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LANDSBERG, PRISIÓN DE. Después de fracasado el Putsch (v.) de Múnich, Hitler fue condenado a cinco años de prisión que cumpliría en el castillo prisión de Landsberg.

Fue aquella reclusión más un tiempo de meditación y cálculo sobre el camino que emprendería en el futuro. El director de la prisión le asignó una estupenda suite con vistas al paisaje bávaro del segundo piso,1 y en las celdas adyacentes acomodó a sus camaradas reclusos para que pudieran comunicarse libremente. Se le permitió conservar al perro, leer de noche, recibir correspondencia y cuantas visitas quisiera. A la prisión afluyeron ramos de flores y regalos de admiradores (más particularmente, de admiradoras), especialmente alimenticios para que no dependiera del rancho carcelario.

Prisión de Landsberg.

El lugar tenía todo el aspecto de un almacén de delikatessen. Con los géneros allí almacenados se hubiera podido abastecer una floristería, una bodega y una frutería […]. Vi sobre la mesa jamones de Westfalia, pasteles, brandy y todo lo que cabe imaginar. Hubiérase dicho que se estaba preparando una expedición al Polo Sur con una abundancia fantástica de recursos. La gente enviaba obsequios desde todos los puntos de Alemania. En consecuencia, Hitler se hermoseó.

—Le convendría participar en alguno de los deportes que se practican en la prisión —le dijo su amigo Hanfstaengl (v.)—. Si no tiene cuidado, se pondrá usted tan gordo como el viejo Walterspiel. —Se refería al rollizo propietario del hotel de las Cuatro Naciones.

—No —me respondió—. Un jefe no debe exponerse a que lo venzan en los juegos. Cuando quiera quitarme unos kilos, siempre podré conseguirlo a través de los discursos.2

En su cómoda prisión, Hitler dispuso de una vieja Remington para mecanografiar un escrito acusatorio contra aquellos participantes del Putsch que primero gritaron «guerra» y luego se arrugaron y admitieron ante el juez «lo insensato de la empresa». En principio, el documento era un mero ajuste de cuentas (Abrechnung),3 pero fue creciendo hasta convertirse en un libro, Mi lucha (v. Kampf, Mein), que esperaba convertir en un best seller que atrajera multitudes a su partido y le enriqueciera.

El calabozo, si podemos llamarlo así, donde Hitler moró aquellos meses por cuenta del Estado se convirtió posteriormente en un lugar de culto al que peregrinaban los nazis en vacaciones, y muy señaladamente las Juventudes Hitlerianas (v.), para asomarse a la reja de la ventana junto a la que se retrató, meditabundo, el mesías nazi.

LAZAR, JOSEF HANS (1895-1961). Parecía extraído de una película de espías, con su esmoquin impecable, su pelo engominado y pegado al cráneo, su cuidado bigote, sus modales exquisitos y su encanto vienés.

A Josef Hans Lazar lo acompañó toda su vida el misterio de su origen. Había nacido en Estambul y su aspecto oriental —no muy alto, regordete, exageradamente braquicéfalo, piel oscura y untuosa— fomentó la especie de que era un renegado judío al servicio de los nazis.4 En realidad era austriaco y católico. Su aspecto nada ario se explica porque era hijo de croata y armenia.5

Chico despabilado y brillante, Lazar cursaba estudios de Derecho en la Universidad de Viena cuando el estallido de la Gran Guerra lo llevó a las trincheras. Gravemente herido en 1916, permaneció hospitalizado un año y después lo ascendieron a teniente y lo enviaron de agregado militar al consulado de Estambul.

Al término de la guerra logró una pensión de invalidez y se dedicó al periodismo en diversos medios de Bucarest, Budapest y Viena, siempre al servicio de Austria. Siendo delegado de prensa en Rumanía contrajo matrimonio con la baronesa rumana Elena Petrino Borkowska (5 de junio de 1937). Un año después, sirviendo como corresponsal en Berlín, se mostró ferviente partidario del Anschluss (v.) y trabajó para la Abwehr (v.) bajo la cobertura de su empleo en la prensa.

En junio de 1938 lo enviaron a Burgos, sede del Gobierno de Franco (v. Franco y Hitler), en plena Guerra Civil española, como representante de la agencia de noticias alemana Transocean.6 Lazar se afincó en España como delegado de prensa del Reich y habitó entre nosotros ejerciendo su oficio hasta que aquella empresa que tan sólida parecía cerró por derribo en 1945.

En los primeros años vivió bajo la cubierta protectora del embajador Stohrer; después, bajo la del ministro de Exteriores Ribbentrop (v.), siempre bajo la mirada celosa de Goebbels (v.) que no consiguió removerlo de su cargo por más que lo intentó. Fueron siete años en los que, gracias a sus acreditadas habilidades sociales, a sus mañas de pícaro,7 a sus aparentemente ilimitados recursos y a su amistad con los jerarcas franquistas de la prensa (José María Alfaro, Víctor de la Serna, Dionisio Ridruejo, Enrique Giménez-Arnau y otros), Lazar influyó decisivamente en la orientación pronazi de la prensa española (v. germanofilia de la prensa española; corresponsales españoles en Berlín), para desesperación del embajador británico, Samuel Hoare, cuya altivez y antipatía no podían competir con el encanto del austriaco.8

A la izquierda, Josef Hans Lazar.

Parte de este soborno lo disponía en especie: en su palacio de la Castellana, alquilado a la familia Hohenlohe, ofrecía suntuosas recepciones en las que tanto él como su exótica esposa deslumbraban a los invitados con sus modales aristocráticos y, sobre todo, con manjares exquisitos, inéditos en la depauperada España de la posguerra, procedentes de la Europa ocupada por los nazis que Lazar recibía en gran abundancia de sus contactos de Berlín y Viena.

Lazar aprovechó astutamente las bazas que le ofrecía la flaca España de posguerra. Al tiempo que servía a los intereses de sus padrinos del Reich tanto en labores de espionaje como de propaganda (v.), se lucró personalmente adquiriendo a precios de saldo antigüedades y obras artísticas de origen no siempre confesable tras el cataclismo de la Guerra Civil.

Al término de la guerra, Lazar figuraba en todas las listas de súbditos alemanes reclamados por la justicia aliada.9 No pudo evitar que los aliados le embargaran algunos bienes, pero evitó la extradición. Huyendo de notoriedades indeseadas, cambió su lujosa residencia de la Castellana por un chalecito de El Viso del que al poco tiempo se mudó a otro en Puerta de Hierro. Aunque había acumulado una buena despensa, como la hormiga de Esopo y Samaniego, ofreció sus servicios al nuevo Gobierno austriaco, que declinó la oferta. Los aliados insistían en solicitar su extradición.10 Cuando finalmente consiguieron que el Gobierno español firmara su arresto, simuló un ataque de apendicitis e ingresó en la clínica Ruber, calle Juan Bravo, 49. Después se perdió su rastro, aunque corrió el rumor de que se sometía a una cura de desintoxicación (era adepto a la morfina desde la herida de guerra) en el inexistente monasterio de María de Vergela.11

¡Escurridizo Lazar! El 25 de febrero de 1950 los cazadores aliados, cansados de tanto laborar para nada, archivaron su caso y él regresó a Madrid.12 Fallecida su esposa, la baronesa, de tuberculosis en 1951, Lazar se mudó a Brasil junto con su hermana Elena (Nina) Lazar-Calich. En 1954 se casó con la prusiana Renate von Thermann, de la que se divorciaría poco después.13 Regresó a Madrid y ejerció la corresponsalía del semanario católico austriaco Die Furche (El Surco). También publicó una novela, Die Monstranz von Villalarga (La custodia de Villalarga),14 cuyo argumento trata de las vicisitudes de un austriaco que encuentra en un anticuario de Madrid una custodia de gran valor artístico.

El 14 de mayo de 1961 Lazar tomó el tren de Viena a Ankara y a mitad del viaje bebió una cápsula de cianuro que llevaba consigo. «Padecía una enfermedad incurable y no quería molestar a la familia», declaró su amigo Reinhard Spitzy, el antiguo asistente de Ribbentrop. El cadáver fue trasladado a Madrid y sepultado en el cementerio de la Almudena, en la tumba de su primera mujer, la baronesa Elena Petrino Borkowska.15

LEBENSBORN («fuente de vida»). La Lebensborn Eingetragener Verein (Asociación Registrada Lebensborn) fue una organización fundada por Himmler (v.) el 12 de diciembre de 1935 para la promoción y aumento de la raza aria. La organización tutelaba casas cuna en las que mujeres arias (v. ario) podían vivir cómodamente y con garantías sanitarias su embarazo, parto y la lactancia de los hijos. El único requisito era que los padres de la criatura fueran arios de comprobado pedigrí.

Los hogares Lebensborn, con su hospedaje gratis, buenos alimentos y cuidados médicos, atrajeron a muchas madres solteras que de otro modo habrían abortado. La institución se encargaba después de dar a los hijos en adopción a familias arias.

En lo tocante a la reproducción, Himmler, que había hecho sus prácticas en una granja avícola antes de pasarse al lado oscuro, albergaba proyectos muy interesantes que el indeseado desenlace de la guerra malogró. Calculaba Himmler que al término del conflicto habría en Alemania muchas vacantes de hombres jóvenes caídos por el Führer y la patria (llevaba razón, fueron unos 3.200.000) y, por lo tanto, abundarían las mozas solteras y fértiles sin espermatozoide ario que llevarse a los ovarios. Para remediar este déficit, había pensado que los soldados más condecorados (o sea, de bravura atestiguada, como los sementales en las ganaderías taurinas) pudieran casarse con varias mujeres, como en la ley de Mahoma, o incluso no casarse, arreglar un encuentro en el que se quedaran embarazadas. Sin mayor compromiso. Inseminación natural. El Estado se haría cargo del bebé y futuro soldado. ¡Criar arios encastados como miuras!

Residencia de Lebensborn. Foto Archivos Federales.

Este procedimiento reproductivo se ensayó durante la guerra en los Lebensborn alemanes y en los fundados en territorios ocupados (Holanda, Polonia y especialmente Noruega).16 Unas 10.000 patriotas voluntarias se dejaron fecundar por ejemplares arios regresados del frente o de alguna oficina de retaguardia (las atareadísimas SS [v.] también tenían sus enchufes para emboscados). Como resultado, parieron a una generación de hijos del Estado que andan hoy por el mundo tratando de averiguar quiénes fueron sus padres después de padecer una infancia menesterosa en los orfanatos de la posguerra.17

Delegaciones itinerantes de las SS-Lebensborn secuestraron a unos 80.000 niños de apariencia aria en los países ocupados para entregárselos en adopción a parejas alemanas estériles o deseosas de cumplir el número mínimo de cuatro hijos que Himmler señalaba a la familia alemana.

LEBENSUNWERTES LEBEN («vida indigna de vivirse»). Era la expresión usada por los nazis para designar a las personas con enfermedades mentales o físicas que eran una carga para el Estado y más valía eliminar. Eso hicieron en aplicación del programa Aktion T4 (v.).

LEGIÓN CÓNDOR. En su abnegado afán por salvar a España de la canalla marxista, Franco (v. Franco y Hitler) tuvo que afrontar un problema peliagudo: las únicas tropas dignas de tal nombre, los legionarios y regulares moros ejercitados en la guerra de Marruecos, estaban al otro lado del Estrecho y él no disponía de medios para cruzarlos a la península. La armada republicana patrullaba celosamente la mar salada para impedirlo.

En el protectorado español de Marruecos, como en el resto del mundo, existía una activa delegación del partido nazi (v. NSDAP) que pastoreaba a los numerosos alemanes allí establecidos. Disponían incluso de un servicio de seguridad (Sicherheisdient) que informaba a Berlín. El delegado nazi de la zona, Adolf Langenheim, se reunió a estudiar el caso con Johannes Bernhardt (v. Sofindus), otro alemán de la colonia, comerciante muy relacionado con los militares españoles (era proveedor de la Legión y de Regulares).

—Franco necesita aviones para trasladar sus tropas a la península —observó Bernhardt—. Si Berlín ayudara, podría ser una buena baza para atraer a España a la esfera alemana. Dispondríamos de un aliado a la espalda de Francia, nuestra tradicional enemiga.

—¿Ayuda alemana? ¿Por qué no? —se dijo Franco cuando se lo propusieron—. El Führer es declarado enemigo del comunismo. A ver, Pacón, recado de escribir —le dijo a su primo y asistente.

Franco confeccionó su lista de necesidades perentorias y se la entregó al ingeniero aeronáutico Francisco Arranz Monasterio, un militar de su confianza que acompañaría a Langenheim y a Bernhardt a Berlín a bordo de un trimotor de la Luft-Hansa (sic) Ju 52, matrícula D-APOC, confiscado días atrás.

Llegados a Berlín, Arranz fue a entrevistarse con el secretario de Estado del Ministerio del Aire, general Erhard Milch, al que acompañaba el coronel Ernst Udet, dos personajes influyentes a los que conocía de anteriores encuentros. Por su parte, Langenheim y Bernhardt fueron a ver a Hans-Heinrich Dieckhoff, alto oficial del Ministerio de Exteriores que no mostró entusiasmo alguno por la propuesta. Se dirigieron entonces a la sede del NSDAP a preguntar por Hess (v.), el lugarteniente del Führer.

—Está en su finca de Turingia, a 300 km de aquí.

Desfile de la legión Cóndor en España.

El asunto urgía. Tomaron un avión y fueron a verlo.

Hess acogió favorablemente la idea de ayudar a Franco.

—Hay que exponérsela al Führer. ¿Urge mucho?

—Muchísimo.

El Führer estaba en sus asuetos wagnerianos de Bayreuth (v.). Hess telefoneó a la villa Wahnfried, residencia de los Wagner, donde Hitler era huésped de honor durante los festivales.

—Arreglado. El Führer está dispuesto a recibirnos.

Allá fueron los tres enviados de Franco. Hitler, noctámbulo empedernido, los recibió a altas horas de la noche, al término de la representación de La valkiria. Cuando supo el tema de la consulta, convocó a Göring (v.), ministro del Aire, y a Blomberg (v. conspiraciones de 1938), ministro de Guerra.

Langenheim tradujo al alemán el mensaje de Franco:

Tetuán, 23 de julio de 1936

Excelencia:

Nuestro movimiento nacional y militar tiene como objetivo la lucha contra la democracia corrupta en nuestro país y contra las fuerzas destructivas del comunismo, organizadas bajo el mando de Rusia.

Me permito dirigirme a V. E. con esta carta que será entregada por dos señores alemanes que comparten con nosotros los trágicos acontecimientos actuales. Todos los buenos españoles se han decidido firmemente a empezar esta gran lucha para el bien de España y de Europa.

Existen severas dificultades para trasladar rápidamente a la península a las bien preparadas fuerzas militares de Marruecos, por la deslealtad de la Marina de guerra española.

En mi calidad de jefe superior de estas fuerzas, ruego a V. E. me facilite los medios de transporte aéreo. Diez aviones de transporte de la mayor capacidad posible. Además, solicito:

  • 20 piezas antiaéreas de 20 m.
  • 6 aviones de caza Heinkel.
  • Una buena cantidad de ametralladoras y fusiles con abundancia de municiones.
  • Bombas de aviación de distintos tipos, de hasta 500 kg.

Excelencia, España ha cumplido a lo largo de toda su historia con sus compromisos. Con Alemania se siente más unida que nunca en estas horas de lucha contra el comunismo.18

—¿Quién es ese Franco? —preguntó Hitler.

—Un militar famoso en España —informó Bernhardt—. Ascendió a general a los 33 años, el más joven de Europa, y hace dos años aplastó una insurrección roja en la región minera del norte de España. Precisamente con esas tropas que quiere transportar a la península. Por eso necesita los aviones.

—¿De qué medios disponen para pagar el material? —se interesó Göring.

—Ahora mismo, de pocos —respondió Bernhardt—, pero es seguro que los financieros y capitalistas españoles apoyarán la rebelión. Con nuestra ayuda es posible que derriben al Gobierno de la República. Eso nos abriría grandes oportunidades de negocio en España.

Göring se mostraba poco partidario por el riesgo de no recuperar las inversiones si finalmente la rebelión fracasaba, aparte de que en ese caso Alemania se granjearía la enemistad eterna de la República española.

Durante un par de horas discutieron los pros y los contras. Hitler se informó de la situación interna de España. A favor de los rebeldes pesaba que si ellos triunfaban quedarían aliados de Alemania y endeudados con ella, lo que desde el punto de vista geoestratégico y económico resultaba muy conveniente para los planes futuros de Hitler. Por otra parte, España sería un buen mercado donde adquirir ventajosamente minerales de los que Alemania era deficitaria. Al final decidió que ayudaría a los rebeldes con armas y técnicos, pero mantendrían la intervención en secreto.

—La llamaremos Unternehmen Feuerzauber (Operación Fuego Mágico) —dijo Hitler, recordando el último acto de La valkiria, que acababa de presenciar, con la potente soprano Maria Müller haciendo de dama guerrera.19

El tiempo apremiaba. Al día siguiente se reunieron los emisarios de Franco con Göring y Milch, y acordaron la entrega de 20 Ju 52, el doble de los que había solicitado Franco, además de los seis cazas Heinkel para su protección. Los Ju 52 volaron directamente, y el resto del material se trasladó en varios buques mercantes.20

Goebbels anotó en su diario: «El Führer ha decidido intervenir un poco en España, de manera encubierta. Quién sabe para qué servirá […]. El pago del material se aplaza para más adelante».21

En los días siguientes fueron aterrizando los Ju 52 en Marruecos.22 Del puerto de Hamburgo partió el mercante Usaramo con diverso material y el personal encargado de manejarlo y de instruir a los españoles: «25 oficiales, 61 suboficiales especialistas (bombardeadores, mecánicos, radiotelegrafistas…) y 5 intérpretes al mando del comandante Alexander von Scheele».23 El Usaramo atracó en el puerto de Cádiz el 7 de agosto de 1936.

Los técnicos y el personal militar se hacían pasar por alegres turistas de la organización Fuerza a través de la Alegría (v.) vestidos con los monos blancos usados por los guías voluntarios durante las recientes Olimpiadas de Berlín (v.). El disfraz estaba bien, pero el hecho de que involuntariamente marcaran el paso delataba la condición castrense de aquella alegre muchachada que venía a ayudar a Franco a salvar la civilización occidental de los peligros del comunismo y de la democracia.

Los Ju 52 alemanes, sumados a los nueve trimotores Savoia Marchetti SM.79 enviados por Mussolini,24 establecieron inmediatamente un puente aéreo. Los primeros días aterrizaban en Sevilla; después, en Jerez, para ahorrar combustible y tiempo (con menos combustible podían llevar más soldados).

En dos meses transportaron más de 13.000 soldados del ejército de África, y unas 250 toneladas de pertrechos.

La sublevación militar que pretendía liquidar la República en unos días fracasó en Madrid y Barcelona, y devino en una larga guerra civil.

Franco solicitó más armas a sus valedores. En esta tesitura, Hitler comprendió que, una vez embarcados en la aventura, tenía que proteger su inversión. Dispuso nuevos envíos:

El 6 de septiembre de 1936, un emisario de Hitler, el coronel de Estado Mayor Walter Warlimont, enviado para sustituir a Scheele, se entrevistó con Franco, que no paraba de solicitar material. Días después envió a Hitler un informe: «Esta gente no tiene de nada. La aviación republicana supera a la nacional en número de aviones. También convendría enviar carros de combate para apoyo a la infantería. Su dirección de las operaciones es deficiente y anticuada, propia de las guerras coloniales de antaño».

Hitler no solo envió material, sino al teniente coronel Wilhelm Ritter von Thoma, especialista en carros.

—Si no intervenimos más directamente, esto se puede prolongar sine die —informó Thoma cuando se hizo cargo del negocio.

El almirante Canaris (v.) se entrevistó con Franco, ya Generalísimo del bando rebelde (desde el 27 de septiembre de 1936), para proponerle la creación de una unidad multiarmas enteramente alemana, aunque nominalmente subordinada al mando de Franco (evitemos suspicacias). Franco aceptó la idea a pesar de sus iniciales recelos. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Los alemanes continuaron enviando personal y material (unos 170 carros Panzer 1 [Sd Kfz 101], llamados Negrillo por el color gris en el que venían pintados, y 610 aviones de diversos modelos). En los tres años de guerra pasaron por España, en sucesivos turnos, unos 16.000 militares alemanes, de los que perdieron la vida 299.25

Mussolini, por su parte, contribuyó con 40.000 soldados de infantería (el Corpo di Truppe Volontarie o CTV trajo a España 72.775 soldados en distintos relevos) y 764 aviones, además de 155 tanquetas (carro veloce Fiat Ansaldo L3/33 y L3/35) y diverso material artillero y antiaéreo.

Guernica

La actuación más sonada de la Legión Cóndor fue sin duda el bombardeo de Guernica, ciudad vascongada de unos 5.000 habitantes, en la que había una fábrica de bombas de aviación.

El 26 de abril de 1937, a la intempestiva hora de la siesta, un bimotor Dornier Do 17 sobrevoló Guernica y en dos pasadas dejó caer 12 bombas de 50 kg, cuyo objetivo era el puente de Rentería sobre el río Oca. Querían destruirlo para dificultar el repliegue de los bravos gudaris que cedían terreno ante las tropas de Franco. No acertó ni una.

Inmediatamente después, llegó una escuadrilla de tres Savoia Marchetti SM 79 Sparviero (Halcón) procedentes del aeródromo de Soria, que descargaron 36 bombas de 50 kg, ninguna de las cuales alcanzó el puente.

A las 18.00 h, uno o dos Heinkel 111 B procedentes de Burgos escoltado(s) por cazas Cr. 32 Chirri bombardearon el puente, con los mismos nulos resultados.

A las 18.30 horas, tres escuadrillas de Junkers Ju 52 (19 aparatos en total) escoltados por cinco cazas Me 109 y otros tantos Chirri bombardearon la ciudad. La primera escuadrilla descargó bombas de 50 kg (explosivas) y de 900 g (incendiarias), provocando una gran humareda que ocultó la villa a las dos escuadrillas siguientes. Estas descargaron sus bombas a ciegas, en total 22 toneladas de bombas de 250 kg, de 50 kg y de 900 g.26

El puente sobre el Oca resultó indemne, así como la Casa de Juntas y el árbol de Guernica, pero la ciudad sufrió graves daños agravados por los incendios.

Existe cierta discrepancia sobre el número de muertos ocasionados por el bombardeo. Descartadas las abultadas cifras de varios miles que en su día ofreció la propaganda republicana, hoy proponen:

Mucha tinta ha circulado desde entonces bajo el intacto puente de Rentería sobre si hubo o no intención de castigar a la ciudad mártir o si solo intentaban alcanzar el puente. Resulta, desde luego, sospechoso que lanzaran tantas bombas incendiarias de 900 g contra un puente de piedra. Más aún cuando Göring, interrogado por el fiscal en los juicios de Núremberg (v.), declaró:

—¿Guernica, dice? Recuerdo. En efecto, fue un banco de prueba para la Luftwaffe (v.).

El fiscal aludió a las mujeres y niños muertos en aquel bombardeo. Göring respondió, con voz suave:

—Es lamentable, pero no podíamos obrar de otra manera. En aquel momento esas experiencias no podían efectuarse en otro lugar.

Parece, pues, que fue un bombardeo experimental y enteramente responsable. Por eso en 1997, el entonces presidente de Alemania, Roman Herzog, pidió perdón a las víctimas en nombre de su nación. Hubo también algunas compensaciones dinerarias (lo que no arregle el dinero…).

La República aprovechó el desastre para hacer propaganda antifascista y le encargó a Picasso un cuadro sobre el bombardeo que figuraría en la Exposición de París (1937).

Picasso, avispado tratante y comunista de salón, aprovechó el encargo y les endosó el cuadro Guernica, inspirado en los bocetos que le iban a servir para plasmar una corrida de toros luctuosa (de ahí los colores) en homenaje a la muerte del torero Ignacio Sánchez Mejías (de ahí el protagonismo del toro y el caballo).

El historiador David Solar relativiza la extendida creencia de que la guerra española sirviera a Hitler de campo de maniobras para la inminente Guerra Mundial. Si acaso, extrajeron de ella datos erróneos, especialmente en lo referente al Stuka, cuya lentitud lo hacía vulnerable, como quedó patente en la batalla de Inglaterra.29

LEY, ROBERT (1890-1945). Líder máximo del sindicato único nazi, el Frente Alemán del Trabajo (v.) creado en 1933, e inventor de la organización recreativa KdF (v. Fuerza a través de la Alegría). Compaginaba su doctorado en Filosofía con su condición de ser uno de los más notables animales de bellota que produjo la marea parda. Había estudiado en tres universidades (Jena, Bonn, Münster), ninguna de las cuales se disputa hoy el deshonor de haberlo contado entre sus alumnos. Era una de esas bestias pardas nazis de primera hora que, sin embargo, se las arregló para escalar un puesto en las altas jerarquías, quizá porque sus payasadas le hacían gracia a Hitler.30

¿Conocen ustedes el proverbio que lamenta «el peor cochino se ha llevado la mejor bellota»? Pues aplíquenlo al caso, porque nuestra bestia parda estaba casada con una rubia bellísima, Inga Ley,31 sensible, culta, autora de libros de cuentos para niños, una mujer deliciosa a la que si tuviéramos que poner alguna tacha sería que era algo adicta a la morfina (dos curas de desintoxicación: en San Remo en mayo de 1942 y en Berlín en agosto de 1942).

Robert Ley en un mitin.

Hitler no fue inmune al encanto de Inga, que se convirtió, junto con su marido, ¡qué remedio!, en una de las visitantes asiduas del Berghof (v.). «Hitler bebía los vientos por ella. Cuando se iba, comentaba: “¡Qué espléndida mujer! ¡Qué bellezón!”. Ella le mostraba recíproca afección, ya que su marido era un alcohólico abusón y le era infiel. A Hitler no le entraba en la cabeza que ningún hombre pudiera engañar a Inga Ley. Decía: “¿Qué hombre no se sentiría en el paraíso al lado de una mujer como esta?”. Y por eso se distanció Robert Ley, porque pensaba que no estaba en sus cabales al engañar a una mujer tan cautivadoramente bella.»32

Inga se sentía tan desgraciada uncida a aquel ogro borracho que finalmente se suicidó de un disparo en la frente (29 de diciembre de 1943).33

¿Cómo reaccionó el bestiajo? Se deshizo de los tres hijos de corta edad que habían tenido confiándoselos a los suegros y dejó preñada a una sumisa jovencita estoniana que le recordaba a la difunta (eso decía).

Acusado de crímenes de guerra en los juicios de Núremberg (v.), Robert Ley adelantó su ejecución ahorcándose con las tiras de una toalla que ató a la cisterna del retrete. Descanse en paz.

LEY DE LA INSIDIA (v. Heimtückegesetz).

LEY DE PLENOS PODERES: DE LA DEMOCRACIA A LA DICTADURA EN TRES MESES (Ermächtigungsgesetz, ley habilitante de 1933). Atento ahora, dilecto lector, porque vas a asistir a un verdadero juego de prestidigitación: cómo un país culto y avanzado pasa de democracia liberal a dictadura radical en cuatro meses y todo el mundo se queda con la boca abierta y los pantalones por los tobillos.

El 30 de enero de 1933, el presidente Hindenburg (v.) designó a Hitler como canciller (jefe de Gobierno) de Alemania. Hitler cambió de imagen y aprendió a usar chaqué y chistera para tranquilizar a las gentes de orden que lo tenían por jefe de una cuadrilla de matones.

Los nazis, todavía minoría parlamentaria, acudieron ordenadamente a las elecciones del octavo Reichstag (5 de marzo de 1933) con la ilusión de conquistar la mayoría necesaria para hacer y deshacer a su antojo en la siguiente legislatura (quinquenio 1933-1938).

Decepción. No consiguieron la mayoría.34

¿Qué hacer? Investido de su nuevo carácter civilizado y dialogante, Hitler recabó el apoyo de los partidos conservadores.

En ello estaba cuando ocurrió el incendio del Reichstag (v.), el Parlamento alemán. En la noche del 17 de febrero de 1933, el noble y algo mamotrético edificio de la época guillermina ardió por los cuatro costados.

Secuencia de los hechos:

Así como en el Evangelio el Verbo se hace carne, en Alemania la metáfora se hizo humo, porque con el Parlamento ardieron el parlamentarismo y la democracia liberal.

Superado por los acontecimientos, el presidente Hindenburg, anciano babeante, cedió a las presiones de Hitler e invocó el artículo 48 de la Constitución, que le permitía tomar medidas extraordinarias en caso de peligro. Firmó un decreto para la protección del pueblo y del Estado (28 de febrero de 1933) en virtud del cual:

Las SA (v.), el ejército privado de Hitler, prestaron juramento como policía auxiliar y a continuación, con el decreto en la mano y listas previamente preparadas de nombres y domicilios, se lanzaron a detener sospechosos.

¿Quiénes eran sospechosos? Todo el que no comulgara con ellos: los comunistas del KPD y los opositores de más diverso signo, periodistas díscolos, etc. Todos fueron a parar a improvisados campos de detención (léase concentración).

Mientras la propaganda (v.) nazi arreciaba, Hitler, con calculada mansedumbre, impostado en dialogante y persuasivo hombre de Estado, cortejaba a los políticos derechistas:

—Solo os pido una ley de plenos poderes que me permita acabar con los desórdenes y enderezar Alemania: concededme cuatro años y no la reconoceréis.

—¿Una ley que permita aprobar leyes sin previo debate parlamentario? —Algunos juristas se llevaban las manos a la cabeza—. Esto es anómalo. Suspende la Constitución, desactiva el Parlamento…

—La crisis nacional requiere medidas urgentes —razonaba Hitler—. No podemos dilatar las decisiones vitales mientras se discuten en el Parlamento.

Resultaba tan convincente que cedieron. ¿No nombraban los romanos un dictador por seis meses y suspendían las leyes cuando la República estaba en peligro? Pues ellos podían hacer lo mismo.

Con promesas que después incumpliría, Hitler obtuvo del católico DZP, del BVP y del DNVP los votos necesarios para aprobar la llamada ley habilitante (24 de marzo de 1933).35 Solo el SPD votó en contra (120 votos).

El 24 de marzo de 1933 el Reichstag aprobó la ley habilitante, que cedió de facto todo el poder legislativo a Adolf Hitler, quebrantando la separación de poderes observada por la República de Weimar. Fue el principal soporte jurídico sobre el que se construyó la transición de una república parlamentaria a la Alemania nazi (v.).

¿Qué opinaban los jueces? Los más conservadores «dieron la bienvenida al régimen por su promesa de restaurar un Estado autoritario»;36 los liberales suavizaron sus conciencias y se plegaron y replegaron a la nueva ideología, con tal de conservar sus sueldos y sus cabezas. Hans Frank (v.), presidente de la Asociación de Abogados Nazis, declaró que la ley representaba «la formulación jurídica de la voluntad histórica del Führer» o, dicho de otro modo, «la autoridad jurídica y racional se supeditaba a la autoridad carismática. La voluntad del Führer, basada en logros sobresalientes, reemplazaba a los preceptos legales, abstractos e impersonales, como el principio fundamental del derecho».37

¡Le habían concedido a Hitler el derecho a aprobar leyes sin permiso del Parlamento! ¡Habían entregado al zorro la llave del gallinero!

Los alemanes dejaron de ser ciudadanos de un Estado de derecho. En adelante «es derecho lo que es útil a Alemania».38

La ley dictada por Hitler le propinaba una coz en el pecho, mortal de necesidad, a Montesquieu (el pálido filósofo francés que enunció aquello de la división de poderes, ejecutivo, legislativo y judicial).

—Oiga, eso se llama dictadura.

—Pues ándese con cuidado, que protestar ya no sale gratis como antes.

—¿Hemos liquidado, entonces, la democracia liberal, el Parlamento, la República de Weimar y su Constitución?

—Eso parece.

—Pues haga el favor de expenderme un carnet del NSDAP (v.), por lo que pudiera venir.

Con el decreto del 28 de febrero de 1933 y la ley del 24 de marzo de 1933, Hitler tenía en su mano los resortes necesarios para desmontar el Estado democrático.

Euforia parda. Los nazis se echaron a la calle con sus uniformes. Coches provistos de altavoces recorrieron los barrios más apartados difundiendo textos y consignas de Goebbels (v.). Las ventanas se llenaron de banderas nazis e imperiales. Las banderas y rótulos de los otros partidos desaparecieron.

Con la ley de plenos poderes en la mano, Hitler colocó a su gente en los puestos vitales del Gobierno. Lo hizo con método y compás, en cuatro medidas sucesivas:

  1. Sustituyó a los gobernadores de los estados por gentes del partido (31 de marzo de 1933). Göring quedó al frente del Gobierno de Prusia, el puesto más apetecible. Unos días después promulgó una ley del funcionariado (7 de abril de 1933),39 que destituía a los funcionarios de origen «no ario» y a los considerados «políticamente poco fiables» o enemigos del Estado (los miembros del Partido Comunista y, en general, los desafectos al nazismo).40
  2. Suprimió los sindicatos (2 de mayo de 1933). En adelante, solo habría un sindicato único, vertical, el Frente Alemán del Trabajo (v.), que velaría por los intereses tanto de obreros como de empresarios. Matones de las SA ocuparon las sedes sindicales, expulsaron a sus empleados y confiscaron ficheros y expedientes.
  3. Prohibió al SPD (22 de junio de 1933), único de la oposición. Sus líderes se enviaron a campos de concentración (v.) para que hicieran compañía a los comunistas, líderes sindicales y otros «enemigos del Estado alemán».
  4. El partido nazi se declaró estatal. Quedaban disueltas las demás formaciones políticas (14 de julio de 1933). Hitler declaró: «Quien intente sostener a cualquier partido distinto al NSDAP será castigado severamente».

En solo cuatro meses, se volvió peligroso sostener opiniones contrarias al nazismo. Los disidentes tuvieron que optar entre el exilio interior y la abdicación moral.

Hitler había conseguido el poder absoluto por procedimientos democráticos, tal como prometió en 1924, pero también advirtió en aquella ocasión que, cuando lo consiguiera, rodarían cabezas (v. Putsch, juicio de los acusados del). En adelante solo él interpretaría los deseos del pueblo. No serían menester consultas ni urnas. Él, en su condición de mesías y de guía infalible (Führer), conduciría al pueblo a su grandeza y se ocuparía de desarraigar y quemar, a veces literalmente, las malas hierbas.

El ciudadano alemán debía escoger entre el palo y la zanahoria, dependiendo de si estaba a favor o en contra del nuevo orden. Una minoría exigua de intelectuales optó por el exilio, pero la inmensa mayoría se acogió a la zanahoria.

El partido se transformó en una agencia de colocación. La masiva afluencia de ciudadanos optantes al carnet obligó a suspender temporalmente las afiliaciones en 1935, cuando ya había 2,5 millones de fervorosos patriotas deseosos de hacer méritos cuestando con la hucha, barriendo la sede de la agrupación local del NSDAP o desfilando con la camisa parda (v.), el brazalete con la esvástica (v.) y las botas de montar, un tanto superfluas para individuos que nunca se habían acercado a menos de 100 m de un équido.

Hitler charla con Papen y Blomberg.

El saludo brazo en alto comenzaba a no verse ridículo en ciertos ambientes. Los alcaldes competían a ver quién engalanaba más su ciudad de colgaduras rojas con la esvástica. El país se vestía de pardo. Millones de corazones latían al unísono.

Comenzaba el primer acto de la ópera alemana (v.). La religión alemana (v., una secta, en realidad) desgranaba sus misterios gozosos y se preparaba para el remake de las invasiones bárbaras.

—¿Invasiones bárbaras?

—Eso he dicho, querido lector. Antaño, las tribus germánicas41 invadieron el mundo romano para saquearlo y someterlo. Hogaño, los nuevos germanos tribalizados por el nazismo invadirán igualmente el mundo allende sus fronteras para someterlo y saquearlo. La única diferencia es que ahora eran tecnológicamente superiores a los invadidos, pero en cuanto a barbarie, no tenían nada que envidiar a sus ancestros, como demostraron sobradamente en cuanto se les presentó la oportunidad.

LEY HABILITANTE DE 1933 (v. ley de plenos poderes).

LEYES DE NÚREMBERG (Nürnberger Gesetze). El 15 de septiembre de 1935, durante el tercer congreso del partido nazi celebrado en Núremberg (v. congresos del partido), se aprobaron dos leyes discriminatorias contra los judíos:

  1. Ley de ciudadanía del Reich, que negaba a los judíos la ciudadanía alemana (conseguida en 1871, cuando obtuvieron igualdad de derechos).42
  2. Ley para la protección de la sangre y el honor alemanes, que prohibía el mestizaje de judíos con arios.43

Consecuencias de la primera ley: al perder la ciudadanía alemana, los judíos no podían ejercer ningún cargo público, lo que determinó la expulsión de decenas de miles de la Administración del Estado. Las vacantes las ocuparon alemanes de pura cepa, estómagos agradecidos que rápidamente se convirtieron en partidarios de Hitler, si es que ya no lo eran.

El impacto de la ley de ciudadanía del Reich en la ciencia alemana fue brutal. Muchas facultades universitarias quedaron en cuadro tras la expulsión de los profesores judíos, lo que permitió el avance en el escalafón de una buena cantidad de profesores mediocres, pero racialmente puros. Esto explica que el colectivo que con más fuerza apoyó a Hitler fuera el universitario. Lo mismo cabe decir de los ministerios de Justicia, en el que ejercían como jueces o abogados muchos judíos, y Sanidad. Eminentes doctores tuvieron que abandonar los hospitales para establecer consultas particulares en las que les estaba prohibido atender a pacientes arios.44

Las leyes de Núremberg en el aula.

Consecuencias de la segunda ley: para la protección de la sangre alemana (Deutschblütiger) se asumía que ario y judío son dos especies animales diferentes, la una, excelsa y pura, y la otra, deplorable e impura.45 Basándose en esta sencilla dicotomía y dado que el Gobierno se había propuesto depurar la sangre alemana para que recuperara la pureza primigenia, se prohibían terminantemente los matrimonios mixtos de alemán ario y judío y las relaciones sexuales entre arios y judíos.46

En la práctica, la aplicación de las Leyes de Núremberg resultó complicada por la dificultad de determinar los grados de mestizaje. Al principio se respetaba a las personas judías casadas con alemanes, a los condecorados en la Gran Guerra o a los «privilegiados» por algún motivo (v. Hitler, Adolf); en el rebato final no se hicieron distingos y todos fueron a parar a los campos de exterminio.

Durante la guerra, las Leyes de Núremberg resultaron sistemáticamente conculcadas, para consternación de los puristas, porque la interiorizada consigna de «a follar, que el mundo se va a acabar» marcó tendencia y muchas alemanas de pura cepa (Reichsdeutsche) cubrieron sus carencias afectivas con los trabajadores extranjeros (Ostarbeiters), unos forzados y otros asalariados, que sustituían a los soldados movilizados por la guerra. No se pararon a considerar que aquellos complacientes individuos del este asiático o del Mediterráneo sur eran racialmente inferiores.47 Apena reconocerlo, pero la mujer alemana derogó en un pispás todas las leyes raciales recientemente decretadas por el bienamado Führer y sus teóricos raciales.

El Comité del Reich para el Servicio y la Salud del Pueblo publicó una lista de mandamientos para la elección conyugal, en la que se invitaba al patriota en trance de buscar pareja y reproducirse a dejarse de romanticismos tontos y pensar solo en mejorar la raza. Oído al parche y díganme si no impresiona:

  1. Piensa que eres alemán. Todo lo que tú eres no lo eres por mérito propio, sino gracias a tu pueblo. Por ello todo lo que hagas debe redundar en su beneficio. El interés general prevalece sobre el particular.
  2. Conserva limpio el espíritu. Mantén limpio tu espíritu de todo lo extraño, de lo ajeno a tu raza, de lo que tu conciencia te prohíbe. La ambición de ganar dinero y fortuna, la ambición de bienestar, muy a menudo hacen olvidar eso.
  3. En tu calidad de alemán, elige solo un cónyuge de la misma sangre o de sangre nórdica. Donde coincide carácter con carácter, reina la armonía. Donde se mezclan razas desiguales, hay discordia. Las mezclas de razas distintas conducen, en la vida de los hombres y pueblos, a la degeneración y la ruina, tanto más rápida cuanto más difieran las características raciales. ¡Cuida de no arruinarte, distánciate de lo inferior! La felicidad solo es posible entre personas de la misma raza. ¿Qué significa sangre nórdica? La historia enseña que nuestros antepasados germánicos coincidían en muchísimos aspectos con el ideal del hombre nórdico. La raza nórdica es, según las investigaciones, la raza que más ha contribuido al desarrollo de la humanidad. El pueblo alemán todavía posee una parte esencial de sangre nórdica. Cada alemán participa de ella más o menos. Conservar y aumentar este don es un deber sagrado.

    El que mezcla su sangre con la de personas de inferior raza se convierte en un criminal contra su pueblo.

  4. Al elegir tu cónyuge, indaga sobre sus antepasados. Tú no solo te casas con tu cónyuge, sino prácticamente también con sus antepasados. Hombres de valor solo pueden nacer donde existan antepasados de valor. Las propiedades del intelecto y del alma se heredan, igual que el color de los ojos y del cabello.48

La población alemana acogió las Leyes de Núremberg en algún caso hasta con entusiasmo, como demuestra el hecho de que a partir de entonces menudearan las denuncias por conculcarlas.49

LIGA DE LAS MUCHACHAS ALEMANAS (v. Asociación de Muchachas Alemanas).

LIGA DE LOS ARTAMANES (v. Asociación de los Artamanes).

«LILI MARLEEN.» En 1916 Hans Leip, soldado en el frente ruso, distraía sus centinelas componiendo versos. Hans tenía el corazón dividido entre Lili, la hija del chacinero de su pueblo, de la que solía estar enamorado en la vida civil, y la enfermera Marleen, que había conocido recientemente en un hospital del frente. Cada una de ellas lo atraía por motivos distintos. Desde la perspectiva machista propia de la época, en Lili admiraba la virginal inocencia y que estaba buena como un bollito recién horneado. En Marleen, que era una mujer densa y experimentada, una jaca que había vivido la vida y puesta en el catre no le hacía ascos a nada.

En lo físico, las dos mujeres eran muy distintas, reflexionaba el joven Hans, y sin embargo, ¡qué bien se complementarían! Marleen era robusta y provista de una delantera nutricia que atraía las miradas masculinas. La lejana Lili era una rubita pecosa y algo escurrida, pero destilaba ternura e inocencia. A Hans le encantaba imaginarse instruyéndola en todo lo que llevaba aprendido con Marleen. El muchacho las fundía o confundía en una única imagen onírica. Se veía despidiéndose de ella, o de ellas, a la puerta del cuartel, bajo un farol de pocos vatios que apenas iluminaba la escena con su luz amarillenta. Sobre ese motivo compuso un poema nostálgico «Das Lied eines jungen Soldaten auf der Wacht» («La canción de un joven centinela»).

Terminó la guerra, regresó el joven Hans a la vida civil y el compositor Norbert Schultze transformó su poema en la canción «Lili Marleen» (en realidad «Das Mädchen unter der Laterne», «La chica debajo de la farola»), que se hizo famosa entre los soldados de la Segunda Guerra Mundial, tanto alemanes como aliados, que conectaban con Radio Belgrado para escuchar la canción interpretada por Lale Andersen.

Los divisionarios españoles le compusieron una letra en su idioma:

Cuando vuelva a España con mi división,
llenará de flores mi niña su balcón…
50

LINZ, CIUDAD DEL FÜHRER (v. Führerstädte). Hitler vivió hasta los 17 años en Linz, capital de la Alta Austria, a orillas del Danubio. Allí conoció el amor, allí agarró su primera (y última) cogorza y allí despertó al sexo y se practicó las primeras manolas (presuntamente).

Guardaba el Führer tan buen recuerdo de aquella ciudad que pensaba retirarse a ella cuando culminara su obra. Se haría construir un humilde palacete de 30 o 40 habitaciones y viviría retirado del mundanal ruido en compañía de la señorita Braun (v.) entregado al dolce far niente, a ver pelis y de vez en cuando a recibir alguna peregrinación de admiradores o de ministros necesitados de consejo.

Movido por ese amor a Linz, Hitler la nombró Jugendstadt des Führers (v. ciudad líder) y se propuso remodelarla y embellecerla hasta hacer de ella una Budapest germana, la nueva metrópoli del Danubio, una ciudad moderna engalanada con magníficos edificios y anchas avenidas que no envidiarían nada a París.

Conociendo que nuestro personaje es más proclive a obrar por odio que por amor, es también posible que en este proyecto pesara el deseo de humillar a Viena, de la que guardaba malos recuerdos, rebajarla a la categoría de segundona: «Cuando acabe con Linz —profetizó—, los paletos desagradecidos de Viena tendrán la impresión de que viven en un barrio humilde» (v. arquitectura nazi).

El proyecto urbanístico de Linz era casi tan grandioso como el de Germania (v.). Habría un Hitlerzentrum («centro hitleriano») con una amplia avenida principal, In den Lauben (la típica calle-eje del urbanismo nazi), que desembocaría en una gran plaza hábil para concentrar muchedumbres en los fastos municipales.

Esa avenida estaría jalonada por imponentes edificios públicos: dos teatros (ópera y opereta); una sala de conciertos, el mayor cine del mundo, un museo militar, un gran hotel de la organización Fuerza a través de la Alegría (v.), una casa parda del NSDAP (v.), un cuartel de la Wehrmacht (v.), un estadio olímpico y hasta un observatorio astronómico en el que se hallarían representadas «las tres grandes concepciones cosmológicas de la historia: la de Ptolomeo, la de Copérnico y la de Hörbiger», en adecuada réplica a «la pseudociencia de la Iglesia católica».51 Sumémosle un suntuoso edificio para albergar la diputación provincial de la Reichsgau Oberdonau (la provincia del Alto Danubio), cuyo salón de actos sería grande como para correr caballos y una torre monumental levantada sobre una cripta de granito en la que las generaciones venideras acudirían a venerar el mausoleo de Adolf Hitler, el fundador del Reich milenario (v.).

Hitler inspecciona una maqueta de la ciudad modificada de Linz.

Además de ciudad monumental, Linz sería un emporio mundial de la cultura, con una biblioteca de más de 250.000 volúmenes y, la joya de la corona, el museo de arte más importante del mundo mundial (v. Casa del Arte).

Lo ha oído bien, amigo lector. Ni el Louvre, ni el Prado, ni el Metropolitan de Nueva York: el Führermuseum de Linz, un soberbio edificio de 150 m de fachada que albergaría la mejor colección de pintura europea, además de joyas, monedas y cualquier objeto suntuoso merecedor de aprecio y estudio.

—Encuentro la idea loable, mein Führer, pero me temo que llega con siglos de retraso. Lo más floreado de la pintura europea no está a la venta porque pertenece a museos estatales o a galerías particulares de ricachones coleccionistas.

—Todo será nuestro por derecho de conquista —responde el Führer.

—No se hable más. Me ha convencido con esa labia que tiene, mein Führer.

Todo lo tenía minuciosamente planeado. El 21 de junio de 1939, tres meses antes del comienzo de la guerra, Hitler creó la Comisión Especial de Linz (Sonderauftrag Linz), integrada por expertos de arte desprovistos de escrúpulos (esa abdicación que el nazismo provocaba en sus súbditos), cuya misión era examinar los museos y colecciones particulares de Europa y requisar (e incluso adquirir si fuera necesario) toda obra de arte merecedora de figurar en el Führermuseum de Linz.52

Los 40 ladrones habían habilitado su cueva del tesoro en las bóvedas del Führerbau de Múnich, y allí fueron acumulando obras de arte hasta que la reiteración de los bombardeos aliados aconsejó trasladarlas (febrero de 1944) a un lugar más seguro y climatizado por el efecto cueva: las minas de sal de Altaussee, un lugar remoto de los Alpes austriacos. Allí las encontraron los invasores americanos, como sabemos por la película de George Clooney The Monuments Men (2014).53 Por cierto, que fue gracias a un chivatazo.

Pensaba Hitler, con razón, que una ciudad de solo monumentos y museos es una ciudad muerta (véase Venecia). Para evitarlo, dispuso que Linz fuera también un emporio industrial y comercial con la instalación de la gigantesca fábrica Reichswerke Hermann Göring (v.), que atraería a decenas de miles de obreros a los que pensaba instalar en barrios de nuevo trazado y agradable diseño.

Tal como la concibió el Führer, Linz habría sido una ciudad espectacular, aunque un poco desaforada, como todas las que él planeó, con ese toque de megalomanía tan suyo. No pudo ser porque la historia obró en contrario, a pesar de que los aliados pusieron su granito de arena en las obras preparatorias del terreno cuando bombardearon la ciudad a conciencia para ahorrarle las demoliciones.54

Algunas obras hitlerianas perviven en Linz; la más notable, el puente de los Nibelungos, que une las dos orillas del Danubio.55

LIQUIDIEREN («liquidar»). Palabra polisémica del diccionario nazi que se aplicaba al asesinato de oponentes, personas indignas de vivir o colectivos peligrosos (judíos, gitanos, homosexuales, etc.), pero también a la conversión de rapiñas en dinero contante o en oro.

LIST, GUIDO VON (1848-1919). A este periodista, germanista, teósofo, ariósofo imbuido del espíritu Völkisch (v.) y, por lo tanto, feroz antisemita, debemos en buena parte el neopaganismo germano o wotanismo (v. cosmovisión; religión alemana).

List pretendió haber descifrado el significado de las runas en su monumental obra, Das Geheimnis der Runen (Los secretos de las runas, 1902-1908), rechazada por la Academia Imperial de Ciencias de Viena como una fantasía basada en dudosas conjeturas.

Este rechazo hizo que un grupo de discípulos se reunieran en su defensa, formando la Sociedad List (1904), de la que derivaría la Hoher Armanen Order (HAO, Alta Orden Armánica).56

Uno de los miembros de la Sociedad List, Karl Lueger (v. antisemitismo), el antisemita, populista y demagogo alcalde de Viena entre 1897 y 1910, fue, según Stefan Zweig, el modelo político de Hitler.57

LISTA DE HONOR DE ASESINADOS POR EL MOVIMIENTO (Ehrenliste der ermordeten der Bewegung). Era una lista de afiliados o simpatizantes del nazismo que a lo largo de los años de lucha (v. Kampfzeit, 1919-1933) dieron la vida por el partido o por sus ideas. La imitación del martirologio cristiano es evidente.

Existieron distintas listas dependiendo del aspecto considerado y dentro de ellas no todos los mártires tuvieron la misma importancia. Los del Putsch (v.) de Múnich fueron los más representativos.

LISTA DE LA GENTE ALEMANA (Deutsche Volksliste). Era un registro de ciudadanos de los países ocupados (checos, polacos, eslovenos…) que por ser descendientes de alemanes y étnicamente aceptables podían considerarse «pueblo alemán» (v. Volksdeutsche) y, por lo tanto, idóneos para colonizar los nuevos territorios incorporados al Reich. Los solicitantes se instalaban en viviendas desocupadas de judíos y recibían ajuares de la misma procedencia (v. arianización).

También los bebés o niños de buena raza podían raptarse para darlos en adopción a parejas alemanas.

Existían cuatro categorías, según la proporción de sangre limpia:

Muchos de ellos lo pasaron mal cuando Alemania perdió la guerra y quedaron a merced de sus antiguos compatriotas nuevamente recuperados.

—¿No alardeabas de ser alemán? —decían—. Pues lárgate a Alemania, que aquí no te queremos.

Así se explica el gran éxodo de población alemana tras la guerra mundial (v.).

LITERATURA INFANTIL ANTISEMITA. Observantes del proverbio que reza «desde chiquitico se cría el arbolico», los nazis procuraron inculcar el antisemitismo (v.) desde las guarderías (Kindergarten, como sabemos).

Con este objetivo produjeron una abundante literatura infantil que mostraba a los niños lo peligrosos que son los judíos, al tiempo que les inculcaba el orgullo de pertenecer a la raza superior (v. enseñanza en el Tercer Reich).

Algunas muestras de esta literatura:

LOBO (Wolf). En una cosa se parecían Hitler y Stalin (aparte de en ser dos paranoicos asesinos en serie, a escala industrial): a los dos le fascinaban los lobos.

Stalin, durante las reuniones con sus colegas aliados para tratar la marcha de la guerra, cuando no tenía nada que decir (ya estaba informado por sus espías de lo que los dos compadres iban a tratar), se entretenía dibujando en la minuta cabezas de lobo.

El nombre Adolf significa «lobo noble». Quizá por eso, cuando Hitler quería ocultar su nombre usaba el pseudónimo Wolf (v., Lobo): Herr Wolf, así se lo presentó el fotógrafo Hoffmann (v.) a la señorita Braun (v.). A los cuarteles generales del Führer (v.), desde los que dirigía la guerra, les puso nombres derivados de lobo: Wolfsschlucht I (Cubil del Lobo), Wolfsschanze (Guarida del Lobo) y Wehrwolf (Hombre Lobo). También su perro favorito fue una loba hembra, Blondi.

LOGIA DE LOS MARISCALES (v. Feldherrnhalle).

LUDENDORFF, ERICH VON (1865-1937). Este victorioso, bigotudo y altivo general de los primeros compases de la Gran Guerra se convirtió en agosto de 1916 en virtual dictador de Alemania con el apoyo de su compadre el mariscal Paul von Hindenburg (v.).

En octubre de 1918 entendió que la guerra estaba perdida y devolvió el poder al Reichstag para endosarle la responsabilidad de la rendición. Después se exilió en Suecia y se dedicó a divulgar el bulo de la puñalada trapera (v.).

Hindenburg y Ludendorff.

Calmadas en Alemania las aguas revolucionarias de las que había huido, Ludendorff regresó al terruño y se dedicó a enredar en política, primero apoyando el ridículo Putsch del derechista Wolfgang Kapp (13 a 17 de marzo de 1920) y después asociado a Hitler como cabecilla del no menos ridículo Putsch (v.) de Múnich (8-9 de noviembre de 1923).

En 1925 compitió por la presidencia de Alemania con su antiguo colega Hindenburg, que ganó. Cuando este nombró a Hitler canciller (30 de enero de 1933), le dirigió una carta profética en la que le decía: «Le advierto con toda rotundidad que ese fanático arrastrará a nuestra patria a la perdición y hundirá la nación en la más terrible desdicha. Las generaciones futuras maldecirán su memoria».

Estas dotes proféticas no me atrevo a asegurar que las adquiriera en la Bund für Gotteserkenntnis (Sociedad para el Conocimiento de Dios), en la que ingresó en su vejez. Era una hermandad esotérica consagrada a la creación de una religión específicamente alemana —otra—, libre de las adherencias judaicas del cristianismo.

Ludendorff falleció, muy oportunamente, en 1937, lo que le ahorró los pesares de una nueva derrota.

LUFTWAFFE (Arma Aérea). La Fuerza Aérea alemana se empezó a construir en secreto durante la República de Weimar. Hitler la impulsó cuando subió al poder y la presentó oficialmente el 26 de febrero de 1935.

Insignia de Luftwaffe.

Los signatarios del Tratado de Versalles (v.) ya tenían barruntos de que los alemanes se estaban rearmando, pero desunidos como estaban y cada cual a su avío, solo emitieron débiles protestas.

En los años treinta, los teóricos militares discutían sobre el tipo de aviación idóneo en una guerra futura. El centro de la cuestión era dónde invertir los recursos dedicados a la novedosa arma aérea: en una aviación táctica o en una estratégica.

—¿En qué radica la diferencia?

—Es como escoger entre un corcel o un percherón. Los dos son caballos, pero sirven para labores distintas.

El corcel, la aviación táctica, requiere aviones ágiles, monomotores de corto alcance y de escasa capacidad de carga, aptos para apoyar a las tropas de tierra. Digamos que son una especie de artillería volante que sirve para ayudar a la infantería en su avance sobre el enemigo.

Por el contrario, la aviación estratégica, el percherón, requiere aparatos de gran tamaño, con varios motores que le permitan capacidad de carga y gran alcance, lo que se necesita para bombardear las ciudades y núcleos industriales del enemigo.

A mediados de los años treinta predominaba la idea de que en el futuro la aviación estratégica decidiría las guerras.

—La aviación táctica ayuda a ganar batallas, pero la estratégica gana las guerras —decían—. Un bombardeo masivo que destruya ciudades y ocasione cientos de miles de muertos civiles obligará al enemigo a pedir la paz sin necesidad de derrotarlo en el campo de batalla.

La destrucción de Guernica (v. Legión Cóndor) por la aviación alemana (26 de abril de 1937) confirmó la idoneidad de la aviación estratégica. Ingleses, alemanes, franceses y rusos diseñaron enormes cuatrimotores de bombardeo. La Royal Air Force (RAF) realizó un estudio detallado del caso y llegó a la conclusión de que un bombardeo masivo sobre Londres podría causar hasta un millón de bajas.58

Consecuentes con la doctrina dominante, los alemanes prepararon en secreto una aviación estratégica,59 pero en cuanto la Luftwaffe salió de la clandestinidad (1935), sus nuevos dueños, Hitler y Göring (v.), se decidieron por una aviación táctica. Los proyectos en marcha de bombarderos estratégicos se suspendieron sine die (v. bombardeos sobre Alemania).

¿Por qué cambian los nazis su percherón por un corcel? Porque la Blitzkrieg (v. guerra relámpago) que proyectaban Guderian y otros generales contra posibles enemigos, como Polonia, Checoslovaquia, Países Bajos, solo requería una aviación táctica. Sería una guerra de movimientos, con ataques fulminantes que permitieran destruir la fuerza enemiga sin necesidad de asolar ciudades o industrias. ¿De qué aprovecharía ocupar un país con la economía destrozada?

Por otra parte, una aviación táctica era más barata que la estratégica, y Alemania en los años treinta cabalgaba en una inflación galopante. Göring, que pasaba parte de su tiempo jugando con trenes de miniatura, era más partidario de la cantidad que de la calidad.

—El Führer no va a preguntar cómo son de buenos nuestros aviones, sino cuántos tenemos.

También pesaba la opinión de Ernst Udet, el flamante director técnico de la naciente Luftwaffe, un entusiasta partidario del bombardeo en picado.60

Göring, jefe de la Luftwaffe, un cargo para el que no estaba en absoluto capacitado, confió a Udet la cartera de pedidos del arma aérea alemana. O sea, un morfinómano incompetente relega su trabajo en un borracho igualmente incompetente. Muy propio del compadreo entre nazis.61

El cambio de la aviación estratégica por la táctica resultó una decisión crucial y equivocada. Para doblegar a Inglaterra (y más tarde a la URSS), Alemania hubiera necesitado una aviación estratégica. Esta carencia, que se haría sentir a lo largo de la guerra, sería una de las causas de la derrota alemana (v. bombardeos sobre Alemania).