PONES EN MARCHA EL VIBRADOR
Hay parejas que cuando lo dejan, por acuerdo común y en buenos términos, echan el último polvo de despedida. No tuviste eso con Sergi y vuestra última vez no es un recuerdo muy bueno. Fue una noche después de cenar con unos colegas de su trabajo. Recuerdas haberte reído mucho. A ojos de los demás, parecíais la pareja ideal. Os llevabais muy bien y os conocíais al dedillo, además para la convivencia erais compatibles casi al cien por cien. Lo que no sabían es que en la cama no llegabais a pillaros el punto el uno al otro. Para Sergi había una postura ideal y el resto le eran indiferentes. ¿Para qué esforzarse si el fin era el mismo? Y a ti te aburría mucho acostarte con él. Era algo necesario como pareja, para poder diferenciarlo de un amigo, pero atracción, lo que es atracción, bien poca. Al final de aquel polvo, te dijiste que no estabas dispuesta a que tu vida sexual se redujera a un mete-saca, mete-saca en una postura insulsa. Aunque te costó bastante dar el paso. Casi podrías agradecerle al señor Aguilar que te hubiera dado la solución en bandeja de plata.
Esperas que en Francia sea diferente, que puedas reconciliarte con la parte de tu cuerpo más olvidada, que podáis volver a entenderos como lo hacíais en aquellos tiempos lejanos en los que descubriste su tierno uso.
Para empezar a calentar motores te has propuesto darle un rato al vibrador. Eso corre mucha más prisa que cualquier otra cosa. Así que, como si estuvieras en una cita, apagas las luces y retiras las cortinas para que se filtre un poco de luz. Pones música tranquila, te haces con tu verga de color y te metes bajo las sábanas. Cierras los ojos e imaginas que tu jefe está a tu lado, que ha venido a decirte en persona que te contrata y que tú se lo has querido agradecer invitándolo a entrar. Acaricias tus zonas erógenas y empiezas a quitarte la ropa. Saboreas el momento, paseando la lengua por los labios, imaginándote que Didier Goulard te está besando. La música te envuelve. Aprietas tus pechos y palpas tu vagina con una mano, mientras que con la otra le das al on. Y…
No se enciende.
Abres los ojos preguntándote si no habrás pulsado otro botón. Te incorporas y lo compruebas mientras el ambiente que te has creado se desvanece con el contratiempo. Lo vuelves a intentar, pero aquello no reacciona. A lo mejor se ha jodido después de tanto tiempo sin usarlo. O quizás…
Buscas si tiene algún cajetín para las pilas, convencida de que ese debe ser el problema, y entonces descubres un agujerito parecido al del móvil por donde se suele enchufar el cable de la batería.
−Joder.
Te la has dejado en Barcelona, ¡y encima el cargador universal no funciona! ¿A quién se le ocurre fabricar un vibrador con un cargador específico? Joder, ni que fuera de Apple.
Tu momento se ha ido a la mierda.
Cabreada, lanzas el vibrador a la maleta y la cierras. Ahora mismo te sientes enjaulada en tu habitación, así que decides que lo mejor será salir a dar una vuelta, descubrir los encantos de la ciudad y cambiar de ánimo.