Prosigue en la mesma materia. Va declarando y diciendo
cosas que le han acaecido, que la hacían perder el temor y
afirmar que era buen espíritu el que la hablaba.
1. Tengo por una de las grandes mercedes que me ha hecho el Señor este ánimo que me dio contra los demonios; porque andar un alma acobardada y temerosa de nada si no de ofender a Dios, es grandísimo inconveniente, pues tenemos Rey todo poderoso y tan gran Señor que todo lo puede y a todos sujeta. No hay que temer, andando —como he dicho—, en verdad delante de Su Majestad y con limpia conciencia. Para esto, como he dicho, querría yo todos los temores: para no ofender en un punto a quien en el mesmo punto nos puede deshacer; que, contento Su Majestad, no hay quien sea contra nosotros que no lleve las manos en la cabeza.
Podráse decir que ansí es; mas que ¿quién será esta alma tan reta que del todo le contente? y que por eso teme. No la mía, por cierto, que es muy miserable y sin provecho y llena de mil miserias; mas no ejecuta Dios como las gentes, que entiende nuestras flaquezas: mas por grandes conjeturas siente el alma en sí si le ama de verdad, porque en las que llegan a este estado no anda el amor disimulado como a los principios, sino con tan grandes ímpetus y deseo de ver a Dios, como después diré, u queda ya dicho. Todo cansa, todo fatiga, todo atormenta; si no es con Dios u por Dios, no hay descanso que no canse, porque se ve ausente de su verdadero descanso, y ansí es cosa muy clara que, como digo, no pasa en disimulación.
2. Acaecióme otras veces verme con grandes tribulaciones y mormuraciones sobre cierto negocio que después diré, de casi todo el lugar adonde estoy1 y de mi orden, y afligida con muchas ocasiones que había para inquietarme y decirme el Señor: ¿De qué temes? ¿No sabes que soy todo poderoso? Yo cumpliré lo que te he prometido (y ansí se cumplió bien después), y quedar luego con una fortaleza, que de nuevo me parece me pusiera en empreender° otras cosas, anque me costasen más trabajos, para servirle, y me pusiera de nuevo a padecer. Es esto tantas veces, que no lo podría yo contar: muchas las que me hacía repreensiones y hace cuando hago imperfeciones, que bastan a deshacer un alma. Al menos train consigo el enmendarse, porque Su Majestad —como he dicho— da el consejo y el remedio. Otras, traerme a la memoria mis pecados pasados, en especial cuando el Señor me quiere hacer alguna señalada merced, que parece ya se ve el alma en el verdadero juicio; porque le representan la verdad con conocimiento claro, que no sabe adonde se meter. Otras, avisarme de algunos peligros míos y de otras personas, cosas por venir, tres u cuatro años antes, muchas, y todas se han cumplido. Algunas podría ser señalar.2 Ansí que hay tantas cosas para entender que es Dios, que no se puede inorar, a mi parecer.
3. Lo más siguro es (yo ansí lo hago, y sin esto no ternía sosiego, ni es bien que mujeres le tengamos, pues no tenemos letras) y aquí no puede haber daño, sino mucho provechos, como muchas veces me ha dicho el Señor, que no deje de comunicar toda mi alma y las mercedes que el Señor me hace, con el confesor, y que sea letrado, y que le obedezca. Esto muchas veces.
Tenía yo un confesor que me mortificaba mucho y algunas veces me afligía y daba gran trabajo, porque me inquietaba mucho, y era el que más me aprovehó, a lo que me parece.3 Y anque le tenía mucho amor, tenía algunas tentaciones por dejarle, y parecíame me estorbaban aquellas penas que me daba de la oración. Cada vez que estaba determinada a esto entendía luego que no lo hiciese, y una repreensión que me deshacía más que cuanto el confesor hacía. Algunas veces me fatigaba: cuestión por un cabo y repreensión por otro; y todo lo había menester, sigún tenía poco doblada la voluntad. Díjome una vez que no era obedecer si no estaba determinada a padecer; que pusiese los ojos en lo que Él había padecido y todo se me haría fácil.
4. Aconsejóme una vez un confesor que a los principios me había confesado, que ya que estaba probado ser buen espíritu, que callase y no diese ya parte a nadie, porque mijor era ya estas cosas callarlas. A mí no me pareció mal, porque yo sentía tanto cada vez que las decía al confesor, y era tanta mi afrenta, que mucho más que confesar pecados graves lo sentía algunas veces; en especial si eran las mercedes grandes, parecíame no me habían de creer y que burlaban de mí. Sentía yo tanto esto, que me parecía era desacato a las maravillas de Dios que por esto quisiera callar. Entendí entonces que había sido muy mal aconsejada de aquel confesor, que en ninguna manera callase cosa al que me confesaba, porque en esto había gran siguridad, y haciendo lo contrario, podría ser engañarme alguna vez.
5. Siempre que el Señor me mandaba una cosa en la oración, si el confesor me decía otra, me tornaba el mesmo Señor a decir que le obedeciese; después Su Majestad le volvía para que me lo tornase a mandar. Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen,4 yo sentí mucho, porque algunos me daba recreación leerlos y yo no podía ya, por dejarlos en latín;5 me dijo el Señor: —No tengas pena, que yo te daré libro vivo. Yo no podía entender por qué se me había dicho esto, porque an no tenía visiones; después, desde ha bien pocos días lo entendí muy bien, porque he tenido tanto en que pensar y recogerme en lo que vía presente, y ha tenido tanto amor el Señor conmigo para enseñarme de muchas maneras, que muy poca u casi ninguna necesidad he tenido de libros. Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades. ¡Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer, de manera que no se puede olvidar! ¿Quién ve a el Señor cubierto de llagas y afligido con persecuciones que no las abrace y las ame y las desee? ¿Quién ve algo de la gloria que da a los que le sirven que no conozca es todo no nada cuanto se puede hacer y padecer, pues tal premio esperamos? ¿Quién ve los tormentos que pasan los condenados, que no se le hagan deleites los tormentos de acá en su comparación, y conozcan lo mucho que deben a el Señor en haberlos librado tantas veces de aquel lugar?
6. Porque con el favor de Dios se dirá más de algunas cosas, quiero ir adelante en el proceso de mi vida. Plega a el Señor haya sabido declararme en esto que he dicho. Bien creo que quien tuviere espiriencia lo entenderá y verá que he atinado a decir algo; quien no, no me espanto le parezca desatino todo. Basta decirlo yo para quedar disculpado, ni yo culparé a quien lo dijere. El Señor me deje atinar en cumplir su voluntad, amén.