* Véase Paris-Londres, ed. R. Dénier, Stock, 1997.
* Siempre Napoleón, deslumbrante y oscuro, / en el umbral del siglo está de pie. (N. de la T.)
* Al repartiros el imperio de Alejandro / tenéis miedo de una sombra y miedo de un poco de ceniza: / ¡oh! ¡Sois pequeños! (N. de la T.)
* ¡Si aún fuese temor austero! / Si fuese la áspera libertad / que de una ceniza militar / no osa sembrar la ciudad — / [...] / La Gloria... / no está ya armada y coronada / [...] / ¡Ni tiene ya nada que espante / a la Libertad, su hermana mayor! (N. de la T.)
* ¡Y tú, columna! Un día, tras descender bajo tu base / el peregrino pensativo, contemplando en éxtasis / esos restos sobrehumanos, / habría venido a sopesar, de rodillas en la piedra, / lo que un Napoleón puede dejar de polvo / en la palma de la mano. (N. de la T.)
* Invitaremos a todo, ¡Europa, África, Asia! / Y te llevaremos la joven poesía / que canta la joven libertad / [...] / ¡Estarás bien entre nosotros! / [...] / Bajo ese pavimento vivo que retumba y se amontona, / donde ruedan los cañones, donde las legiones pasan — / El pueblo es también un mar / [...] / que no dejará añorar a tu sombra / el murmullo del océano. (N. de la T.)
* Es decir, el 9 de diciembre, día sin redacción, en el que Hugo data a medianoche el poema XXXI de las Hojas de otoño, dedicado «A Madame Marie M.», que es la hija pianista de Nodier. A esta pieza, nocturno galante que ensalza Poesía y Música como hermanas, el poeta no temerá añadir como epígrafe Ave Maria, gratia plena.