En que trata cómo quiso el Señor ponerla en espíritu
en un lugar de el infierno que tenía por sus pecados merecido.
Cuenta una cifra1 de lo que allí se le representó para lo que
fue. Comienza a tratar la manera y modo cómo se fundó
el monesterio, adonde ahora está, de San Josef.
1. Después de mucho tiempo que el Señor me había hecho ya muchas de las mercedes que he dicho y otras muy grandes, estando un día en oración me hallé en un punto2 toda, sin saber cómo, que me parecía estar metida en el infierno. Entendí que quería el Señor que viese el lugar que los demonios allá me tenían aparejado, y yo merecido por mis pecados. Ello fue en brevísimo espacio, mas aunque yo viviese muchos años, me parece imposible olvidárseme.3 Parecíame la entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho, a manera de horno muy bajo y escuro y angosto. El suelo me pareció de un agua como lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muchas sabandijas malas en él. A el cabo estaba una concavidad metida en una pared, a manera de una alacena, adonde me vi meter en mucho estrecho. Todo esto era deleitoso a la vista en comparación de lo que allí sentí. Esto que he dicho va mal encarecido.
2. Estotro me parece que an principio de encarecerse cómo es, no le puede haber ni se puede entender; mas sentí un fuego en el alma que yo no puedo entender cómo poder decir de la manera que es, los dolores corporales tan incomportables que, con haberlos pasado en esta vida gravísimos y, sigún dicen los médicos, los mayores que se pueden acá pasar (porque fue encogérseme todos los nervios cuando me tullí,4 sin otros muchos de muchas maneras que he tenido y an algunos, como he dicho, causados de el demonio) no es todo nada en comparación de lo que allí sentí, y ver que habían de ser sin fin y sin jamás cesar. Esto no es, pues, nada en comparación de el agonizar de el alma, un apretamiento, un ahogamiento, una afleción tan sentible y con tan desesperado y afligido descontento, que yo no sé cómo lo encarecer. Porque decir que es un estarse siempre arrancando el alma, es poco; porque an parece que otro os acaba la vida; mas aquí el alma mesma es la que se despedaza. El caso es que yo no sé cómo encarezca aquel fuego interior y aquel desesperamiento sobre tan gravísimos tormentos y dolores. No vía yo quién me los daba, y más sentíame quemar y desmenuzar, a lo que parece; digo que aquel fuego y desesperación interior es lo peor.
3. Estando en tan pestilencial lugar, tan sin poder esperar consuelo, no hay sentarse ni echarse, ni hay lugar, anque me pusieron en éste como agujero hecho en la pared; porque estas paredes, que son espantosas a la vista, aprietan ellas mesmas, y todo ahoga. No hay luz, sino todo tinieblas escurísimas. Yo no entiendo cómo puede ser esto, que, con no haber luz, lo que a la vista ha de dar pena todo se ve.
No quiso el Señor entonces viese más de todo el infierno; después he visto otra visión de cosas espantosas, de algunos vicios el castigo. Cuanto a la vista, muy más espantosos me parecieron; mas como no sentía la pena, no me hicieron tanto temor; que en esta visión quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y aflición en el espíritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo. Yo no sé cómo ello fue, mas bien entendí ser gran merced y que quiso el Señor yo viese por vista de ojos de dónde me había librado su misericordia; porque no es nada oírlo decir, ni haber yo otras veces pensado en diferentes tormentos, anque pocas (que por temor no se llevaba bien mi alma), ni que los demonios atenazan, ni otros diferentes tormentos que he leído, no es nada con esta pena5 porque es otra cosa. En fin, como de debujo a la verdad, y el quemarse acá es muy poco en comparación de este fuego de allá.
4. Yo quedé tan espantada, y an lo estoy ahora escribiéndolo, con que ha casi seis años, y es ansí que me parece el calor natural me falta del temor, aquí adonde estoy; y ansí no me acuerdo vez que tengo trabajo ni dolores, que no me parezca nonada todo de lo que acá se puede pasar; y ansí me parece en parte que nos quejamos sin propósito. Y ansí torno a decir que fue una de las mayores mercedes que el Señor me ha hecho; porque me ha aprovechado muy mucho, ansí para perder el miedo a las tribulaciones y contradiciones de esta vida, como para esforzarme a padecerlas, y dar gracias a el Señor que me libró, a lo que ahora me parece, de males tan perpetuos y terribles.
5. Después acá, como digo, todo me parece fácil en comparación de un memento que se haya de sufrir lo que yo en él allí padecí. Espántame cómo habiendo leído muchas veces libros adonde se da algo a entender de las penas de el infierno, cómo no las temía ni tenía en lo que son. ¿Adónde estaba?, ¿cómo me podía dar cosa descanso de lo que me acarreaba ir a tan mal lugar? Seáis bendito, Dios mío, por siempre. Y, ¡cómo se ha parecido que me queríades Vos mucho más a mí que yo me quiero! ¡Qué de veces, Señor, me librastes de cárcel tan tenebrosa, y cómo me tornaba yo a meter en ella contra vuestra voluntad!
6. De aquí también gané la grandísima pena que me da las muchas almas que se condenan (de estos luteranos en especial, porque eran ya por el bautismo miembros de la Iglesia), y los ímpetus grandes de aprovechar almas, que me parece, cierto, a mí que, por librar una sola de tan gravísimos tormentos, pasaría yo muchas muertes muy de buena gana. Miro que, si vemos acá una persona que bien queremos en especial, con un gran trabajo u dolor, parece que nuestro mesmo natural nos convida a compasión, y si es grande, nos aprieta a nosotros. Pues ver a un alma para sin fin en el sumo trabajo de los trabajos, ¿quién lo ha de poder sufrir? No hay corazón que lo lleve sin gran pena. Pues acá, con saber que, en fin, se acabará con la vida, y que ya tiene término, an nos mueve a tanta compasión, estotro que no le tiene,6 no sé cómo podemos sosegar viendo tantas almas como lleva cada día el demonio consigo.
7. Esto también me hace desear que, en cosa que tanto importa, no nos contentemos con menos de hacer todo lo que pudiéremos de nuestra parte; no dejemos nada, y plega a el Señor sea servido de darnos gracia para ello. Cuando yo considero que, anque era tan malísima, traía algún cuidado de servir a Dios y no hacía algunas cosas que veo que, como quien no hace nada, se las tragan en el mundo, y, en fin, pasaba grandes enfermedades y con mucha paciencia, que me la daba el Señor; no era inclinada a mormurar, ni a decir mal de nadie, ni me parece podía querer mal a nadie, ni era codiciosa, ni envidia jamás me acuerdo tener, de manera que fuese ofensa grave del Señor, y otras algunas cosas, que, anque era tan ruin, traía temor de Dios lo más contino; y veo a dónde me tenían ya los demonios aposentada, y es verdad que, sigún mis culpas, an me parece merecía más castigo. Mas con todo, digo que era terrible tormento, y que es peligrosa cosa contentarnos, ni traer sosiego ni contento el alma que anda cayendo a cada paso en pecado mortal; sino que por amor de Dios nos quitemos de las ocasiones, que el Señor nos ayudará como ha hecho a mí. Plega a Su Majestad que no me deje de su mano para que yo torne a caer, que ya tengo visto adónde he de ir a parar. No lo primita el Señor, por quien Su Majestad es, amén.
8. Andando yo (después de haber visto esto, y otras grandes cosas y secretos que el Señor, por quien es, me quiso mostrar, de la gloria que se dará a los buenos y pena a los malos) deseando modo y manera en que pudiese hacer penitencia de tanto mal y merecer algo para ganar tanto bien, deseaba huir de gentes y acabar ya de en todo en todo,7 apartarme del mundo. No sosegaba mi espíritu, mas no desasosiego inquieto, sino sabroso. Bien se vía que era de Dios y que le había dado Su Majestad a el alma calor para disistir8 otros manjares más gruesos de los que comía.
9. Pensaba qué podría hacer por Dios, y pensé que lo primero para siguir el llamamiento que Su Majestad me había hecho a relisión, guardando mi Regla9 con la mayor perfeción que pudiese; y anque en la casa donde estaba había muchas siervas de Dios y era harto servido en ella, a causa de tener gran necesidad salían las monjas muchas veces a partes, adonde con toda honestidad y relisión podíamos estar;10 y también no estaba fundada en su primer rigor la regla, sino guardábase conforme a lo que en toda la Orden, que es con bula de relaxación;11 y también otros inconvenientes, que me parecía a mí tenía mucho regalo, por ser la casa grande y deleitosa. Mas este inconveniente de salir, anque yo era la que mucho lo usaba, era grande para mí ya, porque algunas personas, a quien los perlados no podían decir de no,12 gustaban estuviese yo en su compañía, y importunados, mandábanmelo;13 y ansí, sigún se iba ordenando, pudiera poco estar en el monesterio, porque el demonio en parte debía ayudar para que no estuviese en casa, que todavía, como comunicaba con algunas lo que los que me trataban me enseñaban, hacíase gran provecho.
10. Ofrecióse una vez estando con una persona,14 decirme a mí y a otras15 que si no seríamos para ser monjas de la manera de las Descalzas, que an posible era poder hacer un monesterio. Yo, como andaba en estos deseos, comencélo a tratar con aquella señora mi compañera viuda que ya he dicho16 que tenía el mesmo deseo. Ella comenzó a dar trazas para darle renta, que ahora veo yo que no llevaban mucho camino y el deseo que de ellos teníamos nos hacía parecer que sí. Mas yo, por otra parte, como tenía tan grandísimo contento en la casa que estaba, porque era muy a mi gusto y la celda en que estaba, hecha muy a mi propósito,17 todavía me detenía. Con todo, concertamos de encomendarlo mucho a Dios.
11. Habiendo un día comulgado, mandóme mucho Su Majestad lo procurase con todas mis fuerzas, haciéndome grandes promesas de que no se dejaría de hacer el monesterio, y que se serviría mucho en él, y que se llamase San Josef, y que a la una puerta nos guardaría él, y nuestra Señora la otra, y que Cristo andaría con nosotras, y que sería una estrella que diese de sí gran resplandor, y que, anque las relisiones estaban relajadas, que no pensase se servía poco en ellas, que qué sería de el mundo si no fuese por los relisiosos. Que dijese a mi confesor esto que me mandaba, y que le rogaba Él que no fuese contra ello ni me lo estorbase.
12. Era esta visión con tan grandes efetos, y de tal manera esta habla que me hacía el Señor, que yo no podía dudar que era Él. Yo sentí grandísima pena, porque en parte se me representaron los grandes desasosiegos y trabajos que me había de costar; y cómo estaba tan contentísima en aquella casa; que, anque antes lo trataba, no era con tanta determinación ni certidumbre que sería. Aquí parecía se me ponía premio, y, como vía comenzaba cosa de gran desasosiego, estaba en duda de lo que haría; mas fueron muchas veces las que el Señor me tornó a hablar en ello, poniéndome delante tantas causas y razones que yo vía ser claras y que era su voluntad, que ya no osé hacer otra cosa, sino decirlo a mi confesor, y dile por escrito todo lo que pasaba.
13. Él no osó determinadamente decirme que lo dejase, mas vía que no llevaba camino conforme a razón natural, por haber poquísima y casi ninguna posibilidad en mi compañera, que era la que lo había de hacer. Díjome que lo tratase con mi perlado, y que lo que él hiciese, eso hiciese yo. Yo no trataba estas visiones con el perlado, sino aquella señora trató con él que quería hacer este monesterio; y el provincial18 vino muy bien en ello, que es amigo de toda relisión, y dióle todo el favor que fue menester, y díjole que él admitiría la casa: trataron de la renta que había de tener, y nunca queríamos fuesen más de trece por muchas causas.
Antes que lo comenzásemos a tratar, escribimos a el santo fray Pedro de Alcántara todo lo que pasaba, y aconsejónos que no lo dejásemos de hacer, y diónos su parecer en todo.
14. No se hubo comenzado a saber por el lugar, cuando no se podrá escribir en breve la gran persecución que vino sobre nosotras, los dichos, las risas, el decir que era disbarate: a mí, que bien me estaba en mi monesterio; a la mi compañera, tanta persecución, que la traían fatigada. Yo no sabía qué me hacer: en parte me parecía que tenían razón. Estando ansí muy fatigada encomendándome a Dios, comenzó Su Majestad a consolarme y animarme. Díjome que aquí vería lo que habían pasado los santos que habían fundado las relisiones, que mucha más persecución tenía por pasar de las que yo podía pensar; que no se nos diese nada. Decíame algunas cosas que dijese a mi compañera, y lo que más me espantaba yo es que luego quedábamos consoladas de lo pasado, y con ánimo para resistir a todos. Y es ansí que de gente de oración y todo, en fin, el lugar no había casi persona que entonces no fuese contra nosotras, y le pareciese grandísimo disbarate.
15. Fueron tantos los dichos y el alboroto de mi mesmo monesterio, que a el provincial le pareció recio ponerse contra todos, y ansí mudó el parecer y no la quiso admitir. Dijo que la renta no era sigura y que era poca y que era mucha la contradición; y en todo parece tenía razón y, en fin, lo dejó y no lo quiso admitir. Nosotras, que ya parecía teníamos recibidos los primeros golpes, dionos muy gran pena; en especial me la dio a mí de ver a el provincial contrario, que, con quererlo él, tenía yo disculpa con todos. A la mi compañera ya no la querían asolver° si no lo dejaba, porque decían era obligada a quitar el escándalo.
16. Ella fue a un gran letrado, muy gran siervo de Dios, de la Orden de Santo Domingo a decírselo, y darle cuenta de todo.19 Esto fue an antes que el provincial lo tuviese dejado, porque en todo el lugar no teníamos quien nos quisiese dar parecer; y ansí decían que sólo era por nuestras cabezas.20 Dio esta señora relación de todo y cuenta de la renta que tenía de su mayorazgo a este santo varón, con harto deseo nos ayudase, porque era el mayor letrado que entonces había en el lugar, y pocos más en su Orden. Yo le dije todo lo que pensábamos hacer y algunas causas; no le dije cosa de revelación ninguna, sino las razones naturales que me movían, porque no quería yo nos diese parecer sino conforme a ellas. Él nos dijo que le diésemos de término ocho días para responder, y que si estábamos determinadas a hacer lo que él dijese. Yo le dije que sí; mas anque yo esto decía y me parece lo hiciera (porque no vía camino por entonces de llevarlo adelante),21 nunca jamás se me quitaba una siguridad de que se había de hacer. Mi compañera tenía más fe; nunca ella, por cosa que le dijesen, se determinaba a dejarlo.
17. Yo, aunque como digo me parecía imposible dejarse de hacer, de tal manera creo ser verdadera la revelación como no vaya contra lo que está en la Sagrada Escritura, u contra las leyes de la Iglesia que somos obligadas a hacer..., porque, anque a mí verdaderamente me parecía era de Dios, si aquel letrado me dijera que no lo podíamos hacer sin ofenderle y que íbamos contra conciencia, paréceme luego me apartara de ello u buscara otro medio; mas a mí no me daba el Señor sino éste.
Decíame después este siervo de Dios que lo había tomado a cargo con toda determinación de poner mucho en que nos apartásemos de hacerlo, porque ya había venido a su noticia el clamor de el pueblo, y también le parecía desatino, como a todos, y en sabiendo habíamos ido a él, le envió a avisar un caballero que mirase lo que hacía; que no nos ayudase; y que, en comenzando a mirar en lo que nos había de responder y a pensar en el negocio y el intento que llevábamos y manera de concierto y relisión, se le asentó ser muy en servicio de Dios, y que no había de dejar de hacerse. Y ansí nos respondió nos diésemos priesa a concluirlo y dijo la manera y traza que se había de tener, y anque la hacienda era poca, que algo se había de fiar de Dios; que quien lo contradijese fuese a él, que él respondería, y ansí siempre nos ayudó, como después diré.
18. Con esto fuimos muy consoladas y con que algunas personas santas, que nos solían ser contrarias, estaban ya más aplacadas, y algunas nos ayudaban. Entre ellas era el caballero santo22 de quien ya he hecho mención que, como lo es y le parecía llevaba camino de tanta perfeción, por ser todo nuestro fundamento en oración, anque los medios le parecían muy dificultosos y sin camino, rendía su parecer a que podía ser cosa de Dios, que el mesmo Señor le debía mover. Y ansí hizo a el maestro, que es el clérigo siervo de Dios que dije que había hablado primero,23 que es espejo de todo el lugar como persona que le tiene Dios en él para remedio y aprovechamiento de muchas almas, y ya venía en ayudarme en el negocio. Y estando en estos términos y siempre con ayuda de muchas oraciones y tiniendo comprada ya la casa en buena parte, anque pequeña; mas de esto a mí no se me daba nada, que me había dicho el Señor que entrase como pudiese, que después yo vería lo que Su Majestad hacía, y ¡cuán bien que lo he visto! y ansí, anque vía ser poca la renta, tenía creído el Señor lo había por otros medios de ordenar y favorecernos.