CAPÍTULO 7
American Bar Association Law Journal
Número de otoño/invierno
«Pleitos relacionados con crepusculares y el virus del THON como precursores legislativos»
Kenneth Holm, profesor de la cátedra de Derechos Civiles y
Políticas Públicas de la Facultad de Derecho en la Universidad de Virginia
Cuando se pusieron en contacto conmigo desde la Campaña de Derechos Humanos y la fundación Todos Iguales (y, más adelante, desde el Consejo Crepuscular), yo era abogado asociado en Curran, Forest y Rogers, un bufete de Nueva York especializado en derecho civil y, en concreto, en temas laborales.
En un principio me tocó el caso de Whitney Talbot, una arquitecta que vivía en el East Village de Manhattan. Tras graduarse en el Boston College, Talbot aceptó un puesto en Taylor and Wilson Architects, en la ciudad de Nueva York.
Whitney conoció a Ben Oates en una fiesta secreta de música electrónica que organizaba un conocido DJ a altas horas de la noche. Ben era un antiguo médico que se había pasado a la investigación al que un donante desconocido había recreado un año antes. Whitney se quedó prendada del hombre, que, según ella recordaba, parecía moverse al ritmo de cada acorde de la música «como una ráfaga de viento solitaria». Le encantaba decir cosas como aquella. Ben pareció percibir el interés de Whitney por él, así que se le acercó con una sonrisa y esa noche bailaron juntos durante más de dos horas, sin apartarse ni un segundo de la pista de baile.
Su relación fue muy deprisa y compartieron todas las noches de los meses siguientes, a pesar de las exigencias del trabajo diurno de Whitney. Ben Oates vivía en el sótano de un viejo edificio de Bowery que había reformado para asegurarse de que la luz solar jamás entrara en el interior de la vivienda. Whitney salía del trabajo y dormía un poco en su casa antes de ir a la de Ben, cuando se ponía el sol. Desde allí acudían a distintas fiestas, reuniones e inauguraciones. Como ocurría con otros crepusculares, la sociedad neoyorquina recibió a Ben con los brazos abiertos; siempre tenían un sitio al que ir.
Whitney acompañó a Ben a Gran Bretaña para la London Fa-shion Week. Ben, que también era DJ, entre otras aficiones que lo distinguían como un diletante crepuscular sin igual, iba a actuar en la fiesta de Topshop Unique, patrocinada por la Mercedes-Benz Fa-shion Week y cubierta por la Vogue británica. La fiesta nocturna se celebraba en Winfield House, la residencia ubicada en Regent’s Park de Oscar Lampley, el embajador estadounidense en el Reino Unido, y su mujer, Felicity. Se trataba de uno de los principales acontecimientos de la Fashion Week. Whitney se sintió casi olvidada mientras Ben se relacionaba con sus múltiples admiradores. La improvisada cola de gente que deseaba saludarlo creció, como si Ben fuera un jefe de Estado.
Ben era de los que toman decisiones apresuradas (me refiero a antes de que los crepusculares se impusieran restricciones sobre la clase de gente que recrean), así que se metió de lleno en su relación con Whitney. Cuando, siguiendo un impulso, se ofreció a recrearla para poder estar más unidos, ella (también bastante impulsiva y apasionada) aceptó de buena gana. La recreación tuvo éxito y Whitney se mudó con Ben poco después. Por desgracia, sorprendentemente, la relación no duró. Siguieron cada uno por su lado: Ben se marchó a Londres y Whitney regresó a su vida en Nueva York. A sus jefes no les supuso ningún problema adaptarse a su nuevo estatus, puesto que se trataba de un bufete progresista.
Talbot presentó una oferta de compra de una residencia en el lujoso edificio cooperativo de Barclay, en la calle 57 Oeste. Tras aceptar su oferta, Whitney rellenó la solicitud (en la que presentó un informe de crédito excelente, sus declaraciones de la renta de los últimos tres años, cartas de referencia y un ratio de endeudamiento del 2%). Después pasó por una entrevista de unos veinte minutos con la junta de cinco personas que componían la cooperativa. Uno de los miembros de la junta le preguntó qué modificaciones pensaba realizar Whitney para adaptar el piso a las necesidades crepusculares.
Whitney les informó de que se trataría de modificaciones temporales y de que no cambiaría en absoluto la estructura física del piso.
Al día siguiente, el agente de Whitney Talbot recibió la noticia de que la junta había rechazado su solicitud.
Talbot interpuso una demanda ante el tribunal estatal de Nueva York por incumplimiento de la Ley de Vivienda Justa, y en ella alegó que el rechazo era discriminatorio y violaba varias leyes de derechos civiles del estado y federales. Evidentemente, era ilegal que la junta rechazara su solicitud por motivos de raza, etnia o religión. No obstante, su condición de crepuscular no se consideraba en un primer momento como una clase protegida.
El caso entró en el proceso de mediación, pero no se logró llegar a un acuerdo.
Fueron a juicio, y el tribunal decidió que el estatus de Whitney Talbot como crepuscular era una clase protegida y que la junta la había discriminado al negarle la solicitud.
Con el aumento de la población crepuscular de aquellos primeros meses, muchos de los recreados empezaron a reivindicar más derechos para que el país se adaptara a sus condiciones únicas. A muchos de ellos los despedían del trabajo porque a las empresas no les servían los empleados que no podían trabajar durante la jornada laboral tradicional de nueve a cinco. Los crepusculares afirmaban que su condición estaba recogida bien en la Ley sobre Bajas Médicas y Familiares (la FMLA) o la Ley para Personas con Discapacidades (la ADA). Muchos tribunales ratificaron el derecho de los empleadores a echarlos por el cambio material de las circunstancias laborales; los tribunales federales tampoco estaban muy dispuestos6 a ampliar la protección de la FMLA o la ADA para cubrir a los crepusculares y su nueva condición.
Sin embargo, el Tribunal Supremo no tardó en enfrentarse al primer caso relacionado con los crepusculares: Kurt Jennings, demandante, contra Allen and Jacobs, LLC., en auto de invocación a la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito de los Estados Unidos. Vamos a analizar las partes más relevantes de la opinión vertida por el tribunal (en el Anexo 1 puede encontrarse el dictamen completo).
El juez Kagan fue el encargado de emitir el veredicto:
En este caso tratamos la aplicación de la Ley para Personas con Discapacidades de 1990 (ADA), 104 Stat. 327, 42 U.S.C. § 12101 et seq. en las personas infectadas con el trastorno hematológico orgánico de Nogales (THON). El tribunal accedió a revisar, en primer lugar, si el THON es una discapacidad cubierta por la ADA, en cuanto a que la persona infectada es la que decide infectarse y toma medidas para ello.
El demandante Kurt Jennings es portador del virus del THON desde el año 2019. Reconoce haber dedicado varios meses a intentar contagiarse de la enfermedad para recrearse como crepuscular7. Jennings no informó a los socios del bufete Allen y Jacobs, donde estaba contratado como abogado asociado. Después de tomarse las dos semanas de vacaciones acumuladas a las que tenía derecho, el demandante informó a los socios del bufete de su recreación en crepuscular. Después de esto, usó otros dos meses de vacaciones y baja por enfermedad. A continuación, preguntó a los socios si podría seguir con su trabajo para el bufete, pero sólo durante la noche, ya que le era imposible salir durante el día. Los demandados informaron a Jennings de que, si no era capaz de encargarse de su trabajo durante el horario laboral diurno, le rescindirían el contrato. Y así fue.
El demandante presentó una querella contra el bufete por discriminación por discapacidad, según lo previsto en la ADA, ante la Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo (EEOC). Tras recibir el aviso del derecho a demandar por parte de este organismo, el demandante lo hizo ante el Tribunal del Distrito de los Estados Unidos en Arizona, alegando que los demandados lo habían discriminado «por su discapacidad o porque [los demandantes] consideraban que [el demandado] tenía una discapacidad», lo que incumplía la ADA, apartado 26. En concreto, el demandante alegó que, debido a su infección con el THON, tiene una discapacidad muy restrictiva o se considera que la tiene, véase id. 23-26, y, por tanto, es una persona discapacitada según lo dispuesto por la Ley.
El demandante interpuso la demanda según la ley estatal y el § 302 de la ADA, 104 Stat. 355, 42 U.S.C. § 12182, alegando discriminación por discapacidad. El Tribunal del Distrito rechazó la querella del demandante por no presentar pruebas suficientes que respaldaran su afirmación. Véase Civ. A. Nº 18-5-115 (13 de marzo, 2018). An. a Sol. de Inv. A-27. Como el demandante adquirió de forma voluntaria su discapacidad, el tribunal sostuvo que, en realidad, su condición no lo limitaba de manera significativa en ninguna actividad importante y que, si no era así, tal limitación era autoimpuesta y, por tanto, no se trataba de una discapacidad según la definición del término en la ADA. Id., en A-32 hasta A-36.
El tribunal también determinó que el demandante no había presentado las alegaciones suficientes para respaldar su afirmación de que los demandados «consideraban» que tenía una discapacidad que limitara de manera significativa alguna actividad diaria. Id., en A-36 hasta A-37.
La Ley para Personas con Discapacidades de 1990 prohíbe la discriminación por parte de las entidades cubiertas, que incluyen empleadores privados, a individuos con una discapacidad reconocida. Un «individuo con una discapacidad reconocida» se identifica como «una persona con una discapacidad que, con o sin una adaptación razonable, puede realizar las funciones esenciales del puesto que dicha persona ocupa o desea ocupar». § 12111 (8).
Primero revisaremos el dictamen en el punto en el que afirma que la infección por THON del demandante no constituye una discapacidad según la ADA. Sostenemos que dicha infección no era una discapacidad según el subapartado (A)8 de la definición del estatuto. A la vista de esta conclusión, no tenemos por qué analizar la aplicación de los subapartados (B)9 ni (C)10.
Nuestro análisis del subapartado (A) de la definición consta de tres pasos.
Primero, el subapartado (A) nos exige determinar si la condición del demandante constituye una discapacidad física.
El THON no está incluido en la lista de trastornos específicos considerados discapacidades físicas, en parte porque no se identificó como virus conocido hasta el año 2018. Véase Cartwright. No obstante, a primera vista, la infección del THON entra dentro de la definición general establecida por la normativa.
La enfermedad sigue un curso predecible y, hoy por hoy, inalterable. Sin embargo, por el momento, la investigación al respecto no ha logrado determinar de forma específica cómo el virus cambia la estructura del cuerpo humano ni si cambia a todos los portadores de la misma manera11.
«Se considera que una persona tiene el THON cuando la radiación ionizante de su sangre es de 20,0 milisieverts (mSv)». Departamento de Salud y Servicios Sociales de los Estados Unidos, Servicio de Salud Pública, CCPE, 2018, Sistema revisado de clasificación de la infección del THON y definición de caso para ampliación de vigilancia del THON en adolescentes y adultos. «Dichos cambios moleculares en la persona afectada le impiden por completo exponerse a la luz solar, tanto directa como indirecta. La exposición al sol, incluso de manera indirecta (aunque todavía no contamos con estudios completos sobre lo indirecta que debe ser para considerarse segura desde el punto de vista físico), provoca una forma de combustión espontánea en el crepuscular, y si la exposición cubre una zona significativa del cuerpo, puede causar la muerte». Watt y Collins, Principios del THON, 7.1-8, 8.1-2012.
La Ley de Rehabilitación de 1973, 29 U.S.C. § 706(8) (B) (ed. 1988) y la definición de «discapacidad» incluida en la Enmienda a la Ley de Vivienda Justa de 1988, 42 U.S.C. § 3602(h) (1) (ed. 1988) no proceden, y no se satisface la definición, a no ser que la discapacidad afecte a una actividad esencial. La afirmación del demandante durante todo el caso ha sido que la infección del THON le supuso una limitación significativa para salir al exterior durante las horas diurnas. App. 18; 1015 F. Supp. en 587; 200 F. 4º en 515. Dado el curso generalizado e incurable de la enfermedad, su efecto en actividades esenciales de todo tipo podría haber sido relevante para nuestra instrucción. El demandante y varios amici han alegado que el THON tiene un profundo impacto en casi todas las fases de la vida de la persona infectada. Véase Instrucciones para el demandante, 35-45; Instrucciones para la presentación de la Asociación Médica Crepuscular como amicus curiae, 20; Instrucciones para la presentación de la Asociación Americana de Enfermedades Infecciosas et al. como amicus curiae, 8-15. A la luz de estas opiniones, puede parecer legal circunscribir nuestro análisis a la actividad diurna. La capacidad de exponerse a la luz solar entra dentro de la frase «actividades esenciales». La capacidad de exponerse a la luz solar y las actividades que acompañan tal capacidad son básicas para el proceso de la vida en sí.
Aunque los demandados reconocen la importancia de que el demandante pueda salir al exterior de manera segura durante las horas diurnas, afirman que el Congreso pretendía que la ADA cubriera tan sólo aquellos aspectos de la vida de una persona que ocurrieran por algo ajeno a su voluntad. Instrucciones para el demandante, 18, 32, 44, 77; véase también id., en 55-57 (donde se cita a Flack contra Roberts Construction, 22 F. 5º 574, 225 (CA8 2018)). El razonamiento se centra en la definición de discapacidad en la ADA, que especifica que una persona con discapacidad es aquella con una condición física o mental que limita de manera significativa una o más de las actividades esenciales del individuo.
Estas normas son contrarias al intento del demandante de ampliar el significado del término discapacidad para restar importancia a las intenciones de la persona discapacitada. El demandante pretende no apreciar ninguna diferencia entre una persona que voluntariamente demuestra un comportamiento de riesgo, como el paracaidismo, trabajar con productos químicos peligrosos o trabajar en una zona de guerra como soldado, y la forma en que él adquirió su discapacidad. Las personas que se dedican a las actividades que el demandante incluye en su lista aceptan la posibilidad de adquirir una discapacidad en la profesión elegida, pero son conscientes de que tal discapacidad no es una certeza. Por el contrario, el demandante sabía con absoluta certeza que, al convertirse en crepuscular, perdería la capacidad de exponerse a la luz solar, tanto directa como indirecta, durante el resto de su vida natural. El demandante no ofrece una base creíble para sustentar que la ADA cubra las acciones que uno realiza en perjuicio propio.
Al final, la definición de discapacidad no cambia según le convenga a uno. Cuando la condición produce limitaciones significativas, la definición se cumple aunque las dificultades no sean insalvables. Sin embargo, si una persona decide por voluntad propia someterse a cambios de una naturaleza física dañina que se producirán con absoluta certeza, la Ley no debería ofrecerle la misma protección que a los que han adquirido dichas limitaciones sin buscarlas. El testimonio del demandante, en el que afirma que eligió libremente infectarse con el virus, es incontrovertible. Ap. 22; 721 F. Supp. en 412; 107 F. 5º, en 524. En el contexto de la revisión del juicio sumario, debemos darlo por cierto. Norm. Fed. de Enjui. Civ. 56(e). Coincidimos con el Tribunal del Distrito y la Corte de Apelaciones en que ninguna cuestión de hecho enjuiciable impide un veredicto sobre el asunto de la cobertura legal.
En conclusión, la infección por el virus del THON contraída por el demandante es una condición física que limita de manera significativa una actividad esencial, tal y como se define en la ADA; sin embargo, su condición no está cubierta por la ADA porque el demandante contrajo dicha infección a través de sus propias acciones y con una certeza absoluta sobre las consecuencias.
Corroboramos pues la decisión de la Corte de Apelaciones de no incluir la infección del THON como discapacidad cubierta por la ADA. Queda así anulado el veredicto, y el caso se remite para continuar con el proceso judicial correspondiente a esta decisión.
A partir de ese momento, la jerarquía de los crepusculares, sin contar con el sistema judicial para tratar sus problemas, decidió concentrarse en los cambios legislativos para corregir las deficiencias en los derechos civiles de las leyes actuales. Empezaron a trabajar a través de una organización de derechos civiles llamada Todos Iguales, que contaba entre su personal con investigadores y abogados. Curiosamente, o no, la mayoría no eran crepusculares, y la gente los describía, en términos peyorativos, como sus grupis o parásitos. Lo más probable es que se tratara de individuos que aspiraban a la recreación.
La organización recibía avisos sobre negocios privados y entidades gubernamentales del Estado que se negaban a adaptarse a los moradores de la noche: no abrían los tribunales por la noche, no contaban con celdas adaptadas para crepusculares o no abrían en horario nocturno oficinas estatales esenciales. Otros problemas tenían sobre todo que ver con negocios privados que los discriminaban: arrendadores que no alquilaban a crepusculares u hospitales que se negaban a comprar instrumental o medicamentos para asistir a los crepusculares enfermos.
Entonces tuvo lugar un suceso que muchos historiadores crepusculares consideran esencial para su movimiento de derechos civiles: el asesinato de Guy Brady.
Brady era un crepuscular de cuarenta años al que habían recreado el año anterior. Las circunstancias de su recreación no están demasiado claras, pero Brady era un abogado rico de mucho éxito que había conseguido su fortuna pleiteando demandas por negligencias médicas en varios estados.
Era una noche de jueves en Dallas, y Brady había estado con unos amigos en un bar de lujo de la avenida Greenville, una conocida calle de locales nocturnos y restaurantes que atendían a la clase alta y media alta del lugar. Pasó toda la noche con un grupo de no crepusculares, hasta que dejó a sus amigos sobre la una y media de la mañana.
Llegados a ese punto, no contamos con muchos detalles. No sabemos nada de las siguientes horas, hasta aproximadamente las cinco y media de la mañana.
Unos treinta minutos antes de la salida del sol, la camarera de la cafetería Coffee Chick de Greenville oyó una serie de golpes en la puerta.
La camarera levantó la vista y vio a Guy Brady llamando a la puerta y chillando para que lo dejara entrar.
Más tarde, la camarera afirmaría que no entendió todo lo que decía el hombre, pero que no iba a abrir la puerta porque iba contra la política de la empresa y, además, no se sentía segura. Llamó a la policía.
Poco después llegaron los agentes, justo cuando Brady abría la puerta de una patada. Los policías salieron del vehículo con las armas desenfundadas. Ordenaron a Brady que levantara las manos y se tirara al suelo. Al parecer, él respondió que no podía exponerse a la luz solar… En esos momentos, al sol le quedaba un minuto para salir.
Un agente se le acercó, pero Brady lo lanzó a un lado como si no pesara nada.
Después se movió para correr al interior del local, pero el otro agente disparó de inmediato su arma cinco veces.
Lo normal es que un humano caiga como una piedra, pero todos somos conscientes de que la constitución de los crepusculares es distinta y son capaces de soportar importantes traumatismos, además de tener una fuerza increíble. Brady cayó al suelo, pero se levantó y salió corriendo por la calle mientras el sol se alzaba sobre el horizonte. El policía siguió disparándole, aunque fue la luz del sol lo que lo mató al seguir su huida por la manzana.
La controversia que rodeó a este suceso y sus repercusiones fueron noticia destacada durante meses. Se amplificó por culpa de las diferencias entre las versiones de los testigos y de la policía.
Los agentes en el lugar de los hechos sostenían que no habían tenido alternativa, dado el comportamiento errático de Guy Brady y la amenaza que percibieron en la violencia creciente de sus acciones. Los policías insistieron en que no fueron conscientes en ningún momento de que Brady fuera un crepuscular.
Sin embargo, un testigo del otro lado de la calle afirma que Brady suplicó que lo dejaran entrar porque era un crepuscular. Por supuesto, dada la naturaleza de los crepusculares, el vídeo de la cámara de los policías era inservible, al igual que el audio.
A los agentes nunca se los acusó de nada.
Justo después del incidente, Todos Iguales organizó una serie de manifestaciones nocturnas de crepusculares y sus simpatizantes que reunieron a miles de personas en las calles de distintas ciudades, como Nueva York o Los Ángeles. Como se trataba de un grupo bastante adinerado, a pesar de su tamaño, usaron sus recursos para mantener las protestas vivas durante varias semanas. Además, luchaban contra una campaña de desinformación repleta de teorías conspiranoicas a través de internet, con acusaciones tales como que estaban detrás de los recientes robos en los bancos de sangre; de una serie de desapariciones y asesinatos en los que habían decapitado a las víctimas (la decapitación es significativa porque, al parecer, evita la recreación cuando un crepuscular chupa la sangre de la arteria, transmitiendo así el virus); que pretendían usar a la población como si de un banco de sangre viviente se tratara, para alimentarse de ella13.
Los crepusculares y sus simpatizantes iniciaron una campaña de desobediencia civil dirigida a centrar la atención sobre las desigualdades a las que se enfrentaban en el día a día.
Quizá se pregunten quiénes eran estos manifestantes no crepusculares… y cuál era su motivación. En su mayoría se trataba de personas que aspiraban a la recreación; otros no eran más que seguidores seducidos por la fascinación de los misteriosos crepusculares. Sin duda, a los crepusculares y a Todos Iguales no les costó conseguir gente afín a su causa y dispuesta a ayudar en las protestas. Y, si eso fallaba, estaban más que dispuestos a pagar a la gente para que acudiera.
La campaña de desobediencia civil empezó con una sentada en distintas oficinas gubernamentales de Phoenix y Tucson (Arizona).
Los crepusculares, sobre todo los más adinerados, se sentían atraídos por las zonas de Arizona y Nuevo México, e incluso se habían mudado allí o habían comprado segundas viviendas en la región. Muchos especulaban que era para estar más cerca de Nogales, donde habían recreado a Liza Sole.
Los otros incidentes de importancia fueron los piquetes y alborotos en varios negocios (como tiendas de alimentación, restaurantes de comida rápida, gasolineras, farmacias, institutos y universidades) que no se habían adaptado a los crepusculares en cuanto a horas de apertura y tecnología. Las protestas alcanzaron su punto culminante cuando la policía usó la fuerza para dispersar a los manifestantes en varios lugares. Muchos de ellos resultaron heridos, lo que sirvió para darle más publicidad a las protestas. En una, en Phoenix, hubo cuarenta y cinco heridos y setenta y cinco detenidos.
No obstante, ningún cuerpo legislativo estatal estaba dispuesto a conceder más protección a los crepusculares que a otros ciudadanos. Eso los condujo a concentrar sus esfuerzos en el Gobierno y la legislatura federal. Al final del segundo año del virus del THON, los crepusculares estaban decididos a intentar que se aprobara
una propuesta de ley de derechos civiles en el Congreso de los EE.UU.
La fundación Todos Iguales inició una ofensiva publicitaria, que incluía las redes sociales, en la que se mostraba a los crepusculares en distintas situaciones sociales y con sus familias14, 15.
En su campaña de publicidad, los crepusculares concedieron entrevistas a agencias de noticias y blogs. Este grupo, famoso por su timidez, de repente aparecía en concentraciones y reuniones, ante las organizaciones gubernamentales y los comités del Congreso. Todos Iguales también inició el proceso de contratar a Kurtz y Long, un importante grupo de presión profesional, para ayudarlos a diseñar su ofensiva legislativa.
Llegados a este punto, un gestor de fondos de inversión llamado John Dory se unió al movimiento y fue su rostro durante un breve espacio de tiempo. Se trataba de un hombre delgado y enérgico, de cincuenta y ocho años, que había avanzado en su profesión gracias a su aguda mente matemática, lo que lo ayudó a aprovechar las ventajas del mercado de materias primas. Muy activo en la escena social neoyorquina, no le importaba asistir a galas y fiestas de recaudación de fondos para causas importantes, aunque desapareció un año entero, lo que disparó las especulaciones entre algunos miembros de los medios y otros nombres de la clase filantrópica16.
Entonces, una noche, John Dory apareció en el Red Ball anual, donde se recaudaba dinero para la fundación contra el cáncer del Columbia Hospital. En cuanto entró en la sala de baile del Waldorf, la mayoría de los presentes se percataron de su recreación. Por el tono ligeramente dorado, casi imperceptible, de su rostro sonriente; por el brillo de sus ojos y sus movimientos felinos al entrar, como si se moviera al son del viento. Fue sincero cuando le preguntaron. De hecho, a los blogs y las columnas de cotilleo les faltó tiempo para publicar la información, y Dory comenzó una gira por los medios para hablar sobre su recreación, recorriendo desde el New York Times hasta el programa Today (aunque aquella aparición televisiva consistió en una imagen borrosa con una voz doblada).
El equipo de abogados y grupos de presión de Dory redactó los primeros borradores de la Ley de Derechos Crepusculares, mientras Dory se enfrentaba al problema más urgente de la propuesta: ¿a cuántos senadores y congresistas sería capaz de convencer para lograr su apoyo? Tenía mucho trabajo por delante y, en un principio, decidió concentrarse en el senador sénior del estado de Montana, Tommy Ward.
TMZ.com: Cotilleos sobre los famosos | Noticias de la industria del entretenimiento | Noticias de famosos
¡¿Justin Bieber y Kanye West juntos en (CONTENED EL ALIENTO) un concierto por los derechos de Quebec en Canadá?!
Bueno, estos crepusculares poseen una habilidad casi sobrenatural para encontrar subculturas que explotar en interés propio. Ahora le ha tocado al recién recreado George Étienne Bouchard, magnate multimillonario de la alimentación; ya lo recordaréis. Tiene toda la pinta de vuestro tío borracho, el que da un poco de grima, si dicho tío se hubiera inyectado en la cara el bótox suficiente como para parecerse a un muñeco de cera. Bouchard está gastándose incontables millones (¿cómo se atreve?) en organizar un referéndum (sí, ¡buscadlo en el diccionario!) sobre la soberanía de Quebec.
Pues bien, el multimillonario Bouchard va a celebrar un concierto benéfico (puede que no esté loco del todo, sino que sea un juerguista) con Justin Bieber y Kanye West, cuyo lema es: «Québec Solidaire!». ¿Es que Drake y Alanis Morissette estaban ocupados?
Bieber interrumpió su actuación por problemas técnicos… o, probablemente, por problemas con sus pistas de audio pregrabadas. Después, como si el fin de semana no fuera ya raro de sobra, al cantante lo atracaron a punta de pistola en la puerta de su hotel, y los ladrones le robaron el móvil y joyas por un valor estimado de 10 millones de dólares. Por supuesto, su ataque de llanto histérico (¿drogado?) en Instagram no contribuyó a arreglar las cosas.
Echad un vistazo a los comentarios… ¡Ay! «Ya iba siendo hora» o «Qué pena que no apretaran el gatillo».