Testimonio para Marta (26)
Brillaba el sol de octubre y apenas lo veíamos,
cantaban las torcazas y apenas las oíamos.
¡Hablábamos y hablábamos, cruzábamos las calles
como en las pesadillas cargadas de detalles!
El Río de la Plata no parecía el mismo,
la llanura amarilla tampoco. Era un abismo.
¡Durante cuánto tiempo nos persiguió el terror
con sus caras obscenas, el impune opresor!
¡Durante cuánto tiempo, la fiesta aniversaria,
el disparate, el libro de enseñanza primaria,
la incesante inscripción, la furia, la vergüenza,
la adulación ardiente, la delación, la ofensa!
¡Durante cuánto tiempo, la cárcel, la locura,
la desaparición de una persona pura!
Saberlo era difícil, pues el tiempo no cuenta
cuando los hombres sufren y la vergüenza aumenta.
Era triste, era horrible, y era también ridículo.
El infierno no es más proficuo en desventuras
ni el diablo más sagaz en inventar torturas.
Pronunciando mentiras, provocando penurias
por medio de bocinas, vociferaban furias
como las mitológicas que persiguen a Orestes.
Las tiranías son siempre como las pestes.
Tendrás que recordarlas, existen estas cosas:
hay hombres todavía que veneran a Rosas.
Nos parece después de pasar la agonía
que es un sueño esta luz de octubre, esta alegría.
Las cofradías ávidas, los bustos se derrumban
y los gritos que se oyen de libertad retumban.
No queremos gobiernos, Marta, totalitarios,
no queremos volver a ser los adversarios
de personajes crasos, de anticuados tiranos
menos originales que los peores romanos.
Que haya existido Hitler abruma todavía.
Tenemos que abolir la aviesa tiranía,
abolir las torturas, volver a ser dichosos.
Que me escuchen los Dioses más misericordiosos:
Que no renazca el sol, que no brille la luna,
si un tirano como éste siembra nueva infortuna,
engañando a la patria. Es tiempo ya que muera
esa raza maldita, esa estirpe rastrera.
Que sólo en los museos estén los dictadores
como remotos saurios y no como señores.
26- En Sur, Buenos Aires, Nº 237, noviembre-diciembre de 1955.