En una entrevista hasta ahora inédita, realizada bajo los auspicios de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, Feynman recuerda su vida en la ciencia: su aterradora primera conferencia ante una audiencia repleta de premios Nobel; la invitación a trabajar en la primera bomba atómica y su reacción a ello; la ciencia tipo «cultos cargo»; y esa extemporánea llamada de madrugada de un periodista que le informaba de que acababa de ganar el Premio Nobel. Respuesta de Feynman: «Podría usted habérmelo dicho por la mañana».
NARRADOR: Mel Feynman era un viajante de una empresa de uniformes en la ciudad de Nueva York. El 11 de mayo de 1918 recibió con alegría el nacimiento de su hijo Richard. Cuarenta y siete años después, Richard Feynman recibía el Premio Nobel de Física. En muchos aspectos, Mel Feynman tuvo mucho que ver con dicho logro, como relata Richard Feynman.
FEYNMAN: Bueno, antes de que yo naciera, él [mi padre] le dijo a mi madre que «este niño va a ser un científico». No se pueden decir ahora cosas así ante los movimientos de liberación de las mujeres, pero ésas son las cosas que se decían aquellos días. Pero él nunca me dijo que yo tenía que ser científico… Me enseñó a apreciar las cosas que iba conociendo. Nunca hubo ninguna presión. Más adelante, cuando yo había crecido, él me llevaba a dar paseos por el bosque y me mostraba los animales y los pájaros y todo eso… me hablaba de las estrellas y de los átomos y todo lo demás. Me decía lo que pasaba con ellos y qué los hacía tan interesantes. Tenía una actitud hacia el mundo y una manera de mirarlo que yo encontraba profundamente científica para un hombre que no tenía una formación científica directa.
NARRADOR: Richard Feynman es ahora profesor de física en el Instituto de Tecnología de California en Pasadena, donde ha permanecido desde 1950. Dedica parte de su tiempo a la enseñanza y otra parte a teorizar sobre los minúsculos fragmentos de materia con los que está construido nuestro universo. A lo largo de su carrera, su imaginación a veces poética le ha llevado a muchas áreas exóticas: las matemáticas implicadas en la construcción de una bomba atómica, la genética de un virus simple y las propiedades del helio a temperaturas extremadamente bajas. El trabajo que le valió el Premio Nobel por el desarrollo de la teoría de la electrodinámica cuántica ayudó a resolver muchos problemas físicos de un modo más directo y más eficiente que lo que había sido posible hasta entonces. Pero, una vez más, lo que puso en marcha esa larga cadena de logros fueron largos paseos por el bosque con su padre.
FEYNMAN: Él tenía su modo de mirar las cosas. Solía decir: «Supongamos que fuéramos marcianos que veníamos a la Tierra y mirábamos a estas extrañas criaturas que hacen cosas; ¿qué pensaríamos? Por ejemplo —decía—, supongamos que nosotros no dormíamos nunca: somos marcianos y tenemos una conciencia que trabaja continuamente. Y entonces nos encontramos con estas criaturas que paran durante ocho horas todos los días, cierran sus ojos y se quedan más o menos inertes. Tendríamos una pregunta interesante que hacerles. Les diríamos: “¿Qué se siente durante todo este tiempo? ¿Qué pasa con sus ideas? Ustedes están funcionando muy bien, están pensando con claridad y… ¿qué sucede entonces?, ¿se para todo repentinamente o se va haciendo todo cada vez más lento hasta que llega a pararse? ¿Cómo exactamente desconectan ustedes sus pensamientos?”». Más tarde reflexioné mucho sobre ello, y cuando estaba en la universidad hice experimentos para tratar de descubrir la respuesta a qué es lo que sucede con los pensamientos de uno cuando se duerme.
NARRADOR: Inicialmente, el doctor Feynman tenía intención de ser ingeniero eléctrico, utilizar la física para hacer cosas útiles para él y el mundo que le rodeaba. No tardó mucho en darse cuenta de que lo que más le interesaba realmente era aquello que hace que las cosas funcionen, los principios teóricos y matemáticos que subyacen a la actuación del propio universo. Su mente se convirtió en su laboratorio.
FEYNMAN: Cuando yo era joven, lo que llamo el laboratorio era tan sólo un lugar para juguetear, hacer radios, artilugios, fotocélulas y cualquier otra cosa. Me quedé muy sorprendido cuando descubrí a qué le llaman laboratorio en una universidad. Es un lugar donde se supone que uno mide algo de forma muy seria. Yo nunca medí una maldita cosa en mi laboratorio. Sólo jugueteaba y hacía cosas. Éste era el tipo de laboratorio que tenía cuando era joven y pensaba de esa manera. Pensaba que ése era el camino que yo iba a seguir. Pues bien, en ese laboratorio tenía que resolver ciertos problemas. Solía reparar radios. Por ejemplo, tenía que coger una resistencia para ponerla en serie con un voltímetro de modo que éste operase con diferentes escalas. Cosas así. De modo que empecé a descubrir estas fórmulas, las fórmulas de la electricidad, y un amigo mío tenía un libro con fórmulas sobre electricidad y con las relaciones entre las resistencias. Tenía cosas como: la potencia es el producto de la intensidad de corriente por el voltaje; el voltaje dividido por intensidad de corriente es la resistencia; había seis o siete fórmulas. A mí me parecía que todas estaban relacionadas, que no eran realmente independientes, sino que unas podían derivarse de otras. Y así, empecé a tantear y, a partir del álgebra que había aprendido en la escuela, entendí la forma de hacerlo. Me di cuenta de que las matemáticas eran importantes en este asunto.
Así que cada vez me interesé más por el asunto de las matemáticas asociadas a la física. Además, las matemáticas por sí mismas tenían un gran atractivo para mí. Las amé toda mi vida. […]
NARRADOR: Después de graduarse en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, Richard Feynman se trasladó a la Universidad de Princeton, aproximadamente 700 kilómetros al suroeste, donde finalmente obtendría su doctorado. Fue allí, a la edad de veinticuatro años, cuando dio su primer seminario formal. Fue una conferencia llena de acontecimientos.
FEYNMAN: Cuando era licenciado trabajaba como ayudante de investigación con el profesor Wheeler,[1] y juntos habíamos elaborado una nueva teoría sobre cómo actuaba la luz, cómo tenía lugar la interacción entre átomos en diferentes lugares; en aquella época era una teoría aparentemente interesante. Así que el profesor Wigner,[2] que era quien organizaba los seminarios, sugirió que diéramos un seminario sobre ello, y el profesor Wheeler dijo que puesto que yo era joven y no había dado ningún seminario antes, sería una buena oportunidad para aprender a hacerlo. Así que ésta fue la primera charla técnica que di.
Empecé a prepararlo. Entonces vino Wigner y me dijo que pensaba que el trabajo era suficientemente importante y por ello había invitado especialmente al seminario al profesor Pauli, que era un gran profesor de física que procedía de Zurich, al profesor Von Neumann, el mayor matemático del mundo; a Henri Norris Russell, el famoso astrónomo, y a Albert Einstein, que vivía allí cerca. Me debí quedar absolutamente pálido o algo similar porque él me dijo: «Ahora no te pongas nervioso, no te preocupes por ello. Antes de nada, si el profesor Russell se queda dormido, no te sientas mal, porque él siempre se queda dormido en las conferencias. Cuando el profesor Pauli mueva la cabeza mientras tú hablas, no te animes, porque él siempre mueve la cabeza, tiene parálisis», y así sucesivamente. Esto me tranquilizó un poco, pero seguía preocupado. Así que el profesor Wheeler me prometió que él respondería a todas las preguntas y que todo lo que yo tenía que hacer sería dar la conferencia.
Recuerdo mi entrada… ustedes pueden imaginarse esa primera vez, era como atravesar un fuego. Había escrito todas las ecuaciones en la pizarra por adelantado, así que toda la pizarra estaba llena de ecuaciones. A la gente no le gustan tantas ecuaciones, prefieren entender las ideas. Y recuerdo que entonces me levanté para hablar y allí estaban estos grandes hombres entre la audiencia: era aterrador. Aún puedo ver mis propias manos cuando sacaba los artículos del sobre en donde los llevaba. Temblaban. Pero en cuanto cogí el papel y empecé a hablar me sucedió algo que siempre me ha sucedido desde entonces y que es maravilloso. Si estoy hablando de física, amo el tema, sólo pienso en física, no me preocupa dónde estoy; no me preocupo por nada. Y todo fue muy fácil. Simplemente expliqué todo el asunto lo mejor que pude. No pensé en quién había allí. Sólo pensaba en el problema que estaba explicando. Y al final, cuando llegara el tiempo de las preguntas, yo no tenía nada por lo que preocuparme porque el profesor Wheeler iba a responderlas. El profesor Pauli se puso de pie, estaba sentado junto al profesor Einstein. Dijo: «Yo no creo que esta teoría pueda ser correcta debido a esto y aquello y esta otra cosa y así sucesivamente, ¿no está usted de acuerdo, profesor Einstein?». Einstein dijo: «No-o-o-o», y ése fue el no más bonito que he oído nunca.
NARRADOR: Fue en Princeton donde Richard Feynman supo que incluso si él viviera toda su vida en el mundo de las matemáticas y la física teórica, había otro mundo ahí fuera que insistiría en hacerle demandas muy prácticas. En aquellos años el mundo estaba en guerra, y Estados Unidos acababa de empezar a trabajar en la bomba atómica.
FEYNMAN: Precisamente en aquella época, Bob Wilson entró en mi habitación para hablarme de un proyecto que estaba empezando y que tenía que ver con producir uranio para bombas atómicas. Dijo que había una reunión a las tres y que era un secreto, pero él sabía que cuando yo supiese cuál era el secreto tendría que ir con él, de modo que no había peligro en decírmelo. Dije: «Cometes un error al contarme el secreto. No voy a ir contigo. Me vuelvo a hacer mi trabajo, a trabajar en mi tesis». Él salió de la habitación diciendo: «Vamos a tener una reunión a las tres». Eso [sucedió] por la mañana. Empecé a caminar por el piso y a pensar en las consecuencias que tendría que la bomba estuviese en manos de los alemanes y todo eso, y decidí que era muy excitante y muy importante hacerlo. Así que fui a la reunión de las tres y dejé de trabajar en mi doctorado.
El problema consistía en que había que separar los isótopos del uranio para construir una bomba. El uranio se presenta básicamente en dos isótopos, y el U235 era el reactivo y queríamos separarlos. Wilson había ideado un esquema para hacer la separación —formar un haz de iones y agrupar los iones— basado en que la velocidad de los dos isótopos a una misma energía es ligeramente diferente. Así que si uno crea pequeños montones y los hace descender por un largo tubo, uno de los isótopos se adelanta al otro y pueden separarse de este modo. Ése era el plan que él tenía. Yo era un teórico en aquella época. Lo que yo tenía que hacer inicialmente era descubrir si el dispositivo tal como estaba diseñado iba a funcionar; ¿podría hacerse siquiera? Había un montón de preguntas sobre las limitaciones del espacio de carga y todo eso, pero yo deduje que podía hacerse.
NARRADOR: Aunque Feynman dedujo que el método de Wilson para separar isótopos de uranio era teóricamente posible, finalmente se utilizó otro método para producir uranio235 para la bomba atómica. De todas formas, había aún mucho sitio para Richard Feynman y su teorización de alto nivel en el laboratorio principal en Los Álamos, Nuevo México, encargado de desarrollar la bomba. Tras la guerra, se unió al grupo del Laboratorio de Estudios Nucleares en la Universidad de Cornell. Hoy tiene sentimientos encontrados acerca del trabajo que desarrolló para hacer posible la bomba atómica. ¿Había hecho lo correcto o lo equivocado?
FEYNMAN: No, yo no creo que estuviese equivocado en el momento en que tomé la decisión. Pensé sobre ello y creí correctamente que era muy peligroso que los nazis lo consiguieran. Sin embargo, hubo, creo yo, un error en mi pensamiento, pues una vez que los alemanes fueron derrotados —eso fue mucho después, tres o cuatro años después— seguíamos trabajando muy duro. Yo no me detuve; ni siquiera consideré que ya no existía el motivo original para hacerlo. Y eso es algo que aprendí: que si tienes alguna razón muy fuerte para hacer algo y empiezas a trabajar en ello, debes reconsiderarlo todo de vez en cuando y ver si siguen existiendo los motivos originales. En aquella época tomé la decisión, creo que era correcta, pero quizá haya sido erróneo continuar sin volver a plantearlo. No sé qué hubiera sucedido si lo hubiera reconsiderado. Quizá hubiera decidido seguir de todas formas, no lo sé. Pero la cuestión de no replantearlo cuando las condiciones originales que me hicieron tomar la decisión original habían cambiado, eso es un error.
NARRADOR: Después de cinco años estimulantes en Cornell, el doctor Feynman, como muchos otros hombres del este antes y después de él, fue atraído por California y por los igualmente estimulantes ambientes del Instituto de Tecnología de California. Y había otras razones.
FEYNMAN: En primer lugar, el clima no es bueno en Ithaca. En segundo lugar, me gusta ir a los clubs nocturnos y cosas así.
Bob Bacher me invitó a ir allí a dar una serie de conferencias sobre un trabajo que yo había desarrollado en Cornell. Así que di la conferencia y él me dijo: «¿Quieres que te preste mi automóvil?». Me encantó la idea y cogí su automóvil, y todas las noches me daba una vuelta por Hollywood y Sunset Strip. Pasé unos días muy buenos: esa mezcla de buen clima y un horizonte más amplio que el disponible en una pequeña ciudad al norte del estado de Nueva York es lo que me convenció finalmente para venir aquí. No fue muy duro. No fue un error. Era otra decisión que no fue un error.
NARRADOR: En la facultad del Instituto de Tecnología de California, el doctor Feynman ejerce como Richard Chace Tolman Profesor de Física Teórica. En 1954 recibió el Premio Albert Einstein, y en 1962 la Comisión de Energía Atómica le concedió el Premio E. O. Lawrence por «contribuciones especialmente meritorias al desarrollo, uso y control de la energía atómica». Finalmente, en 1965, recibió el premio científico más importante de todos, el Premio Nobel. Lo compartió con Sin-Itiro Tomonaga de Japón y Julian Schwinger de Harvard. Para el doctor Feynman, el Premio Nobel supuso un rudo despertar.
FEYNMAN: Sonó el teléfono, el tipo dijo [que era] de alguna emisora de radio. Yo estaba muy molesto porque me hubieran despertado. Ésa fue mi reacción natural. Ya saben, uno está medio dormido y fastidiado. Así que el tipo dice: «Nos gustaría informarle de que ha ganado el Premio Nobel». Y yo pienso para mí —vean, aún estoy fastidiado— que eso no estaba registrado. Así que dije: «Podría habérmelo dicho por la mañana». Y él dice: «Pensaba que le gustaría saberlo». Bien, dije que estaba dormido y colgué el teléfono. Mi mujer preguntó: «¿Quién era?», y yo le anuncié: «He ganado el Premio Nobel». «Sigue, me estás tomando el pelo.» A menudo he tratado de engañarla pero nunca lo consigo. Cada vez que trato de engañarla ella me descubre, pero esta vez estaba equivocada. Pensaba que yo estaba bromeando. Pensaba que era algún estudiante borracho o algo parecido. Así que no me creyó. Pero cuando diez minutos más tarde llegó la segunda llamada telefónica procedente de un periódico, le dije al tipo: «Sí, ya lo he oído, déjeme en paz». Luego descolgué el auricular y pensé que iba a volverme a dormir y que a las ocho colgaría de nuevo el auricular. No pude volverme a dormir, y mi mujer tampoco. Me levanté y me puse a andar, y finalmente colgué el auricular y empecé a contestar las llamadas.
Poco tiempo después, iba en taxi a algún lugar y el taxista empieza a hablar y yo hablo con él y le cuento mis problemas con las preguntas que me hacen estos tipos y que yo no sé cómo explicarme. Dice él: «Oí una entrevista que le hicieron a usted, le vi en televisión. Un tipo le preguntó: “¿Querría explicar en dos minutos lo que hizo para ganar el premio?”. Y usted trató de hacerlo y era una locura. ¿Sabe lo que yo hubiera dicho? “Diablos, hombre, si yo pudiera decírselo en dos minutos no hubiera merecido el Premio Nobel”». Así que ésa es la respuesta que yo doy desde entonces. Cuando alguien me pregunta, le digo siempre: si yo pudiera explicarlo fácilmente, no hubiera merecido el Premio Nobel. Realmente no es muy limpio, pero es una respuesta divertida.
NARRADOR: Como se ha mencionado antes, el doctor Feynman recibió el Premio Nobel por sus contribuciones al desarrollo de una teoría que iba a definir el campo recién emergente de la electrodinámica cuántica. Es, como dice el doctor Feynman, «La teoría de todo lo demás». No se aplica a la energía nuclear o a la fuerza de la gravedad, sino que se aplica a la interacción de los electrones con las partículas de la luz llamadas fotones. Subyace a la forma en que fluye la electricidad, al fenómeno del magnetismo, y a la forma en que se producen los rayos X e interaccionan con otras formas de materia. El adjetivo «cuántica» en electrodinámica cuántica remite a una teoría de mediados de los años veinte que establece que los electrones que rodean al núcleo de todo átomo están limitados a ciertos estados cuánticos o niveles de energía. Sólo pueden estar en dichos niveles y en ningún lugar intermedio. Los niveles cuantizados de energía se determinan por la intensidad de la luz que absorbe el átomo, entre otras cosas.
FEYNMAN: Una de las mayores y más importantes herramientas de la física teórica es la papelera. Uno tiene que saber cuándo tiene que dejarlo, ¿no? De hecho, yo aprendí casi todo lo que sé sobre electricidad, magnetismo y mecánica cuántica y todo lo demás al intentar desarrollar esta teoría. Y por lo que obtuve en definitiva el Premio Nobel fue porque, en 1947, la teoría habitual para la gente, la teoría ordinaria que yo estaba tratando de corregir y cambiar, se veía en dificultades; por eso es por lo que yo trataba de corregirla. Pero Bethe había descubierto que si uno hace justamente las cosas correctas, si desprecia algunas cosas y no desprecia otras, si hace lo correcto, puede obtener respuestas correctas que se pueden comparar con los experimentos; y él me hizo algunas sugerencias. Por entonces yo sabía bastante de electrodinámica porque había estado ensayando esta teoría loca y la había escrito en 655 formas diferentes; y por eso yo sabía cómo hacer lo que él quería, cómo controlar y organizar este cálculo de una manera muy uniforme y conveniente, y cómo obtener métodos potentes para hacerlo. En otras palabras, utilicé el material, la maquinaria que había desarrollado para mi propia teoría, y lo apliqué a la vieja teoría —ahora suena bastante obvio, pero no pensé en ello durante años— y descubrí que era extraordinariamente potente para esa época y pude hacer cosas con la vieja teoría de un modo mucho más rápido que lo que cualquiera había hecho antes.
NARRADOR: Además de muchas otras cosas, la teoría de la electrodinámica cuántica del doctor Feynman proporciona nuevas ideas para entender las fuerzas que mantienen unida a la materia. También añade algo más a lo que sabemos de las propiedades de las partículas infinitamente pequeñas y de corta vida a partir de las que está compuesta cualquier otra cosa en el universo. A medida que los físicos han penetrado cada vez más en la estructura de la materia, han descubierto que lo que en tiempos parecía muy simple puede ser muy complejo, y que lo que en tiempos parecía muy complejo puede ser muy simple. Sus herramientas son los colisionadores de átomos de alta energía que pueden romper las partículas atómicas en fragmentos cada vez más pequeños.
FEYNMAN: Para empezar, miramos la materia y vemos muchos fenómenos diferentes: vientos y olas, y la luna y todo este tipo de cosas. Y tratamos de reorganizarlo. ¿Es el movimiento del viento similar al movimiento de las olas, y así sucesivamente? Poco a poco descubrimos que muchas, muchísimas cosas son similares. No hay una variedad tan grande como creíamos. Tenemos todos los fenómenos y tenemos los principios subyacentes, y uno de los principios más útiles parecía ser la idea de que las cosas están hechas de otras cosas. Descubrimos, por ejemplo, que toda la materia estaba hecha de átomos, y así se entienden muchas cosas a medida que se entienden las propiedades de los átomos. Al principio se supone que los átomos son simples, pero resulta que para explicar todas las variedades y todos los fenómenos de la materia, los átomos tienen que ser más complicados, y que hay 92 tipos de átomos. De hecho, hay muchos más, porque los hay con pesos diferentes. El problema siguiente era comprender la variedad de las propiedades de los átomos. Y descubrimos que podemos comprenderla si hacemos que los propios átomos estén hechos de constituyentes: en este caso concreto, un núcleo en torno al cual giran electrones. Y que los diferentes átomos consisten sólo en números diferentes de electrones. Es un sistema bellamente unificador que funciona.
Todos los diferentes átomos son tan sólo el mismo objeto con un número diferente de electrones. Sin embargo, los núcleos difieren. Y así empezamos a estudiar los núcleos. Hubo una gran variedad en cuanto empezamos a realizar experimentos haciendo chocar núcleos… Rutherford y todo eso. Esto fue a partir de 1914, y al principio parecía que eran complicados. Pero luego se advirtió que podían entenderse si también están compuestos de constituyentes. Están hechos de protones y neutrones que interaccionan mediante cierta fuerza que los mantiene unidos. Para entender los núcleos tenemos que entender dicha fuerza un poco mejor. Dicho sea de paso, en el caso de los átomos había también una fuerza: es una fuerza eléctrica y la entendemos. Así que además de los electrones estaba también la fuerza eléctrica, que representamos mediante fotones de luz. La luz y la fuerza eléctrica están integradas en algo llamado fotones, de modo que el mundo exterior, por así decir, el mundo fuera del núcleo consiste en electrones y fotones. Y la teoría del comportamiento de los electrones es la electrodinámica cuántica, y por trabajar en ella es por lo que obtuve el Premio Nobel.
Pero ahora entramos en los núcleos y descubrimos que podrían estar formados por protones y neutrones, pero está esta extraña fuerza. Tratar de entender esta fuerza es el siguiente problema. Yukawa[3] sugirió que podría haber otras partículas, y por eso hicimos experimentos haciendo chocar protones y neutrones de alta energía; y realmente salieron cosas nuevas, igual que se producen fotones cuando se hacen chocar electrones de energía suficientemente alta. Así que tenemos estas cosas nuevas que salen. Eran mesones. Parecía entonces que Yukawa tenía razón. Continuamos haciendo experimentos. Y lo que sucedió entonces fue que obtuvimos una tremenda variedad de partículas; no sólo un tipo de fotón, ya ven, sino que hicimos chocar fotones y neutrones y obtuvimos más de 400 tipos de partículas diferentes: partículas lambda, partículas sigma… Todas diferentes. Y mesones π y mesones K, y así sucesivamente. Bueno, también obtuvimos muones, dicho sea de paso, pero éstos no tienen aparentemente nada que ver con los neutrones y los protones. Al menos no más que los electrones. Se trata de una extraña pieza extra que no entendemos para qué sirve. Es simplemente como un electrón, pero más pesado. De modo que tenemos electrones y muones que no interaccionan fuertemente con estas otras cosas. A estas otras cosas las llamamos partículas con interacción fuerte, o hadrones. Incluyen a protones y neutrones y todas las cosas que uno obtiene inmediatamente cuando los hace chocar con mucha fuerza. Así que el problema ahora es tratar de representar las propiedades de todas estas partículas de alguna forma organizada. Ése es un gran juego y todos estamos trabajando en ello. Se denomina física de altas energías o física de partículas fundamentales. Se suele llamar física de partículas fundamentales, pero nadie puede creer que 400 constituyentes diferentes sean fundamentales. Otra posibilidad es que ellas mismas estén formadas por algunos constituyentes más profundos; ésa parece ser una posibilidad razonable. Por eso se ha inventado una teoría, la teoría de los quarks, según la cual algunas de estas cosas como el protón, por ejemplo, o el neutrón, están formados por tres objetos llamados quarks.
NARRADOR: Nadie ha visto todavía un quark; y es mala suerte, porque podrían representar el bloque constituyente fundamental para todos los demás átomos y moléculas complicados que constituyen el universo. El nombre fue escogido, sin que hubiera ninguna razón especial para ello, por un colega del doctor Feynman, Murray Gell-Man, hace algunos años. Para sorpresa del doctor Gell-Man, el novelista irlandés James Joyce ya había anticipado ese nombre treinta años antes en su libro Finnegan’s Wake. La frase clave era «tres quarks por Muster Mark». Esto suponía una coincidencia incluso mayor puesto que, como explicaba el doctor Feynman, los quarks que constituyen las partículas del universo parecen darse en grupos de tres. En la búsqueda de los quarks, los físicos hacen chocar protones y neutrones a energías muy altas con la esperanza de que se dividirán en sus quarks constituyentes.
FEYNMAN: Muy cierto, y una de las cosas que está retrasando la teoría de los quarks es que obviamente es complicada, porque si las cosas estuvieran hechas de quarks, si hacemos chocar dos protones, deberíamos producir a veces tres quarks. Resulta que en este modelo de quarks del que estamos hablando, los quarks llevan cargas eléctricas muy peculiares. Todas las partículas que conocemos en el mundo tienen cargas enteras. Normalmente una carga eléctrica positiva, una negativa o una carga nula. Pero la teoría de quarks dice que los quarks llevan cargas como menos un tercio o más dos tercios de una carga eléctrica normal. Y si existiera una partícula semejante, se pondría fácilmente de manifiesto porque el número de burbujas que formaría en una cámara de burbujas cuando deja una traza sería mucho [menor]. Supongamos que tuviera una carga de un tercio; entonces excitaría una novena parte —un tercio al cuadrado— de átomos a lo largo de su camino, así que habría una novena parte de átomos en su camino respecto a los que habría en el caso de una partícula ordinaria. Y eso sería evidente; si uno ve una traza débilmente dibujada es que hay algo raro. Y se ha buscado y buscado una traza semejante, y todavía no se ha encontrado. Así que éste es uno de los problemas graves. Ahí está la excitación. ¿Estamos en el camino correcto o estamos dando vueltas en la más completa oscuridad cuando la respuesta está en otra parte?, ¿o la estamos husmeando de cerca y simplemente no la hemos alcanzado todavía? Y cuando la alcancemos, entenderemos de golpe por qué el experimento parecía diferente.
NARRADOR: ¿Y qué pasa si estos experimentos a alta energía con colisionadores de átomos y cámaras de burbujas muestran que el mundo está hecho de quarks? ¿Seremos capaces de verlos alguna vez de un modo práctico?
FEYNMAN: Bien, en cuanto al problema de entender los hadrones y los muones y demás, yo no puedo ver por el momento ninguna aplicación práctica en absoluto, o prácticamente ninguna. En el pasado muchas personas decían que no podían ver ninguna aplicación y más adelante se encontraron aplicaciones. Con estos antecedentes, muchas personas prometerían que cualquier cosa está abocada a ser útil. Sin embargo, para ser honesto… Quiero decir que parece ridículo; decir que nunca saldrá nada útil es obviamente una tontería. Así que voy a hacer una tontería y voy a decir que estas malditas cosas nunca tendrán ninguna aplicación, hasta donde puedo prever. Soy demasiado estúpido para verla. ¿Correcto? Entonces, ¿por qué hacerlo? Las aplicaciones no lo son todo en el mundo. También es interesante comprender de qué está hecho el mundo. Es el mismo interés, la misma curiosidad del hombre que le lleva a construir telescopios. ¿Qué utilidad tiene descubrir la edad del Universo? O ¿qué son esos cuásares que están explotando a grandes distancias? Lo que quiero decir es, ¿qué utilidad tiene toda esa astronomía? No tiene ninguna. De todas formas, es interesante. Es el mismo tipo de exploración de nuestro mundo que yo estoy siguiendo, y es la curiosidad lo que yo estoy satisfaciendo. Si la curiosidad humana representa una necesidad, entonces el intento de satisfacer esta curiosidad es práctico en ese sentido. Así es como yo lo consideraría por el momento. Yo no haría ninguna promesa de que vaya a ser práctico en un sentido económico.
NARRADOR: En cuanto a la propia ciencia y a lo que significa para todos nosotros, el doctor Feynman dice que es reacio a filosofar sobre el tema. De todas formas, eso no le impide lanzar algunas ideas interesantes y provocativas acerca de lo que él cree que es y que no es la ciencia.
FEYNMAN: Bien, diré que es lo mismo que fue siempre desde el día en que empezó. Es la búsqueda de comprensión de algún tema o alguna cosa basada en el principio de que lo que sucede en la naturaleza es verdadero, y ésta es el juez de la validez de cualquier teoría sobre ella. Supongamos que Lysenko dice que si uno corta las colas de las ratas durante 500 generaciones, las ratas que nacen luego no tendrán cola. (Yo no sé si él dice eso o no. Digamos que es el señor Jones el que lo dice.) Entonces, si uno lo intenta y no funciona, sabemos que no es cierto. Ese principio, la separación de lo verdadero de lo falso mediante el experimento o la experiencia, ese principio y el cuerpo de conocimiento resultante que es coherente con dicho principio, eso es la ciencia.
Para la ciencia necesitamos también, además del experimento, muchos intentos de generalización por parte del intelecto humano. De modo que no es meramente una colección de todas aquellas cosas que resultan ser ciertas en los experimentos. No es sólo una colección de hechos acerca de lo que sucede cuando uno corta colas [de ratas] porque eso sería demasiado para poder guardarlo en nuestras cabezas. Hemos encontrado un gran número de generalizaciones. Por ejemplo, si es cierto para ratas y gatos, decimos que es cierto para los mamíferos. Luego descubrimos que es cierto para otros animales; luego descubrimos que es cierto para las plantas, y finalmente se convierte en una propiedad de la vida hasta cierto nivel y que no heredamos como un carácter adquirido. No es exactamente, absolutamente cierto. Más tarde encontramos experimentos que muestran que las células pueden transmitir información a través de las mitocondrias o alguna otra cosa, de modo que introducimos modificaciones a medida que avanzamos. Pero los principios deben ser lo más amplios posible, deben ser lo más generales posible y seguir estando en completo acuerdo con el experimento: ése es el reto.
Ya ven ustedes, el problema de obtener hechos a partir de la experiencia… suena muy, muy simple. Sólo hay que probar y ver. Pero el hombre tiene un carácter débil y resulta que probar y ver es mucho más difícil de lo que ustedes piensan. Tomemos, por ejemplo, la educación. Cierto tipo llega y ve la forma en que la gente enseña matemáticas. Y dice: «Yo tengo una idea mejor. Haré un computador de juguete y les enseñaré con él». Así que lo intenta con un grupo de niños, él no ha conseguido muchos niños, quizá alguien le deja un aula para intentarlo. A él le gusta lo que hace. Está entusiasmado. Entiende muy bien de qué va el asunto. Los chicos saben que es algo nuevo, así que todos están entusiasmados. Aprenden muy, muy bien, y aprenden la aritmética ordinaria mejor que los otros chicos. Así que uno hace un test: ellos aprenden aritmética. Entonces esto se registra como un hecho: que la enseñanza de la aritmética puede mejorarse con este método. Pero no es un hecho, porque una de las condiciones del experimento era que el mismo hombre que lo ideó era el que estaba impartiendo la enseñanza. Lo que realmente quisiéramos saber es lo siguiente: si simplemente se describe este método en un libro a un profesor medio (y uno tiene que tener profesores medios; hay profesores por todo el mundo y debe haber muchos que están en la media), que entonces toma este libro y trata de enseñar con el método descrito, ¿será mejor o no? En otras palabras, lo que sucede es que uno tiene todo tipo de afirmaciones de hechos sobre educación, sobre sociología, incluso psicología…, todo tipo de cosas que son, yo diría, pseudociencia. Se han hecho estadísticas que según dicen estaban hechas con mucho cuidado. Se han hecho experimentos que no son realmente experimentos controlados. [Los resultados] no son realmente repetibles en experimentos controlados. Y se publica todo este material. Porque la ciencia que se hace con cuidado ha tenido éxito; y se piensa que, haciendo algo parecido, se obtiene algún honor. Yo tengo un ejemplo.
En las islas Solomon, como mucha gente sabe, los nativos no entendían los aviones que llegaban durante la guerra y traían todo tipo de cosas para los soldados. Así que ahora tienen cultos dedicados a los aviones. Construyen pistas de aterrizaje artificiales y encienden hogueras a lo largo de las pistas para imitar las balizas, y un pobre nativo se sienta en una caja de madera que él ha construido, con auriculares de madera y varillas de bambú que representan antenas, y mueve su cabeza atrás y adelante, y hay antenas de radar hechas de madera y todo tipo de cosas con la esperanza de atraer a los aviones para que les dejen cosas. Están imitando la acción. Es lo mismo que hacían los otros tipos. Pues bien, una condenada buena parte de nuestra actividad moderna en muchos, muchísimos campos, es ciencia de este tipo. Un remedo de la aviación. Ésa sí es una ciencia. Pero la ciencia de la educación, por ejemplo, no es ciencia en absoluto. Es un montón de trabajo. Requiere un montón de trabajo tallar esas cosas, esos aviones de madera. Pero eso no quiere decir que realmente estén descubriendo algo. La criminología, la reforma penitenciaria —entender por qué la gente comete crímenes; considerar el mundo—, las entendemos cada vez más con nuestra moderna comprensión de estas cosas. Más sobre educación, más sobre crimen; las puntuaciones en los test están bajando y hay más gente en la cárcel; los jóvenes cometen crímenes, simplemente no lo entendemos. Simplemente no está funcionando, no se descubre nada sobre estas cosas con el tipo de imitación del método científico que están utilizando ahora. Por otra parte, yo no sé si funcionaría el método científico en estos campos si supiéramos cómo hacerlo. Es particularmente débil en este aspecto. Quizá haya algún otro método, por ejemplo, tener en cuenta las ideas del pasado y la experiencia acumulada por la gente durante mucho tiempo. El no prestar atención al pasado sólo es una buena idea cuando uno dispone de otra fuente de información independiente y ha decidido seguirla. Pero uno tiene que pensar bien a quién va a seguir si pretende [ignorar] la sabiduría de las personas que han considerado esto y reflexionado sobre ello, y han llegado de forma no científica a una conclusión. Ellos tienen tanto derecho a tener razón como el que uno tiene en los tiempos modernos; a llegar igualmente de forma no científica a una conclusión.
Bien, ¿cómo va eso? ¿Lo estoy haciendo bien como filósofo?
NARRADOR: En esta edición del Futuro de la Ciencia —una serie de entrevistas grabadas con laureados Nobel— han oído ustedes al doctor Richard Feynman del Instituto de Tecnología de California. La serie ha sido preparada bajo los auspicios de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia.