que los tienen en poco, no les queda fuerza. No saben estos enemigos derecho acometer, sino quien ven que se les rinde, u cuando lo primite Dios para más bien de sus siervos que los tiente y atormenten. Pluguiese a Su Majestad temiésemos a quien hemos de temer y entendiésemos nos puede venir mayor daño de un pecado venial que de todo el infierno junto, pues es ello ansí.
21. ¡Qué espantados nos train estos demonios, porque nos queremos nosotros espantar con otros asimientos de honras y haciendas y deleites!; que entonces juntos ellos con nosotros mesmos, que nos somos contrarios, amando y quiriendo lo que hemos de aborrecer, mucho daño nos harán; porque con nuestras mesmas armas les hacemos que peleen contra nosotros, puniendo en sus manos con las que nos hemos de defender. Esta es la gran lástima. Mas si todo lo aborrecemos por Dios, y nos abrazamos con la cruz, y tratamos servirle de verdad, huye él de estas verdades como de pestilencia. Es amigo de mentiras, y la mesma mentira. No hará pato° con quien anda en verdad.20 Cuando él ve escurecido el entendimiento, ayuda lindamente a que se quiebren los ojos; porque si a uno ve ya ciego en poner su descanso en cosas vanas, y tan vanas que parecen las de este mundo cosa de juego de niño, ya él ve que éste es niño, pues trata como tal, y atrévese a luchar con él una y muchas veces.
22. Plega el Señor que no sea yo de éstos, sino que me favorezca Su Majestad para entender por descanso lo que es descanso, y por honra lo que es honra, y por deleite lo que es deleite, y no todo a el revés y una higa21 para todos los demonios, que ellos me temerán a mí. No entiendo estos miedos: ¡demonio, demonio!, adonde podemos decir: ¡Dios, Dios!, y hacerle temblar. Sí, que ya sabemos que no se puede menear, si el Señor no lo primite.° ¿Qué es esto? Es sin duda que tengo ya más miedo a los que tan grande le tienen a el demonio que a él mesmo; porque él no me puede hacer nada, y estotros, en especial si son confesores, inquietan mucho, y he pasado algunos años de tan gran trabajo, que ahora me espanto cómo lo he podido sufrir. ¡Bendito sea el Señor que tan de veras me ha ayudado!