La publicación, en la Serial Library de Mr. Bohn, de la excelente traducción de las obras de Platón, que yo considero como uno de los beneficios principales que nos ha proporcionado la imprenta barata, nos da ocasión para trazar rápidamente algunas notas más sobre la elevación y la situación de esta estrella fija; o para añadir un boletín, como hacen los diarios, sobre Platón según los últimos datos.
La ciencia moderna, al extender sus generalizaciones, ha aprendido a indemnizar a quien estudia al hombre por los defectos de los individuos, mostrándole el crecimiento y el progreso de las razas: y, mediante el sencillo expediente de iluminar el vasto fondo de la humanidad, produce un sentimiento de complacencia y de esperanza. El ser humano tiene a su espalda al saurio y a la planta. Sus artes y ciencias, su capacidad cerebral, parecen algo extraordinario vistas desde el remoto cerebro del buey, del cocodrilo y del pez. Parecería que la naturaleza, al contemplar tras sí la noche geológica y observar que en el transcurso de cinco o seis milenios había producido cinco o seis hombres como Homero, Fidias, Manú y Colón, no se mostrase descontenta con los resultados. Esos ejemplos atestiguan la virtud del árbol. Son un progreso evidente con relación al trilobites y al saurio y una buena base para ulteriores progresos. Para esa artista no cuentan el tiempo y el espacio; es insensible a lo que digamos de preparativos tediosos. Esperó tranquilamente, mientras corrían los períodos de la paleontología, que llegase la hora de la aparición del hombre. Pasaron muchos períodos antes de que se sospechase el movimiento de la tierra, antes de que pudiera trazarse el plano de los instintos y de las facultades cultivables del hombre. Pero así como es fatal y hermosa la sucesión de las razas, así lo es también la de los individuos; y Platón tiene la fortuna de marcar una época en la historia de la humanidad.
La fama de Platón no descansa en un silogismo, o en alguna tesis como, por ejemplo, la inmortalidad del alma. Es más que un técnico, que un escolástico, que un geómetra o que un profeta de un mensaje peculiar. Representa el privilegio de la inteligencia, el poder de elevar cada hecho un germen de expansión. Esas expansiones son la esencia del pensamiento. El naturalista nunca nos ayuda a alcanzarlas mediante cualquier descubrimiento de la extensión del universo, pues es tan pobre cuando cataloga la nebulosa de Orión como cuando mide los ángulos de un terreno. Pero La República de Platón, a causa de esas expansiones, puede decirse que exige y por lo tanto anticipa la astronomía de Laplace. Las expansiones son orgánicas. La mente no crea lo que percibe, así como el ojo no crea la rosa. Al atribuir a Platón el mérito de enunciarlas, sólo queremos decir que era un hombre completo, que podía aplicar a la naturaleza toda la escala de los sentidos, de la inteligencia y de la razón. Esas expansiones o extensiones consisten en continuar nuestra visión natural, allí donde el horizonte desaparece, con la visión espiritual, y mediante esta segunda visión, descubrir las largas líneas de la ley que corre en todas direcciones. Platón se halla siempre en un camino que no tiene fin, pues corre continuadamente alrededor del universo. Por lo tanto, cada una de sus palabras es una exposición de la naturaleza. Donde pone su mirada descubre un segundo sentido y sentidos ulteriores. Ahí están: su percepción de la generación de los contrarios, de la muerte que procede de la vida y de la vida que procede de la muerte; esa ley según la cual en la naturaleza la descomposición es recomposición y la putrefacción y el cólera son únicamente señales de una nueva creación; su discernimiento de lo pequeño en lo grande y de lo grande en lo pequeño; su estudio del estado en el ciudadano y del ciudadano en el estado; el hecho de haber dejado en duda si escribió La República como una alegoría de la educación del alma individual; sus hermosas definiciones de las ideas, del tiempo, de la forma, de la figura, de la línea, a veces en forma hipotética, así como sus definiciones de la virtud, del valor, de la justicia, de la templanza; su afición al apólogo y sus mismos apólogos; la cueva de Trofonio, el anillo de Giges, el auriga y los dos caballos, los temperamentos de oro, de plata, de bronce y de hierro; Teut y Tamuz; y las visiones del Hades y de los Hados, fábulas que se han impreso en la memoria humana como los signos del zodíaco; su ojo soliforme y su alma osiforme; su doctrina de la asimilación, su doctrina de la reminiscencia, su clara visión de las leyes del retorno o reacción, que aseguran la inmediata justicia en el universo, en las que insiste en todas partes, pero especialmente en la doctrina de que "lo que viene de Dios a nosotros, vuelve de nosotros a Dios" y en la doctrina socrática de que las leyes de abajo son hermanas de las leyes de arriba.
Ejemplos más notables son sus conclusiones morales. Platón afirma la coincidencia de la ciencia con la virtud; pues el vicio nunca puede conocerse a sí mismo ni a la virtud, mientras que la virtud se conoce a sí misma y al vicio. La simple vista atestigua que la virtud es mejor en tanto que es provechosa. Platón afirma que es provechosa siempre, que el provecho es intrínseco, aunque el justo oculta su justicia a los dioses y a los hombres; que es mejor sufrir la injusticia que hacerla, que el pecador debe codiciar el castigo, que la mentira es más perjudicial que el homicidio; y que la ignorancia, o que la mentira involuntaria es más calamitosa que el homicidio involuntario; que el alma se despoja voluntariamente de opiniones justas y que ningún hombre peca voluntariamente; que el orden o proceso de la naturaleza va de la mente al cuerpo; y que, aunque un cuerpo sano no puede restablecer la salud de un alma enferma, no obstante, un alma buena puede, por su propia virtud, mejorar el cuerpo todo lo posible. El inteligente tiene un derecho sobre el ignorante: el derecho de instruirlo. El justo castigo del que se sale de tono es hacerlo cantar a tono; el mejor castigo del bueno que se niega a gobernar es que sea gobernado por el malo. Los guardianes de la sociedad no deben manejar oro y plata, sino que se les debe enseñar que en su propia alma hay oro y plata, lo que hace que los demás hombres les den voluntariamente todo lo que necesitan.
Esta segunda visión de Platón explica su interés por la geometría. Observó que el globo terrestre no es más regulado y preciso que el mundo supersensible; que hay en éste una geometría celestial, como hay en el bajo mundo una lógica de líneas y de ángulos; que el mundo fue siempre matemático, que las proporciones de oxígeno, de ázoe y de cal son constantes, que hay siempre la misma cantidad de agua, de pizarra y de magnesia, y que no menos constantes son las proporciones de los elementos morales.
Aquel primer Goethe, que odiaba el disimulo y la mentira, se complacía en descubrir lo real como base de lo accidental, en descubrir la conexión, la continuidad y la representación en todas partes; en odiar el aislamiento, y aparece como el dios de la riqueza entre las chozas de los vagabundos, derramando fuerza y capacidad en todo lo que toca. La ciencia de la ética era nueva y vacía cuando Platón pudo escribir lo siguiente: "Entre todos los que han razonado ante los hombres en la época presente ninguno ha condenado todavía la injusticia o elogiado la justicia como no sea en lo que respecta a la reputación, a los honores y a los emolumentos que se derivan de ellas; pero en lo que respecta a la justicia y la injusticia en sí mismas, en cuanto subsisten por su propia virtud en el alma de quien las posee y en cuanto permanecen ocultas a los dioses y a los hombres, nadie ha investigado suficientemente todavía, ni en poesía ni en prosa, cómo la injusticia es el mayor de los males del alma y cómo la justicia es el mayor bien".
Su definición de las ideas como algo simple, permanente, uniforme y existente por sí mismo, distinguiéndolas para siempre de las nociones del entendimiento, señala una era en la historia del mundo. Había nacido para contemplar el desarrollo espontáneo del poder del espíritu, infinito generador sin fines, poder que es al mismo tiempo la clave de la centralidad y de la evanescencia de las cosas. Platón es tan central que puede ahorrarse sus dogmas. Así, el hecho del conocimiento y de las ideas le revela el hecho de la eternidad y propone la doctrina de la reminiscencia como la explicación particular más probable. Llamad a esto fantasía: no importa. La relación entre nuestro conocimiento y el abismo del ser sigue siendo real y la explicación no es menos magnífica.
Platón ha indicado todos los puntos principales de la especulación. Escribió de acuerdo con la escala de la misma mente, de modo que todas las cosas tienen simetría en su tableta. Puso en ella todo el pasado, sin cansancio, y descendió a los detalles con un valor semejante al que observaba en la naturaleza. Se diría que sus precursores habían trazado el mapa de cada granja, o distrito o isla en la geografía intelectual, pero que Platón fue el primero que dibujó la esfera. Domestica al alma en la naturaleza; el hombre es el microcosmo. Todos los círculos del cielo visible representan otros tantos círculos del alma racional. No hay una sola partícula fuera de la ley ni hay nada casual en la acción de la mente humana. También los nombres de las cosas son fatales de acuerdo con la naturaleza de las cosas. Todos los dioses del Panteón poseen, gracias a sus nombres, un profundo sentido. Los dioses son las ideas. Pan es el lenguaje o la expresión; Saturno, la contemplación; Júpiter, el espíritu soberano; Marte, la pasión; Venus, la proporción; Calíope, el alma del mundo; Aglaya, la ejemplificación intelectual.
Estos pensamientos habían aparecido con frecuencia en destellos de luz a las almas piadosas y poéticas, pero este geómetra griego bien criado y omnisciente se apodera del mando, los reúne todos en categorías y grados, como un Euclides de la santidad, y une las dos partes de la naturaleza. Antes que todos los demás hombres vio los valores intelectuales del sentimiento moral. Describe su propia idea cuando pinta en el Timeo a un dios que conduce las cosas del desorden al orden. Encendió con tanta precisión un fuego en el centro, que vemos la esfera iluminada y podemos distinguir los polos, el ecuador, las líneas de latitud, los meridianos y los nodos. Su teoría es tan equilibrada, tan modulada, que se podría decir que los vientos de las edades han pasado por esa estructura rítmica y no que es el borrador breve e improvisado de un escriba de corta vida. Por esto ha sucedido que de una clase de almas muy bien señalada, a saber, aquellas que se complacen en dar una expresión espiritual, es decir, ético-intelectual, a todas las verdades, exhibiendo un fin ulterior que no obstante es legítimo para ellas, se dice que platonizan. Así Miguel Ángel es un platónico en sus sonetos. Shakespeare es un platónico cuando escribe: La naturaleza no se mejora por medio alguno que la naturaleza misma no haya creado, o
He, that can endure
To follow with allegiance a fallen lord,
Does conquer him that did his master conquer,
And earns a place in the story.8
Hamlet es un platónico puro y sólo la magnitud del genio de Shakespeare le impide ser clasificado como el más eminente de su escuela. Swedenborg, en todo su poema en prosa del Amor conyugal, es un platónico.
La sutileza de Platón le recomendaba a los pensadores. El secreto de su éxito popular es el propósito moral, que hizo que la humanidad se encariñase con él. "El intelecto -dijo- es el rey de los cielos y de la tierra"; pero en Platón la inteligencia es siempre moral. Sus escritos tienen además la sempiterna juventud de la poesía. Pues sus argumentos, la mayoría de ellos, pudieron haber sido expuestos en sonetos, y la poesía nunca se remontó a tan sublimes alturas como en el Timeo y en el Fedro. Y también como el poeta, es solamente contemplativo. No se complicó a si mismo, como Pitágoras, con una institución. Todas sus descripciones en La República deben considerarse místicas, con el objeto de expresar, a veces con colores violentos, su pensamiento. No se puede instituir sin peligro de caer en el charlatanismo.
Era éste un gran proyecto, con privilegio absoluto para los mejores (el cual, para hacerlo más enfático, lo extendió a la comunidad de las mujeres) como la prima que quería exigir a la grandeza. Debía haber dos clases de excepciones: en primer lugar, aquellos que por desmerecimiento se han puesto bajo protección, los proscritos; y en segundo lugar, aquellos que por la eminencia de su naturaleza y su merecimiento están fuera del alcance de las recompensas. Dejad a éstos que vivan libremente en la ciudad y por encima de la ley. Confiémoslos a sí mismos, que hagan lo que quieran. Que nadie pretenda medir las irregularidades de Miguel Ángel y de Sócrates con medidas de aldea.
En el libro octavo de La República, Platón arroja a nuestros ojos un poco de polvo matemático. Después de tan nobles superioridades lamento ver que permita la mentira a los gobernantes. Platón hace de la Providencia con los de clase humilde como a veces lo hace la gente con sus perros y gatos.