¿DEL AUTONOMISMO AL INDEPENDENTISMO? EN VÍAS DE INTERPRETAR EL GIRO RECIENTE DEL NACIONALISMO CATALÁN
Klaus-Jürgen Nagel
Universitat Pompeu Fabra
Cuando el día 11 de setiembre de 2012, en Barcelona, más de un millón de personas se manifestaron bajo el lema «Catalunya, un nou Estat a Europa», muchas opiniones generalizadas sobre el carácter del nacionalismo catalán entraron en crisis. Fuera de Cataluña y España, los medios de comunicación se interesaron por un país, Cataluña, que antes solamente había aparecido en las noticias diversas (por ejemplo, cuando se prohibieron las corridas). Hasta ahora1 este interés no ha desaparecido. A la manifestación de la Diada de 2012 siguieron la victoria electoral de los nacionalistas en noviembre de ese mismo año, la cadena humana de la Diada de 2013, las declaraciones del Gobierno y del Parlamento catalán sobre el «dret a decidir» del pueblo catalán, el proyecto de celebrar un referéndum sobre la estatalidad y la independencia de Cataluña en noviembre de 2014 y el rechazo de este por parte de las autoridades y la opinión pública españolas.
Inmediatamente después de la Diada de 2012, según una encuesta realizada por el Centre d’Estudis d’Opinions (CEO) de la Generalitat de Catalunya, el 49% de los que contestaron se declararon «totalmente a favor» de que Cataluña se convirtiera durante los próximos años en un Estado independiente de Europa y un 19,4% adicional se posicionaron «más bien a favor». Solamente un 10,6% se declararon «más bien en contra» y un 13,6% «totalmente en contra».2 Una mayoría impresionante del 89% aceptaría el resultado de un referéndum sobre la independencia, al cual, como es bien sabido, el Gobierno español se opone. Aunque cifras más recientes y de otras fuentes suelen dar cuotas más bajas de independentistas, no cabe duda de que nunca en la historia tantos catalanes han estado a favor de la separación como en los últimos dos años.
Este capítulo consiste en dos partes principales. En la primera parte se presentan las interpretaciones del fenómeno que se han publicado en la prensa «de calidad» alemana, para analizar las explicaciones que fuera se dan del auge del independentismo y si estas concuerdan con las que ofrecen los medios españoles, o si obedecen más a un trasfondo típico alemán. Puede ser que los dos factores se combinen para impedir que los medios transporten una interpretación alternativa, que es la que se propone en la segunda parte, y que ve en el particular proceso estatutario la razón principal del giro independentista del nacionalismo catalán.
ENTRE LAS AGENCIAS, LOS CORRESPONSALES DE MADRID Y LAS COMPARACIONES ENTRE «SEPARATISMOS». LA PRENSA ALEMANA ANTE EL FENÓMENO INDEPENDENTISTA CATALÁN
Los diarios y semanarios alemanes cubren las noticias de Cataluña con la ayuda de agencias de noticias (generalmente, DPA, AFP y Reuters) y artículos de la redacción, de corresponsales residentes en Madrid3 y de colaboradores externos para reportajes particulares y artículos de comparación. Recurren a las agencias entre otras razones por su rapidez. Así, muchas veces encontramos que las primeras noticias publicadas con ocasión de manifestaciones espectaculares, como las de las Diadas, el resultado electoral del 25N o el acuerdo CiU/ERC sobre las preguntas del referéndum, son de agencias, de vez en cuando convertidas en artículos de redacción. Más interesante para nuestro tema son las contribuciones de los corresponsales y de los articulistas particulares, ya que permiten interpretar las pautas de cada diario y de la prensa de calidad alemana en su conjunto.
Parece obvio que la localización de los corresponsales en la capital del Estado, su ambientación allá, en ocasiones el poco conocimiento personal que tienen de Cataluña, influye en sus artículos. Eso es así, pero con matices. En ningún diario alemán he encontrado afirmaciones de que fue el «adoctrinamiento de la población» masivo y sistemático para mantener el poder los nacionalistas, con su «paroxismo separatista»,4 o bien la influencia de los medios y del sistema de educación catalán y en catalán, el responsable del giro independentista de buena parte de la población catalana.5 De hecho, los conflictos sobre la inmersión se comentan poco, y sobre las medias catalanas, casi nunca; si acaso, se supone que la enseñanza del catalán ha reforzado el sentimiento identitario.6 La «Ley Wert», si se comenta, no es tema por el ataque al sistema de inmersión.7 Más a menudo, y tanto desde la derecha como desde la izquierda, se insiste en el hecho de que no todos los catalanes quieren la independencia,8 y los articulistas se suelen preocupar del tratamiento de la minoría no-independentista, hasta transportando acusaciones de personas particulares, por ejemplo, una queja de una madre no-independentista de Arenys contra supuestas discriminaciones de a hijo en la escuela.9 La insinuación de que el auge del independentismo se explica por las manipulaciones de un grupo de dirigentes nacionalistas (y que por tanto eventualmente será rechazado por los catalanes después de su fracaso) no se encuentra con frecuencia. En cuanto a Mas, particularmente en los diarios de orientación más izquierdista, como Taz o ND, no se le ve a menudo como un líder manipulador, sino como un autonomista que, a causa de los movimientos populares, se ha dejado llevar mucho más lejos de lo que él habría querido.10 Con el tiempo, la opinión de que los catalanes «van en serio» se encuentra más.11
La prensa en general reproduce muy a menudo el punto de vista de que el referéndum es anticonstitucional, obviando casi siempre las otras interpretaciones del texto constitucional, que el Gobierno catalán no ahorra esfuerzos en comunicar. Es en los artículos del corresponsal de la FAZ, Leo Wieland, donde la opinión del Gobierno de España encuentra una difusión más reiterada, casi podríamos decir de letanía.12 Es en este aspecto donde la prensa alemana se encuentra más en línea con el Gobierno español.13
En la prensa alemana, Cataluña habitualmente tiene tratamiento de región. La más clara negación del carácter nacional la encontramos en la prensa conservadora. En los artículos de Leo Wieland hasta se pone el adjetivo y el nombre de catalanista entre apóstrofes, una práctica que en Alemania recuerda a los años de la Guerra Fría, cuando se usaba esta práctica con la denominación de la RDA para poner a la vista que no se trataba de un Estado reconocido.14
También hay coincidencia con las posiciones del Gobierno español cuando se discute qué lado tiene la culpa principal del crecimiento de las tensiones. En general, la culpa se localiza en el lado catalán, y en particular, para Leo Wieland, es Artur Mas quien alimenta el fuego. Pero de esto discrepan algunos artículos de la prensa de izquierda, de la FR, pero en particular Ralph Streck, el corresponsal del ND en el País Vasco.15
La coincidencia más acusada entre la prensa española y la alemana, sin embargo, se encuentra en la afirmación de que el separatismo es consecuencia, o por lo menos se explica más bien, por el problema financiero que por cuestiones de identidad, de democracia o de preferencias diferentes de policies: «Todo por unos millones» (Taz, 26-9-12), «Las regiones españolas discuten sobre el dinero» (FR, 21-9-12), «[los catalanes] no quieren sacrificar su bienestar a una España en crisis» (FR, 11-9-13), «se trata de limitar maximalmente una solidaridad estirada» (Die Zeit, 22-11-12).16 De esta manera, hay un acuerdo sobre el «egoísmo» o hasta el «chovinismo de bienestar»17 de los catalanes.
No sorprende que en los diarios de la izquierda encontremos a autores economistas para los cuales los problemas nacionales son artilugios para desviar a la gente de poder entender el problema principal. Esta tendencia se ve hasta en artículos que presentan las reivindicaciones nacionales como comprensibles, sobre todo en el ND.18
Pero excepciones aparte, y generalmente sin dedicarse a discutir los números o las razones de un independentismo de izquierdas en Cataluña, se presenta sin más el caso catalán como un caso de insolidaridad, de negación de ayuda al más necesitado.19 Esa posición se encuentra más acusadamente en la prensa de izquierda. Si hay excepciones, las encontraremos más en articulistas no habituales.20
En consecuencia, la posible justificación económica de la reivindicación catalana se entiende bastante poco; más bien se comunica la necesidad de resistirse contra un movimiento tan insolidario, o bien que si, como último remedio, se tuviera que ceder por razones políticas a tales reivindicaciones, por lo menos se pararía en seco el proceso independendista. Líneas de argumentación muy comunes en Cataluña (sobre la dimensión del déficit, su carácter estructural, la falta de inversión pública estatal o el vínculo entre la solidaridad económica que se tiene que prestar obligatoriamente pero a la que no se corresponde con reconocimiento nacional o respecto a la lengua) no se encuentran en la prensa alemana. Con las palabras de Jochen Bittner:21 «Ningún catalán podrá afirmar en serio ser oprimido por Madrid».
La prensa española habitualmente usa el calificativo nacionalista cuando habla de catalanes y vascos; lo mismo pasa en la prensa alemana. Parece que el nacionalismo español no existe. Excepciones a esta regla las encontramos, otra vez, en algunos artículos de colaboradores no habituales22 y en algunos, pocos, artículos de autores como Javier Cáceres (Süddeutsche Zeitung/SZ)23 y Martin Dahms (FR).24 Se tiene que hacer excepción también de los corresponsales del ND izquierdista, que, en la línea que persigue su diario en la política alemana, se presenta como azote de la extrema derecha. Cubre extensivamente los actos del día de la hispanidad en Barcelona, citando los gritos de «Artur Mas, cámara de gas» (en castellano),25 y habla de las supuestas dificultades de los manifestantes del PP y de Ciutadans para distanciarse de la manifestación de la extrema derecha. En general, sin embargo, se habla poco o nada del nacionalismo español de la derecha mayoritaria, y nada del de la izquierda española.
De la misma manera que no se habla del nacionalismo español o apenas, cuando del catalán sí, tampoco se tematiza mucho el futuro español después de una posible separación catalana, cuyas posibles consecuencias para Cataluña (consideradas nefastas) sí que son objeto de todo tipo de consideraciones. También en este punto existe un paralelismo entre la prensa española y la alemana. Solamente en ocasiones se menciona que sin Cataluña «el ingreso per cápita bajaría a un nivel griego»,26 reconociendo así que también el nacionalismo español podría tener cierta dosis de egoísmo económico.27
Otro punto importante de acuerdo entre la prensa española y la alemana se refiere a la exclusión catalana de la UE en caso de declarar la independencia. Este punto viene muy a menudo añadido al de la no-constitucionalidad del referéndum. De hecho, muchos artículos, en primer lugar los del corresponsal Wieland de la FAZ, combinan estos dos puntos.28 Ocasionalmente, se argumenta que los que invirtieron en Cataluña lo hicieron creyendo que invertían en España, y que la independencia cambiaría las bases del negocio de manera que también los inversores (hasta los pequeños) se podrían retirar de Cataluña.29 Los diarios alemanes, según parece, forman parte de lo que los independentistas catalanes consideran una «campaña del miedo» (Europa, las inversiones), aunque sus artículos obviamente no tienen por destino desviar a los catalanes de una opción independentista.
Muchos periódicos alemanes, quizá también a causa de asumir los resúmenes proporcionados por las agencias, con ocasión de las elecciones catalanas del 25N, primero reprodujeron la interpretación de los medios de Madrid (Arthur Mas ha perdido, ergo también el proyecto independentista) y solamente después algunos rectificaron.30
A la hora de buscar las fuentes de los artículos que publica la prensa alemana, en primer lugar se encuentran las comunicaciones de los gobiernos de Madrid y Barcelona. Entre los políticos independentistas no-gubernamentales, habitualmente se cita a Oriol Junqueras, pero de segunda mano. Esto no excluye citas directas de independentistas de segundo rango, como por ejemplo de los alcaldes de Arenys (CUP) y de Vic (UDC), en artículos de colaboradores no-habituales (en FR o Taz). El ND, frente a lo que pudiera pensarse, parece tener más relación con ERC que con ICV (partido generalmente excluido de los análisis de todos los articulistas), y hasta se encuentra una entrevista con Alfred Bosch.31
Es curioso ver los números de manifestantes que la prensa alemana acepta. En general, son los mínimos que se publican en la madrileña. La socialdemócrata FR generalmente se refiere a 600.000 manifestantes en la marcha de la Diada de 2012. Hasta el corresponsal Wieland de la FAZ habitualmente habla de un millón, cifra que encontramos a menudo. Esto es así tanto en la prensa de la derecha (Die Welt) como en la de la izquierda (ND), pero también es habitual encontrar cifras de alrededor o incluso de más de 1,5 millones. Con el tiempo, los autores ponen más en cuestión las cifras mínimas de la prensa española: con ocasión de la vía catalana, R. Schulze, en el liberal Der Tagesspiegel del 13 de septiembre de 2013, explícitamente rechaza la cifra de 400.000 participantes ofrecida por el ministro del Interior Jorge Fernández por inverosímilmente baja. Reiner Wandler, en la Taz, próxima al partido verde, a pesar de su habitual posición adversa al independentismo, contó más de 1,6 millones (12-9-13), y en la izquierdista ND, Ralph Schulze, a posteriori, sencillamente habla de «millones» de participantes (11-1-14).
Hasta ahora, y con alguna omisión notable, hemos encontrado en la prensa alemana los mismos tópicos que se usan en la prensa estatal. Pero hay una diferencia tremendamente importante que deriva del punto de vista alemán, y que lógicamente no podemos encontrar tanto en Madrid: para los medios alemanes el caso catalán más que obedecer solamente a una dinámica española (y todavía menos catalana) se interpreta como parte de un trend o corriente europea o hasta occidental independentista. Esto claramente afecta menos a las noticias de las agencias o a los artículos enviados de los corresponsales en Madrid. En los últimos dos años (2012 y 2013), han aparecido en la prensa alemana muchos artículos comparativos e incluso alguna miniserie de artículos escritos por colaboradores o miembros de las redacciones que tratan de los movimientos separatistas. Parece lógico: más que interesarse por las particularidades de un caso extraño, se agrupa este con otros para buscar generalidades. Ya que buena parte de la información sobre Cataluña se realiza dentro de este contexto es importante con qué otros casos se agrupa y qué lecciones se sacan.
He analizadod doce artículos aparecidos entre setiembre de 2012 y enero de 2014 procedentes de diarios y semanarios muy diversos (Die Welt del 13-12-12 y 11-9-13; FAZ del 11-11-12 y 29-6-13; Tagesspiegel, 3-9-12; Die Zeit, 22-11-12; SZ, 6-10-12; FR del 15-11-12, 26-11-12 y 11-9-13; Taz, 17-1-14; ND, 11-1-14). Siete de estos artículos establecen la comparación con Escocia (o con el movimiento nacional escocés), y seis lo hacen con Euskadi y Flandes, respectivamente. Hasta aquí, ninguna sorpresa. Pero cuatro artículos (de la FAZ, aunque también de órganos más liberales de izquierda como Die Zeit, Tagesspiegel e incluso FR) establecen la comparación con la Lega Nord, generalmente destacando sus resentimientos antieuropeístas y xenófobos. Obviamente, esta presencia de la Lega sirve para descalificar movimientos que se meten, con razones o sin ellas, en el mismo saco. Tres artículos hacen hincapié en Baviera (y solamente uno de ellos también se encuentra en el grupo anterior) y en dos de ellos se alude al libro Bayern kann es auch allein. Plädoyer für einen eigenen Staat (Baviera también puede sola. Una plétora por un Estado propio) del político de la CSU Winfried Scharnagl. Los tres artículos proceden de periódicos de la izquierda y de la derecha (Taz, Tagesspiegel y FAZ). Resulta que, en estos casos, lo que más interesa de esta comparación es el ejemplo bávaro, donde precisamente no hay un movimiento nacional significativo (ya que la población se define como alemana, nacionalmente), pero donde se resalta la defensa de la estatalidad, así como de la prosperidad. Curiosamente, en el artículo del Taz se menciona la autonomía catalana («la Baviera de España») como tan relevante que los bávaros la quisieran tener, demostrando poco conocimiento de la autonomía catalana (17-1-14). Pero Autonomie suena a mucho en alemán. El caso demuestra que no todas las comparaciones se hacen para entender mejor el caso catalán, ya que otros son más familiares al lector (¿y autor?) alemán. Esto también pasa con los artículos que comparan con Tirol del Sur (Alto Adige para los italianos). El caso aparece en seis de los doce artículos considerados. Cabe mencionar la presencia de Transnistria en una miniserie de artículos (Die Welt, 13-12-12), un estado no reconocido creado con ayuda rusa dentro del territorio de Moldavia, que sirve para demostrar cómo es de problemática y hasta inmoral la existencia de tales miniestados que por las circunstancias viven gracias a un protector ajeno (Rusia) y con ingresos ilegítimos (contrabando, en este caso). La presencia de Groenlandia, también en Die Welt (13-12-12), no obedece al hecho de que los daneses sí que permitieron a los groenlandeses decidir, sino principalmente a las perspectivas de explotaciones minerales que harán de Groenlandia un partner de los chinos en su búsqueda de materias primas, algo que se insinúa como una amenaza para Europa. Otras posibles naciones sin estado, como los corsos (dos artículos) y los bretones (uno, el mismo donde se menciona a los corsos) aparecen poco. Quizá se explica de esta manera la insistencia de la prensa alemana en ver los movimientos causados por el sobredesarrollo económico o, para decirlo más claro, por falta de solidaridad y egoísmo, ya que los territorios citados más veces o bien disfrutan de un PIB más alto que la media del estado al que actualmente pertenecen, o, si este no es el caso, por lo menos se les puede acusar de quedarse recursos naturales existentes (Escocia) o en perspectiva (Groenlandia). Así también se sugiere que el respectivo movimiento (autonomista o separatista, según el caso) fue motivado por intereses económico-egoístas. En contra de lo que es típico en la prensa catalana, por ejemplo, el caso de Kosovo y la confirmación de la legitimidad de su declaración de independencia por el Tribunal de La Haya no se vinculan a menudo con el caso catalán.32
¿Pero aparte de ser más ricos, actualmente o en perspectiva, que más tienen en común, a los ojos de los autores, los casos mencionados? Un primer factor sería Europa. Con frecuencia se discute en estos artículos si Europa, finalmente, no habrá hecho posible estos movimientos (o por lo menos su auge), no tanto en el sentido de mejorar las condiciones de la independencia rebajando sus costes, sino más bien en el sentido de que estos movimientos se ven como contrarreacciones populistas a la europeización,33 sea esta una manifestación de la globalización o, ella misma, una reacción a esta. En este contexto interpretativo, los separatistas aparecen como unos gorrones que no quieren pagar los gastos de la independencia total, que quieren independencia sin riesgo, o mejor dicho, que otros paguen el precio, hecho que en el fondo mostraría la falta de confianza en sí mismos.34 En algunos casos, se delata mucho el trasfondo alemán de esta manera de pensar, como al declarar que la unión de transferencia europea es una gran equivocación cuando los separatismos demuestran que ni siquiera los Estados miembro pueden garantizar la respectiva unión de transferencias interna.35 La idea de que estos movimientos también defienden otro modelo de Europa, o sea, la Europa de las regiones, como antimodelo a una estatalidad que ya pertenece al pasado, ya no se encuentra tanto,36 en consonancia con el declive del concepto de la Europa de las Regiones como antimodelo a la Europa de los Estados, y con la tendencia de las naciones sin estado a abandonar este concepto a favor de la independencia en Europa.37
Por lo que se refiere a la concreta posibilidad de que una Cataluña independiente llegase directamente a ser Estado miembro de la UE, los autores alemanes, como en el tema de la supuesta no-constitucionalidad del referéndum, reiteran la posición del Gobierno español, hoy también aceptada por la Comisión Europea, o sea, la exclusión de los catalanes cuando se declaren independientes.38
De la comparación con los otros casos escogidos, por tanto, los artículos generalmente sacan la conclusión de que la tendencia es a menos solidaridad39 y de que, a la hora de la verdad, no se trata de defender identidades sino del dinero.40 Tiene cierta presencia el viejo concepto marxista (pero en ocasiones también liberal) de la viabilidad como criterio para aceptar un Estado, y en general se rechazan los «miniestados»,41 aunque quizá no sean «más mini» que los estados realmente existentes. Esta desconfianza a la viabilidad se alía con el rechazo del concepto de nacionalismo que en general predomina en el discurso público alemán. Pero, por otro lado, y curiosamente reproduciendo una característica del nacionalismo alemán histórico, que era un nacionalismo de unir estados preexistentes y no de secesión, lo que se considera fuera de tiempo es el secesionismo, que generalmente se presenta como retrógrado y/o folclórico; con las palabras del Tagesspiegel, diario liberal de Berlín, y con alusión clara a la vestimenta tradicional bávara, un «separatismo de pantalones de cuero».42 Contrasta esta posición con la típica catalana (separatista o no) de ver su movimiento como de modernización. De la misma manera, el nacionalismo de las naciones sin estado aparece, en parte de los artículos analizados, como un movimiento Neo-Biedermeier, de retirada a lo privado, indeseable43 (Bittner), y no como un movimiento participativo y democratizador, como lo ven muchos nacionalistas catalanes.
Resulta de todo esto que, por razones diversas, algunas influenciadas por «Madrid» y otras de cosecha propia, y de vez en cuando por razones contradictorias (hasta se puede suponer que existe el temor –no admitido en ningún lugar– de que después de la separación los gastos para mantener el euro se incrementarían), la independencia catalana no tiene buena prensa en Alemania. Con las palabras de un corresponsal importante: «Es gibt keinen einzigen guten Grund für die staatliche Unabhängigkeit Kataloniens» (‘No hay ni una sola razón buena para la independencia estatal de Cataluña’). Afirmación a la que Martin Dahms, el corresponsal en cuestión, que trabaja para la FR, de tendencia socialdemócrata, inmediatamente añade: «Ausser vielleicht den, dass die Mehrheit der Katalanen sie herbeiwünscht» (‘Quizás con excepción de que la mayoría de los catalanes la desean’).44 No es de extrañar que desde esta óptica se critique sobre todo al político que se supone que ha sacado este «espíritu separatista» (así se titula el artículo) de su botella: Artur Mas. O por lo menos los suyos: así, como ya hemos dicho antes, la culpa de la crispación, tanto en Alemania como en Madrid, se da principalmente a los nacionalistas, que solamente se encuentran en la periferia.45
Finalmente, a las lagunas mencionadas de la prensa alemana cabe añadir una muy importante. Quizá por razones de espacio o de las características de artículos de diarios que tienen poca memoria, no se menciona la razón que –en mi opinión y en la de otros– puede ser la explicación principal para el giro independentista del nacionalismo catalán: el fracaso del proyecto de reforma del Estatut. Obviamente, se trata de una historia algo pesada para explicarla a un público alemán y en un artículo de diario. No estoy diciendo que durante el proceso la prensa alemana no intentara, por lo menos de vez en cuando, explicar los hechos a su público. Christine Schallmoser (2008) ya ha evaluado la información que tres diarios alemanes (y otros de Suiza y Austria) dedicaron al proceso. Según Schallmoser, ya durante el proceso, FAZ hizo hincapié repetidísimas veces en la supuesta inconstitucionalidad del nuevo Estatut, subrayando la imposibilidad de reconocer Cataluña como nación.46 Schallmoser también destaca que el discurso de FR puso el foco más sobre los socialistas y el ND sobre ERC (y NO sobre los Verdes), pero que en general la prensa de habla alemana ya por aquel entonces aceptó sin dudas ni muchas preguntas la nación española como el hecho normal, y al nacionalismo (catalán) como problemático.
Pero lo decisivo es que la experiencia del proceso de la reforma del Estatut es un proceso que se recuerda mucho en Cataluña y quizá menos en España, y allá donde no se recuerda tanto y claramente es en Alemania, donde apenas se vincula al giro independentista, cuando podría ser el factor decisivo. Es por esta razón por la que en la segunda mitad de mi capítulo intentaré dar unas pautas interpretativas alternativas a las que salen en la prensa.
EN VÍAS DE EXPLICAR EL GIRO INDEPENDENTISTA
Nacionalismo viejo, independentismo joven47
En Cataluña, nacionalismo no es independentismo. El nacionalismo catalán es histórico; el independentismo, como movimiento de masas, es nuevo. La manifestación millonaria de la Diada del año 2012 no era la primera. Ya en 1977 hubo un millón de personas en la calle –pero entonces no se manifestaron por la independencia, sino por un Estatuto de autonomía–. Por no ser independentistas, a los nacionalistas catalanes se les consideraba regionalistas. Ni la Lliga Regionalista (sic), ni Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) o el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), los partidos catalanes que dominaron la política del país durante los primeros cuarenta años del siglo XX, eran independentistas. Los primeros brotes los encontramos a principios del citado siglo, cuando se inventó la bandera independentista, la estelada, inspirada en la cubana, y cuando surgieron las primeras asociaciones, todavía muy pequeñas.48 Pero incluso durante la Segunda República todavía se trataba de grupos pequeños. Cuando durante los años sesenta y setenta volvió a haber separatistas, los del Partit Socialista d’Alliberament Nacional (PSAN) y sus escisiones, otra vez se trató de grupúsculos pequeñísimos, por cierto, no siempre ajenos al uso de la violencia. La llegada de la autonomía y el curso de la Transición reforzaron la tradición no-independentista del nacionalismo catalán. Comunistas y socialistas, las principales fuerzas políticas de la resistencia antifranquista, que durante la dictadura habían cultivado discursos autodeterministas, con la autonomía fueron abandonando estas ideas. La nueva Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) de Jordi Pujol, vencedora por sorpresa en las primeras elecciones autonómicas del año 1980, se decantó hacia un nacionalismo autonomista moderado que, a pesar de no descartar expressis verbis la independencia, tampoco la propagaba, y más bien la desincentivaba, hasta en ocasiones ridiculizándola como una idea romántica y arrabiada. Pronto la CDC se alió y después se federó con los catalanistas moderadísimos de la Unió Democràtica de Catalunya (UDC) para formar Convergència i Unió (CiU). Bajo la presidencia duradera de Jordi Pujol (1980-2003) Cataluña reivindicaba más autonomía y, cuando la geografía electoral española era favorable, sacó alguna competencia nueva o más autonomía en los gastos («el peix al cove»). Des de los años setenta hasta entrado el nuevo milenio, CiU apostaba por una Europa de las Regiones, defendiendo y creyendo que, en la UE, los Estados miembro igualmente perderían importancia a favor de una Europa cada vez más integrada, pero también a favor de unas regiones que, cada vez más, tendrían acceso, representación y participación en Bruselas.49 Durante años y hasta tiempos muy recientes, tanto los partidos no-estatales como los estatales se adaptaron cada vez más al nuevo Estado de las Autonomías español.50
En el año 2002, el entonces lehendakari del País Vasco, Ibarretxe, retó al Estado español a renegociar la relación con Euskadi con ideas de índole más confederal. A la sazón, Artur Mas, por aquel entonces ya delfín de Jordi Pujol, aprovechó para presentar un plan, él también. No aspiraba a la soberanía, concepto que le pareció poco en consonancia con los tiempos modernos,51 prefirió reformas que podrían realizarse dentro del marco constitucional, retocando, reformando o eventualmente sustituyendo por otro el Estatut de 1979.
La población tampoco pidió independencia. Cuando en el año 1976, a finales del franquismo, se publicaron las primeras encuestas solamente el 2% de los catalanes prefirieron la independencia a las otras alternativas presentadas en la encuesta (autonomía, centralismo y federalismo). Cierto es que hasta 1982 la cuota de independentistas se dobló –aunque a un insignificante 4%–.52 El crecimiento rápido del independentismo es muy reciente. En marzo de 2006, el CEO, preguntando sobre si los encuestados preferirían que Cataluña fuera una región de España, una comunidad autónoma, un estado miembro de una federación española o un estado independiente, ya encontró una cuota de independentistas del 14%. Pero es a partir de este momento cuando la cuota se dispara y llega al 31% el año de la manifestación (2012) o al 49,8% de los encuestados un año más tarde.53
Buscando el catalizador. El fracaso del proceso estatutario y el giro independentista54
Siempre se había discutido si la concesión de una dosis de autonomía no llevaría a una nación sin estado a reivindicar cada vez más el proceso –con el tiempo automáticamente patinaría– del independentismo (slippery slope). En el Estado de las Autonomías español, sin embargo, la acomodación de las naciones minoritarias a través de estatutos generalizó la concesión de autonomía a casi todas las provincias y agrupaciones de provincias que la pidieran («café para todos»). La Constitución, de hecho, permite tratamientos asimétricos, pero también resimetrizaciones. Estos pueden consistir en concesiones compensatorias de autonomía con el fin de elevar a todos o casi todos al mismo nivel de autonomía; también en recentralizaciones mediante leyes orgánicas o sentencias del Constitucional, por enumerar solamente las técnicas más importantes. Durante los primeros años de la democracia, la descentralización era selectiva y asimétrica (1978-1981). Entre los años 1981 y 1992, los dos principales partidos españoles pactaron resimetrizaciones. Cuando entre 1993 y 2000, primero el PSOE y después el PP se encontraron como partidos más votados, pero en minoría en las Cortes de Madrid, se apoyaron en partidos no-estatales, al precio de descentralizaciones, algunas de aplicación asimétrica. Pero una vez conquistada la mayoría absoluta en 2000 y hasta el 2004, el Gobierno de Aznar podía proceder a recentralizaciones a través de leyes base y orgánicas, en algún caso hasta con el apoyo del PSOE.55 Por aquel entonces, el PP alzó la bandera del «patriotismo constitucional», entendido este como algo categóricamente diferente al nacionalismo; con Aznar, el Estado de las Autonomías se convirtió en culminación y punto final del proceso constitucional español.56 El patriotismo constitucional, también compartido por muchos socialistas, mantiene que en España solamente hay una sola nación, la española, tal como manda la Constitución. Defenderla no sería nacionalismo, sino constitucionalismo. El término peyorativo de nacionalismo quedaría para las naciones no-estatales, denominadas nacionalidades, y sería de carácter étnico, cerrado, muy diferente del constitucionalismo español, imaginado como cívico, liberal y abierto; sin embargo, este continuaría basándose en una entidad preconstitucional, la nación española.
Les elecciones catalanas de 2003 y las españolas de 2004 tuvieron como resultado dos cambios de gobierno. Primero, en Cataluña, una coalición entre PSC-PSOE, los Verdes (ICV) y una renovada ERC cogieron el relevo del eterno presidente Jordi Pujol. Por primera vez, un partido que se declaró independentista entró en el Gobierno de la Cataluña autonómica, aunque en posición subordinada. ERC, sin embargo, no siempre había sido independentista. Entre las corrientes fundadoras que se fusionaron en 1931, los independentistas formaron una minoría poco significativa. Dominaron los federalistas. En 1980, con ocasión de la celebración de las primeras elecciones al Parlamento catalán, el partido todavía se presentó con el mismo programa, la «declaració ideològica» del año 1931, donde se propone la federación de Cataluña con los otros pueblos ibéricos, por razones históricas y geográficas y para preparar el ideal de la fraternidad humana. Ni Macià (1931) ni Companys (1934) proclamaron la independencia a secas, sino una República catalana dentro de un marco federal hispánico o ibérico. En 1977, el partido reclamó la vuelta al Estatuto histórico de 1932. Por cierto, ERC votó en contra de la Constitución española de 1978, pero su principal problema no era con el Estado español, sino con la existencia de una nación española común.57 ERC votó a favor del Estatut d’Autonomia de 1979, a pesar de criticar su carácter demasiado moderado, y recordando el derecho del pueblo catalán a la autodeterminación nacional y a la soberanía completa. Después de haber votado la investidura de Jordi Pujol, el histórico líder izquierdista Heribert Barrera argumentó a favor de una España como Estado plurinacional que respetaría los derechos soberanos de sus naciones participantes, reivindicando una reforma del Estatut de 1979, pero no la separación.58 Es cierto que el partido defendió la idea de los Països Catalans como marco nacional de referencia, pero dejando claro que el Principat tendría que avanzar y guiar el camino al resto de los países de habla catalana.
Apoyar incondicionalmente a Pujol en estos años causó la pérdida de más de la mitad de su electorado envejecido. En las autonómicas de 1984, no se llegó ni siquiera al 5%. Por esta razón, algunos militantes jóvenes se opusieron al proceso de satelización. Àngel Colom, Josep Lluís Carod-Rovira, Josep Huguet, Miquel Pueyo y otros que o bien militaron en el movimiento de defensa lingüística Crida a la Solidaritat (un movimiento cívico, de acción directa, también en contra de la LOAPA), o bien procedían de partidos nacionalistas de izquierda que habían quedado fuera del Parlament a causa del desacuerdo entre ellos (el PSAN y sus escisiones, los Nacionalistes d’Esquerra, el BEAN, o sea, los perdedores de las elecciones de 1980). El proceso de unificación de los independentistas duró hasta 1995, cuando los pocos militantes restantes de Terra Lliure abandonaron la vía de las bombas para dedicarse a la política. Cuando los militantes independentistas e izquierdistas se hicieron con la dirección de ERC, algunos liberales se fueron para afiliarse a Convergència y otros militantes, más de izquierda, fundaron la ENE que acabó integrándose en ICV.
Con la nueva dirección, la independencia se convirtió en objetivo principal declarado (pero a la larga) de ERC. El programa para las elecciones catalanas de 1988 estableció una agenda gradual para llegar a esta meta: reforma del Estatut, reforma de la Constitución e inclusión del derecho a la autodeterminación. Para poder llegar a formar mayoría social dentro de Cataluña, una sociedad cada día más diversa, la lengua dejaría de ser un objetivo en sí mismo para ser un instrumento de comunicación para la comunidad política; tendencialmente, se desvincula el idioma de la identidad nacional. El primer programa claramente independentista se aprobó en 1992 («Cap a la independència»). Bajo el liderazgo populista de Àngel Colom i Colom, ERC se dirigió a un electorado joven y radical, hasta en municipios donde dominaba el idioma castellano. Federalismo y confederalismo, y la idea de una España Estado pero no nación, quedaron atrás. La reorientación programática cuajó entre los votantes. El año 1992, ERC subió a tercer partido del Parlament, y en 1993 recuperó su presencia en las Cortes. En 1995, cuando CiU perdió la mayoría absoluta, ERC recogió casi el 10% de los votos. Los programas de estos años combinaron reivindicaciones de izquierda (no necesariamente obreras) con una cada vez más importante presencia del derecho a la autodeterminación y la idea de la «independencia en Europa», inspirada en el lema del SNP escocés. Sin embargo, los programas siempre incluyeron reivindicaciones de reformar el Estado de las Autonomías, que se entendieron de realización más inmediata, para convertir España en un estado que, antes de nada, reconociera sin reservas su naturaleza plurilingüística, pluricultural pero también plurinacional.59 En un libro publicado en 1995,60 Àngel Colom habló con todo detalle de un nuevo Estatut d’Autonomia nacional, aunque prefería una solución confederal; solamente si esta fallase, la independencia.61 Quedó, por tanto, suficiente espacio de ambigüedad. La lucha interna endémica en este partido llevó a Colom a protagonizar una escisión y fundar el Partit per a la Independència, de vida corta; después de la experiencia, Colom acabaría militando en Convergència Democràtica. Mientras, bajo el liderazgo de Carod-Rovira (a partir del noviembre de 1996), ERC se reorientó más hacia temas izquierdistas, analizando que el camino hacia la independencia sería largo, e insistiendo en que se tenía que caminar paso a paso. El programa para las elecciones de 2003 ya no puso la independencia en el primer plano, sino la presencia catalana en Europa y el mundo. El camino para la coalición con los partidos de izquierda no independentistas que finalmente se materializó en 2003 estaba trazado. En plena euforia por crear una ventana abierta para negociar un nuevo Estatut, el XXIV congreso del partido, celebrado en el año 2004, proclamó el llamado independentismo social: solamente como primera fuerza de la izquierda y como primera fuerza nacionalista, el partido podría formar el bloque social para ejercer el derecho a la autodeterminación. Lo que ni el optimista más grande podía soñar. En consecuencia, tenía mucha más importancia la vía que se proponía para llegar a la hegemonía que el objetivo final. Haría falta colaborar con las fuerzas que podrían llevar a España a una república plurinacional. Este sería el tema estrella del programa para la campaña de las elecciones a Cortes de 2004.
Por sorpresa, el socialista Rodríguez Zapatero ganó estas elecciones. El año anterior, había prometido durante la campanña catalana que, una vez en el poder en Madrid, los socialistas españoles ayudarían a hacer pasar el nuevo Estatut d’Autonomia catalán que el parlamento con mayoría clara propusiera. Una «primavera federalista»62 parecía posible. Un nuevo Estatut pesaría más que cualquier peix que Jordi Pujol nunca había puesto a su cove. Los independentistas de ERC colaboraron con dedicación extraordinaria y entusiasmo en su redacción. El 30 de setiembre de 2005, el Parlament aprobó con un mayoría de casi el 90% de sus diputados (todos menos los del PP) un texto que no reconocía el derecho a la autodeterminación pero sí el reconocimiento de la existencia de una nación catalana, un nuevo sistema financiero y bastantes innovaciones de índole federal. A la sazón, el 71,4% de los catalanes pensaron que un nuevo Estatut haría falta, un 60,4% querían que este definiera Cataluña como nación «dentro del Estado español» y un 79,7% reivindicaron la equiparación del catalán con el castellano. El 69,9% eran de la opinión de que Cataluña pagaba al Estado más de lo justo. La población catalana apoyaba los objetivos del Estatut, y no se ponía a favor de la independencia.63
El 2 de noviembre de 2005, el Congreso aceptó a trámite el texto catalán, contra los votos del PP. Hasta ete momento, la sociedad civil en Cataluña no había participado mucho en los debates. En España, la fuerza que tomó la calle fue la del PP junto a sus aliados dentro de la sociedad civil. Se organizó una gran manifestación en Madrid el día 3 de diciembre de 2005 bajo el lema de defender la nación española y su Constitución pretendidamente amenazada.64 La COPE, la radio de la Conferencia Episcopal Española, había ayudado a preparar la lucha contra la amenaza, en su opinión, más grande a la democracia desde la aprobación de la Constitución.65 Al mismo tiempo, haciendo uso de los medios de comunicación sociales, se organizó una campaña de boicot contra productos catalanes y en particular contra el cava catalán. Así como contra presuntas persecuciones a la lengua castellana en Cataluña, secundada también por políticos socialistas de fuera de Cataluña, como por ejemplo Paco Vázquez en Galicia, con cierta repercusión mediática internacional.66 Por aquel entonces el vice-presidente del Parlamento Europeo era Aleix Vidal Cuadras, catalán y político del PP, quien inció la «fundación para la defensa de la nación española», para fomentar el patriotismo español. En lo que se refiere a manifestaciones callejeras, soporte mediático y actividades de la sociedad civil simpatizante, el nacionalismo español tenía la primícia –cosa que se refleja poco en las publicaciones que cubren esta fase del proyecto estatutario, y no solamente en las extranjeras.
El acuerdo final sobre las bases del nuevo Estatut llegó el día 21 de enero de 2006, después de una negociación de siete horas entre Artur Mas, líder del principal partido de la oposición en Cataluña, y Rodríguez Zapatero, o sea, con exclusión del Gobierno tripartido catalán y del presidente de Cataluña, el socialista Pasqual Maragall. El compromiso desplazó el reconocimiento nacional de Cataluña a una sola frase del preámbulo; en el texto, en la parte jurídicamente relevante, se continuaría hablando de «nacionalidad» y de «Comunidad Autónoma». En lugar de cambiar a fondo el sistema de la financiación autonómica, se prometió incrementar, durante un periodo transitorio, las inversiones estatales en Cataluña en la cuota catalana sobre el PIB español, y respetar la ordinalidad en la compensación interterritorial. A pesar de los recortes, el PP denunció la supuesta inconstitucionalidad y antiespañolidad del compromiso.67 Mariano Rajoy, entonces el líder de la oposición, afirmó que en Cataluña se estaba haciendo con el castellano lo mismo que Franco había hecho con el catalán.68 El PP reunió entre 3,5 y 4 millones de firmas para hacer un referéndum, eso sí, en España, contra el nuevo Estatut.
Bajo la presión continua de la opinión pública española mobilizada, el proceso de cepillar el texto continuaba en el Congreso, bajo la dirección del histórico socialista Alfonso Guerra. Sin embargo, finalmente el PP votó en contra del texto –en compañía de ERC (y de Eusko Alkartasuna)–. Sin dejar de formar parte del Gobierno catalán liderado por el PSC-PSOE, ERC se desmarcó del texto aprobado resultante del acuerdo Zapatero-Mas. Carod Rovira (ERC) comentó que los que en ese momento estuvieran contra el reconocimiento de Cataluña como nación mañana tendrían que reconocer a Cataluña como estado.69 Después de la aceptación del texto por el Senado, fue presentado al electorado catalán para su ratificación. Tras una campaña poco entusiasta (en la que ERC pidió votar «no»), el 74% de los votantes aprobaron el Estatut recortado, pero con una abstención de más de la mitad del censo. A pesar de su oposición a un Estatut que el Gobierno catalán había aceptado, ERC, después de las elecciones de noviembre de 2006, volvió a formar parte de un nuevo tripartito, esta vez bajo el liderazgo del socialista José Montilla.
Durante todos estos años, en Cataluña fueron los partidos, el Govern y el Parlament los que guiaron el proceso. Pero con el partido supuestamente independentista integrado otra vez en una coalición de los que defendieron un estatuto recortado, la escena estaba preparada para la aparición de la sociedad civil catalana, que se realizó, sin embargo, solo cuando incluso este Estatut aprobado por el pueblo catalán estaba en peligro. En ese momento, la época del dominio monopolístico de los partidos sobre el proceso político había acabado.
No obstante, faltaba el largo proceso de decisión que necesitaba el Tribunal Constitucional español para catalizar este proceso y movilizar un nuevo independentismo catalán. A la luz de los comentarios que hemos citado en el primer capítulo es interesante, sin embargo, observar que el crecimiento del independentismo se inició algo antes que la crisis financiera azotase fuertemente a los hogares de españoles y catalanes.
Después de la aprobación parlamentaria del Estatut en Madrid, el grupo parlamentario del PP, pero también algunos políticos socialistas, recurrieron al Tribunal Constitucional, que necesitó cuatro años para fallar. Al mismo tiempo, siguiendo el ejemplo valenciano, y sin encontrar mucha oposición, se reformaron muchos estatutos de otras autonomías, en otro proceso de resimetrización, eliminando buena parte de la particularidad catalana. En el proceso, los partidos nacionalistas catalanes que habían apoyado el proceso estatutario durante los años anteriores perdieron simpatizantes. Es cierto que CiU, de momento, todavía podía esconder las tensiones entre sus dos partidos miembro reivindicando un nuevo régimen financiero, en la campaña de las elecciones españolas de 2008, radicalizando un poco su pocisión nacional con la idea de la refundación del catalanismo en una «casa grande». Mientras, ERC, en teoría el partido independentista, con su segunda participación en la coalición gubernamental, perdió credibilidad. Con la autoridad de los líderes en litigio, dentro y fuera de los partidos brotaron plataformas y círculos de estudios independentistas,70 críticos con la docilidad tripartidista. CiU, que había negociado con Zapatero, no podía recoger estos brotes dentro de su «casa grande». En las elecciones españolas, CiU se quedó con su electorado más fiel, y ERC perdió 5 de sus 8 escaños en el Congreso. La abstención creció.
Es muy posible que este desengaño no hubiera engendrado un nuevo movimiento independentista si el Tribunal Constitucional no hubiese actuado de detonante. Durante todo el año 2009, de las negociaciones de un Tribunal politizado y en crisis, llegaron a la prensa rumores e informaciones sobre los muchos artículos del Estatut que se invalidarían, fuera por declararlos no constitucionales, o por añadir interpretaciones obligatorias que los mutilarían. El día 26 de setiembre de 2009, doce diarios catalanes publicaron un editorial idéntico, apelando a la «dignidad» de Cataluña, y subrayando que el texto del Estatut había sido ratificado en plebiscito por el pueblo catalán. A partir de este momento, y sin vincularse sistemáticamente con las protestas contra las medidas de lucha contra la crísis económica, surgieron plataformas independentistas locales para empezar a organizar referéndums locales para ver si la población quería un referéndum oficial sobre la independencia de Cataluña en Europa. En lugar de provocar más abstencionismo político, tal como había parecido antes, el Tribunal provocó una obilización de la sociedad civil, que empezó a presionar a los partidos nacionalistas y al gobierno de Cataluña. Una presión que no solamente sentía ERC, el partido independentista, sino tambien CiU. Parte de su electorado se estaba radicalizando, y la nueva generación de líderes del partido estaba más inclinada a escuchar a estas voces.
Durante el año 2009, precisamente un año en que la adhesión al Estado autonómico perdió mucha fuerza en las encuestas catalanas, empezó el movimiento para realizar referéndums municipales a favor del derecho a decidir sobre la independencia catalana. Entre setiembre de 2009 y abril de 2011, en la mitad de los municipios se realizaron este tipo de referéndums y más de 800.000 ciudadanos y extranjeros residentes participaron.71 Con la organización de estos referéndums a nivel local y comarcal, se formaron nuevos líderes independentistas, al lado, pero no necesariamente desvinculados por completo de los partidos tradicionales.
En febrero de 2010,72 por primera vez una encuesta dio una mayoría absoluta, aunque todavía escasa, del 50,3% de votantes a favor de la independencia, en el caso de un hipotético referéndum. Y la misma encuesta mostró que el 63% todavía no creían en la posibilidad de la independencia. La encuesta, que se había hecho también a nivel del Estado, mostró las dificultades de reconciliación de las opiniones públicas catalana y española. Solamente el 4% de la población catalana consideraba que Cataluña tenía demasiadas competencias, y el 40% estaba contenta con el nivel logrado, cuando el 51,7% consideró este nivel insatisfactorio. A nivel español, las cifras respectivas eran 23,6, 56,7 y 8,4%. Preguntados sobre si Cataluña tendría que tener derecho a votar la independencia en referéndum, solo el 10,6% de los españoles estaban totalmente de acuerdo, pero el 50,3% de los catalanes. Si sumamos a esto los que se mostraron «más bien» de acuerdo, llegamos a 26,3% de los españoles, pero 73,6% de los catalanes; los contrarios, 54,9% de los españoles y 12% de los catalanes.
Finalmente, en junio de 2010, llegó el momento, y el Tribunal Constitucional dio la razón a los nacionalistas catalanes que habían temido lo peor. Los recortes no solamente afectaron a la parte del texto que trata del reconocimiento nacional, sino también a la que habría aproximado a Cataluña a la situación de un Estado miembro de una federación, o sea, la que habría significado cierto reconocimiento de estatalidad o de demos propio. Con el tiempo también se dará que uno de los aspectos fundamentales de la identidad nacional catalana, la lengua, con la interpretación del Tribunal del nuevo Estatut, fuera incluso empeorado con relación a la situación bajo el Estatut de 1979; en consecuencia, desde 2010 se publican sentencias del Tribunal Supremo que, bajo la protección de la interpretación que del nuevo Estatut hizo el Constitucional, abren una brecha en la política de immersión.
En nuestra opinión, es con las protestas contra las mutilaciones de un texto que había sido aprobado por el pueblo catalán cuando la sociedad civil nacionalista tomó las riendas del movimiento, forzando a los partidos y demás actores del proceso estatutario fracasado a reaccionar. Cataluña durante siglos había sido famosa por su rico mundo asociativo que había sido capaz de mantener vivas la lengua y la cultura catalanas durante la larga noche del franquismo. Con la llegada de la democracia, los partidos, tanto los nacionalistas como los de la izquierda catalana y española, habían domesticado este mundo asociativo, relegándolo a un segundo lugar, a funciones de proveedores de votos y de líderes. En los primeros años del proceso estatutario, como hemos visto, hasta se puede observar que la sociedad española estaba mucho más movilizada en contra del Estatut que la catalana a favor. Después de la sentencia, sin embargo, la situación cambió, y asociaciones catalanistas históricas como Òmnium Cultural y nuevas plataformas recuperaron protagonismo. El Estatut negociado por los partidos se había quedado en poca cosa. El respeto, la subordinación al liderazgo de estos partidos, estaba en entredicho. Con la sentencia, actores no partidistas, o que no eran líderes en sus partidos, personas que ya habían bregado en el movimiento de los referéndum s locales, saldrían en primer plano. La gran manifestación de protesta contra la sentencia del 10 de julio de 2010 todavía iba presidida por el entonces presidente de la Generalitat, José Montilla. Pero el eslogan ya era transversal: «Nosaltres som la nació. Nosaltres decidim». Con una participación muy considerable (los organizadores contaron 1,5 miliones, la policia municipal 1,1 miliones y El País 425.000),73 se vieron más banderas estelades (independentistas) que nunca.
El nuevo poder del movimiento independentista no se dio a conocer en una sola manifestación ni estuvo totalmente desvinculado de ciertas renovaciones en el sistema de partidos. En las elecciones catalanas de 2010, los nacionalistas, todos juntos, crecieron un magro 5%. A causa de la bajada de ERC (-7%), el número de votos claramente independentistas (ERC, y las nuevas fuerzas de Solidaritat, Reagrupament.CAT, Esquerra Independentista) hasta se podía estimar más bajo. CiU finalmente podía poner fin a la época tripartita, a causa de las pérdidas muy fuertes del PSC, formando gobierno de minoría. Sin embargo, la importancia creciente del voto identitario también se aprecia por el auge del Partit dels Ciutadans-Partido de la Ciudadanía, que por primera vez entró en el Parlament. El año 2011, según el CEO, el número de independentistas alcanzó el 45,4% (con solamente un 24,7% de votos en contra). En apenas tres meses, el «sí» a la independencia en un hipotético referéndum había ganado 2,5%, mientras que sus adversarios perdieron un 3,5%.74
Después de la victoria del PP en las elecciones españolas de noviembre de 2011, el Gobierno de Mariano Rajoy dispone de mayoría absoluta en las dos cámaras. Se hizo con el gobierno de 12 o 13 de las 17 autonomías, y de casi todas las ciudades grandes del Estado.75 Una vez agotadas las posibilidades de la reforma del Estatut y siendo políticamente imposible la reforma de la Constitución, la propuesta electoral de CiU se volcó sobre el tema de la financiación autonómica y se pidió un pacto fiscal con España. De esta manera CiU radicalizó su programa, se dirigió a catalanistas frustrados que estaban al borde de la abstención, pero también se posicionó frente a competidores nacionalistas independentistas, por un lado ERC, por otro, sus escisiones y nuevas fuerzas emergentes. El tema del pacto fiscal, un concepto muy maleable, había de dar cierto margen de maniobra, también para compromisos. Además, hasta el 75% de los votantes de los socialistas también se declararon a favor de un pacto fiscal,76 ya que los servicios públicos, en Cataluña y en España, los utilizan quienes disponen de menos recursos, ellos son más víctimas del déficit fiscal y de la falta de ordinalidad entre las comunidades autónomas que las clases más acomodadas, que utilizan proveedores de salud y escolarización privados.77 En Cataluña, siempre ha habido más defensores del pacto fiscal que de la independencia según las encuestas, y aún es así.78
Pero el Gobierno del Estado no sentía la necesidad de negociar el pacto. Durante la primavera de 2012 ya se discutía en Cataluña si después de una oferta no aceptada de un pacto fiscal tendría legitimidad para convocar nuevas elecciones con el objetivo de una declaración de independencia del Parlament, siguiendo el modelo de Kosovo.79
La Assamblea Nacional de Catalunya, fundada a partir de la Conferència Nacional per l’Estat Propi, celebrada el 30 de abril de 2011, se constituyó el 10 de marzo de 2012,80 para preparar ella, y no los partidos, la gran manifestación de la Diada. Después de esta, el propio Artur Mas se reinventó como el líder que llevaría a su pueblo al referéndum, lo que el corresponsal Leo Wieland de la FAZ describió como la «curiosa metamorfosis de un pragmático frío y calculador en un nacionalista fogoso».81 En lugar de insistir más en el pacto fiscal, que el Gobierno español tampoco nunca dio señales de querer negociar, Mas convocó elecciones, y toda la campaña quedó marcada por la discusión del democrático «dret a decidir», y no en el derecho a la «autodeterminació nacional» ni tampoco por la crisis económica cada vez más aguda.
Según las encuestas que La Vanguardia publicó antes de las elecciones, o sea, entre setiembre y noviembre del año 2012, en un hipotético referéndum sobre la independencia, entre un 47,7 y 55% de los catalanes habrían votado que «sí», y entre un 33,1 y 40,2% que «no». Como hemos demostrado, muchos de los simpatizantes de la independencia eran de conversión reciente. Por lo menos, en 2012 esta opinión quizá era reversible –las diferencias entre encuestas también podrían indicar cierta falta de firmeza en las convicciones.
Después de una campaña electoral sucia marcada por acusaciones mutuas de corrupción,82 Convergència perdió más de 90.000 votos. Sus pérdidas fueron resaltadas en Madrid y, por lo menos inicialmente, en la prensa alemana que hemos citado.83 Sin embargo, en suma, los defensores de la soberanía catalana y del referéndum habían incrementado votos y escaños:
–Por la independencia: CiU+ERC+CUP = 74 (antes 76) escaños.
–Por un referéndum sobre la independencia: CiU+ERC+CUP+ICV = 87 (antes 86) escaños.
–Por un referéndum en caso de que fuera legal: CiU+ERC+CUP+ICV+PSC–PSOE = 106 (antes 104) de los 135 escaños.
Todas estas opciones, por lo tanto, cuentan con mayoría absoluta en un Parlament elegido con una participación electoral récord de casi el 70%, desmintiendo de esta manera la tesis de que cuanto menos participación, más éxito catalanista. Comparado con 2010, más de medio millón más de catalanes había acudido a las urnas.84 ERC había ganado 270.000 votos, de CiU, pero también de la abstención y de algunos partidos independentistas pequeños. La CUP entró al Parlament aupada por 126.000 votos. Pero las elecciones también vieron éxitos de los partidos que por lo menos en Cataluña se suelen identificar con el nacionalismo español (PP, 84.000 votos más; Ciutadans, aupado por medio de españoles, hasta recibió 169.000 más y triplicó sus escaños).
La radicalización por ambos lados también se puede vincular con un cambio importante que tuvo lugar dentro de la opinión pública española respecto al Estado de las Autonomías. En 2005, según las encuestas, los españoles que querían cambios en el sistema autonómico no querían precisamente menos, sino más autonomía (y eran muchos: uno de cada tres españoles). Esto no solamente en Cataluña y Euskadi. En los últimos años de crisis, Gobierno de Rajoy y de auge de UPyD, se ha realizado un cambio de opinión. Según las encuestas realizadas por el CIS,85 las preferencias de los españoles se desarrollaron de la siguiente manera (en %):
Durante los años 2007 y 2008 la suma de los defensores de las posiciones recentralizadoras 4 y 5 todavía se había situado bajo el 10%. Desde 2011, los re centralizadores son más que los que reivindican más descentralización. Y la recentralización más radical (Estado sin Autonomías) es la opción que gana más adeptos y ya supera a los que defienden las posiciones 1 y 2, concentrados estos en los territorios de las naciones sin estado.
Después de las elecciones catalanas del 2012, CiU era el único partido indispensable para formar mayoría. Pero no se llegó a ninguna coalición, y Artur Mas continuó gobernando en minoría. ERC, por primera vez el segundo partido en el Parlament, se presta a dar el soporte necesario. Hasta ahora (marzo del 2014), y a pesar de la crisis y de las diferencias fuertes entre estos dos partidos sobre la estrategia de cómo enfrentarla, el pacto funciona. Al mismo tiempo, se han concretizado las declaraciones del Parlament, los instrumentos de la transición, el día y las preguntas del referéndum previsto para noviembre de 2014. Sin embargo, no se ha obtenido ninguna concesión, ni siquiera negociación (que se sepa) con el Gobierno español, que, además, no ha dejado de seguir una agenda recentralizadora en política financiera, y legislación en aspectos clave como educación («españolizar a los alumnos catalanes»)86 o Administración local y que ha movilizado a la Comisión Europea para subrayar la posición del Gobierno español de que una Cataluña independentiente se quedaría fuera de la UE.
El día 6 de octubre, La Vanguardia publicó un sondeo según el cual un 84,1% de los encuestados está de acuerdo con que en Cataluña se podría convocar un referéndum para decidir sobre la independencia; el 49,8% votarían a favor y un 38,3% en contra. Después de haber acordado entre CiU y ERC que las preguntas del referéndum previsto para el 9 de noviembre de 2014 serían dos (si se quiere que Cataluña sea un Estado y, a los afirmativos, si se quiere que este sea independiente), las cifras parecen haber bajado, con un 73,5% a favor de que Cataluña podría convocar, y un 56,0 frente a un 36,6% a favor de la estatalidad, con solamente un 44,9% de encuestados a favor de la estatalidad e independencia –la posición llamada del «sí-sí»).87
¿El tiempo jugará en contra del independentismo?88 Seguramente será difícil mantener una movilización de la sociedad catalana durante mucho tiempo, a pesar del éxito de la segunda Diada de 2013 y otras actividades que demuestran que todavía hay capacidad de acción. La estabilidad del partido gobernante, CiU, también es un factor de riesgo para los independentistas; la solución de poner dos preguntas en el referéndum en lugar de una sola ya es debida a la necesidad del compromiso con los menos independentistas, y ya parece que el compromiso puede disminuir las posibilidades de ganar la independencia; más aun, la estabilidad del pacto de gobierno de CiU y ERC puede peligrar. La política del Gobierno español de no negociar parece obedecer a la opinión de que el movimiento se autodetruye y que por tanto no hace falta negociar, contando además con la fuerza disuasoria de una Comisión Europea que parece entregada a la causa y amenazando indirectamente también con los riesgos económicos de la separación. Negar la votación democrática, y aprobando al mismo tiempo leyes que ponen en peligro políticas esenciales catalanas que, como la immersión, gozan de acuerdo transpartidista (con una lluvia de decisiones jurídicas en contra de la immersión como música de fondo), así como amenazas de represión contra los que organizarían un referéndum, pero también deja a los catalanistas sin otra opción que la de continuar adelante,89 a riesgo de que una eventual represión hasta podría poner a riesgo las simpatías que la posición española goza en estos momentos en la comisión (y por ejemplo también en la prensa alemana, como hemos demostrado).
Es posible que la crisis desmotive a quienes ahora quieren la independencia (cuando empiecen a creer que «ara no toca», considerando riesgos y gastos del proceso), pero también que, por el contrario, la necesidad continua de pedir y tomar prestado dinero de los fondos de rescate de Madrid pagando interés (de dinero que en parte viene de los impuestos pagados por catalanes que, pueden opinar, no han recibido parte justa de este mismo dinero en inversiones del Estado que otros reciben gratis) refuerce el sentimiento de que con España no hay solución. Es posible que la crisis debilite las instituciones del nation-building catalán (media y escuela en primer lugar) más que las españolas, pero esto solamente afectaría a la perspectiva nacional catalana a largo plazo y no (o en sentido contrario) al independentismo actual.
VENTAJAS DE LA INTERPRETACIÓN PRESENTADA AQUÍ
Hemos intentado presentar una interpretación del giro independentista del nacionalismo catalán analizando su evolución y relacionándola con la cronología de los hechos que podrían haber fomentado su desarrollo durante los últimos años. Explicar el giro por un adoctrinamiento por los medios y el sistema educativo catalán no sirve, ya que este giro fue brusco; además, será difícil de demostrar por qué unos medios con relativamente poca audiencia (20-25% en el caso de TV3) tuvieron más influencia que el resto, y por qué el 55% de materias de educación secundaria, que ya antes de la ley Wert se controlaban desde Madrid, no podían evitar tal catalanización ideológica. Explicar el giro por un liderazgo carismático seductor de tipo populista tampoco funciona demasiado bien si falta precisamente tal líder; cuando Mas lo intentó, encajó una derrota, aunque como hemos mostrado esta no era una derrota del independentismo como tal. Explicar el giro por una retirada a la vida privada (el Neo-Biedermeier) como reacción a la globalización amenazadora, parece que olvide precisamente que el movimiento de la sociedad civil catalana iba a favor de más participación, de la politización de la población y hasta ha incrementado la participación electoral en 2012. Explicaciones «a la Padània» no concuerdan con la ausencia de xenofobia en el movimiento independentista (que ya en los referéndums no oficiales dejó participar a los residentes extranjeros y quiere repetir la experiencia en el referéndum de noviembre, abriendo el demos catalán mucho más de lo que las leyes electorales españolas preveen). Tampoco prevalece el euroescepticismo, por lo menos por ahora, aunque creció después del poco éxito de la Europa de las Regiones, aunque esté de moda entre los que se oponen a las maneras de luchar contra la crisis (véase la CUP). Hasta ahora, la clara mayoría de los independentistas quieren «independencia en Europa», y dentro de la UE y no fuera de ella. Obviamente, esto podría cambiar si las instituciones de la UE continúan dando apoyo incondicional a las posiciones del Gobierno español, certificando de esta manera que los catalanes independentistas no se consideran parte de un demos federal, en este caso europeo, que hay que respetar. Tampoco funciona demasiado bien explicar el giro como protesta contra el déficit fiscal; este ya existía muchos años antes del giro. Las explicaciones del giro como mero chovinismo del bienestar, como los citados en la primera parte de este capítulo, además del déficit en sí mismo, necesitarían postular un detonador que podría ser la crisis.
Será difícil para los investigadores del futuro determinar la fuerza explicativa que tienen el proceso fracasado del Estatut (explicación preferida en este capítulo) y la llegada de la crisis. En la parte del electorado atraído por la opción de la CUP o las alternativas propuestas por activistas como Arcadi Oliveres o Teresa Forcadell, parece más obvio que el movimiento de los indignados tenía que ver, primero, con el auge de la candidatura y, después, con la propaganda de las alternativas. Pero por lo que se refiere a las corrientes mayoritarias, me parece que el vínculo con el percibido fracaso del Estatut es más obvio y en la secuencia de los hechos más convincente para explicar el giro. En las encuestas sobre las preferencias de los catalanes sobre las relaciones de su país con España, la alternativa «Comunidad Autónoma», tradicionalmente la preferida por los catalanes y con distancia, ya cae en picado desde el año 2007-2008,90 antes de que los efectos de la crisis y/o de la manera de luchar contra ella llegasen a los hogares, pero precisamente cuando el Tribunal Constitucional deliberó sobre un Estatut ya cepillado. Desde entonces, el peso de la preferencia mencionada no ha dejado de caer. La curva de los que prefieren la independencia sube desde 2008-2009, aunque se puede opinar que el grado de auge es posterior a partir de 2011, hasta que en 2012 sobrepasa numéricamente a la de los que prefieren el estatus de una comunidad autónoma. La crisis sola no explica que tantos catalanes se hicieran precisamente independentistas; además, se tendría que explicar por qué su efecto no fue justo el contrario, el retorno al centralismo, como parece que pasaba en muchas zonas del Estado. Sumando, sin negar toda importancia al efecto crisis, el percibido fracaso del proceso estatutario me parece el elemento necesario para explicar el giro.
Sin embargo, esta contribución, que inicialmente fue motivada por las percibidas insuficiencias de la prensa alemana y española en su cobertura del auge del independentismo catalán, solo ha podido presentar una interpretación tentativa del giro independentista, destacando su rapidez y fijando cronológicamente sus fases. Al realizar esta tarea el autor se ha convencido de la importancia de la sociedad civil, que en un momento dado cogió las riendas, y sobre todo del fracaso del Estatut (y con esto, en la interpretación de muchos, del fracaso de la acomodación de la diversidad nacional en una España plural).91
1Este texto fue escrito en marzo de 2014.
2El Punt Avui del 15 de enero de 2013 incluso redondearía este resultado: «A l’octubre, un 70% volia l’Estat propi».
3Por ejemplo, de los diarios liberal conservadores, Leo Wieland (Frankfurter Allgemeine Zeitung, FAZ) y Ute Müller (Die Welt); de la Frankfurter Rundschau (FR, de tendencia más socialdemócrata), Martin Dahms; de la Süddeutsche Zeitung (SZ), Thomas Urban; del Tagesspiegel, Ralph Schulze; de Taz, de orientación ecologista, Reiner Wandler, y del semanario más influyente Der Spiegel, Helene Zuber. En el caso del Neues Deutschland (ND, socialista, más estrechamente vinculado a un partido –Die Linke– que los otros), destaca que tiene corresponsales en San Sebastián y Barcelona. Durante la transición, los diarios más influyentes tuvieron sus primeras espadas colocados en Madrid (Walther Haubrich –FAZ–, Volker Mauersberger –Die Zeit– o Werner Herzog –FR–), pero esto no parece ser la situación de ahora. Además, los corresponsales de hoy tienen que cubrir más países (Portugal, Magreb y en ocasiones países latinoamericanos), aparte de España.
4G. Tortiella: «El tigre que nunca debió salir de su jaula», El País, 19-10-13.
5Con lo cual no estoy diciendo que no haya «parti pris» en la prensa alemana, tal como afirma Jaume Guillamet en su entrevista en El País (6-3-14) respecto a la prensa internacional.
6M. Dahm: «Separatisten aus Trotz», FR, 7-1-13.
7Una excepción a la regla es T. Scholz: «Die Abtrünnigen», FR, 11-9-13; pero el autor no es el corresponsal.
8Dos ejemplos. L. Wieland: «Die katalanische Frage spaltet das Land», FAZ, 21-11-12, y R. Wandler: «Kataloniens gespaltene Seele», Taz, 17-3-13.
9Wandler (ibíd.).
10Por ejemplo, R. Wandler: «Das katalanische Labyrinth», Taz, 12-9-13.
11T. Scholz: «Die Abtrünnigen», FR, 11-9-13 : «Den Katalanen ist es ernst mit der Unabhängigkeit».
12Tres ejemplos. L. Wieland: «Unabhängiges Katalonien nicht in der EU», FAZ, 13-12-13); L. Wieland: «Katalonien gegen Spanien», FAZ 7-1-13, y L. Wieland: «Katalanen und Katalanisten», FAZ, 1-10-13. Hay que recordar que el prestigio de la constitución y de la justicia constitucional es excepcionalmente alto en Alemania.
13También la prensa de izquierdas. Si acaso, se encuentra el rechazo del referéndum «jurídicamente correcto», aunque sea «una estupidez política» (M. Hahn: «Separatisten aus Trotz», FR, 7-1-13: «Spaniens Regierung verweigert den Katalanen, über ihre Unabhängigkeit abzustimmen. Rechtlich ist das korrekt, doch politisch eine grosse Dummheit»).
14Por ejemplo en: «Katalonien gegen Spanien», FAZ, 7-1-13.
15R. Streck: «Katalonien verstärkt den Druck auf Madrid», ND, 14-12-13; R. Streck: «Basken im Windschatten von Schotten und Katalanen», ND, 11-1-14.
16R. Wandler: «Alles wegen ein paar Millionen», Taz, 26-9-12; M. Dahms: «Spaniens Regionen zanken ums Geld», FR, 21-9-12; T. Scholz: «Die Abtrünnigen», FR 11-9-13; J. Bittner: «Am prächtigsten allein», Die Zeit, 22-11-2012.
17C. Seils: «Der Lederhosen-Separatismus liegt im Trend», Der Tagesspiegel, 3-9-12.
18Véanse M. Ling: «Der Frust der Katalanen», ND, 21-11-12; R. Wandler: «Kataloniens gespaltene Seele», Taz, 17-3-13; J. Macher: «Händchenhalten fuer den eigenen Staat», ND, 11-9-13 (un artículo de izquierdas sumamente interesante, ya que rechaza la tesis de la explotación española de Cataluña, pero para ponerse al lado de Arcadi Oliveres y Teresa Forcades, queriendo combinar independencia y cambio de sistema).
19Por ejemplo, R. Wandler, corresponsal de la ecologista Taz, menciona como hecho normal que Cataluña «como otras regiones ricas paga más a la Administración central de lo que esta le devuelve» («Kataloniens gespaltene Seele», 17-3-13: «wie andere reiche Regionen mehr Steuern an die Zentralverwaltung ab als zurückkommt»).
20P. Plickert: «Ein neuer Staat in Europa?», FAZ, 4-11-2012, contrasta el déficit fiscal con el déficit del sistema de perecuación federal alemán y recuerda que este sistema genera un déficit de entre 0,8 y 0,9% de su PIB respecto a los que pagan más (Hessen y Baviera). La comparación parece poco correcta (déficit fiscal es un concepto diferente al de déficit de la perecuación). Sin embargo, es uno de los pocos artículos que cita números. Otras excepciones en T. Scholz: «Die Abtrünnigen», FR, 11-9-13, y en las citas de Albert Pont del Cercle Català de Negocis (independentista) que U. Müller publica en Die Welt (13-12-13).
21Artículo «Am prächtigsten allein», Die Zeit, 22-11-2012. La cita en el original: «Kein Katalane wird ernsthaft behaupten können, Madrid unterdrücke ihn».
22T. Scholz: «Die Abtrünnigen», FR,11-9-13, con algunos comentarios sobre El Mundo, Telemadrid y las comparaciones que se hicieron entre catalanismo y nacionalsocialismo; H. Ankenbrand: «Europas rebellische Regionen», FAZ, 29-6-13.
23En «Europas Problem mit der Unabhängigkeit» (SZ, 6-10-12) se escandaliza de la idea (de Alejo Vidal Quadras) de parar el referéndum enviando un general de la Guardia Civil.
24En «Separatisten aus Trotz» (FR, 7-1-13) critica el rechazo a negociar por parte de Madrid porque así solamente se fomenta el resentimiento de muchos catalanes por ser víctimas de un nacionalismo español cabezudo («befördert nur das Gefühl vieler Katalanen, Opfer eines dickköpfigen spanischen Nationalismus zu sein»).
25R. Hutter: «Faschistenhorden hetzen in Barcelona», ND, 14-10-13; véase también J. Macher: «In Bomberjacke für die Einheit Spaniens», ND, 12-10-13.
26U. Müller: «Abschied aus der EU schreckt Katalanen ab», Die Welt, 26-11-12. También Taz 17-1-14 («la independencia de Cataluña podría finalmente llevar a la ruina a Espa-ña»). El autor F. Sell («Ein Stillhaltepakt für Katalonien», FAZ, 28-11-12) confía en que si se soluciona la crisis antes de negociar la separación esta habría dejado de ser atractiva a los catalanes, lo que permitiría evitar problemas al resto del Estado.
27El hecho de no discutir el futuro de una España sin Cataluña también afecta a los aspectos culturales (el futuro de los catalanófonos restantes) o políticos (el futuro del federalismo, la posibilidad de que la izquierda gane las elecciones, etc.).
28Sería largo citar todas las fuentes al respecto. Para ejemplos, véanse FAZ del 1-10-13 y FAZ del 13-12-13.
29Por ejemplo, V. Frenzel: «Glück allein», Der Tagesspiegel, 18-7-13.
30La noticia de la DPA («Plan de independencia fracasado») publicada en FR, el día 26-11-12, contrasta con el artículo del corresponsal M. Dahms: «Separatistischer Geist», 26-11-12 (en línea con el artículo del mismo autor en FR del 25-11-12: «Siege der katalanischen Nationalisten»). El artículo de la corresponsal U. Müller: «Abschied aus der EU schreckt Katalanen ab» (‘Despedirse de la UE espanta a los catalanes’), Die Welt, 26-11-12, fue contestado por S. Bolzen: «Spaniens Bürger können einem nur noch leid tun», Die Welt, 26-11-12, donde se dice que NO hubo una penalización del movimiento independentista («Keine Abstrafung der Unabhängigkeitsbewegung»). Taz, sin embargo, se queda con la opinión del politólogo popular Joaquim Molas: parece que hubo «Herbe Verluste für Separatisten» (‘pérdidas amargas de los separatistas’), en Taz del 26-11-12.
31ND, 21-12-13.
32Entre las pocas excepciones: R. Streck: «Katalonien verstärkt den Druck auf Madrid», ND, 14-12-13.
33Por ejemplo, J. Bittner: «Am prächtigsten allein», Die Zeit, 22-11-2012.
34Muy claro en el artículo de J. Bittner: «Am prächtigsten allein», Die Zeit, 22-11-2012.
35Reickert en FAZ (4-11-12).
36Ejemplos: M. Herl: «Kleines und grosses Wir-Gefühl», FR, 26-11-12, y P. Riesbeck: «Selige Zeiten, regionalisierte Welt», FR, 15-11-12.
37Véanse K.-J. Nagel: «Entre la “independencia en Europa”, una “Europa con cien banderas” y una “Europa de” o “con las regiones”», Hermes. Revista de Pensamiento e Historia 37, 2011, pp. 4-22.
38Un ejemplo para muchos: L. Wieland: «Unabhängiges Katalonien nicht in der EU», FAZ, 13-12-13. Una cierta excepción ya que no se acepta sin más la posición del Gobierno español; J. Cáceres en la SZ (6-10-12). No se entra en la discusión si la exclusión es políticamente probable o no, debate muy vigoroso en Cataluña.
39Por ejemplo, J. Bittner: «Am prächtigsten allein», Die Zeit, 22-11-2012.
40Por ejemplo, P. Lokshin y U. Müller: «Europäer, die sich vom Mutterland abspalten wollen», Die Welt, 11-9-13.
41Por ejemplo, J. Bittner: «Am prächtigsten allein», Die Zeit, 22-11-2012.
42C. Seils: «Der Lederhosen-Separatismus liegt im Trend», Der Tagesspiegel, 3-9-2012.
43Por ejemplo, J. Bittner: «Am prächtigsten allein», Die Zeit, 22-11-2012.
44M. Dahms: «Separatistischer Geist», FR, 25-11-12.
45Para citar una influyente contraopinión, K.-O. Lang: «Katalonien auf dem Weg in die Unabhängigkeit? Der Schlüssel liegt in Madrid» (‘¿Cataluña en vía hacia la independencia? La clave la tiene Madrid’ –el énfasis es mío–), SWP-Aktuell 50, agosto de 2013. No se trata, sin embargo, de ningún diario, sino de una publicación digital de uno de los think tanks más importantes de Alemania, la Stiftung Wissenschaft und Politik.
46Según C. Schallmoser («Die Berichterstattung über das katalanische Autonomiestatut von 2006 in der deutschsprachigen Presse», Europa Ethnica, 2008, pp. 107-112), aprovechó para relacionar directa o indirectamente el nacionalismo catalán con la ETA vasca.
47Véase una primera versión de este capítulo en K.-J. Nagel: «Katalonien - vom Autonomismus zum Separatismus?», Europa Ethnica, 70, 2013, 1-2, pp. 32-45.
48Véase K.-J. Nagel: Arbeiterschaft und nationale Frage in Katalonien zwischen 1898 und 1923, Saarbrücken/Fort Lauderdale, Breitenbach, 1991.
49Véase K.-J. Nagel: «Le nationalisme catalan et l’Europe», en A.-G. Gagnon y F. Requejo (eds.): Nations en quête de reconnaissance. Regards croisés Québec-Catalogne, Brusselas, Peter Lang, 2011, pp. 175-200.
50Véanse K.-J. Nagel: «How parties of stateless nations adapt to multi-level politics: Catalan political parties and their concept of the state», en A. Guelke (ed.): The Challenges of Ethno-Nationalism, Houndmills, Ashgate, 2010, pp. 118-142; J. Lluch: «Internal variation in sub-state national movements and the moral polity of the nationalist», European Political Science Review, 4, 2012, 3, pp. 433-459.
51La Vanguardia 21-10-2002.
52Cifras en E. Martínez-Herrera y T. J. Miley: «The constitution and the politics of national identity in Spain», Nations and Nationalism, 16, 1, 2010, pp. 6-30 (esp. p. 13).
53La curva se encuentra en J. Muñoz y R. Tormos: Identitat o càlculs instrumentals? Anàlisi dels factors explicatius del suport a la independència, Papers de Treball del Centre d’Estudis d’Opinió 41, Barcelona, 2012, p. 6; véase La Vanguardia del 6-10-13.
54Para una visión más completa, véase K.-J. Nagel: «Katalonien - vom Autonomismus zum Separatismus?», Europa Ethnica, 70, 1-2, 2013, pp. 32-45.
55La periodización, en K.-J. Nagel y F. Requejo: «El debate sobre la relación entre centro y Autonomías en España», en W. L. Bernecker y G. Maihold (eds.): España: del consenso a la polarización. Cambios en la democracia española, Madrid/Frankfurt, Vervuert, 2007, pp. 265-295; véanse también R. Máiz y A. Losada: «La desfederalització a l’Estat de les Autonomies espanyol: els processos de recentralització i de resimetrització», en F. Requejo y K.-J. Nagel (eds.): Descentralització, asimetries i processos de resimetrització a Europa, Barcelona, Institut d’Estudis Autonòmics, 2009, pp. 181-222; R. Máiz, F. Caamaño y M. Azpitarte: «The Hidden Counterpoint of Spanish Federalism: Recentralization and Resymmetrization in Spain (1978-2008)», Regional & Federal Studies, 20, 1, 2010, pp. 63-82; R. Máiz y A. Losada: «The erosion of regional powers in the Spanish “State of Autonomies”», en F. Requejo y K.-J. Nagel (eds.): Federalism Beyond Federations. Asymmetry and Processes of Resymmetrisation in Europe, Abingdon, Routledge, 2011, pp. 81-107, y T. Verge: «Party strategies on territorial reform: Statewide parties and the state of autonomies in Spain», West European Politics, 36, 2, 2013, pp. 317-337.
56Véanse X.-M. Núñez Seixas: «From National-Catholic nostalgia to constitutional patriotism. Conservative Spanish nationalism since the early 1990s», en S. Balfour (ed.): The Politics of Contemporary Spain, Londres/Nueva York, 2005, pp. 121-145; J. Muñoz: La construcción política de la identidad española: ¿del nacionalcatolicismo al patriotismo democrático?, Madrid, 2013. Y para más perspectiva histórica, F.Archilés i Cardona e I. Saz Campos (eds): La nación de los españoles. Discursos y prácticas del nacionalismo español en la época contemporánea, Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2012; Saz Campos y F. Archilés i Cardona (eds.): Estudios sobre nacionalismo y nación en la España contemporánea, Zaragoza, Prensas Universitarias, 2011.
57C. Santacana: «El pensament nacionalista d’ERC (1975-1992)», en J. Termes y J. Casassas (eds.): El nacionalisme com a ideologia, Barcelona, 1995, p. 146.
58Ibíd., pp. 148-150.
59Esquerra Republicana de Catalunya: La teva veu, Cap a la independència, Eleccions a les Corts espanyoles, 1996.
60À. Colom: Esquerra, República, Catalunya, Barcelona, 1995.
61Ibíd., p. 68.
62Véase K.-J. Nagel: «Verfassungs-und Statutsreformen in Spanien: ein föderalistischer Frühling?», Jahrbuch des Föderalismus, 2005, pp. 458-474.
63Institut Opina, según Avui del 30-10-05 Las cifras del CIS español, a pesar de las diferencias, apuntaron en la misma dirección; véase Avui del 24-2-06.
64La Vanguardia, 4-12-2005.
65C. Vidal: La Vanguardia, 24-6-2005 y 24-9-2005. Véase una colección de citas de Federico Jiménez Losantos en Avui del 22-12-2005.
66Paul Ingendaay, corresponsal de la FAZ por asuntos culturales y generalmente un observador riguroso, habló de una supuesta policía lingüística catalana, obviamente comparándola con policías religiosas en determinados países islámicos. Véase FAZ (17-1-2006).
67Véase Avui del 24-1-2006.
68Avui, 15-2-2006.
69Avui, 22-3-2006.
70Plataforma per la Sobirania, Cercle d’Estudis Sobiranistes, Sobirania i Progrés, Plataforma pel Dret a Decidir…
71Véase J. Muñoz y M. Guinjoan: «Accounting for internal variation in nationalist mobilization: Unofficial referendums for independence in Catalonia (2009-2011)», Nations and Nationalism, 19, 2013, 1, pp. 44-67.
72Universitat Oberta de Catalunya (ed.): Diagnòstic de percepcions Catalunya-Espanya. Principals resultats. Estudi realitzat per DYM Market research, Barcelona, febrero de 2010.
73Según C. Colino: «What now for the Autonomic State? Muddling through growing tensions amidst the aftermath of the Court’s Ruling and the painful fiscal crisis», Jahrbuch des Föderalismus, 2011, pp. 309-322 (esp., p. 318).
74Tercera onada del baròmetre d’opinió pública, octubre de 2011. Pero si el encuestado puede elegir entre cuatro alternativas, la independencia en este momento todavía salió la tercera más atractiva (28,2%), detrás del Estado federado (30,4%) y del model autonómico actual (30,2%).
75Véase K.-J. Nagel: «Autonomiestaat und Krise - Autonomiestaat in der Krise?», Jahrbuch des Föderalismus, 2012, pp. 346-362.
76La Vanguardia, 10-10-2011; Nagel (ibíd.).
77Cosa que generalmente no se entiende en la prensa alemana mencionada, ya que en este país la clase media usa exclusivamente los servicios públicos y apenas envía a sus hijos a colegios privados, por un lado, y la capacidad de gasto per cápita de los Länder, no es muy alta ni cambia, hoy, tanto la ordinalidad de ingresos per cápita como en España.
78La Vanguardia, 18-11-2012.
79La Vanguardia, 4-3-2012.
80Presidida por Carme Forcadell (ERC), reivindica tener más de 13.600 socios pagadores y el mismo número de colaboradores voluntarios. En más de una ocasión ha colaborado con Òmnium Cultural, la histórica asociación de defensa de la cultura catalana, que ahora también vive un auge a causa de defender el derecho a decidir.
81Leo Wieland, 27-11-2012.
82D. Martí: «The 2012 Catalan Election: The First Step Towards Independence?», Regional & Federal Studies, 23,4, 2013, pp. 507-516.
83El País: «El plan de Mas se hunde en las urnas», La Razón: «Adéu Mas, a Cataluña le gusta España» y ABC: «Gana España». Todos del 25-11-2012.
84L. Medina, R. Liñeira y M. Freixanet: Vot i camvi. Una estimació dels fluxos de vot a les eleccions al Parlament de Catalunya de 2012 a partir de les dades del Sondeig de l’ICPS, Quaderns de l’Institut de Ciències Polítiques i Socials, enero 2013.
85La Vanguardia, 13-1-2013.
86El País (16-12-2012), con entrevista al ministro; también El Mundo (3-12-2012), El País (4-12-2012) y La Vanguardia (5 y 6. 12. 2012).
87La Vanguardia, 22-12-13. Curiosamente, el diario suma todos los otros grupos (un 8,4% a favor de la estatalidad, pero no de la independencia; un 36,6% «no» a las dos preguntas, y un 10,1% que «no saben/no contestan») para declarar que hay empate.
88Parece que es la opinión de Enric Juliana (La Vanguardia, 26-11-2012).
89En lugar que tener que negociarla como en el caso escocés.
90Véanse las curvas en R. Liñeira: Catalunya davant la consulta sobre la independència. Participació, vot i motivacions, Quaderns de l’ICPS 4, octubre de 2013, p. 4.
91Véase también M. Sanjaume y F. Requejo: «Recognition and political accommodation: from regionalism to secessionism. The Catalan case», en M. Sanjaume i Calvet: Moral and Political Legitimacy of Secession: A Theoretical and Comparative Analysis, tesis doctoral, Barcelona, Universitat Pompeu Fabra, 2013, pp. 111-134.