Aproximadamente de 9 a 13 Semanas
A MEDIDA QUE ENTRAS EN EL ÚLtimo mes del primer trimestre (¡qué bueno!), es probable que muchos de esos síntomas iniciales del embarazo sigan siendo intensos (¡no tan bueno!). Eso significa que tal vez es difícil determinar si estás exhausta debido a la fatiga del primer trimestre, o porque anoche te levantaste tres veces para ir al baño (quizás un poco de los dos). Pero levanta ese ánimo, si es que tienes fuerzas para hacerlo. Te esperan días mejores. Si las náuseas han reducido tu fuerza –y apetito–, piensa que los mareos pronto comenzarán a disminuir. A medida que aumenten tus niveles de energía tendrás más fuerzas para salir adelante y cuando disminuya la urgencia de orinar, tendrás menos necesidad de ir al baño. Y, lo que es mejor, en la consulta médica de este mes podrías oír el sonido maravilloso del latido del corazón de tu bebé, que hace que esos malestares valgan la pena.
Semana 9 Tu bebé (que para este entonces se ha graduado de embrión a feto) ha crecido hasta medir casi una pulgada, algo así como el tamaño de una aceituna verde. Su cabecita sigue desarrollándose y adquiriendo proporciones de bebé. Esta semana comenzará a formar unos músculos diminutos, que le permitirán mover brazos y piernas. Claro que tendrá que pasar por lo menos un mes más antes de que tú puedas sentir esos golpecitos de manos y pataditas. Y aunque es demasiado pronto para sentir algo, no lo es como para oír algo (posiblemente). El sonido glorioso del latido cardíaco de tu bebé podría ser audible a través de un Doppler en el consultorio de tu médico. Escucha: con toda seguridad se acelerará el latido de tu propio corazón.
Tu Bebé, Tercer Mes
Semana 10 Con una longitud de casi 1½ pulgada (más o menos el tamaño de una ciruela seca), tu bebé crece a pasos agigantados. Y para prepararse para esos primeros pasos agigantados (y pasitos de bebé), ya se están formando los huesos y cartílagos, a la vez que las pequeñas hendiduras en las piernas se desarrollan en rodillas y tobillos. Aun más increíble para alguien del tamaño de una ciruela, es que los codos en sus bracitos ya están trabajando. También aparecen brotes diminutos de dientes debajo de las encías. Más abajo, el estómago está produciendo jugos digestivos y los riñones creando grandes cantidades de orina. Y, si es niño, sus testículos están produciendo testosterona (¡es un chico después de todo, incluso a estas alturas!).
Semana 11 Tu bebé mide ahora un poquito más de 2 pulgadas y pesa casi un tercio de onza. Su cuerpito se está enderezando y su torso alargando. Se están formando los folículos y también las yemas de los dedos y los pies (las uñas empezarán a crecer en las próximas semanas). Esas uñas se formarán en dedos individuales, separados, que hace unas pocas semanas estaban unidos por una membrana tanto en las manos como en los pies. Y aunque todavía no puedes precisar su sexo a simple vista (ni siquiera con un ultrasonido), ahora es cuando se desarrollan los ovarios si es niña. Lo que sí podrías ver, si tuvieras una visión del útero, es que tu feto ya tiene características humanas distintivas, con manos y pies en la parte delantera del cuerpo, orejas que casi ya tienen su forma definitiva (aunque no todavía en su ubicación final), pasajes nasales abiertos en el extremo de la nariz, lengua y paladar en la boca, y pezones visibles.
Semana 12 El tamaño de tu bebé se ha duplicado con creces en las tres últimas semanas. Ahora pesa ½ onza y mide unas 2½ pulgadas. Como del tamaño de una ciruela fresca, el cuerpo de tu bebé está trabajando arduamente en la sección desarrollo. Aunque casi todos sus sistemas ya están completamente formados, todavía falta mucho por madurar. Su sistema digestivo empieza a practicar movimientos de contracción (para que tu bebé sea capaz de alimentarse), su médula ósea está produciendo glóbulos blancos (para que sea capaz de combatir todos esos gérmenes que pululan en los jardines del recreo infantil), y su glándula pituitaria en la base del cerebro ha empezado a producir hormonas (para que, si es mujercita, pueda algún día tener sus propios bebés).
Semana 13 A medida que se acerca el fin del primer trimestre, tu feto (que parece estar abriéndose camino hacia la sección producción) ha alcanzado el tamaño de un durazno, con unas 3 pulgadas de largo. Su cabeza tiene ahora la mitad de la medida del largo entre coronilla y trasero, pero ese cuerpecito encantador está cobrando fuerza y seguirá creciendo a toda velocidad (al nacer, tu bebé será cuarta parte cabeza y tres cuartas partes tronco). Mientras tanto sus intestinos, que estaban creciendo dentro del cordón umbilical, inician ahora el trayecto hacia su posición definitiva en su abdomen. Esta semana también se desarrollan sus cuerdas vocales (para poder llorar como un bebé… ¡muy pronto!).
Como siempre, recuerda que los embarazos y las mujeres son diferentes. Es posible que experimentes todos estos síntomas en un momento u otro, o sólo unos pocos. Algunos podrían venir del mes pasado y otros ser completamente nuevos. Incluso hay algunos que ni siquiera adviertes porque ya te has acostumbrado a ellos. O podrías presentar otros síntomas menos comunes. Esto es lo que puedes experimentar este mes:
Físicamente
Fatiga, falta de energía, insomnio
Necesidad frecuente de orinar
Náusea, con o sin vómitos
Exceso de saliva
Estreñimiento
Acidez, indigestión, flatulencia, hinchazón
Aversiones y antojos alimenticios
Mayor apetito, especialmente si se alivian los mareos con náuseas
Cambios en los senos: abundancia, pesadez, sensibilidad, hormigueo; oscurecimiento de las aréolas (área pigmentada en torno de los pezones); sobresalen las glándulas lubricantes de las aréolas como si se te pusiera la carne de gallina; se expande la red de líneas azuladas bajo la piel
Hay venas visibles en el abdomen, piernas y otras partes del cuerpo a medida que se incrementa el flujo sanguíneo
Ligero aumento en el flujo vaginal
Dolor de cabeza ocasional
Desvanecimiento o mareo ocasional
Tu barriga se redondea un poquito más y tu ropa se siente un poco ajustada
Emocionalmente
Continuos altibajos emocionales que podrían incluir cambios de ánimo, irritabilidad, irracionalidad, llantos inexplicables
Recelos, temor, alegría, exaltación; todos o cualquiera de éstos
Una nueva sensación de tranquilidad
De todos modos, todavía una sensación de irrealidad respecto al embarazo (“¿Realmente hay un bebé ahí”?)
Aunque podría haber variantes dependiendo de tus necesidades y el estilo de práctica del profesional, este mes es posible que tu médico controle lo siguiente:
Peso y presión sanguínea
Orina, para medir el nivel de azúcar y proteína
Latido fetal
Tamaño del útero, por examen táctil (desde el exterior), para determinar si concuerda con la fecha estimada de parto
Altura del fondo del útero
Manos y pies, para comprobar si hay hinchazón, y piernas en busca de várices
Preguntas o problemas que quieras debatir. Lleva contigo una lista
“He estado muy estreñida en las últimas semanas. ¿Es común?”
La sensación de estar hinchada, llena de gases y obstruida es una queja muy común entre las embarazadas. Y hay buenos motivos para ello. Por una parte, los elevados niveles de progesterona que circulan durante el embarazo provocan una mayor relajación de la musculatura intestinal, permitiendo que los alimentos permanezcan más tiempo en el aparato digestivo. Lo positivo es que tu flujo sanguíneo absorbe mejor los nutrientes, ayudando a que tu bebé reciba más de ellos. Lo negativo es que te quedas con el equivalente a un embotellamiento de alimentos, sin la posibilidad de evacuarlos enseguida. Por otra parte, tu útero en expansión presiona a los intestinos, imposibilitando su actividad normal. Y esto paraliza el proceso de eliminación, al menos como lo experimentabas antes.
Sin embargo, el estreñimiento no tiene por qué ser inevitable sólo por que estás embarazada. Intenta lo siguiente para combatir la congestión de colon (y, de paso, prevenir las hemorroides, un compañero frecuente del estreñimiento):
Defiéndete con fibras.
Tú y tu colon necesitan unos 25 a 35 gramos de fibras diarias. No es necesario llevar la cuenta. Sencillamente selecciona alimentos ricos en fibras como frutas y verduras frescas (crudas o ligeramente cocidas, con cáscara cuando sea posible); cereales y pan de grano integral; legumbres (habichuelas y arvejas), y frutas secas. Los productos verdes también pueden ser de ayuda, pero no sólo en su versión de vegetales, sino también en la jugosa y dulce forma de un kiwi, una fruta pequeña con poderoso efecto laxante. Si nunca has sido entusiasta de las fibras, agrega gradualmente estos alimentos a tu dieta para no sentir las ruidosas protestas de tu aparato digestivo. (Pero como la flatulencia es una queja común de las embarazadas y un efecto secundario frecuente de una dieta recientemente enriquecida con fibras, es posible que tu aparato digestivo proteste de todas maneras por un tiempo).
¿Sientes como si realmente estuvieras atascada? Agrega salvado de trigo o la planta psyllium a tu dieta, empezando de a poquito y aumentando la cuota a medida que lo necesites. Pero no te excedas con estas fibras energéticas, ya que si se desplazan muy rápido por tu organismo pueden llevarse consigo importantes nutrientes antes de que éstos hayan sido absorbidos.
Resiste lo refinado.
Aunque los alimentos ricos en fibras te pueden ayudar a ir al baño, los alimentos refinados pueden provocar el efecto contrario. Así que aléjate de estos productos como por ejemplo, del arroz y el pan blancos (y de otros productos horneados).
Ahoga a tu adversario.
El estreñimiento es un débil rival cuando se enfrenta a grandes cantidades de líquidos. La mayoría de los líquidos –especialmente el agua y los jugos vegetales– es efectivo para ablandar los excrementos y mantener la comida en movimiento en el aparato digestivo. Otra alternativa útil es tomar agua caliente con limón, ya que estimulará la peristalsis, esas contracciones intestinales que te ayudan a ir al baño. Si tu caso es severo, podrías encontrar consuelo en el jugo de ciruela seca.
Cuando tienes que ir… tienes que ir.
Aguantar las ganas de evacuar regularmente puede debilitar los músculos que controlan esta necesidad y producir estreñimiento. Establecer un horario puede ayudarte a evitar este problema. Por ejemplo, prepara tu desayuno rico en fibras un poco antes de lo habitual para tener la oportunidad de ir al baño antes de salir de la casa, y no esperar a que te den ganas cuando estás en el auto atrapada en medio del tráfico.
No comas mucho en cada comida.
Las comidas abundantes pueden recargar tu aparato digestivo y provocar más congestión. Opta por comer seis comidas ligeras diarias en vez de tres grandes. Eso te ayudará también a sufrir menos gases e hinchazón.
Controla tus suplementos y medicamentos.
Paradójicamente, muchos de los suplementos que hacen bien al organismo embarazado (vitaminas prenatales, calcio y suplementos de hierro) también pueden contribuir al estreñimiento. Lo mismo ocurre con ese mejor amigo de las embarazadas, el antiácido. Por eso consulta con tu médico sobre posibles alternativas o cambios en las dosis o, en el caso de los suplementos, para pasar a una fórmula de acción lenta. Además, pregúntale sobre los suplementos de magnesio que puedan ayudarte a combatir el estreñimiento.
Consigue bacterias aliadas.
Los probióticos (alias “bacterias buenas”) pueden estimular las bacterias intestinales para descomponer mejor los alimentos, ayudando al aparato digestivo a mantener el proceso en marcha. Disfruta de los probióticos en el yogur y bebidas de yogur que contengan cultivos activos. Tu médico puede recomendarte un suplemento probiótico en polvo, que podrás añadir fácilmente a los licuados (y no tienen gusto).
Ejercítate.
Un cuerpo activo estimula el movimiento de los intestinos, por lo tanto, incluye una caminata a paso ligero de media hora en tu rutina diaria (para algunas un paseo de sólo 10 minutos da resultado) y compleméntala con cualquier ejercicio que te agrade y que sea seguro durante el embarazo (consulta la página 242).
Si tus esfuerzos no dan resultado, consulta a tu médico. Podría recetarte un suavizante fecal para uso ocasional. No uses ningún laxante (incluyendo remedios herbales o aceite de castor) a menos que tu médico te lo recete específicamente.
“Todas mis amigas embarazadas sufren de estreñimiento. Yo no. De hecho, he seguido muy regular. ¿Mi sistema está funcionando bien?”
Al parecer, tu sistema no podría estar funcionando mejor. Es probable que tu eficiencia digestiva se deba a tu estilo de vida (el que has estado disfrutado desde hace tiempo o el que has adoptado desde que te enteraste que estabas embarazada). El aumento en el consumo de alimentos y líquidos ricos en fibras, además del ejercicio regular, pueden contrarrestar la pereza digestiva natural del embarazo y mantener una regularidad. Si este estilo dietético es nuevo para ti, la productividad de tu aparato digestivo podría disminuir un poquito (y calmar la flatulencia, que suele acompañar temporalmente a esos cambios dietéticos) a medida que tu sistema se acostumbra, pero probablemente seguirás siendo “regular”.
“No estoy estreñida en absoluto. Por el contrario, en las dos últimas semanas he tenido deposiciones blandas. Casi diarrea. ¿Es normal?”
En lo que respecta a los síntomas del embarazo, lo normal suele ser lo que es normal para ti. Y en tu caso, las deposiciones más frecuentes y más blandas podrían serlo. Cada organismo reacciona de manera diferente a las hormonas del embarazo y es posible que el tuyo reaccione aumentando y no disminuyendo el movimiento intestinal. Eso también se puede deber a un cambio positivo en tu dieta y en tus hábitos de ejercicio.
Intenta reducir el consumo de alimentos que estimulan el movimiento intestinal, como frutas secas, y agregar alimentos pesados (como las bananas) hasta que tus deposiciones sean más firmes. Bebe lo suficiente, para compensar los líquidos que estás perdiendo con esas deposiciones acuosas.
Si tus evacuaciones son muy frecuentes (más de tres por día) o muy líquidas, con sangre o mucosidad, consulta a tu médico. Este tipo de diarrea podría requerir una pronta intervención durante el embarazo.
“Estoy muy hinchada y estoy soltando gas todo el tiempo. ¿Será así durante todo mi embarazo?”
¿Estás despidiendo gases como un muchacho de fraternidad universitaria (o más aún)? Lo siento, chicos, pero nadie tiene más gases que una mujer embarazada. Si bien no se puede decir lo mismo de las personas que trabajan o viven cerca de ti, afortunadamente tu bebé es ajeno e inmune a tu descontrol digestivo. Amparado en su capullo uterino que está protegido por el líquido amniótico que amortigua los impactos, probablemente le resulta sedante el burbujeo y gorgoteo de tu concierto gástrico.
Pero el bebé no estará feliz si la hinchazón –que a menudo empeora al final del día y que, lamentablemente, persiste durante el embarazo– te impide comer bien y con regularidad. Para reducir los sonidos y aromas de tu retaguardia y para que tu consumo nutricional no se vea afectado debido a tus explosiones intestinales, toma las siguientes medidas:
Mantén la regularidad intestinal.
El estreñimiento es una causa común de los gases y la hinchazón. Lee los consejos de la página 186.
No te satures.
Las comidas abundantes contribuyen a esa sensación de hinchazón. También recargan el sistema digestivo, que no está precisamente en su mejor momento durante el embarazo. En vez de tener tres comidas grandes al día, opta por seis comidas ligeras.
No engullas.
Cuando comes corriendo o volando, es probable que tragues tanto aire como alimentos. Este aire forma dolorosas bolsas de gas en el intestino, que buscarán su liberación del único modo que saben hacerlo.
Mantén la calma.
Particularmente durante las comidas. La tensión y ansiedad pueden hacer que tragues aire, lo que llenará tu tanque de gas. Respirar hondo unas cuantas veces antes de las comidas te ayudará a relajarte.
Mantente alejada de los productores de gas.
Tu barriga te dirá cuáles son: varían de una persona a otra. Los culpables comunes incluyen cebolla, repollo, alimentos fritos, salsas espesas, golosinas azucaradas, bebidas gaseosas y, por supuesto, los famosos frijoles.
No te apresures a descartar.
Pregúntale a tu médico antes de descartar tus medicamentos antigases comunes (algunos son seguros, otros no son recomendables) o cualquier remedio sin receta o herbal. Sin embargo, un té de manzanilla, puede aliviar sin riesgos todo tipo de indigestión inducida por el embarazo al igual que el agua caliente con limón.
“Me duele la cabeza mucho más que antes. ¿Qué puedo tomar?”
El hecho de que las mujeres sean más propensas a los dolores de cabeza justo cuando se supone no deben tomar analgésicos, es una de las ironías del embarazo. Es una paradoja que hay que admitir, pero no necesariamente que tengas que sufrir (al menos no demasiado). La prevención sumada a los remedios adecuados (medicinales y no medicinales), pueden aliviar los dolores de cabeza recurrentes del embarazo.
El mejor camino para el alivio de los dolores de cabeza depende de la causa o causas. Normalmente son el resultado de cambios hormonales (que son responsables de la mayor frecuencia y severidad de muchos tipos de dolores de cabeza, incluyendo el sinusoidal), fatiga, tensión, hambre, estrés físico o emocional, o una combinación de estos factores.
Hay muchos modos de combatir los dolores de cabeza (y algunos notablemente efectivos no vienen en cápsulas), y en muchos casos encontrarás el remedio a sus causas:
Relájate.
El embarazo puede ser una época de grandes ansiedades, cuyo resultado común sean los dolores de cabeza. Algunas mujeres encuentran alivio a través de la meditación y yoga (que también es un ejercicio fabuloso para el embarazo). Puedes asistir a una clase, seguir un DVD o CD de instrucción, leer libros sobre ésas y otras técnicas de relajación, o intentar el ejercicio de la página 153.
Por supuesto, los ejercicios de relajación no les van bien a todas. A algunas les provoca mayor tensión en vez de disminuirla. Si ése es tu caso, acostarte en una habitación oscura y silenciosa, o tenderte en el sofá o con los pies en alto en tu escritorio durante 10 a 15 minutos pueden ser un antídoto para la tensión y los dolores de cabeza.
Descansa lo suficiente.
El embarazo también puede ser un momento de fatiga extrema, particularmente en el primer y último trimestres y, a menudo, durante los nueve meses para las mujeres que trabajan durante largas horas y/o tienen otros niños que cuidar. Puede ser difícil conciliar el sueño cuando la barriga empieza a crecer (“¿voy a estar cómoda alguna vez?”) y la mente empieza a trabajar (“¿cómo me las voy a arreglar para hacer todo lo que hay que hacer antes de que llegue el bebé?”), lo que intensifica la fatiga. Hacer un esfuerzo consciente por descansar más, día y noche, puede ayudarte a mantener los dolores de cabeza a raya. Pero no duermas demasiado, porque el exceso de sueño también puede provocarte estos molestos dolores, como también dormir con la cabeza bajo la manta.
Come regularmente.
Para evitar los dolores de cabeza por hambre, desencadenadas por un bajo nivel de azúcar en la sangre, no dejes de alimentarte. Ten a mano bocadillos energéticos (como hojuelas de soya, barras de granola, frutas secas y nueces), tanto en tu bolso, en la guantera de tu auto y en el escritorio de tu oficina, y mantén otro tanto en la despensa de tu casa.
Busca un momento de paz y tranquilidad.
El ruido puede provocarte un dolor de cabeza, especialmente si estás hipersensible a los sonidos. Evita los lugares ruidosos (los centros comerciales, las fiestas ruidosas, los restaurantes con mala acústica). Si tu empleo es muy ruidoso, consulta a tu jefe si se puede hacer algo al respecto o, de ser posible, pídele el traslado a un sector más tranquilo. En tu casa, baja el volumen del timbre del teléfono, del televisor y de la radio.
No te sofoques.
Un cuarto sobrecalentado o de escasa ventilación puede provocar un dolor de cabeza a cualquiera, pero especialmente a una futura mamá que de por sí ya está sofocada. Evita los lugares mal ventilados, pero cuando no puedas hacerlo (faltan dos días para Navidad y tienes que enfrentarte a ese centro comercial atestado, o a lo mejor trabajas en él), da un paseo al aire libre y respira una bocanada de frescura. Vístete usando capas de ropa cuando sepas que tienes que ir a algún lugar sofocante y mantente cómoda (y ojalá libre de dolores de cabeza) quitándote una capa tras otra según lo necesites. Si no puedes salir al exterior, al menos intenta abrir una ventana.
Cambia la iluminación.
Tómate tiempo para examinar tu ambiente, particularmente las luces, con nuevos ojos. Algunas mujeres comprueban que un lugar de trabajo sin ventanas iluminado con tubos fluorescentes puede provocar dolores de cabeza. Cambiar a bombillas incandescentes y/o trasladarse a un cuarto con ventanas puede ayudar. Si no es posible, trata de salir unos minutos al aire libre cada vez que puedas.
Pruebas alternativas.
Algunas prácticas de medicina complementaria y alternativa –incluyendo acupuntura, acupresión, retroalimentación y masajes– pueden aliviar los dolores de cabeza (lee la página 92).
Alterna frío y calor.
Para el alivio del dolor de cabeza sinusoidal, aplícate compresas calientes y frías en la zona dolorida, alternándolas por períodos de 30 segundos hasta llegar a un total de 10 minutos, cuatro veces por día. Para dolores de cabeza originados por la tensión, aplica hielo en la nuca durante 20 minutos, mientras mantienes los ojos cerrados y te relajas. (Usa una bolsita de hielo o una almohadilla especial para la nuca que contenga un gel que mantiene el frío por más tiempo).
Enderézate.
Encogerte o mirar hacia abajo para leer o hacer otras tareas (¿estás tejiendo escarpines?) durante largos períodos, también pueden provocar dolores de cabeza. Por eso cuida tu postura.
Tómate dos.
¿No tienes tiempo para el dolor? El acetaminofeno (Tylenol) por lo general brinda alivio rápido y su uso es considerado seguro durante el embarazo (olvida el ibuprofeno y la aspirina). Consulta con tu médico para determinar la dosis adecuada y el protocolo de uso. Y no tomes ningún analgésico (con o sin receta o herbal) sin la aprobación del médico.
Si un inexplicado dolor de cabeza persiste por un par de horas, si reaparece a menudo, si es resultado de una fiebre o si está acompañado de perturbaciones visuales o hinchazón de manos y rostro, infórmalo al médico.
“Sufro de migrañas y he escuchado que son más frecuentes durante el embarazo. ¿Es cierto?”
Algunas mujeres tienen migraña con mayor frecuencia durante el embarazo mientras que a otras les ocurre lo contrario. Se desconoce la razón e, incluso, no se sabe por qué algunas personas sufren de migrañas recurrentes y otras jamás las tienen.
Si has tenido migrañas en el pasado, pregunta a tu médico qué remedios son seguros durante el embarazo y así estarás preparada para enfrentar estos terribles dolores de cabeza. Y prevenir es mejor que curar. Si sabes qué te provoca un ataque, puedes tratar de evitar al culpable. El estrés es un culpable común, como también el chocolate, el queso y el café. Si es posible, trata de determinar cómo evitarlas una vez que aparezcan las señales de advertencia. Las siguientes medidas pueden darte alivio: mójate la cara con agua fría o aplícate un paño frío o una bolsa de hielo; evita los ruidos, luces y olores tendiéndote con los ojos cubiertos en un cuarto oscuro, durante dos o tres horas (durmiendo una siesta, meditando o escuchando música, pero no leyendo ni viendo televisión), o intenta algunas técnicas de medicina alternativa, como retroalimentación o acupuntura (consulta la página 92).
“Me temo que me van a quedar marcas de estrías en la piel. ¿Se pueden prevenir?”
A nadie le agradan las estrías, especialmente cuando llega la temporada de lucir la piel. Pero no son fáciles de evitar cuando estás esperando un bebé. La mayoría de las embarazadas desarrolla en algún momento del embarazo estas líneas rosas o rojizas (a veces más bien púrpuras), ligeramente dentadas y, a veces acompañadas de comezón, en los senos, caderas y/o abdomen.
Las estrías son provocadas por el estiramiento de la piel, causado por diminutos desgarros en sus capas de tejido interior cuando se dilatan al límite. Las futuras mamás con buena elasticidad (porque lo han heredado y/o conseguido con años de excelente nutrición y ejercicio) podrían tener varios embarazos sin presentar una sola marca. Y, de hecho, tu madre podría ser tu mejor bola de cristal para pronosticar si tendrás esas marcas o no; si su piel salió ilesa en sus embarazos, es probable que la tuya también lo haga, pero si tuvo estrías, probablemente tú también las tendrás.
Para minimizar o prevenir las estrías, mantén un aumento de peso estable, gradual y moderado (mientras más se estira la piel, es más probable que queden huellas). También puede ser de ayuda estimular la elasticidad de la piel, nutriéndola con una buena dieta (especialmente esos alimentos con vitamina C). Y aunque ninguna crema ha demostrado impedir que las estrías zigzagueen en tu piel, no hay daño en aplicarse humectantes, como manteca de cacao. Aun sin una prueba científica como respaldo, algunas mujeres juran que dan resultado. Y, en todo caso, previenen la sequedad y picazón asociadas con la piel tirante del embarazo. Y una ventaja extra: podría ser divertido que tu compañero te unte un humectante en la barriga (tu pequeño huésped también disfrutará el masaje).
Si te salen estrías (a menudo conocidas como la insignia de la maternidad), consuélate sabiendo que se irán desvaneciendo gradualmente hasta convertirse en líneas plateadas, algunos meses después del parto. Puedes consultar a un dermatólogo la posibilidad de reducir su visibilidad en el posparto con terapia de láser o Retin-A. Mientras tanto, lúcelas con orgullo.
“Me estoy acercando al final del primer trimestre y aún no he aumentado nada de peso”
Muchas mujeres tienen dificultades para aumentar siquiera una onza en las primeras semanas. Algunas, incluso, pierden unas pocas libras, cortesía de la náusea, y otras, como empezaron excedidas de peso, no necesitan aumentar nada todavía. Por suerte, la naturaleza protege a tu bebé aunque tengas el estómago delicado o rechaces los alimentos. Los fetos diminutos también tienen diminutas necesidades nutricionales, lo que implica que tu falta de aumento de peso en esta etapa no tendrá ningún efecto sobre tu bebé. Pero al entrar en el segundo trimestre es otra historia. A medida que el bebé crece y tu fábrica maternal entra en calor, aumenta la demanda de calorías y nutrientes, y tendrás que empezar a ponerte al día con el aumento de peso, agregando las libras a un ritmo estable.
En consecuencia, no hay motivos para preocuparse, pero empieza a comer (es de esperar que las náuseas y mareos se alivien pronto). Y a partir del cuarto mes, comienza a controlar tu peso para aumentar al ritmo adecuado (consulta la página 180). Si sigues teniendo problemas para ganar peso, trata de reforzar el impacto nutritivo de las calorías que consumes comiendo de manera eficiente (consulta la página 99). Además, intenta comer un poco más de alimentos cada día sin dejar pasar ciertas comidas y agregando bocadillos más frecuentes. Si no puedes comer demasiado de una sola vez (que de todos modos no es bueno para el embarazo), come seis comidas ligeras diarias en vez de tres grandes. Deja las ensaladas, sopas y bebidas que te llenan para después de tu plato principal, para no estropear el apetito. Disfruta de alimentos ricos en grasas “buenas” (nueces, semillas, aguacate, aceite de oliva). Pero no trates de aumentar libras agregando mucha comida chatarra a tu dieta. Ese tipo de aumento de peso te ayudará a redondear las caderas y muslos más que nutrir a tu bebé.
“Estoy embarazada de 12 semanas y me asombró saber que ya he aumentado 13 libras. ¿Qué debo hacer ahora?”
En primer lugar, no te alarmes. Muchas mujeres se llevan esa misma sorpresa cuando se suben a la balanza al final de su primer trimestre y descubren que han aumentado 8, 10, una docena de libras o más en tres cortos meses. A veces se debe a que se ha seguido literalmente el consejo de “comer por partida doble” (es cierto que comes por dos, pero uno de los dos es muy, muy pequeñito), entusiasmadas de liberarse por fin de una vida de dieta. Otras veces es porque han descubierto que pueden combatir los mareos y náuseas con productos ricos en calorías (helados, pasta, hamburguesas o simplemente pan).
Como sea, no todo está perdido. Es cierto que no puedes volver al pasado ni aplicar el aumento de los tres primeros meses a los seis siguientes. Tu bebé necesita un suministro estable de nutrientes (especialmente en el segundo y tercer trimestres, cuando crece a pasos agigantados) y, por eso, no es buena idea reducir ahora las calorías. Pero puedes tratar de mantener tu aumento en buen camino por el resto de tu embarazo –reduciendo la marcha sin presionar totalmente los frenos– vigilando la balanza (y lo que comes) con mayor cuidado.
Consulta con tu médico para fijar un objetivo seguro y sensible de aumento de peso para los dos trimestres que faltan. Aunque si te inscribes en el club de una libra por semana hasta el mes 8 (la mayoría de las mujeres nota que su aumento de peso se hace más lento o se detiene en este mes), no te excederás más allá de un par de libras sobre las 35, el límite máximo recomendado. Consulta la Dieta del Embarazo (Capítulo 5) para saber cómo comer saludablemente por partida doble sin terminar pareciendo a tu doble… de peso. Aumentar de manera eficiente, con los mejores alimentos posibles, no sólo te ayudará a cumplir tu objetivo, sino también te permitirá bajar más fácilmente el peso ganado, después del parto.
“¿Por qué ya se me nota si apenas estoy en mi primer trimestre?”
¿Tienes mucho más que mostrar en tu primer trimestre de lo que esperabas? Como todo vientre es diferente, algunos se mantienen lisos hasta bien iniciado el segundo trimestre mientras que otros parecen insinuarse nada más te haces la prueba casera del embarazo. Una barriga temprana puede ser desconcertante (“si estoy así de grande ahora, ¿cómo voy a estar de aquí a algunos meses?”), pero también puede ser una prueba acogedora y tangible de que realmente llevas un bebé a bordo.
Hay varias posibilidades que explican esta situación:
Complexión pequeña. Si eres delgada, tu útero en crecimiento no tiene un lugar donde ir, causando un bulto aunque todavía relativamente pequeño.
Menor tono muscular. Una embarazada con músculos abdominales sueltos tiene más probabilidad de abultar la barriga más rápido que una futura mamá con torso tirante y tonificado. Por eso en las mamás que están en su segundo embarazo se tiende a notar antes; sus músculos abdominales ya se han estirado.
Exceso de comida. Si has estado comiendo por dos (pero olvidando que uno de esos dos todavía tiene el tamaño de una ciruela seca), tu barriga podría estar ostentando más grasa que bebé. Si ya has aumentado más de 4 ó 5 libras, eso podría explicar tu barriga prematuramente abultada.
Equivocación en las fechas. El bulto prematuro podría ser resultado de una fecha de concepción mal calculada.
Hinchazón. El exceso de gas y la hinchazón podrían explicar ese estómago de tamaño gigante. También podría ser resultado de una distensión intestinal si has dejado pasar mucho tiempo entre una evacuación y otra.
Más de un huésped a bordo. Algunas mujeres con más barriga de lo normal en su primer trimestre, descubren más adelante que esperan mellizos. Pero antes de empezar a duplicar el ajuar infantil, ten en cuenta que la mayoría de las mujeres con barriga prominente inicial sólo tiene un bebé. Una barriga redondeada en el primer trimestre no es un indicio confiable de que la futura mamá está esperando más de un bebé (pasa a la pregunta siguiente).
“¿Cómo sabe mi médico si tengo mellizos o no?”
¿Tienes un presentimiento de que hay más de un bebé a bordo? Hay muchas señales para determinar si estás esperando mellizos o no:
Un útero grande para la fecha.
El tamaño del útero y no del abdomen es lo que cuenta en el diagnóstico de embarazo múltiple. Si tu útero parece crecer más rápido de lo anticipado para tu fecha de parto, podría sospecharse de que hay más de un bebé. El vientre abultado de por sí no es señal suficiente.
Síntomas exagerados del embarazo.
Cuando estás esperando más de un bebé, los problemas típicos del embarazo (mareo con náuseas, indigestión y otros) pueden duplicarse, o al menos parecerlo. Pero éstos también pueden ser exagerados en el embarazo de un solo feto.
Predisposición.
Varios factores aumentan la probabilidad de que una mujer espere mellizos no idénticos o fraternales. Entre ellos, la presencia de mellizos no idénticos en la familia materna, una edad avanzada (la mujer de 35 años o más con frecuencia libera más de un óvulo por vez), el uso de remedios de fertilidad para estimular la ovulación, y la fertilización in vitro. Algunas evidencias indican que los mellizos idénticos podrían tener influencia genética (algo en tu óvulo o en el esperma de tu pareja podría causar la división de un óvulo fertilizado).
Tu médico podría tratar de escuchar dos (o más) latidos cardíacos separados, aunque no es una ciencia exacta (el latido de un solo feto podría escucharse en distintos puntos), por lo tanto, éste no es el método para diagnosticar un embarazo múltiple. La mejor herramienta es un ultrasonido temprano. En casi todos los casos (excepto en el caso inusual en que un feto “tímido” se mantenga obstinadamente oculto detrás del otro), esta técnica diagnostica con precisión un embarazo múltiple. Si estás esperando mellizos (o más), consulta el Capítulo 16.
“Mi amiga oyó el latido de su bebé a las 10 semanas. Yo tengo una semana más que ella y mi médico todavía no ha escuchado el de mi bebé”
Escuchar el primer ruidito del corazón de tu bebé es música celestial (para los oídos de los futuros papá y mamá). Aunque hayas visto el pulso estable de tu pequeñín en un ultrasonido temprano, no hay nada como oírlo en el consultorio de tu médico, por medio del Doppler (un artefacto de ecografía manual que amplifica el sonido con la ayuda de una gelatina especial sobre la barriga).
Aunque el latido cardíaco puede oírse ya desde la décima a duodécima semana con un Doppler, no todas las futuras mamás tienen la suerte de escuchar esta temprana sinfonía fetal. La posición de tu bebé podría ser la causa de un latido inaudible, o quizás la ubica ción de la placenta (o una acumulación de grasa en la barriga) está amortiguando el sonido. Un ligero error en el cálculo de la fecha de parto también podría ser una explicación. Para la semana 14, el sonido milagroso del latido de tu bebé seguramente ya estará disponible para tu feliz audición. Si no es así, o si estás muy ansiosa, es probable que tu médico te haga un ultrasonido para escuchar el latido cardíaco que por alguna razón no pudo oír con el Doppler.
Cuando oigas el latido, hazlo atentamente. Por lo general, tu latido normal es inferior a las 100 pulsaciones por minuto, pero el de tu bebé será de 110 a 160 por minuto durante el comienzo del embarazo, y promediará de 120 a 160 hacia la mitad del proceso. No compares los latidos fetales con el de tus amigas embarazadas, ya que el corazón de cada bebé late a su propio ritmo y éste varía en una amplia gama.
A partir de las 18 a 20 semanas, el latido puede escucharse sin necesidad de un Doppler, usando un estetoscopio regular.
“Todas mis amigas embarazadas dicen que han tenido un aumento de su apetito sexual al comienzo del embarazo. ¿ Por qué yo me siento tan poco sexy?”
El embarazo es una etapa de cambios en muchos aspectos de tu vida, y el sexual no es una excepción. Como ya habrás notado, las hormonas juegan un papel en los altibajos físicos y emocionales y también tienen un rol importante en la sexualidad. Pero esas hormonas impactan de manera distinta a cada mujer, aumentando la temperatura en algunas y echándoles un balde de agua fría a otras. Algunas que nunca habían tenido un orgasmo o interés en el sexo experimentan ambos por primera vez estando embarazadas. Otras, acostumbradas a un apetito sexual voraz y a tener orgasmos, sienten de pronto que carecen completamente de deseo y que les cuesta excitarse. Y aunque tus hormonas hayan activado el botoncito de la pasión, los síntomas del embarazo (las náuseas, la fatiga, y esos senos hipersensibles) pueden interponerse entre la pasión y tú. Estos cambios en la sexualidad pueden ser desconcertantes, provocar complejo de culpa, resultar maravilloso o una combinación confusa de los tres. Y son perfectamente normales.
Lo más importante es reconocer que tus sentimientos sexuales durante el embarazo –y también los de tu pareja– podrían ser más erráticos que eróticos; puedes sentirte sexy un día y fría al siguiente. La comprensión mutua, una comunicación abierta, así como también el sentido del humor, te harán sobrellevar la situación. Y recuerda (y recuérdaselo también a tu pareja) que muchas mujeres que perdieron esa sensación de deseo en el primer trimestre la recuperan en el segundo con creces, por lo tanto, no es de sorprender que la pasión vuelva pronto a todo vapor a tu dormitorio. Hasta entonces, podrías intentar los consejos que te damos a continuación para calentar el ambiente.
“Desde que quedé embarazada, estoy excitada constantemente y demasiado sexo nunca es suficiente. ¿Es normal?”
¿Te sientes un poco acalorada, especialmente usando esos pantalones ajustados? Puedes considerarte afortunada. Mientras algunas mujeres comprueban que su vida sexual se paraliza en el primer trimestre (esos primeros indicios del embarazo desplazan violentamente su libido), otras, como tú, sienten que demasiado no es suficiente. Puedes agradecer al exceso de hormonas que revolotea en tu cuerpo en estos días y al aumento del flujo sanguíneo en la zona de la pelvis (que hace que tus genitales sientan ese maravilloso hormigueo) por subir tu termómetro sexual. Encima (hablando en sentido figurado), ahora estrenas esas curvas y senos abultados que te hacen sentir una mamá supersexy. Además, podría ser la primera vez en tu vida sexual que puedes hacer el amor cuando realmente quieres, sin necesidad de enfriar el momento corriendo al baño para ponerte un diafragma o calcular tu fertilidad con un pronosticador de ovulación. Este estado feliz de sensualidad podría acentuarse en el primer trimestre, cuando el caos hormonal está en su auge, o podría continuar hasta el día del parto.
Como el aumento de tu apetito sexual es perfectamente normal (así como también lo es la falta de él), no te preocupes ni sientas complejo de culpa. Y no te sorprendas o inquietes si tus orgasmos son más frecuentes o intensos que nunca (y si los tienes por primera vez, es motivo extra de celebración). Siempre y cuando tu médico te dé luz verde para tener relaciones sexuales en todas sus formas (como ocurre en la mayoría de los casos), aprovecha el momento y tu pareja. Exploren diferentes posiciones antes de que tu barriga imposibilite muchas de ellas. Y, sobre todo, disfruta de esa intimidad mientras puedas (y antes de que tu libido se venga abajo en el período de posparto).
“Me interesa el sexo en todo momento, pero mi marido nunca está de ánimo en estos días. Lo estoy empezando a tomar como algo personal”
¿Qué es lo que impide a tu pareja disfrutar de su alimento favorito ahora que el pan está en el horno? Hay muchas explicaciones posibles. Una podría ser el temor a dañarte a ti o al bebé (aunque no puede hacerlo). O el factor extravagante de hacer el amor “en frente” del bebé, o el pensamiento de que éste puede ver o sentir su pene cuando está dentro de ti (lo que, dicho sea de paso, es atribuirse demasiado crédito). Quizás atraviesa por un período difícil para acostumbrarse a los cambios de tu cuerpo o a la idea de que vas a convertirte en la madre de sus hijos. O está tan concentrado en la idea de convertirse en padre que su función de amante ha quedado relegada a un segundo plano. Podría haber, incluso, un desencadenante físico: los padres primerizos suelen experimentar una disminución de testosterona y un aumento de las hormonas femeninas que pueden enfriar su libido.
Independiente de la causa que provoque que tu marido se esconda cada vez que le das una mirada de fuego, no lo tomes como algo personal. Pero tampoco te resignes a una sequía de nueve meses. En cambio, inicia una conversación íntima. Dile cómo te sientes (superexcitada y sin saber qué hacer), y descubre qué pasa por su mente (lo que puede explicar qué es lo que no pasa debajo de su cinturón). Pídele que lea la sección sobre sexo que comienza en la página 275, como también el Capítulo 19, que lo tranquilizará convenciéndolo de que el sexo es perfectamente seguro en un embarazo normal y que los bebés son ajenos a las intimidades de sus padres (y fuera de su alcance, aun para el papá mejor dotado por la naturaleza). Sé comprensiva y paciente si él tiene equipaje emocional que desempacar antes de volver a intimar. Una comunicación abierta y franca les permitirá a los dos volver a entrar en razón y, posiblemente, también en la cama.
Y no esperes pasivamente a que el amor (y él) se acerquen a ti. Hazlo entrar en calor con ropa interior que acentúe tus nuevas (e insinuantes) curvas, agrega iluminación y música sugerente, y ofrécele un masaje (con aceites aromáticos incluidos). Si eso sólo lo hace sentir más incómodo (y más presionado para desempeñarse bien), opta por el camino opuesto. Acurrúcate, en cambio, en el sofá para mimos y caricias. Quizás, cuando no exista presión, se sienta inspirado a embarcarse en el tren que lo está esperando en la estación del amor.
“Tuve un calambre en el abdomen después de un orgasmo. ¿Es normal o significa que algo anda mal?”
No hay nada de qué preocuparse, ni tampoco motivos para dejar de disfrutar del sexo. Los calambres (a veces acompañados de dolor en la espalda a la altura de la cintura) –tanto durante como después del orgasmo– son comunes e inofensivos durante un embarazo de bajo riesgo. Pueden ser el resultado de causas físicas: una combinación del aumento normal en el flujo sanguíneo de la pelvis durante el embarazo, la igualmente normal congestión de los órganos sexuales durante la excitación y el orgasmo, y las contracciones normales del útero después del orgasmo. O podrían ser causas sicológicas: producto del temor común, pero infundado, de dañar al bebé durante el acto sexual. O podría ser una combinación de factores físicos y sicológicos, ya que la conexión cuerpo-mente es bastante intensa cuando se trata de sexo.
En otras palabras, esos calambres no indican que estás dañando a tu bebé mientras tú estás disfrutando. De hecho, a menos que tu médico te haya indicado lo contrario, es perfectamente seguro mezclar el placer del sexo y la tarea de gestar un bebé. Si los calambres te incomodan, pídele a tu pareja un masaje gentil. No sólo podría aliviarte de los calambres sino también de la tensión que podría desencadenarlos. Algunas mujeres también experimentan calambres en las piernas después del encuentro sexual: consulta la página 292 donde encontrarás consejos para aliviarlos.
TODO ACERCA DE …
Si estás embarazada, ya tienes una buena carga de trabajo. Y si añades un trabajo de tiempo completo a esa otra tarea de tiempo completo de gestar un bebé, tu carga se duplica. Combinar una cosa con otra –las visitas al médico y las reuniones con los clientes, los viajes al baño con las idas a la sala del correo, los mareos y náuseas con almuerzos de trabajo, contárselo a tu mejor amiga en contabilidad (que podría estar entusiasmada por ti) con contárselo a tu jefe (que podría no estarlo), mantenerte saludable y cómoda y a la vez motivada y exitosa, preparar la llegada del bebé al mismo tiempo que la licencia por maternidad– puede ser un desafío de 9 a 5 que te obligue a trabajar extra. Éstos son algunos consejos para las embarazadas que trabajan.
¿Te preguntas cuándo debes acercarte al escritorio de tu jefe para descubrir el pastel? No hay un momento universalmente perfecto (aunque por cierto deberías hacerlo antes de que la barriga te traicione). Mucho dependerá de lo amistoso (o inamistoso) que sea tu lugar de trabajo, pero sobretodo de tus sentimientos (físicos y emocionales). Éstos son algunos factores que puedes considerar:
Cómo te sientes y si ya se te nota.
Si los mareos con náuseas te han hecho pasar más tiempo inclinándote sobre el inodoro que sentada en tu escritorio; si la fatiga del primer trimestre apenas te permite levantar la cabeza de la almohada por la mañana; o si ya estás luciendo una barriguita demasiado abultada como para culpar al desayuno, probablemente no podrás seguir ocultando tu secreto por mucho tiempo. En ese caso, informarlo pronto tiene más sentido que esperar hasta que tu jefe (y todos los demás en la oficina) saquen sus propias conclusiones. Si, por otra parte, te sientes bien y todavía puedes cerrar fácilmente la cremallera de tus pantalones, podrías esperar para hacer el anuncio.
Qué tipo de trabajo tienes.
Si trabajas en condiciones o con sustancias que podrían ser perjudiciales para tu embarazo o tu bebé, debes hacer el anuncio lo antes posible, y, de ser posible, solicitar una transferencia o un cambio de tareas.
Cómo va el trabajo.
Cuando una mujer anuncia su embarazo en el trabajo lamentable –e injustamente–, puede levantar sospechas, incluyendo: “¿tendrá las energías como para producir?”, “¿prestará atención al trabajo o a su bebé?”, “¿nos dejará plantados?” Podrías despejar algunas de esas preocupaciones haciendo tu anuncio justo después de completar un informe, de concertar un acuerdo, de lograr un récord de ventas, de aportar una gran idea, o de demostrar de alguna manera que puedes ser productiva estando embarazada.
Si se acerca una evaluación.
Si temes que tu anuncio puede influir sobre los resultados de una próxima evaluación o revisión salarial, espera hasta que éstos lleguen antes de compartir la noticia. Ten en cuenta que podría ser difícil demostrar que te han pasado por alto para una promoción o un aumento sólo por estar embarazada (y que pronto serás una trabajadora y una madre, no necesariamente en ese orden).
Si trabajas en una fábrica de chismes.
Si los chismes son el producto principal de tu compañía, ten especial cuidado. Si la noticia de tu embarazo llega a los oídos de tu jefe antes de que tú se lo digas, podrías lidiar con problemas de falta de confianza además de los relacionados con el embarazo. Asegúrate de que tu jefe sea el primero en saberlo, o, por lo menos, que a quienes se lo reveles antes sean de absoluta confianza.
Cuál es la actitud de la empresa hacia la familia.
Trata de averiguar cuál es la actitud de tu empleador hacia el embarazo y la familia. Pregunta a otras mujeres que ya han pasado por lo mismo (pero hazlo con total discreción). Desempolva el folleto del empleador que ha estado en tu escritorio y revisa las políticas sobre la licencia de maternidad. O concierta una entrevista confidencial con alguien de recursos humanos o con el encargado de beneficios al personal. Si la empresa tiene antecedentes de apoyar a las madres y las futuras mamás, podrías hacer el anuncio antes. Sea como sea, tendrás un panorama más claro de lo que te espera.
Una vez que has decidido cuándo hacer el anuncio, puedes tomar algunas medidas para asegurarte de que sea bien recibido:
Prepárate.
Antes de revelarlo, investiga. Aprende todo lo que puedas acerca de las políticas de tu empleador sobre la licencia de maternidad. Algunas compañías ofrecen licencia paga y otras sin paga. Otras permiten que uses días de enfermedad o de vacaciones como parte de tu licencia.
Conoce tus derechos.
Las mujeres embarazadas –y los padres en general– tienen menos derechos en los Estados Unidos que en la mayoría de los países industrializados. De todos modos, se han dado algunos pequeños pasos en nombre de las trabajadoras embarazadas a nivel federal por medio de la Ley de Discriminación en el Embarazo (Pregnancy Discrimination Act) y la Ley de la Licencia Familiar y Médica (Family and Medical Leave Act) (lee el recuadro en la página 202), y a nivel estatal (muchos estados tienen leyes de oportunidades equitativas en el empleo que protegen a las embarazadas contra la discriminación). Algunas empresas progresistas han dado voluntariamente pasos agigantados en el tema. Familiarízate con tus derechos según la ley para saber lo que puedes pedir y lo que no.
Traza un plan.
La eficiencia es apreciada en el trabajo y estar preparada siempre ayuda a impresionar a los demás. Por eso, antes de hacer el anuncio, diseña un plan detallado que incluya cuánto tiempo piensas quedarte en el trabajo (siempre que no haya imprevistos médicos), cuál será la duración de tu licencia por maternidad, cómo planeas completar tus tareas antes de la licencia, y cómo propones que toda tarea inconclusa sea manejada por otros. Si en un comienzo quieres regresar a tiempo parcial, haz ahora la propuesta. Escribir tu plan te asegurará no olvidar los detalles y, además, te anotarás puntos por tu eficiencia extra.
Planea el momento.
No trates de decírselo a tu jefe cuando comparten un taxi camino a una reunión o cuando están por despedirse un viernes por la tarde. Fija una cita para que ninguno de los dos tenga prisa o esté distraído. Trata de hacerlo en un día y una hora en que usualmente hay menos tensión en la oficina. Posterga la cita si el ambiente laboral se vuelve un poquito complicado.
Acentúa lo positivo.
No comiences tu anuncio con disculpas ni recelo. En cambio, hazle saber a tu jefe que no sólo estás feliz por tu embarazo sino también confiada en tu capacidad y compromiso para mezclar trabajo y familia.
Sé flexible (pero no sumisa).
Presenta tu plan y ábrelo a discusión. Debes estar preparada para transar (tu plan debe tener un margen para negociación), pero no te retractes completamente. Plantea una exigencia mínima realista y mantente firme.
Una vez que hayas elaborado los detalles de tu protocolo de embarazo y tu licencia de maternidad, confírmalo por escrito para que más adelante no haya ninguna confusión ni malentendido (como en eso de “yo nunca dije eso…”).
Nunca subestimes el poder de los padres.
Si tu compañía no es tan progresista como desearías, considera unir fuerzas para pedir mejores beneficios. Ten en cuenta, de todos modos, que tú y los demás padres podrían enfrentarse con la hostilidad de los empleados sin hijos; a medida que las políticas para las familias se vuelven más generosas, suele aumentar el resentimiento entre quienes no pueden beneficiarse de ellas. Pedir también beneficios similares para los empleados que necesiten tiempo libre para cuidar de parejas o padres enfermos podría contribuir a unir, en vez de desunir, al personal.
Entre la náusea y la fatiga, dolores de espalda y de cabeza, tobillos hinchados y una vejiga impaciente, es difícil tener un día completamente cómodo. Y si encima debes sentarte frente a un escritorio con los pies hinchados o tu empleo requiere agacharse o levantar peso, la incomodidad del embarazo se multiplica. Para mantenerte lo más confortable posible en el trabajo estando embarazada, sigue los siguientes consejos:
Vístete para sentirte exitosa y cómoda. Evita la ropa ajustada y represiva, las medias largas o tres cuartos que dificulten la circulación, como también los tacos demasiado altos o planos (los tacos anchos de 2 pulgadas son los mejores). Usar medias de compresión para embarazadas ayudará a prevenir o reducir una serie de síntomas, desde hinchazón hasta várices, lo que es especialmente importante si pasas gran parte del día de pie.
Vigila la temperatura… en tu interior. Independiente del clima que haya en tu ciudad (o tu oficina), cuando estás embarazada tu pronóstico meteorológico personal anticipa sin equivocarse una enloquecida oscilación de temperaturas. Si estás transpirando en un minuto y estás helada al siguiente, te convendrá usar ropa en capas para estar lista para cada condición posible. ¿Te atrae enfundarte en un suéter de cuello alto para soportar una temperatura de 12 grados Fahrenheit? No lo hagas a menos que tengas una prenda ligera debajo en caso de que el calor hormonal te obligue a quitártelo. Y aunque, por lo general, estés acalorada, guarda un suéter en tu cajón o armario. Tu temperatura corporal pasará de un extremo a otro en estos días.
No te quedes parada más de lo necesario. Si tu trabajo exige que estés de pie durante mucho tiempo, haz pausas para sentarte o caminar. Si es posible, mantén un pie sobre un banquito bajo, con la rodilla flexionada, para quitar presión a la espalda. Cambia de pie regularmente y flexiónalo periódicamente.
Pon los pies en alto. Busca una caja, un cesto de basura u otro objeto firme sobre el cual puedas apoyar discretamente tus pies debajo del escritorio.
Haz una pausa. A menudo. Párate y camina alrededor si has estado sentada o siéntate con los pies en alto si has estado de pie. Si hay un sofá y tienes un espacio libre en tu agenda, recuéstate algunos minutos. Haz algunos ejercicios de estiramiento, especialmente para la espalda, piernas y cuello. Por lo menos una vez (o incluso dos) por hora, haz este ejercicio de 30 segundos: alza los brazos por sobre la cabeza, entrelaza los dedos con las palmas en alto y estira los brazos hacia arriba. Luego, coloca las manos sobre un escritorio o una mesa, aléjate un poquito y estira la espalda. Siéntate y rota los pies en ambas direcciones. Si puedes hacerlo, inclínate y tócate los pies –aún sentada–, para aflojar la tensión en el cuello y los hombros.
Ajusta tu silla. ¿Te duele la espalda? Pon un almohadón lumbar para mayor apoyo. ¿Te duelen las nalgas? Siéntate sobre una almohadilla blanda. Si tu asiento se reclina, podrías inclinarlo un poquito más para dejar más (¡y más!) espacio entre tu barriga y el escritorio.
Pasea alrededor del bebedero. No para enterarte de los últimos chismes (aunque podría ser un beneficio extra) sino para llenar tu vaso con frecuencia. O ten una botella de agua recargable en el escritorio. Beber por lo menos 64 onzas de agua por día puede mantener a raya muchos síntomas incómodos del embarazo, incluyendo una hinchazón excesiva, así como también ayudar a prevenir una infección urinaria.
No te aguantes. Vaciar la vejiga cada vez que lo necesites (pero al menos cada dos horas) también ayuda a prevenir infecciones urinarias. Una buena estrategia: planea orinar más o menos cada hora, aunque no lo necesites. Te sentirás mejor si evitas llegar al límite (éste no es el momento adecuado para tener que salir corriendo al baño).
Dedícale tiempo a tu barriga. Cualquier descripción de la tarea de una futura mamá incluye alimentar regularmente a su bebé, sin importar lo que exija su agenda laboral. Por eso, planifica bien tu jornada dejando espacio para tres comidas, además de por lo menos dos bocadillos (o cinco a seis comidas ligeras), incluso en tus días más ocupados. Concertar comidas de trabajo (y tratar de influir en el menú) puede ayudar. Mantén siempre una provisión de bocadillos nutritivos en tu escritorio y tu cartera, como también en el refrigerador de la oficina. Redescubre las bolsitas marrones que, aunque no son muy elegantes, pueden ayudar a que tú y tu bebé se alimenten cuando estás librando una carrera contra el reloj.
Vigila la balanza. Trata de que el estrés laboral –o comer erráticamente– no te impida aumentar el peso suficiente ni te haga subir de más (como puede ocurrir con las estresadas que comen compulsivamente, en especial si trabajan cerca de una máquina expendedora o de un local de comida chatarra).
Empaca un cepillo de dientes. Si sufres de mareos con náuseas, lavarte los dientes puede protegerlos entre un vómito y otro, y además refrescará el aliento cuando más lo necesitas. Un enjuague bucal también será un buen compañero, ya que puede ayudar a secar una boca con exceso de saliva (común en el primer trimestre y aún más embarazoso en el trabajo).
Levanta peso con cuidado. Levanta correctamente cualquier objeto para evitar forzar la espalda (consulta la página 256).
Vigila lo que respiras. Mantente alejada de las zonas llenas de humo. El humo del cigarrillo no es sólo dañino para ti y tu bebé, sino también puede aumentar la fatiga.
Tómate un descanso ocasional. Demasiado estrés no es bueno para ti ni para tu bebé. Aprovecha las pausas lo mejor posible: llévate un iPod para escuchar música; cierra los ojos y medita o déjate llevar por la fantasía; haz algunos ejercicios de estiramiento; da un paseo de cinco minutos por el edificio.
Escucha a tu cuerpo. Reduce el ritmo si te sientes cansada y vete a casa temprano si estás exhausta (y si puedes irte).
La mayoría de los trabajos es completamente compatible con la tarea de alimentar y cuidar de un bebé en gestación, lo que es muy buena noticia para las millones de embarazadas que deben trabajar a tiempo completo en ambas ocupaciones. Sin embargo, algunos empleos son obviamente más seguros y más propicios para las embarazadas que otros. Muchos de los problemas en el lugar de trabajo pueden evitarse con las precauciones adecuadas o una modificación de tareas (consulta con tu médico otras recomendaciones laborales para tu caso):
Trabajo de oficina.
Toda persona que trabaje frente a un escritorio sabe lo que es tener el cuello rígido, la espalda dolorida y dolores de cabeza, todos los cuales pueden empeorar la incomodidad inherente al embarazo. No representan ningún riesgo para al bebé, pero sí un desgaste para tu cuerpo embarazado. Si pasas mucho tiempo sentada, asegúrate de pararte, estirarte y alejarte de tu escritorio con frecuencia. Estira los brazos, el cuello y los hombros mientras estás en tu asiento, pon los pies en alto para reducir la hinchazón (seguramente a tu jefe no le hará gracia que pongas los pies sobre el escritorio, pero puedes descansarlos sobre un asiento bajo o una caja) y usa un almohadón de respaldo.
¿Y son seguras las computadoras? Afortunadamente, los monitores de computadoras no son un riesgo para las embarazadas, como tampoco las portá-tiles. Lo más preocupante es la multitud de inconvenientes físicos, incluyendo la distensión de muñeca y brazo, vértigo y dolores de cabeza que pueden producir muchas horas frente a la computadora. Para reducir incomodidades y dolores, usa una silla de altura ajustable con un respaldo que te soporte la espalda a la altura de la cintura. Ajusta el monitor a una altura cómoda; la parte superior debe estar al nivel de tus ojos y aproximadamente a un brazo extendido de distancia. Usa un tablero ergonómico, diseñado para reducir el riesgo del síndrome del túnel carpal (lee el recuadro en la página 205), y/o un apoya muñeca. Cuando pongas las manos sobre el teclado, deberían estar más abajo de tus codos y tus brazos deben estar en posición paralela al piso.
Trabajo en el cuidado de la salud.
Mantenerse saludable es la máxima prioridad laboral de los profesionales de la salud, pero es aun mayor cuando debes mantenerte sana por partida doble. Entre los riesgos potenciales se cuentan la exposición a sustancias químicas (como óxido de etileno y formaldehído) usados para la esterilización de instrumental; a algunos fármacos para el cáncer; a infecciones, como la hepatitis B y el sida, y a la radiación ionizadora (como la que se emplea para el diagnóstico o tratamiento de enfermedades). Muchos de los técnicos que trabajan con radiografías de bajas dosis no están expuestos a niveles peligrosos de radiación. Se recomienda, de todos modos, que las mujeres en edad de concebir que trabajan con radiación de mayor dosis, usen un dispositivo especial que registra la exposición diaria para garantizar que la acumulación anual no exceda los niveles considerados seguros.
Dependiendo del riesgo particular al que estás expuesta, podrías tomar las precauciones que recomienda NIOSH (lee el recuadro) o cambiarte por ahora a un trabajo más seguro.
Trabajo de manufactura.
Si tienes un trabajo de fábrica o manufactura en que debes operar maquinaria pesada o peligrosa, habla con tu jefe acerca de un posible cambio de tarea durante tu embarazo. También puedes contactar al fabricante de la maquinaria (pregunta por el director médico de la empresa) para pedir información sobre la seguridad del producto. Las condiciones de seguridad de una fábrica dependen de lo que produzca y, en cierta medida, de lo responsable y receptiva que sea la gente que la maneja. OSHA enumera varias sustancias que las embarazadas deben evitar en el trabajo. Si se respetan las normas adecuadas de seguridad podrás evitar la exposición a dichas toxinas. Tu sindicato u otra organización laboral podrían ayudarte a determinar si estás protegida adecuadamente. También puedes conseguir información útil de NIOSH o de OSHA (consulta el recuadro en la página opuesta).
Un trabajo que requiera levantar objetos pesados, esfuerzo físico, largas horas, turnos rotativos o mantenerse de pie constantemente puede aumentar el riesgo de parto prematuro. Si tienes un trabajo de estas características, podrías solicitar una transferencia, de 20 a 28 semanas, a un cargo menos exigente hasta después del alumbramiento y de la recuperación posparto. (Consulta la página 211 para recomendaciones sobre el límite seguro para permanecer en trabajos muy agotadores durante el embarazo).
Trabajos emocionalmente estresantes.
El estrés extremo en algunos lugares de trabajo parece cobrar un alto precio entre los trabajadores en general y las embarazadas en particular. Por eso es prudente reducir el estrés en tu vida lo más posible, especialmente ahora. Una manera evidente de hacerlo es cambiar a un empleo menos estresante o adelantar la licencia de maternidad. Pero estas opciones no están disponibles para todas; si el trabajo es vital desde el punto de vista financiero o profesional, podrías estresarte todavía más si lo dejas.
Podrías, en cambio, considerar algunas maneras de reducir el estrés, incluyendo meditación y respiración profunda, ejercicios regulares (para liberar esas endorfinas que te hacen sentir bien), y divertirte un poco más (ver una película en vez de trabajar hasta las 10 de la noche). También podría ser de ayuda explicarle a tu empleador que el trabajo extra, la sobrecarga laboral y el estrés general podrían afectar tu embarazo. Explícale que si se te permite seguir tu propio ritmo podrás tener un embarazo más cómodo (este tipo de estrés parece aumentar el riesgo de dolores de espalda y otros efectos secundarios dolorosos) y, de paso, cumplir mejor con tu trabajo. Si eres independiente, reducir la cuota de trabajo podría ser aun peor (probablemente eres tu propia jefa exigente), pero es algo que sería sensato considerar.
Otro trabajo.
Las maestras y las trabajadoras sociales que trabajan con niños pequeños pueden estar expuestas a infecciones potencialmente perjudiciales para el embarazo como varicela, la quinta enfermedad (o eritema infecciosa) y CMV (citomegalovirus). Las trabajadoras que lidian con animales, las cortadoras e inspectoras de carne podrían estar expuestas a la toxoplasmosis (aunque si has desarrollado inmunidad, el bebé no correrá riesgos). Si trabajas en un sitio con riesgo de infección, vacúnate y toma las precauciones adecuadas como lavarte las manos rigurosa y frecuentemente, usar guantes protectores y una máscara, entre otros.
Las auxiliares de vuelo o las pilotos de aviación podrían correr un riesgo ligeramente mayor de aborto natural o parto prematuro (aunque los estudios no son concluyentes) debido a la exposición a la radiación del sol durante vuelos de altura, y podrían considerar cambiarse a rutas más cortas (por lo general vuelan a menor altura y requieren menos tiempo de pie) o a trabajos en tierra durante el embarazo.
Las artistas, fotógrafas, químicas, maquilladoras, trabajadoras en la industria del cuero o de la tintorería en seco, tareas agrícolas y de horticultura, y otras, podrían estar expuestas a una variedad de posibles riesgos químicos durante su trabajo y, por eso, deben usar guantes y otros elementos de protección. Si trabajas con cualquier sustancia sospechosa toma las precauciones adecuadas, que en algunos casos podría significar evitar la parte del trabajo que involucra el uso de sustancias químicas.
¿Piensas trabajar hasta sentir la primera contracción? Muchas mujeres combinan exitosamente su trabajo con su embarazo hasta el último mes, sin comprometer el bienestar de ninguna de las dos ocupaciones. Sin embargo, algunos trabajos son más propicios que otros para que las embarazadas los sigan ejerciendo hasta último momento. Y es probable que la decisión de seguir trabajando esté determinada, al menos parcialmente, por el tipo de empleo que tienes. Si tienes un trabajo de oficina, probablemente planearás ir directamente del trabajo a la sala de parto. Un trabajo sedentario que no sea particularmente estresante podría ser incluso menos exigente para ti y tu bebé que quedarte en tu casa con la aspiradora y la escoba tratando de dar brillo al nido de tu nuevo huésped. Y caminar un poco –una o dos horas diarias, en o fuera del trabajo– no sólo será inofensivo sino también beneficioso (siempre y cuando no camines cargando objetos pesados).
Los empleos que son agotadores, muy estresantes y/o con mucho tiempo de pie, sin embargo, son otra historia y, en cierta medida, controversiales. Un estudio arrojó que las mujeres que pasaban de pie 65 horas semanales no parecían tener más complicaciones en el embarazo que quienes trabajaban menos horas y en condiciones menos estresantes. Sin embargo, otras investigaciones sugieren que una actividad regularmente agotadora o estresante, o largas horas de pie después de la semana 28 –especialmente si la embarazada también tiene otros hijos que cuidar en la casa– podrían aumentar el riesgo de determinadas complicaciones, incluyendo parto prematuro, hipertensión sanguínea y un bebé con escaso peso al nacer.
Las embarazadas que trabajan de pie –vendedoras, cocineras, empleadas de restaurantes, policías, doctoras, enfermeras y otras– ¿deben seguir trabajando después de la semana 28? La mayoría de los médicos da el visto bueno si la mujer se siente bien y su embarazo progresa normalmente. Pero trabajar de pie hasta la fecha cercana al parto no parece buena idea, no por el riesgo teórico al embarazo sino por el riesgo real de que empeoren las molestias del embarazo como dolor de espalda, várices y hemorroides.
Si es posible, probablemente es buena idea tomar licencia temprana en un trabajo que requiere frecuentes cambios de turno (que pueden desbaratar las rutinas de sueño y apetito y aumentar la fatiga); el empleo que parezca acentuar cualquier problema del embarazo como fatiga, dolor de cabeza y de espalda; o que aumente el riesgo de caídas u otros accidentes laborales. Todo embarazo, toda mujer y todo trabajo son diferentes. Junto con tu médico podrás adoptar la decisión adecuada a tu caso.
Con todos los cambios que están ocurriendo en tu vida (como el crecimiento de tu barriga y las responsabilidades que ello trae), podría parecer contraproducente querer agregar otro a tu lista. Pero hay docenas de motivos válidos por los cuales una futura mamá podría considerar un cambio de trabajo. Quizás tu empleador no tiene una actitud progresista y te preocupa cómo podrás equilibrar el trabajo y la maternidad cuando regreses de la licencia. O a lo mejor el viaje al trabajo es demasiado largo, los horarios inflexibles o la presión excesiva. Quizás estés aburrida o no realizada (y, después de todo, ya que hay un gran cambio en tu vida ¿por qué no aprovecharlo al máximo?). O tal vez te preocupa que tu lugar de trabajo represente un riesgo para ti y tu bebé en desarrollo. Sean cuales sean tus razones, esto es lo que podrías considerar antes de cambiarte de trabajo:
Buscar trabajo consume tiempo, energías y concentración, tres factores que no te sobran en estos momentos mientras te centras en tener un embarazo saludable. Normalmente, te pedirán ir a varias entrevistas y reuniones antes de que te hagan una oferta (y si ya estás padeciendo de los olvidos de las embarazadas, podría ser difícil enhebrar el tipo de oraciones que dan una buena impresión). Empezar un nuevo trabajo también exige mucha concentración (todos los ojos están puestos en ti y tendrás que tener cuidado especial para no equivocarte), y deberías estar segura de tener las energías y resolución para dar ese paso.
Antes de saltar del barco tendrás que asegurarte que el nuevo trabajo que buscas sea tan bueno como lo pintan (al menos en tu imaginación). ¿La compañía que te atrae ofrece el doble de vacaciones, pero cobra el doble por el seguro médico? ¿Permite que los empleados trabajen desde la casa, pero espera que estén disponibles mañana, tarde y noche? ¿Los salarios son mucho más altos, pero también las demandas de viajes? Ten en cuenta que lo que parece ahora un gran trabajo podría no serlo tanto cuando tengas que hacer malabares, equilibrando trabajo y cuidado del nuevo bebé (tu vida doméstica será mucho más complicada y por eso quizás prefieras que tu vida laboral no lo sea). Además, considera que las compañías suelen ofrecer menos días pagos por incapacidad a corto plazo o pagar un menor porcentaje de salario durante la licencia si has estado empleada menos de un año.
Por ley, tu potencial empleador no tiene derecho a preguntarte si estás embarazada (si aún no es evidente), ni puede negarte una oferta con la noticia a la vista. Sin embargo, algunas empresas sencillamente no pueden contratarte y darte licencia tan rápidamente. Y no todos los empleadores aprecian lo que consideran una estrategia desleal (le dices que quieres trabajar allí y, después de empezar, le dices que tendrás que tomarte licencia por maternidad). Por eso, pese a que puede ser conveniente mantener tu embarazo en secreto al asistir a las entrevistas, a la larga podría dañar tu relación con la empresa. Por otra parte, a veces es mejor asegurarse el ofrecimiento primero y luego discutir el futuro una vez que sabes que la empresa quiere contratarte (pero antes de aceptar el cargo).
¿Qué pasa si empezaste un nuevo trabajo antes de descubrir que estabas embarazada? Dilo francamente y dedícate a cumplir con tu trabajo lo mejor que puedas. Pero asegúrate de conocer tus derechos sobre seguridad laboral si la situación toma un giro negativo.