América Latina y el Este Asiático:
acerca de variedades y variaciones de capitalismo
Víctor Ramiro Fernández
Cristhian Seiler
Alcides Bazza
Instituto de Investigaciones de Humanidades
y Ciencias Sociales del Litoral (IHuCSo),
UNL-CONICET (Argentina)
Introducción
En las últimas dos décadas, se ha hecho visible la gestación de un nuevo ordenamiento geopolítico y geoeconómico del sistema capitalista dado por un debilitamiento de la capacidad hegemónica norteamericana y, centralmente, producto de la visible emergencia de un nuevo centro dinámico que se ha denominado Sur Global. De forma inédita, como señala Arrighi (1994), dicha área desplegó un dinamismo industrial y económico de magnitudes similares a los países centrales agrupados en el norte.
Sin embargo, en su interior, ese dinamismo no ha sido homogéneo en términos de la intensidad del crecimiento productivo en general, particularmente, respecto a las formas que adquirió la dinámica industrial. Mientras que los países del Este Asiático (EA), a partir de un proceso macro-regional, mediado por el papel de distintivos espacios nacionales, consolidaron un mayor dinamismo industrial a nivel global (primero a través de Japón y luego, a partir de 1990, con la avasallante irrupción de China), no tuvo correlato equiparable con los países de América Latina (AL).
La formación de esta divergencia al interior del Sur Global se presenta como un relevante campo de reflexión para indagar con mayor precisión teórica dos aspectos de destacada importancia. En primer lugar, dar cuenta sobre cuáles fueron los elementos fundamentales que permitieron que algunas experiencias nacionales del EA, agrupadas en macro-regiones, alteraran la condición periférica (como son Japón, Corea del Sur, a la que podría incluirse, Taiwán) o bien desafiaran el sistema monopolar (como es el caso de China). Y, por otra parte, determinar cómo y por qué la ausencia de tales elementos reforzó la condición periférica de AL, la que se mantuvo inalterada, y reforzó su calificativo como región más desigual del planeta.
Haciendo uso de los conceptos de núcleo de acumulación y núcleo de implicación estatal (desarrollados en el capítulo 3), son puesto a prueba como puentes explicativos de esas trayectorias divergentes entre las macro regiones del Sur Global (EA y AL). Ambos conceptos permiten advertir: por un lado, los fundamentos económicos e institucionales que sostienen la variable capacidad y autonomía para alterar el posicionamiento periférico de las trayectorias nacionales y/o macro-regionales; y, por otro lado, escapar al análisis mono-escalar y estático del enfoque de variedades de capitalismo, al considerar la dinámica inestable y cambiante de esas trayectorias, a raíz de las permisividades externas y viabilidades internas propias de los procesos históricos y espaciales en la construcción de esos núcleos. Así se destaca, tanto en las experiencias del EA como de AL, la penetrante actuación de las redes económicas y políticas globales en la actual fase del capitalismo, y frente a ello, la diferencial capacidad inmunológica de los núcleos consolidados en ambas macro-regiones para viabilizar el desarrollo.
El trabajo se desarrolla en dos secciones. La primera sección profundiza comparativamente la constitución y dinamismo entre los núcleos desde la segunda posguerra. La segunda sección, pone atención en la sostenibilidad de la propiedad de los núcleos con especial foco en el EA en la fase actual del capitalismo. Finalmente, se concluye con la mención de los aportes analíticos.
1.
El desarrollo del Este Asiático y América Latina
Al abordar las experiencias del EA y AL en una perspectiva comparada para analizar desde el interior de la periferia el papel de los núcleos en la explicación alternativa de las Variedades de Capitalismo, se abren tres interrogantes que ya fueron señalados en el capítulo anterior, y se retoman en el presente a los fines de un abordaje más detenido, al incorporar la emergencia hegemónica de China en el estudio del EA. Estos son:
a.
¿Cómo intervienen esos núcleos, sus propiedades e interrelaciones, en el desarrollo de las diferentes trayectorias nacionales sobre los que se conformaron esos escenarios macro-regionales del EA y AL?
b.
¿Cuáles son las condiciones externas e internas, particularmente durante la fase monopólica y el paradigma fordista-keynesiano, que actuaron en la viabilidad u obstaculización de la formación de esos núcleos y sus relaciones en esos escenarios?
c.
¿Cómo han incidido las especificidades de esos núcleos en las repuestas nacionales y macro regionales a la fase globalizada del capitalismo y cuál ha sido la sostenibilidad de esas respuestas –y esos núcleos, con sus propiedades y relaciones–?
1.1.
La formación diferencial de los núcleos y sus relaciones con las trayectorias nacionales y macro-regionales en la fase monopólica
La introducción de los núcleos –con sus respectivas propiedades y sus interrelaciones– permite que –no obstante las especificidades de las trayectorias nacionales que forman los grandes escenarios del Sur Global– puedan reconocerse aquellas regularidades que han permitido selectivamente a un grupo de países –del EA– abandonar la condición periférica, así como dar contenidos claramente divergentes a los procesos de integración y desarrollo macro-regional del EA y AL. Sin embargo, como destacaremos, la existencia de esas regularidades en las trayectorias nacionales de dichos escenarios no vienen dadas, sino que responden a un conjunto de elementos contextuales (internos y externos) que viabilizan la presencia e interrelación de los núcleos. Especificidades históricas y procesos exógenos desafían la interpretación sincrónica y descontextualizada por el nacionalismo metodológico que domina el enfoque de Variedades de Capitalismo.
En el EA, Gereffi (1989) indica que el proceso que guio su exitoso recorrido de desarrollo (a partir de las experiencias centrales de Japón, Corea y Taiwán) estuvo centrado en la articulación de un proceso de industrialización local por sustitución de importaciones con una inserción externa dinámica. Siguiendo a Doner (2009), su concreción implicó el paso triunfante por el estrecho corredor que se abre entre un proteccionismo ineficiente, que desarrolla una matriz endógena de actores con propensión rentista y escasa capacidad de inserción externa en actividades de alta valorización, y una industrialización sustentada en enclaves sin inserción en el tejido productivo local, donde la matriz exógena de actores y sus centros de actividades y sectores dinámicos guardaba escasa vinculación con el tejido productivo local.
Como estipula Amsden (1989 y 2007), desde la segunda posguerra en el caso de Japón, y con posterioridad en Corea del Sur y Taiwán en la década de 1960, tuvo lugar un proceso de (re)construcción de los actores capitalistas locales, basada en una protección condicionada al desarrollo de determinados performances productivos y de una específica inserción externa. Ello implicaba pasar desde las fases sustitutivas más simples a las complejas a partir de un proceso constante de aprendizaje e innovación que viabilizó la extensión de los encadenamientos productivos y alcanzó los segmentos más dinámicos –y de más alta valorización– de esos encadenamientos. De ello resultó un núcleo de acumulación a la vez endógeno y dinámico que permitió cubrir dos aspectos esenciales del desarrollo (Prebisch, 1986 y 1981):
i.
un posicionamiento progresivo y más poderoso de actores capitalistas locales en las funciones de alta valorización dentro de las cadenas globales (Blyde, 2014 y Doner, 2009);
ii.
y una estructura productiva más compleja e internamente articulada –que combinó el crecimiento de productividad, ingresos y niveles de empleo–, y favoreció estructuras sociales caracterizadas por una mayor integración, bajos niveles de informalidad laboral y menores niveles de desigualdad (Jomo, 2006; Cheng y Gereffi, 1994).
Sustentados en ese núcleo de acumulación –y esos resultados–, en esos tres países se logró conformar un proceso de integración macro-regional que, bajo la forma denominada como el vuelo de los gansos ( flying geese ) sumó nuevos adeptos de la región que configuraron la denominada Association of Southeast Asian Nations (Akamatsu, 1961 y 1962; Kasahara, 2004; Ozawa, 2011 y 2011). Sin embargo, aunque éstos desarrollaron progresivamente mecanismos de sustitución de importaciones que permitieron el desarrollo del sector manufacturero y sus exportaciones, los mismos se basaron centralmente en acciones de empresas extranjeras, que conformaron una estructura económica dual compuesta por estas últimas y actuaron como ensambladoras y con escasos vínculos locales (Doner, 2009). A diferencia de los países que lideraron el flying geese, los núcleos de acumulación de éstos no lograron combinar el dinamismo y la endogeneidad, ni tampoco una capacidad estatal comparable.
La posibilidad de obtener combinadamente estas propiedades en el núcleo de acumulación, por parte de los tres países que formaron la plataforma de integración macro-regional, encuentra como elemento clave la presencia de núcleos de implicación estatal que sometieron a los capitales externos –así como a los propios capitalistas locales– a condiciones estrictas, y a dirigir estratégicamente a los actores económicos en general (véase Kohli, 2004). La configuración del núcleo de implicación estatal implicó tanto la capacidad de ofrecer protección a ciertos actores económicos, como también su disciplinamiento para evitar que dicha protección adquiriera el carácter frívolo (Fajnzylber, 1983) contrario a los intentos de innovación y aprendizaje colectivo (Chibber, 2003 y Woo-Cumings, 1999). A través de procesos específicos a nivel nacional, los mencionados estados del EA desarrollaron muchas de las propiedades que mencionamos anteriormente como condiciones cruciales de éxito para su núcleo de implicación estatal. Por un lado, estructuras coherentes y burocráticamente calificadas con agencias centralizadas para formular estrategias de acumulación en interacción con el capital local y externo (Johnson, 1982; Öniş, 1991; Chibber, 2002 y 2003; Kohli, 2004; y Chang, 2010); y, por otro lado, estrategias que permitieron a las autoridades estatales ejercer influencia sobre las corporaciones a través del control del sector financiero y su capacidad de direccionarlo hacia el sector productivo (Zysman, 1983; Cho y Kim, 1997; Woo-Cumings, 1999; Baek, 2005; y Kroeber, 2011).
Ahora bien, la presencia de las propiedades señaladas en ambos núcleos les permitió desarrollar un proceso de sinergia virtuosa. El núcleo de implicación estatal logró no solo conformar a los actores capitalistas locales, sino también orientar el desarrollo de sus comportamientos. Al mismo tiempo, la combinación de la forma endógena y dinámica del núcleo de acumulación, obtenido desde los procesos de aprendizaje e innovación de esos actores, fue dando la base de sustentación y legitimidad al núcleo de implicación estatal y su acción estratégica.
En AL, por el contrario, ambos núcleos, sus propiedades y sus formas de interacción desarrollaron características con diferencias abrumadoras (Schuldt y Acosta, 2006). En general, el tipo de núcleo de acumulación que prevaleció en la región posee una base altamente concentrada, exógena e incluye una fuerte tendencia a obtener cuasi-rentas derivadas de las ventajas de los recursos naturales antes que en los procesos de aprendizaje colectivo.
La forma fuertemente concentrada de los actores capitalistas locales, aferrada a las ventajas comparativas de los recursos naturales y ajena al riesgo y la innovación, no sufrió alteraciones sino que constituyó la base –limitante– durante la estrategia de sustitución de importaciones desarrollada muy tempranamente en la región. De hecho, la mayoría de las estrategias de industrialización sustitutiva de importaciones que se persiguieron hasta los años setenta se convirtieron en una especie de proteccionismo generalizado y frívolo que favorecía tanto a compañías locales como extranjeras, pero no al desarrollo de una estructura productiva innovadora (Fajnzylber, 1983 y 1987; Levy-Orlik, 2009). El intento de enfrentar los problemas asociados a avanzar sobre la sustitución de las fases más complejas de la industrialización mediante la promoción de la afluencia de capital transnacional, en general, intensificó la heterogeneidad socio-productiva sin contribuir significativamente al dinamismo o la complejidad de los procesos de acumulación locales a partir de procesos de aprendizajes endógenos (Véase Amsden, 2001; 2007; y Sunkel, 1971).
A diferencia de los países que lideraron el proceso de desarrollo en el EA, el núcleo de acumulación resultante en AL se caracterizó por su concentración, careció de dinamismo y exhibió una frágil base endógena, con lo cual su base de aprendizaje e innovación fue insuficiente, y su estructura de actores y sectores centrales encargados de realizarlo fue progresivamente transnacionalizada.
Desde el punto de vista de los resultados, ello trajo efectos debilitadores tanto internos como externos. En el plano interno, una mayor debilidad relativa tanto en la generación como en el control local sobre el excedente generado, impuso fuertes limitaciones tanto en los intentos políticos de redistribución como en una posible expansión de la base de acumulación. Externamente, en la capacidad de inserción externa por las vías de las actividades de alto valor, lo cual también forma un requisito para dar sostenibilidad a esos aspectos internos.
Estas características y dinámicas del núcleo de acumulación predominante en AL fomentaron –y, al mismo tiempo, fueron facilitadas por– el surgimiento de una especie de núcleo de implicación estatal con propiedades disímiles a las encontradas en el EA. En AL, no constan trayectorias nacionales en la que el Estado haya podido direccionar desde el combinado proceso de consensualidad y disciplinamiento. Aun con un protagonismo creciente durante todo el período de posguerra, fue un actor progresivamente colonizado y capturado a través de los “anillos burocráticos” que expresaban los intereses corporativos tanto del capital local como extranjero (Cardoso, 1985; Portantiero, 1989; y Faletto, 2014) . Al amoldamiento organizativo y funcional del Estado a las presiones corporativas que ello representaba, se sumó la necesidad de atender los reclamos redistributivos emanados de la activación cíclica de sectores populares (O’Donnell, 2009).
Producto de esa dinámica, el Estado conformó una estructura organizacional altamente fragmentada, incapaz de construir aquellas agencias centralizadas y generadoras de coherencia, demandadas para disciplinar a los actores capitalistas y dar al proceso de acumulación una orientación estratégica hacia el fortalecimiento endógeno y dinámico, como en las experiencias del EA (Castellani, 2002). Esto limitó su capacidad de implementar instrumentos autónomos con los cuales dirigir a los actores económicos, algo que fue reforzado junto con un grado bastante débil de control sobre el sistema financiero –escasamente desarrollado–.
Como resultado de estas propiedades, los núcleos quedaron sujetos a una sinergia negativa, en la cual el núcleo de implicación estatal careció de capacidades para direccionar los núcleos de acumulación hacia sus formas endógenas y dinámicas, mientras que en éstos se formó una matriz de actores y comportamientos que obstaculizaron esa capacidad en los núcleos de implicación estatal.
1.2.
Permisividades y viabilidades: presencias divergentes en la configuración de los núcleos
La conformación y sinergia de esos núcleos y su divergencia entre el EA y AL, como advertimos, no fue resultado de un proceso espontáneo e intra-nacional, sino que tuvo lugar a partir de la diferenciada presencia tanto de factores externos como domésticos (Beeson, 2004), o en palabras de Jaguaribe (1979), de permisividades externas y viabilidades internas históricamente construidas. Mientras que las permisividades externas aluden a alianzas geopolíticas inter-estatales que, de acuerdo a sus propios intereses, habilitan u obstaculizan estrategias de desarrollo, las viabilidades internas hacen referencia al proceso conflictivo en que Estados y actores del proceso de acumulación disputan internamente su autonomía para consolidar una estrategia de desarrollo. En este sentido, en dependencia a las propiedades antes referenciadas, se conforman relaciones sinérgicas positivas o negativas que marcan la capacidad directiva del núcleo de implicación estatal respecto al núcleo de acumulación, o bien la debilitan frente a la capacidad de los actores y lógicas del mencionado núcleo de acumulación.
Respecto a la permisividad externa, los países destacados del EA contaron con el abrigo de la estrategia geopolítica liderada por EEUU (Castells, 1992; Evans, 1998; Chibber, 2003 y 2008; y Glassman, 2011 ), el cual los colocaba como aliados dentro de la macro-región. Entre otras cosas, implicaba promover sin obstáculos el fortalecimiento de su núcleo de acumulación que potenció una industrialización sustitutiva y condicionó la inversión extranjera directa, al tiempo que EEUU ofrecía el extenso mercado como espacio de realización y pasaje del proceso de sustitución al de exportación.
En cuanto a la viabilidad interna, los propios capitalistas locales, debilitados después de procesos bélicos destructivos, enfrentaron la necesidad de conformar un escenario/proceso comunitario de desarrollo, lo que alentaba tanto su colaboración o asociación con el Estado, como la aceptación del disciplinamiento impuesto por aquel para lograr esas metas y capitalizar el mercado norteamericano (Chibber, 2003 y 2008). A esa debilidad, se sumaron los procesos de reforma agraria pretéritos a la industrialización y funcionales a la ocupación de posguerra, los que, junto a sus efectos redistributivos y sumados a la escasez de recursos naturales, impidieron la consolidación de actores capitalistas concentrados y rentistas con capacidad de bloqueo a las iniciativas estatales y su acción disciplinadora (Castells, 1992; Pempel, 1999; Kay, 2002; y Davis, 2004). Finalmente, a ello se sumó la fragilidad organizativa y subalterna de la fuerza de trabajo que no tuvo posibilidad alguna de ejercer presiones para mejorar sus condiciones laborales (Deyo, 1987 y Castells, 1992).
En lo que refiere al núcleo de implicación estatal, Kohli (2004) y Vu (2007) marcan que producto de la tradición Meiji en el caso de Japón, y del linaje colonial de este sobre Corea y Taiwán, así como en propiedades de sus propias elites, se configuraron estados meritocráticos, preparados desde su capacidad técnica y coherencia organizacional centralizada para un proceso de conducción en parte consensuado y –por sobre todo– disciplinario sobre los actores económicos locales estructuradores del núcleo de acumulación (Véase Amsden, 1989). En este sentido, el mayor condicionamiento de los capitalistas locales derivados de la reforma agraria y del contexto geopolítico, como la señalada subalternidad y exclusión de la fuerza de trabajo del proceso institucional operaron como habilitantes de la (re)construcción de los estados de posguerra bajo el desarrollo de estas propiedades (Chibber, 2003).
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En contraste con el EA, AL desplegó un escenario de viabilidades y permisividades claramente diferentes que impactaron sobre las propiedades de sus núcleos. En el campo de las (in)viabilidades internas, por un lado, Kay (2002) destaca que el limitado alcance de las reformas agrarias dejó inalterado el poder concentrado de los capitalistas locales, a lo que se sumó el poder, también concentrado, de los actores trasnacionales crecientemente presentes a partir de la década de 1950, a medida que se agravaban las condiciones del proceso sustitutivo. Por otro lado, O’Donnell (1973) manifiesta que la presencia de una fuerza de trabajo activada y organizada en diferentes frentes sectoriales y de actividad trasladaba al interior del Estado sus reclamos distributivos obligándolo a mediar en los conflictos con las distintas formas de capital. A diferencia de aquellos países que lideraron el dinamismo del EA, todo ello transformó a estos actores (capital y trabajo) en actores conformantes, condicionantes y direccionantes del Estado, lo que impactó directamente en los núcleos de implicación estatal a través del referido proceso de colonización y copamiento corporativo de sus estructuras. Como resultado de ello, se configuró una matriz de organización y funcionamiento estatal fragmentaria asentada (Esser, 1993) , a su vez, sobre una herencia de prácticas institucionales históricamente ligadas al patrimonialismo –y el extractivismo– (Acemoglu y Robinson, 2012).
Las inviabilidades internas marcadas anteriormente, fueron retroalimentadas desde el punto de vista de las permisividades externas –o intolerancias– de un medio geopolíticamente más inhóspito que el del EA. Ello se debió a la impenetrabilidad de los productos latinoamericanos en el mercado americano, como así también, de manera concomitante, con la intolerancia de las oligarquías locales para impulsar proyectos de “nacionalismo industrializador”, que podían condicionar la integración subordinada e internamente descomplejizadora de los commodities y desplegar un proyecto macro regional contra-hegemónico (Fiori, 2015).
En resumen, la existencia de inviabilidad interna y carencia de permisividad externa en las trayectorias históricas, y particularmente de la forma de construcción estatal y acumulación industrial en la posguerra, impactaron en las calidades de los núcleos y sus relaciones. Ello dio lugar a estructuras de reproducción interna y performances externos divergentes que explican el diferencial dinamismo del EA y AL –con todas sus especificidades internas– y las variaciones que tuvieron lugar desde la fase del capitalismo monopólico al interior de la periferia.
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2.
Los cambios en la fase global del capitalismo: desde las respuestas diferenciadas a la (in)sostenibilidad en las propiedades de los núcleos
A partir de mediados de 1970, la crisis de la fase monopólica dio lugar a un cambio cualitativo del sistema capitalista que impactó tanto en los procesos de producción y realización como de la intervención estatal, es decir, en los ámbitos donde se configuran ambos núcleos.
En lo que respecta al primer aspecto, basado en una revolución tecnológica centrada en la información, las formas nacionalmente centradas del capitalismo monopólico fueron transformadas a partir de la emergencia de las redes económicas globales, en las que operan decisiones de producción y realización a escala global en tiempo real (Castells, 1996). Al interior de ellas, Sassen (2010) y Dicken (2011) destacan que tuvieron lugar múltiples procesos de des/multi-localización de actividades, al tiempo que las ETN re-centralizaron el control de los mismos. Ello fue viabilizado por una transformación en la geografía y las lógicas de la regulación, que contempló cambios profundos en la organización escalar, así como el desarrollo de las redes políticas globales con centro en las organizaciones supranacionales (particularmente financieras), y un papel activo de los estados centrales en la formación y contenidos de esas organizaciones (Brenner, 1997; Cox, 1987; y Wade, 1990) . Bajo el liderazgo de estas últimas, las redes políticas globales desplegaron nuevas vinculaciones con los estados de la periferia y procuraron adecuar su organización y funcionamiento, y compatibilizarlo al despliegue –subordinador– de las redes económicas globales y las actividades de más alta valorización, cuyos comandos se encuentran a cargo de las ETN en los países centrales.
En ese nuevo escenario, ¿cuáles fueron las variaciones de las trayectorias nacionales y macro regionales que tuvieron lugar al interior de la periferia a partir de enfrentar estos procesos? Este interrogante y la asimilación de ese cambio cualitativo, desnuda los límites del nacionalismo metodológico que dominó al enfoque de Variedades de Capitalismo y obliga a superarle al considerar las variaciones capitalistas al interior de la periferia a la luz de esos cambios cualitativos que imponen el funcionamiento de las redes económicas y políticas globales que, por lo indicado, redefinen, pero no alteran las relaciones centrales y periféricas. En el marco de esas redefiniciones, surgen dos aspectos que responden a los interrogantes ya formulados, y que observaremos a continuación:
a.
La configuración de los núcleos (sus propiedades y relaciones) desarrollados y consolidados en el EA y AL durante la fase monopólica explican la forma diferencial en que esas macro regiones reaccionaron y se re-vincularon a las redes económicas y políticas globales.
b.
La (in)sostenibilidad intra-nacional de las propiedades de los núcleos y su relación sinérgica a partir del nuevo vínculo con las mencionadas redes económicas y políticas globales.
2.1.
Respuestas diferenciadas en el contexto de la fase globalizada
En lo que hace al primer aspecto, en el caso de AL el proceso de reestructuración global convergió hacia mediados de 1970 con el agotamiento de la estrategia sustitutiva y los límites crecientes del núcleo de implicación estatal para dar continuidad al proceso industrializador (Ocampo y Ros, 2011). Ello agudizó la crisis y facilitó el ingreso del capital financiero excedente, dando lugar a un inédito proceso de endeudamiento tomado por estados débiles, insertos en un regresivo estancamiento del proceso de acumulación que se extendió durante toda la década de 1980.
Hacia 1990, con la llegada del Consenso de Washington, la ofensiva del capital financiero y productivo controlante de las redes económicas globales impactó sobre los núcleos de acumulación como en los núcleos de implicación estatal. En estos últimos fueron drásticamente removidos los procesos regulatorios nacionales montados para desarrollar la sustitución de importaciones (Ocampo, 2011; y Palma, 2009) . La desregulación de las cuentas de capital y la penetración extranjera del sistema financiero eliminaron un instrumento fundamental del núcleo de implicación estatal para cualificar el núcleo de acumulación a través de la vinculación del capital financiero hacia el productivo (Ffrench-Davis, 2005; Soto, 2013) . Como efecto de lo anterior, el núcleo de acumulación profundizó el componente exógeno, así como su falta de dinamismo basada en la ausencia persistente de inversión en el aprendizaje y la innovación (Véase Cimoli, 2005), y la creciente presencia de capitales transnacionales en actividades con alta rentabilidad pero baja complejidad productiva y contenido tecnológico, como indica (Arceo, 2005).
Observada integralmente AL, la respuesta a la acción de las redes estuvo dominada por un acoplamiento subalterno a las mismas a partir de un cambio profundo a nivel del núcleo de implicación estatal, producto de su acondicionamiento a los organismos internacionales y una continuidad en la forma exógena y escasamente dinámica del núcleo de acumulación. Como resultado de ello, y no obstante el ingreso masivo de inversión extranjera directa, Ocampo y Ros (2011) y Arceo (2005) marcan que no solo se produjo una reducción de las tasas de crecimiento en comparación con el período ISI y una desindustrialización prematura de la región, sino que se vieron afectados los planos internos y externo donde se define el desarrollo. Respecto al primero, Portes y Hoffman (2003) advierten que se agravó la heterogeneidad de la estructura socio-productiva, así como la prevalencia de una sociedad cada vez más informal, desigual y dualizada; en la dimensión externa, Blyde (2014) considera que se reforzó la inserción subordinada en las redes económicas globales bajo el predominio de la producción de bajo valor agregado.
En cambio, a diferencia de AL, la constitución de las propiedades y la interacción virtuosa de los núcleos durante la fase monopólica en las experiencias del EA le confirió un poder inmunológico marcadamente divergente para enfrenar la penetración de las redes económicas globales, ya que operaron como centros de respuestas antes que como meros nodos de acoplamiento subordinado como sucedió en AL. El EA, a partir de mantener internamente la dirección del núcleo de implicación estatal a través de su coherencia organizacional y funcional –productiva y financiera– sobre el dinamismo y endogeneidad del núcleo de acumulación, no solo gestó condiciones de inserción externa en procesos y funciones de más alta valorización (Doner, 2009; Blyde, 2014) , sino que en el plano interno, y en el contexto de la imposición global del proyecto neoliberal, facilitó la creación de condiciones de mayor homogeneidad social que trajo aparejada mayor igualdad (Jomo, 2001).
La divergencia entre el EA y AL, no solo es indicativa de que unas trayectorias de desarrollo son más exitosas que otras, sino que, en el marco del más reciente proceso de dinamismo del Sur Global como un todo, la emergencia de condiciones –externas e internas– diferenciadas abre nuevos interrogantes sobre las nuevas asimetrías al interior de lo que tradicionalmente se ha denominado periferia del sistema-mundo (Fernandez, Lauxmann y Trevignani, 2014) . A título ilustrativo, puede mencionarse el desafiante escenario de multipolaridad que se abre con la avasallante irrupción de China que, a juicio de (Arrighi, 2007), coloca progresivamente al gigante asiático como la “unidad” que disputará el relevo en la hegemonía del nuevo ciclo de acumulación y, siguiendo a Fernández (2013), encuentra en el propio Sur Global un campo de expansión y nuevas formas de subordinación.
2.2.
La (in)sostenibilidad de los núcleos y sus relaciones virtuosas en el EA
La formación de los núcleos, sus propiedades e interrelaciones en la fase monopólica del capitalismo parecen explicar no solo las diferencias estructurales entre el EA y AL al momento de enfrentar la nueva fase globalizada y la acción penetrante de las redes económicas y políticas globales que la configuran, sino también la excepcional salida de la posición periférica y/o semi-periférica de ese conjunto reducido de países del EA que lideraron la integración macro regional.
Sin embargo, el análisis de las variaciones capitalistas y las trayectorias diferenciadas al interior de la periferia que acabamos de considerar no puede realizarse a partir de una relación unidireccional y estática entre los núcleos y las redes económicas y políticas globales. Por el contrario, se debe notar el marco de relaciones conflictivas y bi-direccionales que se establecen entre los mismos, las que generan cambios que pueden restar sostenibilidad a esa interacción virtuosa de los núcleos –observados en el EA y ausentes en AL– a partir de la alteración de las condiciones de permisividades externas y viabilidad interna.
En ese sentido, no obstante, los resultados exitosos producto de la sinergia virtuosa de los núcleos, las experiencias analizadas del EA debieron enfrentar un proceso de crisis y reestructuración que horadó tanto la endogeneidad y el dinamismo de los núcleos de acumulación, como la capacidad de direccionamiento de los núcleos de implicación estatal, el que no resultó internamente inofensivo.
Primeramente, la crisis financiera y la estanflación se hicieron presentes en Japón hacia finales de 1980 e inicios de 1990 (Ross, 2008), mientras que hacia 1997 el crash monetario y devaluatorio en el sudeste asiático redujo drásticamente las economías de Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán, entre otros países de la región. En la gestación de esas crisis pero, sobre todo en los cambios sobrevinientes a las mismas, operó una fuerte presión por el desmantelamiento de los núcleos de implicación estatal desarrollistas. Estos cambios fueron impulsados progresivamente en Japón y más bruscamente en Corea por las fuerzas neoliberalizadoras direccionadas por las fracciones trasnacionalizadas del capital que controlan las redes económicas globales, así como por los organismos internacionales que controlan las redes políticas globales (Véase Schoppa, 2006; Estévez-Abe, 2008; Crotty y Lee, 2005; y Lim y Jang, 2006).
Esa presión desmantelatoria no fue ciertamente unicausal. En primer lugar, hubo un retiro visible de la permisividad externa dada por la geopolítica americana de posguerra. Luego del apagamiento de la guerra fría, EE.UU. se dirigió, por un lado, hacia la protección de sus mercados y la reducción de las permisividades del EA (Bello, 1999); y, por otro lado, a facilitar la ofensiva de sus propios capitales productivos y, sobre todo, financieros en esos escenarios (Véase Gowan, 1999; y Ji, 2013). Por su parte, al interior de los propios socios del flying geese , comenzaron a recelarse las transferencias cooperativas de conocimiento y a valorizarse los riesgos de los catching up (Hart-Landsberg y Burkett, 2001; Ji, 2013) .
El elemento estructurador fue la nueva lógica acumulativa de las fracciones del capital global y el intento de las mismas de reposicionarse y recomponer su control de los procesos de acumulación, particularmente a través del papel central y creciente de sus segmentos –y formas– financierizados. Bajo esas nuevas lógicas, y bajo una fuerte presión liberalizadora sobre el intervencionismo del núcleo de implicación estatal (Jomo, 2003 y 2006 ) visible en todo el EA desde 1980, dichas fracciones pugnaron por el desplazamiento del control estatal sobre el sistema financiero y su reemplazo por un sistema desregulado, guiado por los criterios del mercado de capitales (Crotty y Lee, 2005; Wade y Veneroso, 1998) . En su concreción, como muestran los trabajos de Evans (1998), Chang y Evans (1999), Crotty y Kang-Kook (2001), Crotty y Lee (2005) y Park (2013), junto al poder penetrante de esos actores y lógicas de financierización incorporadas a las redes económicas globales a partir de la presión “liberalizadora”, actuó un cambio en las condiciones de viabilidad interna generadas por el plegamiento a ese proceso de los grupos locales –concentrados, progresivamente trasnacionalizados–, crecientemente independizados de la “asistencia consensual y disciplinaria del Estado” (algo muy visible en Corea).
En este sentido, el escenario de permisividad y viabilidad de posguerra viró hacia uno de fuertes presiones trasnacionales por el desmantelamiento de aquellos mecanismos que, a través de la intervención estratégica (consensual y disciplinaria) del núcleo de implicación estatal aseguraron, aún después de la crisis capitalista de finales de 1960, un proceso de crecimiento que distinguió a la región del EA (Crotty y Lee, 2005; Jomo, 2006; y Doucette, 2009) .
Si bien el desmantelamiento no operó automática ni generalizadamente, por cuanto convivió largo tiempo con el rol proactivo del Estado, la potencia del penetrante capital trasnacional asociado al globalizado capital “vernáculo”, contenía una nueva lógica –de matriz financiera– sustentada en la progresiva imposición de prácticas cortoplacistas (Jomo, 2003; Yeung, 2000) , propia de la movilidad ganada por el capital (Epstein et al., 2014).
Estas transformaciones contribuyeron a redefinir el vínculo virtuoso existente entre el Estado y los grupos empresarios, sustentado en un capital paciente formado por la dirección estatal y un sistema financiero basado en bancos (estatales) que garantizaba los procesos de aprendizaje e innovación productivos y, con ello, el impresionante proceso de desarrollo de posguerra (Ver Crotty y Lee, 2002). Esa redefinición encontró respaldo en los organismos internacionales, particularmente el FMI (Wade y Veneroso, 1998; Crotty y Lee, 2002) , que alentaron activamente la visión de la necesidad de afirmar la desregulación y la des-implicación estatal para desactivar las ineficiencias y predisposiciones a la corrupción que formó parte del “capitalismo de amigos” ( crony capitalism ) (Lee, 1999; Lim, 1997; y Rosenberger, 1997). El argumento encontró eco al interior de la propia estructura estatal de donde surgió un relato crítico sobre la ineficiencia de la “sobreinversión” (Crotty y Kang-Kook, 2001; Thurbon, 2003) y los efectos corrosivos de las prácticas de corrupción que tenían lugar en la interacción del Estado con los capitales privados, imputables a una estructura vertical –y autoritaria– para explicar las crisis, como también advierte Ji (2013).
La penetración conjunta de capital trasnacional a través de las redes económicas globales y de los organismos internacionales a través de las redes políticas globales, operó retro-alimentariamente sobre el núcleo de acumulación y el núcleo de implicación estatal sobre dos aspectos sustantivos de su sinergia virtuosa de posguerra: el dinamismo y la endogeneidad. El primero, a partir del socavamiento del “capital paciente” sobre el cual maceran los procesos colectivos de aprendizaje, amenazados crecientemente por el rentismo de la financierización cortoplacista. El segundo, progresivamente debilitado por la trasnacionalización del aparato financiero y la exogeneización del capital trasnacional originado en los grupos capitalistas locales.
Esa afección en el núcleos de acumulación, a su vez, fue facilitada por –pero también generadora de– un debilitamiento de la capacidad del núcleo de implicación estatal para orientar las propiedades del núcleo de acumulación, a través del desplazamiento/desmantelamiento de sus estructuras centralizadas de planificación y disciplinamiento (Henderson, 2011), hacia la creación de un marco conceptual-ideológico desde los propios agentes estatales que fue compatible con las formas adoptadas por el núcleo de acumulación y promocionadas por los organismos internacionales. Paradojalmente, montado sobre la necesidad de una intervención activa del Estado para su concreción advertida por Kiely (1998) 1 , según Crotty y Lee (2002) y Chang y Evans (1999) ese marco vino a cuestionar su rol de director estratégico del núcleo de acumulación en un escenario de distanciamiento de los actores dominantes del mismo que, siguiendo a Henderson y Hulme (2002), terminó de resquebrajar su autonomía y readecuar su implicación a las lógicas reproductivas cortoplacistas de las fracciones transnacionalizadas del capital. De este modo, el núcleo de implicación estatal resultó debilitado en su capacidad de control directo sobre el capital financiero ya que, como muestra Crotty y Lee (2005), accedió a las presiones por flexibilización de la relación laboral y el aliento al posicionamiento del capital externo en el mercado local.
En suma, el análisis de las variaciones del capitalismo al interior de la periferia, muestra que aquellos elementos virtuosos a nivel de los núcleos y sus relaciones resultan inestables y sujetos a la propia lógica contradictoria del capitalismo. Tachibanaki (2006) y Shin (2010) sostienen que los cambios surgidos de esa inestabilidad no resultan inocuos desde el punto de vista de los efectos sociales, advirtiéndose claramente un proceso de desigualación y precarización de la fuerza de trabajo en los países insignias del desarrollo del EA, como Japón y Corea.
Conclusiones
Utilizando el categorial conceptual de los núcleos, el presente trabajo se focalizó en analizar las divergencias macro-regionales en el heterogéneo Sur Global, no solo para resaltar sus diferentes trayectorias nacionales y macro regionales respecto a su variación en su inserción global, sino también para mostrar su capacidad analítica frente al enfoque de Variedades de Capitalismo.
En este sentido, hemos argumentado que la construcción de los núcleos de acumulación y núcleos de implicación estatal solo pueden ser entendidas en el marco de su relación dialéctica con las estructuras y dinámicas internas (asociados a la estructura del capital, el poder del trabajo y la trayectoria institucional), y las dinámicas globales enmarcadas por las redes económicas y políticas. En función de ello, la fortaleza endógena de los núcleos de acumulación y su maleabilidad desde los núcleos de implicación estatal puede ser lograda, particularmente en los contextos periféricos, atendiendo tanto a la permisividad de los actores globales, por un lado, y –fundamentalmente– por las condiciones de viabilidad de su propia trayectoria histórica y calidad del núcleo de implicación estatal, por otro. Por lo tanto, la interacción de los núcleos con el marco geoeconómico y geopolítico da cuenta de la condición de permisividad (otorgada a los países del EA en el contexto de la Guerra fría) o bien la inhabilitación (para el caso de AL) al momento de alterar sus respectivas trayectorias nacionales y/o macro regionales.
Sin embargo, como señalamos en la última parte de este trabajo, y como una de las advertencias claves para considerar estos procesos, remarcamos que las relaciones entre los núcleos y las redes económicas y políticas globales no deben considerarse unidireccional ni estáticamente. Curiosamente, en los últimos años el EA ha mostrado un claro retroceso en la configuración endógena de los núcleos de acumulación en varios de sus países miembros (particularmente, en Corea del Sur), y con ello un debilitamiento del núcleo de implicación estatal en la capacidad de direccionarlo. Como resultado de fuertes presiones desreguladoras y la pérdida del control estatal sobre el sector financiero (en buena medida, debido a la progresiva penetración de los organismos internacionales), así como la pérdida gradual del poder disciplinante que ejercía el Estado sobre los grupos empresariales, el núcleo de implicación estatal se encontró con núcleos de acumulación cada vez más trasnacionalizados y menos dependientes de su dirección y apoyo.
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