Prosigue en la mesma materia de decir las grandes
mercedes que el Señor la hecho.1 De algunas se puede tomar
harto buena dotrina, que éste ha sido, sigún ha dicho, su
principal intento después de obedecer: poner las que son
para provecho de las almas. Con este capítulo
se acaba el discurso de su vida que escribió.
Sea para gloria de el Señor. Amén.
1. Estando una vez en oración, era tanto el deleite que en mí sentía, que, como indina de tal bien, comencé a pensar en cómo merecía mijor estar en el lugar que yo había visto estar para mí en el infierno que, como he dicho,2 nunca olvido de la manera que allí me vi. Comenzóse con esta consideración a inflamar más mi alma, y vínome un arrebatamiento de espíritu de suerte que yo no lo sé decir. Parecióme estar metido y lleno de aquella majestad, que he entendido otras veces. En esta majestad se me dio a entender una verdad, que es cumplimiento de todas las verdaderas; no sé yo decir cómo, porque no vi nada. Dijéronme, sin ver quién, mas bien entendí ser la mesma verdad. —«No es poco esto que hago por ti, que una de las cosas es en que mucho me debes; porque todo el daño que viene al mundo es de no conocer las verdades de la Escritura con clara verdad; no faltará una tilde de ella».3 A mí me pareció que siempre yo había creído ésto, y que todos los fieles lo creían. Díjome: —«¡Ay, hija, qué pocos me aman con verdad! Que si me amasen, no les encubriría yo mis secretos. ¿Sabes qué es amarme con verdad? Entender que todo es mentira lo que no es agradable a mí. Con claridad verás esto que ahora no entiendes, en lo que aprovecha a tu alma».
2. Y ansí lo he visto, sea el Señor alabado, que después acá tanta vanidad y mentira me parece lo que yo no veo va guiado a el servicio de Dios, que no lo sabría yo decir cómo lo entiendo, y la lástima que me hacen los que veo con la escuridad que están en esta verdad, y con esto otras ganancias que aquí diré y muchas no sabré decir. Díjome aquí el Señor una particular palabra de grandísimo favor. Yo no sé cómo esto fue, porque no vi nada; mas quedé de una suerte, que tampoco sé decir, con grandísima fortaleza, y muy de veras para cumplir con todas mis fuerzas la más pequeña parte de la Escritura divina. Paréceme que ninguna cosa se me pornía delante que no pasase por esto.
3. Quedóme una verdad de esta divina verdad que se me representó, sin saber cómo ni qué, esculpida, que me hace tener un nuevo acatamiento a Dios, porque da noticia de Su Majestad y poder, de una manera que no se puede decir: sé entender que es una gran cosa. Quedóme muy gran gana de no hablar sino cosas muy verdaderas, que vayan adelante de lo que acá se trata en el mundo, y ansí comencé a tener pena de vivir en él. Dejóme con gran ternura y regalo y humildad. Paréceme que, sin entender cómo, me dio el Señor aquí mucho; no me quedó ninguna sospecha de que era ilusión. No vi nada, mas entendí el gran bien que hay en no hacer caso de cosa que no sea para llegarnos más a Dios; y ansí entendí qué cosa es andar un alma en verdad delante de la mesma verdad. Esto que entendí es darme el Señor a entender que es la mesma verdad.
4. Todo lo que he dicho entendí hablándome algunas veces, y otras sin hablarme, con más claridad algunas cosas que las que por palabras se me decían. Entendí grandísimas verdades sobre esta verdad, más que si muchos letrados me lo hubieran enseñado. Paréceme que en ninguna manera me pudieran imprimir así, ni tan claramente se me diera a entender la vanidad de este mundo.
Esta verdad que digo se me dio a entender, es en sí mesma verdad, y es sin principio ni fin, y todas las demás verdades dependen de esta verdad, como todos los demás amores de este amor, y todas las demás grandezas de esta grandeza, anque esto va dicho escuro para la claridad con que a mí el Señor quiso se me diese a entender. ¡Y cómo se parece el poder de esta majestad, pues en tan breve tiempo deja tan gran ganancia y tales cosas imprimidas en el alma! ¡Oh Grandeza y Majestad mía! ¿Qué hacéis, Señor mío, todo poderoso? ¡Mirad a quién hacéis tan soberanas mercedes! ¿No os acordáis que ha sido esta alma un abismo de mentiras y piélago de vanidades,4 y todo por mi culpa, que con haberme Vos dado natural de aborrecer el mentir, yo mesma me hice tratar en muchas cosas mentira? ¿Cómo se sufre, Dios mío, cómo se compadece tan gran favor y merced, a quien tan mal os lo ha merecido?
5. Estando una vez en las Horas con todas, de presto se recogió mi alma y parecióme ser como un espejo claro toda, sin haber espaldas ni lados ni alto ni bajo que no estuviese toda clara, y en el centro de ella se me representó Cristo nuestro Señor, como le suelo ver. Parecíame en todas las partes de mi alma le vía claro como en un espejo, y también este espejo —yo no sé decir cómo— se esculpía todo en el mesmo Señor por una comunicación que yo no sabré decir, muy amorosa. Sé que me fue esta visión de gran provecho cada vez que se me acuerda, en especial cuando acabo de comulgar. Dióseme a entender que estar un alma en pecado mortal es cubrirse este espejo de gran niebla y quedar muy negro, y ansí no se puede representar ni ver este Señor, anque esté siempre presente dándonos el ser; y que los herejes es como si el espejo fuese quebrado, que es muy peor que escurecido. Es muy diferente el cómo se ve a decirse, porque se puede mal dar a entender. Mas hame hecho mucho provecho y gran lástima de las veces que con mis culpas escurecí mi alma para no ver este Señor.
6. Paréceme provechosa esta visión para personas de recogimiento, para enseñarse a considerar a el Señor en lo muy interior de su alma; que es consideración que más se apega, y muy más frutuosa que fuera de sí —como otras veces he dicho— y en algunos libros de oración está escrito, adonde se ha de buscar a Dios; en especial lo dice el glorioso San Agustín, que ni en las plazas ni en los contentos ni por ninguna parte que le buscaba, le hallaba como dentro de sí.5 Y esto es muy claro ser mijor; y no es menester ir a el cielo, ni más lejos que a nosotros mesmos, porque es cansar el espíritu y destraer el alma y no con tanto fruto.
7. Una cosa quiero avisar aquí, porque6 si alguno la tuviere, que acaece en gran arrobamiento; que pasado aquel rato que el alma está en unión, que del todo tiene absortas las potencias (y esto dura poco, como he dicho) quedarse el alma recogida, y an en lo esterior no poder tornar en sí, mas quedan las dos potencias memoria y entendimiento, casi con frenesí, muy desatinadas. Esto digo que acaece alguna vez, en especial a los principios. Pienso si procede de que no puede sufrir nuestra flaqueza natural tanta fuerza de espíritu, y enflaquece la imaginación. Sé que les acaece a algunas personas. Ternía por bueno que se forzasen a dejar por entonces la oración y la cobrasen en otro tiempo aquel que pierden, que no sea junto, porque podrá venir a mucho mal. Y de esto hay espiriencia y de cuán acertado es mirar lo que puede nuestra salud.
8. En todo es menester espiriencia y maestro, porque, llegada el alma a estos términos, muchas cosas se ofrecerán que es menester con quién tratarlo; y si buscado no le hallare, el Señor no le faltará, pues no me ha faltado a mí, siendo la que soy; porque creo hay pocos que hayan llegado a la espiriencia de tantas cosas; y si no la hay, es por demás dar remedio sin inquietar y afligir. Mas esto también tomará el Señor en cuenta, y por esto es mijor tratarlo (como ya he dicho otras veces y an todo lo que ahora digo, sino que no se me acuerda bien y veo importa mucho), en especial si son mujeres, con su confesor, y que sea tal. Y hay muchas más que hombres, a quien el Señor hace estas mercedes, y esto oí al santo fray Pedro de Alcántara (y también lo he visto yo), que decía aprovechaban mucho más en este camino que hombres, y daba de ello ecelentes razones, que no hay para qué las decir aquí, todas en favor de las mujeres.
9. Estando una vez en oración, se me representó muy en breve (sin ver cosa formada, mas fue una representación con toda claridad) cómo se ven en Dios todas las cosas, y como las tiene todas en sí. Saber escribir esto, yo no lo sé; mas quedó muy imprimido en mi alma, y es una de las grandes mercedes que el Señor me ha hecho y de las que más me han hecho confundir y avergonzar, acordándome de los pecados que he hecho. Creo si el Señor fuera servido viera esto en otro tiempo, y si lo viesen los que le ofenden, que no ternían corazón ni atrevimiento para hacerlo. Parecióme, ya digo sin poder afirmarme en que vi nada, mas algo se debe ver, pues yo podré poner esta comparación, sino que es por modo tan sutil y delicado, que el entendimiento no lo debe alcanzar, u yo no me sé entender en estas visiones que no parecen imaginarias, y en algunas algo de esto debe haber; sino que, como son en arrobamiento, las potencias no lo saben después formar como allí el Señor se lo representa y quiere que lo gocen.
10. Digamos ser la Divinidad como un muy claro diamante, muy mayor que todo el mundo, u espejo, a manera de lo que dije del alma en estotra visión, salvo que es por tan más subida manera, que yo no lo sabré encarecer; y que todo lo que hacemos se ve en este diamante, siendo de manera que él encierra todo en sí, porque no hay nada que salga fuera de esta grandeza. Cosa espantosa me fue en tan breve espacio ver tantas cosas juntas aquí en este claro diamante, y lastimosísima cada vez que se me acuerda, ver qué cosas tan feas se representaban en aquella limpieza de claridad, como eran mis pecados. Y es ansí que, cuando se me acuerda, yo no sé cómo lo puedo llevar, y ansí quedé entonces tan avergonzada, que no sabía me parece adónde me meter. ¡Oh, quién pudiese dar a entender esto a los que muy deshonestos y feos pecados hacen, para que se acuerden que no son ocultos, y que con razón los siente Dios, pues tan presentes a la Majestad pasan, y tan desacatadamente nos habemos delante de Él! Vi cuán bien se merece el infierno por una sola culpa mortal, porque no se puede entender cuán gravísima cosa es hacerla delante de tan gran Majestad, y qué tan fuera de quien Él es son cosas semejantes; y ansí se ve más su misericordia, pues entendiendo nosotros todo esto, nos sufre.
11. Hame hecho considerar si una cosa como ésta ansí deja espantada el alma, ¿qué será el día del juicio, cuando esta majestad claramente se nos mostrará, y veremos las ofensas que hemos hecho? ¡Oh, válame Dios, qué ceguedad es esta que yo he traído! Muchas veces me he espantado en esto que he escrito, y no se espante vuesa merced sino cómo vivo viendo estas cosas y mirándome a mí. ¡Sea bendito por siempre quien tanto me ha sufrido!
12. Estando una vez en oración con mucho recogimiento y suavidad y quietud, parecíame estar rodeada de ángeles y muy cerca de Dios; comencé a suplicar a Su Majestad por la Iglesia. Dióseme a entender el gran provecho que había de hacer una Orden en los tiempos postreros,7 y con la fortaleza que los de ella han de sustentar la fe.
13. Estando una vez rezando cerca del Santísimo Sacramento, aparecióme un santo cuya Orden ha estado algo caída. Tenía en las manos un libro grande; abrióle y díjome que leyese unas letras que eran grandes y muy legibles, y decían ansí: «En los tiempos advenideros florecerá esta Orden; habrá muchos mártires».
14. Otra vez, estando en Maitines en el coro, se me representaron y pusieron delante seis u siete —me parecen serían— de esta mesma Orden, con espadas en las manos. Pienso que se da en esto a entender han de defender la fe; porque otra vez, estando en oración, se arrebató mi espíritu; parecióme estar en un campo adonde se combatían muchos, y estos de esta Orden peleaban con gran hervor. Tenían los rostros hermosos y muy encendidos, y echaban muchos en el suelo vencidos, otros mataban. Parecíame esta batalla contra los herejes.
15. A este glorioso santo he visto algunas veces, y me ha dicho algunas cosas y agradecídome la oración que hago por su Orden y prometido de encomendarme a el Señor. No señalo las Órdenes (si el Señor es servido se sepa, las declarará), porque no se agravien otras; mas cada Orden había de procurar, u cada uno de ellas por sí, que por sus medios hiciese el Señor tan dichosa su Orden que, en tan gran necesidad como ahora tiene la Iglesia, le sirviesen. ¡Dichosas vidas que en esto se acabaren!
16. Rogóme una persona una vez que suplicase a Dios le diese a entender si sería servicio suyo tomar un obispado. Díjome el Señor acabando de comulgar: —«Cuando entendiere con toda verdad y claridad que el verdadero señorío es no poseer nada, entonces le podrá tomar»; dando a entender que ha de estar muy fuera de desearlo ni quererlo quien hubiere de tener perlacías,° u al menos de procurarlas.8
17. Estas mercedes y otras muchas ha hecho el Señor y hace muy contino a esta pecadora, que me parece no hay para qué las decir; pues por lo dicho se puede entender mi alma, y el espíritu que me ha dado el Señor. Sea bendito por siempre, que tanto cuidado ha tenido de mí.
18. Díjome una vez, consolándome, que no me fatigase (esto con mucho amor), que en esta vida no podíamos estar siempre en un ser; que unas veces tinía hervor y otras estaría sin él; unas con desasosiegos y otras con quietud y tentaciones, mas que esperase en Él y no temiese.
19. Estaba un día pensando si era asimiento darme contento estar con las personas que trato mi alma y tenerlos amor, y a los que yo veo muy siervos de Dios, que me consolaba con ellos, me dijo que si un enfermo que estaba en peligro de muerte le parece le da salud un médico, que no era virtud dejárselo de agradecer y no le amar. Que qué hubiera hecho, si no fuera por estas personas. Que la conversación de los buenos no dañaba; mas que siempre fuesen mis palabras pesadas9 y santas, y que no los dejase de tratar, que antes sería provecho que daño. Consolóme mucho esto, porque algunas veces, pareciéndome asimiento,10 quería del todo no tratarlos.
Siempre en todas las cosas me aconsejaba este Señor, hasta decirme cómo me había de haber con los flacos, y con algunas personas. Jamás se descuida de mí.
20. Algunas veces estoy fatigada de verme para tan poco en su servicio, y de ver que por fuerza he de ocupar el tiempo en cuerpo tan flaco y ruin como el mío más de lo que yo querría.
Estaba una vez en oración y vino la hora de ir a dormir, y yo estaba con hartos dolores y había de tener el vómito ordinario. Como me vi tan atada de mí y el espíritu por otra parte quiriendo tiempo para sí, vime tan fatigada, que comencé a llorar mucho y a afligirme. Esto no es sola una vez, sino —como digo— muchas, que me parece me daba un enojo contra mí mesma que en forma11 por entonces me aborrezco. Mas lo contino es entender de mí que no me tengo aborrecida, ni falto a lo que veo me es necesario. Y plega el Señor que no tome muchas más de lo que es menester, que sí debo hacer. Esta que digo, estando en esta pena, me apareció el Señor y regaló mucho, y me dijo que hiciese yo estas cosas por amor de Él y lo pasase, que era menester ahora mi vida. Y ansí me parece que nunca me vi en pena después que estoy determinada a servir con todas mis fuerzas a este Señor y consolador mío que, anque me dejaba un poco padecer, no me consolaba de manera que no hago nada en desear trabajos. Y ansí ahora no me parece hay para qué vivir sino para esto, y lo que más de voluntad pido a Dios. Dígole algunas veces con toda ella: —«Señor, u morir u padecer; no os pido otra cosa para mí». Dame consuelo oír el relox, porque me parecer me allego un poquito más para ver a Dios de que veo ser pasada aquella hora de la vida.
21. Otras veces estoy de manera que ni siento vivir ni me parece he gana de morir, sino con una tibieza y escuridad en todo, como he dicho, que tengo muchas veces, de grandes trabajos. Y con haber querido el Señor se sepan en público estas mercedes que Su Majestad me hace (como me lo dijo algunos años ha, que lo habían de ser, que me fatigué yo harto, y hasta ahora no he pasado poco, como vuesa merced sabe, porque cada uno lo toma como le parece), consuelo me ha sido no ser por mi culpa; porque en no lo decir sino a mis confesores u a personas que sabía de ellos los sabían,12 he tenido gran aviso y estremo; y no por humildad, sino porque, como he dicho, an a los mesmos confesores me daba pena decirlo. Ahora ya, gloria a Dios (anque mucho me mormuran, y con buen celo, y otros temen tratar conmigo y an confesarme, y otros me dicen hartas cosas), como entiendo que por este medio ha querido el Señor remediar muchas almas (porque lo he visto claro, y me acuerdo de lo mucho que por una sola pasara el Señor), muy poco se me da de todo. No sé si es parte para esto haberme Su Majestad metido en este rinconcito tan encerrado,13 y adonde ya, como cosa muerta, pensé no hubiera más memoria de mí; mas no ha sido tanto como yo quisiera, que forzado he de hablar algunas personas; mas, como no estoy adonde me vean, parece ya fue el Señor servido echarme a un puerto, que espero en Su Majestad será siguro.
22. Por estar ya fuera de mundo y entre poca y santa compañía miro como desde lo alto, y dáseme ya bien poco de que digan ni se sepa. En más ternía se aprovechase un tantito un alma que todo lo que de mí se puede decir; que después que estoy aquí, ha sido el Señor servido que todos mis deseos paren en esto. Y hame dado una manera de sueño en la vida, que casi siempre me parece estoy soñando lo que veo, ni contento ni pena, que sea mucha, no la veo en mí. Si alguna me dan algunas cosas, pasa con tanta brevedad que yo me maravillo, y deja el sentimiento como una cosa que soñó. Y esto es entera verdad, que anque después yo quiera holgarme de aquel contento u pesarme de aquella pena, no es en mi mano, sino como lo sería a una persona discreta tener pena u gloria de un sueño que soñó; porque ya mi alma la despertó el Señor de aquello que, por no estar yo mortificada ni muerta a las cosas de el mundo, me había hecho sentimiento, y no quiere Su Majestad que se torne a cegar.
23. De esta manera vivo ahora, Señor y padre mío.14 Suplique vuesa merced a Dios u me lleve consigo u me dé como le sirva. Plega a Su Majestad esto que aquí va escrito haga a vuesa merced algún provecho, que, por el poco lugar, ha sido con trabajo; más dichoso sería el trabajo, si he acertado a decir algo que sola una vez se alabe por ello el Señor, que con esto me daría por pagada, anque vuesa merced luego lo queme.
24. No querría fuese sin que lo viesen las tres personas que vuesa merced sabe,15 pues son y han sido confesores míos; porque, si va mal, es bien pierdan la buena opinión que tienen de mí; si va bien, son buenos y letrados, sé que verán de dónde viene y alabarán a quien lo ha dicho por mí.
Su Majestad tenga siempre a vuesa merced de su mano y le haga tan gran santo, que con su espíritu y luz alumbre esta miserable, poco humilde y mucho atrevida, que se ha osado determinar a escribir cosas tan subidas.
Plega el Señor no haya en ello errado, tiniendo intención y deseo de acertar y obedecer, y que por mí se alabase en algo el Señor, que es lo que ha muchos años que le suplico. Y como me faltan para esto las obras, heme atrevido a concertar esta mi desbaratada vida, anque no gastando en ello más cuidado ni tiempo de lo que ha sido menester para escribirla, sino puniendo lo que ha pasado por mí con toda la llaneza y verdad que yo he podido. Plega el Señor, pues es poderoso, y si quiere puede, quiera que en todo acierte yo a hacer su voluntad, y no primita se pierda esta alma que con tantos artificios y maneras y tantas veces ha sacado Su Majestad de el infierno y traído a Sí. Amén.