Una característica central de la argumentación retórica es el modo en el que esta anticipa las respuestas de la audiencia en la estructura del argumento, invitando a un co-desarrollo a través de los puntos comunes expresados o implícitos. Las estrategias de invitación incluyen modos de captar las creencias previas y los entendimientos de la audiencia, como también de expandir el ambiente cognitivo de la argumentación en modos relevantes.
Una de esas estrategias es la alusión (Tindale, 2004, capítulo 3) y una variedad clave de esta es la alusión donde un argumentador usa referencias intertextuales e imitaciones para evocar ideas en las mentes de una audiencia y llevarlas hacia una conclusión. Las alusiones transmiten una referencia indirecta al pasar sin hacer una mención explícita. De modo que, para que un argumentador emplee esta estrategia, debe estar confiado de que la referencia aludida está suficientemente presente en el ambiente cognitivo (es decir, en las creencias, conocimientos e información de base) de su audiencia, a fin de que la asociación sea captada y la posterior conclusión extraída.
Vemos algunos casos vívidos de esta confidencia en las alusiones textuales de los antiguos griegos practicantes de la argumentación, como Platón e Isócrates, cuando tratan de ganar el apoyo de su audiencia a favor de modos particulares de concebir el concepto de “filósofo”. Cada uno le recuerda a la audiencia ideas alternativas mientras, al mismo tiempo, gana peso a los ojos de la audiencia por medio de la alusión a textos previos que les resultan familiares. En el caso de Platón, él estructura la Apología de Sócrates como si se refiriese a la Defense of Palamedes de Gorgias (483-376 a. C.), un texto con el que su audiencia estaría familiarizada. Isócrates, a su vez, trata de establecer sus ideas en su propia defensa, la Antidosis, por alusión e imitación directa de la Apología de Platón.
Este artículo discute los detalles de esta estrategia y cómo esta funciona en los casos examinados, enfatizando su poder retórico central ya que extrae los entendimientos previos de la audiencia y los redistribuye en un nuevo marco. En términos estrictamente lógicos, la alusión textual y la imitación de esta naturaleza no parecerían tener ninguna fuerza figurativa. Pero cuando las consideraciones de la audiencia se subrayan en un tratamiento retórico de la argumentación, el poder de la estrategia se torna evidente.
Los argumentos y las figuras son similares en varios modos relevantes. Ambos, por supuesto, son piezas dirigidas a la audiencia del discurso que se extrae a partir de las situaciones contextuales involucradas. Ellos también son discursos que mueven en el sentido de que transfieren ideas o afirmaciones desde un punto en el discurso hasta el fin. Los argumentos tradicionalmente hacen esto desde las premisas a la conclusión, y las figuras alientan un movimiento parecido, especialmente cuando persiguen fines persuasivos. Reboul (1989, p. 181) muestra cómo un argumento “posee el mismo estatus de imprecisión, intersubjetividad y polémica” como una figura, y Jeanne Fahnestock (1999) en su trabajo sobre figuras retóricas en ciencia, nos lleva incluso más lejos al poner al descubierto el corazón cognitivo de la figuración. Detrás de esto, ella identifica dentro de las figuras clave rasgos del argumento retórico como la colaboración y la experiencia (el escritor/hablante colabora con la audiencia; la audiencia experimenta el discurso). Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca (1969, p.168) también contribuyen en forma decisiva a esta discusión. Ellos proponen que una figura puede ser argumentativa dependiendo de si cumple determinadas condiciones; primero, debe reconocerse que tiene una estructura codificada; segundo, su actividad interna promueve el movimiento desde las premisas a una conclusión; tercero, dicha figura persigue alguno de los objetivos de la argumentación (adhesión, persuasión, refuerzo, etc.). Además, como se desprende de lo precedente, cuando estamos mirando un argumento desde una perspectiva retórica (más que lógica o dialéctica), estamos formulando determinadas preguntas fundamentales: “¿Cómo se experimenta este discurso? ¿Invita a la colaboración?”. Tales preguntas nos ayudan a ver la fuerza de las figuras de alusión cuando se usan en contextos argumentativos.
La Apología de Platón se considera hoy en día como un manual básico de filosofía: una introducción a determinado modo de transmitir la práctica filosófica y una defensa de esa práctica. Pero es antes que nada un discurso judicial, una defensa de la persona “Sócrates”, y en ese aspecto podríamos esperar que cumpla con los patrones establecidos de esos discursos.
La Defensa de Palamedes se nos presenta como un ejercicio en la argumentación por probabilidad. El escenario supuesto es la disputa entre Ulises y Palamedes. El último ha expuesto que Ulises finge su locura para librarse de servir en la expedición a Troya. Por medio de la venganza, Ulises pinta a Palamedes como un traidor, enmarcándolo con una falsa carta de él a Príamo. Esta última conduce al juicio y ejecución de Palamedes.
Tomando este texto como base de nuestro análisis, podemos focalizar ciertos pasajes clave o movimientos en la defensa. Los detalles del Palamedes son obviamente bastante diferentes de aquellos de la Apología, y las partes de apertura del discurso hacen buenas migas con abordar los cargos y argumentar contra la probabilidad de que ellos sean correctos. Por ejemplo, debe haberse dado alguna comunicación inicial entre Palamedes y el enemigo, pero no entendiéndose las lenguas el uno del otro, ¿cómo podrían haberse comunicado? Esta dificultad disminuye la probabilidad de que Palamedes sea culpable, y así sucesivamente. Detrás de estos argumentos por probabilidad existen frecuentes apelaciones a la credibilidad o reputación del acusado, que él desea mantener. Palamedes entonces ataca a su acusador, desafiándolo para que produzca evidencia tangible que incluya la presentación de testigos. Él señala que esa acusación de Ulises equivale a una contradicción: que Palamedes sea tanto sabio como loco. Esto, se sugiere, debería mellar la confianza del juez en el acusado. Palamedes se compromete entonces en una praeteritio: declina poner sobre el tapete lo que en el proceso hace efectivamente. Luego apela a su propio ethos, refiriéndose, primero, a su vida proba, y luego, a su estado real como un benefactor de la nación griega. Finaliza dirigiéndose directamente al juez sobre los riesgos que enfrenta su reputación al actuar injustamente.
Con este resumen espero mostrar algo de la estructura y el argumento de la Apología, pero puede ayudar también a proveer un resumen del texto, por medio de un recordatorio. Sócrates ingresa al ambiente poco familiar de la corte judicial enfatizando su inhabilidad para defenderse él mismo con palabras. Aborda, en este sentido, los cargos y los rumores que se han levantado contra él, hablando primero sobre la reputación negativa de larga data que parece haber adquirido, y luego yendo a los cargos específicos de ese momento, a saber, creer en falsos dioses y corromper a los jóvenes. Sócrates argumenta que preferiría no haber corrompido a la juventud, en parte porque en ese caso se habría puesto a sí mismo en la compañía de aquellos que podrían dañarlo. Invita a sus acusadores a traer testigos para esta corrupción (incluso parientes de los jóvenes “corrompidos”). Sócrates argumenta que Meletus (su principal acusador) está contradiciéndose cuando lo acusa de creer en falsos dioses porque él, Meletus, también afirma que Sócrates no cree en los dioses (“No puedes ser creído, Meletus, incluso, pienso, por ti mismo”-26e). Es entonces cuando defiende su propia ocupación y vida en general, sosteniendo que siempre ha cumplido su deber permanecido al lado de lo que fue justo. Él lo ha mostrado a través de sus acciones, oponiéndose a los injustos y arbitrarios dictadores tanto de la democracia como de la tiranía. También habla de su rol (divinamente señalado) de benefactor de la ciudad. Luego, se compromete en una praeteritio al describir a la familia que no traerá ante él en una apelación a la piedad (por lo tanto poniéndolos en sus mentes). Habiendo sido apresado por el juez, propone una penalidad acorde a un benefactor como él. Y después de ser condenado a muerte, se dirige al juez señalando la reputación negativa que adquirirá la ciudad ahora por este juicio injusto.
Se espera que existan paralelos entre cualquier defensa de hombres que se enfrentan con acusaciones capitales. Pero podríamos tomar algunos de los momentos clave de cada discurso y compararlos, tratando de ver si la segunda instancia (la de Platón) se hace eco directamente de la primera (de Gorgias).22
(1) Palamedes: evita el daño a ti mismo [19]
Apología: evita el daño a ti mismo (25e)
(2) Palamedes: preservación de la credibilidad/reputación [21]
Apología: preservación de la credibilidad/reputación (34e-35a)
(3) Palamedes: invitación a traer testigos [22]
Apología: invitación a traer testigos (34a)
(4) Palamedes: contradicción del acusado:
“Tú me has acusado al formularme cargos… por dos cosas contradictorias, sabiduría y locura, cosas que no pueden coexistir en el mismo hombre” [25]
Apología: contradicción del acusado:
“Pienso que él se contradice en la declaración, si sostiene: ‘Sócrates es culpable de no creer en los dioses pero cree en los dioses’” (27a)
(5) Palamedes: Praeteritio (No deseo traer a colación tus fechorías) [27]
Apología: Praeteritio (No pondré a mis hijos delante tuyo) (34b-c)
(6) Palamedes: apelación al ethos I:
“y aunque toda mi vida pasada desde el principio hasta el fin ha sido proba, libre de cualquier acusación” [29]
Apología: apelación al ethos I:
“A lo largo de mi vida…nunca he llegado a un acuerdo con nadie que actúe injustamente” (33a)
(7) Palamedes: apelación al ethos II:
“No soy solo probo, sino también un gran benefactor de ustedes y de toda la nación griega” [30]
Apología: apelación al ethos II:
“Recurrí a cada uno de ustedes en privado y les concedí lo que sostengo es el mayor de los beneficios” (36c)
(8) Palamedes: inquiere a los miembros del jurado sobre ellos mismos [33]
Apología: inquiere a los miembros del jurado sobre ellos mismos (39c)
(9) Palamedes: preocupación del Juez con las acciones:
“Y usted a su vez no dirige su atención a las palabras en preferencia de las acciones” [34]
Apología: preocupación del Juez con las acciones:
“deberé darle gran prueba de esto, no palabras sino lo que usted estima, acciones” (32a)
(10) Palamedes: profecía al juez:
“Si usted me mata injustamente, se hará obvio para muchos; ya que no soy desconocido, y su debilidad se conocerá y perjudicará a toda Grecia” [36]
Apología: profecía al juez:
“Es por el bien de un corto tiempo, caballeros del jurado, que ustedes adquirirán la reputación y la culpa a los ojos de aquellos que quieren denigrar la ciudad, de haber matado a Sócrates, un hombre sabio” (38c)
Podríamos detenernos aquí y pensar en la intención detrás de esta estrategia y su impacto en la audiencia probable de Platón. Primero, ¿cómo deberíamos pensar esto en términos argumentativos? Obviamente no es argumentativo en la estructura premisa/conclusión que podríamos esperar. Pero el efecto acumulativo de la alusión tiene fuerza argumentativa. Este mueve a la audiencia hacia una conclusión, una adhesión. ¿Cuál es?
Sorprende un poco que los comentadores desacuerden sobre cuáles podrían haber sido las intenciones de Platón. Guido Calogero (1957), por ejemplo, vio la estrategia como perteneciente al Sócrates histórico, quien estuvo enamorado de la práctica ética de Gorgias y, por lo tanto, entrelazó alusiones en su propio discurso, junto con algunos de sus tópicos de argumentación. Platón simplemente estuvo reportando las estrategias reales de Sócrates. Pero las alusiones al Palamedes están demasiado evidentemente esparcidas a través de la estructura de la Apología para sugerir que la responsabilidad no descansa en el autor mismo. En marcado contraste con Calogero, James Coulter (1979) observa la alusión en la Apología como representante de una crítica implícita a la retórica gorgiana. Se esperaba que el lector detectase el contraste entre un empleo gorgiano del argumento por probabilidad y el dispositivo retórico persuasivo y una insistencia socrática sobre la verdad y el rechazo a usar cualquier medio injusto para persuadir (Coulter, 1979, pp. 57-58). Pero al hacer esta afirmación, Coulter pasa por alto los varios modos en los que las alusiones mellan esta posición. Mientras que la Apología no está repleta con argumentos por probabilidad en el modo en el que el Palamedes sí lo está, Platón sí hace que Socrates adopte este topos de argumentación. Él enfrenta la acusación de corrupción (25e) argumentando que no es probable que un hombre pueda ponerse a sí mismo en el peligro de corromper a otros cercanos a él. Y mientras Coulter toma contra cara la afirmación de valor de Sócrates de que él no apelará a las emociones del jurado, nuestro paralelo número 5 arriba muestra a Sócrates haciendo exactamente eso: emplea un praeteritio persuasivo convocando a sus hijos en el mismo acto de clamar que él no lo hará (34b-c).
Una explicación mucho más directa de las intenciones de Platón es el simple deseo de asimilar el conocido caso de Palamedes con el caso de Sócrates que él está presentando. Más particularmente, el texto previo parece bastante efectivo en hacer clara la injusticia del caso contra el (mítico) Palamedes. En el momento en el que este es parcialmente el intento de Platón de enfatizar la injusticia en el tratamiento de Sócrates en manos de la justicia ateniense, su argumento por alusión, que asemeja los casos de Palamedes y Sócrates, es una estrategia efectiva para transferir la actitud hacia Palamedes probablemente sostenida por la audiencia de Platón al caso de Sócrates. Trabajando conjuntamente con otros rasgos de la Apología, incluyendo la argumentación indirecta provista por el personaje principal, la alusión añade una profundidad a la retórica de la pieza, fortaleciendo su fuerza argumentativa.
Un caso más interesante todavía es aquel que atañe a la Apología de Platón y a la Antidosis de Isócrates. En 356, un ciudadano de Atenas fue citado a asumir el servicio público de financiar a un tirreme (tales citaciones eran una forma institucional de cobro de impuestos para los ricos). El ciudadano argumentó que el retórico Isocrates debería cargar con los costos en su lugar porque aquél era más rico. Isocrates perdió el caso y tuvo que proveer este servicio público. Su “venganza” fue construir un discurso judicial ficcional, una apología, en la que se defendía a sí mismo y a su vida, creando a partir del discurso una imagen (eikōn) de sus pensamientos y de su vida como un todo. En el curso de este discurso judicial, Isócrates hace varias alusiones a la Apología de Platón. En lo que sigue, exponemos un sentido de los paralelos en cuestión.
(1) Antidosis: Isócrates es acusado de ser capaz de “presentar como más fuertes los argumentos más débiles” [15]
Apología: Sócrates es acusado de convertir “el peor argumento en el mejor” (19b)
(2) Antidosis: Isócrates espera tener dificultad por su avanzada edad e inexperticia en tales competiciones [26]
Apología: Sócrates pide ser excusado por su edad avanzada y su inexperticia en relación con el modo de hablar de los fueros judiciales (17d)
(3) Antidosis: Isócrates: “tal ha sido mi vida hasta ahora que jamás nadie me acusó de abuso o injuria ni durante la oligarquía ni durante la democracia” [27]
Apología: Sócrates rechaza actuar injustamente bajo la oligarquía y la democracia (32b-e)
(4) Antidosis: Isócrates es acusado de corromper a los jóvenes enseñándoles a hablar bien [30]
Apología: Sócrates es acusado de corromper a los jóvenes (24b-c)
(5) Antidosis: Si Sócrates ha dañado a otros, seguramente ellos aprovecharán la oportunidad para acusarlo [33;92;240]
Apología: Sócrates invita a los hombres jóvenes que él ha corrompido (o a sus parientes) a acusarlo (33d-34a)
(6) Antidosis: Se afirma que Isócrates es el hombre más sabio de todos [35]
Apología: Se afirma que ningún hombre es más sabio que Sócrates (21a)
(7) Antidosis: Isócrates sugiere que él debería recibir agradecimientos por sus contribuciones más que castigos [60-61]; agradecimientos más grandes que aquellos alimentados en el Pritaneo [95]
Apología: Sócrates propone una retribución sobre el castigo; específicamente, comidas gratis en el Prytaneum (36e-37a)
(8) Antidosis: Praeteritio: Nota que otros ruegan y traen a sus hijos ante la corte, pero “yo no creo que [esto] convenga a la gente de mi edad” [321]
Apología: Praeteritio: “no les rogaré que me absuelvan trayéndolos aquí… no me parece correcto hacer tales cosas, especialmente a mi edad” (34d-e)
Estas ocho comparaciones deberían bastar para mostrar el grado de la alusión que Isócrates está haciendo de la Apología de Platón. Otros paralelos, algunos menos directos, son evidentes.23 La pregunta ahora, como lo fue en relación con Platón, es ¿qué es lo que intenta hacer con esto Isócrates? ¿Por qué elige esta estrategia retórica? Los comentadores han dado visiones mixtas sobre esto. Jaeger (1944) sugiere que Isócrates estuvo atado a las posibilidades de autobiografía y el género de la apología, y vio su situación como similar a la de Sócrates (p.133). Esto, al menos, parece claro, e Isócrates nos transmite cómo quiere reflejar su vida en palabras. Pero ¿por qué debería escoger a Sócrates, o incluso, al texto de Platón sobre Sócrates para hacer esto? Nightingale (1995), observa que Isócrates está invitando a su audiencia a prestar atención a las diferencias tanto como a las similitudes entre él mismo y el filósofo de Platón; es parte de “el ataque de Isócrates al retrato del filósofo planteado por Platón” (p. 29). Este, en efecto, también parece ser el caso.
En la Antidosis, Isócrates defiende no solo su vida sino también su pensamiento. Es decir, está preocupado por defender su concepción de la filosofía y de lo que enseña como filosofía. A este respecto, su gran oponente es Platón. Y en las alusiones a la Apología vemos a Isócrates rivalizando con Platón para afirmar que Sócrates es su ancestro intelectual. Isócrates y Platón son contemporáneos, y escriben en un tiempo en que las categorías como “filósofo” y “sofista” son todavía fluidas. Y quién debería “poseer” tales etiquetas está todavía en cuestión. En la batalla entre Platón e Isócrates, Isócrates emplea el propio trabajo de Platón en su contra.
Vemos esta disputa en las últimas etapas de la Antidosis. Isócrates no relega nada de lo que no beneficia a la habilidad de una persona para hablar o actuar al estatus de lo que los niños aprenden en la escuela, y no la filosofía [266]. En contraste con Platón, Isócrates no cree que la naturaleza humana pueda atraer conocimiento de modo de saber qué decir y hacer. En cambio, la gente debería invertir su tiempo aprendiendo cómo alcanzar las mejores opiniones tan pronto como sea posible [271]. Afirmando que nunca ha existido la posibilidad de producir autocontrol y justicia en aquellos que no están dispuestos a la virtud, Isócrates argumenta en cambio que la gente mejora por el aprendizaje, aprende a hablar bien y desarrolla una pasión por persuadir a su audiencia [274-275]. Dado este desacuerdo básico sobre la naturaleza y las metas de la “filosofía”, no es una sorpresa que Isócrates usara cada medio a su disposición para persuadir a su audiencia del sentido por el que él aboga, incluyendo asociarse él mismo con un filósofo del pedigrí de Sócrates.
Nuevamente, podemos considerar cómo el uso argumentativo de la alusión buscó cumplir los propósitos de Isócrates. Al igual que el caso de Palamedes/Apología, este también involucra lo que es razonamiento esencialmente analógico. Pero tenemos algo más sutil que solo un argumento por analogía trabajando aquí. El efecto poderoso de la alusión sobre la audiencia parece ofrecer más que solo una comparación de los modelos filosóficos. Es a través del uso de la alusión que Isócrates es capaz de evocar las similitudes entre él mismo y Sócrates, esbozar la asociación en las mentes de su audiencia. De este modo, sirve como una estrategia potencialmente efectiva de argumentación retórica. Cuando formulamos nuestra pregunta: “¿cómo es esta argumentación experimentada por esta audiencia?”, podemos imaginar un despertar en la audiencia, una conciencia entendida como la relación vista con los ojos de la mente. En ubicar tales obligaciones sobre la habilidad de la audiencia para hacer la conexión, la alusión tiene una efectividad que se pierde de los discursos más “removidos”. Isócrates no está diciendo “aquí está mi modelo de filósofo; allá está el modelo de Platón”. Él está legando su posición a una vida, una poderosa vida que ha sido forzosamente bosquejada y defendida en el texto de Platón. E Isócrates esboza esa fuerza en su propio caso. Más aún, la primera cuestión apunta a la importante implicación colaborativa contenida en la segunda cuestión (“¿cómo es que el argumento invita a la colaboración?”). El argumento por alusión invita a la audiencia a completar el razonamiento, a transformarse en cómplice en el desarrollo del argumento hacia su conclusión. La audiencia añade los elementos faltantes; añade la conexión, y como tal la conclusión de Isócrates es su conclusión tanto como lo es la suya propia. La han extraído ellos mismos, y si esto se hace inconscientemente, la alusión ha sido incluso más efectiva. Pero dada la actualidad del texto de Platón entre las audiencias educadas de aquellos días, es poco probable que las alusiones hayan pasado desapercibidas. La estrategia de Isócrates debe haber sido clara y abierta, y se dejó a la gente decidir por ella misma quién, entre Platón e Isócrates, encaja en el trono con Sócrates.