XVI. LA CURIOSA HISTORIA DEL TOHUENYO
SE HA dicho alguna vez, a propósito de la vida y el arte en nuestras culturas indígenas, que se echa de menos en ellas la presencia de temas eróticos. Como si la rígida moral de los indios —en este caso de los nahuas— les hubiera vuelto imposible encontrar en el amor y en el sexo tema de inspiración y regocijo.
Mas, contra quienes así han opinado, hablan algunos viejos textos en náhuatl, recogidos de labios nativos a raíz de la Conquista. Entre ellos hay varios poemas eróticos, algunos bastante más atrevidos de lo que pudiera imaginarse. A propósito de uno de estos cantares de amor y placer escribió, entre otras cosas, Ángel María Garibay:
Por mil informes sabemos que en el viejo Tenochtitlan abundaban las mujeres de placer: ahuianime, como una institución casi del Estado. Eran para dar solaz y alegría a los guerreros en sus largas temporadas de ocio. No se ha hecho una investigación especializada a este respecto. Dará mucho que pensar a quienes la hagan. Creo que el poema anterior (citado en la Historia de la literatura náhuatl), pertenece a los solaces de estos lugares y tiempos.1
Y al igual que poemas eróticos hubo también entre los nahuas lo que hoy llamaríamos historias y cuentos, algunos dignos tal vez de la fantasía de Bocaccio. La historia del Tohuenyo, cuya traducción aquí se ofrece parece constituir un buen ejemplo de esta forma de composiciones nahuas. Se trata en ella —como podrá gustosamente enterarse quien la lea— del ardor erótico que sin hipérbole enfermó a una princesa tolteca, por haber contemplado el falo de un hechicero, que transformado en huasteco, se puso a vender chiles, desnudo, sin maxtle, en el mercado de Tula.2 Unas palabras del texto indígena anunciarán mejor que cualquier comentario el tema de la historia:
entonces [la princesa], la hija de Huémac
se puso en tensión, entró en grande calentura,
como sintiéndose pobre
del pájaro —miembro viril— del Tohuenyo […]
Y será interesante notar que esta historia de obvio contenido erótico, posee al mismo tiempo el sentido de ser ella misma uno de los presagios de la huida de Quetzalcóatl y de la ruina de Tula. Porque el famoso Tohuenyo no es en realidad sino uno de los tres personajes, hechiceros y dioses, que aparecieron un día para poner fin a las glorias de Quetzalcóatl. El Tohuenyo: “nuestro vecino”, el huasteco forastero, es Titlacahuan-Tezcatlipoca, quien de acuerdo con la tradición mexica, aliado con Huitzilopochtli y Tlacahuepan, se valió de todo su genio para destruir la grandeza de los toltecas.
Los tres dioses hechiceros realizaron una serie de tetzáhuitl o portentos. El primero consistió en lograr que Quetzalcóatl se embriagara. Y el segundo fue precisamente la transformación de Titlacahuan en el Tohuenyo de nuestra historia. Sólo que, para decirlo humorísticamente, Titlacahuan, convertido en Tohuenyo, optó por el más atractivo de los hechizos: lograr que una virgen y hermosa princesa se sintiera pobre y necesitada de tener junto a sí su falo.
Es éste el tema de La historia del Tohuenyo. Resulta superfluo insistir en su interés humano. Por esto sólo nos resta, para esclarecer algunas posibles dudas, referirnos aunque sea de paso al origen de esta historia, su antigüedad y modo como llegó hasta nosotros.
La historia del Tohuenyo, tal como la conocemos, forma parte de la rica documentación en lengua náhuatl recogida de labios de sus informantes indígenas por fray Bernardino de Sahagún en Tepepulco (región de Tezcoco), Tlatelolco y México, a partir de 1547. Junto con otros numerosos textos, anotados marginalmente por Sahagún, se conserva nuestra historia en los folios del 142 recto, al 144 vuelto, del Códice Matritense del Real Palacio. De tan valiosa fuente existe por fortuna la espléndida edición facsimilar preparada por don Francisco del Paso y Troncoso en Madrid de 1906.3
En pocas palabras puede decirse que parece ser esta historia uno de esos viejos textos nahuas dotados de un cierto ritmo y medida que se aprendían de memoria en los calmécac o centros nahuas de educación superior. Su contenido, como ya se ha señalado, se refiere a tiempos antiguos: la época inmediatamente anterior al abandono de Tula, que según la cronología más aceptada tuvo lugar entre los siglos X y XI de nuestra era.
La mención de dioses mexicas como Huitzilopochtli quien aparece en la serie de textos a los que pertenece La historia del Tohuenyo, muestra una influencia claramente tenochca. Esto y la semejanza del náhuatl de esta historia con el de otros documentos, mueven a situar la fecha probable de su composición dentro del periodo comprendido ente 1430 y 1519, es decir, desde el reinado de Itzcóatl hasta la llegada de los españoles. Garibay, que ha estudiado concienzudamente el problema de la época en que se compusieron numerosos textos entre los que se halla nuestra historia, es quien señala las fechas anteriores indicando ampliamente el porqué.4 Con esto, sin embargo, no excluye el mismo Garibay la posibilidad de que algunos textos, entre ellos La historia del Tohuenyo, hayan tenido una versión más antigua aún, en etapas anteriores al florecimiento de los tenochcas.
Parece oportuno señalar aquí que, desde el punto de vista del investigador de la historia tolteca, la narración acerca del Tohuenyo puede plantear también otra clase de problemas. El primero sería aclarar hasta qué grado puede haber en ella elementos genuinamente históricos, distintos de lo que parece ser mera leyenda. Otro problema sería precisar la contemporaneidad o aun posible identidad de Quetzalcóatl respecto de Huémac, el padre de la princesa que enfermó por sentirse necesitada del falo del Tohuenyo. Sahagún por su parte afirma en su Historia general, al presentar resumida la narración del Tohuenyo, que Huémac “era señor de los toltecas en lo temporal, porque el dicho Quetzalcóatl era como sacerdote y no tenía hijos”.5 Paul Kirchhoff ha prestado atención precisamente al tema de Quetzalcóatl y Huémac; a un trabajo suyo remitimos a quien desee penetrar en este asunto.6 Estos y otros problemas que podrían aquí plantearse se dejan, por tanto, al estudio e investigación de los especialistas. Por nuestra parte, nos basta haber señalado al menos el contenido profundamente humano de esta historia o leyenda.
En lo que se refiere al aspecto filológico, tan sólo diremos que se dará en un apéndice el análisis lingüístico e histórico de algunos términos nahuas que aparecen en La historia del Tohuenyo y que posiblemente sean de particular interés.
Por fin —antes ya de que quien esto lee, pase a saborear a su placer nuestra historia— queremos señalar algo de elemental justicia: Sahagún, quien recogió este texto, fue quien nos dio también la primera traducción algo resumida, en el libro III, capítulos V y VI de su Historia general de las cosas de la Nueva España. Desde esa traducción resumida de Sahagún hay que aguardar hasta 1927, año en que la viuda de Eduardo Seler publicó junto con otros textos sahaguntinos, la versión alemana de este texto del Tohuenyo, preparada por Seler sobre la base del Códice Florentino que, como se sabe, es una copia algo tardía e incompleta en algunos aspectos de los dos Códices Matritenses.7
Tres años después, en 1930, el distinguido nahuatlato John H. Cornyn, sobre la base del mismo Códice Florentino, publicó una traducción al inglés y en verso de todo lo que él llamó El canto de Quetzalcóatl, en el que se incluye también la historia del Tohuenyo.8 Finalmente, en 1952, Charles E. Dibble y Arthur J. O. Anderson, quienes han emprendido la encomiable empresa de paleografiar y traducir la totalidad de los textos del varias veces mencionado Códice Florentino, han publicado ya el material del libro III, en el que se incluye también nuestra historia.9
Situando ahora el presente ensayo en relación con los trabajos anteriores, puede decirse que esta versión paleográfica del texto, según el Códice Matritense del Real Palacio, parece ser la primera en el tiempo. La traducción al español, segunda después de la versión resumida de fray Bernardino, no pretende otra cosa que ser fiel, permitiendo hasta donde sea posible reflejar los varios matices del texto náhuatl original.
A más de 20 años de la preparación de este ensayo y traducción, me complazco en recordar que, para tal fin, mi maestro, el padre Ángel María Garibay, me proporcionó generoso auxilio.
LA HISTORIA DEL TOHUENYO
Y he aquí otra cosa
que llevó a cabo Titlacahuan,
hizo algo que resultó un portento:
se transformó, tomó rostro y figura de un Tohuenyo.
Andando no más desnudo, colgándole la cosa,
se puso a vender chile,
fue a instalarse en el mercado, delante del palacio.
Ahora bien, a la hija de Huémac,
que estaba muy buena,
muchos de los toltecas
la deseaban y la buscaban,
tenían la intención de hacerla su mujer.
Pero a ninguno hacía concesión Huémac,
a ninguno le daba su hija.
Pues aquella hija de Huémac
miró hacia el mercado,
y fue viendo al Tohuenyo: está con la cosa colgando.
Tan pronto como lo vio,
inmediatamente se metió al palacio.
Por esto enfermó entonces la hija de Huémac,
se puso en tensión, entró en grande calentura,
como sintiéndose pobre
del pájaro —miembro viril— del Tohuenyo.
Y Huémac lo supo luego:
ya está enferma su hija.
Dijo entonces a las mujeres que la cuidaban:
“¿Qué hizo, qué hace?
¿cómo comenzó a entrar en calentura mi hija?”
Y las mujeres que la cuidaban respondieron.
“Es el Tohuenyo, que está vendiendo chile:
le ha metido el fuego, le ha metido el ansia,
con eso es que comenzó, con eso es que quedó enferma”.
Y Huémac, el Señor,
en vista de esto dio órdenes y dijo:
“Toltecas, búsquese el que vende chile,
aparecerá el Tohuenyo”.
Y luego fue buscado por todas partes.
Y como no aparecía nadie,
por esto el heraldo empezó a pregonar
desde el Cerro del Pregón. Dijo:
“Toltecas, ¿acaso en alguna parte habéis visto al vendedor de
chile,
al Tohuenyo? Traedlo acá.
El Señor lo busca”.
En seguida se hacen pesquisas,
en ninguna parte anda,
revuelven toda Tula
y aunque hicieron todo esfuerzo
no lo vieron por ninguna parte.
Entonces vinieron a comunicar al Señor
que en ninguna parte habían visto al Tohuenyo.
Pero después por sí mismo apareció el Tohuenyo,
no más se vino a instalar,
donde había aparecido por primera vez.
Y cuando lo vieron los toltecas,
corrieron a informar a Huémac,
le dijeron:
“Ya apareció el Tohuenyo”.
A lo cual dijo Huémac:
“Venga acá a toda prisa”.
Apresurados fueron los toltecas a traer al Tohuenyo,
lo hicieron venir ante el Señor.
Y cuando lo trajeron ante él,
inmediatamente Huémac lo interrogó:
“¿Dónde es tu casa?”
El otro respondió:
“Yo soy un Tohuenyo,
ando vendiendo chilito”.
Y el Señor Huémac le dijo:
“¿Pues qué vida es la tuya, Tohuenyo?
Ponte el maxtle, tápate”.
A lo cual respondió el Tohuenyo:
“Pues nosotros así somos”.
Dijo luego el Señor:
“Tú le has despertado el ansia a mi hija,
tú la curarás”.
Respondió el Tohuenyo:
“Extranjero, señor mío,
eso no podrá ser.
Mátame, acaba conmigo,
¡muera yo!
¿Qué es lo que me dices?
Si no soy más que un pobre vendedor de chile”.
Entonces el Señor le dijo:
“Pues no, tú la curarás,
no tengas miedo”.
Y en seguida le cortaron el pelo,
lo bañaron y después de esto
lo ungieron,
le pusieron un maxtle, le ataron la manta.
Y cuando lo dejaron así arreglado,
le dijo el Señor:
“Mira a mi hija,
allá está guardada”.
Y cuando el Tohuenyo entró a verla,
luego cohabitó con ella,
y con esto al momento sanó la mujer.
En seguida, se convirtió el Tohuenyo en el yerno del Señor.
Y luego por esto
hubo burlas acerca de Huémac,
los toltecas se mofaban, bromeaban acerca de él,
decían:
“¡Conque el señor ha hecho su yerno a un Tohuenyo!”
Entonces Huémac convocó a los toltecas,
les dijo:
“He oído que se dicen chistes acerca de mí,
que soy objeto de risa,
por haber hecho mi yerno a un Tohuenyo.
Pues idlo a dejar con engaño
en Zacatepec, en Coatepec”.
En seguida anunciaron la guerra los toltecas,
todos a una se pusieron en movimiento.
Luego se van
para dejar abandonado al yerno.
E idos ya al lugar de la guerra,
colocaron aparte al Tohuenyo
con todos los enanos y tullidos.
Y puestos todos éstos aparte,
se fueron los toltecas
para hacer cautivos
entre sus enemigos los de Coatepec.
El Tohuenyo dijo entonces
a todos los enanos y tullidos:
“No tengáis miedo,
aquí acabaremos con ellos,
aquí en nuestras manos perecerán”.
Y así las cosas,
hicieron huir
sus enemigos a los toltecas.
Pensaron éstos
que sus enemigos matarían allí al Tohuenyo,
de este modo con engaño lo habían dejado,
lo dejaron a morir.
Entonces vinieron
para informar al señor Huémac,
le dijeron:
“Ya fuimos a dejar allá al Tohuenyo,
el que fue tu yerno”.
Mucho se alegró Huémac,
pensó que tal vez era cierto, que tal vez era así,
porque estaba avergonzado
de haber hecho su yerno a un Tohuenyo.
Pero aquel Tohuenyo,
que habían ido a abandonar en la guerra,
cuando vinieron ya sus enemigos,
los de Coatepec, los de Zacatepec,
entonces mandó
a enanos y corcobados,
les dijo:
“Tened mucho ánimo,
¡no tengáis miedo,
no os acobardéis, no desmayéis,
no os dejéis abatir!
Yo lo sé,
todos vosotros haréis cautivos,
como quiera que sea a todos los mataréis”.
Y cuando sus enemigos
vinieron a caer sobre ellos, a oprimirlos,
luego el Tohuenyo y los suyos los hicieron venir por tierra,
les dieron muerte, acabaron con ellos,
a muchísimos destruyeron;
tantos,
que no pudieron contarse,
los que mataron de sus enemigos.
Y cuando el Señor Huémac oyó esto,
mucho se perturbó y se abatió:
convocó luego a los toltecas,
les dijo:
“Vamos a encontrar a vuestro yerno”.
Con esto se ponen en movimiento los toltecas,
se alborotan.
Van en compañía del Señor, van a su alrededor,
van en tumulto,
para encontrar al Tohuenyo.
Van llevando los toltecas aderezos,
un tocado de plumas de quetzal,
un escudo hecho de mosaico de turquesas.
Cuando estuvieron cerca del Tohuenyo,
luego le hicieron dones,
le dieron el tocado de plumas de quetzal,
y su escudo de mosaico de turquesas,
y todos los aderezos que llevaban consigo.
Con estas insignias va bailando,
va bailando la danza del cautivo, va haciendo contorsiones,
va haciendo ostentaciones, cambiando de lugar.
Ellos le van cantando.
El canto se va matizando,
el canto va repercutiendo.
Le van tocando flautas,
las trompetas van resonando,
los caracoles van lanzando su sonido.
Y cuando hubieron llegado al palacio,
entonces pusieron plumas en la cabeza del Tohuenyo
y lo ungieron de amarillo.
Y le pintaron su rostro de rojo.
Y todos sus amigos del mismo modo fueron ataviados.
Y a la postre dijo Huémac
a su yerno:
“Ahora quedó satisfecho el corazón de los toltecas
de que tú seas mi yerno.
Lo has merecido;
toma asiento en la tierra,
da reposo a tus pies”.
COMENTARIOS SOBRE ALGUNOS VOCABLOS DE INTERÉS
Se da aquí breve comentario acerca de algunos términos nahuas empleados en La historia del Tohuenyo, que parecen tener particular interés.
AMOMONTZIN: vuestro estimado yerno. Palabra compuesta de los siguientes elementos: amo: “vuestro”; montli: “yerno” y -tzin: “partícula reverencial”. En el contexto en que es usada por Huémac esta palabra, invitando a los toltecas a salir al encuentro del Tohuenyo que regresa vencedor, no deja de haber una cierta ironía. Siendo en realidad el Tohuenyo yerno de Huémac, éste le da ahora un tratamiento reverencial y afirma que el Tohuenyo es más bien yerno de los toltecas.
CHILCHOTL, según Molina: ají o chile verde (Capiscum annuum). Parece de interés señalar el hecho de que en este texto y en otros que pudieran aducirse, el término chilli, o chílchotl, se usa con la misma acepción con que se emplea algunas veces en el México actual, como expresión vulgar para designar el miembro viril. (Véase Santamaría, F. J., Diccionario general de americanismos, tres tomos, México, 1942, t. I, p. 493, 1º columna.)
HUÉMAC: padre de la princesa tolteca en quien provocó la enfermedad el Tohuenyo. Sahagún (op. cit., t. I, lib. III, cap. V, núm. 1, p. 28) dice a propósito de Huémac “que era señor de los toltecas en lo temporal, porque el dicho Quetzalcóatl era como sacerdote y no tenía hijos”.
Sobre el problema de la contemporaneidad de Quetzalcóatl y Huémac existe un estudio de Paul Kirchhoff “Quetzalcóatl, Huémac y el fin de Tula”, en Cuadernos Americanos, nov-dic., 1955, vol. LXXXIV, núm. 6, pp. 163-196.
ITOTOUH: su pájaro, su falo (del Tohuenyo). Forma relacionada de posesión del sustantivo tótotl: pájaro. La alusión al falo es clara, ya que se está hablando de “la cosa que trae colgando” el Tohuenyo sin maxtle y que es precisamente “el pájaro” lo que “puso en tensión y provocó grande calentura” en la hija de Huémac. Por otra parte, no es éste el único caso en que los nahuas y pueblos de otras culturas han designado y designan con este nombre al falo.
Véase como ilustración de lo dicho el “Epigrama” de Luis G. Ledesma en: Rubén M. Campos, Folklore literario de México, SEP, México, 1929, p. 120.
MÁXTLATL, según Molina: bragas o cosa semejante. En realidad se trata de una prenda de vestir sui generis, usada por los varones de los principales grupos indígenas de Mesoamérica (con la excepción de huastecos y tarascos). Jacques Soustelle lo describe acertadamente así: “era un paño que, circundando la cintura, se pasaba luego entre las piernas y se anudaba por el frente, dejando caer por atrás y por delante sus dos extremos, con frecuencia adornados con franjas y bordados” (La Vie Quotidienne des Aztèques, Hachette, París, 1955, p. 160).
QUALLI: bueno(a). En el texto se dice acerca de la princesa hija de Huémac: cenca qualli: “estaba muy buena”. Parece que aquí nos hallamos con un curioso paralelismo semántico respecto de una expresión en boga en el México actual: “está muy buena”, para designar excelencia en las características anatómicas de la mujer.
TOHUENYO, según Molina: advenedizo o extranjero. La palabra tohuenyo consta de los siguientes elementos: to-: “nuestro”, huen-tli: “ofrenda”, y el sufijo -yo(tl) que da al sustantivo el sentido colectivo o abstracto. Por tanto, literalmente to-huen-yo significa “lo que constituye nuestra ofrenda”.
Esto que suena extraño a primera vista, se esclarece señalando algo que parece ir implicado en la evolución semántica de esta palabra: eran los extranjeros quienes en un principio constituían la ofrenda que se hacía en los sacrificios a los dioses. Posteriormente la voz tohuenyo que Sahagún traduce como “indio forastero” pasó a referirse fundamentalmente a los forasteros huastecos, que entraban en contacto con pueblos de habla náhuatl. Así, en el texto que aquí se da, tohuenyo significa: “forastero huasteco”.
TIUHQUE: así somos. Forma verbal peculiar del náhuatl. Se trata de un verbo derivado de lo que llamaremos adjetivo: yuhqui: “lo que es así”; que a su vez deriva del adverbio de modo: yuh: “así”. De este adjetivo y del pronombre de primera persona del plural se forma la palabra ti-iuhque: “Así somos nosotros.” Es éste un ejemplo de la extraordinaria flexibilidad del idioma náhuatl.
TLAPILOTINEMI, interesante palabra compuesta de los siguientes elementos: nemi: “anda”; tla-pilloli: “cosa que cuelga”. Unidos estos elementos, significa “anda con la cosa colgando”. Se alude así claramente a que andaba desnudo, sin el máxtlatl que, al pasarse por entre las piernas a modo de suspensorio, precisamente cubría el falo e impedía que “anduviera colgando”.