Este árbol está dividido en siete partes, a saber: raíces, tronco, ramas, ramos, hojas, flores, frutos; y cada una de estas partes se divide en catorce partes, como la primera parte, que es de las raíces del árbol elemental, vegetal, sensual, imaginal, humanal, moral, imperial, apostolical, celestial, angelical, eviternal, maternal, cristianal, divinal; y lo mismo de la segunda parte y de las demás. Y cada una de las siete partes está dividida en catorce partes para que podamos dar ejemplos de las naturas y maneras de los árboles según son sus raíces, troncos, ramas y las demás, y para que tengamos gran materia para dar ejemplos, siendo así que en los catorce árboles están todas las cosas explicadas e implicadas; y por los ejemplos que daremos puede el hombre tener doctrina para conocer los secretos naturales y sobrenaturales, y para predicar y para tener moralidades buenas y solaz y amistad de las gentes. Y más aún, que por ellos puede el hombre tener universal hábito para entender muchas cosas placenteras de entender y placenteras de oír.
Los ejemplos que nos proponemos dar queremos dividir en dos partes, a saber, en relatos y proverbios escogidos según las naturas de los árboles; y este proceso nos proponemos tener en este árbol. Y porque la materia es grande, según su grandeza no podremos proceder, porque por otras cosas estamos muy ocupados. Y también porque las gentes esquivan la prolijidad, y porque abreviadamente de este árbol queremos hablar; empero, según lo que diremos, doctrina daremos para que el hombre pueda llegar a encontrar nuevos proverbios y nuevos relatos, y extender su entendimiento por la gran materia de este Árbol.
DE LAS RAÍCES DEL ÁRBOL EJEMPLIFICAL
1. El fuego quiere que su calor sea bueno en el agua para que su bondad tenga gran virtud; y por eso dijo el agua al aire que la recordase en su enfermedad. Y entonces el monje pidió a Ramon que le expusiese aquel proverbio.
—Señor monje —dijo Ramon—, cuéntase que el aire yacía enfermo de dos enfermedades: una enfermedad tenía por amor y la otra por dolor. Enfermedad tenía por amor, porque estaba despegado de la tierra que tenía acción sobre el fuego, al cual él mucho amaba, y deseaba que fuese señor de la tierra que era su enemiga; enfermedad de dolor tenía, porque sentía la sequedad que el fuego en él metía, cuya sequedad atormentaba su humedad. Y por esto dijo el agua al aire que la recordase en su enfermedad, que tenía porque el fuego en él metía a su contrario, por razón de cuyo metimiento el aire debía desamar al fuego. Y esto decía el agua para que el aire fuese contrario al fuego y para que con ella tuviese concordancia. Mas el aire respondió al agua y dijo que más amaba estar enfermo y ser buen amigo del fuego que le daba su semejanza que estar sano y cometer contra su amigo falta o engaño; porque ninguna enfermedad es tan grande como la enfermedad que es de traición y desconocimiento, que hace al hombre desconocer los beneficios que recibe de su señor. Y por eso dijo el aire que él quería ser sujeto y súbdito del fuego su señor, para que él tuviese acción en el agua en la cual se extendiese su señorío con grandeza de bondad y de virtud; porque gran virtud es para el calor del fuego y gran bien le es que sea dueño de su amigo por concordancia de amor, y de su enemigo por contrario señorío.
2. Lloró el agua, y dijo al aire que no sabía la falsía que el fuego había cometido contra la tierra. Preguntó el aire al agua qué falsía había sido aquélla. Respondió el agua, y dijo que el fuego y la tierra habían formado compaña y se habían prometido el uno al otro que todo cuanto ganarían se lo repartirían igualmente. Ocurrió que la tierra ganó el hierro y el fuego ganó el oro; y cuando llegaron a la partición, la tierra dijo al fuego que partiese él, y eso dijo por intención de que el fuego le diese el oro, porque ella le daba su sequedad; y además, que el que partía daba siempre al otro mayor parte que aquella que retenía, y tuvo creencia de que el fuego hiciese otro tanto. El fuego partió y dio a la tierra el hierro y retuvo para sí el oro. Respondió el aire, y dijo al agua que el fuego no había cometido falsía en la partición, puesto que ella había tenido falsa intención en la elección cuando dijo al fuego que partiese, el cual partió justamente para castigar a la tierra por la falsa opinión que había tenido.
3. Rogó el aire al agua que no fuese en compañía de la tierra, puesto que con él había hecho compaña, ya que nadie puede durar mucho tiempo entre dos contrarios, siendo así que él y la tierra están en gran contrariedad. Y respondió el agua, y dijo que aquella duración es grande que dura por acción y por pasión en concordancia. Maravillóse el aire de lo que el agua decía, y preguntóle cómo podía durar compaña de acción y de pasión en concordancia, siendo así que acción y pasión sean contrarios. Respondió el agua, y dijo estas palabras: «Cuéntase que la color del fuego y la color de la tierra se encontraron en la llama, en la cual tuvieron concordancia por manera de acción y de pasión, pues la tierra dijo al fuego que ella, a quien él daba su sequedad, quería tener su color en las sumidades de la llama, y en el humo que del fuego salía, y también en las cosas que el fuego quemaba, como son el carbón y el hollín y la pimienta. El fuego respondióle, y díjole que mucho le placía, puesto que su color se quedaba en medio de la llama y en el hierro caliente y en la brasa».
4. La tierra dijo al fuego que ella no le daría su sequedad, puesto que él la daba al aire, que es su enemigo; y el fuego dijo a la tierra que no sabía el poder de Largueza.
—Fuego —dijo la tierra—, ¿y cuál es el poder de Largueza?
—Cuéntase —dijo el fuego— que Largueza y Avaricia se encontraron; y Largueza había dado todo cuanto tenía y no podía más dar, pues no tenía de qué, y pidió a Avaricia, que estaba llena de muchas cosas, que le diese de lo que tenía, para que ella pudiese dar; pues enferma estaba porque dar no podía. Excusóse Avaricia, y dijo que ella no le quería dar nada, porque no quería tener su semejanza. Y entonces Largueza recurrió a aquellos a quienes había dado y a aquellos a quienes tenía que dar, y entonces fueron juntos contra Avaricia, y de los bienes que poseía la despojaron, para que Largueza tuviese de qué dar. Quedó Avaricia triste y enferma, y dijo estas palabras: «¡Ah, cuán doliente y triste estoy, pues el tesoro en el que tanto tiempo he trabajado y por el que tanta hambre y sed he sostenido con tantos deshonores y tantos pavores veo dar a mis enemigos, y que lo da mi enemiga!».
5. El fuego y el aire se encontraron en un gran boscaje en el cual el aire había buscado largamente a la tierra para tomar venganza de una gran villanía que le había hecho. Y en aquel tiempo en que se encontraron el fuego y el aire, el sol se ponía; por lo que el aire pidió al fuego que le iluminase toda aquella noche para que pudiese encontrar a la tierra, a la que mucho deseaba encontrar. Mucho consideró el fuego si daría luz al aire para que encontrase a la tierra, pues vergüenza tenía de decir que no al aire en los ruegos que le hacía, y escrúpulo tenía de mostrar la tierra, que era su amiga, a la que el aire quería destruir y matar. Mientras el fuego así consideraba, el aire se maravilló de que el fuego no le respondiese a los ruegos que le hacía, y dijo al fuego que bien conocía que él mucho no le amaba, puesto que a los ruegos que le hacía rápidamente no le respondía, y de tal modo que se lo tuviera que agradecer. El fuego dijo al aire que él no sabía lo que la Sabiduría había respondido a la Voluntad.
—¿Y cómo fue eso? —dijo el aire.
—Cuéntase —dijo el fuego— que la Voluntad tenía muy gran deseo de poder encontrar a un hombre al que mucho amaba, y pidió a la Sabiduría que le mostrase los caminos por los cuales a aquel hombre pudiese encontrar, al cual deseaba encontrar para poder servirle y honrarle. La Sabiduría dijo a la Voluntad que justa demanda le hacía y que de buen grado le mostraría los caminos por los cuales pudiese encontrar a aquel amigo suyo, cuyos caminos no le mostraría si supiese que la Voluntad a aquel hombre quería matar o hacerle alguna villanía, siendo así que aquel hombre al que la Voluntad buscaba me había hecho placer muchas veces.
6. El fuego preguntó al aire si él le amaba tanto como amaba al agua; y el aire dijo al fuego que no hacía justa demanda y que poco sabía de natura de amar.
—Aire —dijo el fuego—, ¿y qué es natura de amar? —Mas el aire calló y no quiso al fuego dar ninguna respuesta. Por lo cual el fuego se maravilló en gran manera, pues el aire no le respondía, y tantas veces le rogó que le respondiese que el aire dijo al fuego estas palabras:
—Cuéntase que la Voluntad encontró a la Sabiduría mientras ella iba a una ciudad en donde estaba la Memoria, y a ella la Voluntad iba para que le recordase a su amigo. Y porque la Sabiduría llevaba consigo a Ira, que es enemiga de la Voluntad, la Voluntad no acogió bien a la Sabiduría, aunque le hubiese mostrado los caminos por los que podía encontrar a la Memoria; y cuando la Voluntad hubo ido a la Memoria que le recordó a su amigo, hicieron ambas gran fiesta y tuvieron gran solaz, tanto que la Sabiduría estuvo despagada contra la Voluntad, que no le había mostrado en su encuentro tan buen semblante como a la Memoria, de modo que la Sabiduría reprendió a la Voluntad ante la Memoria diciéndole que poco le agradecía los placeres que le había hecho. Excusóse la Voluntad, y dijo que mucho mayor placer sentía al dar su semejanza sin pasión que al tomar semejanza de otro con trabajo.
7. El agua iba por una bella selva en la que se encontró con la piedra y el hierro de donde sale el fuego, a los cuales increpó y les dijo muchas villanías, porque ellos eran ocasión de su enfermedad cuando estaba en la olla y el fuego la calentaba y le quitaba su frialdad, que ella mucho amaba; y la piedra y el hierro respondieron al agua diciéndole que vicioso fue el fuego al dar a ella su virtud. Mas el agua se maravilló mucho de aquellas palabras, diciendo a ellos que imposible cosa le parecía que nadie pudiese ser vicioso al dar virtud; por lo que a ellos les pedía que le dijesen la manera la cual el fuego era vicioso en cuanto daba a ella su virtud.
—Cuéntase —dijeron la piedra y el hierro— que una hierba había en un prado, la cual tenía virtud con la que curaba a los hombres leprosos de su enfermedad. A un leproso fue mostrada aquella hierba, de la cual comió y fue curado de su lepra por la virtud de aquella hierba. Ocurrió que aquel hombre fue a mear en aquel prado, y con aquella hierba que le había curado se limpió el culo, y por eso fue la hierba viciosa al dar su virtud a aquel que tanto la había deshonrado.
—Piedra y hierro —dijo el agua—, ¿y qué virtud me da el fuego a mí cuando estoy en la olla?
Respondieron la piedra y el hierro, y dijeron que la harina y ella quisieron hacer pan para con aquel pan dar virtud al hombre por la cual pudiese vivir, cuyo pan hicieron con la virtud del fuego en el horno, sin cuyo fuego no lo hubieran podido hacer ni virtud de vida al hombre hubieran podido dar.
8. En el fuego se encontraron dos verdades: una era de calor y la otra de sequedad. Ambas verdades preguntaron al fuego con cuál de las dos se sentía mejor pertrechado contra falsedad y contra el agua. El fuego dijo a su resplandor que respondiese a aquella demanda; mas la verdad de la tierra dijo al fuego que él no había elegido juez imparcial, siendo así que el resplandor tiene concordancia con el calor en el día, que es claro y cálido, y es contrario a la sequedad de la noche, que es fría y tenebrosa por razón de la sombra de la tierra. Respondió el fuego a la frialdad de la tierra, y dijo que en una ciudad ocurrió que un hombre de pueblo caviló manera por la cual él pudiese ser rey de aquella ciudad y matar al rey que es natural señor. Al principio que el hombre concibió aquel propósito, comenzó a imaginar la manera con falsedad, pues al fin de su propósito con verdad no podía llegar. Aquel hombre tomó manera por razón de la cual tuvo muy gran poder en aquella ciudad contra el poder del rey, cuyo rey consideró manera cómo a aquel hombre pudiese destruir; y al comienzo que consideró manera, la consideró con verdad. Y por eso en aquella ciudad tuvieron verdad y falsedad muy gran batalla, y al fin fue vencida falsedad porque concuerda con no ser, y verdad con ser tiene concordancia; cuyo ser eligió el rey para ser juez de su conciencia contra falsedad, que es contra caridad y con tinieblas tiene concordancia.
9. Quejóse el aire al agua del fuego que tenía placer en atormentarle con la tierra, siendo así que él tiene placer en recibir el calor del fuego y en ser a él obediente al recibir aquel calor. Y porque el agua es enemiga del fuego, no quiso consolar al aire, sino que le dijo mucho mal del fuego, y cuanto mayor mal le decía, el fuego más atormentaba al aire porque obedecía al agua. Estando así el aire atormentado, y cada día multiplicaba su tormento, recurrió a la tierra, que era su enemiga, y quejóse a ella del fuego, diciendo que gran agravio le hacía. Y la tierra respondió al aire excusando al fuego y al aire diciendo muchas villanías, para que el aire padeciese más y ella usase de su natura contra el aire que es su contrario. Estando así el aire trabajado, y cuanto más se quejaba más atormentado se sentía, no tuvo otro consejo sino pedir al fuego que de él tuviese piedad, a cuyo aire el fuego dijo estas palabras:
—Cuéntase que un rey tenía un caballero al que mucho amaba, y por el gran amor que le tenía hacíale muchas honras y le daba dineros y caballos y todo lo que había menester. Cuanto más daba el rey al caballero, más amaba el caballero al rey y más se esforzaba en servirle. El rey quiso probar al caballero por si le profesaba más amor por aquello que le daba o porque era su señor, y estuvo mucho tiempo sin dar nada al caballero, de modo que el caballero no estaba tan pagado del rey como solía ni le servía tan bien como había acostumbrado. Y para que el rey probase mejor la intención del caballero, quitóle un buen castillo que le había dado; y entonces el caballero se fue del rey muy airado y fue a un conde que era enemigo del rey, al cual el caballero había matado a su hijo en una batalla, y dijo al conde que él quería ser su servidor para con él poderse vengar del rey. Aquel caballero con el conde estuvo en una batalla contra el rey, y fue preso; y entonces pidió merced al rey de que le perdonase y de que el castillo y su amor le devolviese. Y el rey le respondió, y le dijo que él tendría de ello consejo con Justicia y con Misericordia: con Justicia él quería tener consejo, para que supiese si le debía castigar, y con Misericordia otro tanto, para que supiese si le debía castigar. Rogó Misericordia al rey que perdonase al caballero para que ella pudiese estar en el rey, y Justicia aconsejó al rey que le castigase para que ella fuese mayor en él que Misericordia, y mayormente porque él sea más rey por ella que por Misericordia; y además, que el caballero no tenía buena intención al pedir perdón, en cuanto le pedía que le devolviese el castillo. Y entonces el rey por lo que Justicia había alegado hizo atormentar y morir de mala muerte al caballero.
10. La rosa y la pimienta hablaban del fuego y del agua, y la rosa loaba al agua porque multiplicaba bondad de muchas partes, reuniendo una parte con la otra, para que la bondad fuese grande en el agua; y la pimienta loaba al fuego en cuanto dividía bondad en muchas partes, para que bajo su género muchas sustancias sean buenas. Tanto estuvieron la pimienta y la rosa en estas palabras, que gran batalla hubo entre ambas; pues la pimienta decía que más vale aquella sustancia que se da a muchos que aquella que se constriñe y muchas cosas reúne en sí misma, de las cuales muchas sustancias tienen necesidad; y la rosa decía lo contrario. Y sobre eso la rosa y la pimienta vinieron a juicio a la sequedad porque era cualidad de ambas; mas la sequedad se excusó, y dijo que no quería ser juez, diciendo estas palabras: «Cuéntase que un rey dio juez a dos caballeros que contrastaban acerca de un castillo, y aquel caballero que no tenía buen derecho al castillo dio mil florines al juez para que juzgase en su favor; y el caballero que buen derecho tenía al castillo dio al juez cien florines para que juzgase en su favor; y por eso el juez estuvo más de parte de los mil florines que de los cien, y falsamente adjudicó el castillo a aquel de quien no debía ser». Por lo que ella, que estaba más de parte de la rosa que de la pimienta, no quería ser juez. Ocurrió que el rey supo que el juez había tomado mil florines de aquel caballero a quien había adjudicado el castillo, y cien de aquel de quien debía ser el castillo, y entonces el rey hizo venir a los caballeros a su consejo, al cual preguntó si conocía la natura por razón de la cual un caballero había dado mil florines de servicio y el otro sólo ciento, siendo así que los caballeros eran iguales en riqueza. En el consejo del rey había un hombre sabio antiguo, y dijo que presunción era que aquel caballero que no había dado sino cien florines tenía derecho al castillo; y la razón reside en que aquel que tiene buen derecho más lamenta el gasto que hace en el pleito que aquel que no tiene buen derecho, el cual gasta de buena gana para poder ganar lo que no es suyo. Y entonces el rey hizo ordenamiento en su tierra de que de aquel que diese más de servicio al juez se tuviese mala presunción, y de aquel que le diese menos, buena.
11. El fuego quiso engañar al agua, y dijo que le ayudase a hacer la pimienta, que es pequeña, y él ayudaría a hacer la calabaza, que es grande, y así tendrían ambos concordancia.
—Cuéntase —dijo el agua— que un caballero pobre tenía un hijo, y un labrador rico tenía una hija, y de ambos fue hecho matrimonio para que el hijo del caballero fuese rico por su mujer y la hija del labrador fuese honrada por su marido; cuya honra de la mujer dio en deshonra cuando se hubieron gastado los dineros, y en pasión estuvo por ello todo el tiempo de su vida.
Y este ejemplo contó el agua porque conoció el engaño que el fuego le quería hacer, siendo así que la pimienta dura más que la calabaza, y la frialdad tiene mayor pasión en la pimienta que acción en la calabaza, aunque la pimienta sea pequeña y la calabaza sea grande; y por eso dijo al fuego que ella no quería tener con él concordancia bajo aquella semejanza, pues mucho tiempo no podría estar en la pimienta en malandanza.
12. El fuego pidió al agua que fuesen juntos al sol y que por el camino podrían tener conversación hablando de unas cosas y otras. Respondió el agua, y dijo que dos contrarios no iban bien llanamente por un camino, y mayormente que el sol es su enemigo y es amigo del fuego; empero si el fuego quería ir con ella a la luna, de muy buena gana iría con él por un camino y bajo la condición de que fuesen a la luna por las noches y no de día.
13. Los cuatro elementos comenzaron la pimienta: el fuego puso cuatro onzas de ligereza y la tierra puso tres de ponderosidad, y el aire puso dos onzas de ligereza y el agua una de ponderosidad; y cuando la pimienta estuvo comenzada y hecha, las seis onzas quisieron subir hacia arriba y las cuatro quisieron estar abajo en la tierra. La pimienta consintió al apetito de las cuatro onzas y no quiso consentir al apetito de las seis, y por eso dijeron las seis onzas a la pimienta que ella procedía contra su natura en cuanto más estaba en el lugar de abajo que en el de arriba, siendo así que ella es mayor por los apetitos mayores que por los menores. Y entonces respondió la pimienta, y dijo estas palabras: «Cuéntase que el viento subió un grano de uva a una alta montaña que era muy fría. Aquel grano multiplicó tronco y ramas, ramos, hojas y flores, mas no podía dar fruto por el gran frío que hacía en aquella montaña; y porque él había tomado comienzo, natura y ser al pie de la montaña, deseaba más estar en los lugares bajos que en los altos, para poder dar fruto y multiplicar su especie».
14. El aire se puso en medio del fuego y el agua para hacer de ellos concordancia y para que los tres estuviesen en contra de la tierra. Cuando el aire hubo hecho concordancia entre el fuego y el agua contra la tierra, la tierra no quiso dar su sequedad al fuego ni tomar la frialdad del agua, según había solido, y por eso estuvieron el fuego y el agua contra el aire con la tierra, a la cual colocaron entre ambos; y entonces el aire no quiso recibir del fuego calor ni su humedad dar al agua hasta que el agua y el fuego volvieron a tener concordancia en él contra la tierra, la cual no quiso al fuego dar sequedad ni del agua recibir frialdad. Y así estaban el fuego y el agua en trabajo cada vez que querían tener concordancia; por lo que se maravillaron en gran manera de no poder tener concordancia ni por la tierra ni por el aire. Y entonces preguntaron a don Saturno si él sabía la razón y la raíz por la cual no podían tener concordancia; y don Saturno dijo estas palabras: «Cuéntase que un ermitaño, que era hombre de muy santa vida, preguntó al ángel que le guardaba que en gran manera se maravillaba de cómo podía ser que cuando él contemplaba a Dios no tenía ninguna tentación de cometer ningún pecado e incontinente que dejaba de rezar y contemplar a Dios, incontinente muy a su pesar caía en tentaciones y pensaba en vanidades. Y el ángel le dijo que no era ninguna maravilla si el hombre está tentado y piensa en vanidades, puesto que entre él y Dios no hay medio que le haga estar en concordancia; y que él simplemente fue remoto a toda natura de pecado y de vanidad y de contrariedad de Dios y de hombre», dijo don Saturno, «no lo tiene el aire cuando vosotros queréis tener concordancia en él contra la tierra, pues no estáis lejos de la contrariedad en que estáis, aunque en el aire concordancia queráis tener. Y entonces conocieron el fuego y el agua, por lo que él había dicho del santo ermitaño y por la contraria natura en que estaban, la manera según la cual los santos hombres tienen tentaciones y piensan en vanidades».
15. El fuego y la tierra hicieron una hija en la pimienta, que tenía por nombre Mayoridad; y el aire y el agua hicieron en aquella misma pimienta una hija que tenía por nombre Minoridad, y ambas hijas fueron mujeres de la pimienta y de ambas salió un hijo que mató a su madre. Y por eso el sastre maldijo a las tijeras y la aguja. Y entonces el monje dijo a Ramon que le expusiera aquel ejemplo.
—Señor don Monje —dijo Ramon—. Cuéntase que a un sastre la aguja le engendró una hija que tenía por nombre Riqueza, y las tijeras engendraron una hija que tenía por nombre Honra. El sastre tomó a aquellas dos hijas por mujeres, de las cuales tuvo el sastre un hijo que a su muerte no quiso dar un poco de tela para cubrirlo, y pusiéronle enteramente desnudo bajo la tierra contra honra y riqueza. Y por eso el sastre maldijo a la aguja y las tijeras con quienes había reunido la riqueza y dado honra a su hijo; mas las tijeras y la aguja se excusaron de aquella maldición diciendo que no tenían culpa, pues él se había puesto a sí mismo en minoridad de riqueza y de honra, y a su hijo en mayoridad; y por eso convenía que en la muerte él y su hijo fuesen contrarios.
—Ramon —dijo el monje—, ¿y cómo se llamaba su hijo? —Respondió Ramon, y dijo que el hijo del sastre se llamaba Privación del fin de honra y de riqueza.
16. En la pimienta está el fuego en mayoridad y el agua en minoridad; y por eso el agua pidió al aire y la tierra que la ayudasen contra el fuego, pues no podía sostener su minoridad la mayoridad del fuego. Y entonces el aire y la tierra respondieron al agua que ella no sabía lo que había respondido una buena mujer a su marido.
—¿Y cómo fue eso? —dijo el agua.
—Cuéntase —dijeron el aire y la tierra— que un hombre que era gran rico hombre tenía mujer, a la cual dijo estas palabras: «Yo quiero que vos seáis mi esposa y que de mí y de la riqueza hagáis según vuestra voluntad; y esto digo para que vos seáis buena y vuestra bondad sea mayor que la mía». Y la mujer respondió, y dijo estas palabras: «Imposible es que con contrarias naturas se pueda ganar mayor bondad».
17. El fuego invitó al aire y a la tierra en la pimienta, para que le ayudasen contra el agua, que igualmente le era contraria por frialdad y ponderosidad en general, cuya igualdad él deseaba destruir destruyendo la igual proporción que tienen en la pimienta; porque, destruida la igualdad de ambas cualidades en la pimienta, quería destruir el agua; como la envidia, que destruyendo especial igualdad de amatividad y amabilidad, quería destruir la caridad de dos hermanos.
—¿Y cómo fue eso? —dijeron el aire y la tierra.
—Cuéntase —dijo el fuego— que un mercader era gran rico hombre y que tenía dos hijos, a los cuales en vida dio mujer a cada uno, y en su muerte ordenó en su testamento que ambos poseyesen los bienes igualmente, tanto que mientras viviesen no pudiesen partir nada hasta la muerte de aquel que muriese primero; y eso hizo el mercader para que se tuviesen igual caridad. Y entonces consideró Envidia cómo pudiese destruir aquella caridad, y dijo al hijo primogénito que no era conveniente cosa que él fuese igual a su hermano en riqueza ni en honra, puesto que Dios le había hecho nacer primero; y por eso debía tratar con la corte que él hiciese partes con su hermano y tuviese la mayor parte de la riqueza. Y entonces aquél respondió a Envidia y dijo que ella no sabía la intención por razón de la cual su padre había hecho aquel testamento. «¿Y qué intención tuvo tu padre», dijo Envidia, «al hacer el testamento?». «Envidia», dijo el primogénito, «nuestro padre mató a un hombre de esta ciudad que tenía un hijo, el cual tiene tanta riqueza como nosotros tenemos, y quiso que nosotros no partiésemos la riqueza para que tuviésemos uno y otro gran caridad. Y si él me hubiese dejado a mí la mayor parte y a mi hermano la menor, no hubiera estado la caridad en igualdad, y nuestro enemigo hubiera podido matar primeramente a mi hermano, que hubiera estado en minoridad de poder, y después a mí. Y nunca más, Envidia, me hables con tales palabras».
18. Cuéntase que el fuego fue de romería, y el agua también, y ambos se encontraron en el camino, y el fuego dijo al agua estas palabras:
—En esta tierra hay muchos caballeros que son mis amigos y que harían todo lo que yo quisiera, a los cuales yo he dado placeres muchas veces. —Mientras el fuego así hablaba, el agua conoció, según las palabras que él decía, que el fuego tenía miedo de ella; y por eso conoció que él tenía menor virtud y menor poder que ella, porque si ella tuviese menor poder y menor virtud que el fuego en aquella tierra en la cual se encontraron, hubiese tenido antes miedo que el fuego, cuyo miedo tuvo antes que el fuego hubiese dicho aquellas palabras. Y porque consideró que el fuego comenzó a tener miedo antes que ella, sintióse con virtud y fuerza contra el fuego, y entonces combatió y venció al fuego, que decía que en aquella tierra tenía caballeros amigos suyos, para que el agua tuviese miedo, la cual dijo al fuego que no tenía miedo de lo que no veía por lo que oía.
Hemos dicho de las raíces y hemos dado manera según la cual el hombre las sepa aplicar a moralidades, según nos las hemos aplicado; y porque esquivamos prolijidad, pasamos a los troncos de los árboles.
DEL TRONCO DEL ÁRBOL EJEMPLIFICAL
1. De los proverbios del tronco elemental
1. El aire pidió al fuego que no le calentase demasiado, porque, si demasiado le calentaba, el agua no querría tomar de él humedad.
2. Tuvo la tierra envidia del fuego y del aire, que concordaron en los higos, y pidió al fuego que concordase con ella en el pimiento.
3. Dijo el agua al fuego que más valía su frialdad en estío contra las fiebres que tienen los hombres enfermos que su calor en invierno contra la frialdad que tienen los hombres sanos.
4. Decía el fuego mal de la tierra porque es negra, y decía de ella bien porque es seca.
5. Lloraba el agua porque el aire tomaba calor del fuego, que es su enemigo.
6. Retaba la primavera al sol, porque las bellas obras que él hacía en abril o en mayo, las destruía en estío.
7. Pidió el fuego al sol que no diese su semejanza a la luna, que tomaba semejanza del agua.
8. Alabábase el fuego porque estaba en muchas cosas, y decía mal de él el agua, porque las quemaba.
9. Decía el fuego que él era más fuerte que el agua en el hinojo, y el aire respondió que el agua era más fuerte que él en la lechuga; y por eso conoció el fuego que el aire poco lo amaba.
10. Retó el aire al fuego porque era tan claro y luciente que hacía mal al participar con la tierra, que es negra; y por eso conoció el fuego que el aire tenía envidia.
11. No se cansaría la materia del agua de la forma del aire si viniese en ella con concordancia sin contrariedad.
12. La tierra tocó la contrariedad del fuego y del agua, que se enfureció contra la tierra, la cual dijo a Contrariedad que la hacía tocar mal.
13. Dijo el aire al fuego que él era tan pesado que no podía llevarle, y el fuego respondió que él no era pesado por sí mismo, sino por la tierra.
14. Placer quiso tener el agua porque el fuego la había recordado en estío, hasta que pensó que el fuego la recordaba porque la destruía.
15. Lloró el agua porque el fuego la calentaba en verano, y quejóse de ello al sol; y la luna reprendió al agua porque se quejaba a su enemigo.
16. Dijo el agua al fuego que ella era señora en la nieve, y el fuego dijo al agua que el sol era su amigo.
17. Dijo el agua al fuego que en el infierno ella es muy deseada por los condenados, y el fuego dijo al agua que justicia es su mujer.
18. Dijo el agua al fuego que ella era fuerte en la noche, y el fuego dijo que él era fuerte en el día.
19. Don Otoño tenía frontera por don Invierno contra don Estío, y doña Primavera tenía frontera por don Estío contra don Invierno.
20. Con miedo y trabajo subió el agua a la esfera del fuego a tomar virtud de la luna, y con audacia y placer regresó.
21. Dijo el agua al fuego que él no tenía natural calor en el animal muerto, y dijo el fuego al agua que ella hedía en aquel animal.
22. Dijo el agua al fuego que con ella se lavaban las mujeres la cara para estar bonitas y blancas, y el fuego dijo al agua que por él desean las mujeres a sus maridos.
23. Dijo el agua que ella llenaba las fuentes en las que venían a beber los animales, y el fuego dijo al agua que él llenaba las barricas de vino en las que iban a beber los hombres.
24. Dijo el invierno al estío que él estaba vacío de frialdad, y el estío dijo al invierno que él estaba vacío de calor.
25. Dijo el agua que ella era más grasa que el fuego, y dijo el fuego que él era más sano que el agua.
26. Dijo el agua que ella era más gruesa que el fuego, y el fuego dijo que él corría más que el agua.
27. Dijo el agua que ella era sabia porque reúne muchas cosas, y el fuego dijo que él era liberal porque daba muchas cosas.
28. Dijo el agua que de ella estaba coronado el rey por cuanto ella era señora en el cerebro, y el fuego dijo que el rey era un árbol invertido.
29. Dijo el agua que el rey había mandado hacer una hermosa copa de plata, y el fuego dijo que el rey llevaba una corona de oro.
30. Dijo el agua que la reina tenía por ella blancos dientes, y el fuego dijo que la reina tenía por él rubios cabellos.
31. Dijo el agua que el ajo es vestido de blancura que está sobre el calor del fuego, y dijo el fuego que el aceite, que es de su natura, está en la lámpara sobre el agua.
32. Dijo el agua que ella era mayor en la mar que el fuego en la piedra y el hierro, y el fuego dijo que si él tuviese bastante leña consumiría toda el agua de la mar.
33. Dijo el agua que ella regaba las plantas, y dijo el fuego que él recogía en estío los frutos de las plantas.
34. Dijo el agua que ella movía el molino, y dijo el fuego que él calentaba el horno.
35. Dijo el fuego que él ablanda la carne, y dijo el agua que ella hace la dureza de los huesos.
36. Dijo el fuego que él cabalga sobre el agua en la pimienta, y dijo el agua que ella cabalga sobre el fuego en el alcanfor.
37. Dijo el agua que ella es larga en la calabaza, y el fuego dijo que su largura estaba erguida en la palmera.
38. Dijo el agua que ella enfría el fuego en el hierro calentado y en la piedra mármol, y dijo el fuego que él calienta el agua en la olla y en el azufre.
39. Dijo el agua que en ella vivían los peces, y el fuego dijo que por él veían los hombres de noche.
40. Dijo el agua que el vino hacía hablar a los hombres en vano, y el fuego dijo que los animales meaban agua.
2. De los proverbios del tronco vegetal
1. Dijeron las cerezas a los higos que ellas venían primero, y dijeron los higos que ellos eran más deseados que las cerezas.
2. Dijo la cereza a la algarroba que ella era torcida y negra, y dijo la algarroba a la cereza que ella se pudría pronto.
3. Dijo la lechuga que ella curaba a los hombres que estaban enfermos, y dijo el vino que él alegraba a los hombres.
4. Dijo la manzana al estiércol que él hedía, y dijo el estiércol a la manzana que ella era su pariente.
5. Dijo la canela que ella estaba en la escudilla del rey, y dijeron las habas que ellas estaban en las escudillas de los santos hombres religiosos.
6. Dijo el trigo que el labrador comía la cebada, y dijo la cebada que el labrador vendía el trigo.
7. Dijo el trigo que la cebada se volvía avena, y dijo la cebada que el trigo se volvía cizaña, que hacía daño a quienes la comían.
8. Dijo la pimienta que ella costaba más que el trigo, y dijo el trigo que él era más útil que la pimienta.
9. Recogía el rey la rosa, y el labrador recogía el trigo.
10. No quería el rey comer higos porque los puercos los comían.
3. De los proverbios del tronco sensual
1. Dijo el caballo al caballero que no hacía falta que llevase espuelas, que él caminaría de buena gana; y el caballero dijo que el miedo hacía correr a las mujeres.
2. Dijo el caballo al caballero que por él era honrado, y dijo el caballero al caballo que él le daba de comer.
3. Dijo el mulo al caballo que él era su hermano, y el caballo dijo al mulo que él se parecía al asno.
4. Dijo el asno a su amo que él sabía cantar, y dijo su amo que él sabía llorar.
5. Dijo el asno que él quería dormir, y dijo su amo que quería caminar.
6. Dijo el asno que llevaba demasiada carga, y dijo su señor que él tenía muchos hijos.
7. Dijo el perro al gato que él se comía las ratas, y dijo el gato que cuando dormía no tenía la nariz bajo la cola.
8. Dijo la jumenta al asno que no contrastase con su amo, porque poder y arte vencen a todas las cosas.
9. Dijo el lobo al carnero que por qué estaba con el hombre, que come carne y hace zapatos de cuero y vestidos de lana, y dijo el carnero al lobo que él no vivía de las piedras.
10. Dijo el lobo al perro que por qué le quería mal, y dijo el perro al lobo que él amaba las ovejas de su amo, porque a su amo amaba.
4. De los proverbios del tronco imaginal
1. Quejóse la carne de Imaginación, que la calentaba y la obedecía cuando imaginaba lujuria, y quejóse Imaginación de Memoria, que le hacía mover la carne cuando recordaba Lujuria, y quejóse la memoria de la voluntad, que la lujuria no le hacía olvidar.
2. La cabra vio al fuego, que nunca lo había visto, y tuvo miedo, y un hombre vio pintarse a su mujer y tuvo celos.
3. Traición tocó a Imaginación, e Imaginación imaginó horcas.
4. Los ojos vieron a una hermosa mujer que vestía hermosas vestiduras, e Imaginación imaginó la camisa de la mujer.
5. Un hombre quiso comprar caballo, e Imaginación imaginó avena.
6. Un hombre pidió al rey que le hiciese juez de una ciudad, y el rey imaginó injuria.
7. Temor hace imaginar muerte, y audacia, honra.
8. Vergüenza hace imaginar defecto, y lealtad, perfección.
9. La buena fama del ermitaño le hace imaginar hipocresía.
10. Imaginación imagina en la noche lo que no encuentra en el día.
5. De los proverbios del tronco humanal
1. Dijo la voluntad a los ojos que por qué miraban a las hembras bellas más que a las feas.
—Y vos, voluntad —dijeron los ojos—, puesto que la belleza o fealdad de las hembras no es de vuestra natura, ¿por qué amáis más las bellas hembras que las feas?
2. —Orejas —dijo el entendimiento—, ¿por qué tenéis placer al oír vanidades?
—Y vos, entendimiento —dijeron las orejas—, ¿por qué a los hombres que las dicen no reprendéis?
3. —Nariz —dijo la materia—, ¿por qué tenéis placer al oler la rosa?
—Y vos —dijo la nariz—, ¿por qué por la rosa recordáis lujuria?
4. —Boca —dijo la voluntad—, ¿por qué coméis demasiado?
—Voluntad —dijo la boca—, ¿y vos por qué no me cerráis?
5. —Carne —dijo la voluntad—, cuando una hembra os toca, ¿por qué os calentáis?
—Voluntad —dijo la carne—, ¿por qué castidad no amáis?
6. —Boca —dijo el entendimiento—, ¿por qué mentís?
—Entendimiento —dijo la boca—, ¿y por qué vos me lo aconsejáis?
7. —Cuerpo —dijo el alma—, ¿por qué tanto dormís?
—Alma —dijo el cuerpo—, cuando yo velo, vos ¿por qué estáis ociosa?
8. —Cuerpo —dijo el alma—, cuando tenéis frío, ¿por qué tembláis?
—Y vos, alma —dijo el cuerpo—, cuando habéis pecado, ¿por qué tenéis remordimiento de conciencia?
9. —Cuerpo —dijo el alma—, ¿por qué estáis enfermo?
—Y vos, alma —dijo el cuerpo—, ¿por qué no amáis templanza?
10. —Cuerpo —dijo el alma—, ¿por qué morís?
—Y vos, alma —dijo el cuerpo—, ¿por qué de mí os separáis?
6. De los proverbios del tronco moral
1. —Vicio —dijo virtud—, ¿y quién es tu padre?
—Virtud —dijo vicio—, vuestra privación es mi madre.
2. —Vicio —dijo virtud—, ¿y por qué te aman tanto los hombres?
—Virtud —dijo el vicio—, porque vos estáis ociosa.
3. —Vicio —dijo la virtud—, ¿y por qué me eres contrario?
—Virtud —dijo el vicio—, yo os soy contrario para que seáis grande.
4. —Vicio —dijo la virtud—, ¿y dónde estáis?
—Virtud —dijo el vicio—, estoy en aquel lugar donde vos no estáis.
5. —Vicio —dijo la virtud—, yo te acusaré en el día del juicio.
—Virtud —dijo el vicio—, el libre albedrío me excusará ante el juez.
6. —Vicio —dijo la virtud—, ¿y por qué no tienes miedo?
—Virtud —dijo el vicio—, ¿y por qué vos no tenéis remordimiento?
7. —Vicio —dijo la virtud—, ¿y por qué amas las tinieblas?
—Virtud —dijo el vicio—, ¿y por qué vos no andáis de día?
8. —Vicio —dijo la virtud—, ¿tienes hermano?
—Virtud —dijo el vicio—, la pena que tendréis será mi hermana.
9. Dijo la virtud que ella estaba en el anillo del rey, y dijo el vicio que él estaba en la voluntad del rey.
10. Dijo la virtud al vicio que ella le hería en el hombre pobre, y dijo el vicio que él se quejaría por eso al hombre rico.
7. De los proverbios del tronco imperial
1. Bondad dijo al mal príncipe que él le ha matado a su hijo, que se llamaba Bonificar.
2. —Mal príncipe —dijo la grandeza—, ¿y por qué me tenéis ociosa en bondad?
3. —Mal príncipe —dijo la duración—, bondad me reprende porque te hago durar.
4. Deseó la grandeza que el poder del mal príncipe estuviese en poquedad.
5. La locura del mal príncipe prendió y encarceló a la sabiduría de su pueblo.
6. La voluntad del mal príncipe exilió al amor de la voluntad de su pueblo.
7. La virtud del pueblo del mal príncipe llevaba vicio en su cuello.
8. La boca del mal príncipe no se avergonzará de mentir.
9. La vanagloria del príncipe siembra trabajo en su reino.
10. Mal príncipe hace confusa la conciencia de su pueblo.
11. Ningún mal príncipe tiene concordancia con su pueblo.
12. Ninguna contrariedad es más mala que la contrariedad de un príncipe, y su pueblo.
13. Comenzó el príncipe a obrar mal, y siguióle su pueblo.
14. Es bueno aquel príncipe que está en medio de su pueblo.
15. En el mal príncipe se pierde el fin y la perfección de su pueblo.
16. Mayor señorío tiene un príncipe por poco pueblo que sea bueno que por grande que sea malo.
17. Igualdad de justicia, sabiduría y caridad convienen a príncipe.
18. Tiene menor honor aquel príncipe que deshonra a su pueblo.
8. De los proverbios del tronco apostolical
1. —Voluntad —dijo la bondad—, ¿por qué has elegido mal prelado?
—Bondad —dijo la voluntad—, ¿y por qué vos no me hacéis buena?
2. Deseaba la grandeza que el prelado fuese de gran linaje; y dijo la sabiduría que más vale ella en juicio que grandeza en linaje.
3. Sin caridad y sabiduría juicio de prelado no puede durar.
4. Poder de buen prelado está de buen grado en círculo y no en ángulo.
5. Arrepintióse la voluntad y lloró, porque había elegido a un prelado sin sabiduría.
6. Corrieron sabiduría y voluntad a elegir prelado, y llegó primero a la elección voluntad que sabiduría.
7. Virtud de prelado es más buena que la virtud del sol.
8. La mentira del prelado mata la verdad de su pueblo.
9. Es árbol invertido aquel prelado que no muestra los caminos de la gloria.
10. Ningún prelado debe confundir ni menguar su oficio.
11. Es bueno todo prelado en quien devoción y sabiduría tienen concordancia.
12. Contrariedad de prelado y de príncipe es harto mala y peligrosa.
13. Santidad de prelado es comienzo de la lealtad de su pueblo.
14. La cama del prelado debe estar entre devoción y sabiduría.
15. Ningún hombre es más cumplido en honra que buen prelado.
16. Ningún hombre tiene mayor oficio que el prelado.
17. En igualdad de caridad y sabiduría es el prelado elegible.
18. Ningún hombre se halla en menor bondad que el mal prelado.
9. De los proverbios del tronco celestial
1. De muchas formas incorruptibles se sigue cuerpo incorruptible.
2. De formas que sean primeras en movimiento se sigue primer movible.
3. El primer movimiento no da natura de cesación.
4. Las formas del cielo son tan primeras por la luz como por el movimiento.
5. Las formas del cielo se tienen en el primer círculo tanto como en el primer movimiento.
6. Las formas del cielo se tienen tanto a mayor movimiento como a mayor círculo.
7. De mayor rotundidad se sigue mayor movilidad.
8. De formas redondas en natura se sigue cuerpo redondo.
9. Simple movimiento circular no pasa por medio alguno.
10. Ningún circular movimiento es pesado ni ligero.
10. De los proverbios del tronco angelical
1. Ningún buen ángel tiene carencia.
2. Mal ángel no alcanza fin alguno.
3. Ningún ángel tiene primero ni último.
4. En ningún ángel hay dubitación.
5. Ningún ángel es ligero ni pesado.
6. Ningún ángel es de otro ángel.
7. Ningún ángel es extenso en lugar.
8. Ningún ángel es ocioso.
9. Ningún buen ángel puede ser preso.
10. Ningún mal ángel está libre.
11. De los proverbios del tronco eviternal
1. En eviternidad no hay término en el fin.
2. La cabeza de la eviternidad está en el tiempo y la cola en la eternidad.
3. Eviternidad no tiene medio.
4. En eviternidad no hay movimiento extenso.
5. En eviternidad no se multiplica número.
6. De eviternidad nadie puede salirse.
7. Eviternidad es espejo de eternidad.
8. Ninguna criatura puede ser mayor que eviternidad.
9. Tanto durará eviternidad como eternidad.
10. Eviternidad y eternidad han hecho compaña.
12. De los proverbios del tronco maternal
1. Pues a piedad se iguala nuestra Señora, que no desespere el hombre que la implora.
2. Si un hombre está lleno de llanto y dolor, llena está nuestra Señora de piedad y amor.
3. Nuestra Señora tiene tal poder que hasta a quien cae puede socorrer.
4. A quien a nuestra Señora merced va a clamar, ella le responde con perdonar.
5. A quien de nuestra Señora tiene reclamo, ningún demonio puede hacerle daño.
6. Nuestra Señora siempre ha querido al hombre ver arrepentido.
7. Nuestra Señora nunca falló a aquel que bien se arrepintió.
8. Quien por nuestra Señora quiera ser amado, procure que su Hijo sea muy honrado.
9. Nuestra Señora tiene maternal amor a todo penitente pecador.
10. Es de nuestra Señora muy abundoso quien de su Hijo en el mundo es muy elogioso.
13. De los proverbios del tronco cristianal
1. Toca la natura humana a la divina con piedad de su pueblo, y recuerda la divina natura a su criatura.
2. Toca el amor humano al divino con piedad de su pueblo, y recuerda el amor divino la pasión que Jesucristo pasó en la cruz para honrar a la divina natura.
3. Ruega la humana natura a la divina por su pueblo en presencia de nuestra Señora.
4. La natura humana ama a su pueblo, y la natura divina ama a la humana.
5. Ninguna criatura es tan buena en sí misma como en Dios.
6. Más puede Dios de criatura dentro de sí mismo que defuera.
7. Más puede Dios amar a criatura por encarnación que por creación.
8. Más puede Dios participar con criatura por encarnación que por entender.
9. Sin encarnación no pudiera haber mayor concordancia de natura divina y humana.
10. La mayor unidad de criatura fue hecha en la unidad de la divina natura.
14. De los proverbios del tronco divinal
1. Dijo la bondad divina que ella quería de sí misma lo bueno y quería ser aquel bueno, y la voluntad así lo quería, y el poder así lo cumplía.
2. Dijo la bondad divina que ella quería estar en lo bueno y quería ser aquel bueno, y la sabiduría así lo sabía y el poder así lo cumplía.
3. Dijo la bondad que ella quería existir por lo bueno y quería ser aquel bueno, y la grandeza consentía en ello y el poder lo cumplía.
4. Dijo la bondad que ella quería bonificar, y dijo la voluntad que ella lo quería amar, y dijo la sabiduría que ella lo quería saber, y dijo la grandeza que ella lo quería infinir.
5. Dijo la bondad que ella quería bonificar a quien fuese Dios, y dijo el poder que él se lo podía dar, y dijo la voluntad que él le quería amar, y dijo la sabiduría que él lo podía saber, y dijo la eternidad que ella lo podía eternizar.
6. En la sustancia está sustanciado bonificar de bondad.
7. En la sustancia está sustanciado infinir de infinidad.
8. En la sustancia está sustanciado eternizar de eternidad.
9. Quiere la divina voluntad que su sustancia sea caridad.
10. No quiere la divina voluntad que en su sustancia haya ociosidad.
DE LAS RAMAS DEL ÁRBOL EJEMPLIFICAL
1. Del ejemplo de la rama elemental
El fuego, el aire, el agua y la tierra se encontraron en diferencia, concordancia, contrariedad; y por eso dijo Principio a Diferencia que le había ocurrido como a una mujer con su marido.
—Principio —dijo Diferencia—, ¿cómo fue eso?
—Cuéntase —dijo Principio— que una mujer tenía marido, al que mucho amaba por razón del matrimonio en que estaba con él y por los hijos que de él tenía, a los que mucho amaba. Aquella mujer era muy discreta y bien acostumbrada, y el marido era hombre lujurioso y pródigo, y destruía sus bienes. Y por eso la mujer no podía estar sin amar y desamar, ni encontraba fin en donde pudiese reposar; pues a su marido no podía perfectamente amar por razón de las flaquezas que le veía, ni le podía desamar del todo porque en el fin del matrimonio y de sus hijos le amaba. Y por eso vos, Diferencia —dijo Principio—, no podréis tener reposo en concordancia ni en contrariedad, siendo así que cada elemento se ha encontrado con otro en concordancia y en contrariedad, sin que de concordancia y de contrariedad puedan separarse, ni yo encuentro medio por el cual pueda venir al fin sin trabajo. Y cuando estoy en el fin me ocurre como ocurrió a una mujer.
—¿Y cómo fue eso? —dijo Diferencia.
—Cuéntase —dijo Principio— que a un caballero y a su mujer y a su hijo prendieron sarracenos. El rey de los sarracenos dijo a la mujer que se fuese franca con su marido o con su hijo; y porque la mujer no sabía elegir a cuál tomaría, no sabía irse ni quedarse; porque dolor y caridad la tenían empachada, de modo que de la libertad que el rey le daba no sabía usar. Y así se estaba y lloraba, y su voluntad no principiaba nada ni reposaba en irse o en quedarse.
Y entonces conoció Diferencia que por el encuentro que habían hecho los elementos en ella le convenía sostener grandes trabajos.
2. Del ejemplo de la rama vegetal
La apetitiva, retentiva, digestiva y expulsiva se encontraron en Templanza; y por eso retó la muerte al día. Y entonces el monje dijo a Ramon que le expusiese aquella semejanza.
—Cuéntase —dijo Ramon— que la muerte y la noche resolvieron combatirse con el día y la vida. Mas la muerte quiso hacer compaña con el día para poder destruir mejor a la vida; y por razón del instinto natural que vida y día tienen en concordancia, conoció el día la falsía de la muerte, y consintió en las palabras de la muerte para poderla engañar y mejor estar contra la noche; y dijo que él quería tener su amistad en Templanza, que fuese de las ramas del árbol vegetal, y la muerte consintió en aquella amistad, y fueron amigos en semejanza y no en lealtad. Y cuando vino la noche, la vida y el día mataron a la muerte en Templanza, cuya Muerte, mientras moría, retaba al día, que con la vida había hecho compaña y porque no le guardaba gratitud en cuanto no había sido contraria a Templanza, a la cual había dejado tomar posada de día; y el día le respondía que él quería ser leal a la vida porque con lealtad habían hecho compaña. Y entonces la noche reprendió a la muerte, a la cual dijo que así como ella sabe más en gula que en templanza, así sabe más la vida en templanza que en gula, y por eso no era maravilla si el día en templanza la había engañado.
3. Del ejemplo de la rama sensual
Cuéntase que una rata estaba con su hija en un agujero; y cerca de aquel agujero estaba un gatito pequeño que jugaba con una pluma. Y entonces la rata dijo a su madre que ella quería jugar con aquel gatito que discreción no tenía, pues si discreción tuviese no jugaría con aquella pluma; y porque no tenía discreción, no conocería la natural contrariedad que hay entre los gatos y las ratas; y además, que sería bueno si se pudiese poner en amistad con él, pues por la amistad podría ser que el gatito, cuando fuese mayor, no le hiciese daño y le dejase comer trigo, que el gato no come. Respondió la rata a su hija, y dijo que no sabía lo que una mujer había dicho a su marido.
—¿Y cómo fue eso? —dijo la hija de la rata a su madre.
—Hija —dijo la rata—, cuéntase que un burgués mató a un caballero que tenía un hijo pequeño, y el burgués tenía una hija pequeña. Acuerdo se tomó de que se hiciese matrimonio entre el hijo del caballero y la hija, para que los amigos del caballero y del burgués tuviesen paz. Y cuando el burgués quiso dar su hija a aquel hijo del caballero, la mujer del burgués dijo a su marido estas palabras: «Cuéntase que el caballo y el león hicieron compañía y decidieron ir en romería. El caballo preguntó si encontraría por el camino hierbas que pudiese comer, porque sin comer no podía caminar; y el león dijo que partiesen en el nombre de Dios, que no hacía falta pedir vianda, porque Dios se la daría. Y cuando el caballo consideró que el león no tenía preocupación por la vianda, pensó que el león, que no comía hierba, si no encontraba de qué comer mataría y se comería a su compañero, por cuanto en los animales es mayor necesidad comer que observar alianzas. Y entonces el caballo no quiso ir de romería con el león ni estar con él en compañía, aunque entre ambos no hubiese felonía». Y entonces el burgués no quiso hacer el matrimonio, porque los caballeros son orgullosos y viven de honras y no perdonan felonía, tanto, que nada valen con ellos las alianzas.
4. Del ejemplo de la rama imaginal
Cuéntase que una oveja tenía dos corderos. Un día ocurrió, mientras ella estaba en un prado con sus dos hijos, que un lobo le tomó uno de sus hijos y ante ella lo mató y se lo comía, sin que la oveja huyese del lobo, sino que le pedía que no le matase a su hijo y que se lo devolviese, y lloraba y clamaba muy fuertemente por el dolor que tenía cuando veía que se comían a su hijo, que llamaba a su madre para que viniese a ayudarle. Mientras el lobo se comía al cordero, un cuervo y una paloma estaban en un árbol, que habían oído las palabras que la oveja había dicho al lobo, al cual habían visto comerse y matar al cordero. Cuando el lobo se hubo marchado, vino un hombre, que tomó el otro cordero, al cual mató ante la oveja, y se lo comió con otros hombres a quienes había invitado. Y entonces la oveja se arrodilló y alzó los ojos al cielo y alabó y bendijo a Dios, que le había dado fruto para servir al hombre, cuyo hombre es creado para servir a Dios; y entonces la oveja estuvo alegre, y olvidó la ira que había tenido por su hijo, que el lobo le había matado y comido. Y entonces la paloma dijo al cuervo que mucho se maravillaba de la oveja, que no tenía discreción al implorar al lobo, que era su enemigo, ni había imaginado la enemistad que había entre los lobos y las ovejas, y por qué no se había airado por el cordero que el hombre se había comido. Respondió el cuervo, y dijo estas palabras:
—Cuéntase que un pastor tenía un hijo y un león tomó a su hijo, y, mientras lo mataba y se lo comía, el hijo del pastor llamaba a su padre para que le ayudase. El pastor, que discreción tenía, fue hacia el león y quitóle a su hijo sin llevar consigo arma alguna; cuyo pastor no se atuvo a la imaginación del temor que del león debía tener, ni tampoco a discreción, porque no venía contra él armado, y se atenía a la caridad que tenía a su hijo. Por lo que así la oveja no tuvo temor del lobo, pues el amor que tenía a su hijo le hizo olvidar el temor y no le dejó imaginar el peligro ni la enemistad que hay entre los lobos y las ovejas, sino que le hizo tener esperanza en su enemigo, en cuanto imploraba al lobo que le devolviese a su hijo y no le hiciese daño.
Y entonces la paloma conoció que gran cosa era caridad, que en el pastor destruyó discreción y en la oveja imaginación. Y entonces pidió al cuervo que la certificase de por qué la oveja no había tenido ira por el hombre que se le había comido a su hijo.
—Cuéntase —dijo el cuervo— que un caballero tenía un gran lebrel al que mucho amaba, con el cual iba a cazar ciervos y corzos. Ocurrió un día que el caballero con su caballo fue a solas a cazar con el lebrel en un gran bosque lejos de su castillo. Ocurrió que, cuando estuvo en aquel bosque, vino un caballero que era su enemigo, y vino pertrechado, y mató al caballero y llevóse al caballo, y el lebrel se quedó junto a su señor todo aquel día y toda la noche; y al día siguiente vino un lobo que quiso comerse al caballero muerto, mas el lebrel lo defendía y con el lobo tuvo tan grande batalla que el lobo debió huir. El lebrel tuvo grande hambre, por cuanto, según instinto natural, voluntad le vino de dejar a su señor e irse a comer pan al castillo; mas tuvo temor de que el lobo volviese y se comiese a su señor, y por eso de su señor no se quiso separar, sino que estuvo tanto tiempo a su lado que de sed y hambre murió.
Y por eso la paloma entendió que el lobo significaba el lobo que comía el cordero, y el can que se dejaba morir por su señor sin discreción imaginaba que él estaba obligado a morir por su señor sirviéndole y guardándole de deshonor, puesto que Dios le había creado en servidumbre del caballero, al cual había prometido que le serviría con su poder; como la oveja, que quiso servir a Dios sirviendo al hombre con su hijo, que tuvo gran placer porque aquel hombre que se comió a su hijo era justo y amigo de Dios; porque si fuese injusto y en pecado, se hubiera airado tanto con él como con el lobo que se comió a su hijo.
5. Del ejemplo de la rama corporal humanal
Cuéntase que un león tuvo parlamento y preguntó a su pueblo si había escasez de algo en su reino y si en su reino había algún animal que a él fuese desobediente. El ciervo dijo que en su reino no había paz, porque el hombre y el caballo hacían guerra a los animales, a los cuales mataba el hombre con flechas; y el león pidió consejo a la zorra, que es animal muy sabio, la cual dijo al león estas palabras:
—Señor, el hombre es animal que usa de arte con la que vence, y mata a los animales, porque él cabalga en el caballo que mucho corre, y lleva arco y flechas con los que mata a los animales; y por eso sería bueno que vos tuvieseis paz con el hombre, porque, puesto que el hombre usa de discreción y sabe cabalgar a caballo y disparar con ballesta que de lejos mata a los animales, es más fuerte que vos, pues cuando le falta fuerza, se ayuda con maña. Y por eso sería bueno que vos le enviaseis mensajeros que tratasen de paz entre vos y él, y hombres que fuesen de vuestra corte y amigos vuestros que le dijesen bien de vos y os hiciesen saber su intención y su estamento, para que vuestros animales se pudiesen defender de él cuando quisiera hacerles daño.
El león tuvo por bueno lo que la zorra había dicho, la cual dijo al león que ella iría de buena gana a aquella mensajería; mas el can dijo al león que no era bueno que la zorra fuese mensajero, porque ella comía gallinas, las cuales están donde el hombre, y además, porque se había propuesto primera para hacer la mensajería. El león conoció que él decía la verdad, y eligió al can para ser mensajero; mas el lobo dijo al león que el can buscaba a los animales que el hombre mataba y que él quería ir a ver al hombre porque quería comer pan; y eso dijo el lobo para que el can no fuese a guardarle las ovejas al hombre. El león consintió en el consejo del lobo y preguntó al can si era bueno que el lobo fuese a hacer la mensajería; y el can consintió que el lobo fuese a ello para que el hombre lo matase, porque él come las ovejas. Y porque el lobo tuvo gran voluntad de comer ovejas, fue a la mensajería; y no consideró su peligro por razón de la enemistad que hay entre él y el hombre, y entonces pidió licencia y fue a la mensajería; y cuando llegó a donde el hombre, antes de que pudiese decir palabra ni mostrar las cartas, el hombre disparó una flecha contra el lobo y lo mató, y se perdió la mensajería.
6. Del ejemplo de la rama espiritual humanal
Cuéntase que memoria, entendimiento y voluntad quisieron subir al cielo y ver a Dios y tener su amistad, y entonces hubo contraste entre ellas, porque cada cual quiso ir primero por ver antes que el otro la bondad de Dios y su grandeza. Alegaba la memoria que ella debía ir primero, porque ella recordaba primeramente los objetos que el entendimiento y la voluntad tomaban, y cuando los habían dejado, ella los alojaba; y por eso debía ir la primera. Alegaba el entendimiento que él debía ir primero porque él mostraba a la voluntad los objetos, y él hacía luz en la memoria, con cuya luz la voluntad los encontraba. Y la voluntad alegaba y decía que ella debía ir la primera porque tenía virtud mayor que el entendimiento y la memoria, por cuanto quería amar lo que el entendimiento no puede entender ni la memoria recordar, cuando los hombres quieren recordar y entender algunas cosas que ya han sido recordadas y entendidas en el tiempo pasado, y en el tiempo presente no las puede recordar ni entender, a las cuales la voluntad quiere amar. Mientras los tres estaban en este contraste, un ruiseñor vino a aquel árbol a cuya sombra estaban las tres mujeres, y cuando hubo entendido el contraste en que ellas estaban, dijo a ellas que no sabían lo que el gentil dijo al cristiano y al judío y al sarraceno en un Libro que escribió Ramon del gentil y de los tres sabios.[1]
—¿Y cómo fue eso? —dijeron las mujeres.
—Cuéntase que un cristiano y un judío y un sarraceno se disputaban ante un gentil, que les pidió que no disputasen por autoridades, las cuales son recordadas y amadas y supuestas, mas según la natura del entendimiento no son entendidas en cuanto son creídas; sino que disputasen según natura de argumento y demostrativamente.
Y entonces el entendimiento se adelantó y alumbró a la memoria y a la voluntad sobre si las posiciones que habían hecho eran verdaderas o falsas. Y entonces las tres mujeres ordenaron que la inteligencia fuese la primera; mas contraste hubo entre la voluntad y la memoria sobre cuál iría después del entendimiento. Mas el ruiseñor partió aquel contraste, y fue la voluntad primero y la memoria detrás, porque dijo estas palabras:
—Cuéntase que el tiempo futuro y el tiempo pretérito fueron a albergarse en una posada que era de un prohombre llamado Movimiento, y llevaron a un asno que llevaba vianda. Aquel hombre dijo que no abriría la puerta de la posada al asno hasta que se hubiesen puesto de acuerdo sobre si debía entrar primero la cabeza del asno o la cola; y entonces fácilmente el tiempo futuro y el pretérito concordaron en que la cabeza del asno debía entrar primero según la natura de su movimiento; y entonces entró primero la cabeza del asno. Y después preguntó cuál de ellos debía entrar primero, y ellos dijeron que ya estaba determinado en la entrada del asno; y entonces entró el tiempo futuro primero y después el pretérito. Conoció, pues, la memoria que tiene mayor concordancia con las cosas pasadas que con las venideras, que la voluntad debía ir después del entendimiento, y ella detrás.
Mientras las tres mujeres al cielo subían, cuando habían caminado mucho y se habían acercado al sol, el entendimiento se cansó y no pudo soportar el gran calor del sol; y entonces dijo a la voluntad que fuese ella delante, que no temía el calor del sol. Fue la voluntad delante y la memoria después y el entendimiento detrás, que nada entendía, pero que suponía que era cierto lo que la voluntad y la memoria afirmaban de Dios y de su gran bondad.
7. Del ejemplo de la rama moral
Cuéntase que un rey quiso mandar mensaje al emperador, y dijo a su consejo, que era de las cuatro virtudes cardinales y de las tres teologales, que él quería enviar a dos de ellas por mensaje, y que se pusieran de acuerdo; las cuales no se pudieron poner de acuerdo, porque todas eran menester en la mensajería. Y por eso el rey eligió un caballero, que fue mensajero, en el cual estuviesen todas las virtudes; y aquel caballero dijo al rey que si él sabía que el emperador fuese justo, porque si no era justo nada valdría con él la justicia, y si no era sabio nada valdría con él la prudencia; empero, fuese fuerte o no fuerte, buena sería la fortaleza en la mensajería con tal de que en el emperador hubiese caridad; porque si en él no había caridad ni justicia, él no podría consigo llevar esperanza, siendo así que el emperador tiene mayor poder que el rey. Y entonces el rey dijo al caballero que él quería vencer al emperador con su prudencia, si en el emperador prudencia no había, ni justicia, siendo así que justicia y prudencia tienen con arte y con maestría mayor concordancia que poder e ignorancia, y por eso podía llevar esperanza en su compañía. Y entonces el rey dio algunos capítulos escritos al caballero, según los cuales debiese hacer la mensajería, sin crecimiento ni mudamiento de aquéllos y sin otra novedad; y entonces el caballero se excusó, y dijo que no iría a la mensajería, porque no podía llevar consigo prudencia ni esperanza. Y entonces el rey dio licencia al caballero para que pudiese usar en la mensajería de prudencia francamente para que pudiese usar de maestría, y tuvo en el caballero esperanza por la prudencia y la caridad que le sabía.
8. Del ejemplo de la rama imperial
Cuéntase que en la corte de un rey muy sabio había un barón que era hombre muy lujurioso y mal acostumbrado, y un sayón que era casto y de buenas costumbres. Aquel rey hizo un gran parlamento y vistió consigo a muchos barones de santidad; y a aquel barón que era lujurioso y al sayón los vistió con vil ropaje. Gran maravilla tuvieron todos los hombres de aquel parlamento porque el rey había vestido al barón y al sayón con igual ropaje, y el barón se tuvo por muy afrentado y el sayón por honrado; y pidieron al rey que les expusiera aquel ejemplo, y el rey dijo estas palabras:
—Había un caballero que tenía muy hermosa mujer, y aquella era muy lujuriosa y poníase en la cara blanquete y colores por parecer hermosa. Un día ocurrió que el caballero pidió a su mujer que le dijese la verdad, pues, si no la decía, la mataría; y ella dijo que le diría la verdad, con tal de que no la matase si la verdad le decía. Y entonces el caballero preguntó a su mujer en quién era la belleza más blanca y más limpia: si en su cara o en la intención por la cual se ponía en ella los colores; y la mujer respondió que belleza era blanca y clara en su cara, y que en su intención era lo contrario, pues feos pensamientos tenía con los que vestía la intención por razón de la cual su cara adornaba y pintaba. Y entonces preguntó el caballero a la mujer en quién era más bella la belleza; si en su cara o en la voluntad; y la mujer dijo que tanto como el alma vale más que el cuerpo, la belleza puede ser más bella en la voluntad que en la cara. Y entonces el caballero vistió a su mujer con vil ropaje, porque su intención era fea. —Y entonces el barón que era lujurioso y los demás que estaban en el parlamento conocieron que el rey había vestido al barón con vil ropaje porque su alma era fea.
Empero, el sayón no quedó pagado con aquel ejemplo, al cual el rey dijo estas palabras:
—Cuéntase que una herpe se quejaba de Dios porque la había hecho tan pequeña criatura y había hecho al hombre tan grande y tan honrado. Y entonces Dios puso a la herpe en el hombre, en el cual la honró en cuanto la había puesto en su compaña, y que la herpe le comiese y que el hombre no fuese orgulloso por su honra, y que la herpe olvidase su pequeñez y vileza en la compañía en la cual estaba con el hombre y en él honrada.
Después, cuando el rey hubo dicho este ejemplo, el sayón dijo al rey que él no sabía lo que la urraca dijo a la paloma.
—¿Y cómo fue eso? —dijo el rey.
—Cuéntase —dijo el sayón— que dos simios habían puesto leña sobre una luciérnaga, que pensaban que era fuego, y, porque tenían frío, querían encender fuego y calentarse. La paloma dijo a los simios muchas veces que no era fuego la luciérnaga y que bien parecía que los simios, que habían solido ser hombres, tenían tan fea figura a semejanza de los hombres; y la urraca dijo a la paloma que no quisiera amonestar al hombre errado y obstinado, porque podría recir daño en ello, porque el errado obstinado no se deja amonestar y daña a aquellos que le amonestan. La paloma no quiso creer a la urraca en el consejo que le daba, y pensó que no la oían los simios desde un alto árbol en donde estaba. Y entonces bajó al suelo, cerca de los simios, y díjoles que no era fuego la luciérnaga; y entonces los simios tomaron a la paloma y la mataron y se la comieron. Y la urraca dijo que ella había malgastado sus palabras en la paloma, pero en sí misma las había recobrado, pues, de lo que había dicho, tenía experiencia.
9. Del ejemplo de la rama apostolical
Cuéntase que honra y sabiduría fueron de peregrinación y cuando estuvieron albergadas en una posada, sabiduría preparó comida y puso la mesa, y puso pan negro sobre blancos manteles, y los manteles lo tuvieron por deshonor, pues el pan negro estaba sobre ellos; y el pan dijo que ellos no serían blancos ni impolutos si él hubiese sido blanco. Y entonces la honra conoció que el pan era amigo de sabiduría y no quiso comer de él, y dijo a sabiduría que le diese pan blanco, la cual respondió, y dijo que ella no quería dar pan blanco si no estaba sobre negros y sucios manteles. Todo aquel día y la noche estuvo la honra sin querer comer, y al día siguiente pusiéronse en camino, y mientras caminaban se encontraron con dos lobos que se combatían con dos canes. Mientras así combatían, vino un lebrel, que era hermano de uno de los canes y quiso ayudar a su hermano, y aquél le dijo que ayudase al otro can primeramente, al cual ayudó el lebrel, y ambos vencieron y mataron al lobo, y después fueron a matar al otro lobo. Y cuando ambos lobos estuvieron muertos, el lebrel dijo a su hermano que por qué había querido que él hubiese antes ayudado al otro can que a él, y él díjole que, si primeramente le hubiese ayudado a él y se hubiera fatigado, después no hubiera podido ayudar al otro can, que no es hermano suyo, y hubiera podido ser que el lobo le matara; mas, en cuanto él confiaba en su fraternidad, pensó que, por cansado que estuviese, le vendría a ayudar, porque el amor que le tenía le daría virtud y fuerza. Y entonces dijo sabiduría a honra que buena era caridad en compañía, por lo que ella no quería ir con honra en compaña, porque honra no amaba a nada sino a sí misma, y quería que todas las cosas le sirviesen a ella y no quería servir ni ayudar a nadie.
Y entonces sabiduría se separó de honra, y honra anduvo sola todo aquel día; y cuando llegó a una ciudad, no supo preguntar por el palacio del obispo, y en casa de un labriego entró. Y aquel labriego comía con su mujer y sus hijos, y junto a la mesa estaban un asno y un cerdo y un buey; y honra comió de aquel pan negro que el labriego comía, y se sentó con el labriego en la mesa en donde había negros manteles y rotos, y no podía abstenerse de comer por la gran hambre que tenía, aunque el pan y los manteles fuesen negros. Cuando el labriego hubo comido, dijo a honra que le ayudase a llevar al buey y al asno al agua, y la honra respondió que no estaba criada para ir detrás de los bueyes y los asnos, sino para cabalgar a caballo, y levantóse de la mesa y dijo al labriego que le preparase una buena cama en la que pudiese dormir, y que echase al cerdo de la casa.
10. Del ejemplo de la rama celestial
—Maldijo el astrólogo a su maestro.
—Ramón —dijo el monje—, ¿y cómo fue eso?
—Cuéntase —dijo Ramón— que a una ciudad vino un astrólogo, cuya fama era grande. El rey de aquella ciudad dijo a aquel astrólogo que mirase cuándo debía morir; y el astrólogo dijo que el rey debía morir aquel año. El rey pensó que el astrólogo decía verdad, y por el temor de la muerte no podía comer ni dormir, tanto que, de miedo, se moría. Aquel rey estaba con aquel astrólogo y con un discípulo suyo todo el día en la cámara, y hacía mirar al astrólogo si por ventura había errado en la cuenta y en el arte de astrología, porque deseaba que el astrólogo hallase que él pudiese vivir mucho; y el astrólogo le aseguraba siempre que no podía pasar de aquel año.
»Mientras el rey estaba así en tristeza y en dolor, ocurrió que otro rey le envió una doncella que había sido criada con veneno y no comía cosa alguna sin veneno; y el astrólogo dijo al rey que él no podía creer que aquella doncella pudiese vivir con veneno, pues no podía sostenerlo su ciencia, y mayormente porque ella había nacido bajo el señorío de Aries, que es de complexión húmeda y cálida, la cual es contraria a la complexión del veneno, que es seca y fría. Los mensajeros que habían conducido a la doncella a presencia del rey y del astrólogo dieron de comer y beber a la doncella veneno; de modo que la doncella no recibía daño de lo que comía o bebía. Y entonces el rey tuvo un poco de placer y pensó que el arte de astrología no daba siempre verdadero juicio; empero, por el gran temor que tenía de la muerte, la experiencia de la doncella no desterró de su corazón el temor de la muerte, porque demasiado la había imaginado.
»Y estando así el rey en temor y en tristeza, un sabio caballero que era muy grande amigo del rey vino a ver al rey y preguntóle qué le pasaba. El rey le dijo secretamente que él debía morir aquel año, según lo que aquel astrólogo, que ante él estaba, le decía por su ciencia. Y entonces el caballero conoció que el astrólogo con algún hombre de aquella ciudad tramaba la muerte del rey, porque el astrólogo decía que el rey debía morir aquel año para que el rey muriese de miedo. Y entonces el caballero dijo al astrólogo si sabía cuánto tiempo debía vivir él; y el astrólogo dijo al caballero que su vida no era de más de diez años. El caballero dijo un día al astrólogo si sabía bien verdaderamente aquello que decía, y el astrólogo dijo que mucho tiempo hacía que estaba seguro del término de su muerte; y entonces el caballero con una espada que llevaba cortó la cabeza al astrólogo para que el rey se alegrase y conociese que el astrólogo mentía y su ciencia fallaba. Y entonces el discípulo de aquel astrólogo maldijo a su maestro, y dijo que jamás volvería a fiar en juicio de astrología.
11. Del ejemplo de la rama angelical
Cuéntase que un hombre avaro que era muy rico se maravillaba de que no se pudiese saciar de riqueza, porque cuanto más crecía en riqueza, más deseaba tener los bienes de sus vecinos. Un día ocurrió que él cabalgando en su palafrén se encontró cerca de un castillo suyo, en el camino, con tres pobres que comían de un gran pan y de una pequeña tajada de carne, y cada cual convidaba a comer al otro. Y entonces consideró que en los pobres había caridad en las cosas grandes y en las pequeñas, y en él crueldad y avaricia, porque con sus bienes, que eran grandes, no invitaba a los pobres de su castillo, y tenía envidia de aquellos pequeños bienes que tenían. Y entonces maldijo su riqueza y deseó ser pobre como aquellos tres pobres, a los cuales pidió que le acogiesen en su compañía, para que su voluntad fuese saciada y le dejase dormir, porque en los grandes bienes y en los pequeños le trabajaba tan fuertemente que ningún reposo podía tener.
—Cuéntase —dijeron los tres pobres— que san Miguel y san Gabriel se encontraron con Dios en un vergel, con el cual ellos se solazaban, y cuanto más fuertemente cada uno amaba a Dios, amaba uno más fuertemente al otro. Mientras ellos estaban así, vino Lucifer y dijo que él quería estar en su compañía, con la condición de que él quería tener a todo Dios y que ellos no tuviesen nada de Dios. Y entonces conocieron que él no era buen ángel, pues quería tener a todo Dios, en tal condición que Dios no bastase a todos aquellos que lo quieren tener; y por eso dijeron a Lucifer que él era mal ángel, en cuanto quiso tener todo el bien general necesario a muchos particulares bienes.
Y entonces el hombre avaro conoció que los pobres no querían tener su compañía, porque tenían temor de que se comiese todo el pan y la carne, de los que no les convidaría.
12. Del ejemplo de la rama eviternal
—Maldijo Lucifer su entendimiento.
—¿Y cómo fue eso, Ramón? —dijo el monje.
—Cuéntase —dijo Ramón— que Lucifer mandó su entendimiento a Dios para que le aportase esperanza. Y cuando el entendimiento estuvo ante Dios, vio a la verdad que leía en un libro y decía que Lucifer no tenía voluntad que amase esperanza, y, porque no la amaba, dijo que nunca lo tendría; y por eso el entendimiento volvió a Lucifer sin esperanza. Y entonces Lucifer maldijo al entendimiento, porque no había aportado esperanza de la misericordia de Dios; y el entendimiento se excusó, y dijo estas palabras:
»“Cuéntase que había un rey muy justo y que entendía la voluntad de los hombres. En la tierra de aquel rey había un caballero que quería al rey mucho mal, y con un hijo que tenía tramaba la muerte del rey; y pidió al rey que le pluguiera que su hijo fuese de su corte y que le sirviese en la mesa. Esto le decía el caballero para que su hijo envenenase al rey y para que muriese, y dijo a su hijo que después de la muerte del rey él se proponía que él fuese rey. Y por la gran voluntad que el hijo tuvo de ser rey, consintió en la voluntad de su padre y no miro su peligro, el cual le hizo olvidar el consejo de su padre y el deseo que tenía de ser rey, ni el padre se cuidaba del peligro de su hijo por la gran mala voluntad que tenía al rey.
»“Y entonces el rey, que todo lo sabía, dijo que contrarias voluntades hicieron una hija que se llamaba Desesperanza. Aquella hija dio el rey al hijo del caballero por mujer, el cual preñó a su mujer. El rey dijo al caballero que si él creía que de la mujer de su hijo naciese esperanza o desesperanza; y entonces el caballero conoció que el rey entendía la voluntad de los hombres, y conoció su muerte, y no tuvo en el rey esperanza; porque tan grande era la mala voluntad que tenía al rey, que no la podía convertir a amar al rey, y amaba más morir desamando al rey y en desesperanza de vida y perdón que amar al rey y tener esperanza en su misericordia. Y fue así tan airado en su muerte como un hombre que en su vida maldijo su ser”.
—Ramón —dijo el monje—, ¿cómo fue eso?
—Cuéntase —dijo Ramón— que había un hombre pecador y que mucho amaba las vanidades de este mundo, por razón de las cuales había hecho a Dios muchos desplaceres. Ocurrió que Dios quiso usar en aquel hombre de gran misericordia, y diole la gracia de conocer su falta, y mucho tiempo pasó procurando el honor de Dios con todo su poder. Ocurrió que aquel hombre estuvo mucho tiempo enfermo y de muy grave enfermedad; y para que en esta vida Dios le castigase en grado sumo, sufrió que el demonio le pusiese en desesperanza, tanto que aquel hombre desesperó de la misericordia de Dios recordando sus grandes pecados y la gran justicia de Dios más que su gran misericordia. Y por eso el gran amor que solía tener a Dios perdió, y porque estaba desesperado se desamó a sí mismo, y porque a diario creía morir por la gran enfermedad que tenía, imaginaba las penas del infierno en las cuales creía que estaría eviternalmente, y afirmaba su condenación más asertivamente que el hombre que tiene pan en la mano y cree que come. Empero, algún pequeño destello de esperanza tenía en nuestra Señora por razón de un libro que había escrito por su amor, en cuyo libro mucho la alababa. Aquel hombre imaginó tan largo tiempo las penas del infierno, que cuando estuvo curado le parecía que había estado en él, y muchas condiciones y secretos de infierno le fueron revelados en su enfermedad. Mientras así estaba enfermo y desesperado, un día ocurrió que un gato tomó ante él a una rata, a la cual ante él mató y se comió; y aquel hombre, por la gran tristeza en que estaba y por el temor que tenía de las penas infernales y eviternales, deseó ser aquella rata a la que el gato se comía, diciendo que maldito fuese su ser humano, que tan grandes penas y tan durables esperaba.[2]
13. Del ejemplo de la rama maternal
—Bendijo el sabio las dignidades de Dios.
—Ramón —dijo el monje—, ¿y cómo fue eso?
—Cuéntase —dijo Ramón— que bondad, grandeza, eternidad y las demás divinas dignidades pidieron al Hijo de Dios que él, que era por ellas tan bueno, tan grande, tan eternal, tan poderoso, tan sabio, tan amoroso, virtuoso, veraz y glorioso, que por amor de ellas hiciese un hijo en las criaturas tan bueno como lo requiere su bondad. y tan grande como lo requiere su grandeza, y así las demás; y entonces el Hijo de Dios respondió a las dignidades que le rogaban, y dijo que él no podía hacer aquel hijo tan bueno y tan grande como ellas querían, sin madre que fuese tan buena y grande como a aquel hijo correspondía. Y entonces las dignidades pidieron al Hijo de Dios que él hiciese aquella madre y que en ella pusiese semejanzas suyas a su voluntad; pues, cuantas más pondría, más pagadas estarían por ello; y además, que cada una quería ser madre de aquella madre del hijo, a la cual haría con sus semejanzas. Y entonces el Hijo de Dios procuró y ordenó la concepción de nuestra Señora y su natividad en tan grande grandeza de bondad y de las demás semejanzas creadas; y por eso dijo el mundo a Dios que él estaba saciado.
—Ramón —dijo el monje—, ¿cómo fue eso?
—Cuéntase —dijo Ramón— que cuando Dios hubo creado el mundo, el mundo preguntó a Dios por qué lo había creado; y Dios dijo al mundo que él lo había creado para hacer de él un hijo que fuese hermano del Hijo de Dios, y para que del mundo hiciese una hembra que fuese madre de Dios. Y entonces el mundo rio y estuvo muy alegre, y dijo que gran honra le era que de él hubiese alguna parte que fuese Dios y otra parte que fuese madre de Dios; y entonces dijo que él no tenía miedo de desesperanza.
—Ramón —dijo el monje—, ¿y por qué dijo el mundo eso?
—Cuéntase —dijo Ramón— que en Inglaterra había una mujer que mucho tiempo había amado a nuestra Señora, y su marido había reatado a un caballero. El marido de aquella mujer murió y quedóle un hijo, el cual pidió a su madre que le dejase ir de romería a una ciudad en donde había un altar de nuestra Señora que en aquella ciudad hacía muchos milagros; y la mujer, por el temor que tenía por su hijo, no le dejaba ir de romería, porque temía que los parientes del caballero al que su marido había dado muerte matasen a su hijo por el camino. El hijo dijo a su madre cuál era la cosa que ella más amaba, y su madre le dijo que no había cosa alguna que ella amase tanto como a nuestra Señora. Y entonces su hijo la reprendió, y dijo que ella no amaba a nuestra Señora más que a él, puesto que no quería que él fuese a honrar a nuestra Señora y ver los milagros que ella hacía, ni en nuestra Señora tenía esperanza de que la defendiese de las manos de sus enemigos. Y entonces la mujer dejó ir a su hijo de romería y encomendóle a su madre santa María, diciendo que ella, que es Madre de Dios, señor de los caminos, guardase y salvase a su hijo, pues a ella lo encomendaba. Ocurrió que cuando su hijo estuvo a una jornada de aquella ciudad adonde iba, sus enemigos le prendieron en el camino y le cortaron las manos y sacáronle los ojos; y el hijo fue como pudo a la iglesia y dijo a nuestra Señora que su madre había fallado en su esperanza. A la buena mujer llegó la nueva de que su hijo había sido destruido, y dijo que ella no lo creía, y fue a la iglesia y encontró a su hijo curado, que ningún mal tenía. Y entonces dijo que ella sabía bien que nuestra Señora era tan buena madre que a la esperanza de su hija no faltaría.
14. Del ejemplo de la rama cristianal
—En la salida del sol bendijo el ermitaño a Dios.
—¿Cómo fue eso, Ramón? —dijo el monje.
—Cuéntase —dijo Ramón— que un ermitaño estaba en una alta montaña, en donde alababa y contemplaba a Dios. Aquel ermitaño era hombre simple y no tenía muchas letras. Ocurrió que un judío vino a disputar con el ermitaño de la fe, el cual dijo al ermitaño que le mostrase la manera por la cual natura divina y natura humana podía ser una persona de Jesucristo sin conversión de ambas naturas, pues, si le podía mostrar la manera, él querría ser cristiano. Y entonces el ermitaño le respondió, y dijo que él era hombre simple y que no sabía muchas letras, y que aquella cuestión que él le proponía pertenecía a hombres que tuviesen muchas letras; empero, él pediría a Dios aquella noche que le revelase la manera de la encarnación; y pidió al judío que volviese al día siguiente, pues él le diría lo que le parecería y lo que Dios le hubiera revelado, pues en él tenía esperanza. Y entonces el judío se fue de la ermita; y el ermitaño pidió a Dios que le revelase la manera de la encarnación, la cual por nada entender podía, sino que comenzó a dudar de la fe, y dijo que puesto que él no entendía la manera, la quería creer. Empero, por la duda que había tenido de su fe, multiplicó tanto la dubitación de la fe en su consideración, que toda aquella noche estuvo en muy grande pasión y tentación, tanto, que no pudo dormir; y creía que la fe de los cristianos no fuese verdadera. Y entonces a Dios se quejaba, pues no le ayudaba en la tentación que tenía y porque Dios no le conocía muchas aflicciones y muchos trabajos que había sostenido por su amor. Mientras el ermitaño estaba así en tristeza, el sol salió muy resplandeciente y muy claro, y él bendijo a Dios, que había creado tan hermosa criatura; y porque bendijo a Dios en su tribulación, aquella bendición hizo bajar del cielo humildad, sabiduría y piedad, que mostraron al ermitaño la manera de la encarnación; el cual alabó a Dios y le bendijo, que se había acordado de él en sus trabajos y grandes peligros. Y cuando hubo venido el judío, le dijo estas palabras:
»“Cuéntase que sabiduría, voluntad y poder se encontraron en un hermoso vergel, que estaba plantado con muchos árboles buenos, grandes y virtuosos. Acuerdo fue tomado entre los tres de que en aquel vergel hiciesen una hermosa obra. En aquel vergel había un pequeño árbol, y la voluntad preguntó a la sabiduría si ella sabía en el poder tan grande virtud que él pudiese de aquel árbol pequeño dar natura a todos aquellos árboles del vergel que eran muy grandes, de modo que todos fuesen revestidos de la natura de aquel árbol pequeño. La sabiduría respondió a la voluntad y dijo que ella sabía que el poder tenía virtud de revestir a todos aquellos árboles del árbol pequeño, según la natura de los grandes árboles y no según la natura del pequeño. Y entonces la voluntad pidió al poder que él fuese tan grande en aquellos árboles, los cuales son bondad, grandeza, eternidad y las demás divinas dignidades, como era el saber de la sabiduría y su querer que aquel revestimiento deseaba. Y por eso la manera de la encarnación estuvo en la igualdad del poder, sabiduría y voluntad, la cual tuvieron en aquellos grandes árboles y en el árbol pequeño”.
»Y entonces el judío entendió la manera de la encarnación, y alabó y bendijo a Dios, y deseó ser cristiano, y la honra de Dios procurar siempre en la medida de su poder.
15. Del ejemplo de la rama divinal
—Dijo el fin que nada valía sin él.
—Ramón —dijo el monje—, ¿y cómo fue eso?
—Cuéntase —dijo Ramón— que en una ciudad había una gran iglesia. En aquella iglesia se reunieron muchas mujeres que eran muy nobles, y de linaje antiguo era su nobleza. Aquellas mujeres estaban ociosas en la iglesia, pues ninguna hacía ni decía aquello para lo que a la iglesia había venido, hasta que vino el fin, que se representó a ellas, a las cuales dijo que sin él nada valían, puesto que sin él ningún bien hacían. Y entonces la bondad, que era una de aquellas mujeres, dijo estas palabras: «Cuando considero mi esencia y natura, deseo que de mí se hiciera un gran bien para que fuese tan grande para obrar como para estar, pues gran achaque es para toda forma ser en vano para estar ociosa; y si no puede ser tan grande al obrar como al estar, y no lo soy, es culpa de la grandeza, que falta a la grandeza de obrar y estar; y si la forma no dura tanto para obrar como para estar, es culpa de la eternidad, que no hace durar tanto el obrar como el estar». Y eso mismo dijo del poder, que no se puede excusar de culpa si él no es tan grande por obrar como por estar, puesto que lo puede ser; y más aún, que la voluntad le ruega y la sabiduría, que sabe que él lo puede ser, y el fin, que lo requiere. Y así las demás formas, las cuales dijeron a la bondad que en la presencia del fin, así, y mucho mejor todavía, como hombre, que en presencia del fuego al que está cercano siente calor, sentía cada una de ellas aquella natura y propiedad que ella sentía en presencia del fin.
DE LOS RAMOS DEL ÁRBOL EJEMPLIFICAL
1. Del ejemplo del ramo elemental
Cuéntase que la pimienta y la calabaza se contrastaban, porque la pimienta decía que el fuego valía más que el agua, y la calabaza decía que el agua valía más que el fuego. La razón por la que la pimienta decía que el fuego vale más que el agua, era porque más se asemeja a Dios que el agua, porque el fuego, si tuviese bastante leña, multiplicaría tanto una chispa que quemaría todo el mundo; y esta natura tiene la forma del fuego para significar la producción que hay en las personas divinas, la cual consiste en infinir y en magnificar y eternizar. Esta propiedad tan grande de multiplicar no la tiene ningún elemento, sino tan sólo el fuego; y por eso es más semejante a Dios que ningún elemento. Alegaba la calabaza y decía que el agua valía más que el fuego, porque el agua multiplicaba las plantas y en ella viven los peces, y la llama del fuego destruye y consume a todas aquellas cosas que con ella participan; y además, que ninguna criatura es tan ociosa como el fuego, porque aquella natura que el fuego tiene de multiplicar su llama si tiene leña está ociosa mientras no multiplica; y porque en Dios no hay ninguna ociosidad, es el fuego más desemejante a Dios que ningún otro elemento, en cuanto está más ocioso que otro.
—Y por eso reprendió la oveja al pastor.
—¿Y cómo fue eso? —dijo la pimienta a la calabaza.
—Cuéntase —dijo la calabaza— que en un prado había ovejas, y cerca de aquel prado había un gran bosque en donde había muchos lobos, que se comían a las ovejas; y por eso las ovejas, por el gran temor que tenían de los lobos, estaban flacas en el prado, porque no osaban comer a su sabor, y lo que comían ningún provecho les hacía. Ocurrió que un pastor retó a una oveja que tenía flaco cordero, a la cual dijo que la haría castigar porque podía comer mucha hierba en el prado y tener mucha leche con la que engordase a su hijo; y la oveja reprendió al pastor, y díjole que él era ocasión de la flacura de su hijo y del sabor amargo que sentía en la hierba, porque siempre dormía y no velaba mucho por la noche, y porque no quemaba el bosque y los lobos.
2. De los proverbios del ramo vegetal
Cuéntase que en el manzano se encontraron generación y corrupción, privación y renovación. Corrupción bajaba de las cimas y generación subía a ellas, y encontraron en el medio a privación y renovación, que hablaban, acerca de la rueda de fortuna, estas palabras:
—Cuéntase —dijo privación— que una mujer era muy hermosa y pintaba su cara y guarnecía con franjas sus vestiduras y, en su cabeza, una corona de perlas y de piedras preciosos llevaba. Ocurrió un día que aquella mujer se miraba en un espejo y viose muy bella y bien adornada, y preguntó a su belleza que dónde estaría cuando ella estuviese muerta; y la belleza respondió que ella tenía posada donde los gusanos, que comerían sus ojos y su cara. Y entonces la mujer dijo estas palabras:
1. «¡Ah, Dios, que tienes belleza por acción de producido y producción! ¡Tú eres belleza de nuestra salvación!
2. »Está amar bello en bonificar, y está bello bonificar en amar, y tal estar está bello en durar.
3. »Mucho más vale bondad que esta belleza que a corrupción va.
4. »Más bella es bondad en considerar que en colores o en engalanar.
5. »Belleza que al alma matará, de nada vivo natura tendrá.
6. »Loco sería quien a belleza sirviera en cuerpo alguno que presto se pudriera.
7. »Aquella belleza no vale nada que se alberga en villana posada.
8. »Belleza que es viva e inmortal vale más que tesoro mundanal.
9. »Belleza de amigo y amado no muere si en bondad se ha aposentado.
10. »Más bella es la bondad con humildad adornada que bella luce la guirnalda en una testa bien peinada.»
Después de que la mujer hubo dicho estas palabras, rompió el cristal del espejo y dijo que ya no volvería a mirarse en él, porque tenía natura que hacía recordar a muchas mujeres bellas orgullo y lujuria. Y entonces la mujer hizo un espejo de bondad en el que a menudo se miraba; y cuando ocurría que se veía viciosa en el espejo, ella se confesaba y sus pecados lloraba y de ellos se arrepentía.
3. De los proverbios del ramo sensual
Cuéntase que los ojos fueron en peregrinación a ver a una hermosa mujer, a cuyos ojos effatus[3] manifestó que aquella mujer era buena y casta; y entonces las orejas tuvieron gran placer al oír tales palabras, y por eso hubo gran concordancia y amistad entre los ojos, las palabras y las orejas. Mientras los tres estaban en concordancia y en amistad, las orejas pidieron a effatus que dijese algunas palabras placenteras de oír, porque de palabras feas cuando las oían estaban cansadas; y los ojos pidieron a effatus que dijese hermosas palabras, porque palabras feas le avergonzaban. Y entonces effatus dijo estas palabras:
1. —¡Oh, Jesús, que en Nazaret fuiste alumbrado! Tú eres hombre deificado y eres Dios hombrificado.
2. »Jesús es hombre deificado para que Dios participado esté con todo cuanto ha creado.
3. »Jesús, por Espíritu Santo concebido, tú has por muerte en la cruz redimido al género humano, que estaba perdido.
4. »Jesús, tú has resucitado y al cielo te has elevado y juzgarás a todo hombre engendrado.
5. »Después, en tu sensualidad tendrá gloria el hombre salvado viendo tu cuerpo deificado.
6. »Jesús, por ti principalmente llegó a ser este mundo existente; por eso ha de honrarte el creyente.
7. »Jesús, que eres personalidad de hombre y de deidad, ten de nosotros gran piedad.
8. »Jesús, tengamos de nosotros dolor, porque todos estamos casi en error y exiliados de buen amor.
9.» Jesús, no nos eches a non chaler,[4] pues tú tendrías placer de que todos te pudiésemos ver.
10. »Jesús, tú eres bueno de nombrar, de entender y recordar, y eres bueno para enamorar.
Cuando effatus hubo dicho estas palabras, ella preguntó a las orejas y a los ojos si había sido obediente a sus ruegos. Y dijeron las orejas:
—¿Y qué palabras son tan dulces para mí como palabras de Jesús?
Y dijeron los ojos:
—¿Y qué palabras son tan bellas como palabras de Jesucristo?
4. Del ejemplo del ramo imaginal
—Cuéntase que visus y gustus[5] se encontraron en la imaginativa y gustus dijo a visus que mala había visto la hermosa casa.
—¿Y cómo fue eso, Ramon? —dijo el monje.
—Cuéntase —dijo Ramon— que un mercader era muy rico, y cuando llegó a la muerte dijo a su hijo que si quería construir casas no les pusiera hermoso portal, para que la belleza del portal no descubriese su riqueza. Murió el mercader y el hijo no entendió a su padre, y en las casas donde estaba había feo portal, y eran hermosas por dentro. El hijo del mercader imaginó un hermoso portal y muy grande, que hizo en las casas donde estaba; y cuando lo hubo hecho, vio que no era proporcionado a las casas, que eran demasiado pequeñas, y entonces derruyó las casas y construyó grandes casas proporcionadas al portal en belleza y en cantidad, las cuales le costaron la mitad de todo cuanto tenía, y le desviaron del arte de la mercadería; e imaginó que el señor de tan hermosas casas debía ser caballero y tener caballo y halcón y mucha compaña para que las estancias no estuviesen vacías; y así hizo mucho dispendio. Un día ocurrió que el rey pasaba por aquella calle en donde estaban aquellas casas, y por la belleza del portal quiso entrar en las casas, y cuando estuvo dentro, la belleza de las casas y la multitud le hizo imaginar tesoro, porque pensó que aquel mercader tendría muchos besantes, y entonces dijo al mercader que él le pedía que le prestase mil besantes, los cuales le tuvo que prestar contra su grado. Y por el gran dispendio que hacía y por lo que había prestado, en poco tiempo no tuvo de qué comer. Y por eso, dijo gustus a los ojos que viven para comer, que mala habían visto la belleza de las casas; y entonces los ojos dijeron al gustus que mala había visto a avaricia.
—¿Y cómo fue eso? —dijo el monje.
—Cuéntase que un príncipe era hombre muy avaro, e imaginaba siempre muchas copas de oro y de plata, y anillos y piedras preciosas, y correas y lienzos de seda y de oro y de plata; y por la gran imaginación que tenía en aquellas cosas, reunió muchas de ellas y reunió muchos besantes. Ocurrió que un rey tuvo guerra con aquel príncipe, y el príncipe, por la gran avaricia que tenía y por la antigua imaginación que tenía de reunir gran tesoro, no podía imaginar el daño que el rey le podía inferir, ni tenía caballeros que defendiesen la ciudad en la que el príncipe estaba. Y entonces vino el rey y tomó aquella ciudad y prendió al príncipe y tuvo su tesoro; a cuyo príncipe dijo que él con aquel tesoro hubiera podido restaurar la ciudad, e hizo fundir oro y ponérselo en la boca al príncipe, al cual dijo que bebiese oro puesto que tanto lo amaba. Y entonces el príncipe murió; y mientras moría, los ojos dijeron a gustus que mala había visto a la avaricia.
5. Del ejemplo del ramo humanal
Cuéntase que oración quiso subir al cielo, y el cuerpo dijo a oración que le llevase con ella. Y entonces oración dijo al cuerpo que él era demasiado pesado y que con él no podía subir; empero, tomaría de él tan sólo la imaginación, con la que imaginaría la gloria del paraíso. Y entonces oración subió al cielo con imaginación, y mientras subía se encontró por el camino con intención, que preguntó a oración a dónde iba; y oración dijo que ella subía al cielo, donde quería pedir a Dios que le diese paraíso, y llevaba a imaginación a que imaginase la gloria del paraíso y no quería estar en la tierra, que está cerca del infierno, la cual imaginación ha imaginado.
—Y por el temor que ha tenido me ha pedido que la lleve conmigo para estar en el cielo.
—Cuéntase —dijo intención— que un caballero era muy rico y honrado y bueno en armas, y amaba mucho la vanagloria del mundo. Aquel caballero tenía un hijo, y cuando llegó a la muerte dijo a su hijo que anduviese por sus caminos, que fueron de riqueza y de honra, de audacia, magnificencia y fama. Después de la muerte del caballero su hijo hizo colocar a su padre bajo la tierra, y al poco tiempo mudó a su padre de un lugar a otro, cuyo cuerpo hedía mal, tanto que no podía estar cerca de él mientras lo mudaban; y entonces imaginó cómo su padre desde gran honra había dado en gran vileza y en pobreza de amigos, porque nadie quería estar cerca de él, y la victoria que solía tener en las batallas había perdido, y las gentes no hablaban de él porque lo habían olvidado; y ninguna de las cosas que su padre había amado en él había permanecido, porque todas las perdió en el día de la muerte. Y entonces el hijo del caballero pensó dejar el mundo y vendió todo cuanto tenía, y dijo a Dios que él quería dar todo cuanto tenía a sus pobres, para que él le diese paraíso y para que le guardase de las penas del infierno. Y después, cuando hubo dado todo cuanto tenía, dijo que quería darse a sí mismo a Dios para que Dios le diese paraíso. Y entonces entró en religión, en la cual vivió mucho tiempo obediente a su superior, y cantó muchas misas, y tuvo muchas aflicciones y tribulaciones y enfermedades, y en todas fue paciente para que Dios le diese paraíso; y cuando llegó a la muerte confesó y comulgó y lloró sus pecados y pidió a Dios perdón para no tener infierno y tener gloria. El alma de aquel religioso fue al infierno, en el cual estaba eviternalmente, y tenía las grandes penas que se cuentan en el árbol eviternal.
Mucho se maravillaron oración e imaginación de lo que dijo intención, y mayormente porque Dios es justo; y entonces intención dijo a oración y a imaginación que Dios dio recto juicio en la condenación del religioso, el cual hacía el bien que hacía más por temor de infierno y por tener gloria que por la bondad y el amor de Dios.
—Porque vos, oración e imaginación —dijo intención—, no sabéis lo que el fin dijo al principio.
—¿Y cómo fue eso? —dijeron oración e imaginación.
—Cuéntase —dijo intención— que un fin blanco dijo a un principio que se vistiese de blanca color y que viniese a estar con él; y el comienzo vistióse de negra color y quiso venir al fin y con él estar; y entonces dijo el fin que dos contrarios no estaban bien en un lugar ni en el cielo dos dioses. —Y entonces conoció oración que aquel que tiene intención de hacer el bien para no tener condenación y tener salvación, desea ser dios, puesto que quiere estar en el cielo más por su amor que por el amor de Dios, y más por su bondad que por la bondad de Dios, y más por su gloria que por la gloria de Dios.
Y entonces oración dijo a imaginación que se volviera a la tierra, pues demasiado a menudo le imaginaba las penas del infierno y la gloria del paraíso; y que ella quería subir totalmente sola al cielo sin ninguna natura del cuerpo, y pedir a Dios principalmente que le diese gracia para que pudiese procurar su honra, que le pertenece según su bondad, grandeza, eternidad, poder, sabiduría y voluntad, gloria, virtud y verdad.
6. Del ejemplo del ramo moral
Cuéntase que potencia, objeto y acto fueron de romería a una iglesia que era de virtud, a la puerta de la cual estaba mayoridad, y en otra puerta estaba minoridad. Estaba mayoridad en la puerta de aquella iglesia para que los que querían entrar en ella con su voluntad tuviesen mayor virtud; y estaba minoridad en la otra para que aquellos que querían entrar en ella con su voluntad tuviesen menor virtud. Cuando potencia, objeto y acto estuvieron a la puerta de aquella iglesia y supieron las condiciones de mayoridad y minoridad, pidieron a libertad que les aconsejase si entrarían por la puerta de mayoridad o por la puerta de minoridad. Y la libertad dijo que ella no tenía oficio de aconsejar a nadie, porque ella era común a cada una de las puertas; y mientras ella se excusaba, una mujer, que se llamaba gracia, dijo estas palabras:
—Cuéntase que un hombre trabajó mucho tiempo en procurar honra a Dios, cuya honra no podía llevar a término. Un día ocurrió que él consideraba y en gran manera se maravillaba de por qué razón Dios no le ayudaba a cumplir aquel negocio que él procuraba por su amor; empero, consideró que por ventura en sí tenía algún vicio por razón del cual Dios no le daba virtud de que aquel negocio llevase a término. Y mientras así consideraba y en sí mismo aquel vicio buscaba, él se durmió y en sueños parecióle que ante él estuviese una mujer vestida cada mitad de una color: una mitad era de color blanca y la otra de negra. Aquel hombre preguntó a la mujer qué significaban aquellas colores de sus vestidos, y la mujer dijo que la color blanca significaba la voluntad de aquellos hombres que aman tanto la honra de Dios que ellos no quieren tener honra ninguna, sino que desean que toda la honra sea de Dios; y, además, significa la color blanca la voluntad de los hombres que no tienen miedo de su deshonor ni se avergüenzan de procurar el honor de Dios; y la color negra significaba la voluntad de aquellos hombres que honran a Dios para que ellos sean honrados, y tienen miedo de la vergüenza para no tener deshonor. Y entonces aquel hombre se despertó y entró a ver a este santo que está en esa iglesia, por la puerta de mayoridad, y dijo que en lo sucesivo no desearía honra para sí mismo ni tendría temor ni vergüenza de deshonor ni temería la muerte para procurar la honra de Dios. Y entonces el santo le dio unas blancas vestiduras y me pidió a mí y a mayoridad que fuésemos sus amigas en todas las cosas buenas y que le guardásemos de las malas y menos buenas: y por eso aquel hombre llevó a término y a cumplimiento el santo negocio en el cual había trabajado mucho tiempo para que Dios tuviese honra en este siglo.
Y cuando potencia, objeto y acto hubieron oído estas palabras, entraron por la puerta de mayoridad, y rogaron al santo diciendo estas palabras:
—Señor don Santo —dijo amatividad—, si os pluguiere quisiera amaros con la mayor mayoridad de mi poder, mi sabiduría y querer, puesto que vos sois amable con mayoridad de posibilidad, intelectividad y amabilidad, para que entre vos y yo haya amor vestido de mayoridad, extensa en grandeza de bondad, duración, poder, sabiduría y voluntad, gloria, virtud y verdad. —Y entonces el santo dio a los tres lo que le pedían, y dijo a gracia y a mayoridad que le acompañasen y que por la puerta de minoridad no pasasen.
7. De los proverbios del ramo imperial
Cuéntase que un rey, el día que tomó la corona, preguntó a su consejo cuáles eran las condiciones que un rey debía tener al reinar; y su consejo respondió, y dijo que entre las demás condiciones que un rey debía tener, debía tener siete condiciones principales, a saber, justicia, sabiduría, caridad, poder, temor, honor, libertad. Y entonces el rey, en presencia de su pueblo, preguntó si ellos consentían y otorgaban que un rey debiese tener aquellas condiciones, y todos a coro suplicaron al rey que él tuviese aquellas siete condiciones, pues sin ellas ningún rey podía regir bien a su pueblo. Y entonces el rey respondió, y dijo que él quería tener aquellas condiciones, y pidió a su pueblo que fuese enemigo de cualquiera que le aconsejase cosa alguna que fuese contraria a aquellas condiciones; y el pueblo lo otorgó, y se hizo carta entre el rey y el pueblo de aquella decisión. Y por eso el rey tomó aquellas condiciones del Libro de los cien nombres de Dios,[6] y lo mandó escribir en la puerta de su palacio para que si alguien quería pedir algo contrario a aquellas condiciones tuviese miedo del rey y de su pueblo. Y de este modo el rey tuvo libertad al reinar y al ser bueno y amigo de su pueblo; y cuando alguno le pedía cosa contraria a aquellas condiciones, él le hacía que las leyera, escritas en las puertas del palacio, y les hacía arrepentir a esos tales de los ruegos que le dirigían, o morir de mala muerte. Aquellas condiciones son éstas:
a) De justicia
1. ¡Oh, Dios, que eres juicio verdadero! Si mi flaqueza recordar quiero, por el temor y el pesar me altero.
2. Es Dios justo con su poder y su voluntad y saber, que lo tienen tanto como quieren tener.
3. Tanto da Dios de bonificar lo bonificado a bondad como de amar a voluntad.
4. Si Dios estuviera en sí ocioso, no sería justo a glorioso ni a poder de poderoso.
5. Justo es Dios al juzgar y justo es al perdonar y justo al ambos igualar.
6. Si Dios no se hubiese en hombre encarnado, no sería justo en tan sumo grado de creador en ente creado.
7. Justicia aporta humildad, misericordia y piedad, y al hombre hace enamorar.
8. El que a sí mismo quiere juzgar, muy cerca está de perdonar y se halla en vía de salvar.
9. Más vale, al hombre, justo recordar, justo amar, justo pensar, que vale el oro o el honrar.
10. A justicia me doy y me encomiendo que de mí haga según su ordenamiento y a ella perdón requiero.
11. De justicia y piedad han hecho gran sociedad merced y buena voluntad.
b) De sabiduría
1. ¡Oh, Dios, que eres sabiduría y saber! Te querría amar y en mucho tener lo que mi voluntad puede querer.
2. Dios es todo su puro entendimiento y por eso todo cuanto se entiende tanto es cuanto su estamento.
3. Porque Dios entiende grandeza en su bondad, por eso entiende bonificabilidad, que es bien y grande inteligibilidad.
4. Entiende Dios que por sí es entendido, y entiende que el entendido personado ha sido, para que en él su entender sea extendido.
5. En entender no puede haber intención si entre entendimiento y entendido no hay distinción para que fin de entender sea con perfección.
6. Si por entender nada se hubiera seguido, bondad no habría de entendedor y entendido, y el bien en ignorancia estaría sumido.
7. Al entender por distinción le conviene estar, para que en él pueda haber concordar, por el cual esté lejos de contrariar.
8. Aquel hombre que es deificado mayor inteligibilidad del bien ha alcanzado que de todo el remanente que es creado.
9. Para que Dios por el hombre fuese muy entendido, de natura humana luego se ha revestido; más que nada, pues, debe ser entendido.
10. Tan grande es en Dios la inteligibilidad, como es grande su intelectividad, pues juntas igualan grandeza y bondad.
c) De amor
1. ¡Oh, Dios, que estás en voluntad y amor!, acuérdate de tu servidor que tanto como puede procura por tu honor.
2. Así tiene Dios grandeza en voluntad de amante, amable y amado, como en magnificente, magnificar, magnificado.
3. Porque voluntad vale más por amar que por su desamar, en Dios el desamar no puede estar.
4. Grandeza es de verdad que en ella sea amado verificante, verificar, verificado.
5. Así como sabiduría tiene cumplimiento en saber, bondad, grandeza, eternidad y poder, tiene cumplimiento voluntad cuando los puede querer.
6. Tanto ha querido Dios al hombre amar para que nos pudiese enamorar que al hombre se ha querido dar.
7. Quien en voluntad sabe concordar natura de amante, amable y amar, de todo vicio se sabe a sí mismo guardar.
8. Más vale en voluntad buen amar y por amistad buen recordar que todo el bien que el sentido puede abarcar.
9. Aquel que bien sabe de voluntad usar, por nada se puede engañar ni de ningún bien puede escasear.
10. Ninguno puede más dar que aquel que da su amar sin intención de pecar.
d) De poder
1. ¡Oh, Dios, que eres poder poderoso! Ya no serías Dios glorioso si el poder en ti estuviera ocioso.
2. Poder que pueda de bondad, de infinidad y eternidad, no tiene término ni cantidad.
3. Poder que no puede comenzar de comienzo bonificar, no puede a bondad bastar.
4. Poder, saber y voluntad son en Dios una deidad donde se ha podido deificar.
5. Como en el poder haya posificar, si en deidad no hubiese deificar, el poder no podría en Dios estar.
6. Poder que está espiritual puede sobre poder sensual, porque él puede sobre natural.
7. Más vale poder que es de amar que de ver y de imaginar; por más caro el hombre lo ha de reputar.
8. Poder vale más en crianza de buen querer y buena remembranza que oro y plata en la balanza.
9. Dios tanto como pudo se quiso dar a nuestro entender y amar, y por eso quísose encarnar.
10. El poder que Dios ha querido dar por el sacramento del altar, ¿quién lo podría estimar?
e) De temor
1. Porque Dios es todo amor, no puede en él haber temor; porque de nada tiene pavor.
2. No puede ser mayor señor aquel que tiene de algo pavor, pues el pavor es de ente menor.
3. Temor es consecuencia de amor, como el temor es de bueno y verdadero servidor que tema falta de su honrado señor.
4. Más vale que el hombre tenga temor que no falte en su señor que temer pena o dolor.
5. Hombre que teme a Dios ver deshonrar, tiene temor de gran felicidad, y lleno está de lealtad.
6. No teme a Dios quien no le hace honor, y quien no le teme no le tributa honor, sino que está lleno de gran deshonor.
7. Tanto vale temor por bondad como por posibilidad; en el amado iguales están.
8. Tanto debe el hombre temer juzgar como amar el perdonar, pues iguales están en amar.
9. Temor hace al hombre conocedor y lo multiplica en amador y lo guarda del error.
10. Temor vale más en sanidad que en enfermedad, pues hay en ella más libertad.
f) De honra
1. Dios es honorable con honrar y no con culpa y con maldad con la que tantos le piensan honrar.
2. El hombre ha de honrar a Dios en su pensar, con virtud de entender y de amar, y de humildad y de recordar.
3. No honra a Dios aquel que lo nombra cantando y va pensando en viles hechos que está deseando.
4. Quien por menudo quiere a Dios jurar y jurando quiere perjurar, no sabe el nombre de Dios honrar.
5. ¡Ay, a cuántos en este mundo Dios ha honrado que en su saber y voluntad lo tienen deshonrado!
6. A Dios pertenece tal honor, que de todos sea el mayor, esto es, que el hombre muera por su amor.
7. Es contra Dios muy malvado quien lo ama menos que al pecado, que de toda bondad está despojado.
8. Más vale por Dios hacerse honrar que honras de hombres conquistar que en nada vendrán a dar.
9. Quien quisiera a Dios honrar a menudo debería recordar el honor que nos hizo por encarnar.
10. Aquel que podría por todo el mundo a Dios honrar, si no lo hace en gran pavor debiera estar, pues cuando llegue el juicio no se podrá excusar.
g) De libertad
1. Franco es Dios en su estar, y es franco en su obrar con posificante, posificable y posificar.
2. Poder franco tiene Dios en su gran bondad de bonificante, bonificado y bonificar, y lo mismo en infinidad y eternidad.
3. Dios es más franco en su poder que el hombre en su querer; su libertad ¿quién la podría saber?
4. Es franco Dios en infinir, en eternizar y cumplir; a Dios nada puede contradecir.
5. Más vale franqueza en querer, en recordar y en saber, que en reinar o en tener.
6. Franco en virtud por Dios el hombre fue creado, mas en siervo ha parado porque a conocerse no ha acertado.
7. Todo hombre puede libertad tener en amar a Dios y en Dios gran bien establecer, pues Dios no fuerza ningún querer.
8. Hombre que es siervo de pecado en voluntad no se halla franco, pues justicia lo ha encarcelado.
9. Ni el hombre es con virtud esclavo, ni libre hombre ha caído en pecado si a conocerse ha acertado.
10. Más vale servidumbre con tortura, si hallarse en ella es de alma justa, que libertad con galanura.
8. Del ejemplo del ramo apostolical
Cuéntase que voluntad y entendimiento estaban en un vergel y hablaban de Dios y de sus obras; y el entendimiento dijo a la voluntad que él valía más que ella, porque él le pasaba el entender sobre la sensitiva y la imaginativa:
—Sobre la sensitiva, cuando el gusto enfermo siente amargura en la manzana dulce y juzga que la manzana es amarga, y yo entiendo que es dulce; sobre la imaginativa, cuando imagina que el ángel al moverse de un lugar a otro imagina que pasa por medio, y yo entiendo sobre su imaginar, en cuanto entiendo que no pasa por medio el ángel según su natura y pasa por medio según la natura del lugar que la imaginación imagina.
Respondió la voluntad, y dijo que ella subía de semejante manera sobre la sensitiva y la imaginativa, e incluso sobre sí misma:
—Sobre la sensitiva, como el hombre que tiene hambre, y yo quiero que ayune; sobre la imaginativa, como el hombre que imagina deleite carnal, y yo hago a la imaginativa imaginar lo contrario; subo sobre mí misma, en cuanto amo más a Dios que a mí misma y más trabajo por su honra que por la mía.
Y entonces respondió el entendimiento, y dijo que él subía sobre sí mismo a Dios en cuanto se mortificaba a sí mismo, creyendo de Dios lo que no entendía para honrar a Dios, y que en aquel grado tanto como ella valía.
9. Ejemplo del ramo celestial
Cuéntase que don Saturno y don Júpiter pidieron al Sol que dijese a Dios que ellos le pedían que pusiese medio entre ellos, pues complexiones contrarias no podían tener reposo; y el Sol dijo que ellos no sabían lo que Dios respondió al ermitaño.
—¿Y cómo fue eso? —dijeron don Saturno y don Júpiter.
—Cuéntase —dijo el Sol— que un ermitaño estaba en una montaña, y tenía muchas tentaciones y pedía a Dios todo el día que aquellas tentaciones le quitase, pues demasiado le trabajaban. Y Dios díjole que aquellas tentaciones le eran buenas; pues cuando era tentado por lujuria él recordaba y amaba castidad, y cuando era tentado por dormir él recordaba y amaba oración, y cuando era tentado por orgullo él recordaba su vileza y las muchas faltas que había cometido y el vil lugar en donde había nacido y la vil morada en la que debía estar su cuerpo bajo la tierra, en el cual comerían los gusanos. Y por eso a aquel ermitaño las tentaciones que tenía le incitaban y le movían a hacer el bien y a que no estuviese ocioso y a que hiciese siempre lo contrario de aquellas tentaciones; y por eso aquel ermitaño era hombre justo y ganaba siempre grandes méritos por las buenas obras que hacía y porque muchas malas tentaciones vencía.
10. Del ejemplo del ramo angelical
Cuéntase que en una iglesia catedral había obispo que era hombre necio, y no sabía bien predicar ni reprender a los canónigos por el mal que hacían, pues no conocía sus faltas; y los canónigos deseaban que aquel obispo muriese y que tuviesen un obispo sabio que supiese bien predicar y conociese sus bondades. Ocurrió que aquel obispo murió, y tuvieron un obispo sabio que bien predicaba y las faltas que tenían conocía y reprendía, tanto que a diario les tenía en trabajos. Ocurrió un día que los canónigos pidieron consejo a un canónigo viejo sobre qué debían hacer con aquel obispo, pues no podían sufrir los trabajos que les daba; y el canónigo dijo que hiciesen lo que hace el buen ángel.
—¿Y qué hace el buen ángel? —dijeron los canónigos.
Respondió el canónigo:
—El buen ángel mezcla sus ramos y mézclalos en concordancia. Y por eso si vosotros mezcláis el deseo que vosotros teníais cuando el otro obispo vivía con lo que de este obispo conocéis, y la mezcla es concorde, tendréis con él reposo, pues él es bueno, y os conocerá por buenos y amaros ha como buenos; mas si él es bueno y sabio, y vosotros malos, y queréis que él sea sabio, vosotros mismos sois ocasión de vuestro trabajo.
11. Del ejemplo del ramo eviternal
Cuéntase que un prelado había cometido un pecado mortal muy vergonzoso de confesar, y un príncipe estaba en pecado de lujuria. Ocurrió que ambos, el príncipe y el prelado, hablaban de confesión, y el prelado preguntó al príncipe si él se confesaba. El príncipe dijo que él deseaba verdadera confesión, la cual no podía tener, porque cuando le venía en voluntad confesarse, consideraba que él no dejaría aquel pecado por la confesión, y por eso no se quería confesar, porque decía que confesión no vale nada sin contrición y satisfacción. El prelado dijo al príncipe que no por eso dejase de confesar, pues aunque no valiese aquella confesión en cuanto a salvación, valía en cuanto al cuerpo y en cuanto al alma, porque pasión tenía el cuerpo, y el alma tenía vergüenza y usaba de la confesión; y, además, recordaba el alma las penas del infierno, de las cuales le inspiraba miedo su confesor; y por eso era ocasión de bien su confesión. Ocurrió que el príncipe siguió al prelado en el consejo que le había dado, y por la frecuentación que el príncipe hacía de la confesión, acostumbróse a tener contrición e imaginar las penas eviternales; y tanto, que el príncipe resolvió un día que él quería vencerse a sí mismo confesándose verdaderamente, puesto que tantas veces se había confesado falsamente. Y entonces confesóse con intención de no volver al pecado de lujuria, y después de la confesión sintióse confirmado en vía de castidad; y entonces alabó y bendijo la misericordia de Dios que le había recordado. Ocurrió que al cabo de algún tiempo el prelado preguntó al príncipe si se había confesado, y el príncipe le contó lo que le había ocurrido por su consejo; y entonces el prelado tuvo gran placer de que el príncipe lo hubiese seguido. Ocurrió que el prelado se maravilló en gran manera de cómo podía ser que él supiese aconsejar a otro y no a sí mismo, y amaba más el bien del príncipe que su propio bien, pues el bien del príncipe amaba, y de su pecado mortal, en el que estaba, no se entristecía; y entonces resolvió vencerse a sí mismo, y, pues que a otro sabía aconsejar, aconsejarse a sí mismo. Y entonces preguntó al príncipe qué era peor: estar eviternalmente en el fuego, o pasar vergüenza un día; y el príncipe dijo que no era gran cuestión, y no había menester respuesta. Y entonces el prelado se dijo a sí mismo que quería seguir el parecer del príncipe, pues el príncipe había seguido el suyo, y vencerse a sí mismo con su consejo, puesto que con su consejo a otro había vencido, y alegrarse tanto de su bien como del bien de su prójimo. Y entonces el prelado se confesó de aquel pecado muy vergonzoso en el cual mucho tiempo había estado y nunca de él se había confesado; y después de la confesión lloró su pecado y fue hombre justo de santa vida.
12. Del ejemplo del ramo maternal
Cuéntase que misericordia, esperanza, piedad, advocación, humildad y virginidad se encontraron en la voluntad, la cual les dijo que mucho se agradaba de su compañía, y pidióles que de ella no se separasen; y las seis mujeres respondieron a voluntad que ellas estarían con ella si no las tenía ociosas ni amaba a su contrario, pues por la ociosidad de misericordia se sigue mucho mal, y lo mismo respecto a ociosidad de esperanza, piedad, advocación y humildad; y, además, que virginidad es espejo de las doncellas vírgenes, esposas de Jesucristo, en el cual ven las hechuras y bellezas de nuestra Señora y sus vestiduras blancas. Respondió voluntad que ella se quería dar toda a sus obras por amor de nuestra Señora, y no quería ser como el poder de un príncipe.
—¿Y cómo fue eso? —dijeron las seis mujeres.
—Cuéntase —dijo la voluntad— que un príncipe muy poderoso de hacer el bien y esquivar el mal, después de la muerte de su padre pensó deleitar su cuerpo tanto como pudiese en cazar, recrearse, comer, y en los demás deleites que el cuerpo requiere; y mientras así usaba de su gran poder que tenía, ocioso estaba, y en el reino mucho mal se hacía por su ociosidad. Y entonces dijo el poder al rey que, puesto que él le tenía ocioso en bien, no quería estar ocioso en mal. Y entonces el rey con todo el poder de su reino y de su persona hizo guerra contra un rey, al cual quitó su tierra y mató muchas personas e hizo mucho mal, del cual deberá rendir cuentas en el día del juicio todo su poder, que lo tenía de hacer bien y esquivar el mal.
13. Del ejemplo del ramo cristinal
Cuéntase que un hombre pecador imaginaba a menudo sus grandes pecados y la gran justicia de Dios, y por eso tenía gran pavor de las penas infernales. Aquel pecador pidió a la misericordia de Dios consejo, porque por el gran pavor que tenía de las penas del infierno y porque a menudo recordaba la gran justicia de Dios estaba siempre triste su alma y no se podía alegrar en la bondad de Dios ni servirle, ni caridad a Dios ni a su prójimo podía tener; y así estaba casi desesperado de Dios. Y entonces la misericordia dijo a aquel pecador que él la recordase tanto como recordaba la justicia de Dios en grandeza de bondad, poder, sabiduría y voluntad, y que amase más a Dios que a sí mismo, siendo así que Dios es más amable que él, y tanto más amable cuanto que es más bueno que el hombre; y, además, que juzgase que él debía ser condenado puesto que había pecado mortalmente.
Y eso aconsejaba la misericordia de Dios para que la justicia no condenase al pecador ni le hiciese entuerto, al cual haría entuerto si él se juzgaba. Y entonces el pecador dijo a misericordia que él había hecho muchas veces lo que ella le aconsejaba, mas no podía encontrar en sí natura por la cual pudiese amar condenación de sí mismo y amar el juicio de Dios en él; y así pensaba que aquel juicio que hacía de sí mismo nada valía puesto que no lo amaba verdaderamente, sino fictamente. Y entonces la misericordia dijo que él estaba engañado y por el demonio tentado, y no conocía el punto trascendente[7] al cual sube la voluntad del hombre justo a pasión y trabajo cuando ama a Dios más que a sí misma, amando lo que Dios de ella querrá juzgar, en cuyo amar tiene la voluntad pasión en cuanto ama condenación puesto que Dios se la quiere dar.
—Y por eso tal amar en mí no se puede fatigar ni de justicia, mi hermana, ha de tener pavor, pues él nada hace contra juzgar ni contra punto trascendente de amar. Y tú, pecador —dijo la misericordia de Dios—, debes tomar ejemplo en la naturaleza humana de Jesucristo, que se juzgó en la cruz para ser crucificado y muerto para poder honrar a la naturaleza divina. Ama tú, pues, todo lo que Dios de ti quiera obrar y ordenar, y deja después estar tu hecho entre Dios y yo, y envíame tu esperanza para que de ti me haga memoria y estate en buen consuelo y no temas que Dios te haga entuerto, porque si te lo hiciese a ti, lo haría a mí y a la esperanza, y haría lo que nunca hizo.
14. Del ejemplo del ramo divinal
Cuéntase que dar y tomar se encontraron en bondad, a los cuales preguntó bondad qué querían. Y respondió dar que él era mensajero de largueza, y había venido para anunciar a los hombres que largueza quería dar bondad si ellos tomarla querían; y tomar dijo a bondad que él era mensajero de necesidad, y había venido para anunciar a los hombres que tomasen bondad si largueza la quería dar. Y entonces dijo bondad que a ella placía la venida de los mensajeros y la voluntad de los hombres, bajo la condición de que largueza pudiese dar tanta como los hombres pudiesen tomar, y los hombres tomasen tanta como pudiesen tomar. Y entonces largueza dio bondad de bondad a bondad, para que bondad fuese pagada y con ella se quedasen dar y tomar; cuya bondad estuvo alegre del dar y el tomar; y dijo a largueza estas palabras:
—Quien me quisiera dar a mí que no me quisiera tomar, no sabría de mí usar en dar ni en tomar, y haríame a mí ociosa estar y al poder, mi hermano, que puede tanto dar como tomar en amar y en entender.
DE LAS HOJAS DEL ÁRBOL EJEMPLIFICAL
1. Del ejemplo de cantidad elemental
Cuéntase que la sabiduría y justicia de Dios se encontraron en un hombre. La sabiduría quiso a aquel hombre predestinar y la justicia lo quiso juzgar, y la cantidad de aquel hombre dijo a la sabiduría y a la justicia que ella quería ser igualmente de ambas, puesto que ambas igualmente son Dios su creador. Empero, no podía entender que su querer se pudiese cumplir; porque, si aquel hombre estaba predestinado, no podía entender que tanto tuviese en ella la justicia como la sabiduría, y si el hombre estaba juzgado, no podía entender que la sabiduría tuviese tanto en aquel hombre como la justicia. Y entonces la sabiduría y la justicia respondieron a la cantidad de aquel hombre que ella debía ser de ambas igualmente; mas no podía saber la manera según la cual era igualmente de ambas sino por punto trascendente al cual subiesen el humano entendimiento y la voluntad según su natura, y que aquella manera entendiesen y amasen según la natura divina y la igual compañía que tienen en las criaturas, sin que una haga entuerto a la otra, sino que tienen concordancia en igual posesión, en tanto que la sabiduría puede a aquel hombre predestinar y la justicia lo puede juzgar, y el poder puede cumplir el predestinar y el juzgar. Y entonces la cantidad según su natura se maravilló de lo que la justicia y la sabiduría decían, y en la natura y concordancia de ellas suponía que verdad decían, y aquella verdad creía y amaba. Y cuando ocurría que dudaba de ella, entendía que a una u otra entuerto hacía, y que de una más que de otra ser quería; y entonces de aquel entuerto se arrepentía y merced pedía.
2. Del ejemplo de calidad vegetal
Cuéntase que un hombre fue a mear bajo un almendro. Aquel almendro había echado una flor que era hermosa y blanca en un lugar feo y sucio y que hedía; y por eso la flor se quejó a aquel hombre del almendro, porque la había derribado del lugar alto al bajo, y a ella, que era hermosa y blanca y que bien olía, la había echado en lugar negro y hediondo; y el hombre dijo que ella no sabía lo que había dicho el cerdo a la manzana.
—¿Y cómo fue eso? —dijo la flor.
—Cuéntase que un manzano había hecho una hermosa manzana a la cual había dado muy buena color y buen sabor y olor. Ocurrió que cuando la manzana estuvo madura el manzano dejó caer la manzana al suelo porque quería estar en él, y cuando estuvo en el suelo vino un cerdo, que era feo y negro y hedía, porque de una gran suciedad había salido, y tomó la manzana; y, mientras la comía, la manzana del manzano y del cerdo que la comía se quejaba, cuyo cerdo dijo a la manzana estas palabras:
»“Cuéntase que el calor, la humedad, la frialdad y la sequedad se encontraron en las cerezas, y dijeron que en ellas querían estar porque eran hermosas y están en grandes árboles. Mientras estaban en aquellas cerezas y vieron que no podían sacar más provecho ni ascender en grandeza de bondad y virtud, tomaron acuerdo de que se apartarían de las cerezas que habían caído al suelo, las cuales comía una cerda y sus hijos, pues más valían en las sustancias animadas, aunque no son tan hermosas, que en las sustancias que son solamente vegetadas”.
»Y por razón de esta mayor bondad, tú, manzana, tenías apetito y deseo de bajar de los lugares altos a los bajos; por lo que de mí no te puedes quejar, ni del manzano.
3. Del ejemplo de relación sensual
Cuéntase que la relación de la potencia y del objeto y del acto buscó gran bondad en los ojos y no la pudo encontrar, pues los ojos no ven de noche y ven muchas cosas malas. Y porque deseaba encontrar gran bondad y no la encontró en los ojos, buscóla en las orejas, en las cuales no la encontró, porque las orejas no oyen de noche mientras los hombres duermen, y a veces oyen muchas cosas malas. Y después fue a buscar gran bondad en la nariz, en la cual no la encontró, porque ella siente los hedores y por ella pasan los hedores dentro y salen fuera. Al gusto se fue relación y pensó encontrar gran bondad, en el cual no la encontró, pues él se cansa de comer. Después fue al tacto, donde pensó encontrar gran bondad, en el cual no la encontró, porque él siente dolor, calor y frialdad que hacen a los hombres daño. A effatus fue para poder encontrar ahí gran bondad, la cual no encontró, pues muchas veces mentía y las mentiras que decía eran malas.
Mucho se maravilló relación porque no podía encontrar gran bondad en el cuerpo, y fue a buscarla en una hermosa mansión, en donde no la encontró, porque el señor de aquella mansión había muerto aquel día; y buscó gran bondad en las riquezas de aquel nombre; no la encontró en ellas, porque el señor de la mansión las había perdido; y fue a buscar gran bondad en los amigos de aquel hombre muerto y no la encontró, porque habían olvidado a aquel hombre, que mucho les había amado y por él gran bien habían tenido. Mientras así relación iba a buscar gran bondad de un lugar a otro, encontró a un hombre que huía de honor, al cual preguntó dónde podría encontrar gran bondad; y aquél le dijo que él no sabía dónde la pudiese encontrar, puesto que él no la había encontrado en el honor de este mundo, que por tantos hombres es amado.
—¿Y cómo fue eso? —dijo relación.
—Relación —dijo el hombre—, muchas veces había deseado poder encontrar gran bondad y con ella poder estar y participar, y pensé que en aquellas cosas la podría encontrar que los hombres desean tener y por las que más trabajan, cuya cosa es el honor de este mundo; y cuando llegué al honor y pensé en él encontrar gran bondad y utilidad, encontré en él a aquellos que el honor de este mundo aman y tienen, y aquel tan grande trabajo no me dejaba dormir, ni reposar, ni tener ningún bien; sino que el honor de este mundo me ha cargado tanto de culpas y de pecados que apenas los puedo llevar a cuestas, y en tan grande enemistad me ha puesto con muchos hombres, que, dondequiera que vaya, voy en peligro de muerte, porque quería ser más honrado que ellos; y por eso huyo de honor y no lo quiero tener ni pizca, y que sea de quien lo quiera, porque no está en él el bien que el hombre piensa.
Y entonces relación no buscó gran bondad en este mundo, y buscóla en el otro, en las sustancias espirituales y en Dios, en el cual cumplidamente lo encontró y con ella estuvo y se quedó.
4. Del ejemplo de acción y pasión imaginal
Cuéntase que un hombre pecador, que mucho tiempo había estado en pecado mortal, cazaba y súbitamente tomó una liebre en su lazo; y entonces él imaginó la pasión que aquella liebre tuvo al morir, porque oía que la liebre muy fuertemente se quejaba y el lebrel sus huesos rompía y quebrantaba sin que la liebre del lebrel defenderse pudiera. Y por aquella imaginación que tuvo de la pasión de la liebre, imaginó la pasión que tienen los pecadores en el infierno y la acción que los demonios tienen sobre ellos al hacer daño. Y entonces le vino voluntad de salir de aquel pecado mortal en el que mucho tiempo había estado; y cuando quiso tomar penitencia, imaginó que la misericordia de Dios era grande, y resolvió que en el punto de su muerte él se confesaría y saldría de aquel pecado; y entonces permaneció en el pecado. Empero, a diario le remordía la conciencia por la imaginación que de la liebre había tenido; y porque la conciencia le daba gran trabajo, quería dejar el pecado, y cuando quería ir a la confesión recordaba la gran misericordia de Dios y estaba obstinado como estar solía. Por lo que aquel hombre resolvió que sin vacilar elegiría una de las dos partes, pues no podía sufrir el trabajo en el que estaba, y resolvió no imaginar las penas que los pecadores tienen en el infierno o no tener esperanza en la misericordia de Dios. Y entonces fue a un sabio religioso, al cual pidió consejo, y al cual contó el trabajo en que estaba; y el sabio dijo a aquel hombre que subiese a una torre muy alta y que se pusiese sobre un pie en lo alto del muro. Aquel hombre pecador subió a la torre y quiso hacer lo que aquel sabio le había aconsejado, mas, por la imaginación que imaginaba el peligro de la muerte, no osó hacer lo que el sabio le aconsejaba. Y entonces el sabio le dijo cuál era mayor peligro: caer de la torre al suelo, o caer de esta vida al infierno. Y entonces el pecador multiplicó tan fuertemente la imaginación en imaginar las penas del infierno, que por el gran pavor que tuvo de las pasiones del infierno se confesó, y en la misericordia de Dios esperó, y del pecado en que estaba salió e hizo satisfacción y santa vida por la gracia de Dios.
5. Del ejemplo del hábito humanal
Cuéntase que belleza y bondad vinieron a estar en una mujer, y belleza estuvo en el cuerpo y bondad en el alma; y por estos dos hábitos con los cuales la mujer estaba vestida, tenía gran fama aquella mujer en la ciudad, porque a menudo hablaban de su belleza y bondad. Aquella mujer tenía marido que era feo y hombre mal acostumbrado; y por eso la belleza de la mujer se quejó a la bondad de la mujer de la fealdad del marido, porque no le placía participar con su contrario; y la bondad de la mujer dijo a la belleza que ella no sabía los reproches que se habían hecho la llama y el aceite en la lámpara.
—¿Y cómo fue eso? —dijo belleza.
—Cuéntase —dijo bondad— que en una habitación había una lámpara que ardía todas las noches, y la llama iluminaba aquella habitación en la que estaban pintados un hombre y un demonio; y el hombre iba vestido con blancas vestiduras y tenía muy hermosa figura, y el demonio con negras vestiduras y estaba hecho con muy fea figura. Y entonces la llama tenía gran placer al mostrar aquellas dos figuras, pues por la fea figura del demonio y las negras vestiduras, alababan las gentes la belleza de la figura del hombre y la blancura de sus vestiduras. Mientras la llama se vanagloriaba de la buena obra que hacía, el aceite se quejó de la llama que lo consumía, y dijo que él no quería tener pasión para que la llama tuviera delectación; y la llama dijo al aceite que él sin pasión y trabajo no podía participar en la buena obra que ella hacía. —Y entonces belleza se tuvo por bastante informada con el buen ejemplo que contó bondad.
6. Del ejemplo del situs[8] moral
Cuéntase que en una fiesta un príncipe estaba sentado en su trono e iba vestido de oro y de seda, y en su cabeza una corona de oro y de piedras preciosas, y en su mano un cetro de oro, y ante aquel rey estaban muchas gentes que decían que el rey estaba sentado muy noblemente en el trono y bien significaba su situación nobleza de rey; empero, en el alma de ellos estaba muy mal situado, porque ninguno le amaba, sino que deseaban su muerte por las malas obras que hacía, porque era hombre muy vicioso y muy mal acostumbrado y enemigo de virtudes. Mientras el rey así estaba sentado, su cuerpo dijo al alma del rey:
—Alma amiga, alégrate de mi honra. —Y el alma respondió, y dijo a los ojos de aquel cuerpo que se alegrasen de aquella honra del cuerpo, y que las orejas llorasen por el deshonor que el rey tenía en las palabras de las gentes, que decían mucho mal del rey, que en aquellas palabras estaba más deshonrado que en el trono honrado. Y entonces rieron los ojos y lloraron las orejas, y el alma consideró que aquel cuerpo no podía vivir mucho tiempo.
7. Del ejemplo del tiempo imperial
Cuéntase que un príncipe tenía una hija, a la que mucho amaba, porque no tenía otro hijo o hija sino ella, ni creía que hubiese de tener otros. El rey dijo a su hija que él le quería dar marido y después de su muerte quería que su marido fuese rey. La doncella dijo a su padre que ella no quería marido, porque deseaba siempre ser virgen en gloria en la presencia de nuestra Señora, a la cual quería asemejarse en algo, para que nuestra Señora por aquella semejanza más la amase. El padre reprendió a su hija, y dijo que él quería que de su linaje quedase un rey en aquel reino que fuese hijo de su hija, y así sucesivamente de un rey a otro hasta el fin del mundo. Y entonces la doncella pidió a su padre que le dijese verdad acerca de una pregunta que ella le quería hacer; y el rey dijo que así lo haría. Entonces la doncella dijo a su padre si él creía que más reyes hubiese malos que buenos; y el rey dijo que más creía que hubiese reyes malos en su tiempo que buenos; y también en el tiempo pasado, en el que según la fama hay más malos reyes que buenos.
—Pregunto también —dijo la doncella— si vos creéis que en vuestro pueblo haya más hombres malos que buenos.
Y el rey dijo que más hombres había malos en su reino que buenos.
—También os pregunto, señor rey —dijo la doncella—, si vos creéis haber causado más pesares a Dios que placeres.
Y el rey dijo a su hija que él había hecho más mal que bien. Y entonces la doncella dijo que, según la respuesta que le había dado, él no debía querer que de su cuerpo saliesen hombres que fuesen más malos que buenos, cuyos malos hombres hiciesen pesar a Dios y fuesen a estar en fuego perdurable, y en él a blasfemar de Dios y de aquel linaje del que habían salido y derivado. Y entonces el rey, que era hombre pecador, por las palabras que le había dicho su hija, tuvo de sus pecados contrición, por los cuales dio satisfacción y fue hombre santo y de buena vida.
8. Del ejemplo del lugar apostolical
Cuéntase que poder, sabiduría y voluntad pidieron a igualdad que fuese con ellas en compañía, porque ellas querían ir a un lugar donde pudiesen tener iguales obras, e igualdad consintió a sus ruegos; y mientras iban buscando el lugar donde pudiesen tener iguales obras, encontraron a bondad, en la cual se pusieron, y dijo voluntad que ella quería amar a bondad con todo su ser, y sabiduría dijo que ella quería saber bondad con todo su ser, y poder dijo que él quería posificar a bondad con todo su ser, e igualdad dijo que igualmente quería que bondad fuese amada, sabida y posificada con la condición de que bondad igualmente bonificase a poder, sabiduría y voluntad; y bondad dijo que de ello se tenía por pagada.
Y entonces dijo el monje a Ramon que le contase la manera, y Ramon dijo que la manera consistía en que las cinco mujeres fuesen por una manera un agente, el cual fuese poder, sabiduría, voluntad, igualdad y bondad, y que por otra manera fuesen un agible, y que de ambos saliese un obrar que fuese todas las mujeres. Y por eso el monje entendió la manera sustentada en la igualdad de bonificar posificar, entender y amar, e igualar; mas no podía entender que aquella manera pudiese existir sin lugar de continente y de contenido, que en aquella manera estar no podía. Y entonces Ramon dijo al monje estas palabras:
—Cuéntase que el fuego, el aire, el agua y la tierra quisieron ir de romería y llegar a un lugar en el cual significasen obra que no está en lugar de continente y contenido, y entonces entraron en la manzana, que es de los cuatro sin que ella esté contenida ni que ellos estén fuera, ni ella está fuera y ellos dentro. Y mientras ellos hacían esta significación, encontraron a la memoria y al entendimiento y a la voluntad, que estaban en el alma, en la cual más fuertemente se hacía la significación. Y por eso —dijo Ramon al monje—, que puesto que el alma significaba más fuertemente la interioridad que unas formas divinas tienen en las otras sin terminación de continente y contenido que los cuatro elementos en la manzana, ¡cuánto más aquella natura que está más arriba que el alma y más lejos de lugar, significa más fuertemente interioridad de una forma en otra sin existencia de continente y contenido!
9. Del ejemplo de cantidad celestial
Cuéntase que don Círculo y don Cuadrángulo y don Triángulo se encontraron en Cantidad, que era su madre, la cual tenía un pomo de oro y preguntó a sus hijos si ellos sabían a quién debía dar aquel pomo de oro. Y dijo don Círculo que él lo debía tener porque era primogénito y era mayor y corría más fuerte que sus hermanos; don Cuadrángulo dijo que él debía tener el pomo porque era más cercano al hombre que Círculo y era mayor que el Triángulo; y el Triángulo dijo que él debía tener el pomo porque era más cercano al hombre que el Círculo y más semejante a Dios que el Cuadrángulo. Y entonces Cantidad dio el pomo a su hijo don Triángulo. Mas don Aries y sus hermanos y don Saturno y sus hermanos reprendieron a Cantidad y dijeron que no había juzgado bien, porque ella no tenía con Dios ninguna semejanza en lo largo, ancho o profundo, y tenía con Dios semejanza don Círculo, que no tiene comienzo ni fin. Y don Cuadrángulo reprendió a Cantidad, y dijo que no había bien juzgado, porque ella era más semejante a Dios en los cuatro elementos que con el Triángulo, porque sin los cuatro elementos no podrían existir los hombres, los cuales existen para amar y conocer a Dios.
Y el Triángulo excusó a su madre Cantidad y dijo que ella había bien juzgado en cuanto él era más semejante al alma del hombre y a la trinidad de Dios por número ternario que sus hermanos don Círculo y don Cuadrángulo; empero, había errado al darle el pomo redondo, que no era de su figura.
10. Del ejemplo de calidad angelical
Cuéntase que un ermitaño iba a la fuente a beber agua, donde se encontró con un demonio que lloraba porque había hecho pecar a un monje con una monja. Y el ermitaño preguntó al demonio por qué lloraba, puesto que su voluntad había cumplido al hacer mal; y el demonio respondió que él lloraba porque tenía mayor pena que la que antes tenía, pues, por aquel mal que había hecho, su pena se le había multiplicado. Y el ermitaño dijo al demonio que por qué hacía hacer el mal a los hombres, puesto que su pena por ello le crecía.
—Cuéntase —dijo el demonio— que un cuervo preguntó a los cuatro elementos de qué vivían; y el fuego dijo que él vivía de la tierra en cuanto de ella tomaba sequedad, y el aire dijo que él vivía del fuego en cuanto de él tomaba calor, y el agua vivía del aire en cuanto de él tomaba humedad, y la tierra dijo que ella vivía del agua en cuanto de ella tomaba frialdad. El cuervo dijo a los cuatro elementos que si su vida se convertía en el contrario de ellos, ¿qué sería de ellos en las sustancias elementadas? Y los elementos dijeron al cuervo que si ellos se pervertían, las sustancias elementadas serían semejantes a las fiebres. Y entonces el ermitaño entendió que en el demonio están sus cualidades pervertidas de bien a mal, y que él hace el mal así a sabiendas para tener mal, como el hombre justo, que a sabiendas hace el bien para tener bien.
11. Del ejemplo de relación eviternal
Cuéntase que paraíso escarneció a infierno porque era negro, e infierno escarneció a paraíso porque en él hay tan pocos hombres, pues los hombres que estaban en su negrura son más que los que están en la blancura de paraíso. Y entonces dijo paraíso a nuestra Señora que él se tenía por muy despagado a causa del escarnio que le había dicho infierno; por lo que él le pedía que pidiese a su hijo Jesucristo que en lo sucesivo no dejase que fuera ningún hombre al infierno, para que todos los hombres fuesen a estar en él y en él hubiese más hombres que en el infierno; pues no es razón que infierno, que es tanto mal, tenga en sí cosa alguna por la que sea mayor que yo que soy tan bueno, siendo así que ha de haber mayor relación entre gloriante y gloriable que entre atormentante y atormentable. Y entonces nuestra Señora respondió a paraíso, y dijo estas palabras:
—Cuéntase que un rey que amaba mucho justicia tuvo un hijo de la reina su esposa, que era muy buena mujer. Un día ocurrió que la reina llevó a su hijo a un vergel para alegrarse con él en aquel vergel. En aquel vergel había un lobo, que fue contra la reina, a la cual hirió malamente y quitóle a su hijo, que llevaba en brazos, al cual llevó a la loba, su mujer, y a sus hijos, para que se lo comiesen; y la loba no lo quiso comer y crióle como a sus hijos, los cuales con él jugaban. Y cuando fue mayor y los hijos de la loba fueron mayores, iban juntos por aquel gran bosque donde había muchas alimañas; y el hijo del rey acostumbróse a la costumbre de los lobos, y comía la carne cruda, y mataba a los hombres, y robaba las ovejas a los pastores.
Y entonces paraíso conoció, por lo que nuestra Señora decía, que por las malas costumbres de los hombres que comen las ovejas crudas y que en sus obras no se parecen a sus padres y madres, que en este mundo tuvieron buenas costumbres, iban al infierno tantos hombres y a él tan pocos. Y entonces maldijo al lobo que quitó su hijo a la reina, al cual enseñó a comer las ovejas crudas; maldijo a los donceles de la reina, que no fueron a buscar a su hijo ni la acompañaron cuando entró en el vergel.
12. Del ejemplo de acción y pasión maternal
Cuéntase que acción y pasión se encontraron en Jesucristo, y cuando hubieron estado mucho tiempo en él, Jesucristo enviólas a san Pedro, y dijo a acción que estuviese en el alma de san Pedro y pasión en el cuerpo de aquél, y dijo a fe, esperanza y caridad, justicia, prudencia, fortaleza y templanza, humildad, castidad, misericordia y piedad, que las acompañasen hasta san Pedro, y mientras estuviesen en san Pedro de ellas no se separasen. Empero, si acción quería estar en el cuerpo y pasión en el alma, que se separasen de su compañía y dejasen a los lobos comer las ovejas, y dijo a justicia que castigase a los pastores que no guardan bien las ovejas. Mas a estas palabras respondió nuestra Señora, y dijo que los pecadores tenían acción en ella, porque ella era su madre y la fuente donde bebían esperanza y donde encontraban misericordia; y por eso no convenía que las virtudes se separasen enteramente de san Pedro, pues no podría tener san Pedro esperanza en ella. Y entonces dijo Jesucristo a las virtudes que se hiciese lo que su madre quería, porque ella tenía acción en él, puesto que era su hijo y le había criado.
13. Del ejemplo del hábito cristinal
Cuéntase que necesidad y contingencia se encontraron en diferencia, que las vistió con su paño y las llamó ideas; y ellas preguntaron a diferencia, puesto que ellas eran diferentes, por qué las había vestido con un mismo paño. Y diferencia respondió, y dijo que ellas eran diferentes en las criaturas y no en el creador, porque en el creador son ambas una idea, y por razón de la unidad las había vestido con un mismo paño, por razón del cual las llamó ideas; y porque los hábitos eran diversos en figura, era diversificado el paño en las figuras sustentadas en diversas criaturas. Y entonces el monje dijo a Ramon que le expusiera aquel ejemplo, pues era tan sutil que no lo podía entender. Y Ramon dijo al monje que aquel ejemplo estaba escrito, y que lo leyese muchas veces hasta que lo entendiese, siendo así que el hábito de ciencia vive de muchas repeticiones; empero, si no lo entendía a las tres veces de haberlo leído, que fuese a leer en las hojas del árbol divinal, en el capítulo de hábito, pues en aquel paso estaba significado lo que él de las ideas había dicho. Y este mismo ordenamiento aconsejó Ramon al monje que tuviese en los demás lugares de este libro, en el cual unas cosas se entienden por las otras.
14. Del ejemplo de situs divinal
Cuéntase que un hombre consideraba cómo estaba Dios antes de que el mundo existiese; porque dijo que Dios no tiene cuerpo, dijo que no estaba circularmente, cuadrangularmente ni triangularmente, y porque no lo podía imaginar según las tres situaciones corporales, supuso que Dios no existía, porque, si existiese, bajo alguna de aquellas situaciones estaría; y entonces, cuando supuso que Dios no existía, tuvo muy grande dolor en su alma y dijo que había perdido todos los ayunos que había hecho y todos los padrenuestros que había dicho por el amor de Dios; porque supuso que no había otra vida que esta en que estamos. Y entonces dejó de ayunar y de hacer oración, y pensó ir a una ciudad a tomar esposa y tener de ella lo que tener podría de los deleites corporales. Mientras el ermitaño bajaba de la montaña para ir a la ciudad, se encontró con una paloma que estaba en un árbol, la cual preguntó al ermitaño a dónde iba; y el ermitaño le contó lo que le había ocurrido. Y entonces la paloma dijo al ermitaño estas palabras:
—Cuéntase que un cristiano y un sarraceno se disputaban y hablaban de Dios. El cristiano preguntó al sarraceno cómo estaba la voluntad de Dios antes de que el mundo fuese creado. El sarraceno respondió, y dijo que estaba en amante, amable y amar. Y el cristiano preguntó al sarraceno si entre aquellos tres había distinción; y el sarraceno dijo que no. Y entonces el cristiano dijo que puesto que no había distinción, no podía estar en ellos la voluntad, y, puesto que no tenía dónde estar, no podía existir. Y entonces el sarraceno dijo que estaba en sí misma. Y entonces el cristiano preguntó si estaba en sí misma sin los tres, pues si sin ellos estaba, estaría ociosa; y el sarraceno dijo que estaba con los tres. El cristiano dijo que no podían estar en ella sin distinción de los tres, pues sin distinción no serían tres ni dos, ni sería número de tres, sino solamente la voluntad que estaría de ellos vacía. Y a eso el sarraceno no pudo responder. «Eso mismo te digo», dijo el cristiano, «de la bondad de Dios; antes de que el mundo existiese, ¿cómo estaba?». El sarraceno no osó decir que estuviese en bonificante, bonificable, bonificar porque no consentía en la producción de personas divinas, y dijo que estaba en sí misma sin tonificante, bonificable, bonificar. Y entonces el cristiano le dijo que ella estaba ociosa y vacía de grandeza, de poder y de fin; de grandeza, porque grandeza de bondad es que sea tan grande obrando como estando; vacía estaba de poder, porque en sí misma ni en otro no tenía poder ni otro tenía poder en ella ni de ella; vacía estaba de fin, porque de ella cosa alguna de bien se seguía. Y entonces el sarraceno fue vencido por razón de la producción divinal que el cristiano le había probado.
Y el ermitaño conoció que la situación de Dios no estaba en sujeto corporal, sino espiritual; como la voluntad, que está en amante, amable y amar, y bondad en bonificante, bonificable y bonificar espiritualmente y no corporalmente. Y entonces el ermitaño volvió a su ermitorio y conoció la tentación que el demonio había procurado, y fue buen hombre y de santa vida; y dijo que bondad virtuosa y ganada no estaba en círculo, cuadrángulo o triángulo, sino en buenas obras, que son del género de virtud ganada, cuya virtud es buena.
DE LAS FLORES DEL ÁRBOL EJEMPLIFICAL
1. De los proverbios de las flores del árbol elemental
1. Más vale oro en hombre pobre que en rico.
2. Un fuego es bueno: el que quema herejes.
3. Más vale el fuego en el calor del corazón que el agua en la blancura de la cara.
4. Más vale negrura en el hierro que blancura en la plata.
5. El fuego que está en la piedra tiene preso a aquel que no lo saca de ella.
6. El resplandor del fuego vence a la noche.
7. El fuego que desciende es semejante al lobo que baja de la montaña a los llanos donde están las ovejas.
8. Ningún fuego es frío por su natura, y ningún mensaje malo procura paz.
9. El fuego desciende con humildad y sube con orgullo.
10. Si no estuviese el hierro en el pie del caballo, no estaría el oro en la cabeza del rey.
2. De los proverbios de las flores del árbol vegetal
1. La calabaza que servía a la pimienta, decía mal del agua y de sí misma.
2. Orgullosa sería la rosa si no hubiese nacido entre espinas.
3. En cuanto la flor del almendro estuvo vacía, cayó de las cimas al suelo.
4. Aquel fuego que es invisible en el aceite, aparece en la llama.
5. La pimienta retó al ajo porque vestía blancas vestiduras.
6. La pimienta no nace en todas las tierras.
7. El caballo reprendió al rey, que decía mal de la cebada.
8. El vino conforta el corazón con calor y destruye el cerebro con sequedad.
9. El vino es más fuerte en la barrica que en la copa, y está más cerca de su fin en la copa que en la barrica.
10. Mal hace el escarabajo que nace con color negro de la harina blanca.
3. De los proverbios de la flor sensual
1. Dijeron los ojos al entendimiento que entendiese a Dios en su infinidad, y dijo el entendimiento a los ojos que mirasen el sol a mediodía.
2. Pidió el mulo a su madre la yegua que no dijese que él era hijo del asno, y ella dijo al mulo que él lo significaba en su figura, por lo que ella celarlo no podía.
3. Se encontró el mulo con el caballo y el asno; saludó al caballo y no quiso saludar al asno.
4. Vio el hombre un lugar donde había tenido temor, y recordó a sus enemigos.
5. Recordó el alma su pecado, y lloraron los ojos, y la boca hizo ayunos.
6. Cuando el hombre con el cuchillo cortaba la carne sentía blandura, y cuando cortaba los huesos sentía dureza.
7. Sintió el hombre amargura en la manzana dulce para que el entendimiento entendiese enfermedad y para que la voluntad amase sanidad.
8. Ningún agua siente calor ni ninguna visibilidad es vista.
9. Los ojos desean ver visibilidad y ven color que no es de la esencia de visibilidad.
10. Ningún hombre es visible.
4. De los proverbios de la flor imaginal
1. Ninguna imaginación es vista.
2. El alma racional duerme cuando sin la imaginación mueve la sensitiva.
3. La imaginación puede imaginar en un tiempo todo el círculo de la muela, y no puede imaginar el círculo del firmamento.
4. En este mundo vale más imaginar muerte que vida.
5. Mala es imaginación que imagina belleza sin bondad.
6. Antes debe el príncipe imaginar horcas que corona.
7. Imaginación mayor concordancia tiene con entendimiento que con voluntad.
8. Sin multiplicación de especie, imaginación no se podría extender en grandeza.
9. Toda imaginación es instrumento de imaginante e imaginable.
10. Por demasiado imaginar está la memoria enferma.
5. De los proverbios de la flor humanal corporal
1. Vida de hombre consiste en concordancia de sus partes.
2. Hombre pecador no tiene derecho en cosa alguna que sea de Dios.
3. Aquel hombre es del demonio que se ama a sí mismo más que a Dios.
4. Quien ama más a Dios que a sí mismo, más procura el honor de Dios que el suyo propio o el de su hijo.
5. Mucho más útil es al hombre buen pensar que buen sentir.
6. Apenas hay hombre alguno que haga aquello para lo que fue creado.
7. No todos los hombres que tienen buena fama son buenos.
8. Buena fama en mal hombre es hábito de hipocresía.
9. Vale menos que el asno aquel hombre que quiere más valer por el cuerpo que por el alma.
10. Aquel hombre que imagina a menudo de dónde ha venido, sabe los caminos del día y de la noche.
6. De los proverbios de la flor humanal espiritual
1. Pidió la voluntad al entendimiento que dijese a su amado que ella lo amaba más que a sí misma; y por eso el entendimiento quiso más entender a Dios que a sí mismo, y la memoria más recordar a Dios que a sí misma.
2. Si la voluntad hubiese amado mucho a su amado, ya la memoria no lo hubiera olvidado.
3. En una mano del amado vio el entendimiento una espada y en la otra una flor, y por eso dijo a la voluntad que tuviese temor y que a la misericordia enviase esperanza.
4. Tanto amaba la voluntad a su amado, que no le quedaba tiempo para amarse a sí misma.
5. Recordó la memoria al amado y entendióle el entendimiento, y deseó la voluntad que él fuese honrado por todas las gentes.
6. Envió la voluntad al amado esperanza, para que de los pecadores tuviese piedad y remembranza.
7. Enferma yacía la voluntad por demasiado amar, y sanábala mayor recordar y entender con bondad de su amado.
8. Memoria, entendimiento y voluntad lloraban sus pecados, y el amado envióles caridad y esperanza.
9. La voluntad que bien ama recoge flores blancas y la voluntad que mal ama las recoge negras.
10. Subió la voluntad hasta el amado y díjole que el mundo, que es suyo, lo destruyen malos hombres.
7. De los proverbios de la flor moral virtual
1. Justicia, prudencia, fortaleza y templanza recogieron méritos blancos para servir al amado con blancas vestiduras.
2. Lloró la fe y pidió ayuda a sus hombres, y apenas hay quien le responda.
3. Quejóse caridad a justicia de los malos hombres que no la quieren amar, y esperanza recordó misericordia.
4. Aquel hombre que tiene miedo de justicia, tiene flaqueza de caridad.
5. Gran justicia no es tan temible como privación de gran esperanza.
6. Es sabio el hombre que antes de hablar recuerda verdad y prudencia.
7. Más vale fuerza en prudencia que en madera o en hierro.
9. Quien está vestido con virtudes no anda escaso de nada.
10. Si Dios faltase a hombre virtuoso, sería contra justicia, caridad y esperanza.
8. De los proverbios de la flor vicional
1. Quejóse templanza de gula, y justicia castigó a fortaleza.
2. Quien recoge culpas al amar, recoge penas.
3. Porque orgullo es vicioso, cuando piensa subir arriba va hacia abajo.
4. El hijo que fue comenzado en lujuria, tiene pecado por la culpa de su padre.
5. Ningún hombre avaro tiene esperanza.
6. Hombre airado está más lejos de prudencia que otro hombre.
7. Porque entre vicio y Dios no hay ninguna semejanza, no puede el vicio ser criatura.
8. Ningún vicio tiene con el ser concordancia.
9. Entre vicio y culpa no hay ninguna diferencia.
10. Peor es un vicio en el alma que mil en el cuerpo.
9. De los proverbios de la flor imperial
1. En la justicia del rey está la paz de su pueblo.
2. Más bella es la justicia del rey que su corona.
3. En el deshonor del rey es deshonrado su pueblo.
4. Ninguna gran servidumbre es durable.
5. Ningún hombre solo se puede defender de mal príncipe.
6. Ningún hombre está seguro en amistad de príncipe.
7. Mal príncipe y el mayor demonio han formado compañía.
8. Poder de mal príncipe es cárcel de sabiduría y de voluntad.
9. Difícil cosa es que príncipe engalanado sea humilde.
10. En ningún hombre es humildad tan bella como en príncipe.
10. De los proverbios de la flor apostólica: de los artículos de la deidad
1. Como lo que es es porque Dios es, si Dios no fuese, nada sería.
2. Si hubiese muchos dioses, la infinidad nada sería.
3. Imposible es que dos padres sean infinitos.
4. Por el tocamiento de las divinas razones nace Dios Hijo de Dios Padre.
5. Del encuentro del Padre y del Hijo sale el Espíritu Santo.
6. Si el mundo pudiese ser eternal, podría haber posibilidad sin positividad.
7. La recreación del mundo ha doblado la servidumbre de los hombres.
8. Todo hombre es creado para conocer la gloria de Dios.
9. Ningún ente puede desviar al mundo del fin para el que es creado.
10. Más puede Dios en sí mismo que en otro.
11. De los proverbios de la flor apostolical: de los artículos de la humanidad
1. Más noble y más buena es la concepción de Jesucristo que la recreación del mundo.
2. Porque a Dios mejor pertenece producir grandes cosas buenas que pequeñas, puede mejor nacer de virgen que crear el mundo.
3. Por la muerte de Jesucristo vive el gran amor de los buenos hombres.
4. Bajó Jesucristo al infierno para subir al cielo a los santos hombres.
5. La resurrección de Jesucristo es espejo de la común resurrección.
6. El fin de la humanidad de Cristo está en las alturas.
7. Grandeza de juzgar consiste en verdad de sentir y de entender.
8. Quien desama a Jesucristo, desama el fin de todo cuanto existe.
9. Ningún nombre es más virtuoso que el nombre de Jesucristo.
10. No hay testimonios más veraces que los artículos de fe.
12. De los proverbios de la flor celestial
1. Elementar es flor de don Leo, de don Sol y del domingo.
2. Vegetar es flor de don Sagitario, de don Júpiter y del jueves.
3. Sentir es flor de don Capricornio y don Saturno y del sábado.
4. Imaginar es flor de don Cáncer y de doña Luna y del lunes.
5. Don Aries, don Tauro y don Géminis escarnecen a los hombres que dicen que ellos saben todas sus naturas.
6. El Sol y don Venus retaron a don Mercurio, que hace perder el tiempo a los hombres en la plata viva que nace de la tierra.
7. ¿Quién puede saber cuántas veces se han encontrado don Aries, don Tauro y don Géminis con don Saturno, don Júpiter y don Mercurio?
8. Más vale el oro en la bolsa que en don Mercurio.
9. Es hereje el que tiene más temor de don Géminis y don Cáncer que de Dios.
10. El poder, sabiduría y voluntad de Dios tienen mayor amistad que don Capricornio, don Marte y el sábado.
13. De los proverbios de la flor angelical
1. Mayor es la gloria de san Gabriel que su todo y sus partes.
2. Cuando el hombre comete pecado, a su buen ángel avergüenza.
3. Buen ángel aconseja con entender, y mal ángel con imaginación.
4. Mal ángel aconseja hacia abajo, y buen ángel hacia arriba.
5. Mal ángel aconseja con falsía e industria, y buen ángel con industria y lealtad.
6. Ningún demonio en sí mismo tiene concordancia.
7. Está la pena en el demonio como el movimiento en el círculo.
8. Cada demonio se atormenta a sí mismo y a otro.
9. Mal ángel está invertido hacia el mal y pecado.
10. Ningún demonio tiene esperanza ni piedad.
14. De los proverbios de la flor eviternal
1. —Infierno —dijo paraíso—, ¿qué deseáis?
—Paraíso, que ningún bien tengáis.
2. —Infierno, ¿por qué estás tan airado?
—Paraíso, porque Cristo me ha despojado.
3. —Infierno, ¿por qué a tu amigo haces mal?
—Paraíso, porque no amo el bien comunal.
4. —Infierno, ¿tienes mucho beber y yantar?
—Paraíso, los hombres no hacen sino pecar.
5. —Infierno, ¿has bebido sangre de monarca?
—Paraíso, me ha empurpurado la capa.
6. —Infierno, ¿qué pagan en tu hostal?
—Paraíso, desesperanza y todo mal.
7. —Infierno, ¿puede de ti algún hombre salir?
—Paraíso, en mí nadie se puede arrepentir.
8. —Infierno, ¿por qué tantos hombres has bebido?
—Paraíso, porque Cristo no es amado ni temido.
9. —Infierno, ¿por qué eres tanto mal?
—Paraíso, porque soy desleal.
10. —Infierno, ¿de quién has sentido temor?
—Paraíso, de Cristo perdonador.
15. De los proverbios de la flor maternal
1. —Madre —dijo Cristo—, ¿sois saludada?
—¡Ah, hijo! ¡Y tanta vegada!
2. —Madre, ¿qué os dice el pecador?
—Hijo, dicen que vos sois perdonador.
3. —Madre, ¿por qué hay tantos pecadores?
—Hijo, porque no hay buenos pastores.
4. —Madre, ¿cómo os podría alegrar?
—Hijo, con que os pluguiese mucho perdonar.
5. —Madre, ¡harto las gentes me han olvidado!
—Hijo, de ello estad muy apiadado.
6. —Madre, yo a quien quisiera le perdonaría.
—Hijo, muestra a los pecadores la vía.
7. —Madre, ¿piedad tenéis?
—Hijo, ¿y por qué tanto lloré?
8. —Madre, ¿y por qué tanto me rogáis?
—Hijo, porque el mundo en perdición está.
9. —Madre, ¡tanto me desaman!
—Hijo, ¡tanto me reclaman!
10. —Madre, ¿por qué amáis tanto el perdonar?
—Hijo, porque nunca me lo queréis negar.
16. De los proverbios de la flor cristianal
1. —Humanidad amiga, ¿tanto te he honrado!
—¡Ah, deidad, señora! ¡Tanta pena por vos he pasado!
2. —¡Ah, humanidad! Todo el mundo te he creado.
—¡Ah, deidad! Todo el mundo en mí has recreado.
3. —¡Ah, humanidad! De mí no te debes quejar.
—¡Ah, deidad! Hazme mucho conocer y honrar.
4. —¡Ah, humanidad! Estás en mí, Dios.
—¡Ah, deidad! El mundo te doy.
5. —¡Ah, humanidad! ¿Qué demandas?
—¡Ah, deidad! Mi madre me reclama.
6. —¡Ah, humanidad! Gran bien te he querido.
—¡Ah, deidad! Jerusalén se ha perdido.
7. —¡Ah, humanidad! Tienes hermoso hostal.
—¡Ah, deidad! Defiende a los míos del mal.
8. —¡Ah, humanidad! Muy galana vas.
—¡Ah, deidad! Todos me van detrás.
9. —¡Ah, humanidad! Vas muy bien adornada.
—¡Ah, deidad! Mucho fui rogada.
10. —¡Ah, humanidad! Tú eres mi hermosa semejanza.
—¡Ah, deidad! Dad por mí perdonanza.
17. De los proverbios de la flor divinal
1. —¡Ah, Hijo Dios! ¡Y mi corazón tanto te ama!
—¡Ah, Dios Padre! El Espíritu Santo es llama.
2. —¡Ah, Padre e Hijo infinito!
—¡Ah, Santo Espíritu de ambos salido!
3. —¡Ah, generación infinita!
—¡Ah, espiración cumplida!
4. —¡Ah, espiración eternal pasiva!
—¡Ah, espiración eternal activa!
5. —¡Ah, pasión! ¡Tú quieres ser infinita!
—¡Ah, acción! ¡Y tú quieres ser cumplida!
6. —¡Ah, Hijo! ¡Tú tienes noble Padre!
—¡Ah, Padre! Tú tienes Hijo sin madre.
7. —¡Ah, Padre e Hijo que os ve!
—¡Ah, Santo Espíritu, pleno en bien!
8. —¡Ah, Padre e Hijo, mi fontana!
—¡Ah, río que no pide nada!
9. —¡Ah, Padre e Hijo, conmigo un Dios!
—¡Ah, Santo Espíritu, tuyo cada uno de nos!
10. —¡Ah, Santo Espíritu que número tienes cumplido!
—¡Ah, numerante, qué numero hasta establecido!
DEL FRUTO DEL ÁRBOL EJEMPLIFICAL
1. Del ejemplo del fruto elemental
Cuéntase que en el anillo del rey el oro y la esmeralda se contrastaron, porque el oro decía que los elementos eran más para que él existiera que para la esmeralda, pues más servicios hacía que la esmeralda; y la esmeralda dijo que ella hacía más servicios en el rey, y el oro en los mercaderes. Y el oro dijo a la esmeralda que ella no sabía lo que el hierro había dicho a la madera.
—¿Y cómo fue eso? —dijo la esmeralda.
—Cuéntase —dijo el oro— que un rey venció una batalla. Contraste hubo entre el escudo y la espada del rey, porque el escudo decía que él había protegido al rey de ser herido en la batalla, porque había sufrido los lanzazos y mandobles que querían matar al rey, que hubiera muerto de no ser por él; y la espada dijo que ella había vencido la batalla, en cuanto había dado muerte y herido a los que querían matar al rey.
Y entonces la esmeralda dijo al oro que él había dado ejemplo contra sí mismo, pues aunque sea hermoso en el escudo del rey, no sería bueno en la espada, que hiere y mata a los caballeros, a los cuales no podría matar si fuese de oro; y además, que ella es dada a los caballeros para que los caballeros tengan espadas de hierro con las que guarden y defiendan al rey y maten a los que al rey quieran matar. Y así la espada tiene dos oficios: uno, defender al rey, y el otro, matar a los enemigos del rey; y el escudo tiene solamente un oficio. Y entonces se avergonzó el oro de haber dado ejemplo contra sí mismo, pues bien conocía que la esmeralda guardaba al rey de ponzoñas y el corazón del rey alegraba.
2. Del ejemplo del fruto vegetal
Cuéntase que en la manzana hubo contraste de la potencia elementativa y la potencia vegetativa, porque la elementativa decía que la manzana era su fruto en cuanto era cuerpo por los elementos, y las cualidades que tenía las tenía por los elementos. Y la vegetativa alegaba y decía a la elementativa que ella no había oído el juicio que un juez había dado entre el comienzo y el fin.
—¿Y cómo fue eso? —dijo la elementativa.
—Cuéntase —dijo la vegetativa— que la harina y el agua y el horno hicieron un pan, el cual quiso comerse un hombre para sustentarse; y el agua y la harina y el horno dijeron que no querían que el hombre se comiese el pan, y el hombre dijo que él quería comerse el pan, puesto que el pan estaba hecho para comer y para vivir. Y entonces acudieron a un juez que sentenció que el hombre se comiese el pan, puesto que el agua y la harina y el horno lo habían hecho para comida y sustento, y castigó al agua y a la harina y al horno por cuanto contrastaban al fin para el que existían.
3. Del ejemplo del fruto sensual
Cuéntase que un molinero criaba a un cerdo al que daba de comer trigo que robaba a los hombres a quienes pertenecía. Un día ocurrió que el molinero dio trigo al cerdo, y el asno quiso comer con él de aquel trigo; y el molinero pegó con un bastón al asno para que no comiese del trigo. Mucho se maravilló el cerdo porque el molinero no quería que el asno comiese del trigo, y preguntó al asno por qué le había pegado su amo. El díjole que su amo era malo y ladrón porque él llevaba el trigo, y hacíale entuerto porque no le daba a comer de él. El cerdo dijo al asno que en eso parecía que su amo le amaba más a él que al asno y que él era más honrado, pues no trabajaba llevando el trigo ni haciendo cosa alguna, y su amo dábale a comer trigo a su sabor, y no lo quería dar al asno, que trabajaba llevando el trigo. Y el asno dijo al cerdo que mal había visto la amistad de su amo y su honra, pues su amo le había castrado para que no tuviese hijos, y que no trabajase para que estuviese gordo, y cuando hubiera comido mucho trigo y estuviese gordo, le daría con una maza en la cabeza y lo mataría, y luego lo salaría y se lo comería pieza a pieza. Mucho desplugo al cerdo lo que el asno le había dicho, y dijo que en mala hora comía el trigo, pues lo comía para morir; y además, que comía el trigo robado, por lo que tenía pecado, del cual por temor a la muerte tuvo remordimiento; y por eso dijo que iría a hacer penitencia de aquel pecado en una viña en la que había muchos racimos, y que nunca comería trigo robado ni estaría con su amo, que le había hecho gran afrenta y gran mal porque le había castrado; pues no le parecía que fuese del linaje de los animales. Y entonces fue a la viña y quiso comer de los racimos, los cuales dijeron al cerdo que ellos eran fruto del amo de la viña y no de él, que no cuidaba de la viña, de la cual cuidaba el hombre, y por eso cometía pecado; y entonces el cerdo dijo que él no quería tener remordimiento sino por temor de muerte, y entonces comió de los racimos a su sabor. Mientras el cerdo comía uva, un cuervo dijo al cerdo que él era fruto del amo de la viña, puesto que sus racimos comía, y que el amo le mataría cuando estuviese muy gordo; y entonces el cerdo tuvo remordimiento por la uva que comía, y salió de la viña y huyó a un bosque en el cual dijo que quería comer para no morirse, y más quería estar flaco y vivir mucho tiempo que estar gordo y morir en breve.
4. Del ejemplo del fruto imaginal
Cuéntase que el tiempo pretérito y el tiempo futuro se contrastaron sobre la imaginación, pues cada uno decía que era suya. El tiempo pretérito alegaba que la imaginación era suya porque imaginaba las cosas venideras. Mientras así contrastaban, dijo el tiempo futuro que eligiesen un juez que solventase su contraste, y dijo que fuese juez el tiempo presente que estaba en medio de ambos. El tiempo pretérito dijo que verdad era que el tiempo presente estaba en medio de ambos, mas no lo hacía por su voluntad, pues más amaba las cosas venideras que las pasadas, y dijo que él tenía por bueno que el entendimiento fuese juez, que estaba en medio, por cuanto entiende las cosas pasadas y las venideras; mas el tiempo futuro dijo que no era juez conveniente el entendimiento, porque mayor proporción y concordancia tenía con la imaginación en las cosas pasadas que en las venideras. Y entonces no pudieron avenirse ni pudieron encontrar juez común, y combatiéronse ambos; y porque la imaginación amaba más ser del tiempo pretérito que del futuro por razón de la memoria que se lo pedía, fue vencido el tiempo futuro, y dijo al tiempo presente que mal hacía en no ayudarle puesto que mucho le amaba.
5. Del ejemplo del fruto humanal
Cuéntase que el cuerpo y el alma se contrastaron acerca del hombre, pues el cuerpo decía que el hombre era su fruto, y el alma decía lo contrario. Alegaba el cuerpo que el hombre era su fruto, porque él era de más cosas que el alma, pues él era de cuatro árboles, a saber, del elemental, vegetal, sensual, imaginal, y el alma no era sino de un árbol solamente. Y entonces el alma dijo al cuerpo que él no sabía qué había dicho santidad a honra.
—¿Y cómo fue eso? —dijo el cuerpo.
—Cuéntase —dijo el alma— que un obispo estaba en compañía de diez canónigos que eran hombres buenos, devotos y de santa vida, y hacían muy bien el oficio de la iglesia. Aquel obispo tuvo gran deseo de ser arzobispo, para ser más honrado y tener más canónigos en su señorío. Aquel obispo fue a la corte y procuró ser arzobispo, y cuando fue arzobispo los canónigos de aquel arzobispado, que no eran hombres buenos ni de santa vida, contrastaron al arzobispo, que les amonestaba, y diéronle gran trabajo, y dijeron que si él no era de su manera ellos le matarían. Y entonces el arzobispo dijo que santidad hace prelado y no honra, aunque santidad no lleve a tantos animales por el camino como honra, y dijo que de buena gana dejaría honra por santidad si recobrarla pudiese. Y entonces dijo santidad a honra que ella valía más con paz que honra con trabajo. —Y también dijo el alma al cuerpo que ella honraba más al hombre que él, pues él ponía en él hombre la natura de los animales, y ella ponía en el hombre la natura de los ángeles.
6. Del ejemplo del fruto moral
Cuéntase que la virtud y el mérito se contrastaron acerca del árbol moral, pues la virtud decía que ella era su fruto, y el mérito decía que ella no sabía qué había dicho el caballo al rey.
—¿Y cómo fue eso? —dijo la virtud.
—Cuéntase —dijo el mérito— que un rey tenía un halcón que cazaba grullas. Ocurrió que el rey fue un día a cazar, y cazó con halcón una grulla, que bajó de las nubes del cielo hasta la tierra; y entonces el rey se alegró mucho de aquel halcón que tan bien había dado muerte a aquella grulla, y dijo al halcón que él mucho le amaba. El caballo dijo al rey que él se maravillaba porque el rey amaba tanto al halcón, el cual lo que hacía no lo hacía para poder dar placer al rey, sino para poder comer. El rey dijo al caballo que no le creía, y dijo que él tenía envidia; y entonces hirió al caballo con las espuelas y le hizo correr mucho rato. El caballo dijo al rey que lo que decía podía probarlo por experiencia, pues si daba de comer al halcón, ya el halcón por su amor no iría a coger las grullas, pues no va a ellas sino cuando tiene hambre; y además, que el rey debía creerle porque él le llevaba, en ayunas o comiendo, donde él quería; y cuando le hería con las espuelas, él tenía paciencia, la cual no tendría el halcón si él le hería con la mano. Y entonces el rey conoció que el caballo decía verdad, y díjole que él había ganado mérito, y que más quería amarle que al halcón, que lo que hacía no lo hacía por su amor, más por su necesidad, y cuando le hacía su pesar de él huía, y volvía para que le diese de comer.
7. Del ejemplo del fruto imperial
Cuéntase que la corona del rey y la paz del pueblo se contrastaron acerca del árbol imperial, pues la corona decía que ella era su fruto, y la paz del pueblo decía que ella era el fruto y no lo era la corona. Alegaba la corona y decía que ella era el fruto porque estaba en la cabeza del rey, y la paz estaba en el pueblo, que se hallaba sentado a los pies del rey. Y la paz dijo a la corona que ella no sabía lo que la guerra había dicho al caballo del rey.
—¿Y cómo fue eso? —dijo la corona.
—Cuéntase —dijo la paz— que un rey tenía un caballo que era fuerte y corría muy bien. Aquel caballo iba reposado y bien alimentado, y comía tanto como quería y no recibía ningún daño, pues el rey tenía paz en su tierra y con sus vecinos. Ocurrió un día que el rey cabalgaba el caballo, que era gordo y orgulloso, y deseó hacer el mal a los hombres y a los demás caballos, que despreciaba; y entonces aconsejó al rey que resueltamente guerrease, para que hubiese fama de que él era buen caballero y de que tenía buen caballo. El rey siguió el consejo del caballo y guerreó con un príncipe, el cual le venció en una batalla y le quitó su tierra. El rey huyó en su caballo y fue a una tierra extraña, y tuvo que vender la corona para comer y vivió pobremente; y el caballo enflaqueció mucho, pues poco tenía de qué comer, y yacía en la suciedad porque no había quien barriese el establo. Y entonces dijo la guerra al caballo que el consejo que había dado al rey lo había dado contra su gordura, y contra la limpieza de su lecho, y la belleza de su pelaje, y el deleite de su reposo.
8. Del ejemplo del fruto apostolical
Cuéntase que honra y salvación de gentes se contrastaron acerca del árbol apostolical, pues cada uno decía que era el fruto de aquel árbol. Alegaba honra y decía que él era el fruto porque el Papa era más honrado hombre que otro; alegaba salvación y decía que ella era mucho mejor para muchos hombres que honra en un solo hombre, y por eso convenía que lo que era mayor y más útil conviene que sea fruto del árbol apostolical, pues, si no lo fuese, fin no estaría en las cimas del árbol, el cual no daría frutos, porque fin no estaría en las cimas, y estaría comienzo en las cimas con honra y fin en la tierra con deshonra. Y así estaría el árbol invertido de bondad a maldad, y daría mal fruto; y de grandeza a poquedad, y daría poco fruto; y de duración a corrupción, y el fruto se corrompería pronto; y de poder a debilidad, y por eso el fruto no podría dar fuerza a aquellos que se lo comiesen. Y además, que estaría invertido de sabiduría a ignorancia y que no alumbraría a los hombres para que fuesen por rectos caminos y de día; y además, que estaría invertida su voluntad de amabilidad a desamabilidad, y su virtud estaría invertida a vicio, y su verdad a falsedad, y su gloria a pena. Y así en todo el mundo no habría tan mal árbol como el árbol apostolical si honra estuviese en las cimas y el fin del árbol en el suelo al pie del árbol. Y por eso, dijo salvación de muchos hombres que ella debía estar en las cimas para que el árbol estuviese erguido y fuese el mayor árbol del mundo, y que honra fuese una de las flores de donde naciese y brotase fruto de donde viviesen muchos hombres en vida eviternal y huyesen de muerte perpetual.
9. Del ejemplo del fruto celestial
Cuéntase que gran contraste hubo entre el sol y el rey, que había tenido un hijo de su mujer, pues el sol decía que era su hijo razonablemente, como el hombre bueno que por razón de bondad hace el bien; y el rey decía que era su hijo naturalmente, como el fuego que naturalmente calienta, y el padre que naturalmente engendra hijo; y además, que él lo había tenido de su mujer y lo había producido en su especie humana, y el sol no tiene mujer ni es hombre. Y por eso el rey dijo al sol que él no sabía el juicio que él había dado acerca de un procurador suyo.
—¿Y cómo fue eso? —dijo el sol.
—Una vez ocurrió —dijo el rey— que un procurador mío estuvo mucho tiempo en una ciudad por mí, que le había dado aquella ciudad para gobernar para que mirase por mi honor en aquella ciudad y por la utilidad de sus gentes. El procurador miró tanto como pudo por su honra y no por la mía, y tanto tiempo estuvo aquel procurador en aquella ciudad que las gentes le tenían como señor y le hacían aquella honra que corresponde hacer al rey. Ocurrió que cuando yo fui a aquella ciudad, las gentes no me hicieron aquella honra que corresponde hacerle al señor y rey, y honraban a aquel procurador mío como a rey, según habían solido. Y entonces yo dije al procurador que saliese de aquella ciudad y que fuese a buscar honra de rey en ciudad que fuese suya, pues no quería que en mi ciudad a un tiempo que yo tuviese honra de rey; pues en una ciudad no están bien dos reyes. —Y entonces el sol dijo al rey si él no sabía lo que don Mercurio había dicho al alquimista.
—¿Y cómo fue eso? —dijo el rey.
—Cuéntase —dijo el sol— que un alquimista quería hacer plata del azogue, y quiso del azogue hacer plata en el fuego. Don Mercurio dijo al alquimista que el azogue había nacido en la tierra, y que él lo había formado con consejo de don Aries y de don Tauro y de sus demás hermanos, y también con consejo de don Saturno y de sus demás amigos, y que todos de consuno habían dispuesto, antes de que el azogue fuese engendrado, que la tierra fuese madre del azogue y que él fuese su padre; y por eso él no quería que su hijo no tuviese otro padre ni otra madre; y a su voluntad consintieron don Aries, don Tauro y don Géminis. Y yo —dijo el sol— y todos mis hermanos y todas mis hermanas consentimos en ello. Y entonces el alquimista no pudo hacer del azogue plata, porque no lo podía hacer sin nuestra voluntad, ni sin voluntad de su primer padre y de su primera madre.
Y entonces el rey conoció que el sol, según el ejemplo que había dado, entendía decir que el hijo que él había tenido de su mujer era hijo del sol en cuanto hijo hombre general, y que era hijo de él y de la reina en cuanto hombre especial.
10. Del ejemplo del fruto angelical
Cuéntase que un ermitaño se encontró con un ángel y un demonio que se contrastaban, pues el ángel decía que buen obrar era fruto de estar; y el demonio decía que estar era fruto de mal obrar. El ángel alegaba y decía que obrar era fruto de estar, porque bondad era mayor en el recordar, entender y amar del ángel que contempla a Dios que en la esencia del ángel; y el demonio decía que bondad natural está mala por mal recordar, entender y amar. Y por eso dijo el ermitaño que ellos no sabían lo que había dicho un griego a un latino y a un sarraceno, porque si lo supiesen no contrastarían de aquello de lo que se contrastaban.
—¿Y cómo fue eso? —dijeron el ángel y el demonio.
—Cuéntase —dijo el ermitaño— que un latino y un sarraceno se encontraron en una viña en donde había muchas uvas, y mientras comían de las uvas, dijo el latino al sarraceno que de la uva hace el hombre vino, y el sarraceno dijo que no hacía vino, sino que hacía nabit, que es tanto como decir vino en lengua arábiga; y porque el cristiano no entendía qué quería decir nabit, ni el sarraceno entendía qué quería decir vino, negaba cada cual al otro lo que decía. Y sobre esto estaban en gran disputa, hasta que llegó un griego que sabía el lenguaje de cada cual, y dijo que vino y nabit significan una misma cosa según realidad de número, mas no significan una misma cosa en un mismo lenguaje; y por eso su contrariedad residía en que no se entendían. —Eso dijo el ermitaño al ángel y al demonio para que el ángel entendiese que él decía verdad según buen estamento, y el demonio también según malo y perverso estamento.
11. Del ejemplo del fruto eviternal
Cuéntase que un hombre oyó predicar de paraíso y de infierno. El predicador decía que los buenos hombres tendrán en paraíso gloria eviternal, y los malos hombres tendrán en infierno pena eviternal. Después del sermón, el hombre pensó mucho en lo que había oído decir al predicador de la gloria de paraíso y de la pena de infierno, y sintió en sí mismo que él tenía mayor miedo de las penas de infierno que deseo de la gloria de paraíso. Y tan a menudo consideraba las penas de infierno y tanto estuvo en aquella consideración que casi no se acordaba de Dios ni de paraíso; y el gran temor que tenía le hacía languidecer y estar magro y enfermo. Y por eso dijo a su alma que el temor que tenía le hacía morir; y entonces resolvió olvidar la pena de infierno y desear la gloria de paraíso, pues desear grandes bienes hace que el cuerpo esté sano y grueso, y alegra el alma. Mas, porque mucho tiempo había pasado considerando las penas de infierno y olvidando paraíso, no podía obrar a su guisa con su memoria, pues demasiado la había acostumbrado a recordar las penas y a olvidar la gloria.
Y por eso resolvió ir a ver a un su amigo que era muy sabio, al cual dijo su estamento para que le diese consejo y manera por los que pudiese el paraíso recordar y el infierno olvidar, pues por temor de infierno se sentía morir. Y aquel su amigo díjole que la razón por la cual él elegía más recordar infierno que paraíso, era porque se amaba a sí mismo más que a Dios; por lo que él le aconsejaba que amase más a Dios que a sí mismo, pues las cosas que el hombre ama recuerda más a menudo, y más teme el deshonor de ellas que el mal de las que tanto no ama. Y entonces el hombre comenzó a más amar a Dios que a sí mismo y recordó más amar a Dios que a sí mismo y recordó más a menudo la bondad de Dios que la suya propia, y decía que aquélla valía más que la suya; y él, que lo quería, decía que gran razón era, porque la bondad de Dios es fuente y fruto donde se recogen todos los bienes.
Tan fuertemente se acostumbró aquel hombre a recordar la bondad de Dios, que él no tenía temor de las penas de infierno ni se cuidaba casi de sí mismo, pues no amaba honra, reposo ni riqueza, y le era igual quien le afrentaba como quien le loaba, quien le amenazaba como quien le saludaba; y cuando se le insultaba y se le deshonraba, no recordaba la venganza. Mas porque Dios era deshonrado, que él tanto amaba, estaba en tristeza y en malandanza por el deshonor que a Dios hacían, y decía a las gentes:
—¡Ah, gentes! ¿Por qué pecáis? ¿Y por qué a mi amado deshonráis? Porque si a menudo consideraseis la malandanza que se sigue por pecado, a tiempo llegaríais en que de cosa alguna tendríais alegría.
12. Del ejemplo del fruto maternal
Cuéntase que un monje había tomado por costumbre loar a nuestra Señora, a la cual decía que ella era madre de recreación porque su hijo recobrase el fruto del mundo, que lo había perdido por pecado original. Y por eso decía a nuestra Señora que ella estaba obligada a pedir a su Hijo por los pecadores, pues, si pecadores no hubiese, ella no sería madre de Dios. Mucho tiempo estuvo el monje en tal oración. Ocurrió una noche, cuando los monjes hubieron dicho maitines y hubieron salido de la iglesia, que el monje fue al altar a rezar a nuestra Señora como había solido, y vio a nuestra Señora que estaba sentada sobre el altar y lloraba diciendo estas palabras:
—Aquellos que dicen que el pecado sea ocasión de mi honra, me dicen gran villanía, pues el pecado no puede ser ocasión de ningún bien, pues, si lo fuese, no sería ocasión de mal; y dicen de mí gran loor aquellos que dicen que yo soy madre de Dios porque Dios quiso ser hombre, y yo por tales hombres estoy obligada a pedir a mi Hijo, puesto que por ellos soy muy loada; y aquellos que dicen que yo no sería madre de Dios si no existiese el pecado, dicen que el fruto de mi maternidad no es mi Hijo Jesucristo, sino que lo es el pecado. Y por eso no saben lo que el entendimiento dijo a la voluntad.
—¿Y cómo fue eso? —dijo el monje a nuestra Señora.
—Cuéntase —dijo nuestra Señora— que el entendimiento dijo que él quería entender la trinidad de Dios y la encarnación y los demás artículos de la fe cristiana; y dijo la voluntad que ella no lo quería para que el entendimiento tuviese fe por la cual tuviese gran mérito, y por el gran mérito gran gloria, la cual no tendría si los artículos de la fe entendía. Y el entendimiento respondió, y dijo a la voluntad que, según lo que ella decía, se seguiría que él, cuanto menos entendiese los artículos, tendría mayor gloria, y así ignorancia, que es contrario de su entender, sería ocasión por la cual él tendría gran gloria. Por lo que él no quería creer a la voluntad, y dijo que así como ella quería tener gran gloria por gran amar, la quería él tener por gran entender; y más aún, que reprendió a la voluntad, y dijo que él era creado más para entender mucho a Dios que para tener gran gloria, como la voluntad, que era creada más para amar mucho a Dios que para amarse a sí misma; y también dijo que aunque él entendiese la trinidad de Dios, no por ello se seguía que él perdiese el hábito de fe, pues, en el comienzo, había creído en la trinidad, y en el fin proponía que cuando la olvidase la guardaría en el hábito de la fe, la cual la retenía y en la cual él la encontraba cuando entenderla quería. Y por eso dijo que la fe era consecuencia de su entender, y que él recogía el fruto de la trinidad en el entender cuando la entendía y en la fe cuando la creía porque entenderla no podía. —Y entonces el monje, por las palabras que nuestra Señora le había dicho, dijo a nuestra Señora que ella era madre de Dios porque Dios quería ser hombre, y que ella era madre de los pecadores por razón de la consecuencia de la recreación, sin la cual no podrían existir sus hijos.
13. Del ejemplo del fruto cristianal
Cuéntase que la voluntad mandó a entendimiento a un vergel donde había muchos hermosos y buenos árboles, entre los cuales había uno que era mayor y más hermoso y que daba mejor fruto que ninguno de los demás; y dijo al entendimiento que le llevase frutos de aquellos árboles porque ella los quería comer. Y el entendimiento fue a aquel vergel, y porque era perezoso y tenía mayor fatiga al subir a los árboles grandes que a los pequeños, llevó frutos de árboles pequeños a la voluntad, la cual no encontró en ellos gran sabor, pues de pequeño fruto no se sigue gran sabor, y dijo al entendimiento que regresase al vergel y que le llevase mejores frutos y más sabrosos, pues aquéllos no la podían saciar. Y entonces el entendimiento tuvo que volver al vergel y tuvo que subir a los mayores árboles, de lo que tuvo gran fatiga, y llevó sus frutos a la voluntad, con los cuales la voluntad no pudo saciarse, pues mayor era su apetito que el sabor de aquellos frutos. Y por eso dijo al entendimiento que volviese al vergel, pues no le había traído los frutos que son mayores y más sabrosos, pues, si lo hubiese hecho, ella se hubiera podido saciar. Y entonces el entendimiento dijo a la mujer que ella era señora fastidiosa, que poco se le daba de los trabajos de sus servidores ni le podían hacer las cosas a su guisa, ni agradecía servicio alguno que se le hiciese, pues ella le había llevado plata y oro y piedras preciosas, manzanas, higos y cerezas, caballos y halcones, castillos y ciudades, y honras, hermosas hembras y hermosos hijos y hermosas vestiduras, y no se tenía por pagada con aquellos frutos que le había llevado. Y la voluntad dijo al entendimiento que si había quedado en el vergel algún árbol que diese mayor y mejor fruto que cualquiera de los que él le había traído; y el entendimiento dijo que un árbol había al que él no había subido, que daba mayor y mejor fruto que ninguno de los demás, mas aquel árbol él no quería subir, pues era demasiado fatigoso para los que a él subían. Y entonces la voluntad dijo al entendimiento que a él le ocurriría como le ocurrió a un hombre rico avaro.
—¿Y cómo fue eso? —dijo el entendimiento.
—Cuéntase —dijo la voluntad— que en una ciudad había un hombre rico que era muy avaro, al cual el rey de aquella ciudad le pidió que le prestase mil besantes; y él excusóse ante el rey, y dijo que no se los podía prestar. El rey dijo que él se los podía prestar, pues él sabía que él era muy rico hombre; mas el rico hombre dijo al rey que él no se los podía prestar porque su voluntad no lo quería ni él podía forzar a su voluntad, que era de Dios. Y entonces el rey dijo que él eligiese de tres cosas la que quisiera, las cuales le decía porque se tenía por deshonrado, pues tan villanamente le había dicho que no en lo de los mil besantes: una cosa era que él debiese comer cincuenta cebollas crudas en una hora del día, o recibiese cien azotes en un día, o prestase mil besantes en aquel día. Consideró el hombre avaro que más le valía comer las cincuenta cebollas que recibir los cien azotes o prestar los mil besantes; y entonces comenzó a comer las cebollas, y cuando hubo comido veinte no pudo comer más y las arrojó todas por la boca y estuvo a punto de morir todo aquel día. Al día siguiente el rey le mandó decir si quería prestar mil besantes o recibir cien azotes, y él dijo que quería recibir cien azotes antes que prestar mil besantes; y cuando hubo recibido treinta azotes, no lo pudo soportar más; y entonces dijo que prestaría los mil besantes. Y así tú, entendimiento —dijo la voluntad—, has pasado trabajo al subir por todos los árboles, el cual no hubieras pasado si primeramente me hubieses traído el fruto del mayor y mejor árbol, y tráeme este fruto incontinente. Y sabe que de ti estoy despagada por cuanto me has deshonrado, porque me has traído viandas de poco sabor y no me has traído de aquellas que tienen gran sabor. Y entonces el entendimiento fue hacia el gran árbol, al cual subió con gran fatiga, y recogió de las ramas soterrañas justicia y prudencia y las demás virtudes cardinales, y de las ramas soberanas fe, esperanza y caridad, y de otra rama, que era más alta que todas, recogió a Jesucristo, y todos los frutos llevó a la voluntad, la cual comió de las viandas primeramente, para encontrar mayor sabor en amar a Jesucristo; y cuanto más de Jesucristo, amando, comía, más saciada se sentía y mayor sabor al comer encontraba. Y por eso de comer no quería dejar, y al entendimiento dijo que él debía olvidar su trabajo y que se debía alegrar por razón de los placeres que su señora sentía al comer.
14. Del ejemplo del fruto divinal
Cuéntase que un filósofo que era maestro en teología tenía por costumbre que, cuando estaba fatigado de estudiar, cabalgaba en su palafrén y se iba a recrear por los vergeles y por los prados que había cerca de aquella ciudad. Un día ocurrió que él cabalgaba por un prado e iba a ver una hermosa fontana que estaba bajo un hermoso árbol que estaba cargado de hermosos frutos. Mientras él cabalgaba por el prado, él se encontró con un buey que comía hierba del prado y con otro buey que estaba echado, el cual rumiaba la hierba que había comido. Y cuando estuvo en la fuente y bajo el árbol, consideró que la fuente significaba ciencia, que salía del entendimiento en la voluntad, como el agua de la fuente en el prado; y después consideró que él era parecido a aquel buey que comía la hierba, pues siempre amaba más saber y no se tenía por pagado con lo que sabía; y cuando vio los frutos en el árbol, él consideró que el fruto se seguía en él de lo que sabía, puesto que de lo que sabía no se tenía por pagado, y aún deseaba saber más, y cuando nadie con él se disputaba él estaba orgulloso por lo que sabía, y decía a las gentes villanías y razonaba muchas veces errores contra verdad y doctrina, para que las gentes no conociesen que su entendimiento fuese vencido por ningún otro entendimiento. Y mientras así consideraba, él estuvo despagado de sí mismo y dijo que poco le valía todo cuanto había aprendido, puesto que con ello no se tenía por pagado ni había recogido el fruto de humildad en lo que sabía. Y así despagado fuese de la fuente; y cuando estuvo cerca del buey que rumiaba la hierba que había comido, él consideró que la ciencia que sabía no era bien digesta y que otra vez la quería reposar, y que quería estarse en un lugar donde hubiese paz y con ningún hombre tener contraste acerca de lo que sabía, y resueltamente buscar el fruto que de la ciencia se puede tener.
Y entonces subió a una alta montaña donde hizo una cámara, y en ella estudiaba y el fruto de ciencia buscaba, al cual la voluntad amaba y por todos los pasos de sus libros por donde había pasado su entendimiento, otra vez pasaba. Y cuando hubo pasado todos los libros de filosofía, él no se sintió saciado de la ciencia, y pasó a los libros de teología; y cuando todos los hubo repasado, él se sintió saciado, y conoció que teología era el fruto de filosofía y filosofía era su instrumento. Y entonces subió a recoger el fruto en la suma trinidad, considerando la producción de las personas divinas y la natura y las razones de aquella producción; como el Padre, que naturalmente engendra al Hijo eternalmente e infinitamente por razón de grandeza infinita, por razón de eternidad eternal, y por razón de bondad buena, como por razón de natura natural. Y lo mismo consideró acerca de las demás razones divinas y de la producción del Espíritu Santo. Y así estando él recogiendo el fruto mucho tiempo y en la más alta cima y del entendimiento en la voluntad, expiró y murió, y todos los pasos que había dado cumplió, y con la suma trinidad estuvo su entendimiento cumplido y su voluntad pagada.
Y a Dios sea gloria dada. Amén.