Hacia el final del siglo XVII había en Aggius, pequeña aldea de la Gallura – dos chicos, hijos de dos familias enemigas, que, como ocurría normalmente en Cerdeña, y también en otros lugares, hacían el amor.
Ella tenía trece años, él quince; pero, a pesar de ser tan jóvenes parecían fuertes y guapos los dos, grandes de veinte años, y se querían perdidamente, con toda la pasión indómita de los habitantes de la Gallura, extraña región montañosa en el norte de la isla, que tiene, en el paisaje y en la naturaleza de los nativos, mucho parecido con la cercana Córcega.
Pero, tal como adelanté, las familias de los dos amantes eran enemigas. Parece que toda la aldea fuese dividida en dos facciones, y el odio, del más mortal, soplaba en las almas de ambos bandos: a uno pertenecía la familia del joven, al otro aquella de la muchacha. Eso no impedía que ellos se adorasen y se diesen frecuentes citas nocturnas en la misma casa de ella. Usaban las prudencias más finas, la vigilancia más intensa, pero finalmente fueron descubiertos por el padre de ella, consumido por la rabia y por el odio, en una noche solemne, una noche de Pascua, masacró al pobre amante. La enemistad entonces entre las dos facciones se volvió a atizar tanto que los obligó a una batalla en campo abierto. ¡Y salieron al campo! Alinearon, en una pequeña llanura debajo de los montes rocosos y desolados, a los habitantes de Aggius, armados de carabinas y de navajas, estaban para venir a las manos, cuando al primer golpe de arcabuz, se oyó un terrible estruendo que retumbó por toda la Gallura.
Se habían derrumbado las montañas, y habían caído encima de los malditos guerreros, enterrándolos debajo de rocas inmensas donde ninguna fuerza humana jamás podría sacarlos.
Se salvaron solo pocos habitantes, viejos, mujeres y niños que no habían participado a la batalla. Y la causa de tanta ruina, además de aquella inocente de los dos jóvenes amantes, había sido el diablo, el diablo que moraba en las cimas de los montes. Y aquí copio de la triste y enardecida novela de Enrico Costa El Mudo de Gallura:
«Al él – al diablo – de vez en cuando le gustaba asomarse por las rocas de granito para mirar con ojo de fuego la aldea allí abajo.
En esos días nefastos sentía soplar un viento bravo que, a pesar de venir de levante traía desde el Limbara cubierto de nieve su aliento glacial. Y mientras los habitantes de Aggius sentían el cuerpo entumecido, ¡el diablo soplaba sobre sus almas, animando pensamientos de odio, de venganza y de sangre! Se decía que los aggeses tuviesen originariamente una índole serena y tranquila; pero el espíritu infernal, que quería condenar sus almas, había puesto la morada en el palacio real de granito, que era la cima del monte, y se complacía durante las noches insomnes en atormentar a aquellos desgraciados.
Las viejas temblaban de miedo en sus camas, y decían el rosario debajo de las mantas, mientras el viento furioso gritaba por las fisuras de los postigos. Era el hijo del infierno que, no pudiendo dormir, se divertía a perturbar el sueño de los hijos de la tierra. Y de vez en cuando se asomaba por la peña, y después de anunciar su presencia con un redoble sordo y prolongado gritaba por tres veces hacia la aldea:
“Aggius meu, Aggius meu, ¿e candu sarà la di chi ti n’aggiu a pultà in buleu?”2.
La amenaza infernal era el pronóstico de la destrucción del pueblo; y el redoble prolongado que la precedía significaba que un hombre estaba designado para morir de muerte violenta. Por lo menos así decía la tradición.
¡Imagínense la consternación de la población! Se acudió al cura, se llamaron para consultar a los ragionati3 del pueblo, ¡pero cada vez sin éxito!
El diablo se daba por enterado y seguía atormentándoles.
Sobre la mitad del siglo XVIII, un virtuoso misionero, que pasaba por Aggius, tuvo la inspiración de plantar una cruz de hierro encima del monte (que por eso luego se llamó Monti di la cruzi) para ahuyentar al diablo. Y durante aquella noche sopló un viento así de bravo que arraigó muchas encinas centenarias, e precipitó de los montes más de una roca de granito. Todas las casas temblaron hasta los cimientos, pero la cruz se quedó firme en la punta del monte.
Oyendo ese estruendo infernal los pueblerinos acudieron corriendo al Rector, que los mandó a casa tranquilos diciéndoles: “No tengáis miedo, es el diablo que prepara las maletas para volver al infierno. ¡Ya no volverá para atormentarnos!”. Pero, parece que el diablo no quisiera renunciar a las almas de quién él había jurado la perdición. Sí que había abandonado el monte de la Cruz, pero quizás para buscar cobijo en el monte Fraile o sobre el monte Pinna, donde, como en el pasado, continuó soplando el rencor sobre las almas de los buenos aggeses, que, a su vez, continuaron atormentándose uno a otro, difundiendo el terror en la Gallura. La cruz del misionero está encima de una piedra gigante, casi aislada, que mide de veinte a treinta metros de altura, y que forma la cima del monte, acribillado por los rayos y por los vientos. Al principio aquella cruz era de hierro, y aguantó medio siglo, hasta que un día, derrumbada por un rayo, se sustituyó con otra de madera, que se renueva cada dos o tres años».
La Conca della Vírgen es una especie de refugio natural cavado en la piedra. Se dice que la Vírgen habitase allí de vez en cuando para alejar al espíritu de las tinieblas.
El gran tambor (su tamburu mannu) es una gran losa de granito con base convexa que posa encima de un bloque allanado. Basta subir al borde y hacer fuerza con el cuerpo para que la piedra oscile, se balancee, y produzca un redoble de tambor cupo, sordo, continuo, como el aullido de un trueno lejano. El gran tambor de Aggius tiene mucha analogía con la famosa piedra bailarina de Nuoro; la diferencia solo es una: esta última, desde hace muchos años, ya no baila, – el primero en cambio sigue sonando – porque los curiosos que la tientan son muy pocos. Según la memoria de los más viejos este tambor existió desde siempre; y se le asocia todavía no sé qué maléficas influencias. Dicen, por ejemplo, que ¡en el momento en que se oye el redoble de tambor es indicio seguro que una persona ha muerto, o tiene que morir de muerte violenta!