XVIII (11)

de Paul Verlaine

Te acuerdas en el fondo del Paraíso, mi alma,

de la estación de Auteuil, de los trenes de antaño,

que te traían cada día de La Chapelle.

¡Antaño ya!, mas cuánto rememoro y qué bien

al pie de la escalera rápida mis demoras

esperándote siempre sin poder olvidar

tu gracia al descender los escalones, ágil

cual ángel a lo largo de la celeste escala,

tu sonrisa amistosa y filial a la vez,

tu mano que estrechaba la mía con nobleza,

oscuros y translúcidos, dulces y vivos, tus ojos

que penetraban hasta mi corazón, sus sombras.

Después de la primera palabra de acogida

con tu brazo en mi brazo de aquel barrio partíamos

y bajo la arboleda, con música feliz,

solían nuestros diálogos volverse metafísicos.

Tus argumentos ¡ah! ¡Tu candorosa fe!

a la incredulidad esa tendencia a veces

que al paso de la duda muy pronto desechabas,

y lentos por las sendas más tarde regresábamos,

como los colegiales, a mi casa, a la nuestra,

a almorzar casi nada, a fumar un momento

y a hacer vagos trabajos largo tiempo de prisa.

¡Ah, tu voz en el bosque, mi hijo, mi pobre niño!

11- Este fragmento pertenece a la serie de veinticinco composiciones del poema “Lucien Letinois”. (N. del E.)