XXVI



¿Puede la meditación volvernos más sanos y felices?

¿Cuál es el poder de la mente? ¿Es posible mejorar nuestra salud con la mente, o, más bien, poniendo la mente en blanco? ¿Sirve de algo la meditación? Deténgase y piénselo por un momento. ¿Se siente mejor?

Una de las cuestiones más debatidas en medicina es si podemos utilizar el poder de la mente para mejorar nuestra salud. Todos hemos oído historias sobre místicos orientales que se curan a fuerza de voluntad. Nos han hablado de yoguis que usan la meditación para reducir de forma significativa el número de respiraciones por minuto que necesitan para sobrevivir. Los defensores de varias formas de meditación afirman que con sólo dedicar veinte minutos al día a dejar nuestra mente tranquila y en silencio tiene importantes beneficios para la salud. Yo soy una de esas personas. Medito todos los días, entre veinte y treinta minutos por la mañana y entre quince y veinte por la noche, y estoy convencido de que eso me permite concentrarme mejor, me hace más creativo y mejora mis relaciones con los demás. Aunque para comprobarlo tendrán que hablar con mi secretaria.

Las referencias históricas a la meditación se remontan a más de cinco mil años. Existen muchas clases de meditación, incluyendo la meditación trascendental (MT), la zen y la sufí. Básicamente la meditación es una práctica que nos permite concentrarnos en los poderes de la mente para ir más allá del pensamiento consciente y llegar a un estado transitorio, un lugar de integración entre cuerpo, mente y el espíritu o el alma. Una forma común de meditación consiste en repetir un sonido llamado mantra, «om», por ejemplo. Cuando un pensamiento consciente interrumpe el estado de concentración, el que medita sólo debe regresar al mantra. Es conveniente aprender a meditar con un maestro experimentado.

La meditación forma parte de muchas religiones y es una de las ocho vías al yoga Astanga. Las formas más populares de meditación en Estados Unidos, la meditación trascendental y la del yoga, que no están asociadas a ninguna religión, se volvieron muy populares en la década de 1970. Entre los defensores de la MT figuran los Beatles, el músico Ravi Shankar e incluso el general estadounidense Franklin Davis, comandante del U.S. Army War College, que trató de convencer al Pentágono de que enseñara meditación transcendental a todos los reclutas como parte de la instrucción básica[61].

Se han hecho numerosas afirmaciones sobre los poderes terapéuticos de la meditación en la prevención y cura de diversas enfermedades. Se supone que la meditación reduce el estrés y la ansiedad, controla la presión arterial, favorece la curación, ayuda a prevenir dolencias coronarias y ayuda a las personas a recuperarse de adicciones, además de mejorar el estado psicólogico general.

Hay muchos indicios de que la meditación de hecho, produce cambios psicológicos. La neurociencia moderna ha demostrado que el cerebro puede ser educado, un fenómeno conocido como neuroplasticidad. El doctor Richard Davidson, neurocientífico de la Universidad de Wisconsin, ha empleado la resonancia nuclear magnética y el electroencefalograma —una técnica que mide la actividad eléctrica del cerebro— para examinar los cerebros de seis monjes tanto en su actividad normal como cuando estaban meditando, y ha comparado sus resultados con un grupo de control. Cuando se les indicó a los monjes que empezaran a meditar, sus cerebros mostraron un clara transición a periodos prolongados de oscilaciones gamma de alta frecuencia y sincronizadas. Esto quiere decir que sus cerebros mostraban una reacción inmediata y sustancial, lo que indica un cambio marcado en la actividad mental. El doctor Davidson también reparó en cierto grado de coordinación entre distintas áreas del cerebro, lo que le hizo pensar que la meditación provocaba una fuerte conexión entre circuitos cerebrales separados entre sí. En el grupo de control en cambio no se observó ninguna de estas respuestas. De manera que es seguro que algo sucede en el cerebro durante la meditación, la cuestión es cómo se traduce eso en términos de conducta, actividades o estados de ánimo.

Muchos médicos que han incorporado aspectos de la medicina holística a su práctica declaran que éstos tienen un fuerte impacto en el tratamiento de una variedad de dolencias. Por ejemplo, investigadores de la Universidad de Florida del Sur estudiaron los efectos de la meditación guiada en veintiocho pacientes diagnosticadas de cáncer de mama en fase I. Midieron la capacidad del sistema inmune de atacar las células cancerosas, un proceso llamado «citotoxicidad». Las pacientes del grupo de meditación aparentemente fueron capaces de producir un 75 por ciento más de glóbulos blancos para combatir las células cancerosas que las del grupo de control. Como resultado de este y otros estudios similares, investigadores del Dana-Farber Cancer Institute en Harvard concluyeron: «La meditación tiene implicaciones médicas relevantes a la hora de paliar el sufrimiento físico y psicológico de enfermos de cáncer». En otras palabras, aquí está ocurriendo algo, pero todavía no sabemos lo que es. Todavía.

Existe un nutrido corpus de investigaciones que apoya el uso de la meditación como parte de una serie de cambios en los hábitos diarios conducentes a controlar la tensión arterial. Por ejemplo, un estudio de 2006 realizado en la facultad de Medicina de la Universidad de Kentucky parecía demostrar que la práctica regular de la meditación trascendental puede reducir la tensión arterial. Ésta es de la clase de conclusiones que dan lugar a titulares en la prensa y a la percepción pública de que la meditación esconde verdaderas propiedades para la salud. El problema es que la seriedad de casi todas estas investigaciones es dudosa.

Un informe dirigido por la Universidad de Alberta en 2007 y encargado por el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, examinó ochocientos trece estudios sobre meditación publicados entre 1856 y 2005. Éstos incluían cinco formas distintas de meditación, entre ellas la basada en mantras, y la de respiración y postural que se practican en el yoga. En concreto los investigadores buscaban indicios de que la meditación tiene algún impacto en la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares o la adicción a sustancias. Y aunque el análisis demostró que la meditación trascendental, algunas formas de meditación yóguica y la meditación zen reducían de forma significativa la presión sanguínea, la mayoría de estos estudios era de tan mala calidad que sus conclusiones resultaban dudosas. Tal y como informaron los autores del estudio: «La investigación científica sobre las prácticas de meditación [...] se caracteriza por su escasa calidad metodológica. No se pueden por tanto extraer conclusiones firmes sobre el impacto de la meditación en la salud a partir de las pruebas existentes».

La dificultad de los estudios a gran escala como éste, cuyo propósito es examinar un campo amplio y que dan como resultado sólo generalidades, es que las conclusiones tienen a sugerir información prometedora. Por ejemplo, aunque la conclusión de que la meditación no demuestra tener un impacto significativo en la salud en general, los investigadores citan varios estudios según los cuales la meditación trascendental ha demostrado reducir la hipertensión.

Es un tema en el que la diferencia entre lo refutado y lo que todavía está por demostrar es fundamental. No hay casi duda de que ciertas formas de meditación tienen como resultado cambios psicológicos, la pregunta es: qué beneficios para la salud se derivan —si es que se deriva alguno— de dichos cambios. «He observado los beneficios médicos del yoga y la meditación en personas que los practican de forma constante», explica el doctor Amit Anand, cuya consulta en Boston combina prácticas médicas occidentales y terapias alternativas. «Mi experiencia me dice que los efectos empiezan a ser palpables fuera de la práctica diaria. La gente afirma poder controlar mejor los síntomas, sentirse más estables emocionalmente y mejorar su capacidad de toma de decisiones sobre su salud. Personalmente estoy convencido de que cuando demos con las herramientas de investigación apropiadas y llevemos a cabo estudios científicos rigurosos, todo este inmenso corpus de pruebas anecdóticas desembocarán en una práctica médica generalizada».

Obviamente el área entera de la medicina alternativa, en especial en este caso, donde se trata de la mente frente a la medicina tradicional, ha de ser todavía investigada de forma apropiada. De lo que yo puedo informar es que la meditación ha desempeñado un papel extremadamente importante en mi vida y en la de mi familia. Sigo creyendo —lo que equivale a decir que no puedo probarlo científicamente— que la meditación posee propiedades beneficiosas reales y duraderas para la salud. También sé que me hace sentir mejor. Después de meditar me enfrento al día con energía, confianza en mí mismo y, espero, un espíritu positivo.

Para mí, como para miles de personas, la meditación diaria forma parte de mi bienestar general, como cepillarme los dientes por la mañana. He estudiado y practicado meditación trascendental durante muchos años y, sí, he «levitado». Por desgracia esta expresión, «levitar» y los —lo confieso— divertidos vídeos que muestran a gente cruzada de brazos y piernas balanceándose en el aire son responsables de un gigantesco malentendido. Lo que se llama levitación no es desde luego lo que uno se imaginaría; no se trata de flotar suspendido en el aire desafiando las leyes de la gravedad, aunque sea durante unos pocos segundos. Más bien consiste en sentarse, ya sea en posición de loto o en cualquiera que nos resulte cómoda y cerrar los ojos. A continuación se introduce el sutra, un dicho o aforismo sagrado, y al cabo de un rato nuestro cuerpo literalmente salta. Así que no debería llamarse «levitación». Les digo por propia experiencia que no se trata de un acto intencionado. Uno no ordena a su cuerpo: Vamos, ¡salta! Más bien una sensación va creciendo en nuestro interior y parece levantarnos del suelo unos ciento cincuenta milímetros, tal vez más. Yo lo he hecho con siete mil personas en una gran sala, en Iowa. Cuando se está estudiando esta técnica la gente no te pregunta: «¿Te sale?», sino «¿Te ha ocurrido ya?».

No es un acto consciente. Uno no decide que ha llegado el momento de saltar y entonces salta. De hecho, es muy difícil, y muchas personas que no practican la meditación de forma habitual lo han intentado sin éxito. Tratar de explicar lo que es levitar es como tratar de describir el sabor del mango a alguien que no ha visto uno en su vida. Pero sí puedo afirmar que la sensación es de puro goce. Y que todos los beneficios que se obtienen no proceden del acto físico, sino de la sensación que fluye por nuestro cuerpo.

Así pues, ¿qué podemos decir a modo de conclusión de los beneficios médicos de la meditación? Ciertamente muchas de las afirmaciones que hacen sus defensores han de ser todavía probadas. Los médicos están tratando de estudiar científicamente ciertos aspectos de técnicas de respiración controlada llamada «Pranayama». La respiración controlada desempeña un importante papel en varios tipos de meditación y el doctor Anand está ayudando a poner en práctica ensayos para determinar sus beneficios fisiológicos. Tal y como él lo explica: «En varios casos vimos indicios de que cambiando el patrón de respiración de un paciente podíamos modular el flujo del sistema nervioso simpático medido con técnicas microneurográficas. El tono simpático tiene una importante función regulatoria en muchos aspectos de la salud tales como la presión arterial, el ritmo cardiaco, la homeostasis hormonal y la inmunidad».

Así es cómo se realiza un ensayo pequeño: para encontrar un patrocinador de su estudio, el doctor Anand puso en marcha un estudio de viabilidad, en el que un pequeño número de individuos, diez o menos, participaron durante varias semanas. En este programa piloto el doctor Anand estableció unas mediciones base para los participantes, les enseñó técnicas de respiración y midió sus respuestas empleando una serie de marcadores, incluida la función pulmonar, durante un periodo de ocho semanas. Con estos resultados ha enviado una propuesta al National Institutes of Health, que siempre está abierto a financiar estudios de este tipo. Por el momento la investigación continúa.

Hasta hace poco la medicina tradicional o bien ignoraba o bien despreciaba directamente las terapias holísticas. Esto ha cambiado por completo y, para ser sinceros, se están haciendo afirmaciones bastante absurdas sobre sus beneficios. Y aunque existen pocas pruebas en forma de estudios aleatorios que apoyen el valor de estas técnicas, sí abundan las anecdóticas, que sugieren que las posibilidades son reales. No cabe duda alguna de que la meditación tiene beneficios específicos, pero si se trata de beneficios médicos o no, es algo que hace falta probar empleando métodos científicos.

De lo que tampoco cabe duda es que, y a diferencia de otros tratamientos, meditar no encierra peligro alguno. La gente lleva cinco siglos practicando la meditación sin experimentar efectos negativos y yo puedo afirmar, por propia experiencia, que con no pocos beneficios personales.

 

 

lineapuntitos.jpg

El consejo del doctor Chopra

 

La meditación es una técnica no religiosa y bien conocida que llevan practicando decenas de millones de personas desde hace miles de años y por todo el mundo. Muchos de quienes la practican afirman que les conduce a un estado mental de serenidad, que mejora sus relaciones interpersonales y su felicidad general. Yo puedo dar fe de que esto es cierto. Para mí la meditación es lo mejor que he hecho en los últimos treinta años, y gran parte de mi éxito en la vida lo atribuyo a la práctica habitual de la meditación trascendental. En época muy reciente la ciencia —al comprobar que se producen cambios anatómicos y funcionales en el cerebro— ha podido demostrar la correlación con esos sentimientos subjetivos positivos que experimentan quienes meditan.

Aprender a meditar es probablemente la experiencia más importante y transformadora de mi vida.

lineapuntitos.jpg