La tormenta (4)
¡Te recuerdo en los días de tormenta!
Abrías la ventana y proclamabas
la lluvia como el árbol. Venerabas
la aparición benigna de la menta
y del trébol. La tierra distendía
espacios naranjados. Era el riego
espontáneo, económico, el sosiego
inexpugnable. Era el propicio día:
con cintas mágicas de lencería
trenzabas y enjaulabas el espliego.
Blanco destino de alacena fría
dabas a las espigas tan fragantes,
camisón y vestido veraniego,
hilo de sábanas dulcificantes.
4- Hay otro poema titulado “Tormenta”, véase pág. 218 de Poesía Completa II.