“¡¡Soy el Gran Sabio, tan grande como el cielo!!” declara Sūn Wùkōng antes de ser encerrado bajo una montaña por Buddhā. Así comienza la leyenda de Xīyóujì (西遊記, ‘shii-yollii’, del japonés: Saiyūki, ‘sai-yuu-kei’, “Viaje al Oeste”, 1592). Esta es la historia que, 400 años después, inspiró a Akira Toriyama para la creación de Dragon Ball.
Toriyama utilizó a Xīyóujì como la base de su primera saga en Dragon Ball, tanto para los personajes, como para sus viajes y el mundo al que se aventuraban. Algunos fans piensan que esto solo se aplicó al comienzo de Dragon Ball y que Toriyama se olvidó de ello, pero no es el caso. Escogía diferentes partes a placer, añadiendo nuevos personajes, escenarios, técnicas de artes marciales y conceptos espirituales a lo largo de más de 160 capítulos, incluyendo “Dragon Ball Z.” Así que si no tienes en cuenta el conocimiento de la historia de la que toma prestado estos conceptos, no te percatarás de las conexiones culturales.
Este problema lo verás resuelto con este capítulo. Exploraremos las partes de Xīyóujì que te aportarán un mayor contexto cultural de la época y veremos cómo se convirtió en un gran fenómeno, sirviendo de modelo para la obra maestra de Toriyama. Quizás parezca una clase de historia, pero apostaría a que el 99% de los fans de Dragon Ball nunca han leído Xīyóujì. Y digo esto porque de los miles de fans que he conocido, solo uno de ellos lo ha leído.
Dragon Ball fusiona lo antiguo y lo moderno, y su contenido tradicional está inspirado en esta leyenda china. Así que para entender Dragon Ball, primero tenemos que comprender Xīyóujì. Durante el camino aprenderás más sobre los sistemas de creencia que hicieron esta historia y la de Dragon Ball posibles. La mayoría de los aspectos más profundos de Dragon Ball y su contenido espiritual se originaron aquí.
El origen de Xīyóujì comienza con el monje de la dinastía Táng conocido como Xuánzàng (玄奘, ‘shuuen-sang’, “gran misterio”, 602 – 664 D.C.). Viajó a la India en busca de los sūtras (“las sagradas escrituras”), y al hacerlo cambió el mundo. Sin Xuánzàng no habría Xīyóujì, y sin Xīyóujì no existiría Dragon Ball.
Es importante apuntar que es un monje de la dinastía Táng (唐朝, Táng-cháo, ‘tang chow’, “la dinastía mortero fanfarrona”, 618 – 907 D.C.). El Táng se considera lo más alto de la civilización china, una era dorada de la cultura. La mayor parte de lo que ahora llamamos “cultura japonesa” se importó de China durante este período histórico.
¿Y por qué viajó a India? Xuánzàng se internó en un monasterio budista a la edad de 5 años, estudió las enseñanzas durante 15 años y se ordenó monje con 20. Estudió tanto la ideología budista Mahāyāna (del sánscrito: महायान, del chino: Dàchéng, 大乘, “gran vehículo”) como la Hīnayāna (del sánscrito: हीनयान, del chino: Xiǎochéng, 小乘, “pequeño vehículo”), pero se decantó más por los conceptos Mahāyāna, al profesar la salvación de todos los seres y la promulgación de la fe hacia todos los que desean aprender, no solo los monjes. Creía en la compasión y sentía que su deber era ayudar a los demás para que alcanzaran la iluminación.
Durante sus años de estudio determinó que las traducciones chinas de los sūtras eran inadecuadas, confusas o se malinterpretaban. Además, abades de diferentes monasterios afirmaban tener, cada uno de ellos, la verdadera versión de las palabras de Buddhā, pese a que sus textos tuvieran ideologías chocantes o de dudoso origen. Xuánzàng estaba confundido y era incapaz de determinar cuáles eran los principios aceptables.
La única conclusión a la que llegó era que los textos tenían carencias. Así que decidió acudir a la fuente original para extraer el texto sánscrito, completo y canónico, de los sūtras.1
Comenzó su viaje en India a la edad de 27 años. Era un viaje complicado incluso para su edad. El joven pidió permiso a las autoridades chinas para viajar a tierras extranjeras, pero no se le concedió la autorización por ser un viaje demasiado peligroso, no en vano los turcos habían estado atacando recientemente la frontera occidental china.
Xuánzàng decidió seguir adelante tras ser inspirado por una visión de Guānyīn Bodhisattva (del chino: Guānyīn-púsà, 觀音菩薩, ‘wahn-yin puu-sa’, del japonés: Kannon, 観音, del sánscrito: Avalokiteśvara, अवलोकितेश्वर, “el ser iluminado que escucha tu llanto”).
Un bodhisattva (del sánscrito: बोधिसत्त्व, ‘bo-dii-sat-va,’ del chino: púsà, 菩薩, “existencia iluminada”) es un ser que interactúa con el mundo de los hombres para guiar a las personas hasta Buddhā (del sánscrito: बुद्ध, ‘buu-da’, del chino: fó, 佛, del japonés: hotoke, 仏, “ser iluminado” o “el despertado”).2 Para los occidentales es muy común comparar a Guānyīn Bodhisattva con la Virgen María del cristianismo, pues ambos conducen a las personas a la salvación eterna. Incluso Guānyīn se describe como una mujer compasiva.
Dado que Xuánzàng no recibió la aprobación del emperador Táng Tàizōng (唐太宗, 28 de enero de 598 – 10 de julio de 649 D.C.), se marchó de China como un fugitivo en la oscuridad de la noche. Desafortunadamente, su caballo murió al comienzo del viaje. Tras hacerse con otro caballo, tuvo que venderlo por otro más viejo para hacerse pasar por un pobre y atravesar las entradas. Por si esto fuera poco, tuvo un guía que intentó asesinarle mientras dormía.
Cuando pasó la Yùmén-guān (玉門關, “la Puerta de Jade”), la frontera oeste del imperio Táng, alcanzó el punto de no retorno. Por un lado estaba el mundo civilizado, conocido por su tradición cultural y familiar, y por otro lado se desplegaba el sentido premonitorio de lo desconocido, los peligros de la naturaleza, la bestia y el hombre. Y esto tan solo en su propio país. ¿Puedes imaginar lo que ocurriría tras su marcha?
De momento eso mismo tendrás que hacer, porque ahora no lo vamos a abordar. Más adelante, a lo largo de Dragon Ball Cultura, detallaré el viaje de Xuánzàng paralelamente a la adaptación de Toriyama.
Xuánzàng atravesó más de 10.000 kilómetros en busca de las escrituras budistas. Escaló tres de las cadenas montañosas más altas de Asia, sobrevivió a los desiertos, evadió a los bandidos, se reunió con reyes, líderes tribales y celebridades, se adentró en debates filosóficos y sirvió como diplomático no oficial de China. Hizo todo esto mientras llevaba puestas unas humildes sandalias de peregrino.
Con su regreso a la antigua capital de Cháng’ān (長安, “paz perpetua”), entregó 657 volúmenes de los sūtras y siete estatuas Buddhā al Báimǎ-sì (白馬寺, “templo del caballo blanco”). Sus 16 años de aventuras fueron transcritas por uno de sus discípulos en el año 646 D.C., por petición del emperador. Se titularon Dàtáng Xīyóujì (大唐西遊記, del japonés: Ōkara Saiyūki, “El viaje al Oeste del Gran Táng”). Este documento reveló su viaje de manera meticulosa, y aún sirve como un mapa histórico y un registro de aquellos años. También le da nombre a su aventura, la cual sería desarrollada durante los siglos venideros.3
Aunque violó las restricciones imperiales con respecto a su viaje, el emperador Táng Tàizōng dio la bienvenida a Xuánzàng como un académico y diplomático. Apoyó sus esfuerzos por las escrituras, se le consideró el monje emblema y se le trató como el Táng Sānzàng (唐三藏, “el monje de Táng de las tres cestas”). Debido al apoyo imperial del budismo y al alto grado de intelecto y fama de Xuánzàng, la práctica floreció por toda la nación. Xuánzàng pasó el resto de su vida en Báimǎ-sì, donde murió en el año 664 D.C.
Su regreso a casa con las nuevas escrituras dejó una marca permanente en la sociedad del Este Asiático. No obstante, fue su influencia cultural y su fama lo que inspiró la creación de Xīyóujì y Dragon Ball.
La historia de Xuánzàng es auténtica a la par que legendaria, y fue elogiado como el monje por antonomasia, responsable de la supervivencia de la continuidad del budismo y de su difusión por China, preservándolo como la fe capital. Sin Xuánzàng, el pensamiento budista en India se habría perdido para siempre, reemplazándose por el creciente resurgimiento del hinduismo y la invasión del islam. El budismo se había perdido definitivamente en India, pero uno renovado todavía vivía en China, Corea y Japón gracias a Xuánzàng y otros aventureros budistas y profesores.
Xuánzàng fue proclamado como uno de los grandes académicos de la historia de China. Sus traducciones sentaron cátedra, tanto por su maestría con la lengua como por la complejidad de los refinados principios esotéricos, los cuales adquirió bajo las enseñanzas de los maestros indios.4 Sus traducciones sirvieron de modelo para otros monjes, desembocando en el establecimiento y la revitalización de nuevas escuelas de pensamiento budista, tanto en China como en Japón. Estas nuevas filosofías fueron el hálito de vida para el budismo chino. Así que no solo fue un académico, sino uno de los mayores maestros de la Ley Buddhā (del sánscrito: dhárma, धर्म, del chino: fófǎ, 佛法, del japonés: buppō) de su edad. Los monjes de Corea y Japón escucharon hablar de su experiencia y emprendieron largos viajes para convertirse en uno de sus discípulos.
Además, al traer de vuelta los 657 volúmenes, trajo consigo las obras de arte budistas que fueron imitadas por monjes y artesanos. Los retratos encontrados en estas obras establecieron las pautas de las representaciones artísticas sino-japonesas de Buddhā, Bodhisattva y sus reinos celestiales durante más de mil años. Estas ilustraciones definían el aspecto y el sentimiento que proyectaban estos seres para todos los monjes, creyentes, dramaturgos, poetas y artistas, incluyendo a Toriyama. La cultura budista tal y como la conocemos no existiría sin Xuánzàng.
No puedes escribir algo tan bueno, solo puedes basarte en ello. Justamente eso es lo que han hecho los poetas, artistas y dramaturgos.
En el libro Xuanzang: Un budista peregrino en la Ruta de la Seda (1997) de Salley Hovey Wriggins, la autora cita al explorador y arqueólogo británico Aurel Stein (1862 – 1943), quien dijo: “Los peligros y huidas casi milagrosas que marcaron el comienzo de los viajes de Xuánzàng no fueron ni exagerados ni ficticios. Tanto su memorable travesía por el desierto como su visión (de Guānyīn Bodhisattva), al comienzo de su periplo de 10.000 kilómetros, en busca de la verdad, encarnan los elementos universales del viaje del héroe. El monje budista no solo viajó a lo largo de miles de kilómetros de desiertos y montañas, como si de una versión china de Marco Polo5 se tratara, sino que peregrinó por su alma. Su travesía fue externa e interna, y por tanto, albergaba un aura de valor especial.”
La travesía del héroe en la vida real le sirvió para inspirar a los futuros aventureros y se convirtió en una parte atemporal de la cultura popular.
Se le consideró un héroe de la épica espiritual mientras vivió, y su leyenda creció con más fuerza tras su muerte. Su nombre no ha parado de sonar entre los habitantes, ya sea en las tabernas, en las fábulas o en las historias que se les cuentan a los niños para dormir.
El budismo de Xuánzàng, que lucha por sobrevivir, se ha convertido en el trampolín de una masa, añadiéndose a su propia historia vital. Como si de un juego para móviles de hace siglos se tratara, donde se iban incluyendo más detalles con cada nueva historia, su fama se embelleció y se convirtió en una leyenda eterna. La magia taoísta y budista, las deidades del cielo y el infierno, las criaturas místicas y los animales parlantes, todo lo que te puedas imaginar. Al mismo tiempo que esto ocurría, se contaban historias sobre un travieso Rey Mono de aire violento. Así que, tras haber completado su viaje en el siglo VII, Xuánzàng “se hizo” con un grupo de acompañantes antropomórficos en el siglo X. Fue entonces cuando la leyenda se volvió más excéntrica que nunca.
Desde el siglo XIII en adelante, se han encontrado evidencias de obras de teatro y poemas escritos sobre el viaje de Xuánzàng para entretener a las masas. Por ejemplo, Dàtáng sānzàng qǔjīng shīhuà (大唐三藏取經詩話, “Tripiṭaka del Gran Táng en busca de las escrituras, una historia en verso”, alrededor de 1280), Xīyóujì zájù (西遊記雜劇, “Drama de Viaje al Oeste”, alrededor del siglo XIV) y Qítiān-dàshèng zájù (齊天大聖雜劇, “Una serie de dramas del Gran Sabio tan grande como el Cielo”, alrededor de 1450). Este material se asemeja mucho a lo que encontramos en Xīyóujì, así que nos permitirá ver la progresión de la vida real de Xuánzàng y los añadidos imaginarios y teatrales que lo volvieron más dramático, tanto en los escenarios como en los libros. Era un entretenimiento para la cultura popular china medieval, al igual que Dragon Ball es un entretenimiento para la cultura popular japonesa de finales del siglo XX.
Al término del siglo XVI, cuando se escribió la novela de Xīyóujì, el viaje de Xuánzàng ya estaba completamente asentado y estas innumerables leyendas facilitaron que los autores crearan con esmero.
Esta historia sobre un monje viajero y sus acompañantes recorrió China durante casi 1.000 años, mucho antes de que el autor decidiera ponerla por escrito, tal y como hoy la conocemos. Por otra parte, la identidad del autor ha supuesto un debate durante siglos, pero la mayoría suele acreditar la autoría a Wú Chéng’ēn (吳承恩, 1500 – 1582 D.C.). Es un libro con el que toda la población china y japonesa está familiarizado, ¿pero quién fue el hombre que lo escribió?
Wú Chéng’ēn nació en Liánshuǐ-xiàn (漣水縣, “país del agua ondeante”), Jiāngsū (江苏, “provincia del río”), al este de China durante la dinastía Míng (Dà Míng, 大明, “gran resplandor”, 1368 – 1644 D.C.).6 Nació en el seno de una familia mercantil, pero recibió una educación confuciana en la prestigiosa Nánjīng Dàxué (南京大學, “Universidad de Nánjīng”). Allí estudió los clásicos del confucianismo, como Lúnyǔ (論語, “Analectas”, alrededor del 476 – 221 A.C.), convirtiéndose en poeta y maestro de la prosa clásica. Entonces consiguió un trabajo de funcionario a nivel provincial, aunque a pesar de su formación y talento narrativo, suspendió repetidamente los exámenes para funcionario de nivel superior, los cuales permitían el acceso a una carrera mejor. Hasta que no terminó de ejercer su profesión no se dedicó a escribir Xīyóuji, cuya historia finalizó con 60 años. Necesitó unos 10 años de su vida para completarla, fue una de las últimas cosas que llegó a hacer y se le considera su mayor logro. La obra completa de Xīyóujì consta de 100 capítulos repartidos en unas 2.500 páginas (si contamos la versión traducida al inglés).
El libro permaneció relativamente desconocido durante décadas, pues era común en aquella época compartir primero el trabajo escrito con los amigos y otros autores, solo por diversión. Eso sí, gracias a los avances tecnológicos del período Míng, se produjo el estallido de la imprenta en el siglo XVI, y Xīyóujì se convirtió en uno de los primeros libros en conseguir grandes números de impresión. Sin embargo, la primera edición de la obra no se publicó hasta 10 años después de su muerte, en 1592.
Posteriormente, Xīyóujì se convirtió en uno de los sìdà míngzhù (四大名著, “las cuatro grandes obras de arte”) de la literatura china, junto a Shuǐhǔ Zhuàn (水滸傳, “A la orilla del agua”, 1589 D.C.), Sānguó Yǎnyì (三國演義, “El romance de los Tres Reinos”, alrededor del siglo XIV) y Hóng Lóu Mèng (紅樓夢, “Sueño en el pabellón rojo”, alrededor del siglo XVI). Cada una de estas novelas cultivaba el alma del hombre a través de su lectura, y durante los 300 años posteriores se llegó a decir que, si no las habías estudiado hasta el punto de ser capaz de debatir sus temas académicamente, no estabas totalmente formado. De hecho, poco después de publicarse Xīyóujì, se convirtió en una parte de los exámenes imperiales de la orden confuciana. ¡No podías conseguir trabajo en el gobierno chino sin haber leído este libro!
Xīyóujì es un icono dentro de China, pues supone dos cosas: la representación de la cultura china y una analogía extendida del viaje hacia la iluminación. Se contempla como una de las primeras novelas del mundo y se erige como uno de los trabajos literarios más importantes jamás creados.
No obstante, es esencial comprender que Xīyóujì no es producto de un solo hombre. Es la culminación de miles de años de cultura, hechos reales y añadidos dramáticos que conforman la cultura popular de su época. Wú Chéng’ēn no fue el primero en dar con la idea, pero sí desempeñó el duro trabajo de combinarlo todo por escrito, con una estructura narrativa episódica. Toriyama hizo lo mismo con Dragon Ball 400 años después.
Antes de zambullirnos en la historia de Xīyóujì, es necesario abordar los sistemas de creencia que añadieron misticismo a la travesía de Xuánzàng, pues el contenido cultural de Xīyóujì estableció el marco cultural de Dragon Ball.
Los tres sistemas de creencia más importantes de China son el budismo, el taoísmo y el confucianismo. Juntos sincretizan el entorno cultural del lenguaje, incontables obras de arte y el pensamiento metafísico. El gran sinónimo de la cultura china es su rico sistema de creencia.
El budismo (del chino: fó-jiā, 佛家, “escuela de los iluminados”) es un sistema de creencia compuesto por las enseñanzas de Śākyamuni (del sánscrito: सिद्धार्थबुद्ध, ‘sahkyah-muunii’, del chino: Shìjiāmóuní, 釋迦牟尼, del japonés: Shakamuni, 563 – 483 A.C.), un príncipe indio que dejó el mundo secular para iluminarse con la Ley Buddhā, convirtiéndose en un Buddhā y ofreciendo la salvación a los demás.
Su focalización primordial es el shàn (善, “compasión”) y el cíbēi (慈悲, “misericordia”). El dogma principal es que todos los seres experimentan sufrimiento por la ignorancia. Hay un camino para terminar con este sufrimiento, y consiste en seguir la Ley Buddhā. Cuando se ha llegado al cese de la ignorancia y los deseos, el practicante logra la iluminación y se convierte en Buddhā.
El budismo se exportó de India y se promulgó por China, floreciendo y transformando la cultura china.
Taoísmo (del chino: dào-jiā, 道家, “escuela del camino”) es el sistema de creencia nativo de China. El patriarca del pensamiento taoísta es Lǎozi (老子, ‘lou-zuh,’ “el viejo” alrededor de la dinastía Zhōu (周朝, Zhōu-cháo, “dinastía de la circunferencia”, 1046 – 256 A.C.). Enseñaba el Tào (道, ‘dou,’ “camino” o “sendero”) que lleva hacia la inmortalidad. El hànzì de tào está compuesto por shǒu (首, “cabeza”) sobre la raíz de chuò (⻌, “caminar”), y como veis en su grafía, representa a una persona caminando sendero abajo.
Su principio es el zhēn (真, ‘zhun’, “verdad”). La doctrina primordial es que el mundo es una realidad falsa y nuestras nociones humanas no son más que construcciones ilusorias formadas por la vida en sociedad. Los taoístas creen que la finalidad de ser humanos radica en volver a nuestro origen, la verdadera naturaleza, y alcanzar así el Tào, convirtiéndonos en el zhēnrén (真人, “el verdadero hombre”). ¿Cómo conseguirlo? Viviendo en concordancia con el camino de la naturaleza, siguiendo su verdad, yendo más allá del dualismo del yīn (陰, “oscuridad”) y el yáng (陽, “luminosidad”) para volver al vacío de la nada.
Confucianismo (del chino: 儒家, rú-jiā, “escuela de académicos”) es un subconjunto modificado del taoísmo. Su fundador fue Kǒngfūzǐ (孔夫子, “Confucio,” 551 – 479 A.C.).
Se centra principalmente en el yì (義, “virtud” o “justicia”). El dogma fundamental dicta que si el individuo es perfecto, la sociedad será perfecta. La armonía social se establece viviendo en concordancia con la naturaleza humana, mejorando el carácter moral, siguiendo las tradiciones y manteniendo las relaciones. Tras la maestría de estos conceptos, el hombre se convierte en sabio. El confucianismo es la fundación de la sociedad del Este Asiático.
Cada uno de estos tres sistemas de creencia son independientes, pero China es un caso único, pues lleva mezclándolos desde hace más de 2.500 años de civilización. El resultado es una sociedad tan relacionada con sus sistemas de creencia que no puedes separar uno de otro. Esto implica que una persona puede creer en la Ley Buddhā, atribuida a los principios taoístas de la verdad, libre de la sociedad, y al mismo tiempo tener una familia confuciana ideal, siendo un miembro productivo de la sociedad. En Xīyóujì encontramos todos estos sistemas de creencia, hasta el punto de parecer una fe unificada. Aunque los budistas a menudo se oponen a los taoístas y viceversa, siguen siendo parte del mismo cosmos. Esta dinámica interacción entre los sistemas de creencia alienta la historia.
Wú Chéng’ēn no es un budista ordenado o un taoísta ascético, es un académico confuciano. Pese a ello, consigue comprender las otras creencias tan bien que es capaz de escribir sobre ellas, detalladamente, en su historia. Llena su libro de citas referentes a los sūtras budistas y a la poesía taoísta.
Una de las razones por las que puede hacerlo es por todo lo que leyó durante su vida. La otra razón es porque, al igual que Toriyama, todo es producto de su entorno. La síntesis budo-taoísta confuciana que contiene Xīyóujì es un reflejo de cómo el pueblo chino contemplaba el mundo en aquel período histórico. Wú creció en aquel ambiente que construyó su cosmovisión. Creció escuchando las historias de Xuánzàng y sus compañeros animales, haciendo un esfuerzo monumental para escribirlas en un libro. Toriyama experimentó lo mismo 400 años después, viendo películas y series de televisión basadas en Xīyóujì, para más tarde hacer el esfuerzo monumental de escribir su propia versión en un manga.
El sincretismo de los tres sistemas de creencia creó un marco cosmológico donde sus deidades coexistían, unas con otras, en tres reinos distintos a la par que entrelazados. Estos se conocen como sānjiè (三界, del japonés: sankai, “tres reinos”) y se refieren al cielo, la Tierra y el infierno.7
Cada uno de estos tres reinos alberga su propia dimensión del tiempo y el espacio, basada en partículas de diferentes tamaños. Cuanto más refinada y luminosa es la partícula, más elevado es el reino y los seres que habitan en él, y al contrario. Así, los seres del cielo son más bonitos y brillantes que los seres rudos y pesados del infierno, con el hombre posicionado entremedias.
Los seres que viven en estos reinos son los tiānrén (天人, del japonés: tennin, “personas del cielo”), rén (人, del japonés: ren, o nin, “personas” o “humanidad”) y dìyùrén (地狱人, del japonés: jigokunin, “personas del infierno”). La “humanidad” se relaciona con los terrícolas, alienígenas, animales y toda forma de vida molecular dentro de este plano dimensional, por lo que no solo se refiere a los terrícolas. Toriyama utilizó esta idea en Dragon Ball, con terrícolas y alienígenas que tras morir van al universo del Más Allá, antes de terminar en el cielo o el infierno.
Dependiendo de las diferentes creencias sectarias, hay 27 niveles del cielo en el budismo y 81 niveles del cielo en el taoísmo, frente a los 18 niveles del infierno. Cada nivel está subdividido en una parte superior, mediana e inferior. Más allá de estos tres reinos nos encontramos los reinos vacíos, constituidos por seres sin forma y eternos. Los niveles incrementan en magnitud y belleza conforme vamos ascendiendo. Toriyama utilizó esta idea para asegurar que, a medida que avanzaba la aventura de Gokū, siempre nos íbamos a encontrar un nivel más alto que el anterior, con dioses por encima de otros dioses.
De acuerdo con las creencias budistas, los tres reinos fueron creados por seres superiores más allá de los tres reinos, con el objeto de dar a los seres conscientes una última oportunidad para despertar. Los budistas y taoístas creen que el cosmos se ha desviado de los niveles superiores de su creación, con innumerables seres perdiendo su virtud y dirigiéndose a la destrucción. De este modo, cada uno de nosotros puede caer a este laberinto desde los reinos más elevados, debido a la ignorancia y a las elecciones pobres. Por otra parte, también podemos escoger caer ahí para iluminarnos hacia esos niveles superiores. Por tanto, nuestro sufrimiento es una oportunidad para despertar la verdad, regresando hasta nuestros seres originales y nuestras posiciones en los reinos más elevados.
Este mundo es una ilusión y llegó la hora de que despiertes para regresar a casa.
Al estar atrapados dentro de los tres reinos, experimentamos el saṃsāra (del sánscrito: संसार, del chino: lúnhuí, 輪迴, del japonés: rinne, “transmigración”), el ciclo de la reencarnación de un cuerpo hacia otro cuando morimos y renacemos.8
Tu karma (del sánscrito: कर्म, del chino: yèlì, 業力), una acumulación de la deuda metafísica y espiritual, determina el reino en el que renaces, el tipo de ser en el que te vas a convertir y tu fortuna en cada vida. Cuanto menor es el nivel y más karma llevas en la consciencia, más sufrimiento padeces y más corta es tu vida. Todo en concordancia con el castigo de tu karma. Por el contrario, cuanto más dé (德, ‘duh,’ “virtud”) tengas, optarás a más bendiciones y más larga será tu vida.
Sin embargo, incluso la vasta multitud de dioses dentro del cielo están sujetos a la muerte y el renacimiento, incluyendo los reyes celestiales. Puedes vivir durante millones de años y cumplir todo preciado deseo, pero morirás. Sin adversidades, no hay manera de compensar al karma. La única forma de escapar de este ciclo de sufrimiento es tener un cuerpo humano y alcanzar la iluminación, ya sea siguiendo la Ley Buddhā o el Tào, huyendo del sistema de vida y muerte. Por tanto, los únicos seres que están más allá de la vida y la muerte, de los tres reinos y de los seis caminos son: Buddhā, Tào y los dioses de los niveles superiores. La única manera de llegar allí es saltando primero al mundo de la ilusión. Por esta razón, lo mejor es renacer como un humano.
Esta creencia ha creado una rica complejidad en la que los humanos, deidades, demonios, animales y fantasmas interactúan. Si quieres escapar del ciclo del sufrimiento y existir para siempre, tendrás que buscar la Ley Buddhā o el Tào. Esto significa que tendrás que encontrar una manera de cultivar tu mente y cuerpo, y eso implica afrontar los demonios internos y externos. En el centro de todo esto radican los conflictos con uno mismo y el prójimo, y los conflictos constituyen la esencia de toda gran historia.
Esta es la cosmovisión del pueblo chino que se lleva practicando desde hace miles de años. Es la razón del viaje de Xuánzàng a la India. Regresa al origen de todo para recuperar los sūtras canónicos que salvarán a la humanidad.
Imagina un mundo plagado de maestros gōngfu, maravillosos paisajes chinos, dragones, animales parlantes, magia, dioses, demonios y una búsqueda épica que trae consigo un puñado de aventuras. Suena a Dragon Ball, ¿verdad?
Xīyóujì ilustra el peregrinaje del alma individual hacia la iluminación del sistema de cultivación de la Ley Buddhā. Por el camino, los peregrinos derrotan monstruos, ayudan a la gente común y aprenden el bien a raíz del mal. Combinan los ideales budistas, taoístas y confucianos en una historia construida sobre la realidad, pero fusionada con las creativas historias culturales.
Aunque parezca mentira, la historia no comienza con Xuánzàng, sino con Sūn Wùkōng (孫悟空, ‘suun wuu-kong’, del japonés: Son Gokū, “el nieto mono consciente del vacío”). También se le conoce como Měihóu-wáng (美猴王, ‘mai-hoh-wahng’, del japonés: Bikō-ō, “el rey mono apuesto”) y Qítiān-dàshèng (齊天大聖, ‘chii-tii-en dah-shuhng’, “el Gran Sabio tan grande como el cielo”). Este es el personaje que inspiró la creación de Son Gokū en Dragon Ball.
El comienzo de la historia revela el origen de Sūn Wùkōng, su elevación al poder, la búsqueda de la inmortalidad y la ascensión al cielo donde causa el caos luchando contra los dioses. Las fuerzas del cielo intentan detenerle, pero es demasiado poderoso. No tienen otra elección que llamar a Buddhā para que les ayude. Al llegar, consigue darle al bromista Sūn su propia medicina y lo aprisiona bajo una montaña. Se deberá quedar ahí durante 500 años y comer una bola de hierro cada día, como penitencia por sus crímenes, hasta que el monje budista le alivie su sufrimiento.
500 años después se nos presenta a Xuánzàng, el monje Táng, que recibe una visión de su verdadera identidad en un sueño. Después, mientras se celebra una ceremonia religiosa, se le acerca Guānyīn Bodhisattva, que le revela que ha sido elegido por Buddhā para embarcarse en un gran viaje.
Xuánzàng ha experimentado varias fases de reencarnación hasta este punto, y es en esta vida en la que se le considera apto para esta misión divina. Guānyīn le nombra Sānzàng, la traducción china del tripiṭaka (del sánscrito: त्रिपिटक, del chino: sānzàng, 三藏, del japonés: sanzō, “tres cestas”), que encontraría en los sūtras que tiene que recuperar.
Tripiṭaka se refiere a las lecciones de los sūtras, los preceptos monásticos y la filosofía sistemática escrita por los monjes indios, cientos de años después de la muerte de Buda Śākyamuni.9 Dado que el viaje del peregrino consiste en recuperar el tripiṭaka, le otorgan el mismo nombre honorario en chino.
Xuánzàng es el personaje que inspiró a Buruma en Dragon Ball, la chica que conoce a Son Gokū en el capítulo 1 y se lo lleva a la aventura en busca de las bolas de dragón, igual que hizo el monje con Sūn Wùkōng para recuperar los sūtras.
Sānzàng le habla al emperador de Táng sobre su providencia, y este nombra a Sānzàng su hermano menor, dándole el apellido de Táng (唐), con motivo de la propia dinastía. Sānzàng Táng (唐三藏, “las tres cestas del monje Táng”), como se le conoce igualmente, es obligado por el espíritu de Guānyīn a abandonar aquella China segura e iniciar el camino del dolor por el bien de los demás.
Se puede apreciar cómo algunas partes de esta historia están basadas en la genuina vida de Xuánzàng, mientras que otras son ficticias o fueron adornadas. En ambos casos, el monje cree que si la Ley Buddhā puede arraigarse en China, la iluminación llegará a los seres conscientes del mundo.
El monje ahora tiene tres nombres, pero eso no le ayudará en su viaje. Necesita músculo. Por eso recibe ayuda celestial, cuatro guardianes que juran protegerle de los demonios y otras repugnantes criaturas.
Huelga decir que el monje no tenía constancia del recibimiento de esos compañeros, y estos últimos se olvidan de la visita del monje, a pesar de que Guānyīn les hablara de su inminente llegada.
Durante el camino se encontrará con Sūn Wùkōng atrapado bajo una montaña, el violento, salvaje e inmanejable Rey Mono al que liberará de su prisión kármica. Para controlarlo, Guānyīn le otorga a Xuánzàng una diadema mágica para que, mediante el engaño, se la ponga al Rey Mono. Una diadema es una banda circular que rodea la cabeza. Esta diadema en concreto se llama jīngāng-lún (金刚轮, del japonés: kongō-rin, “anillo rayo”, “círculo relámpago” o “diadema vajra”).10 Una vez que Sūn se pone la diadema, se queda fija en su cabeza, estrechándose cada vez que el monje realiza el cántico sūtra, causándole un intenso e instantáneo dolor, similar al del impacto de un rayo. Este utensilio externo le obliga a controlar su mente, cambiando su comportamiento para evitar el sufrimiento. Después de algunos conflictos y conversaciones sobre la apropiada no-violencia budista, Xuánzàng le nombra primer discípulo. Ahora ambos son budistas peregrinos en una misión sagrada, y Sūn Wùkōng se convierte en su fiel guardaespaldas, con el objeto de proteger al monje y pagar así su deuda kármica con el cielo.
Después de esto, conocieron a Zhū Bājiè (豬八戒, ‘zhuu bah-llieh’, del japonés: Cho-hakkai, “el cerdo de los ocho límites”), el hombre cerdo. Era un antiguo capitán general del ejército celestial que fue exiliado del cielo, pues durante una fiesta, bebió demasiado y se comportó de manera lujuriosa con la diosa de la luna. Después, con el proceso de reencarnación en la Tierra, hubo un error burocrático y terminó dentro de la madre de un cerdo, en lugar de una mujer. A pesar de su mala suerte, aún deseaba pagar sus deudas kármicas y regresar a su origen, convirtiéndose en el segundo discípulo del monje. Este personaje inspiró a Ūron en Dragon Ball.
Posteriormente, los peregrinos fueron atacados por Shā Wùjìng (沙悟凈, ‘shah wuu-lling’, del japonés: Sagojō, “arena consciente de pureza”), un demonio que vivía en un río lleno de arena que intentó comerse al monje. Fue un antiguo general del cielo que rompió un bol de cristal por accidente, siendo condenado a ir a la Tierra para reparar su deuda kármica y constituyéndose como el tercer discípulo del monje. Este es el personaje que inspiró a Yamucha en Dragon Ball.
Aunque a veces se olvide, es importante mencionar al caballo blanco del monje Táng. Se llamaba Bái Lóngmǎ (白龍馬, ‘buy lohng-mah’, del japonés: Shiro-ryūma, “caballo dragón blanco”), un príncipe dragón que cometió pecados en su vida anterior al desobedecer a su padre. También desea volver a su origen, a su verdadero ser. Para hacerlo, se convierte en la bestia de carga, transportando al monje y a su equipaje en el viaje de ida y vuelta. Creo que este personaje inspiró la moto blanca de Buruma en el primer capítulo de Dragon Ball, aunque estaríamos ante una relación muy vaga, y más teniendo en cuenta que no volvió a aparecer en la historia de Toriyama.
Toriyama confirmó en el Daizenshū 2 que estos personajes inspiraron a su elenco en Dragon Ball: “Buruma era Xuánzàng, Ūron era Zhū Bājiè y Yamucha era Shā Wùjìng.”
La historia de Xuánzàng parece abordar su aventura en solitario y cómo fue superando los retos por sí mismo, pero en la obra de Xīyóujì todo se centra en un grupo de personajes que comparten una causa similar. Sūn Wùkōng es poderoso, pero se ve obligado a proteger a su maestro y no puede completar el viaje sin los demás. Zhū, Shā y Bái también son seres sobrenaturales, pero confían los unos en los otros y afrontan juntos todos los retos. Dicho esto, a Sūn Wùkōng le gusta pelear por su cuenta, de la misma manera que Son Gokū prefiere luchar contra sus oponentes en solitario, pero confiando en sus amigos cuando tiene que hacerlo.
Esta semejanza marca el inicio de su aventura.
Estos cinco peregrinos acumularon karma en sus vidas anteriores, quedando atrapados en el laberinto vital de la Tierra. Para pagar esta deuda y alcanzar la liberación, tuvieron que resistir 81 tribulaciones en su camino hacia el Oeste.11
Hay exactamente 81 tribulaciones porque el número 9 significa, en chino, circuito circular o infinito. Completar un trayecto de ‘9 veces 9’ implica recorrer “ese circuito” de principio a fin, hasta regresar al origen. Durante el proceso, se trascenderán las barreras del tiempo y el espacio de los tres reinos. Si fracasaran en una sola prueba, los peregrinos no podrían escapar del ciclo del saṃsāra, ni alcanzar la otra orilla del nirvāṇa (del sánscrito: निर्वाण, del chino: nièpán, 涅槃, del japonés: nehan, “liberación”, “extinción” o “apagado”).12
Con estos cuatro guardianes budistas conversos a su lado, Xuánzàng salió victorioso de enfrentamientos contra animales salvajes, reyes demonio, un tigre diablo, chicas sexys, políticos corruptos, climas adversos, timadores, piratas, superhombres, metamorfos, miasmas malvados y pesadillas internas en su viaje hacia los sūtras.
Cuando finalmente llegaron al monasterio de la India, recibieron los sūtras, pero los documentos estaban en blanco, pues solo habían completado 80 tribulaciones en lugar de las 81 estipuladas. Sin embargo, no se dieron cuenta de que los sūtras estaban en blanco y que precisaban este requisito sagrado. Así que, cuando emprendieron su regreso a China, fueron atacados por un águila de oro gigante, la propia manifestación de Buddhā que pretendía calibrar sus reacciones emocionales y comprobar si realmente tendrían la voluntad de regresar al monasterio. Cuando mostraron su convicción y deseo de regresar, Buddhā les teletransportó al instante, otorgándoles los auténticos sūtras. Gracias a su determinación y resistencia lograron completar las 81 tribulaciones, pagar su deuda kármica y completar su misión en la Tierra.
Habiendo resuelto su destino y mejorado su carácter moral, pudieron acceder al nivel celestial y recuperar sus puestos originales. Llegados a este punto, todos llegaron al límite de su adiestramiento, pues habían aprendido su lección gracias al viaje de su vida. Los peregrinos solo pueden alcanzar la madurez a través del riesgo, los combates, las mentiras, los engaños, la desconfianza, el peligro de muerte, la tentación y la reconciliación. Las situaciones del exterior permiten mejorar tu interior.
Los viajeros fueron liberados y trascendieron la vida y la muerte, justo como Buddhā y los dioses. Xuánzàng se convirtió en el tán-gōngdé-fó (檀功德佛, del sánscrito: Buda Candana-puṇya, चंदनपुण्यबुद्ध, “Buddhā sándalo”, o “Buddhā de virtud”),13 en concordancia con sus méritos virtuosos.
Sūn Wùkōng levantó sus manos para sentir la diadema jīngāng-lún que aprisionaba sus instintos violentos, pero descubrió que había desaparecido de su frente. Consiguió transformar su mente durante el camino, haciendo desaparecer su prisión externa: la diadema. En aquel momento ascendió al dòu-zhànshèng-fó (鬥戰勝佛, “Buddhā victorioso en combate”).14
Zhū Bājiè no acabó con su hambre y lujuria, pero sí realizó buenas acciones y acumuló virtud, por lo que se le honró con el sagrado jìngtán-shǐzhě (淨壇使者, “el señor limpiador de la misión”), viajando a los altares de sacrificio de todo el mundo para saciar su apetito con manjares.
Shā Wùjìng alcanzó el nivel de jīnshēn-luóhàn (金身羅漢, “cuerpo dorado de Arhat”),15 escapando del ciclo saṃsāra.
Y Bái Lóngmǎ se transformó en un wèibābù-tiānlóngmǎ (為八部天龍馬, “caballo dragón celestial de las ocho clases”), elevándose hacia los cielos.
Al final recuperaron los sūtras y alcanzaron la iluminación, regresando a sus orígenes y ayudando siempre a las personas de todo el mundo. Estos fueron los ideales budistas, taoístas y confucianos que se entremezclaron en un final perfecto.
Xīyóujì es tan popular porque es una analogía de la propia vida.
Xīyóujì funciona como una fantástica representación de la histórica búsqueda de Xuánzàng, combinada con leyendas chinas, creencias populares y matices religiosos. Esta mezcla de religión y realidad la hace atractiva. Más allá de la propia aventura, el mensaje subyacente de la historia es que los personajes se mejoran a sí mismos en medio de crecientes adversidades. Es la misma idea que encontramos en Dragon Ball, y por eso la serie es tan popular. Dragon Ball nos invita a creer que somos intrínsecamente buenos y podemos mejorar. Aunque cometamos errores, podemos encontrar la redención y la salvación. Tenemos que perder para ganar, y estas historias nos recuerdan que sufrir no tiene nada de malo si es por una causa más noble.
Los lectores también emprenden un peregrinaje con su mente. Cada pequeña historia de los 100 capítulos del libro tiene analogías y lecciones éticas sobre cómo superar el odio, la gula, la lujuria, el deseo y cómo aprender a ser humildes, misericordiosos, honestos y valientes contra las dificultades de la existencia humana. La historia contiene una profunda sabiduría y conceptos pragmáticos, al igual que el más puro surrealismo y sinsentido, todo equilibrado mediante la poesía, el combate físico y la sátira. Cada personaje zoomorfo parece ser humano, con sus propias debilidades y pasiones. Todos ellos irradian luz sobre nuestros puntos flacos y aportan conocimiento sobre nuestra humanidad. Al apreciar su hipocresía cuando se muestran por debajo de sus ideales, reflexionamos sobre nuestros defectos y luchamos para hacer de nuestros propios ideales una realidad.
Esta historia es un tratado épico sobre el significado de la vida y de la posición de la humanidad en nuestro mundo. A través de ejemplos, nos enseña que podemos desprendernos de nuestros vicios y adquirir virtudes. O como a mí me gusta expresarlo, dejar de hacer cosas malas y seguir haciendo el bien. El avance externo de los peregrinos depende de su progreso espiritual, interno, y de la habilidad para alinearse con los niveles más altos de su fe. Cuando cumplen con la ética de su sistema de creencia, avanzan.
Este concepto se debe comprender bien, pues en épocas anteriores al pensamiento chino, un hombre no podía pagar el coste de todo su karma en una sola vida: tenías que atravesar diferentes fases de reencarnación. Sin embargo, conforme estos sistemas de creencia evolucionaron con el tiempo, dieron lugar a la idea popular de la era Wú Chéng’ēn, en la que la auto-iluminación se podía conseguir en una sola vida, aprendiendo el principio de la causa y efecto.
Los actos egoístas desencadenan un aumento del sufrimiento, mientras que el sacrificio desemboca en el cese del dolor y la consecución de la liberación. Hay un castigo o un premio cíclico por tus actos, palabras y pensamientos, hasta que aprendes lo que necesitas para mejorar tu carácter. Es el proceso del castigo lo que trae consigo milagros.
Esto se convirtió en un tema común en las historias budistas de la posterior dinastía Míng, como Xīyóujì y otra novela llamada Jīnpíngméi (金瓶梅, “El loto de oro” 1610).16 Ahora es posible pagar tus deudas y recibir la bendición caminando por el arduo sendero del autoaprendizaje. La expansión de estas historias hacia el público masivo ayuda a difundir este mensaje: una persona puede lograr la propia liberación si tiene voluntad y un camino a seguir. Los personajes de todas estas historias transitan el camino del peregrino a través del infierno, para en última instancia llegar al cielo. Esto quiere decir que el lector también puede hacerlo.
El paralelismo más cercano a Xīyóujì en Occidente es El progreso del peregrino (1678), de John Bunyan (28 de noviembre de 1628 – 31 de agosto de 1688 D.C.). Esta historia trata de un hombre llamado Christian que, por medio de la ensoñación, viaja desde la “Ciudad de la Destrucción” (la Tierra) hasta la “Ciudad Celestial” (el cielo), para arrepentirse de sus pecados y lograr la salvación en Cristo. Le Comedia (“La Divina Comedia” ~1321) del poeta italiano Dante Alighieri (1265 – 1321 D.C.) es otro ejemplo muy icónico. Aquí Dante nos cuenta la historia de un hombre que tiene que atravesar el infierno, el purgatorio y el cielo para encontrar la belleza.
Ambas son historias similares a las de Xīyóujì, con la diferencia de que, en esta última, los peregrinos logran la autorrealización y la liberación. Esto se debe a las diferencias culturales, pues si en Oriente se centran en el ámbito interno y la autorrealización, en Occidente se focalizan en una salvación externa a través de un poder superior. Es la diferencia entre apuntar al “alma” o a la “mente.” La elevación de la mente y el corazón mediante la iluminación constituye el núcleo de los tres sistemas de creencia de China. No obstante, incluso en Xīyóujì los aventureros reciben asistencia externa divina para estimularles, bien de casualidad, bien por la providencia, para que sigan persiguiendo sus objetos externos.
Esta idea de la autorrealización partiendo del interior, combinada con la intervención divina desde el exterior, se entreteje en Xīyóujì. No sorprende que la versión de Toriyama de Xīyóujì comparta estos tratos y tenga un impacto tan inspirador en sus lectores. Mientras que Gokū está inmerso en su búsqueda, a menudo recibe asistencia externa de los dioses, pero sus propios esfuerzos son los que le permiten llegar allí primero y superar sus próximos retos. Esto provoca que adoptes una perspectiva del mundo similar en tu propia lucha vital.
Los autores de tales historias mezclan hechos históricos y verídicos con la fantasía y ética moral, inculcando un compendio de auténticos valores al lector, con la esperanza de hacerle despertar y ayudarle a corregir sus caminos erróneos.
Ahora descubramos por qué Toriyama eligió a Xīyóujì como modelo para Dragon Ball, y veamos cómo adapta la historia a su propio estilo.
1 Hay otros dos monjes conocidos que hacen la travesía. El primero es Fǎxiǎn (法顯, “ley manifiesto”, 337– 422 D.C.), que viajó al oeste, desde China hasta India. El segundo es Pútídámó (菩提達摩, del japonés: Daruma, 達磨, “Bodhidharma,” alrededor del siglo V-VI D.C.), el patriarca del budismo Chán (禪, del japonés: Zen, 禅, del sánscrito: Dhyāna, ध्यान) que viajó desde la India hasta China. Ambos fueron viajes complicados a pie, pero ninguno fue tan grande como el de Xuánzàng.
2 La palabra fó (佛, del japonés: hotoke, “Buddhā”) describe un hombre (亻) que no es (弗) un hombre, es decir, “un ser que parece un hombre pero que no lo es.”” Los japoneses utilizaron este kanji hasta 1947, cuando el shinjitai (新字体, “kanji simplificado”) empezó a usarse por todo el país. Luego fue reemplazado por el hotoke (仏). El kanji utilizado antes de 1947 se llamó kyūjitai (旧字体, “antiguo kanji”), y prefiero usar este estilo porque retiene el significado más profundo, como el hànzì tradicional chino.
3 Cháng’ān (長安, “paz perpetua”) es el nombre antiguo de Xī’ān (西安, “paz occidental”). Cuando Xuánzàng emprendió el viaje, Cháng’ān era la ciudad capital y la entrada a las regiones occidentales. Por esta razón se marchó desde esta ciudad y regresó a la misma al final de la travesía.
4 Al final de la vida de Xuánzàng, a él y a su equipo de discípulos se les reconoció haber transcrito, del sánscrito al chino, más de 1.000 pergaminos, así como haber entrenado a innumerables monjes en el sistema de cultivación Yogācāra (del sánscrito: योगाचार, “el que practica yoga”, del chino: Wéishí-zōng, 唯識宗 “escuela de la única consciencia”, del japonés: Yuishiki, 唯識, “solo consciencia”) y la lógica india. El Yoga (del sánscrito: योग, del chino: yújiā, 瑜伽, “enyugar”) es la práctica que unifica la mente y el cuerpo para alcanzar la liberación. A la traducción de estos textos se le llama Yújiā shī de lùn (瑜伽師地論, “Tratado de las etapas de la práctica del Yoga”). También tradujo una versión completa del Sūtra, Mahāprajñāpāramitā (del sánscrito: प्रज्ञापारमिता, del chino: Dà bōrě bōluómì duō xīnjīng, 大般若波羅蜜多心經, “Gran corazón Sūtra”), ocho veces más largo que la Biblia, el Sūtra Saddharma Puṇḍarīka (del chino: Miàofǎ liánhuá jīng, 妙法蓮華經, “El Sūtra del Loto de la Ley Maravillosa”) e innumerables obras que se habrían perdido en la India.
5 Marco Polo (15 de septiembre de 1254 – 8 de enero de 1324) fue un aventurero italiano que viajó a China, entre otros lugares, ayudando a establecer intercambios culturales entre Oriente y Occidente. Su travesía fue similar a la de Xuánzàng, pero en la dirección opuesta.
6 Wú Chéng’ēn nació en Liánshuǐ-xiàn, el condado más septentrional de Huái’ān (淮安, “río Huái de la paz”) en Jiāngsū, China. Por esta razón, Huái’ān se suele relacionar con su lugar de origen.
7 El infierno budista no es una maldición eterna, sino un reino inferior en el que los seres se reencarnan para recompensar a su karma y reencarnarse después en otro reino.
8 Nuestros espíritus atraviesan el saṃsāra dentro del liùdào (del chino: 六道, del japonés: rokudō, “seis caminos”). Este concepto budista mantiene que todos los seres sufren en uno de los seis estados de la existencia. Estos seis gati (del sánscrito: गति, “movimientos”) dentro de la rueda del liùdào son: los seres del infierno (del sánscrito: naraka-gati, नरक, del chino: dìyùdào, 地獄道, del japonés: jigokudō), los los fantasmas hambrientos (del sánscrito: preta-gati, प्रेतगति, del chino: èguǐdào, 餓鬼道,del japonés: gakidō), los animales (del sánscrito: tiryagyōni-gati, तिर्यग्योनिगति, del chino: chùshēngdào, 畜生道, del japonés, chikushōdō), los ásura (del sánscrito: ásura-gati, असुरगति, del chino: āxiūluódào, 阿修羅道, del japonés: ashuradō, “demonios”), los humanos (del sánscrito:manusya-gati, मनुष्यगति, del chino: réndào, 人道, del japonés: nindō), y los deva (del sánscrito: deva-gati, Sanskrit: देवगति, del chino: tiāndào, 天道, del japonés: tendō, “dioses”).
9 Las enseñanzas de Buda Śākyamuni no se pusieron por escrito hasta cientos de años después de su muerte, ya que sus enseñanzas se transmitían oralmente, de corazón a corazón. Con el establecimiento de las religiones y las filosofías basadas en estas enseñanzas, se dio a luz a un texto canónico. Así, los textos en India conforman la versión más fiel de sus palabras originales, pero igualmente abstraídas del boca a boca y el paso del tiempo. La mayoría de las enseñanzas budistas se derivan de estos textos.
10 La jīngāng-lún de Sūn Wùkōng es una diadema hecha de metal. A menudo se diseña como una barra simple de metal cuyos remates coinciden en la parte delantera de la frente, curvándose hacia los lados opuestos.
11 Una de las razones por la que los peregrinos se dirigen al oeste, aparte de la lógica geográfica, es que, en la cultura china, Buddhā y su paraíso están situados en el oeste. “Dàodōng fóxī” (道東佛西, “Tào hacia el este, Buddhā hacia el oeste”). Esto genera un paralelismo poético entre su viaje físico y su travesía espiritual. Cuanto más cerca están de los sūtras, más cerca están del cielo. Cuando recuperen los sūtras, habrán alcanzado la iluminación.
12 Nirvāṇa es el concepto budista que hace referencia a los deseos de extinción y a las ataduras, para lograr un estado de felicidad no-dual o iluminación. La liberación del ciclo saṃsāra.
13 El sándalo es un símbolo de virtud y mérito del budismo, así que el título de Xuánzàng hace referencia a la virtud que acumula durante su viaje.
14 El título superior de Sūn Wùkōng también se escribe dòu-zhàn-fó (鬥戰佛, “el Buddhā luchador de la guerra”). Este nombre tiene un claro paralelismo con Son Gokū en Dragon Ball, ante su amor por la lucha.
15 Un Arhat (del sánscrito: अर्हत्, del chino: luóhàn, 羅漢, del japonés: arakan, 阿羅漢, “el digno”) es un ser despertado que trasciende la vida y la muerte. El primer nivel de la iluminación, por debajo de Bodhisattva.
16 Jīnpíngméi (金瓶梅, “El loto de oro”) es una obra de arte junto a Xīyóujì y otros clásicos mencionados anteriormente. Cuenta la historia de las estridentes aventuras sexuales de un noble y sus consortes.