Las ponencias cada vez me ocupan más tiempo.1 Me veo obligado a rechazar muchas solicitudes de todo el país para tratar de dar abasto al trabajo del día a día. Sin embargo, estas solicitudes son un motivo de satisfacción: me demuestran que, en esencia, mi lucha por el alma y la posición del partido ya ha triunfado. Ninguna de las artimañas del «poder ejecutivo» y de los envidiosos ha conseguido detener este desarrollo. Todos ellos son conscientes de lo que está pasando y empiezan a convertirse en «leales».
En enero: fiesta tradicional de Lippe (Detmold); un día más tarde, me entregaron el certificado —un maravilloso trabajo de artesanía— en el que consta mi nombramiento como hijo adoptivo de Münster; gran mitin ante doce mil personas. Los discursos de Meyer, con la solidez y la decencia que siempre han caracterizado a este jefe de región administrativa y alcalde.2 La católica Münster[,] tradicional baluarte del Vaticano, me recibió por la noche con una enorme ovación, que demuestra que la gran revolución continúa y que ahora solo tenemos que tener cuidado de que no sobrevenga ninguna inundación. Si el dominio de Roma se viene abajo, todas las murallas caerán con él.
Alfred Rosenberg, a principios de 1939. [Bundesarchiv (Archivo Federal Alemán), imagen 146-1969-067-10]
El 18 [de enero], reunión con Schwarz y Ley sobre el tema de la Escuela Superior. Después de varias idas y venidas, la anterior propuesta de pacto se sustituirá por la mía, si bien se añadirá un anexo, que he concedido lealmente a Ley.
El 23, discurso ante todos los comandantes de división en el Ministerio de Defensa; el 4 de febrero, intervención en Bad Tölz ante doscientos jefes de compañía, llegados de todos los rincones del Reich.3 El tema: «Los frentes de la conc.[epción] del m.[undo] en la actualidad».
Un discurso claro, con una argumentación lógica. Después de la reserva inicial, adhesión. También aquí hay que trabajar sin caer en el desaliento: la Wehrmacht ha de convertirse en un instrumento de la conc. nacionalsocialista del m. El director de instrucción en materia de c.[oncepción del mundo], el general Reinecke, parecía realmente satisfecho.4 Lo demás, vendrá en los próximos años: cuando hayamos acabado, los oficiales de nuestras escuelas deberán acercarse, al igual que los jóvenes nacionalistas, como reclutas. Solo entonces surgirá una gran unidad.
El 4 de febrero, Urban volvió a hablar con Hanke, que está poniendo todo su empeño en conseguir una colaboración y que, al oír a U.[rban] hablar sobre lo duro que es oír cómo todo el mundo, desde los jefes de las regiones administrativas hasta las lavanderas, hablan del peor modo posible de G.[oebbels], decidió sincerarse. Aseguró que él incluso se había planteado dimitir. Al enterarse de ello, el Führer quedó muy conmocionado y le dijo que, si había mantenido a Goebbels en el cargo, era solo por motivos de política de estado, pero que en su corazón su relación con él había acabado. Admitió que apoyarle supondrá un perjuicio para su propia reputación...
Cada día comprobamos que nuestra revolución padece un furúnculo que le está intoxicando su sangre sana. G. no tiene ni un solo amigo, ni un solo compañero; y los pobres diablos que trabajan para él también lo critican.
F.5 me comentó hace poco: la coacción sexual de las empleadas por parte de un superior está penada con la cárcel. G., en calidad de ministro del Reich, ha cometido docenas de veces este delito y ha intentado implicar a Hanke en él. Ahora, en respuesta a la vergonzosa actitud que ha mantenido durante años y al abuso que ha hecho de la confianza que ha depositado en él el Führer, solo encuentra desprecio.
El 27 de enero intervine en Múnich ante los asesores económicos de las regiones administrativas. También aquí reforcé la posición y todos respondieron positivamente.
Acabo de volver de la recepción que el Führer ofrece cada año al cuerpo diplomático. En ella, Darré me ha contado lo siguiente: resulta que en la recepción que el partido dio en Múnich (el 25 de febrero), Goebbels dijo que, si al Führer no le gusta su vida, tendría que habérselo pensado mejor antes de actuar en 1924. Aunque sé de sobra lo mezquino que es G.[oebbels], me sorprendió mucho su franqueza. Pregunté entonces ante qué personas había realizado G. aquellas declaraciones. D.[arré]: mi mujer y la señora de Kerrl. Pidió entonces a su esposa que se acercara y ella me dijo: en Múnich, el Sr. G. aseguró que se hablaba mucho de él, pero que había que dejarle vivir como mejor le conviniera. ¡Parece que el Sr. Ley también le dijo al Führer que debió de reflexionar acerca de ello en 1924, puesto que, de lo contrario, habría elegido otro partido...!
Le dije a Darré que en aquel momento G. gritó: «¡Hitler ha traicionado al socialismo!». Conozco a un jefe de región administrativa que todavía conserva el acta original de aquellas declaraciones. Al seguir tolerando este carácter purulento, estamos provocando el inicio de la descomposición de nuestra revolución. También en 1789 el amplio impulso del principio acabó viniéndose abajo. G. es un foco de pus. Hasta 1933, salpicó con este pus a Isidoro Weiss.6 Cuando él ya no estaba, empezó a manchar nuestras limpias manos.
A principios de abril convoqué a la mayor parte de los jefes de las regiones administrativas. Vinieron todos los que pudieron, contentos de poder hablar por una vez con franqueza, de expresarse sin tapujos.
Al principio, intercambiamos opiniones sobre la asamblea de Sonthofen: demasiado larga, temas muy heterogéneos, líderes del partido que se critican entre sí delante de todos los jefes de distrito, ponencias poco preparadas... Un punto en el que hubo unanimidad: lo único que permitió a todos reconciliarse con la asamblea y sentirse satisfechos fue mi discurso final. Comentarios muy afectuosos y llamamiento a una dirección clara del partido. R.[udolf] H.[ess] estuvo aceptable, pero enfermo y poco decidido. El trabajo de sus colaboradores dio pocos frutos.
Y a continuación, algo profundamente doloroso: el descrédito del partido debido a G.[oebbels]. Uno de los asistentes (S.[türtz]) contó que, en calidad de Oberpräsident, había impedido que se aplicara un plan que había ideado G.8 En la periferia de Berlín hay un bosque de 3.200 hectáreas, un área de protección de la naturaleza y de esparcimiento para los berlineses. Allí, G. quería construirse una casa y cercar el bosque con una valla. Los operarios comenzaron a trabajar y llevaron a la zona todos los materiales necesarios para la construcción. Entonces, el Oberpräsident prohibió las obras, asegurando que, si lo llamaban a declarar ante el Führer por aquel asunto, denunciaría lo que estaba pasando, sin importarle las consecuencias.
Más tarde reinó un ambiente de puro compañerismo. Todo el mundo se sentía alegre de estar con los demás sin que nadie le hubiese forzado a ello. El Führer sigue contando con combatientes buenos y fieles. Sin embargo, les resultará difícil trabajar si sus superiores dan mal ejemplo y los desatienden.
El líder de los árabes de Palestina me ha visitado: en todas partes se conoce mi trabajo. Me ha preguntado si no nos gustaría brindarles nuestro apoyo moral. Tal vez enviemos un cargamento de medicinas al muftí en Beirut.9
Traía de Londres un mapa en el que estaban marcadas las aspiraciones de los judíos. Hemos acordado que vamos a preparar un folleto, que nosotros elaboraremos y que los árabes imprimirán en el extranjero.
Desde Bagdad ha venido otro líder árabe. Yo: Si seguís interesados en haceros fuertes, tendréis que apoyar todos juntos a vuestros compañeros de Palestina. De lo contrario, os quedaréis solos.
Él: Soy consciente de ello, pero ahora no disponemos de armamento, a menudo estamos en guerra. Además, Ibn Saud es muy prudente.10
Recuerdo que hace un año le advertí a Ribbentrop de que debíamos crear una legación en Riad. Se mostró de acuerdo. Nos costó la misma vida que el ministro plenipotenciario de Bagdad consiguiera sus credenciales también ante Ibn Saud. ¡Una verdadera ofensa! Nuestro enviado me escribió para pedirme ayuda: hoy todavía sería posible conseguir algo de Ibn Saud, dentro de un par de años tal vez sea ya demasiado tarde. La vieja cantinela de nuestra democracia oficial. Una noche en la que estaba en la residencia del Führer le expliqué a Raeder el asunto. Él se sobresaltó, quiso apoyarme y me propuso que tomáramos un café.11 Ha llegado el momento de hablar de estas cosas, y también de otras.
Dos bálticos, enviados por «los auténticos agricultores estonios», vinieron a visitarme. Me trajeron pan de centeno casero, de su tierra, y me leyeron el texto de un discurso, supuestamente por encargo de los círculos (de combatientes de la libertad)12 a los que el Gobierno actual ha ordenado callar: piden al Reich Al. que, en reconocimiento de una historia de setecientos años, garantice la protección al pueblo estonio haciendo de su territorio un protectorado. Me dieron los nombres de los generales de Estonia que participan en esa iniciativa. Añadieron que Päts es un hombre ya mayor, que todos los señores del gobierno tienen su dinero en Noruega13 y que, si los rusos llegan, están seguros de que los campesinos quedarán a merced del bolchevismo. Querían saber si tenemos interés en el destino que corra Estonia y si, en caso de que les ofrezcamos nuestra protección, les permitiremos que mantengan su lengua y su cultura.
Yo: No tenemos ningún interés en volver a ver a Rusia entrando en Reval y Riga. Reconocemos a todos los pueblos de cada nación. No queremos inmiscuirnos, así que ustedes tendrán que movilizar sus propias fuerzas para imponer una nueva situación.
Aquellos caballeros se despidieron, satisfechos. Queda por ver cómo evolucionará el juego de fuerzas. Desde el punto de vista histórico, los pueblos no tienen más que una alternativa: o ser aniquilados por Rusia o ponerse bajo la protección alemana y perder así su soberanía en materia militar y de política exterior, aunque conservando su carácter, su existencia y su trabajo.
El jefe de la delegación económica rumana, Dimitriu, me ha visitado.14 Sabe que, aunque no participara en las correspondientes negociaciones, soy el padre espiritual del tratado económico germano-rumano. Me expuso sus ideas: Alemania no solo debe lanzarse a la búsqueda de petróleo, sino disponer lo necesario para que los campesinos rumanos pasen del trigo a los forrajes. También la mantequilla y los huevos son para Al. más importantes que el trigo. Estoy de acuerdo con él. Sus ideas coinciden con lo que hace cinco años defendimos frente a las «personas con experiencia» del Ministerio de Economía del R.[eich], bajo Schacht. Salvé a Wohltat a través de la intervención ante Göring y de la recomendación ante el Führer. En aquel momento, él comprendió nuestra manera de ver las cosas y ahora hace un buen trabajo.
Por lo demás, numerosas ponencias, unidas a la alegría de comprobar que mi posición es muy respetada. Intervenciones en Halle, en la Sala del Káiser de Aquisgrán sobre la monarquía universal y el sentimiento patriótico, nombramiento como hijo adoptivo de Colonia, discurso en la universidad de esa ciudad, gran intervención en el Palacio de los Deportes acerca de la naturaleza de la Revolución Francesa, ponencias ante los educadores de la Academia para Jóvenes de Braunschweig, ante los jefes de regimiento en Múnich, etc.15
Recientemente, Funk me ha dicho, con ocasión de la recepción que el Führer dio a Teleki: «Veo que usted va encontrando su sitio. Cuando escucho cómo me habla la gente de usted, en comparación con otros, entiendo lo que está sucediendo».16 Es algo que no esperaba oír así, sin más, de Funk.
Ayer mantuve una conversación de dos horas con Göring. Le expuse mis ideas sobre la política exterior desde el punto de vista de la psicología de los pueblos. En 1914, la lucha en Bélgica habría tomado otro rumbo si hubiésemos proclamado desde el principio la libertad de la población flamenca oprimida y la de otros pueblos sometidos por Inglaterra y Francia. En la crisis checa, nadie conocía la situación de los pueblos de la Ucrania Carpática. Se dibujaron (Ribbentrop) las fronteras de tal modo que la línea de ferrocarril que iba hacia Rumanía quedaba seccionada en diez kilómetros por el nuevo problema territorio húngaro. Un éxito: U.[crania] bloqueó aquellos trenes e impidió así que la Ucrania Carpática recibiera suministros desde Rumanía. Más tarde, cuando se sacrificó a la Ucrania Carpática, quedamos como mentirosos porque los representantes de la OUN17 se presentaron allí asegurando que eran nuestros enviados y que hacían todas sus promesas en nuestro nombre. La radio de Viena difundió la propaganda de la OUN. Ahora, también los ucranianos organizan campañas difamatorias contra nosotros. A través de un intercambio de cartas con Ucrania, he apuntado a la culpa de la OUN como un fenómeno contraproducente, algo que es cierto, dado que este grupo actuó sin escrúpulos, etc.
Si queremos ahorrarnos cientos de miles de tragedias en estas circunstancias, tenemos que preparar el trabajo psicológico. Hoy, el Min. de Prop., la Gestapo, el Min. de Ext., la OHL,18 etc., hacen, cada uno por separado, lo que les parece. Aun cuando en estos momentos me consulten prácticamente todo y se hayan vuelto algo pusilánimes, el poder ejecutivo está desmembrado, sin una dirección única (ejemplo: el gran duque Vladimir).19
Voy a encargar que se elabore un mapa de todos los pueblos de Europa del Este y Siberia (¡87 pueblos!), y que se preparen informes sobre Ucrania, Bielorrusia, el Cáucaso, etc. Pero nada de ello pasará del plano teórico en tanto en cuanto no haya un ejecutivo efectivamente asegurado y uniforme (encargo de Dittloff).20
A G.[öring] se le ve cada vez más meditativo y habla con la máxima dureza de v. R.[ibbentrop]. Asegura que este ha hecho carrera sin luchar y que, aun cuando expresa opiniones que son objetivamente correctas, lo hace sobre la base de motivos no objetivos. Estoy de acuerdo: cuando v. R. odia a Inglaterra, su complejo coincide solo por esta vez con las necesidades del estado. Por lo demás, estoy convencido de que R. ha actuado en Inglaterra exactamente con la misma estupidez y arrogancia que ya ha mostrado aquí y que esa es la razón por la que gente lo rechaza en el terreno personal exactamente igual que aquí. En Londres, han dejado de invitarles, tanto a él como a sus hombres. Budding ha tenido que encargarse de procurarles invitaciones.21
G.: v. R. no tiene más que un amigo (H.[itler]); lo único que ha hecho ha sido granjearse enemistades. Me escribe cartas arrogantes, «lleno de preocupación», que en los próximos días presentaré al Führer. V. R., en calidad de ministro del Führer, planteó en cierta ocasión una cuestión al ejecutivo. Tan pronto como oyó que en ese caso concreto podía seguir adelante, la retiró.
La conversación derivó de nuevo hacia Rusia. Aunque los objetivos que he expuesto sean correctos, es posible introducir ciertos matices, algo con lo que estoy de acuerdo (relación con Polonia). Una propuesta concreta: integrar a mis hombres de tal forma que cuenten con cierto poder ejecutivo. No podemos permitirnos que un trabajo no se realice por el simple hecho de que un ministro de Asuntos Exteriores inepto no se entere de nada o porque su vanidad lo lleve a pretender hacerlo todo «por sí mismo». Se prevé lo siguiente: exposición de las posibilidades del Este en materia de política económica; situación histórica y estado psicológico de sus pueblos.
Cuando ya nos despedíamos, volvimos a hablar otra media hora más. G. me explicó cómo v. R. lo había apartado en el viaje a España: hizo que lo acompañara el representante oficial Stohrer, que le impidió mantener encuentros personales.22 En Italia: ausencia de información sobre una visita de estado (a pesar de que Mussolini había enviado especialmente a s.[u] asistente, que mantuvo una conversación con el Führer).
G.: En definitiva, ¿v. R. está loco o es idiota? Yo: Es un tipo realmente idiota y con la arrogancia habitual. G.: Una cosa de la que me he enterado hace poco: se sabe que ha solicitado a un pariente suyo que lo adopte para poder mantener en su apellido la preposición «von».23 Sin embargo, no ha pagado el dinero que había acordado abonar a cambio y lo han llevado a juicio. Nos ha engañado al hablar de sus «relaciones». Al estudiar con detenimiento los condes franceses y los aristócratas ingleses, se descubre que, en realidad, se trataba de propietarios de fábricas de vinos espumosos, whisky y coñac. (Antes, R. era representante de vinos espumosos y whisky.)
Yo: En los tiempos de la lucha, la gente se burlaba de él. En 1930 el club de caballeros vio en el nacionalsocialismo un poder incipiente. Y v. R., desde la empresa Henkell, también quería conseguir socios comerciales. Y lo consiguió[.]
G.: Y hoy ese idiota cree que tiene que dárselas por todas partes de «canciller de hierro» (Polonia, reunión de las tropas en Dirschau).24 Me merezco que me abofeteen por no haber entregado su carta de agradecimiento al F.[ührer] después de que lo nombrara embajador. Se le habrían parado los pies desde el principio. De todas formas, los imbéciles como este encuentran poco a poco su ruina; pero pueden causar un enorme daño. G.[oebbels] merma en el ámbito interno la confianza que se tiene en nosotros y v. R. hace lo propio en el ámbito externo, lo cual es aún más peligroso[.]
El 18, después de un discurso ante la Liga de Víctimas Al.[emanas] de la Guerra en Northeim, viajé a Harzburg, donde me llegó la noticia de que el Führer quería hablar conmigo. Llamé a Berghof25 y el Führer me dijo que había leído mi discurso (situación en Inglaterra, para la asamblea nórdica en Lübeck) y que compartía en buena medida mis opiniones, aunque había que reflexionar sobre una cuestión: si una persona cualquiera plantease esas ideas, sería algo positivo, pero si yo lo hiciera, Londres interpretaría mis declaraciones como una clara señal y los rusos podrían incorporarse a la lucha inglesa, incluso antes de lo esperado. Respondí que por eso mismo le había enviado el discurso, para evitar cualquier malentendido, y que, por supuesto, lo descartaría. El Führer: Si de aquí a dos semanas lo veo más claro, podemos publicarlo sin más, pero por ahora, y en vista de la incierta situación de Moscú, sería desaconsejable hacerlo.
Así pues, el Führer no comparte la opinión de Ribbentrop, sino que mantendrá la firmeza y la disposición necesarias y aceptará las consecuencias más graves ante los británicos, pero aún defiende la posición de siempre: intentar todo cuanto sea posible...
Sin embargo, en Londres no tenemos ningún aliado. Solo un ministro de Defensa hebreo,26 una serie de demagogos vanidosos y un antiguo primer ministro que, con tal de no perder los votos de su partido, tiene que aplicar la política de la oposición histérica.
Ayer, poco antes de las doce, llegó la noticia del pacto de no agresión entre Alemania y la Rusia soviética.27 A pesar del desafecto que siento hacia los diarios, quiero dejar constancia aquí de mis primeras impresiones.
Primera: el reconocimiento de que la situación en materia de política exterior se ha calmado. Se ha acabado con la amenaza que suponía la aviación rusa para el conflicto entre Al. y Pol., se ha descongestionado el mar Báltico, ahora se transportan materias primas, etc.
Segunda: nuestro ministro ha partido de viaje hacia Moscú, lo que representa una ofensa moral para la lucha que libramos desde hace veinte años, para nuestros Días del Partido, para España. La petición de ingleses y franceses no era tan mala, dado que ellos jamás identificaron el gobierno de la Unión Soviética con la Tercera Internacional,28 que tachamos desde hace veinte años de rufianismo judío. Hace cuatro años, el Führer le dijo a un extranjero (¿Goga?) en mi presencia que no podía cooperar con Moscú, porque no es posible prohibirle al pueblo que robe y, al mismo tiempo, mantener una relación de amistad con los ladrones. Ribbentrop sentirá ahora mismo una indiferencia total, ya que, más allá de su odio por Inglaterra, carece de orientación política.
Sin duda alguna, en vista del cerco que ya empezaba a ser una amenaza, será el primer sentimiento el que estará primando entre el pueblo. Se trata de un sano sentimiento de autoafirmación general. Pero entre los antiguos combatientes, como también en mi caso, el sentimiento dominante es el segundo.
Los soviéticos habrán inscrito ya a su delegación en la celebración del Día del Partido en Núremberg.
En vista de la situación dada, el cambio impulsado por el Führer era algo necesario. Y como se trata de un giro de 180º, tendrá consecuencias muy importantes.
Hace unos meses hablé con Göring de estas opciones: si estuviese en juego la vida de Al.[emania], habría que plantease un acercamiento temporal con respecto a Moscú. Por ejemplo: una nueva división de Polonia. Pero habría que tener cuidado para no correr el riesgo de que, después de determinadas conversaciones, los soviéticos se echasen atrás, no nos prestasen atención, nos ridiculizasen ante todo el mundo por nuestra actitud suplicante y crearan una alianza con la otra parte.
Lo que ahora está sucediendo va necesariamente más allá.
Nuestra prensa, siguiendo instrucciones del Min. de Ext., ha perdido la dignidad. Se podría haber aludido perfectamente al interés económico como el motivo que ha llevado a esta paz entre estados. Pero, en lugar de eso, hablan en un tono jubiloso de la tradicional amistad entre el pueblo ruso y el alemán. ¡Como si nuestra lucha contra Moscú hubiese sido un malentendido y los bolcheviques, con todos los judíos soviéticos a la cabeza, fueran los verdaderos rusos! Este abrazo es más que lamentable.
En Moscú se ha difundido una información un tanto diferente: se asegura que se ha cerrado un pacto de no agresión, pero que las negociaciones requerirán algo más de tiempo.29
La Ag.[encia] de Not.[icias] Al.[emana] asegura: R.[ibbentrop] viaja hacia Moscú para cerrar el pacto. La radio de Londres intenta rellenar ese hueco y añade: un pacto entre alemanes y rusos no es ningún obstáculo para que se cree una alianza entre Moscú, París y Londres. En fin, ojalá que no se permita que v. R. acabe metiéndose en un jardín por desempeñar el papel de los representantes británicos en extensas conferencias.
Por lo demás, habrá que esperar para ver cómo evolucionará todo.
Tal vez la historia permita entender algún día si la situación a la que se acaba de dar lugar es la que tenía que llegar, es decir, si no había posibilidades de que alguna fuerza inglesa importante se movilizase junto con nosotros para cooperar. Eso sería habría supuesto conformarse con una colonia —aunque sin dejar de subrayar, como principio básico, el derecho a todas ellas— con tal de obtener el apoyo de los ingleses en el Este. Pero tras la propaganda de v. R., en calidad de embajador nuestro en Londres, esta solución sería prácticamente imposible (discurso sobre las colonias e.[n] Leipzig). Pese a que a v. R. se le envió a Londres por sus supuestas «relaciones», él ha actuado allí con la misma torpeza con que lo ha hecho aquí. De su persona, sin duda, dependían muchas cosas. Solo el futuro podrá concretar cuántas.
Del lado británico, se observa una actitud insolente ante todas las ofertas del Führer y una constante propaganda antialemana por parte de todos los liberales y de sus allegados, así como de los conservadores del tipo de Eden y Cooper.30 Hoy no sabemos si habría sido posible superar estos obstáculos. Tal vez Chamberlain representase una oportunidad para ello. Pero si es cierto que Inglaterra es totalmente contraria a una expansión de Al. hacia el Este, entonces las consecuencias de hoy son las adecuadas y habrá que afrontarlas sin sentimentalismos.31
Anteayer estuve tres horas con Göring. Ha leído mi ensayo sobre la conc.[epción] del m.[undo] y la religión y, de repente, ha empezado a tener un profundo discurso religioso. Es evidente que Kerrl lo ha asediado y que G.[öring] ha sentido la necesidad de tener una idea clara sobre todas las consecuencias: «Aparte del Führer, usted es el único que ha abordado con fundamento estas cuestiones, así que me gustaría saber qué es lo que piensa». Le expliqué lo que había escrito en el ensayo e hice hincapié en que tenemos que oponernos a cualquier intento por parte de las iglesias de equiparar su confesión con la fe en Dios. Le entregué varios panfletos eclesiásticos que he conseguido a través de un regimiento de la defensa aérea y le leí algunos de ellos (adjuntos) [no se incluyen en el original]. Añadí que no se le debe negar el consuelo de la iglesia a quien lo necesite y que no se puede pasar por encima de mil años de educación. G.: ¿Cree usted que también el cristianismo se está acercando a su fin y que en el futuro nacerá una nueva forma, impulsada por nosotros? Yo: ¡Por supuesto! Después del desmoronamiento generalizado, nadie reconocerá internamente el sistema de valores de la iglesia. G.: Eso es lo que quiero saber. Tengo que preguntarle en privado al Führer qué es lo que, en lo más profundo de su alma, desea. Ya sabe que él ha hecho algunas concesiones.
Y así continuó la conversación. Le dije que me alegro de que al fin hayamos tenido ocasión de hablar acerca de este tema y le invité a pasar una noche por casa. Él aceptó encantado.
Entonces le entregué el borrador. Hizo hincapié en que estaba de acuerdo e insistió en que yo debería convertirme en miembro del Consejo de Defensa del Reich, algo que me alegró enormemente. Añadió que Hess era de otra opinión (él representa al conjunto del partido), pero G. mantendrá su posición y, para ello, añadirá el punto correspondiente.
G. comentó entonces que le había presentado al Führer mi texto sobre el discurso que Goebbels pronunció contra Churchill (adjunto).32 El Führer calificó mi opinión de absolutamente acertada: el Reichstag no tendría que haber asistido a semejante galimatías. Habrá que procurar que G.[oebbels] no diga ni una palabra más durante la guerra. Convenimos en que es prácticamente imposible encontrar un peor ministro de Prop., dado que el pueblo no confía ni un ápice en él.
Le expliqué a G. cómo creo que se debería llevar a cabo la guerra de las almas, en caso de que el Führer la autorice.
Este mediodía he estado con el Führer y Bodenschatz me ha dicho que G. ha expulsado a todos los campo curas de la aviación.33 Estaba realmente indignado por el tema del panfleto ya mencionado (¡que es solo uno de muchos!).
G. explicó después una serie de detalles muy significativos (delimitación de fronteras en Polonia, recepción del representante de la General Motors...). La conversación tuvo lugar en un tono muy cordial. En ella tuve ocasión de constatar, una vez más, la intensa vitalidad de G.
Hoy se ha presentado el comandante Brosius,34 para abordar una serie de cuestiones sobre la instrucción que están relacionadas con nuestro plan.
Hess espera hoy tener ocasión de reunirse con el Führer con la intención de tumbar mi proyecto.
Rudolf Hess es un antiguo y fiel combatiente colaborador del Führer, siempre dispuesto a sacrificarse por él en cualquier circunstancia. Pero en los tiempos de la lucha era secretario, es decir, nunca ha tenido que dar forma a las ideas ni defenderlas, ni ayudar en la organización del partido. Por eso, su capacidad de análisis está poco desarrollada y no se ha probado lo suficiente. A todo ello se le suma su enfermedad. Su dolencia estomacal le provoca enormes dolores y le reduce su capacidad de decisión. A su alrededor han pululado médicos, curanderos de todo tipo, astrólogos y especialistas en péndulos. Durante años se han dejado pendientes de resolución hasta los asuntos más sencillos. Mi correspondencia da ya cuenta del martirio que suponía trabajar con él; un martirio que casi todos han tenido que soportar. Como ahora Göring lo aventaja en resistencia y energía, me está poniendo todos los impedimentos posibles o está permitiendo que hasta las personas más irrelevantes me los pongan. Desde luego, ha sido un hombre de buena fe y muy sencillo, y por eso no ha tenido inconveniente en reconocer que soy la cabeza más fuerte del movimiento en términos de conc.[epción] del m.[undo], pero su empeño en conservar su puesto le impide ser realmente generoso.
El Führer le ha encomendado a H.[ess] una misión para la que sería adecuado, dada su fidelidad. Sin embargo, si se tiene en cuenta su capacidad de liderazgo, este encargo le queda grande.
Por lo demás, en cuanto al posicionamiento del Führer con respecto al discurso de Goebbels sobre Churchill, aquel le ha confesado a Goering: «Siempre me alegra tener ocasión de pronunciar un discurso junto a Rosenberg, como ocurre en el Día del Partido. Sus intervenciones son clásicas, a diferencia de las arengas sin pies ni cabeza de G.[oebbels]. Este último me ha pedido que hable junto a él (en la asamblea cultural). Ni se me pasa por la cabeza hacerlo».
Afortunadamente, las esperanzas de Inglaterra con respecto a un posible retraso de las negociaciones se han visto frustradas: el pacto con Moscú se ha firmado rápidamente. Una decisión de amplio alcance, cuyas consecuencias son difíciles de prever. No es la primera vez que sucede en la historia: así como Esparta y Atenas recurrieron a la ayuda de los persas alternativamente, así también Inglaterra y Alemania se dirigen hoy a la Unión Soviética. Los ingleses, olvidando todos sus escrúpulos, han sido los primeros en intentar poner a los soviéticos en nuestra contra. Dada la situación actual, ¿qué podía hacer el Führer sino impedirlo mediante un cambio repentino? Por lo que sé, lo que ha ocurrido es que el Führer le ha enviado una carta a Stalin en la que proponía una solución. Y la respuesta a esa misiva ha sido extraordinariamente amable...
Ahora, sin embargo, poco antes de que empiece a aplicarse la solución polaca, ha surgido una gran decepción: Mussolini le ha pedido al Führer, a través de dos telegramas, que renuncie a iniciar cualquier acción porque él quiere negociar... ¿Cómo es posible? ¿Acaso R.[ibbentrop] ha vuelto a actuar de un modo desleal al transmitir información? De hecho, ya después de lo de Salzburgo permitió que se publicase un comunicado que Ciano no había leído previamente.35 Tras la recepción de Ciano por parte del Führer, la situación estaba clara, pero Ciano, evidentemente, quería informar primero al Duce. Gran agitación. Attolico fue convocado en Roma.36 El asunto se atribuyó a la DNB y se solucionó como buenamente se pudo.
La sesión del Reichstag que estaba prevista para las cinco de la mañana se ha cancelado. Ha habido que detener todos los preparativos para esa cita concreta.
Tengo la impresión de que este pacto con Moscú acabará volviéndose contra el nacionalsocialismo en algún momento. No se trata de un paso dado como consecuencia de una decisión libre, sino de una reacción ante una situación apremiante, una solicitud por parte de la una revolución frente al líder de otra, a la que durante veinte años se ha querido combatir. ¿Cómo hablar ahora de la salvación y configuración de Europa, cuando tenemos que pedirle ayuda al destructor de Europa? Hoy no estamos en condiciones de anunciar que, poco a poco, y a través de la colaboración, conseguiremos provocar un cambio en Rusia y acceder verdaderamente al pueblo ruso.
Si, además, tenemos que ceder a la Unión Soviética el territorio de la Ucrania polaca, este será el segundo golpe, después del de la Ucr. Carpática, contra la potencia antimoscovita más fuerte. Y tal vez no tenga consecuencias en el presente, pero sí que las tendrá en el futuro. En cualquier caso, aquí se ha tomado una decisión determinante y lo ocurrido, como muchas otras cosas, provocará efectos.
Una vez más, surge la misma pregunta: ¿era necesario llegar a esta situación? ¿Era necesario solucionar la cuestión polaca justo ahora y de esta manera? Nadie puede saberlo hoy. En cualquier caso, yo veo en Ribbentrop la versión alemana de Iswolky, que también hizo de su enfermiza vanidad el «fundamento» de su posición política.37
Ya han pasado casi cuatro semanas desde el inicio de la guerra. Llevo prácticamente un mes y medio padeciendo una inflamación del periostio en la articulación del pie. El 1 de septiembre acudí, cojeando, al Reichstag y, ya por la noche, a la residencia del Führer. Desde entonces, y hasta hace poco, he estado encerrado en casa, así que me he mantenido lejos de los acontecimientos inmediatos. De todas formas, si no hubiese estado enfermo, tampoco habría podido participar: hoy el entorno del Führer se encuentra formado fundamentalmente por hombres diferentes a los de los tiempos de la lucha. A pesar de todo, recibo información puntual de lo que está ocurriendo, tengo ocasión de debatir largamente sobre estos asuntos y puedo reflexionar con serenidad acerca de mis ideas y las de los demás. Por eso, escribiré aquí algo de lo que está sucediendo, para que más adelante, a la luz de nuevos tiempos, pueda leer mis palabras con aprobación o sorpresa, como reflejo de unos días que fueron decisivos para la historia de Alemania. No estoy en condiciones de emitir un juicio general y bien fundado sobre si en el fondo se pensaba que Inglaterra no avanzaría, sobre el volumen de reservas de materias primas con las que cuenta ese país para la ofensiva, sobre si las perspectivas de Moscú y Tokio cuentan una base sólida, etc. La responsabilidad de valorar todo ello corresponde al Führer y, tras él, a Göring y —vaya broma de la historia mundial— a un hombre de la «talla» de Ribbentrop. Con todas las consecuencias que se derivan del concepto de un estado líder.
Cuando el 1 de septiembre llegué al Reichstag, me encontré en el vestíbulo a Göring, que estaba esperando al Führer. Nos apartamos a un rincón. Me dijo: ¿Sabe usted que Mussolini ha renunciado a participar? Yo: Sí, sé lo de su carta. G.[öring]: Esta mañana ha vuelto a confirmar su posicionamiento. Yo: No tengo el suficiente conocimiento del tema como para opinar sobre la decisión de hoy. Únicamente puedo decir que me da la impresión de que hemos menospreciado a Inglaterra intencionadamente, de que en los últimos años no hemos hablado con ella como se debe hablar con una potencia mundial. G.: Anoche estuve peleando como un león para tratar de aplazar esta decisión veinticuatro horas más y dejar así tiempo suficiente para los dieciséis puntos. Ribbentrop vio que el Führer había hablado de una forma muy decidida a Henderson y el muy torpe pensó que tenía que incidir aún más en ese tono.38 Henderson se ha quejado de que R.[ibbentrop] le leyó las propuestas con demasiada rapidez. Entonces hice algo que no debería haber hecho: se las volví a leer, lentamente, por teléfono. De lo contrario, podrían haber dicho que solo habíamos presentado nuestras propuestas para desviar la atención...
Yo: Sé que ustedes todavía tenían en Londres enviados especiales. Por mi parte, he dispuesto que el asesor político del Ministerio británico de Aviación me avise desde Suiza si cree que aún estamos a tiempo de hacer algo por la paz en el caso de Polonia. G.: Sí, he visto su nota para el Führer.
En ese momento, el Führer entró en el edificio y G. tuvo que dejarme para saludarlo. Se abrió la sesión del Reichstag.
Por la noche estuve en la Cancillería del R.[eich]: habían llegado las primeras noticias de pérdidas en la península de Westerplatte.39 La zona estaba llena de búnkeres, así que durante los asaltos nuestras tropas recibieron disparos por la retaguardia. Se habían recibido también informes sobre el viaje a Moscú y las impresiones acerca de esta ciudad, que antaño conocí tan bien. En la cena, me senté a la derecha del Führer, que aseguró que Henderson se había tirado un farol, aunque no estaba claro si lo hizo pensando en nosotros o en Inglaterra. Los dos embajadores habían anunciado que llegarían para las nueve y media, según explicó v. R. Más tarde, estudiamos los mapas. Le dije al Führer: La radio británica maneja la conjetura de que la guerra será larga. El Führer: ¡Si ellos lo dicen! De todas formas, me alegro de haber ordenado que se instalen piezas de artillería pesada sobre hormigón altamente resistente en la frontera con Francia: en caso de que los franceses disparen contra nuestras ciudades, recibirán permanentemente por nuestra parte una respuesta a su acción.
Le presenté a Hess algunas propuestas concretas sobre la intervención de mi Negociado y de mí mismo y le pedí que viniese a tomar un té conmigo. Al cabo de unos días, me hizo una visita y me agradeció el material que le había pasado acerca de la cuestión judía.40 Había recibido el borrador que se utilizaría más adelante para editar un panfleto dirigido a los franceses, pero me entregó un escrito dirigido a los ingleses, en el que se incluía una copia de una carta al Führer. Lo de siempre: bienintencionado, en esencia correcto, pero de carácter pastoral, sin enjundia ninguna, y con una sorprendente confianza en las posibilidades de conseguir, a través de aquel texto, un cambio decisivo. Le expliqué a Hess que en estos momentos el pueblo mira al partido. Todos nosotros tenemos ahora motivos para examinarnos: muchos se han ganado la confianza a pulso, pero otros han dejado de ser nacionalsocialistas. Se ha acogido mal que el ministro de Prop. no haya comparecido, pero pronto volverá, cuando considere que puede sacar fácilmente el máximo provecho de la situación. El ala antigua del partido lo rechaza por completo. Los jefes de las regiones administrativas me han dicho que, si el Führer lo liberase de sus obligaciones en algún momento, lo «absorberían» hasta que no quedase nada de él. Hay que recuperar la confianza con hechos. La autoridad del Führer garantiza aún la unidad. Pero vendrán las luchas entre los diádocos, que, no obstante, podrían evitarse si se apartara de la dirección a los desleales y a los malos compañeros. Sin embargo, si se permite, como ocurre hoy, que para avanzar se sigan poniendo zancadillas (Hess comprendió la alusión a Bouhler y se sonrojó), entonces el odio hacia quienes apliquen tales métodos estará más que justificado.41 Si no lo evitamos, el partido perderá poco a poco su forma.
Hess se mostró de acuerdo y aludió a la actividad de Ley. Sus ingentes cantidades de dinero del DAF lo llevan a ganar influencia sobre las organizaciones más variadas. Yo: Efectivamente, eso lo he visto ya en la Comunidad Cultural Nacionalsocialista, donde una buena idea se ha desmoronado simplemente por culpa del dinero. Pero eso pasa porque hasta hoy no se ha separado, en el caso de Ley, la dirección y la administración financiera, algo que, sin embargo, constituye un principio del partido. Su nuevo «proyecto de organización» supone, entre otras cosas, el intento de arrebatarme, a mis espaldas, la obra de toda mi vida. (Ya se ha trasladado a Hess una opinión detallada al respecto.) Me referí entonces a otros casos en los que también se pone de manifiesto cómo otras personas con poderes ejecutivos han invadido sin miramientos competencias que no les corresponden en absoluto.
Hess considera que, en esencia, mis propuestas son correctas, aunque cree que formalmente él aparece como «excluido». Yo: Pero en la versión pública y definitiva de la misión podemos recoger el párrafo en el que se establece que en todas mis actividades debo llegar a un consenso con usted.
Tengo que reflexionar sobre este punto. Hess es una persona decente y mantiene una fidelidad y una lealtad incondicionales al Führer. Durante años ha sufrido una enfermedad estomacal, se ha mostrado poco resuelto y, en lugar de contemplar al Reichsleiter como un colaborador, se ha construido un gigantesco aparato propio, en parte con recursos escasos, que ahora está empezando a «trabajar» en su nombre, que es precisamente lo que el Führer había previsto que hicieran los R.[eichs] L.[eiter].
Hess volvió a llevarse mis borradores para analizarlos. Al cabo de unos días, cuando le pregunté si podía hablar con él, me hizo saber que, por el momento, no prevé tomar ninguna decisión nueva. O sea, otra vez, nada de nada: hace tres años que está pendiente de aprobar un plan de trabajo que él mismo había calificado de positivo y un reglamento relativo a la instrucción del partido.
De este modo se está desdibujando la forma del partido: aquí y allá ostentación por parte de los advenedizos, zancadillas insolidarias acompañadas de pavoneos y vanidad, y pequeños burgueses débiles y sin capacidad de decisión. Y así, miles de nacionalsocialistas de buena fe se preguntan una y otra vez: ¿Y el Führer? ¿No piensa intervenir? ¿Puede G. seguir coaccionándonos? ¿No se va a poner orden? Trabajan fielmente, como antes, porque en su momento lucharon y no piensan renunciar a esta lucha, pero ya no lo hacen con esa convicción interna que todos nosotros teníamos en el pasado.
Nuestra época nos brinda la posibilidad de una purificación. Solo el destino sabe si lograremos comprenderlo. Hess me dijo que mi artículo para la nueva Schulungsbrief es excelente. Me encogí de hombros: de qué sirve, si no provoca consecuencias en la práctica.
Ayer vino a verme Darré, que me explicó cómo ve la situación actual. Le dije lo que pienso. Nos despedimos —al cabo de dos horas— prometiéndonos que volveríamos a vernos pronto. Cree, entre otras cosas, que, dado que gracias a la línea de demarcación nosotros no tenemos frontera con Rumanía, los ingleses han conseguido uno de sus principales objetivos: mantenernos alejados del mar Negro. Ribbentrop presentó una reclamación en una sesión de la Cámara de los Lores. Aseguró que el ferrocarril hacia Rumanía está en manos soviéticas y que, si los rusos siguen avanzando hacia el Báltico y nosotros perdemos, desde el punto de vista estratégico, el mar de esa región, Moscú será más poderosa que nunca y existirá la posibilidad de que se alcance un acuerdo de colaboración con el oeste y contra nosotros.
Todo correcto.
Me referí entonces a la esperanza de un bloque continental, con Roma, Berlín, Moscú y Tokio. Si se hiciera realidad, Inglaterra se vería obligada a alcanzar la paz rápidamente, si no quiere que el imperio británico salte por los aires. De esa posibilidad dependen muchas cosas. Tal vez todo.
Por lo demás: conversación acerca del trabajo que están realizando mis hombres: ambiciosos artículos para la NSK [Agencia de Noticias del Partido Nacionalsocialista], textos sobre la situación histórica. Conversación con la coordinadora de las Mujeres del Reich acerca de la organización de una velada, y también con Stieve,42 del Min. de Ext., acerca del «libro de cultura» para el extranjero, la biblioteca para Irán, nuestra exposición en Finlandia, el viaje de Leibbrandt a Roma (para ver a Insabato), el asesor de Mussolini sobre la cuestión de Ucrania.
Frank, futuro comisario civil de Polonia, me ha pedido que prepare a todos sus funcionarios en una serie de cursos de cuatro semanas que se celebrarán en el Centro de Instrucción en Materia de Política Exterior. He aceptado. Tal vez consigamos aportar a algunos una visión más amplia del problema del Este.
Al principio hablé de la conversación con Göring. Ayer llegó desde Montreux el mapa del asesor británico del Ministerio de Aviación inglés.43 Solicita que vaya a verlo Schickedanz. Así pues, ha mantenido su palabra. Aún nos une un hilo —finísimo— con Londres. Mañana informaré al Führer y a G.[öring]. Siento curiosidad por saber qué esperan de nosotros, en cuestión de paz, los caballeros de Londres.
Hoy he recibido una llamada del Führer. He ido a verle a las cuatro a la Cancillería del R.[eich] para analizar la propuesta que ha presentado de R.[opp]. Al principio, ha estado una hora describiéndome la campaña de Polonia. El ejército de hoy no tiene nada que ver con el de 1914. Entre los mandos y la tropa existe una relación diferente: los generales comparten la cocina con los soldados y están en la vanguardia del frente. Cuando, como ocurrió en San, el Führer ve desfilar a los batallones, se da cuenta de que jamás volverá a haber personas como esas.44 En cuanto a los polacos: una ligera capa germánica y, por debajo, un material temible. Los judíos son lo más terrible que uno se pueda imaginar. Las ciudades están cubiertas de suciedad. En estas semanas ha aprendido mucho. Sobre todo, que si los polacos hubieran dominado una parte de los antiguos territorios del Reich otros dos decenios más, todo sería degeneración y piojos. Ahora, en cambio, podrá establecerse en la zona un gobierno señorial y con objetivos bien definidos. Quiere dividir el territorio en tres franjas: 1. Entre el Vístula y el Bug: todos los judíos (también los procedentes del Reich), así como otros individuos sospechosos.45 En el Weichsel se levantará el muro del este, infranqueable, aún más sólido que el del oeste. 2. En la frontera que se ha mantenido hasta ahora: un amplio cinturón para la germanización y la colonización. Aquí se espera que todo el pueblo contribuya a una gran misión: crear un granero alemán, conseguir una agricultura fuerte y establecer en la zona a buenos alemanes procedentes de todo el mundo. 3. Entre ambos territorios: un «estado» Polaco. El futuro dirá si con el paso de los decenios será posible hacer avanzar este cinturón de asentamientos.
A continuación, el F.[ührer] pasó a describir las diferentes batallas, como, por ejemplo, la de una división del ejército de Blaskowitz:46 una marcha de 45 kilómetros y, después, el ataque, en otro punto, contra las tropas polacas, que eran superiores. Acto seguido, 45 kilómetros de regreso y, dos horas más tarde, otra vez a la lucha, con indómita energía. Más adelante, la guardia nacional contra la élite polaca a las puertas de Gdinia.47
Acerca de Moscú: ha deliberado largamente. No sería posible evitar ciertos ataques (de puertos de Estonia) si Stalin actúa junto con Inglaterra, así que ha optado por el mal menor y ha obtenido una enorme ventaja estratégica. Los oficiales rusos: un general que llegó como enviado aseguró que podría ponerse al frente de una de nuestras baterías. Stalin ha erradicado a la48 cúpula por miedo a una verdadera guerra. Un ejército derrotado le provoca el mismo pavor que un ejército victorioso. En cualquier caso, la infantería aún tiene peso y no hay que temer a los rusos en el mar.
En cuanto a la propuesta de R.[opp], ¡le dará un salvoconducto y lo recibirá! Ahora tiene que preguntar a s.[u] gobierno si autoriza su viaje.
Por lo demás, el Führer iría va a presentar la propuesta de una gran conferencia de paz; armisticio, desmovilización, resolución de todas las cuestiones con sentido común y justicia.
¿Es posible que, llegado el caso, organice una ofensiva contra el oeste? Evidentemente, la Línea Maginot ya no inspira temor. Si los ingleses no quieren la paz, empleará todos los medios para atacarlos y aniquilarlos. La guerra contra Polonia, un estado que cuenta con treinta y cuatro millones de habitantes, habría costado entre cien mil y doscientos mil muertos. Por el momento en nuestras filas se han registrado ocho mil fallecidos y entre treinta mil y treinta y cinco mil heridos, lo que demuestra que atacar ahora ha sido lo correcto. Si hubiésemos dejado pasar cinco años, Polonia habría avanzado, estaría más desarrollada y no habría caído tan fácilmente.
El Führer también explicó en detalle los pormenores de algunas batallas y me animó a viajar a la zona.
Inmediatamente después, comuniqué a R., en Montreux, a través de una tarjeta, que la «excursión» va a «tener lugar». He enviado a Harder para que traiga a R. a Berlín.49
El tiempo dirá si es capaz de movilizar a las fuerzas del Ministerio de Aviación británico contra las de Churchill.
Esta mañana, Darré ha venido a verme a la oficina y me ha hablado del memorándum sobre la conexión ferroviaria de Cracovia, Stanislau y Bucarest que ha elaborado para Göring.50 En un principio, no pensaban que se tratase de una cuestión importante, pero ahora se ha «autorizado», mediante un contrato complementario, su uso extraterr.[itorial].
Acabamos hablando de un fenómeno relevante: a aquellos que consideran que la zona del mar Báltico es un punto estratégico, se los ve como «bálticos localistas». Desde luego, este tipo de personas han existido y existen. De hecho, tras v.[on] K[ursell],51 algunos caballeros de la Hermandad Bált.[ica] se han dado mucha importancia. Pero cada vez está más claro que en este caso no se está actuando contra mí, un par de colaboradores, Darré, etc.
Darré explicó después, muy indignado, una experiencia que había tenido con Ribbentrop. D.[arré] acudió a la estación, junto con otras personas, para despedir a Ciano. R.[ibbentrop] le habló, en presencia de Ley, sobre sus vivencias en Moscú: los rusos, dijo, habían sido muy amables, él se había sentido en su salsa, como entre viejos compañeros de partido. Esta es, de lejos, la ofensa más descarada que se puede dirigir al nacionalsocialismo. Constantemente se pone de manifiesto que R. no ha entendido nada, ni del bolchevismo ni del nacionalsocialismo. Que sea tan torpe como para comunicarlo abiertamente demuestra de qué calaña es esta persona que tiene que representar al Führer en una difícil situación histórica.
Por lo demás, Stalin ha ensalzado no solo al Führer, sino también a Himmler, como52 garante del orden en Alemania. H.[immler] ha extirpado el comunismo, esto es, a aquellas personas que creían en Stalin. Y resulta que este, sin necesidad alguna de hacerlo, lanza vítores en honor de quien derrota a sus seguidores. Alguien muy grande, han dicho R. y compañía.
Harder ha vuelto hoy de Suiza. Ropp ha preguntado en Londres si puede venir. La respuesta de su Ministerio: el chovinismo en Inglaterra está tan exaltado que, por ahora, no hay ningún margen para la acción. A ello, R.[opp] ha añadido, a modo de explicación, que la aviación británica no puede luchar «hasta el último hombre», dado que Inglaterra quedaría desprotegida. No obstante, una vez pasadas las duras batallas que se esperan, se le preguntará cuál es su opinión, para actuar en función de la misma. Será el momento de organizar una intervención de salvamento para evitar que el continente se hunda.
Con un tono confiado, aseguró que Daniels, su viejo amigo, es agregado de prensa en Berna53 y que veía las cosas más o menos como él...
Pero todo es en vano. Ahora se ha establecido otra línea particular entre Göring y Londres. Y otra más desde Washington. Cuando hablé con Göring el domingo, este me dijo que incluso han venido varios estadounidenses. El embajador de Roosevelt. R.[oosevelt], que ahora quiere reavivar su popularidad en la gira del Ángel de la Paz,54 se ha puesto en contacto con nosotros. Ayer me enteré de cómo han ido las cosas. Un tal señor X, que tiene relación con mi Negociado, podía entablar relaciones en Estados Unidos con R. e iniciar así ciertas negociaciones políticas. R., al igual que su delegado, un magnate del petróleo,55 ha confesado fríamente cuáles son sus egoístas intereses: resultar elegido por tercera vez como portador de la paz.
El señor X. ha vuelto en avión a Washington, con la respuesta del Führer (cinco puntos) bajo el brazo. Más adelante viajará también a París y a Londres. Es posible que esta noche haya noticias y que el Führer pueda ajustar su discurso mañana. Desde luego, que Londres pudiera obtener un «asesoramiento» urgente desde Washington para cerrar la paz supondría un golpe completamente inesperado.
Sea como fuere, Londres aún está bajo los designios de Churchill...
Por otra parte, he hablado con Göring acerca de la guerra espiritual que se está librando, junto con el combate militar, económico y propagandístico. Ha entendido enseguida esta necesidad: «Usted es el autor de nuestro programa». También le argumenté que es preciso contar con un poder ejecutivo estatal para garantizar la unidad, algo con lo que se muestra plenamente de acuerdo, y así se lo hará saber al Führer. Ya se le ha enviado una propuesta de formulación. Por lo demás, me ha contado que, después de su última entrevista, el Führer habló con mucho afecto sobre mí: aseguró que soy un político y que precisamente conmigo ha conseguido prepararse para defender su actuación.
Dicho esto, tengo que añadir que en estos momentos me parece infructuoso quejarse de lo que no se puede cambiar. Con la decisión actual, el análisis de la situación ya no se ha de centrar en la decisión actual de un entendimiento con la Rusia soviética, sino en el abandono de la antigua línea que se venía manteniendo desde los tiempos en los que V. R.[ibbentrop] era nuestro embajador en Londres y se negó a acometer la tarea que le correspondía. Le he enviado al Führer varios informes. Sin embargo, y pese a que lo he intentado en repetidas ocasiones, no he conseguido que me dé la oportunidad de hablar más detenidamente con él. En la situación actual, la adopción de la decisión con el fin de evitar una retirada resulta comprensible, cuando no, incluso, necesaria. Hay una cosa que está clara: Moscú ha avanzado enormemente desde el punto de vista estratégico y se va a extender hasta el Báltico, primero, estableciéndose en «bases»; después, ocupando todo el territorio. En consecuencia, el mar Báltico no será un mar germánico: el norte corre el riesgo de verse amenazado o, tal vez, incluso dominado por Moscú. En el sur: no contamos con fronteras comunes con Rumanía y, aun cuando hayamos congelado por ahora la cuestión de Besarabia, en el futuro habrá que abordarla.56 A todo ello se une, por supuesto, la destrucción de Polonia, la colonización de la Prusia Oriental y el levantamiento del muro del este en el Vístula. Unas cuentas enormes por liquidar.
La dura realidad aparece ante nuestros ojos: si Inglaterra logra salir más o menos indemne, Rusia querrá volver a actuar contra nosotros cada vez que va tengamos que oponerle resistencia. De ese modo, de aquí a seis o diez años, volveremos a encontrarnos entre dos frentes. En vista de la situación actual, resulta imprescindible que Gran Bretaña sufra un importante debilitamiento.
Esta idea nuestra está cada vez más generalizada entre nosotros. Si Churchill quiere aniquilar el «hitlerismo» de Alemania, nosotros tenemos que buscar y lograr la caída de Gran Bretaña. Hasta que el continente europeo quede libre de la dictadura de ese pueblo insular, que de todas formas tiene la posibilidad de acceder a cualquier otro rincón del mundo.
Acabo de mantener una larga conversación con el Führer. Le he explicado que, a pesar de la información que envió de R.[opp] desde Suiza hace aproximadamente dos semanas, según la cual en Londres las fuerzas de Churchill habían logrado imponerse a las fuerzas de la paz en Londres, por lo que una visita a B.[erlín] no parecía augurar ningún éxito, ha vuelto a escribir. Se había acordado que, en caso de que se produjese un cambio en el ambiente, lo indicaría hablando de la nieve. Y ahora escribe lo siguiente: «Aquí ha caído mucha nieve, hasta el lago. Espero que pronto mejore el tiempo...». El Führer ha insistido en que siempre ha estado a favor de un entendimiento entre Alemania e Inglaterra, especialmente si se analiza el caso con cierta distancia. Pero desde la guerra de los Treinta Años, el Reino Unido se ha acostumbrado a despreciar a Alemania y a jugar contra los demás. Lo hemos intentado todo, pero en ese país gobierna una minoría insensata y guiada por los judíos. Chamberlain es un viejo sin energía, asegura el Führer. Parece que no abrirán los ojos hasta que alguna vez les caiga algo terrible encima. No hay forma de comprender lo que quieren, en realidad. Incluso en el caso de una victoria de los ingleses, los que ganarían, en el fondo, serían Estados Unidos, Japón y Rusia. Inglaterra solo puede salir mutilada de una guerra. Y eso, por no hablar de lo que supondría su derrota militar. Sin embargo, el Führer cree que, con el debido respeto, muchos estadounidenses se están frotando las manos al ver las pérdidas que Inglaterra ha sufrido hasta ahora. Yo: Claro, Estados Unidos será su sucesor en el dominio sobre Suramérica. Por lo demás, creo que en los discursos oficiales debemos evitar un peligro de carácter psicológico: contar que a cambio de la ansiada amistad con Ingl.[aterra] les hemos ofrecido todo y tachar a los ingleses de asesinos, mentirosos, hipócritas y explotadores de pueblos. Debemos empezar explicando que existen dos Inglaterras: una primera llena de energía, que constituye un factor de seguridad y cultura, y una segunda que actúa sin escrúpulos y se deja guiar por los judíos. Añadiremos que nosotros teníamos la esperanza de colaborar con la primera, pero que no es nuestra culpa que la segunda se haya impuesto. El Führer: Tiene usted toda la razón. Yo: En el último discurso de Ribbentrop, esta ruptura resultaba muy visible y la radio inglesa lo reflejó con sarcasmo:57 aseguran que preferimos decir que las uvas están demasiado verdes y que no nos interesan, en lugar de reconocer que somos incapaces de alcanzarlas...
Por último, le anuncié que escribiría a R. que tendría sentido organizar una conferencia si realmente cayese una gran cantidad de nieve y fuese seguro esquiar. Añadí también una lista de las fuerzas que están dispuestas a colaborar con Alemania, pero advertí de que una personalidad fuerte no contrarrestará a Churchill si Mosley se mantiene firme.58 El F.[ührer]: El único sería L.[loyd] G.[eorge]. Antes de 1914 se mostraba en contra de la guerra, pero, ahora que no es posible evitarla, la lleva a cabo con toda su energía. Mosley ha demostrado ser un valiente. En este británico ha renacido algo así como una conciencia de la sangre. Por otra parte, ha ocurrido una tragedia: la señorita Mitford ha intentado suicidarse.59 Está desesperada. Yo: Voy a contratar ahora a un colaborador de Mosley en Frankfurt. El F.: Es bueno mantener todos los lazos. Si lo considero oportuno, le pediré a R. que venga.
En segundo lugar, hablé de Afganistán. Amanulá me ha enviado a un amigo alemán para comunicarme que quiere organizar un golpe de estado en Kabul e invadir el noroeste de la India, con la ayuda de los rusos.60 Le expliqué que he oído que Canaris está preparando algo parecido. El F.: Bien, hable usted con Canaris sobre este tema. Yo: De todas formas, no puedo calcular qué probabilidades de éxito tendría un proyecto de este tipo. Ya hemos colocado jefes de policía y multitud de ingenieros de caminos, además de una división armada. Haré venir al almirante Canaris.
Por último, abordé el asunto de la conc.[epción] del m.[undo]. La guerra también es una lucha del espíritu y del carácter, sostuve. El partido no puede permitirse perder el liderazgo en este terreno. Las informaciones que llegan de las regiones administrativas hacen pensar que las iglesias están recuperando posiciones, pero no tanto en el liderazgo de las almas, sino como agentes de descomposición. Por nuestra parte, tenemos subalternos como Kerrl y Rust. (Expliqué el caso de Stapel y el de la carta de Kerrl, así como el memorándum del padre Fabrizius, etc.)61 He hablado con Goering y con Hess: hay que garantizar la unidad de la concepción nac.[ionalsocialista] del mundo por el partido y el estado e impedir cualquier división. Goering está completamente de acuerdo. Hess también lo está en lo esencial, pero teme que se le excluya. Sin embargo, yo no quiero quitarle nada. El Führer hace señas con la mano... La misión: formar a los directores de instrucción, a oficiales seleccionados, concienciar acerca del recorrido histórico de nuestra lucha, entrar en cuarteles y campamentos y, con ello, asegurar al nacionalsocialismo su papel de líder en esta guerra en torno al espíritu y al carácter. El centro de esa formación será el Ordensburg de Sonthofen.
El Führer: Estoy completamente de acuerdo.
Yo: Por eso, le pido que me otorgue los oportunos poderes para desempeñar esta misión. Creo que en estos años me he ganado a pulso la confianza del partido. Si no actuamos con rigor, en el futuro nuestra lucha habrá sido en vano, porque las antiguas conc.[epciones] del m.[undo] siguen en pie y en el partido son muchos los que están descubriendo, de repente, nuevos líderes espirituales, filósofos modernistas, etc. El Führer: Tiene usted toda la razón. Así lo haré. Yo: También tengo que trabajar, junto con Hess y Göring, sobre una propuesta que requiere un poder. El F.: Por supuesto, lo haré.
Todo indica que durante la guerra el enfrentamiento en torno a una concepción del mundo se agudizará especialmente. Las imprentas eclesiásticas trabajan a pleno rendimiento, el frente se llena de tratadillos, predicaciones y recopilaciones de salmos, y en algunas iglesias se pronuncian sermones que representan actos intencionados de sabotaje. De todas las regiones administrativas me llegan informaciones que, en su práctica totalidad, corroboran esta idea. El director de instrucción de un distrito me describe un sermón de Tréveris. El «sacerdote», entre suspiros, se quejaba de las necesidades de los evacuados «más allá del Reich» y explicaba que había lanzado un llamamiento a los sacerdotes para tomar los rosarios y «rezar». Ese sería el «único amparo» que tendrían, etc. El j.[efe] de región administrativa Sauckel me ha escrito en varias ocasiones que en su área los colonos procedentes del Sarre reciben sistemáticamente la presión de los párrocos. En otras zonas, se presenta la guerra como un castigo de Dios por el nacionalsocialismo. Un profesor de Breslavia, Fabrizius [Fabricius], ha tenido la insolencia de exigir nos a Kerrl que se deje en manos de los «especialistas» de las iglesias la formación del NSDAP en materia de conc.[epción] del m.[undo], porque la instrucción espiritual les corresponde a ellos, etc. Este impertinente memorándum está cargado de arrogancia, ignorancia y estrechez de miras, pero demuestra, al mismo tiempo, lo poco que la cabeza de los sacerdotes, llena de formas discursivas propias del Antiguo Testamento, comprende de la vida alemana. Son el atraso personificado y ni siquiera se imaginan lo anticuados que resultan. Basta con ver su representación estatal para entender que remitan tales memorandos a Kerrl. Desde el punto de vista espiritual, él está igual de anticuado y demuestra que es posible combatir el marxismo y la democracia, en calidad de nacionalsocialista, pero sin enterarse en absoluto de que la nueva era trae consigo una concepción del mundo distinta.
Ayer me llegó desde el frente un tratado sobre Jesús. Su autor se mostraba indignado ante esas épocas en las que Jesús se califica de estímulo para la valentía y, al mismo tiempo, de soldado que sacrificó su vida por sus amigos, y se ve en él la respuesta de Dios a las preguntas de todas las religiones. Con rabia, aquel hombre de iglesia concluía mencionando un monumento a los aviadores en el que se habían grabado las siguientes palabras: «Solo por nosotros» —que es una cita de un conocido lema de los combatientes aéreos— y las enfrentaba a las palabras de Guillermo I, que había consagrado su casa y a sí mismo a Dios.63 Y añadía: ¡hay que escoger entre una de estas dos opciones! ¡Hoy es posible eliminar todo esto sin problemas! Los sacerdotes de ambas confesiones, sin embargo, no aceptan la fortaleza espiritual de los soldados, sino que retoman el antiguo juego de descomponer sus almas. Para contrarrestar este trabajo no basta con cuentos, con la propaganda del día a día o con espectáculos de variedades. Se necesita un trabajo muy diferente, como el que le he propuesto al Führer. Los colaboradores de Hess ya me han hecho saber que un encargo de este tipo se encontrará con dificultades... El propio Hess quiere hablar con el Führer acerca de este asunto...
Todavía estamos conmocionados por el atentado de Múnich.64 Ayer a mediodía fui a ver al Führer, que me explicó que tenía que volver a Berlín a toda costa. Después de su breve discurso, le habían pedido que se reuniese con los antiguos combatientes en la galería de la cervecería Bürgerbräu. Él preguntó entonces qué hora era. Las nueve y diez. Sin embargo, como el tren especial estaba previsto para las nueve y media y no quería retratarse, por respeto a la organización de los viajes y teniendo en cuenta, además, lo mucho que había oscurecido, partió de inmediato. Si no lo hubiera hecho, todos nos habríamos visto sepultados bajo los escombros.
Tengo una sensación extraña: hace dieciséis años acompañé a Adolf Hitler, pistola en mano, hasta este mismo escenario, donde estaba previsto que encontráramos hoy la muerte. Recuerdo los disparos del Templo de los Generales, el intento de atentado contra mi persona65 en 1931, en Jena, donde la bala, en lugar de alcanzarme a mí, hirió a H.[ans] Günther. Y la experiencia del presente. Hemos arriesgado el pellejo durante catorce años y ahora, los mismos enemigos, con toda probabilidad desde el extranjero, siguen actuando para sacarnos de este mundo. Observo mi casa. En esta región despoblada, sería una nimiedad arrojar en la noche sobre mi dormitorio una bomba.
En fin, no habríamos podido emprender nada si nos hubiésemos dejado llevar por la preocupación. Lo único malo es que la actuación de nuestros líderes está provocando irritación en el país: es imposible calcular la confianza que han destruido la arrogancia de Goebbels y la ostentación de algunos otros. Todos nosotros tenemos que compensar con nuestro trabajo lo que la vanidad y levantisca petulancia ha arruinado.
V. Harder volvió ayer de Suiza. La segunda reunión con d.[e] R.[opp] ha sido más seria. El «partido inglés» ha recibido refuerzos de la City, Bajo la dirección de sir... Glynn, se ha intentado oponer resistencia frente a Churchill y los suyos.66 Adjunto las actas de las dos reuniones [no se incluyen en el original], porque pueden ser relevantes.
Hoy Darré ha venido a visitarme. Además de unas cuestiones de carácter general, me ha hablado de una declaración de Ribbentrop. Darré quería tratar con él el tema del suministro desde Rumanía y necesitaba saber si, dada la situación en materia de política exterior, sería recomendable invertir en ese país o no. La respuesta de v.[on] R.[ibbentrop]: «¿Por qué es usted tan pesimista? Nos reuniremos con Inglaterra para alcanzar la paz en navidades». En enero tendremos ocasión de reflexionar acerca de este anuncio.67
Hace poco, Göring pasó una tarde entera conmigo. Hablamos largamente de religión y filosofía. Convenimos en que no debemos aplicar una política basada en una acumulación de pequeñas medidas de presión. Los folletos protestantes (se adjunta extracto [no figura en el original]) le han obligado a alejar de la aviación a todos los sacerdotes. Tal y como están las cosas, las iglesias —algunas, sin quererlo— están sentando las bases de una descomposición moral. Pero no cabe reaccionar con prohibiciones. Mi tarea parece cada vez más urgente.
También he hablado con Hess, al que el Führer le ha expuesto abiertamente su voluntad, con el reconocimiento del poder que se le ha otorgado formal y legalmente. En la última reunión, H.[ess] mostró una actitud más abierta y generosa de lo que yo esperaba. Ahora, estamos de acuerdo en todo, hasta en algún punto que no es decisivo.
Como he constatado a lo largo de los cuatro últimos años, en los que he valorado el desarrollo de los acontecimientos, el combate que está librando hoy toda la nación es determinante e Inglaterra está decidida a luchar para aniquilarnos. A ello solo se puede dar una respuesta de acuerdo con nuestro deber. Los ingleses han tenido caminos de sobra, hasta sin Ribbentrop, pero no han querido tomarlos.
Empieza el trabajo: conferencia en el club de Volksdeutsche acerca del futuro de la región báltica. A continuación, recepción del poeta galardonado con el Premio del Pueblo de las Comunidades Al.[emanas] (Oberkofler),68 un tirolés muy simpático, autor de la sencilla novela Der Bannwald, y Griese, un hombre meditabundo, cuyo único hijo ha recibido la Cr.[uz] de H.[ierro] de Modlin.69
El Führer acaba de comunicarme la visita de X.70 desde Escandinavia. Este ha di X. le ha dicho que el ambiente en el norte es cada vez más reacio a los alemanes (conflicto ruso-finés) y que la parte favorable a Inglaterra es cada vez más fuerte. El judío Hambro conspira constantemente contra nosotros.71 En Suecia se ha hablado de la cuestión de las bases para la flota británica. Podría repetirse un caso como el de Turquía. Ha vuelto a presentar una propuesta concreta: preparar el terreno para un desembarco alemán a instancias de un gobierno que habrá que volver a conquistar. X. se ha dirigido a Raeder.
Evidentemente, el Führer no podía recibir a X., pero quería estar informado acerca de todas las posibilidades. X. se está alojando en mi centro de instrucción.
En la comida, también estaba Goebbels. El Führer ha repetido en su presencia lo que dijo hace tres días durante una comida en su ausencia, y lo ha hecho con una enorme severidad: el Wochenschau carece de espíritu y de verdadero interés. En Al.[emania] hay una gran movilización popular, pero el cine no toma nota de ella. Produce sus metros de película como es debido, pero sin asumir un papel de liderazgo permanentemente atento ni darle a esta nación lo que quiere. En los largometrajes no se aprecia que hayamos vivido una revolución nacionalsocialista. Los temas que se escogen no transmiten nada. G.[oebbels]: Pero tenemos buenas películas nacionales (Ritter).72 El Führer: Sí, algunas patrióticas, en general, pero ninguna de ellas es nacionalsocialista. Se ha criticado a muchas profesiones, pero nuestro cine no se ha atrevido con los judíos bolcheviques. En la película Robert und Bertram, recientemente estrenada, incluso se difama a los alemanes. Las quejas son generalizadas. Tienen razón, no se debe hablar de ello.
Así pasaron veinte minutos en los que G. renunció a defenderse. Ha maldecido ese mediodía —en mi presencia, además— como pocas veces lo ha hecho. Hasta al tolerante Führer le resulta ya excesiva su inagotable arrogancia. Es una pena que esto ocurra en la guerra, después de que esa arrogancia haya causado tantos daños. Hess también estaba por allí. Como yo, nunca ha hecho uso de sus poderes frente a un Goebbels que en el pasado estuvo tan mimado.
Acabo de hablar con Raeder, que me ha dicho: ¡Esto es como una señal del destino! Mañana tiene que exponer la situación al Führer.
Ayer recibí el detallado informe de C.[arlo] v. Kügelgen acerca de su viaje por Baltenland.73,74 ¡Atención a la actitud de mi población rural! Cuando el presidente local del grupo popular explicó a sus hombres de confianza la necesidad de establecer asentamientos, se hizo el silencio. Entonces, uno de ellos preguntó: Entonces, ¿el Führer quiere que nos vayamos de nuestra patria? Cuando oyeron la respuesta («Sí»), la aceptaron sin más debates. Inmediatamente comenzaron los preparativos de la organización.
Esa es una buena actitud. También lo es la de todos aquellos que, en el campo, matan de un tiro a sus perros y a sus caballos con tal de evitar que caigan en manos de los extranjeros. Son signos de un carácter que esperamos que no nos defraude en lo sucesivo, por el bien del trabajo que desarrollarán, como pioneros, en el Este.
Lotrop Stoddard, de Estados Unidos, me ha visitado.75 Aunque los judíos lo acosan, puede ejercer una gran labor periodística. Se quedará aquí dos meses.
Hoy ha vuelto de Escandinavia Draeger, que ha informado acerca de la conferencia de Estocolmo, de los planes autoritarios de Rosting para Dinamarca y de las firmes declaraciones [nombre ilegible] sobre la cuestión soviético-finesa.76
Tal vez sea bueno que los escandinavos entiendan ahora en qué consiste el «peligro ruso». Habrían aceptado de buena gana nuestra lucha, pero evitaron cualquier vinculación más estrecha. Y ahora nos piden ayuda: como si nosotros tuviéramos siempre que luchar por la libertad de los demás. Ahora el viento que les llegará de Berlín será un tanto más frío. Les vendrá bien para su pequeño burguesa autocomplacencia. Solo los fineses nos inspirarían una compasión humana, pero ellos mismos confían en que los rusos no puedan hacerles nada una vez pasado el invierno. Y de aquí a entonces la situación política puede cambiar mucho...
El día 12 el Führer volvió a citarme en la Cancillería del Reich para estudiar la propuesta de Quisling. No es contrario a aceptarla, pero quiere saber antes cómo quiere plantear Q.[uisling] su acción. También hablamos de otras cuestiones: hay que aclarar la relación con el ejército noruego. Esa misma noche hablé largo y tendido con Q. Adjunto unas breves conclusiones [no figuran en el original], que he enviado a Raeder. También esa noche vino a verme R.[aeder]. Estuvimos de acuerdo tanto en lo tocante a los riesgos como en la necesidad de la acción. El mismo día 12, por la noc.[he], en la oscuridad, me tropecé con la puerta principal de la casa y volví a herirme el pie enfermo, así que la articulación inflamada me duele tanto en estos momentos que estoy otra vez inmovilizado. Por eso, R. debe acompañar a Q. ante el Führer, para que este, al menos, se haga una idea directa de su carácter.
Ayer me enteré de una divertida anécdota que da cuenta de la situación que se vive ahora mismo en el Min. de Ext. Allí, el compañero de partido Habicht, que desde hace años es alcalde en Wittenberg, ¡se ha convertido de repente en subsecretario de Estado! Ha sido nombrado director de la Sección de Oriente. Pues bien, le han llegado noticias de Amanulá y, sin pensárselo dos veces, se ha lanzado a prestar su ayuda. El antiguo ministro de Asuntos Exteriores de A.[manulá] estaba ya en Moscú. He convocado a H.[abicht] y le he explicado que en los últimos años mi Negociado ha llevado a cabo todo este trabajo en la zona sureste, en la mayoría de las ocasiones contra el Min. de Ext., que he tenido como invitados a todos los peces gordos de Afganistán y que la penetración en ese territorio (a través de la policía, las industrias, las escuelas, la construcción de carreteras, etc.) ha sido posible gracias a nosotros. Si se apoya activamente a Amanulá, habrá que acordar si se utilizarán los hombre[s] con los que se ha contado hasta ahora (Abdul Medjid).78 No es aceptable tacharlos a todos de esclavos de Inglaterra. H. se ha ruborizado y me ha reconocido que nadie le ha dicho ni una palabra de estas cuestiones. Horrorizado, se puso a decir palabrotas y prometió citar a Ter Madden y a Schnelle, a los que no había oído.79
Todo esto demuestra, una vez más, que en el Min. de Ext. reina una total falta de planificación y, en ocasiones, también un ambiente de sabotajes tontos (ministro plenipotenciario Hentig).80 También se ha abordado el asunto con Ribbentrop, que, sin embargo, no tiene ni idea de lo que pasa en el sureste.
Ha concluido la primera fase de la acción planificada para Noruega. El día 15, Quisling, acompañado de Hagelin y del director de mi Negociado, Scheidt, fue recibido por el Führer.81 Yo seguía en cama debido a mi pie enfermo y no pude ir con ellos. Por la tarde vinieron a verme. Se les veía muy contentos. El Führer habló con ellos solo veinte minutos: como es lógico, prefiere que los escandinavos se mantengan neutrales, pero no tolerará que Inglaterra se acerque a Narvik.82 A continuación, leyó el memorándum de Quisling, en el que se destacaba la necesidad de formar una liga pangermánica. Q.[uisling] explicó entonces que a partir del 10 de enero de 1940 el estado Noruego se encontrará en una situación ilegal y que el país quedará a merced de marxistas y judíos demócratas. Asimismo, la salvación de Noruega resulta fundamental para Al.[emania] en su decisiva lucha contra Inglaterra.
Q. ha venido muy satisfecho. El 17 (?) el Führer volvió a convocar a esos caballeros y abordó durante una hora la situación general, insistiendo en que su deseo era que Noruega mantuviese su neutralidad. Entonces, preguntó: Señor consejero de Estado Q., ¿sabe usted que si me pide ayuda Ingl.[aterra] le declarará la guerra? Q.: Por supuesto que lo sé y cuento con que el comercio de Nor.[uega] se resentirá durante un tiempo. Al final de la conversación, de la que Scheidt podrá levantar acta, Q. preguntó: Señor canciller del Reich, ¿le he entendido bien? ¿Quiere usted ayudarnos? El Führer: Por supuesto que quiero.
Q. volvió, sereno y contento, en coche. De repente, le dijo a Scheidt: Me doy cuenta de que debe de existir algo parecido al destino. He expuesto mis ideas a muchas personas, pero nunca ha servido de nada. Y, sin embargo, ahora, en una situación decisiva, vamos a recibir ayuda a la primera.
Durante la segunda conversación, Q. entregó el memorándum adjunto [no figura en el original] sobre la importancia estratégica de las islas Feroe y Groenlandia, que el Führer leyó atentamente, sin tomar partido.
Q.[uisling] y H.[agelin] acaban de pasar para despedirse. Se han analizado todos los pormenores técnicos y los preparativos políticos de la acción en Din.[amarca] y Nor.[uega]: la necesidad de mantener una confidencialidad total; los viajes para recibir formación; la actitud que ha mantenerse ante el rey; la ocupación de los puestos del gobierno, etc. Tengo la intención de preparar un pequeño borrador sobre todas estas cuestiones.
Q. me ha agradecido que le haya prestado una ayuda decisiva y que haya consistido entendido a la primera todo el plan. Le he respondido, sonriendo, que mi protección a la Soc. Nórd. tenía como único objetivo la preparación psicológica del terreno. El hecho de que Finlandia y los estados bálticos hayan quedado excluidos ha sido un contratiempo. Por lo demás, me alegro de tener ocasión por fin de visitar Escandinavia, algo que hasta ahora, y debido a los gobiernos anteriores, no me resultaba posible. Nos hemos dado un apretón de manos con la esperanza de volver a vernos pronto, cuando la acción haya concluido exitosamente y el primer ministro de Noruega se llame Quisling.