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¿Funciona la quelación?

Si hemos de creer a la prensa sensacionalista, existe todo un flujo de información que tanto su médico como la comunidad sanitaria en general se empeñan en ocultarle. Por fortuna hay gente que se preocupa por su salud y está dispuesta a compartir con usted esta información, solamente porque se preocupan por su salud, y no por su dinero.

Y ya puestos, además de la cura milagrosa a todos sus males, estarán encantados de venderle el puente de Brooklyn... y a muy buen precio además.

La historia de la medicina está plagada de charlatanes, timadores, farsantes y embaucadores que se aprovechan del hecho de que mucha gente pagará lo que sea por curarse de sus dolencias. Aunque algunos de estos vendedores creen de verdad en el valor de sus productos, en la mayoría de los casos no son más que estafadores que se aprovechan de ingenuos y desesperados. De hecho, después de la creación de la American Medical Association en 1847 con el objetivo de transformar la práctica de la medicina en una ciencia homogénea en lugar de un arte individualizado, una de sus primeras campañas estuvo dirigida a restringir las patentes de medicamentos.

Entre estos chanchulleros de patentes estaba «Old Bill» Rockefeller, quien en la década de 1850 embotelló petróleo en crudo, lo llamó Nujol (de new oil, gasolina nueva) y lo vendió como cura y prevención del cáncer. Su hijo, John D. Rockefeller, construyó todo un imperio a partir de los beneficios de las ventas de este producto.

La complejidad de las estafas aumentó conforme evolucionaba la tecnología. Aprovechándose de la aparición de una nueva maravilla llamada radio, un invento asombroso que transmitía voces por el aire, un respetable médico de San Francisco llamado Albert Abrams creó y promocionó ERA, Electronic Reactions of Abrams, una serie de aparatos inspirados en su «teoría» de que los electrones eran el componente básico de todo ser vivo. Para beneficiarse de ERA, inventó y vendió diversas máquinas con aparentemente mágicas habilidades. Por ejemplo, el Dynomizer, que tenía el aspecto de una radio lujosa, era capaz de diagnosticar cualquier enfermedad —entre ellas, cáncer, diabetes y sífilis— con sólo examinar una gota de sangre. El Oscilloclast o Radioclast supuestamente trataba una variedad de males mediante la electricidad. Mucha gente creía en el ERA, y a principios de los felices veinte había más de tres mil quinientos médicos que trataban a pacientes de todo el país obteniendo con ello pingües beneficios. Al final, la revista Scientific American condujo un estudio en el que el Dynomizer no fue capaz de identificar los contenidos de seis tubos de ensayo. A continuación la máquina examinó una muestra de sangre y diagnosticó al paciente de malaria, cáncer y sífilis. El «paciente» en cuestión era un gallo. El doctor Abrams murió antes de poder ser juzgado por fraude y después de un breve examen se determinó que sus máquinas no contenían otra cosa que luces y timbres.

Menos de dos décadas después el doctor Wilhelm Reich, que había estudiado psicoanálisis con Sigmund Freud, afirmó que el elemento bioenergético responsable de la mayoría de los fenómenos observables, desde el clima a las enfermedades, era una sustancia llamada orgón. Para domeñar esta fuerza inventó la llamada caja de orgón, o acumulador de orgón, una estructura de seis lados y un metro y medio de altura hecha de capas alternas de materiales orgánicos y metálicos. Los pacientes se sentaban dentro del acumulador, que supuestamente atraía el orgón y lo concentraba en el centro de la caja. Esta poderosa sustancia liberaba bloques de energía y mejoraba el estado de salud general del enfermo. Al igual que con Rockefeller, Abrams y miles de otros, Reich recibió mucha atención, también ganó mucho dinero. Mucha gente creyó sus teorías, y médicos y psiquiatras se dedicaron a construir acumuladores para capturar orgón. Con el tiempo la FDA le investigó y concluyó que no había fundamento alguno en sus afirmaciones, el gobierno le prohibió vender o transportar sus acumuladores, le ordenó que dejara de hacer publicidad engañosa y decretó la destrucción de todas las cajas y el material escrito sobre las mismas. Cuando un socio de Reich continuó usando la máquina, el gobierno tomó la medida extraordinaria de encarcelarle por desacato. Reich murió en la cárcel en 1957, pero sus escritos hoy circulan por todas partes y es posible adquirir un acumulador de orgón.

Mientras haya personas dispuestas a creer en los remedios milagrosos que la medicina tradicional insiste en ocultarles, habrá otras dispuestas a vendérselos. Entre éstos son especialmente populares los supuestos tratamientos alternativos al cáncer, todos los cuales pasan por viajar a países donde las leyes son más permisivas que en Estados Unidos.

Esta clase de estafas médicas pueden ser rentables económicamente por una variedad de razones, la principal de las cuales es la desesperación con la que mucha gente busca un remedio a su dolencia. De hecho, algunas de estas «curas milagrosas» pueden hasta dar resultados, algo atribuible tanto al efecto placebo como al hecho de que los síntomas de muchas enfermedades simplemente desaparecen con el tiempo. Los investigadores creen que los enfermos tratados con placebo a menudo presentan signos de mejoría debido al poder del pensamiento positivo. El funcionamiento de la mente humana sigue siendo en gran medida un misterio, pero se cree que una actitud optimista puede reforzar el sistema inmune y provocar reacciones químicas que reducen los síntomas. Los síntomas de enfermedades incapacitadoras, como la artritis, a menudo varían en intensidad y duración. Incluso cuando no es tratada, muchos de sus síntomas terminan por desaparecer, y el dolor se reduce de forma significativa.

Lo que nos lleva a la terapia de quelación. La quelación, que proviene del vocablo griego para «tenaza», es un procedimiento médico legítimo empleado para eliminar concentraciones potencialmente tóxicas de metales en el organismo. Nuestro cuerpo no metaboliza de forma espontánea metales pesados como arsénico, plomo y mercurio, y una exposición prolongada a los mismos, en forma de pintura o productos de jardinería, puede causar serios problemas médicos. Aunque la toxicidad por metales es bastante rara, se dan casos, y una vez el organismo los ha acumulado son difíciles de eliminar y pueden resultar letales. La quelación es un proceso en el que un compuesto químico se inyecta o se ingiere, adhiriéndose a los metales y volviéndolos solubles, de manera que puedan eliminarse con seguridad. Esta técnica se empleó por primera vez durante la Primera Guerra Mundial como medio para eliminar el arsénico contenido en gases venenosos de los organismos de los soldados. En Estados Unidos su uso se extendió durante la Segunda Guerra Mundial, cuando empezó a diagnosticarse envenenamiento por plomo a marineros y trabajadores de los astilleros que pintaban los cascos de los barcos.

Los compuestos químicos empleados en la quelación se llaman agentes quelantes y si se usan de forma adecuada son seguros y efectivos. También se emplean en una serie de productos comerciales, desde suavizantes a champúes. Ésos son sus usos correctos y beneficiosos. Pero lo que suscita controversia es el empleo de la terapia de quelación para tratar una variedad de enfermedades relacionadas con la acumulación de metales. Los que practican y defienden la quelación afirman que puede emplearse para tratar numerosas dolencias de gravedad, incluyendo la arterioesclerosis, enfermedades vasculares y otros problemas coronarios, alzhéimer, esclerosis múltiple, párkinson e incluso autismo. Además, se supone que también mejora los problemas de visión, olfato, coordinación y disfunción sexual; puede revertir procesos gangrenosos, curar úlceras e incluso retrasar el envejecimiento. Basta nombrar cualquier problema médico, la quelación puede curarlo. La lista de sus supuestas propiedades es verdaderamente asombrosa.

La transición de la terapia de quelación de técnica probada de eliminar metales pesados del organismo a un proceso en teoría capaz de curar gran número de enfermedades empezó en la década de 1950, cuando los investigadores empezaron a preguntarse si esta técnica podría emplearse para eliminar la placa acumulada en las paredes de las arterias coronarias. Un informe de 1956 afirmaba que los pacientes del corazón se sentían mejor después de haber sido tratados con EDTA, un compuesto químico empleado como agente quelante. Los primeros estudios científicos se hicieron a principios de la década de 1960 y concluían que, si bien algunos pacientes de un estudio modesto sí mostraban una mejoría temporal, no se consideraba significativa, pues era la misma que se habría apreciado empleando técnicas tradicionales. Pero sobre todo, no había un grupo de control con el que pudiera establecerse una comparación. Con todo, las conclusiones fueron lo suficientemente interesantes como para despertar una curiosidad considerable sobre esta técnica por parte de la comunidad científica.

Con el tiempo este interés creció hasta convertirse en un campo de medicina alternativa, destinado a tratar una lista interminable de enfermedades. Al parecer, quienes practican la quelación recomiendan un mínimo de veinte sesiones y, en algunos casos, hasta cien, a un precio que está entre los setenta y cinco y cien dólares por sesión. Ninguna aseguradora cubre este tratamiento[62]. El argumento que más esgrimen sus defensores es que la quelación puede eliminar o reducir la cantidad de placa presente en las arterias y que puede causar ataques al corazón. De hecho, la ciencia médica moderna no conoce un procedimiento capaz de disolver esta compleja capa. Para ser justos, se han hecho estudios que parecen apuntar a posibles beneficios de la quelación, aunque son de pequeña envergadura y hasta el momento no ha sido posible replicar sus resultados, Un estudio retrospectivo hecho con dos mil ochocientos ochenta y ocho pacientes tratados con EDTA y publicado en 1989 concluía que pacientes con distintas clases de enfermedad coronaria se habían beneficiado de esta terapia, aunque, una vez más, no había grupo de control y, sin un referente de comparación, las conclusiones científicas son cuestionables. Otro estudio de doble ciego realizado con diez pacientes y conducido por el mismo grupo de investigadores en 1990 obtuvo resultados similares, aunque es demasiado pequeño para permitir extraer conclusiones del mismo. De hecho, es difícil encontrar un solo estudio riguroso de doble ciego, aleatorio y controlado por placebo que demuestre los beneficios de la quelación más allá de los que conocemos desde la Primera Guerra Mundial.

En un intento por reproducir los resultados del estudio de doble ciego de 1990, cirujanos cardiacos daneses condujeron un ensayo también de doble ciego, aleatorio y controlado por placebo con ciento treinta y cinco participantes para analizar el valor del EDTA como tratamiento para la claudicación intermitente severa, una enfermedad que se caracteriza por el dolor de piernas motivado por un desorden circulatorio. No se observaron diferencias entre el grupo de examen y el de control, y los investigadores concluyeron que la quelación no era efectiva en el tratamiento de esta patología. Un estudio similar, también aleatorio, de doble ciego y controlado por placebo realizado en la Universidad de Heidelberg con cuarenta y cinco pacientes llegó a la misma conclusión. Estos resultados son consistentes con quince estudios publicados por médicos independientes entre 1963 y 1985 documentando casos individuales de setenta pacientes con distintos grados de enfermedad coronaria a quienes se trató con quelación: ninguno de ellos se benefició de dicha terapia.

Hay una cantidad abrumadora de estudios que concluyen que la quelación tiene pocas o nulas propiedades médicas, aparte de la ya probada capacidad para metabolizar metales pesados. En 2005 un equipo de cardiólogos de la Universidad de Francfort informó de haber testado el valor de la quelación para combatir enfermedades coronarias con un pequeño estudio aleatorio y controlado por placebo. Encontraron que el EDTA no mejoraba la circulación sanguínea por las arterias coronarias, tal y como argüían sus defensores. Un estudio de 2001 conducido por investigadores de la Universidad de Calgary concluyó que la quelación tenía los mismos efectos que el placebo en pacientes coronarios.

Pero muchas personas siguen tratando de vender la quelación a pacientes. Desde 1973 el American College for Advancement in Medicine (ACAM, colegio para los avances en medicina) ha estado promoviendo la terapia de quelación, llegando a afirmar que: «La quelación es una terapia segura, eficaz y relativamente económica para restaurar el flujo sanguíneo en pacientes de arterioesclerosis». El ACAM viene a ser el organismo oficial de los practicantes de la quelación y ofrece un programa de formación, aunque el certificado que expende no tiene valor científico real. En 1998 se jactaba de tener quinientos treinta y cinco miembros que realizaban más de ochocientos mil tratamientos al año.

En respuesta a dicha afirmación, la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos acusó a la ACAM de hacer publicidad engañosa y declaró que «los estudios científicos no demuestran que la terapia con EDTA sea un tratamiento efectivo contra la arterioseclerosis». Con el tiempo la ACAM se avino a cesar sus declaraciones públicas sobre los beneficios médicos de la quelación.

En la actualidad la American Heart Association afirma con rotundidad que «no existen pruebas científicas que demuestren beneficio alguno» de la quelación. La FDA, el NIH y el American College of Cardiology concluyen: «Hasta la fecha no se han publicado estudios científicos adecuados y controlados empleando métodos aprobados que apoyen la utilización de esta terapia para tratar enfermedades cardiovasculares». En 1999 el National Heart, Lung and Blood Institute (NHLBI) informó de lo siguiente al Congreso de Estados Unidos: «Hay de hecho, pruebas concluyentes que indican que la quelación con EDTA no es un tratamiento efectivo para la arterioesclerosis. Durante casi tres décadas, el NHLBI ha seguido de cerca la literatura médica publicada al respecto».

Los defensores de la quelación responden a las críticas aduciendo que las compañías farmacéuticas y los cardiólogos conspiran para mantener esta información oculta del público general, porque los medicamentos y la cirugía con que normalmente se tratan las enfermedades coronarias generan miles de millones en beneficios, mientras que el EDTA es barato de fabricar y no puede patentarse. Si hacemos caso de los titulares de la prensa sensacionalista y de los boletines de medicina alternativa, la quelación es un milagro de la medicina que nuestro médico pretende ocultarnos. Según estas afirmaciones, la terapia con quelación cuesta una décima parte de un bypass coronario y produce iguales o mejores resultados. Y la razón de que no haya ensayos clínicos que lo demuestren es que resultan demasiado caros, no pueden derivarse de ellos beneficios económicos y que la comunidad científica tiene miedo de lo que podrían probar.

Para zanjar el debate, el National Center for Complementary and Alternative Medicine (Centro nacional para la medicina complementaria y alternativa), en colaboración con el Nacional Heart, Lung and Blood Institute, ambos dependientes del National Institutes of Health, acordaron realizar un ensayo clínico de treinta millones de dólares en más de cien emplazamientos para evaluar la seguridad y la eficacia de la quelación en pacientes coronarios. Aunque se esperaba que el estudio hubiera concluido en 2009, se suspendió a finales de 2008 por causas no hechas públicas, pero que se supone tenían que ver con el consentimiento informado. No hubo conclusiones y el estudio no se ha continuado.

El principal peligro de la quelación, y de cualquiera de estos tratamientos dudosos, es que muchas personas confían en ellos y retrasan o abandonan terapias probadas para tratarse su enfermedad. Lo vemos todo el tiempo en pacientes de cáncer, gente que viaja a México o Alemania y paga elevadas sumas por someterse a algún tipo de tratamiento milagroso «que sus médicos le están ocultando» en lugar de seguir los protocolos médicos aceptados y científicamente probados. A lo largo de mi carrera he podido comprobar los devastadores resultados de pacientes que han optado por tratamientos alternativos en lugar del recomendado por el médico. La hepatitis C, una enfermedad crónica del hígado, es relativamente común. Puede tratarse con interferón y ribavirina, que funcionan en entre un 40 y un 80 por ciento de los casos, aunque tienen algunos efectos secundarios. Pero en lugar de este tratamiento, algunos pacientes eligen tomar leche de cardo u otros remedios a base de hierbas, a menudo en combinación con acupuntura y moxibustión, una práctica china tradicional en el que se aplica artemisa sobre un punto de acupuntura y a continuación se quema. No sólo están siguiendo un tratamiento que se ha demostrado que no funciona, sino que no se toman los medicamentos que deberían tomar. Los veo, quizá diez años después, en su lecho de muerte, enfermos de cáncer de hígado o cirrosis. Muchas de estas personas que podrían haberse curado ahora sufren porque eligieron un tratamiento que no está científicamente demostrado. Son los mismos pacientes dispuestos a gastar tiempo y dinero en terapias de quelación en lugar de someterse a tratamientos médicos establecidos.

Hay situaciones clínicas en las que se debería emplear la quelación. Entre ellas figuran la enfermedad de Wilson —en la que el paciente sufre una sobrecarga de cobre—, el envenenamiento por metales y el exceso de hierro en personas anémicas que han recibido demasiadas transfusiones. Comparadas con las enfermedades de corazón, estas dolencias son poco frecuentes. Pero más allá de estas aplicaciones, quienes en realidad se benefician de la quelación son quienes la practican y hacen de ello un negocio rentable.

 

 

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El consejo del doctor Chopra

 

No existen pruebas clínicas de que la quelación deba aplicarse en situaciones que no requieran la eliminación de metales pesados de un organismo, en desórdenes específicos como envenenamiento por plomo o la enfermedad de Wilson (acumulación de cobre en órganos vitales). Es una pérdida de tiempo y de dinero que además impide a los pacientes seguir el tratamiento adecuado para su dolencia. Y puede ser muy peligrosa.

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