He deseado, como cualquier artista, crear un pequeño mundo con las cosas hermosas, agradables y significativas de este mundo malogrado y torpe, y mostrar, en una visión, algo de la faz de Irlanda a cualquiera de mi propio pueblo que quisiera mirar hacia donde le invito a hacerlo. Por tanto, he puesto por escrito con exactitud y sinceridad mucho que he visto y oído, y excepto a modo de comentario, nada que tan sólo haya imaginado. Sin embargo, no he hecho el menor esfuerzo por diferenciar mis propias creencias de las de los campesinos, sino que más bien he dejado que mis hombres y mujeres, espíritus necrófagos y duendes1 siguieran su camino sin que los ofendiera ni defendiera ningún argumento mío. Las cosas que un hombre ha oído son hilos de vida, y si tira cuidadosamente de ellos desde la confusa rueca de la memoria, quien así lo desee puede tejerlos y formar con ellos la vestimenta como cualquier otro, pero intentaré quedarme al calor de ella, y me daré por contento con que mal no me siente.
La Esperanza y la Memoria tienen una hija, y su nombre es Arte, y esta hija ha edificado su morada lejos del encarnizado campo en que los hombres cuelgan sus vestimentas de ramas bifurcadas para que hagan de banderas de batalla. Oh, amada hija de la Esperanza y de la Memoria, quédate conmigo un poco.
W. B. YEATS
1893