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¿Tiene el yoga propiedades médicas demostradas?

Son millones de personas las que día a día se doblan en dos para beneficiarse de las muchas propiedades del yoga. Aunque durante un tiempo se cuestionó, en las últimas décadas la asociación entre yoga y buena salud es algo comúnmente aceptado. De hecho, recientemente se han publicado artículos en periódicos y revistas afirmando que el yoga puede constituir una terapia efectiva en el tratamiento de una serie de dolencias, incluidos el dolor de espalda, el asma, la diabetes, la depresión, la osteoartritis e incluso algunas formas de cáncer.

Cuando era un niño en India me acostumbré a ver a gente practicando yoga y meditación. Al ir en el tren veía a personas en las orillas del Ganges en ropa interior o taparrabos —ahora el chandal es más habitual— en distintas posturas de yoga. Esto, claro está, fue mucho antes de que el yoga tuviera el prestigio de que hoy goza en Occidente. Después estudié Medicina en el sureste de Asia, en el All India Institute of Medical Sciences, y muchos de mis compañeros de clase hacían yoga cada mañana y hablaban maravillas, así que es algo que siempre me ha inspirado curiosidad. Lo cierto es que nunca he practicado el yoga, aunque, irónicamente, aprendí meditación en Estados Unidos y con un profesor judío. Pero sí me interesó poner a prueba las supuestas propiedades curativas del yoga. Mi opinión es que se trata de una práctica extremadamente útil, que aumenta nuestra flexibilidad y favorece el estado de nuestras articulaciones y también de nuestra mente. Sí parece aportar serenidad, en parte debido a lo que tiene de práctica ritual, pero es difícil encontrar pruebas fiables de sus supuestas propiedades médicas.

Casi todo lo que se dice sobre el yoga resulta difícil de contradecir, no necesariamente porque no sea cierto, sino porque en el campo de la medicina alternativa los ensayos clínicos escasean. El investigador de la Facultad de Medicina de Harvard, Sat Bir S. Khalsa, señala que ensayos clínicos serios pueden costar muchos millones de dólares y que es difícil conseguir subvenciones para los mismos: «El énfasis sigue estando en la medicina convencional, en la píldora mágica o en procedimiento capaz de curar todas las enfermedades».

Hay siglos de pruebas anecdóticas que apuntan a que el yoga es beneficioso para la mente y el espíritu, incluso aunque sus ventajas no se han demostrado formalmente. El yoga es la práctica de determinados movimientos físicos y ejercicios mentales diseñados para aumentar la flexibilidad corporal y la concentración. Se cree que se originó en India hace más de cinco mil años, aunque no hay pruebas escritas de ello, ya que entonces aún no se había inventado la escritura. En lugar de ello, sus técnicas fueron transmitidas de generación en generación por los yogui o directores espirituales, que se lo enseñaban a sus alumnos. La palabra «yoga» es sánscrita, y significa «unión» y «esfuerzo», lo que equivale a llevar la mente y el cuerpo a un estado de samadhi, de conciencia pura del ser sin distracción alguna. El yoga ganó popularidad en Estados Unidos en la década de 1980, cuando se tradujo un libro escrito dos siglos antes por un yogui indio llamado Patanjali y titulado Yoga Sutras, que describía las numerosas técnicas de esta disciplina. En la actualidad se calcula que más de diez millones de estadounidenses han probado al menos el yoga y que son muchos los que lo practican de forma habitual. En los últimos veinte años el yoga se ha convertido en parte inherente de la cultura del ejercicio en Estados Unidos y muchos países occidentales[60]. El doctor Dean Ornish dirigió un estudio decisivo en 1990 llamado Lifestyle Heart Trial que demostró que las enfermedades coronarias más comunes pueden frenarse e incluso revertirse mediante cambios en el estilo de vida, incluyendo la práctica del yoga. Incluso basó partes importantes de su programa en las enseñanzas del instructor de yoga Swami Satchidananda. Tal y como recuerda el doctor Ornish: «Cuando empecé a investigar hace veintitrés años, teníamos que referirnos al yoga con el nombre de “técnicas de control de estrés”. Los cardiólogos decían: “No podemos citar un estudio que incluya yoga. ¿Qué vamos a decirles a los pacientes, que estamos citando a un Swami?” Desde entonces, el yoga ha ganado una gran aceptación, tanto entre el público estadounidense como en general».

Hay muchas pruebas que sugieren que los estiramientos y las técnicas de respiración del yoga permiten a quienes lo practican ejercer cierto grado de control sobre su ritmo cardiaco y sus niveles de ansiedad. Y son demasiadas las personas que han incorporado el yoga a su forma de vida como para dudar de que practicarlo causa placer (de hecho, esto es así, hasta el punto de que es casi adictivo). Pero, sorprendentemente, hasta hace muy poco no se han hecho verdaderos esfuerzos por determinar su valor médico real.

Unas de las razones de ello es que muchas de las afirmaciones según las cuales el yoga mejora el estado de salud se basan en percepciones psicológicas, que, como bien sabemos, son difíciles de medir y poseen un valor científico limitado. Las personas que practican yoga suelen afirmar que notan sus propiedades beneficiosas, y el hecho de que continúen practicándolo es probablemente la mejor prueba de que les hace bien. Los intentos por llevar a cabo ensayos científicos serios por lo general han sido pocos y modestos, de alcance limitado y a menudo conducidos por personas cuyo juicio no es imparcial.

Cuando leemos sobre un ensayo clínico es muy importante saber quién lo ha realizado y quién puede tener intereses económicos en el mismo. Así, las compañías farmacéuticas patrocinan estudios con la esperanza de que sus productos funcionen y tengan éxito en el mercado. Eso no quiere decir que sus informes no sean honestos, se juegan demasiado como para hacer afirmaciones falsas o manipular las cifras, pero sí pueden recurrir a otros métodos para tratar de influir en los resultados, por ejemplo, seleccionar un grupo de población específico. En el pasado muchos de los estudios sobre las propiedades médicas del yoga han sido realizados por gente que de hecho, promociona la práctica del yoga. Ello no quiere decir que actúen de forma deshonesta o que los resultados sean distintos a los publicados. Simplemente significa que para poder evaluarlos correctamente es necesario saber quién condujo los ensayos, qué tienen que ganar o perder si los resultados son positivos o negativos y cómo se realizó el experimento o estudio.

Por ejemplo, en 2007 un estudio aleatorio controlado por placebo se propuso determinar si el yoga podía aliviar el dolor lumbar crónico. Se realizó en un centro de salud integral en Bangalore, India, concretamente la División de Yoga y Ciencias de la Vida de la Swami Vivekanananda Yoga Research Foundation. Un total de ochenta participantes con dolor lumbar fueron dividido en dos grupos: Durante una semana el grupo de yoga practicó asanas específicas, posturas corporales diseñadas para la lumbalgia, ejercicios respiratorios, meditación y clases sobre los conceptos filosóficos en que se apoya el yoga. El grupo de control realizó ejercicios rutinarios y recibió lecciones sobre cambios en el estilo de vida. Al final de la semana el dolor de espalda de los miembros del grupo de yoga había disminuido más que en el grupo de control, así como la flexibilidad espinal. Según la Fundación, la conclusión del estudio era que el yoga reducía la incapacidad por dolor y mejoraba la flexibilidad de la columna vertebral.

Aunque estos resultados son interesantes, desde luego no son concluyentes, el grupo era demasiado pequeño y el ensayo demasiado breve como para que las conclusiones sean de auténtico valor. Los estudios a pequeña escala son problemáticos; para conseguir financiación tienen que demostrar que han encontrado algo lo suficientemente interesante como para merecer atención y, si tienen suerte, salir en los medios de comunicación. Pero esta conclusión tan general es ilustrativa de la investigación realizada sobre las propiedades del yoga. De hecho, un análisis estadístico realizado en 2007 a partir de estudios escritos en inglés y ensayos aleatorios sobre los efectos de varias terapias en el dolor lumbar conducido por la American Pain Society (Sociedad estadounidense para el dolor) y el American College of Physicians (Colegio de médicos estadounidense) concluyó que, aunque el yoga, junto con los masajes y la acupuntura, tiene alguna efectividad en el dolor lumbar crónico, «para las lumbalgias agudas la única terapia que ha demostrado ser eficaz es el calor superficial».

En 2004 Sat Bir S. Khalsa informó de que había encontrado ciento ochenta y un artículos afirmando que el yoga podía emplearse en el tratamiento de varias dolencias comunes, desde enfermedad coronaria al insomnio y el cáncer. Pero un análisis de dichos estudios demostró que sólo cuarenta de ellos se habían realizado de forma aleatoria y con grupos de control, y que la «inmensa mayoría» incluían menos de treinta sujetos por brazo de estudio.

En general y si hacemos caso al gran número de pruebas anecdóticas, desde luego que practicar yoga de forma habitual tiene beneficios psicológicos. Las personas que hacen yoga se sienten mejor, afirman tener menos síntomas relacionados con enfermedades como cáncer, insuficiencia coronaria, depresión y osteoartritis. La conclusión general es que el yoga puede reducir los niveles de estrés y llevar a un estado de relax y serenidad. Y cuando se emplea como apoyo de terapias probadas para las enfermedades antes mencionadas puede muy bien proporcionar beneficios adicionales. Así que, como suele decirse, es algo que no hace daño, aunque hasta que uno se acostumbra a todos esos estiramientos puede ser que sufra agujetas.

 

 

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El consejo de doctor Chopra

 

Los estudios serios destinados a demostrar los beneficios médicos potenciales del yoga no acaban más que empezar. Tal y como ha probado el doctor Ornish, el yoga puede ser de gran utilidad a la hora de intensificar la conexión entre cuerpo y mente, y hay numerosas pruebas anecdóticas que sugieren que su práctica continuada ayuda a la gente a sentirse mejor. Pero el hecho es que aún no contamos con evidencia científica suficiente para probar que el yoga sea una terapia primaria efectiva en el tratamiento de enfermedades comunes. Todavía no.

Aunque las pruebas, como he dicho, son anecdóticas, estoy firmemente convencido de que el yoga es algo que merece la pena probar. Aumenta la flexibilidad corporal y las posturas. Tal vez no nos libre del dolor de espalda, pero ¡sin duda mejorará nuestro swing en el campo de golf!

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