PREFACIO
Al recibir la propuesta de recopilar una historia reciente de los crepusculares y su entrada en la sociedad, lo primero que pensé fue: «Demasiado pronto». Los acontecimientos todavía siguen precipitándose a pasos agigantados. Es precisamente el carácter cambiante de las condiciones actuales, sin embargo (puesto que aún estamos intentando dilucidar cómo hemos llegado hasta aquí), lo que me llevó a darme cuenta de que este es el momento idóneo para hablar del principio, el nudo y…, ya que no el desenlace, sí cuando menos ese lugar que ocupaba el in media res de los conflictos que nos ocupan ahora.
Quizás algunos historiadores consideren más eminentes o célebres a otros individuos aparte de los documentados aquí, pero creo que los protagonistas de este texto fueron los que más influyeron en el curso de los acontecimientos. De hecho, observo esos otros relatos con suspicacia. El trabajo de investigación sobre el que se sustentan es negligente, en el mejor de los casos, demasiado preocupada su prosa por los escabrosos detalles de sucesos irrelevantes.
También está dedicado este libro a los mártires que sacrificaron su vida por la causa, sin importar el bando. Otros historiadores han intentado subvertir esas muertes al servicio de sus intereses. Es irónico que la aparición de los crepusculares se produjese en la que, por lo general, se considera la época dorada de nuestro imperio: «Un grand destin commence, un grand destin s’acheve», como dijera Corneille del Imperio Romano. Este es el error de base de los otros historiadores.
No el mío. Me niego.
Pese al tremendo sacrificio personal, me he esforzado por ser imparcial. He recibido amenazas y ataques mientras me documentaba para escribir este libro. De resultas de ello, y tras frecuentes hospitalizaciones, mi calidad de vida se ha visto grave y negativamente afectada. No les guardo rencor a los responsables, sin embargo. Estas páginas se han recopilado para todo el mundo: tanto para los que experimentaron de primera mano esa época como para los que no sobrevivieron a ella.
Espero, lector, haberte proporcionado la perspectiva necesaria.
[FIRMA CENSURADA]
22 de abril
New York Post, 13 de marzo1. Anoche, en el distrito de Flatiron, tres personas sin identificar irrumpieron en el hogar del prestigioso abogado John Hatcher. La casa se encontraba desierta, puesto que el señor Hatcher asistía en esos momentos como espectador a una representación de Nixon en China. Se rumorea que la cantidad de oro que se llevaron los desconocidos, aún por determinar, podría superar los diez millones de dólares. Fuentes de la delegación regional del FBI en Nueva York señalan que, si bien el considerable sistema de vigilancia profesional del señor Hatcher no presentaba indicios de sabotaje, las autoridades no han podido utilizar las grabaciones de vídeo. Un portavoz del FBI ha declarado que la agencia todavía no tiene ningún sospechoso, aunque la investigación continúa.