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Cómo estar en desventaja y ganar

 

 

La Corporación RAND es un laboratorio de ideas radicado en Santa Mónica (California), donde especialistas de muchas disciplinas trabajan para el Departamento de Defensa combinando la investigación académica con el asesoramiento práctico en problemas militares. Los expertos de la RAND se consideran los cerebros del establishment militar. Dos voluminosos documentos destacaban entre los que leí cuando visité la Corporación RAND durante los años de la guerra de Vietnam. Uno era una gran obra en seis tomos titulada Oregon Trail y patrocinada por el ejército estadounidense que había escrito un nutrido grupo de historiadores, muchos de ellos eminentes profesores universitarios. El otro, un único tomo titulado Rebellion and Authority y escrito por dos economistas, Nathan Leites y Charles Wolf, miembros de la Corporación RAND.

Las dos obras trataban del mismo problema, necesitado de una solución urgente debido a la situación en Vietnam; a saber, el de un país grande y poderoso en lucha contra un enemigo débil pero decidido. El problema recibió más tarde el nombre de «guerra asimétrica». Ambos estudios trataban de dilucidar la estrategia de una guerra asimétrica. Las conclusiones a que llegaron eran radicalmente opuestas.

Los historiadores que escribieron Oregon Trail examinaban detenidamente un centenar de ejemplos de guerras asimétricas, la mayoría de las cuales eran contiendas coloniales con una gran potencia imperial sobrada de recursos en lucha contra un grupo de nativos rebeldes. Los ejemplos que analizaban en profundidad eran la guerra de Independencia norteamericana, las guerras coloniales francesas en Argelia y Vietnam, y las guerras coloniales británicas en Sudáfrica y Malasia. Su propósito era encontrar la pauta general de estas guerras para entender por qué los rebeldes a veces ganan y a veces pierden, y encontraron que el resultado lo decidían más los factores psicológicos que los militares. La mayoría de estas guerras duraron entre cinco y diez años, y por lo general terminaron cuando en un bando u otro se perdió la fuerza de voluntad para seguir luchando.

La conclusión más importante del estudio titulado Oregon Trail era que los rebeldes solían ganar si el imperio dedicaba la mayor parte de sus esfuerzos a efectuar operaciones militares, y que solían perder si el imperio dedicaba la mayor parte de sus esfuerzos a dar respuestas políticas y sociales a las quejas. Era obvio para cualquiera que leyera Oregon Trail que la guerra estadounidense en Vietnam probablemente fuese un caso perdido. Por desgracia, muy pocas personas tuvieron la oportunidad de hacerlo. En el que constituye uno de los peores abusos del sistema de secretos oficiales que me he encontrado, las autoridades militares estamparon en aquel estudio el sello de «alto secreto». Al mantenerlo en secreto, se aseguraron de que no tendría influencia alguna en el debate público sobre la conducción de la guerra de Vietnam. Que yo sepa, el secreto aún no ha sido levantado. Mientras tanto, Rebellion and Authority se publicó abiertamente con la bendición del Departamento de Defensa, y se ha convertido en una guía de gran aceptación para los ejércitos de ocupación en territorio extranjero con la función de reprimir insurrecciones.

Cuarenta y cinco años más tarde, Malcolm Gladwell ha escrito David and Goliath. Underdogs, Misfits, and the Art of Battling Giants, otro libro sobre la guerra asimétrica, que comienza con el combate entre David y Goliat relatado en el capítulo 17 del primer libro de Samuel.[41] En él Gladwell describe muchos ejemplos de conflicto asimétrico en la vida civil y en la guerra. Y en las historias que relata, que esta vez, afortunadamente, podemos leer, llega a conclusiones similares a las de Oregon Trail. Aunque no tuvo acceso a dicha obra, ha estudiado Rebellion and Authority, y explica por qué no está de acuerdo con este trabajo. Cita una frase que resume el pensamiento de los economistas: «Influir en el comportamiento popular no requiere simpatía ni misticismo, sino una mejor comprensión de los costes y beneficios para el individuo o el grupo y cómo calcularlos». A esta muestra de sabiduría económica añade el siguiente comentario: «En otras palabras, conseguir que los insurrectos se comporten como deseamos es fundamentalmente un problema matemático».

Gladwell pasa a describir las acciones del ejército británico para reprimir la rebelión de la minoría católica de Irlanda del Norte tal como las verían los economistas:

 

Si hay disturbios en las calles de Belfast, es porque los costes para los alborotadores que queman casas y rompen lunas no son lo suficientemente altos. [...] A quien esté en una posición de poder no le debería preocupar lo que los transgresores de la ley piensen acerca de lo que él haga. Solo tiene que ser lo bastante contundente como para hacer que se lo piensen dos veces.

 

La principal conclusión de Gladwell es que el resultado de un conflicto asimétrico depende de la legitimidad. El lado más fuerte gana si puede persuadir al lado más débil de que su autoridad es legítima. Y el lado más débil gana si puede mantener su firme creencia de que la conducta del lado más fuerte es ilegítima. Esta conclusión la expresan en un lenguaje diferente los autores de Oregon Trail, pero las consecuencias prácticas de las dos obras son las mismas. Si el lado más fuerte trata de aplastar al lado más débil empleando la fuerza física, pierde legitimidad; el lado más débil estará cada vez más decidido a resistir y suele ganar. Si el lado más fuerte intenta atender las demandas del más débil, gana legitimidad; los resistentes empecinados se quedan aislados y, por lo general, pierden. Las tragedias de Vietnam e Irlanda del Norte fueron en cierta medida una consecuencia del hecho de que los censores dieran voz a los autores de Rebellion and Authority y silenciaran a los autores de Oregon Trail.

Cada uno de los diez capítulos de Gladwell lleva el nombre de un underdog. Un underdog es alguien que lucha con desventaja en el juego de la vida. Solo cuatro de ellos, David incluido, representan la resistencia contra la fuerza física superior. Los otros seis representan la superación de obstáculos en asuntos civiles. Un caso típico de héroe pacífico es Vivek Ranadivé, que se encontró inesperadamente ejerciendo de entrenador de un equipo de baloncesto de chicas de doce años en Redwood City (California). Su hija, que era miembro del equipo, lo convenció de que se presentase como voluntario. Su desventaja era que había crecido en la India jugando al fútbol y no sabía nada de baloncesto. Debido a su ignorancia, entrenó a las chicas para jugar como jugadoras de fútbol, en constante y rápida persecución del balón, sin dar al equipo contrario la oportunidad de tomarse un respiro. Aquello era muy diferente de la forma habitual de jugar al baloncesto, en que los jugadores centran su atención en defender la canasta en vez de en correr detrás del balón. El equipo de Vivek se entrenaba y jugaba con dureza, y pronto comenzó a ganar a otros equipos con capacidades superiores, pero inferiores en resistencia.

Gladwell compara a las muchachas de Redwood City con el grupo tribal de rebeldes árabes que venció al ejército de ocupación turco en 1917, y cita las palabras de Lawrence de Arabia cuando relata cómo sus tribus viajaron por el desierto infestado de serpientes para atacar a los turcos en la ciudad portuaria de Aqaba: «Tres de nuestros hombres murieron a causa de las mordeduras; cuatro se recuperaron después de superar el gran temor y dolor que les producía la hinchazón de la extremidad envenenada. El tratamiento de la tribu howeitat consistía en vendar la parte afectada con la piel de la serpiente y leer a la víctima capítulos del Corán hasta que moría». Y continúa Gladwell:

 

Cuando finalmente llegaron a Aqaba, la banda de Lawrence, compuesta de varios centenares de guerreros, mató o capturó a mil doscientos turcos y solo perdió dos hombres. Los turcos simplemente no se habían planteado que su adversario estuviera tan loco como para atacarlos por el desierto.

 

Las chicas de Redwood City vencieron a los demás equipos locales y terminaron jugando en los campeonatos nacionales. Ganaron los dos primeros partidos, pero luego llegó el desastre. El tercer encuentro se celebró en una ciudad donde la opinión pública era sumamente hostil y el árbitro fue injusto. Este las penalizó varias veces, declarando ilegal su estilo de juego, y el público se puso con entusiasmo del lado del colegiado. Ranadivé entendió que sus muchachas habían perdido legitimidad, y que en esa situación no podían ganar. Les pidió que jugaran de la forma en que el árbitro quería que lo hicieran, y, como resultado, perdieron el partido y el campeonato. En la paz, como en la guerra, el underdog no siempre gana.

Gladwell hace hincapié en tres verdades incómodas que hacen difícil la vida de quienes están en desventaja. En primer lugar, para ganar deben ser desagradables. La fuerza de carácter que les permite luchar con las probabilidades de ganar en su contra los vuelve insensibles a los sentimientos de otras personas. En segundo lugar, deben estar preparados para mentir, engañar y estafar cuando sea necesario. A menudo sucede que solo pueden escapar de las malas situaciones si mienten, engañan y estafan. En tercer lugar, deben estar dispuestos a morir por su causa. Es frecuente que no vivan para ver el triunfo final.

Estas tres verdades vienen ejemplificadas en varias de las historias que Gladwell relata. Ranadivé es el único de los luchadores en desventaja que era sin duda una buena persona y que finalmente no ganó. Incluso David, el heroico e inocente joven pastor de la historia de Goliat, tenía su lado oscuro. Pocos años después de su victoria, lo coronan rey y le roba la esposa a su fiel servidor Urías el hitita. Cuando ella se queda embarazada, David planea la muerte de Urías en una batalla. Y cuando el niño muere, no lo lamenta. «Gente sin escrúpulos» es una buena expresión para calificar a los luchadores en desventaja de un modo general, y a David en particular. Al final, David logra su propósito cuando la esposa que había arrebatado a Urías da a luz a Salomón y le proporciona un heredero legítimo de su reino.

Wyatt Walker es el héroe de un capítulo que describe la batalla entre manifestantes por los derechos civiles y las autoridades segregacionistas que tuvo lugar en 1963 en la ciudad de Birmingham (Alabama). Este es un ejemplo clásico del luchador en desventaja que embauca, engaña y obra con malicia con el fin de ganar. Walker era la mano derecha de Martin Luther King Jr. en la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur. Walker organizó operaciones en la trastienda mientras King atraía la atención del mundo. Su estrategia se basaba en dos principios. En primer lugar, provocar al enemigo para que emprendiera acciones violentas que horrorizasen al mundo y socavaran la legitimidad de las autoridades. En segundo lugar, no devolver el golpe y asegurarse de que todas las protestas continuaran siendo no violentas y de que el mundo las viese siempre así.

Walker tenía un problema con vistas a aplicar esta estrategia. Solo tenía veintidós manifestantes, y era difícil provocar a las autoridades o atraer la atención de todo el mundo con tan exiguo número. Se sirvió de dos trucos para hacer que la cifra pareciese mayor. El primero consistió en anunciar una marcha de protesta y luego retrasar su inicio hasta que un gran número de espectadores salieran a las calles para presenciarla. De ese modo, los cámaras de televisión y los reporteros no podrían establecer la diferencia entre el número de manifestantes y el de espectadores. Al día siguiente, la prensa informó de que mil cien manifestantes habían participado en la marcha. El segundo truco consistió en invitar a todos los chicos negros de los colegios de secundaria de la ciudad a abandonar las aulas y unirse a la marcha. Muchos cientos de muchachos, preparados para exhibir carteles con la palabra «libertad» y cantar canciones sobre la misma, asistieron a la protesta.

Tras varios días de manifestaciones cada vez más multitudinarias y caóticas, las autoridades hicieron lo que Walker había previsto. Intentaron dispersar a la multitud utilizando potentes mangueras contra incendios y perros policía contra los chicos. Las televisiones y los periódicos de todo el mundo mostraron la imagen de un perro agresivo atacando a un adolescente negro no violento. El adolescente era en realidad un espectador, no un manifestante, y no resultó herido. Walker dijo después: «Una imagen vale más que mil palabras». Su estrategia dio resultado, y la consecuencia fue la aprobación de la Ley de Derecho al Voto dos años más tarde, que ratificó el derecho de los negros a votar en las elecciones y, finalmente, propició un desplome del poder político de los segregacionistas blancos en los estados del Sur.

Para sostener una larga campaña de resistencia no violenta, los rebeldes en desventaja necesitan una disciplina y un autocontrol estrictos, además de un líder con el carisma de King. Si el liderazgo es débil o está dividido, es fácil que la resistencia no violenta se deslice hacia la violencia, y esta hacia el terrorismo. La violencia significa infligir daños físicos a personas que ostentan un poder, como soldados o políticos. El terrorismo significa infligir daños físicos a personas inocentes o a poblaciones enteras. Por regla general, las tácticas no violentas dan legitimidad a la resistencia y las tácticas terroristas dan legitimidad al gobierno opresor. Otra verdad incómoda sobre los luchadores en desventaja es que muchos de ellos son terroristas.

Las guerras asimétricas suelen ser pequeños conflictos bélicos librados entre un gran país y una colonia o un grupo de rebeldes. Pero las grandes conflagraciones también pueden ser asimétricas. Las dos guerras mundiales fueron conflictos a gran escala, y en ciertos aspectos importantes ambas fueron asimétricas. La Primera Guerra Mundial lo fue si la consideramos desde el punto de vista del hombre que la inició, Gavrilo Princip. Princip era un serbobosnio que pertenecía a un pequeño grupo de rebeldes que se oponían al poder del Imperio austrohúngaro que entonces gobernaba Bosnia. Asesinó al archiduque Francisco Fernando y a su esposa, Sofía, cuando estaban de visita en Sarajevo el 28 de junio de 1914. Matar el archiduque fue un acto de resistencia. Matar a Sofía fue un acto de terrorismo.

Princip dio inicio a la guerra y la ganó. Alcanzó sus dos grandes objetivos, la destrucción total del Imperio austrohúngaro y la independencia del reino de Yugoslavia. Yugoslavia unió los países de Bosnia y Serbia en una confederación de pueblos eslavos. Ni siquiera pagó su victoria con la vida. Primero fue encarcelado por los austríacos y luego trasladado a un hospital, donde murió tranquilamente de tuberculosis. Desde el punto de vista de Princip, la guerra fue un completo éxito, y las decenas de millones de víctimas solo fueron daños colaterales. La guerra también fue un completo éxito desde el punto de vista de otro grupo de rebeldes en desventaja, los bolcheviques, que se aprovecharon de ella para lograr sus objetivos en Rusia.

La Segunda Guerra Mundial fue asimétrica de una manera diferente. La iniciaron Alemania en Europa y Japón en Asia, como una guerra convencional en la que iban a combatir grandes ejércitos en tierra. El objetivo de Alemania era reanudar la Primera Guerra Mundial y esta vez ganarla; el de Japón, completar la conquista de China sin la interferencia de Estados Unidos. La conflagración se tornó asimétrica porque Gran Bretaña y Estados Unidos estaban decididos a no reanudar la Primera Guerra Mundial. Antes de que comenzara el conflicto, Gran Bretaña y Estados Unidos tomaron la decisión de crear grandes fuerzas aéreas con bombarderos capaces de destruir los países enemigos desde el aire.

Alemania y Japón no crearon fuerzas aéreas con bombarderos estratégicos. El bombardeo de Londres lo llevaron a cabo de una manera azarosa unas fuerzas que no estaban diseñadas para ese propósito. Los bombardeos alemanes con los V-1 y V-2 fueron demasiado poco eficaces y demasiado tardíos para producir efectos sustanciales. Que los bombardeos a que fueron sometidos Alemania y Japón fueran militarmente eficaces sigue siendo una cuestión controvertida. Un hecho incontrovertible es que los pueblos británico y estadounidense apoyaron las campañas de bombardeos en parte por razones militares, pero sobre todo para dar a las poblaciones enemigas una lección que no olvidasen.

Tanto los alemanes como los japoneses habían luchado en todas sus guerras anteriores en países de otros pueblos, y debían sentir finalmente los horrores de la guerra en carne propia. Los alemanes llamaban a los bombardeos de sus ciudades Terrorangriffe, «ataques terroristas», y tenían razón. El público británico sabía que lo eran y estaba dispuesto a pagar el precio: cuarenta mil tripulantes de bombarderos muertos.

Ahora, setenta años después, podemos ver claramente que el terrorismo funcionó. En 1945, el año en que unas aterradoras tormentas de fuego arrasaron Dresde e Hiroshima, algo sucedió en Alemania y Japón más profundo que la derrota militar. Las culturas tradicionales de ambos países, que habían sido las más militaristas de la Tierra, cambiaron bruscamente para convertirse en las más pacifistas del planeta. El cambio fue profundo y duradero. El terrorismo no derrotó a los ejércitos alemán y japonés; lo hicieron los ejércitos ruso y estadounidense. Pero consiguió algo más difícil y más permanente. Curó la locura alemana y japonesa. El terrorismo es una terapia de choque de la más cruda especie, pero a veces funciona cuando todo lo demás fracasa.

El libro de Gladwell no trata de las grandes guerras y de la gran historia. Trata de la gente y sus problemas. Además de los que he mencionado, hay otros siete underdogs, a cada uno de los cuales dedica un capítulo. Son personas reales, y Gladwell las hace revivir maravillosamente. El libro está dividido en tres apartados. El primero se titula «The Advantages of Disadvantages (and the Disadvantages of Advantages)». Después de Ranadivé viene Teresa DeBrito, una profesora que es ahora la directora de la escuela de secundaria de la localidad de Shepaug Valley, en Connecticut. Su problema es la escasez de niños. Shepaug Valley se ha aburguesado de tal manera que las familias con adolescentes ya no pueden permitirse el lujo de vivir allí. Muy cerca se encuentra la elitista escuela privada de Hotchkiss, donde los padres pagan cuotas exorbitantes para que sus hijos reciban enseñanza en clases pequeñas. Las de DeBrito pronto serán más pequeñas que las de Hotchkiss. Los padres y los políticos piensan que, cuanto más pequeñas son las clases, mejor es la educación. Pero DeBrito sabe por su experiencia como profesora que las clases grandes suelen ser mejores. En uno de los mejores cursos que tuvo había veintinueve alumnos. La moraleja de esta historia es que las cosas que parecen desventajosas a menudo resultan ventajosas, y viceversa.

El apartado intermedio se titula «The Theory of Desirable Difficulty». Comienza con David Boies, cuya desventaja es ser disléxico. Cursó con grandes esfuerzos la enseñanza secundaria y luego vivió bastante bien como trabajador de la construcción. Construir casas no requería leer mucho. Ahora es un abogado famoso en California. Dice que es un buen letrado porque escucha. Su dislexia es una ventaja porque se entrenó a sí mismo para aprenderlo todo escuchando. En los juicios escucha a los abogados de la otra parte y a los testigos, y recuerda cada palabra que dicen. Recordar cada palabra le da ventaja.

Emil Freireich tuvo una infancia horrible en un ambiente de pobreza extrema en Chicago. Durante su carrera como médico fue despedido siete veces por mal comportamiento. Pero dedicó su vida a la búsqueda de una cura para la leucemia infantil. La leucemia era entonces una de las principales causas de fallecimiento en niños. El pabellón de los enfermos de leucemia era un lugar espantoso, con sangre por doquier y niños en estado terminal desangrándose. Freireich trabajó allí durante veinte años, y a él se debe en gran parte que la leucemia infantil sea hoy una enfermedad curable. Para encontrar la cura y demostrar que funcionaba tuvo que infligir dolores a muchos niños, romper las reglas y polemizar con sus colegas. Ser duro puede ayudar a los demás. Freireich le dijo a Gladwell: «Nunca estuve deprimido. Nunca me senté junto a unos padres para llorar a un niño moribundo. [...] Como médico, juras que darás esperanzas a la gente. Ese es el trabajo del médico».

El último apartado se titula «The Limits of Power» y comienza con Rosemary Lawlor, que era una joven madre de Belfast cuando, en 1969, comenzaron los disturbios. El ejército británico impuso el toque de queda en el distrito de Lower Falls, y la gente empezó a quedarse sin alimentos. Un ejército de madres, empujando cochecitos llenos de pan y leche, rompió el toque de queda. Lawlor cuenta cómo sucedió. «Nos arrancaron los pelos. Los británicos nos agarraron por los pelos y nos lanzaron contra los muros. ¡Ah, sí!, y también nos golpearon.» Y entonces la situación cambió. «La gente empezó a salir de las casas y los británicos no pudieron controlarla. [...] Los británicos cedieron. [...] Nosotros los forzamos y forzamos hasta ir llenando la zona, y así rompimos el toque de queda. [...] Lo hicimos.»

El capítulo final es para André Trocmé, pastor del pueblo protestante de Le-Chambon-sur-Lignon, que salvó la vida a cientos de refugiados judíos en Francia bajo la ocupación alemana. Uno de los judíos salvados fue Pierre Sauvage, que nació en el pueblo durante la guerra. Llegó a ser un productor de Hollywood y rodó un famoso documental, Armas del espíritu, en el que intervinieron algunos de los aldeanos, que contaban cómo se salvaron los judíos. Los aldeanos eran personas corrientes que pasaban penurias, e hicieron lo que les parecía correcto. Gladwell concluye: «No fueron los privilegiados y los afortunados los que acogieron a los judíos en Francia. Fueron los marginados y desfavorecidos los que nos recordaron que había límites que el mal y el infortunio no pueden traspasar». Trocmé era un marginado y un desfavorecido. Salvó a los judíos en el pueblo, pero perdió a su hijo. Más tarde escribiría: «Soy como un pino desmochado. Los pinos no regeneran sus copas. Se quedan torcidos, tullidos».

 

 

Nota añadida en 2014: En la reseña publicada dije que Oregon Trail era un documento de la Corporación RAND. En realidad era un informe del ejército, y su título oficial era «Project OREGON TRAIL, Final Report, USACDC No. USC-6, February 1965. Volume 1, Main Report, TOP SECRET RD». El informe completo tenía dos partes, una histórica, que era la más extensa y que debió de publicarse por separado, y otra sobre juegos de guerra, que describe los juegos de guerra puestos en práctica en RAND y en la Research Analysis Corporation, que eran legítimamente secretos. La decisión objeto de mi protesta fue la de unir las dos partes y clasificar el todo como ALTO SECRETO. Como resultado de esta clasificación, las dos partes permanecían inaccesibles cuarenta y nueve años después. Agradezco a Lon Jones y a Ashutosh Jogalekar las cartas en que me animaron a sacar a la luz estos hechos. Como de costumbre, aprendo de mis errores solo después de publicarse la reseña.