Los días perdidos (4)
¡Qué haré, días perdidos, con vosotros!
Qué haré con vuestra invisibilidad,
con vuestro pan, con vuestra mesa diaria,
con vuestras penitencias, vuestras fiestas,
qué haré con vuestra disimilitud
que distinguí sin duda en un momento.
Qué haré con vuestra luz, con vuestras horas
fantasmas del olvido, del delirio
y del recuerdo, raudo como un río.
Días perdidos de mi vida, anáforas
que la noche del tiempo me ha robado.
Días que me parecen hoy tan bellos,
tan vacíos y lisos y perfectos.
Os buscaré gritando por los bosques,
por los ríos que mueren en el mar
cuando los últimos destellos glaucos
de mi vida hayan muerto con mi cuerpo.
¿Qué haré para recuperar la dicha
que no supe encontrar en vuestras horas
cuando las preferidas se consuman?
Os buscaré rogando sin descanso
en las casas vacías, en los pueblos,
en el jardín, en las cenizas verdes
de un magnífico mundo obliterado.
¿Qué haré con vuestra pálida constancia,
con esa gente que no conocí?
¿Qué haré del lavatorio con el grifo
que deja caer el agua gota a gota
para la oscuridad del tedio ambiguo?
¿Qué haré, Circe perversa, con la magia
en busca de la voluptuosidad?
¿Qué haré con esas voces del teléfono?
¿Qué haré con vuestra interminable infancia,
con todas las tediosas distracciones,
con los actores del cinematógrafo,
con vuestros abalorios y barajas,
con vuestros claustros y vuestras iglesias,
con vuestras numerosas cofradías?
Si no concuerdan con las cerraduras
¿qué haré, qué haré con todas vuestras llaves?
4- No sé si este poema es originariamente mío o si es una traducción del inglés. Me acompaña esta duda desde hace tiempo. Entre tanto el poema se alarga, crece, y se hace mío. Poco tendrá que ver ya con el hipotético original; si algún lector lo conoce le agradeceré que me lo señale. (S. O.)