XI



¿Tiene la marihuana propiedades médicas legítimas?

El ya fallecido dramaturgo George Carlin explicó en una ocasión que la verdadera razón por la que la marihuana nunca se legalizará en Estados Unidos era que sus defensores nunca recuerdan dónde han hecho la solicitud.

La marihuana es la droga ilegal de uso más extendido en Estados Unidos y su consumo no hace sino aumentar. El cultivo, la posesión, fumar o vender marihuana son ilegales, a pesar de que son muchos quienes afirman que tiene propiedades terapéuticas reales y que es prácticamente inofensiva[27]. Según el programa televisivo de investigación Frontline, se calcula que uno de cada seis reclusos de prisiones federales está allí por delitos relacionados con marihuana y en la actualidad hay más gente encarcelada por delitos de compra-venta de marihuana que por crímenes violentos.

El hecho de que sea ilegal hace muy difícil la medicina experimental. El investigador de la Universidad de Massachusetts Lyle Craker, que ha pasado años tratando de obtener permiso legal para realizar experimentos, compara sus esfuerzos con la locura retratada en la novela de Joseph Heller Trampa 22. «Podemos decir que [la marihuana] no tiene propiedades terapéuticas porque no se han hecho estudios, y a continuación denegamos el permiso para realizar dichos estudios». El debate sobre el valor médico se ha convertido en un asunto constitucional, con estados que aprueban leyes directamente en oposición a las leyes federales. California, por ejemplo, legalizó el uso de la marihuana con fines médicos en 1996, pero con el apoyo del Tribunal Supremo el gobierno federal ha emprendido acciones para cerrar centros médicos donde se administra. Y, aunque las leyes federales siguen prohibiendo su consumo, quince estados la han legalizado con fines terapéuticos y otros están debatiéndolo en la actualidad. Y la Administración de Obama ha anunciado que no hará de la aplicación de las leyes federales contra la marihuana en estados donde es legal una prioridad. Tal y como el presidente anunció en su campaña: «No quiero que el Departamento de Justicia se dedique a perseguir y juzgar a los consumidores de marihuana con fines terapéuticos».

Pero a menudo en el debate legal se pierde la pregunta más importante: ¿cuál es el valor real de la marihuana en medicina? ¿Alivia los síntomas, tal y como afirman sus defensores, o según dicen quienes están en contra, el argumento de sus propiedades terapéuticas no es más que una excusa para consumir?

La marihuana cultivada de forma natural lleva empleándose en medicina más de cuatro mil años. Se extrae de las hojas de la planta de cannabis, que se fuman una vez secas. Se consumía incluso antes de la historia escrita con fines espirituales, sociales y medicinales. Los antiguos chinos la empleaban como anestésico para tratar los vómitos y las hemorragias —en el año 2737 a.C. el emperador Shen Neng sugirió que el té de marihuana era un tratamiento efectivo para la gota, el reumatismo, la malaria e incluso la pérdida de memoria—. Los egipcios usaban el cannabis para tratar una variedad de dolencias, incluidas las hemorroides. En India se empleaba para todo, desde dolores de cabeza hasta dolores de parto y los griegos trataban con ella las heridas de sus caballos y también las lombrices. En el mundo occidental la marihuana se ha empleado como analgésico principal desde 1830 y hasta el descubrimiento de la aspirina.

La marihuana no se ilegalizó en Estados Unidos hasta el siglo XX, y ello se debió a razones políticas antes que de salud. Las primeras leyes que regulaban su uso se aprobaron en la colonia de Jamestown en 1619, cuando se ordenó a los granjeros que cultivaran cáñamo, la planta de la marihuana, porque con ella se podían fabricar productos de primera necesidad, como ropas o cuerda. Se empezó a emplear con propósitos medicinales, principalmente como relajante muscular y antiinflamatorio contra el dolor, en Estados Unidos, entre 1869 y 1937. Hasta 1937 el gobierno federal —contraviniendo las declaraciones de la American Medical Association— hizo de la posesión y venta de marihuana un delito federal, más que nada para poder mantener en sus puestos de trabajo a los funcionarios que habían trabajado en la Prohibición una vez ésta se hubo revocado. De hecho, el director de la Oficina de Narcóticos Harry Anslinger afirmó en varias ocasiones: «La marihuana es una droga adictiva que causa a quien la consuma locura, delincuencia y muerte» y «la marihuana favorece el pacifismo y el comunismo subversivos». «Basta fumar un porro y tendrá deseos de matar a su hermano». «La marihuana es la primera causa de violencia en la historia de la humanidad».

La criminalización de la marihuana ha resultado en el encarcelamiento de miles de personas y en el gasto de miles de millones de dólares en hacer cumplir leyes altamente controvertidas. Al mismo tiempo, su cultivo es uno de los más extendidos en Estados Unidos y puede encontrarse en prácticamente todo el país. Pero desde 1937 sólo se ha autorizado a unas cuantas personas a consumirla para tratar su enfermedad, y la investigación sobre su valor terapéutico es muy limitada. Irónicamente, debido a lo restringido de su uso y a la ausencia de estudios legalmente aprobados, mucha gente cree que la marihuana es una suerte de remedio mágico para multitud de enfermedades. Además de aliviar el dolor, se ha dicho que trata diversas dolencias, desde las náuseas y la pérdida de peso causadas por la quimioterapia, hasta la anorexia, los espasmos que produce la esclerosis múltiple e incluso para el glaucoma, una enfermedad en la que el aumento de la tensión ocular puede producir ceguera. Por ejemplo, un estudio publicado en la edición online de agosto de 2009 de Cancer Prevention Research informaba de que las personas que llevaban fumando marihuana muchos años tenían más del 50 por ciento menos de riesgo de desarrollar tumores en la cabeza y en el cuello que aquellas que no han fumado nunca o lo han hecho de forma esporádica. El estudio incluía alrededor de mil participantes divididos más o menos en dos grupos, la mitad de ellos con tumores en cabeza o cuello y la otra mitad sin cáncer. Los resultados demostraban que fumar marihuana una vez cada dos o tres semanas podía estar asociado con una reducción del 50 por ciento de contraer dichas clases de cáncer. Los autores del estudio no sugerían razón alguna que explicara dichos resultados, pero sí apuntaban que las sustancias químicas presentes en la marihuana habían demostrado reducir el riesgo de varios tipos de cáncer en otros estudios.

Por el contrario, muchas personas argumentan que la marihuana tiene efectos secundarios potencialmente peligrosos, incluyendo pérdida de la capacidad de concentración y coordinación y, si se fuma en grandes cantidades, riesgo de enfisema y cáncer de pulmón. También afirman que su consumo puede llevar al consumo de otras drogas y que allí donde su uso puede ser recomendable existen otros tratamientos terapéuticos mejores y más seguros.

Lo que resulta sorprendente es que aunque en apariencia son muchas las personas que testifican su valor terapéutico —incluso el icono conservador William Buckley escribió que la marihuana ayudó a su hermana a combatir las náuseas durante su tratamiento contra el cáncer— las pruebas tanto de sus supuestos beneficios como de sus peligros no son concluyentes.

El alivio del dolor es el beneficio más discutido de la marihuana, que lleva empleándose con ese fin desde hace miles de años. Parece haber una aceptación general, aunque no universal, de la capacidad de la marihuana para mitigar el dolor. La marihuana contiene hasta cuatrocientos compuestos químicos diferentes; entre ellos, setenta cannabinoides diferentes, sustancias que activan los receptores situados en la superficie de las células nerviosas del cerebro que simulan actividad bioquímica. El cannabinoide al que se atribuyen principalmente las propiedades analgésicas de la marihuana es el tetrahidrocannabinol o THC. Se han hecho numerosos intentos por aislar este compuesto químico en una pastilla para reproducir los resultados que se obtienen fumando la droga, pero sin gran éxito.

Y aunque los obstáculos legales han hecho imposible llevar a cabo los ensayos clínicos y los estudios a gran escala necesarios para obtener pruebas concluyentes en uno u otro sentido, sí se han hecho estudios de calidad con un número reducido de pacientes. En 1999 la National Academy of Science’s Institute of Medicine concluía: «Las pruebas procedentes de estudios con seres humanos y animales indican que los cannabinoides pueden tener un efecto analgésico sustancial». Uno de los estudios citados en el artículo era de doble ciego y controlado por placebo y en él habían participado diez pacientes de cáncer. En él los investigadores encontraron que la marihuana era más efectiva que altas dosis de codeína y, que en la mayoría de las dosis administradas proporcionaba un «significativo alivio del dolor».

Así que mientras parece haber pruebas fisiológicas que apoyan el hecho de que los ingredientes químicos de la marihuana pueden reducir el dolor, el efecto psicológico ha de tomarse también en consideración. En varios estudios un número sustancial de sujetos que tomaron placebo creyendo que se trataba de marihuana afirmaron tener menos dolor. Por ejemplo, en el número de febrero de 2007 de Neurology se informaba de que investigadores de la Universidad de California en San Francisco habían realizado un estudio aleatorio y controlado por placebo de siete años de duración de cincuenta pacientes con el virus VIH y dolor neuropático (nervioso). La mitad de ellos fumó tres cigarrillos de marihuana al día, la otra mitad fumó placebo, un cigarrillo de marihuana del cual se habían extraído los componentes químicos. A lo largo de todo el estudio aquellos pacientes que fumaban marihuana afirmaron experimentar una reducción del 75 por ciento del dolor, mientras que aquellos que fumaban el placebo decían que éste se había reducido en un 20 por ciento. No existía razón fisiológica alguna para esto.

Un estudio realizado por el Departamento de Neurología Clínica de Oxford se propuso determinar si la marihuana podía ser eficaz a la hora de aliviar aquellas clases de dolor en las que las terapias tradicionales no funcionan. En 2004 se administró a veinticuatro pacientes con dolor causado por varias enfermedades, incluida la esclerosis múltiple y la amputación, extractos de marihuana. Tras varias semanas los investigadores informaron de que dichos extractos «pueden mejorar los síntomas neurogénicos que no responden a los tratamientos estándar».

En junio de 2007 la revista Journal of Pain publicó los resultados de un estudio de doble ciego conducido en la Universidad de California en Davis. En dicho estudio cuarenta y cuatro pacientes —un número pequeño, es cierto— aquejados de dolor nervioso causado por distintas enfermedades fumaron marihuana o placebo. Los que fumaron marihuana declararon que la intensidad del dolor neuropático se había reducido en un 46 por ciento, mientras que aquellos que recibieron placebo afirmaron que su dolor había disminuido en un 27 por ciento. Así que si la FDA declara que no hay estudios científicos que apoyen el uso de marihuana con fines medicinales, las pruebas que apuntan a su efectividad analgésica son numerosísimas, como también lo son los estudios que apuntan a que puede mitigar el dolor nervioso.

Como la medición del dolor es a menudo algo subjetivo, tal vez las experiencias personales pueden tener tanto valor como las estadísticas. En 1978 el gobierno federal puso en marcha un programa llamado Compassionate Investigational New Drug (IND) que permitía a los médicos recetar marihuana a sus pacientes con fines terapéuticos. En el momento álgido del programa éste contaba con treinta y un pacientes, entre ellos un hombre llamado Irv Rosenfeld, que en 2009 era uno de los cuatro estadounidenses que seguían consumiendo marihuana por razones médicas y el que más tiempo llevaba vivo, Rosenfeld padece exocitosis cartilaginosa congénita múltiple, una enfermedad poco frecuente que causa el crecimiento de dolorosos tumores en las articulaciones. Estos tumores deben ser extirpados mediante cirugía. «En el instituto yo estaba contra el consumo de marihuana», explica Rosenfeld. «Tuve que estudiar en Virginia, donde vivía, porque tenían que operarme constantemente. Pero cuando me encontraba bien me dedicaba a ir por las aulas con mi bolsa de medicamentos y les decía a los estudiantes: “No toméis drogas ilegales. Sobre todo no toméis marihuana”. En la universidad, en Miami, rompí con mi novia porque fumaba marihuana. Estaba solo y no tenía amigos. Con el tiempo cedí a la presión del grupo y decidí probarla. Pensé: esto es basura, pero al menos así me aceptarán. La décima vez que la probé estaba jugando al ajedrez. Odio el ajedrez, pero me quedé allí sentado jugando durante treinta minutos. Fue la primera vez que conseguía estar sentado en un mismo sitio más de diez minutos seguidos. Normalmente tenía que levantarme, estar diez minutos de pie y después sentarme otra vez. Ello se debía a los tumores y malformaciones que tengo en las piernas. Recordé que llevaba seis horas sin tomar una de mis pastillas, y cuando me puse a pensar me di cuenta de que lo único que había hecho distinto aquella vez era fumarme un porro. Me pregunté si aquello no tendría propiedades médicas. Investigué un poco y descubrí que la marihuana en tintura se había usado sobre todo como relajante muscular y antiinflamatorio. Voilà!, me dije. Ése es el efecto que me está haciendo. Había estado tomando hidromorfona, morfina sintética, para el dolor, y mi médico y yo descubrimos que su efecto se intensificaba si la tomaba acompañada de cannabis. La Facultad de Derecho de la Universidad de Virginia me ayudó con mi caso y me convertí en el segundo paciente de Estados Unidos con permiso legal para consumir marihuana.

»Aquello fue en 1983. Hoy soy agente de bolsa y la consumo con regularidad. Sé que funciona, si no, no llevaría todos estos años consumiéndola. No me drogo, no noto ningún efecto eufórico; no fumo marihuana por placer sino como medicina. Y me ha cambiado la vida».

Enfermos de esclerosis múltiple han afirmado que la marihuana alivia sus síntomas, en particular los espasmos musculares involuntarios. También muchos veteranos de la guerra de Vietnam con lesiones de columna vertebral aseguran que esta droga les aliviaba los espasmos dolorosos. Y hay pruebas clínicas de ello. Por ejemplo, investigadores de la Universidad de Oxford realizaron un estudio aleatorio de doble ciego y controlado por placebo sobre los efectos del sativex, un extracto de marihuana, en los síntomas de ciento sesenta pacientes de esclerosis múltiple. El resultado fue que «El sativex reducía los espasmos [...] de forma significativa en comparación con el placebo».

En otro estudio británico realizado en 2007, aleatorio y de doble ciego, parcialmente subvencionado por la sanidad pública británica, ciento ochenta y nueve enfermos de esclerosis múltiple tomaron un medicamento a base de marihuana o placebo para tratar su incapacidad de controlar determinados músculos, lo que causa espasmos continuos. El resultado fue que los fármacos a base de marihuana «pueden constituir un nuevo agente en el tratamiento sintomático de los espasmos».

Un estudio suizo similar también de doble ciego conducido en 2004 con cincuenta pacientes encontró que un extracto de marihuana «podía reducir la frecuencia de los espasmos y aumentar la movilidad en pacientes con esclerosis múltiple con espasticidad persistente que no responde a otros fármacos».

Por desgracia otro estudio de 2004, éste realizado en Gran Bretaña con sólo catorce pacientes, no encontró «mejoras significativas en ninguna de las mediciones objetivas de temblor de las extremidades superiores con el extracto de cannabis comparado con el placebo». De igual manera, un estudio internacional aleatorio en Holanda encontró que en dieciséis pacientes de esclerosis múltiple con espasticidad severa «en comparación con el placebo, ni el TCH ni el tratamiento con extracto de la planta reducían los espasmos».

También se ha hecho mucha publicidad de la marihuana como cura del glaucoma, con numerosos pacientes afirmando que les salvó de quedarse ciegos. De hecho, Robert Randall, el hombre que demandó al gobierno federal y se convirtió en el primer estadounidense al que se autorizó consumir marihuana con fines medicinales, afirmó precisamente eso. Pero lo que continúa intrigando a muchos científicos es que las pruebas clínicas son siempre menos convincentes que los testimonios en primera persona. Los científicos afirmaron por primera vez que fumar marihuana reducía la presión intraocular que causa el glaucoma en 1971 y desde entonces se han realizado numerosos estudios para determinar si esto es cierto. Casi todos han concluido que si bien la marihuana reduce la presión de forma temporal, es por un breve espacio de tiempo, rara vez superior a las tres o cuatro horas, y a no ser que el paciente se fume otro porro, el efecto desaparece. El Instituto Nacional de Oftalmología del National Healths Institute empezó a experimentar este uso de la marihuana en 1978 e informó: «Ninguno de los estudios realizados demuestra que la marihuana —ni ninguno de sus componentes— reduzca la tensión intraocular de forma tan efectiva como los fármacos que hay actualmente en el mercado», aunque el Instituto añade que no se han realizado suficientes investigaciones.

La American Academy of Ophtalmology opina que: «La marihuana produce un efecto transitorio de reducir la tensión intraocular; así, muchos pacientes asumen que es buena para tratar o aliviar los síntomas de glaucoma y otros problemas oculares. De hecho, la marihuana sólo tienen un efecto efímero (de tres o cuatro horas) en la tensión intraocular y la respuesta disminuye con el tiempo [...] lo que significa que esta droga no es clínicamente útil en oftalmología»[28].

Y lo más probable es que tampoco sea necesaria. Existen procedimientos quirúrgicos, tratamientos en forma de colirio y con láser que han demostrado ser eficaces a la hora de impedir que pacientes de glaucoma pierdan la visión.

 

 

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El consejo del doctor Chopra

 

Aunque el debate político es intenso, mientras la marihuana siga siendo una droga ilegal las investigaciones sobre sus posibles usos terapéuticos —o sus riesgos— seguirán siendo limitadas. Y aunque pocos de los beneficios médicos que sus defensores proclaman parecen ser ciertos, la doctora Jocelyn Elders, antigua cirujana general de Estados Unidos, afirmó en 2004: «Las pruebas de que la marihuana puede aliviar ciertos dolores, las náuseas, los vómitos y otros síntomas de enfermedades como la esclerosis múltiple, el cáncer o el sida —así como los efectos secundarios de los tratamientos de las mismas— son abrumadoras. Y su uso es notablemente seguro; de hecho, la marihuana es menos tóxica que muchos de los fármacos que los médicos recetan cada día».

Legislar la práctica médica es un asunto complejo. Por ejemplo, para algunos pacientes de cáncer, la morfina es una bendición. Pero muchos médicos en Estados Unidos son reacios a recetarla en las dosis necesarias porque saben que con ello llamarán la atención de la Drug Enforcement Agency, la agencia gubernamental encargada de regular el uso de medicamentos. Hay médicos que han terminado en prisión con o sin motivo. Algunos de ellos desde luego han cometido actos delictivos vendiendo drogas, pero hay otros que las recetan sólo en dosis aprobadas legalmente para evitarse posibles quebraderos de cabeza. Hay mucho alboroto en torno a la cuestión de los efectos terapéuticos de la marihuana, pero escasa información fiable. Lo cierto es que, en general, muchos médicos creen que el gobierno debería regular en lugar de legislar. Y los testimonios personales sugieren que la marihuana mitiga o reduce los síntomas de una amplia variedad de problemas médicos.

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