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Recompensas, castigos y todo lo demás
¿Hay una forma correcta de educar a un perro?
Siempre trabajo a partir de mi instinto —ese don que de entrada me permite entender a los perros— pero también he podido añadir un montón de novedades a mi caja de herramientas. Los perros son mis profesores, pero en estos últimos años, en mis viajes por el mundo desde que empecé mi programa de televisión en 2004, también he conocido profesores muy interesantes, algunos de los más prestigiosos en su especialidad.
De los expertos en zoología y en perros —veterinarios, adiestradores, académicos que estudian la conducta animal o la teoría del aprendizaje— a los que he tenido el placer de conocer están algunos que han estado en profundo desacuerdo conmigo, muchos me han desafiado, pero de alguna manera todos han contribuido gracias a su conocimiento en mi desarrollo como hombre y como profesional de los perros. Algunos han aportado generosamente su experiencia y su sabiduría para este libro y espero que mis propias ideas y experiencias también hayan ayudado a algunos de ellos.
Teorías sobre el adiestramiento canino
Hay docenas de teorías e ideas sobre cómo adiestrar un perro. Hay un dicho en nuestro mundo según el cual, si hay dos adiestradores y se les pide que se pongan de acuerdo en algo, sólo coincidirán en que un tercer adiestrador lo está haciendo todo mal. Sin embargo, al documentarme para este libro he descubierto que esto no es del todo cierto. Aunque hay muchos desacuerdos y de vez en cuando alguna agria discusión, casi todos los grandes adiestradores están dispuestos a compartir información e ideas. Es evidente que a estos adiestradores les mueve su amor por los perros, no su ego. Jamás criticaría a otro profesional porque me gusta aprender de todo el mundo. Y me gusta pensar bien de los demás, porque normalmente están a la altura de mis expectativas.
Casi todos los adiestradores coinciden en que podemos dividir de varias maneras los métodos de adiestramiento. La primera división enfrenta las técnicas basadas en teorías sobre el aprendizaje y las técnicas basadas en la conducta natural del perro. Estoy empezando a estudiar las teorías sobre el aprendizaje, por lo que mis técnicas se basan sobre todo en la experiencia adquirida y en la observación del comportamiento de los perros. Luego están las distintas escuelas de adiestramiento canino, que algunos dividen de un modo simplista entre «tradicional» (basado en el castigo), «positivo» (basado en la recompensa) y «equilibrado» (que incorpora elementos de ambas escuelas).
Lo cierto es que las cosas no son tan simples. Si repasamos la historia del adiestramiento de perros, veremos que las técnicas y los estilos de adiestramiento no siempre han evolucionado en línea recta.
Algunos hitos en la historia del adiestramiento de perros
Edad de Piedra (alrededor del 8000 a.C). Los perros viven con los seres humanos, dándoles calor y ayudándolos a cazar y pastorear. A medida que son domesticados, van desarrollando genéticamente la capacidad de comprender las órdenes del ser humano. Al mismo tiempo la dependencia del ser humano respecto de los perros puede estar alterando el curso de la evolución humana. «Por ejemplo, un perro de caza capaz de olisquear una presa reducía la necesidad del hombre de agudizar su olfato. Los grupos de personas que aprendieron a adiestrar y a trabajar con perros contaban con una ventaja selectiva sobre otros grupos. Así pues, al igual que el ser humano ha ejercido una presión selectiva sobre la evolución del perro, parece muy probable que el perro haya ejercido a su vez una presión selectiva sobre la evolución del ser humano»[1].
Alrededor del 3500-3000 a.C. En muros del Egipto predinástico aparecen dibujos de perros con collar.
Hacia el 2600-2100 a.C. En el Imperio Antiguo egipcio diversos murales, collares y estelas revelan a los arqueólogos los nombres de los perros favoritos de sus dueños, como Valiente, Leal, Buen pastor, Viento del Norte, Antílope e incluso Inútil. Otros nombres surgen del color del perro, como Negrito, mientras que en otros casos el perro es bautizado con un número, como Quinto.
Alrededor del 350 a.C. Alejandro Magno cría a Peritas —tal vez un mastín o un galgo— desde que era un cachorro y lo lleva consigo en todas sus campañas. Se cuenta que cuando el rey cayó en una emboscada que le tendió el persa Darío III, Peritas saltó y mordió a un elefante en el labio, así salvó la vida de Alejandro y su imperio. Según la leyenda, Alejandro quedó tan desolado tras la muerte de Peritas que levantó numerosos monumentos en su honor e incluso bautizó una ciudad con su nombre[2].
Hacia el 127-116 a.C. El granjero romano Marcus Varro deja escritos varios consejos sobre adiestramiento y cría de cachorros para el pastoreo. Esa y otras pruebas escritas nos indican que ya los romanos entendieron el valor de un temprano adiestramiento.
En el año 55 a.C. Las legiones romanas conquistan Europa acompañadas de sus «perros guía», probables antepasados de los mastines y rottweilers modernos. Aquellos perros desempeñaban labores de vigilancia y pastoreo para los militares y su séquito.
Alrededor del año 700. Los antiguos adiestradores y criadores chinos gozan de un gran prestigio y respeto debido a los avances que han logrado en la miniaturización de perros y en el desarrollo de las primeras razas enanas. Los perros enanos chinos, que en principio fueron creados para hacer compañía y como calentadores para los pies, viven dentro de los palacios y sólo pertenecen a los miembros de la familia.
Siglo XIV. Por toda Europa, y en todas las clases sociales, empezando por los reyes, se extiende la popularidad del perro como animal de compañía y no sólo como cazador y pastor. Los perros desempeñan funciones tan diversas como ir a la guerra enfundados en una armadura o andar dentro de una rueda para que gire un asado en el fuego.
Siglo XVIII. Los buscadores de trufas aprenden a premiar con pan a sus perros cuando éstos encuentran una. Esta técnica resulta más económica que utilizar cerdos, a los que es imposible impedir que se coman todas las trufas que encuentran.
1788. En el hospital para ciegos de Quinze-Vingts, en París, Francia, se crea la primera instalación para el adiestramiento de perros guía.
1865. El general británico W. N. Hutchinson publica Dog Breaking: The Most Expeditious, Certain and Easy Method, Whether Great Excellence or Only Mediocrity Be Required [Cómo domesticar un perro: el método más expedito, seguro y sencillo, da igual que se busque la excelencia o la mediocridad], que básicamente trataba del adiestramiento de perros de caza, como el pointer o el setter. A pesar del título el autor aboga por una forma primitiva de adiestramiento positivo: «[El] brutal empleo de un valeroso perro [por parte de] hombres de fuertes brazos y duro corazón: pero ni carácter ni cabeza para adiestrar hizo que me hirviera la sangre». Y añade Hutchinson: «Es difícil imaginar que un perro jamás pueda aprender algo, siempre que la consecución del objetivo deseado recompense suficientemente los esfuerzos del adiestrador»[3].
1868. Sir Dudley Majorbanks, primer barón Tweedmouth de Escocia, se propone crear el «perro de caza definitivo»: acompañante y cobrador de presas. Inicia una línea de reproducción de la que saldrá el perro favorito de Norteamérica: el golden retriever.
1882. S. P. Hammond, escritor de la revista Forest and Stream, aboga en sus columnas y en un libro Practical Training (Adiestramiento práctico) por que cuando un perro haga algo bien se lo elogie y premie con carne.
Década de 1880. Montague Stevens, un célebre cazador de osos y amigo de Theodore Roosevelt y del escultor Frederic Remington, adiestra a sus bear dogs de Nuevo México premiándolos con trozos de pan en lugar de golpearles y darles patadas, como hacen normalmente otros dueños de la época.
1899. Se abre en Ghent, Bélgica, la primera escuela para perros policía, usando pastores belgas, que recientemente había adquirido el estatus de raza.
1901. Los alemanes crean el Schutzhund, una competición dedicada a la obediencia, la protección, el rastreo y el ataque.
1903. Ivan Pavlov publica los resultados de sus experimentos sobre el perro y la digestión en los que afirma que se puede adiestrar a un animal para que tenga una respuesta física, relacionada con la comida, ante diversos estímulos no alimenticios. Pavlov denomina a este proceso de aprendizaje «reflejo condicionado». En 1904 fue galardonado con el premio Nobel por sus investigaciones.
1907. La policía comienza a patrullar las ciudades de Nueva York y South Orange, Nueva Jersey, con pastores belgas y wolfhounds irlandeses.
1910. En Alemania el coronel Konrad Most publica Dog Training: A Manual (Adiestramiento de perros: manual) y así, por defecto, se convierte en padre del adiestramiento tradicional de perros. Mediante el uso recurrente de los tirones de correa y los castigos, los métodos de Most seguirán vigentes en muchos centros de adiestramiento policiales y militares un siglo después. Irónicamente las teorías de Most se basan en los mismos principios de condicionamiento operante que más tarde darán paso al adiestramiento mediante el clicker.
1911. Edward Thorndike escribe un libro en el que presenta su teoría de la «ley del efecto» basada en estímulos y respuestas. Thorndike muestra que la «práctica crea la perfección» y que un animal, si se le refuerza con recompensas, puede aprender con rapidez. Sus estudios sobre recompensas y consecuencias influirán en el profesor B. F. Skinner, de la Universidad de Harvard, en su desarrollo del conductismo[4].
1915. La policía de Baltimore empieza a utilizar airedales de Inglaterra para patrullar las calles. El empleo de airedales será suspendido en 1917 al comprobar que los perros no sirven a la hora de detener a alguien. Sin embargo, lo que se le escapa a la policía es que mientras esos perros estaban patrullando no se produjo robo alguno.
El inglés Edwin Richardson quiere retomar el uso de los perros en la guerra, siguiendo el ejemplo de griegos y romanos. Hombre aparentemente muy espiritual —Richardson describe el alma de un perro y su sexto sentido cuando muere alguien querido—, durante la Primera Guerra Mundial adiestró perros, sobre todo collies, airedales y cobradores para el ejército. Sus métodos incorporan juegos y otras formas de refuerzo positivo, y los perros aprenden rápido. Muchos son empleados durante la guerra en tareas de comunicación y vigilancia.
1917. Los alemanes empiezan a usar perros guía para los soldados que han quedado ciegos por ataques de gas mostaza. Los franceses no tardan en imitarlos.
1918. Lee Duncan, cabo del ejército norteamericano, encuentra cinco cachorros en la perrera de una guarnición abandonada en Lorena, Francia. Duncan coge uno y le pone el nombre de Rin Tin Tin, como las muñecas que los niños franceses regalaban a los soldados. El perro viaja a California, donde su adiestramiento es muy sencillo y no tarda en ser contratado para el cine con tal éxito que salva de la bancarrota a los estudios Warner Brothers. El perro morirá en 1932, entre los brazos de su vecina Jean Harlow, y será enterrado en París. Sus descendientes seguirán trabajando en películas hasta la década de 1950 y mucha gente seguirá su ejemplo y tratará de adiestrar a sus propios perros para que hagan sencillas cabriolas.
1925. Hellen Keller recibe uno de los primeros perros guía alemanes para ciegos.
1929. Dorothy Harrison Eustis crea la American Seeing Eye Foundation para adiestrar perros guía para invidentes.
1930. Cerca de cuatrocientos perros son empleados como actores en Hollywood, la mayoría de ellos mongrel terriers que, al ser más pequeños que otros, son ideales para rodajes en plató, duros para los rodajes en exteriores y tremendamente listos.
1933. Helen Whitehouse Walker crea las competiciones de obediencia del American Kennel Club, en las que quiere demostrar que sus caniches son algo más que una cara bonita.
1938. En Harvard B. F. Skinner publica El comportamiento de organismos: un análisis experimental (The Behavior of Organisms), basado en sus investigaciones sobre el condicionamiento operante como modelo de aprendizaje científico para los animales y los seres humanos. Se centra especialmente en enseñar a palomas y ratas.
1940. Motion Picture Association of America (siguiendo el Código Hays de censura) otorga a American Humane Association la potestad de supervisar el trato que reciben los animales en las películas a causa del escándalo público creado en 1939 por el filme Jesse James, en el que un caballo muere al caer por un acantilado.
1942. El ejército de Estados Unidos afirma necesitar 125.000 perros para la guerra y solicita la donación de ejemplares grandes. El ejército sólo consigue adiestrar a 19.000 perros entre los años 1942 y 1945. Al parecer los alemanes tienen 200.000.
1943. Marian Breland y su marido, Keller Breland, crean una empresa llamada Animal Behavior Enterprises (ABE) para adiestrar perros para espectáculos. Los Breland fueron alumnos de B. F. Skinner y en sus comienzos enseñaron a animales a hacer cabriolas para espectáculos y para publicidad, como el perro cocinero de General Mills. Fueron pioneros en el uso del clicker para adiestrar animales a distancia y para acelerar las afirmaciones y los premios. Los Breland también serán los primeros en adiestrar delfines y aves usando los principios de condicionamiento operante aplicado de Skinner.
Se rueda la película La cadena invisible (Lassie Comes Home). El papel de la protagonista lo interpreta un macho collie de pura raza. Los perros son adiestrados por Rudd Weatherwax y su hijo Robert, que pronto se convertirán en los primeros adiestradores de perros «famosos» de Hollywood.
1946. William R. Koehler se convierte en adiestrador jefe de animales para Walt Disney Studios, donde permanecerá durante más de veintiún años. Koehler, que fue entrenador del Cuerpo K-9 del ejército norteamericano, publicó una exitosa serie de manuales de adiestramiento, desarrolló programas eficaces para el entrenamiento de perros receptivos y diseñó métodos para corregir a animales problemáticos que, de otro modo, habrían sido exterminados. Popularizó el uso de las cadenas de estrangulación, las cadenas de tiro, las cuerdas largas y las correas ligeras. Aunque los métodos correctivos de Koehler serían criticados posteriormente por su innecesaria dureza y contundencia, entre las décadas de 1950 y 1970 serían el pilar principal del adiestramiento canino.
1947. Los Breland empiezan a usar pollos como modelos de adiestramiento porque son baratos, fáciles de obtener y porque «no se puede ahogar a un pollo» (o sólo aprenderá a salir corriendo).
1953. El científico austriaco Konrad Lorenz publica Cuando el hombre encontró al perro (Man Meets Dog) y El anillo del Rey Salomón, libros que popularizan el conductismo animal.
1954. Blanche Saunders, autora de The Complete Book of Dog Obedience, recorre el país para difundir el evangelio de la obediencia de formación para mascotas. No es partidaria de usar la comida como refuerzo principal (o «soborno», como lo llama ella) y aboga por los elogios y las caricias en la cabeza como formas más eficaces de aprobación.
1956. Baltimore restablece su programa de perros policías, que a día de hoy es el más antiguo del país.
Finales de la década de 1950 y década de 1960. Frank Inn, que fue ayudante de Rudd Weatherwax durante el adiestramiento del Lassie original, se independiza y en un refugio adopta un perro llamado Higgins. Después de que un accidente lo obliga a usar una silla de ruedas Inn tiene que adiestrar a Higgins recurriendo únicamente a su voz, las chucherías y el refuerzo positivo. Higgins interpretará poco después al mundialmente famoso Benji.
1960. Marian y Keller Breland son contratados por la marina norteamericana y conocen a Bob Bailey, primer director de adiestramiento de la marina para su Programa de Mamíferos Marinos. Se asociarán con él y, tras la muerte de Keller Breland en 1965, Marian se casa con Bob Bailey en 1976.
1962. William Koehler publica The Koehler Method of Dog Training (Método Koehler de adiestramiento canino), que se convertirá en un clásico entre los participantes del concurso de obediencia de la AKC y en la guía de adiestramiento canino más popular de la historia. Entre las técnicas de Koehler figuran el uso generoso del elogio ante un buen comportamiento y el concepto básico de «comprobación» del perro: el adiestramiento será más eficaz si nos aseguramos de realizarlo en todo tipo de entornos y en condiciones muy variadas. Junto a su hijo, Dick Koehler, utilizará métodos para salvar de la eutanasia a muchos perros desahuciados. A pesar de la polémica reputación de Koehler entre los adiestradores actuales, algunas de sus técnicas siguen siendo la base de muchos sistemas de adiestramiento canino tan eficaces como vigentes[5].
1965. Los doctores John Paul Scott y John Fuller publican Genetics and the Social Behavior of the Dog (Genética y comportamiento social del perro), que para algunos sigue siendo el estudio definitivo sobre conducta canina. Entre otras muchas cosas el libro identifica los periodos críticos en el desarrollo social y del aprendizaje de los cachorros.
1966. Basándose en la Primera Enmienda, el Tribunal Supremo de Estados Unidos disuelve la Oficina del Código Hays de la Motion Picture Association. Uno de los efectos secundarios será la pérdida, por parte de la American Humane Association, de la potestad de supervisar la participación de animales en los rodajes cinematográficos.
1970. El servicio aduanero de Estados Unidos empieza a utilizar perros para la detección de drogas; poco después también los emplearán para localizar explosivos y armas químicas.
1975. Leon F. Whitney, veterinario (y criador de perros de caza) norteamericano, publica Dog Psychology: The Basis of Dog Training. Incluye las investigaciones de Scott y Fuller, así como otros datos que respaldan la teoría de que comprender cómo ve el mundo un perro es algo básico para adiestrarlo de forma correcta. (Whitney se convertiría en una figura polémica por su implicación en el movimiento eugenésico).
1978. Barbara Woodhouse publica No Bad Dogs, uno de los primeros éxitos de ventas sobre adiestramiento canino básico. Confía en el uso recurrente de los paseos y del empleo adecuado de la correa de estrangulación. Woodhouse dice que la mayoría de los «perros malos» tienen dueños inexpertos que no adiestran bien a sus perros, de una forma constante, firme y clara. Ese libro y su programa de la televisión británica la convirtieron en la primera adiestradora de fama mundial.
Los Monjes of New Skete, criadores y adiestradores de élite de pastores alemanes en Cambridge, Nueva York, publican How to Be Your Dog’s Best Friend: A Training Manual for Dog Owners [Cómo ser el mejor amigo de su perro: manual de adiestramiento para mascotas] del que se venden más de medio millón de ejemplares. Defienden la filosofía de que «la comprensión es la clave de la comunicación y la compasión con nuestro perro, ya sea un cachorro nuevo o un antiguo compañero», y emplean un método que combina el adiestramiento tradicional con técnicas de refuerzo positivo. Años después los compasivos monjes serán muy criticados por su dureza.
1980. La explosión intencionada de un caballo durante el rodaje de la película Las puertas del cielo (Heaven’s Gate) enfurece a varios miembros del reparto y del equipo técnico. Consiguen que el sindicato de actores incluya en los contratos con los productores una cláusula que proteja a los animales actores y que devuelva a la American Humane Association la potestad de supervisar el trato que reciben los animales en los rodajes.
El veterinario y especialista en conductismo animal Ian Dunbar queda consternado al descubrir que la mayoría de adiestradores no trabaja con cachorros hasta que éstos tienen seis meses, mucho después de que hayan pasado la fase de crecimiento más receptiva al aprendizaje. Promueve el adiestramiento de cachorros sin correa y escribe varios libros y dirige seminarios sobre las ventajas del adiestramiento sin correas, con premios no sólo para profesionales, sino también para los propietarios de mascotas en general.
1984. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos empieza a usar beagles para que patrullen los aeropuertos para evitar el contrabando de comida y otros artículos perecederos.
1985. La entrenadora de delfines Karen Pryor publica Don’t Shoot the Dog! The New Art of Teaching and Training [¡No lo mates… enséñale! El arte de enseñar y adiestrar], centrado en la coordinación temporal, los refuerzos positivos y la formación del comportamiento. A partir del éxito que obtuvo trabajando con mamíferos marinos vuelve a introducir el concepto de adiestramiento a distancia —mediante silbatos y clickers— como un paso más respecto al trabajo anterior de los Breland (véanse 1943 y la década de 1960).
1987. En Phoenix el adiestrador y especialista en conductismo Gary Wilkes combina el condicionamiento operante y el reflejo condicionado de Pavlov con un profundo conocimiento del comportamiento instintivo del perro, obtenido tras años de trabajo en refugios con decenas de millares de perros. El resultado es el Click and Treat Training (adiestramiento con click y chucherías): la primera fusión de refuerzo y castigo en el contexto del comportamiento instintivo del perro, diseñada para propietarios de mascotas.
1990. El veterinario Bruce Fogle publica The Dog’s Mind: Understanding Your Dog’s Behavior [El cerebro del perro: comprender el comportamiento de nuestro perro], que resalta la importancia de comprender la biología y la psicología de un perro para comunicarse bien con él.
1992. Gary Wilkes y Karen Pryor se unen para enseñar a analistas conductistas y adiestradores de perros lo que pronto bautizará un adiestrador anónimo en Internet como «adiestramiento por click». Más que una revisión de métodos anteriores, el adiestramiento por click incluye el uso recurrente de la orientación para aplicaciones prácticas para el perro, como «retroceder», movimientos dirigidos e identificación de objetos/detección de olores. Este original método del «adiestramiento por click» incluía además control aversivo.
2001. Pocas horas después del atentado del 11 de septiembre de 2001 el World Trade Center de Nueva York se llena de perros de rescate especialmente adiestrados; entre ellos, pastores alemanes, labradores e incluso unos cuantos teckels. Por desgracia no encontraron supervivientes.
Desde 2000 hasta hoy. Multitud de programas de televisión por cable ofrecen distintos métodos de adiestramiento y rehabilitación para perros. La idea de que existen métodos de adiestramiento nuevos y viejos eclipsa el hecho de que todo método de adiestramiento canino implica alguna forma de condicionamiento operante, algo que, de hecho, es bastante antiguo (tanto como los propios perros)[6].
Mi coautora y yo estamos muy agradecidos por la ayuda que nos brindaron varios adiestradores mientras preparábamos este libro. Curiosamente encontramos más gente que prefería no encasillarse en un bando o en otro y menos profesionales que mostraran una lealtad casi religiosa hacia uno de ellos. Por el contrario, lo que hacían era quedarse con los mejores y más eficaces elementos de cada método, además de crear soluciones originales ellos mismos.
Kirk Turner, especialista en conductismo canino que ahora es adiestrador en el proyecto de Pine Street Foundation sobre la detección del cáncer mediante el olfato de los perros, ha desarrollado su propio método de trabajo durante veinte años. «Por mi pasado, en el que toqué todos los tipos de adiestramiento, puedo improvisar a medida que trabajo. Creo que cada perro es un mundo. En mi tarjeta de visita digo que mi enfoque es equilibrado. No me gusta usar la palabra sólo. Ni me gusta usar la palabra nunca. Ni me gusta usar la palabra siempre».
Barbara De Groodt, propietaria de From the Heart Animal Behavior Counseling and Dog Training en Salinas, California, se considera una adiestradora positiva con base conductista. «Hay sitio para todos estos métodos. Ahora cuando se oye positivo, se dice: “Ah, si eres un adiestrador positivo, los atiborrarás a galletitas”. No, no es eso; puede tratarse de un elogio, o de jugar con la pelota, o de dar un paseo. Un adiestrador positivo puede usar cualquier recompensa que ofrezca la vida».
Bonnie Brown-Cali lleva adiestrando perros desde 1989. Trabajó como voluntaria para CARDA (Asociación de Perros de Rescate de California), oficinas del sheriff y el Departamento de Emergencias de California, adiestrando y utilizando perros para rastrear desaparecidos y cadáveres tanto en ciudad como en el campo. Es colaboradora de Paws With a Cause, donde adiestra perros para personas discapacitadas, y de Working Dogs for Conservation, que adiestra perros para la búsqueda de especies exóticas o amenazadas. Hace todo esto, además de ganarse la vida como adiestradora de obediencia.
Con un currículum tan variado Bonnie es miembro tanto de IACP, que aboga por métodos equilibrados entre los que se incluye el correctivo con correa, y del APDT, que prefiere métodos positivos de adiestramiento basados en la recompensa. «Me gusta pertenecer a diversas organizaciones para mantenerme libre de prejuicios. Pero mi filosofía sigue siendo la misma: sacar lo mejor del perro mediante las técnicas de adiestramiento más adecuadas para el temperamento del perro y para el objetivo último». Para adiestrar a sus perros de rescate prefiere el clicker y otros métodos de condicionamiento operante basado en la recompensa, pero no es partidaria de utilizarlos en casos de perros antisociales.
¿Cuáles son los métodos de César?
Mi coautora me ha contado que de vez en cuando alguien le dice: «No apruebo los métodos de adiestramiento de César». Cuando le cuenta a esa persona que lo que yo hago no es adiestramiento sino rehabilitación canina, lo normal es que admita a regañadientes que sólo ha visto un par de capítulos o un clip de un minuto en YouTube, y seguro que no ha leído ninguno de mis libros ni ha visto mis vídeos. Cuando Melissa le pregunta: «¿Qué métodos cree que utiliza?», invariablemente la respuesta es algo así como: «Bueno, eso de las correas de estrangulación, los collares electrónicos y los alpha rolls».
Cualquier espectador habitual de El encantador de perros sabe que esas herramientas no representan lo que ese crítico llamaba «mis métodos». Movidos por la curiosidad, nuestros productores analizaron uno a uno todos los programas. Para ello visionaron cientos de horas de televisión y anotaron las veces que una técnica concreta se utilizaba en un episodio. En el momento del análisis ya habíamos grabado 140 programas, en los que cubrimos un total de 317 casos de perros con un comportamiento problemático.
He aquí los resultados:
A quien desapruebe mis métodos quizá le sorprenda saber que lo primero que defiendo en casi todos mis programas es el liderazgo (en el 98 por ciento de los episodios), que presento como la energía serena-autoritaria que todo líder, profesor, padre o cualquier figura con autoridad positiva proyecta sobre sus seguidores. He empleado el término «dominación» para describir la energía del liderazgo, pero en el mundo animal dominación no significa «brutalidad», y firme no significa «agresivo». El buen liderazgo jamás implica acoso o intimidación; por el contrario, se basa en la confianza, en saber qué queremos y en mandar mensajes claros y constantes sobre lo que queremos.
Mi segundo método, según el análisis de los productores, es el lenguaje corporal (91 por ciento), que es una forma básica de proyección del liderazgo en casi todas las especies animales. Mi tercer «método» es el ejercicio: que su perro dé un par de paseos diarios (72 por ciento). ¿Y cuál es el «método» que ocupa el cuarto lugar entre los que he empleado en El encantador de perros?
Esto tal vez sorprenda a más de uno. En los primeros 140 episodios he recurrido a alguna forma de refuerzo positivo el 67 por ciento del tiempo. Según nos recuerda Barbara De Groodt, refuerzo positivo no significa dar galletitas. Puede ser todo aquello que le guste a un perro y que sea para él una motivación o una recompensa.
Personalmente, no creo tener un «método» o un «sistema» específicos para alterar o mejorar la conducta de un perro. Para mí no existen fórmulas mágicas. Creo en guiarme por mi instinto y en tratar a cada perro como un individuo. Sobre todo baso mi filosofía en este principio básico: para que un perro se convierta en nuestro mejor amigo, antes tenemos que ser el suyo. Si queremos un perro obediente y bien educado hemos de satisfacer sus necesidades antes de pedirle que satisfaga la nuestra.
Las normas de César para la realización básica
1. Deje que su perro sea un perro. Piense en él en este orden: animal, perro, raza y nombre, y satisfaga sus necesidades en consecuencia.
2. Satisfaga las necesidades de su perro con mi fórmula triple en este orden: ejercicio, disciplina (normas, fronteras y límites) y luego cariño.
3. Sepa qué necesita su perro. Un enérgico terrier jack russell know tiene diferentes necesidades que un bulldog inglés, de energía muy baja, o que un pastor alemán, de energía media. Yo divido a los perros por su nivel de energía: baja, media, alta y muy alta, y he observado que la mayoría de los problemas entre un perro y su dueño surgen cuando su nivel de energía no coincide.
4. Proyecte un liderazgo claro y constante usando una energía serena-autoritaria, que es otra manera de decir «relajada y confiada».
5. Base la relación con su perro en dos principios básicos: confianza y respeto. Debe poseer ambos y han de ser recíprocos: usted respeta y confía en su perro, y su perro lo respeta y confía en usted.
6. Recuerde siempre que su perro es un espejo de su estado de ánimo. Si está tenso, ansioso o estresado, es probable que su perro le devuelva esas emociones.
Una de las cosas que aprendí de mi abuelo es a trabajar siempre con la madre naturaleza, nunca contra ella. Lo cierto es que cualquier modificación de conducta — y, por definición, cualquier técnica de adiestramiento— surgió del modo en que un animal aprende a sobrevivir en la naturaleza.
Condicionamiento operante: recompensa y castigo
«Un animal es un animal es un animal», dice Bob Bailey. Les sonará el nombre de Bob por la breve historia del adiestramiento de páginas anteriores, porque realmente es uno de los pioneros. Caballeroso y muy juvenil a sus setenta y tantos años, Bob aún sigue recorriendo el mundo y enseñando a personas y gobiernos a trabajar más eficazmente con los animales, y ha adiestrado desde babosas y mapaches hasta orcas. Por sus más de sesenta años de experiencia directa con los animales, así como su exhaustivo bagaje como adiestrador e investigador, mi coautora pidió entrevistar a Bob para este libro. Aunque él no me conocía personalmente, y le habían llegado opiniones encontradas sobre mi programa y sobre mi libro, aceptó con generosidad desempeñar el papel de profesor e historiador neutral a la hora de explicar la historia y los aspectos científicos del condicionamiento operante. Bob Bailey es un auténtico número uno, apasionado y comprometido con el tema al que ha dedicado su vida: los animales.
«Bueno, cuando digo que un animal es un animal no estoy diciendo que no admita que hay situaciones evolutivas. Sí, una babosa es muy diferente de una orca. Pero la naturaleza lleva dos mil millones de años trabajando en estos animales. Y la verdad es que ha tratado a la babosa del mismo modo que a la orca. En eso es absolutamente neutral. Y el proceso evolutivo ha sido el mismo para todos ellos, y el refuerzo, en general, funciona igual para todos, igual que el castigo. Un animal tiende a evitar las cosas que suponen un castigo y se acerca a las que no lo suponen o que les resultan favorables».
Cuando llegué a Norteamérica, e incluso cuando empecé a trabajar con perros, no tenía ni idea de lo que significaba el término «condicionamiento operante». Para mi inexperto oído sonaba como algo muy complicado e intimidatorio y que para entenderlo se necesitaba un doctorado. Imaginen mi sorpresa cuando supe que, en resumidas cuentas, el condicionamiento operante —término acuñado por el psicólogo B. F. Skinner a mediados de la década de 1930— es la ciencia del aprendizaje a partir de las consecuencias. ¡Es algo que los propios animales llevan haciendo sin nuestra ayuda desde el principio de los tiempos! Los animales hacen cosas que acarrean consecuencias positivas y dejan de hacer cosas cuyas consecuencias son negativas. Muchos de ustedes recordarán la caja Skinner de la clase de biología en el instituto o en la universidad. B. F. Skinner inventó un mecanismo de adiestramiento que premiaba al animal con comida cuando bajaba una palanca o tocaba una tecla iluminada. Skinner analizaba y cuantificaba cómo funciona un sistema de adiestramiento basado en la recompensa.
El condicionamiento operante es un principio del comportamiento animal tan importante que también se ha convertido en un pilar de la psicología humana. Le pedí a mi amiga, la doctora Alice Clearman Fusco, psicóloga y profesora de universidad, que me definiera el concepto como si fuera uno de sus alumnos de primero. Alice me dijo: «En pocas palabras, con el condicionamiento operante el perro actúa en el mundo —hace algo— y eso acarrea unas consecuencias. Por otro lado, existe el condicionamiento clásico, que se da cuando el perro no hace nada y en su entorno sucede algo que lo lleva a relacionar varias cosas».
Todos hemos oído hablar del perro de Pavlov. Lo que Pavlov hizo fue hacer sonar una campana y darle al perro carne en polvo. Poco después el perro asoció la campana con la comida. Enseguida empezó a salivar en cuanto oía la campana: una conducta anormal. Así funciona el condicionamiento clásico. Muchos de los perros que seleccionamos para mi programa sufren con lo que parecen ser miedos o fobias irracionales cuando en realidad desarrollaron ese miedo mediante el condicionamiento clásico. Por ejemplo, Gavin, el agente de la ATF, había sido condicionado clásicamente para temer los ruidos estruendosos. Gavin no pensaba en el pasado y está claro que no racionalizaba; tan sólo sabía que un estruendo era una experiencia muy mala y peligrosa, y su respuesta para sentirse a salvo era bloquearse. Yo describiría a Gavin como víctima de un estrés postraumático originado por los fuegos artificiales y los truenos del 4 de julio. Le puede pasar lo mismo a una persona. «Casi todos los trabajos que he visto sobre estrés postraumático en relación con el condicionamiento citaban el condicionamiento clásico como una teoría vigente», dice la doctora Clearman[7].
En el condicionamiento operante, mientras un animal hace algo —adopta una conducta— sucede algo bueno o algo malo. La lección que obtiene es que esa conducta es deseable o no. He pasado toda mi vida observando cómo los perros se relacionan entre sí y con su entorno. El condicionamiento operante es el modo en que funciona el aula de la propia naturaleza. Si un perro acerca el hocico a un puercoespín, será condicionado de forma operante (castigado) por las púas. Si vuelca un cubo de basura y se encuentra los restos de una hamburguesa, es condicionado de forma operante (recompensado) por la comida.
Muchas personas no son conscientes de lo fácil que resulta usar el condicionamiento operante en su vida diaria y que el perro acabe haciendo justo lo contrario de lo deseado. Barbara De Groodt afirma: «Siempre digo a mis clientes que, con intención o no, en todo momento están reforzando determinados comportamientos. Aunque no le guste ese comportamiento, probablemente lo haya reforzado usted sin querer. El ejemplo más clásico es el de un perro que corre ladrando hacia la puerta, perseguido por su dueño que grita: “¡Cállate, cállate, cállate!”. Para el perro es como si toda la manada corriera junta hacia la puerta, ladrando, y el animal piensa: “¡Esto es genial!”».
Con el condicionamiento operante los castigos y los refuerzos pueden ser positivos y negativos. El castigo disminuye el comportamiento y el refuerzo lo aumenta.
Hay que tener en cuenta que los términos «positivo» y «negativo» sólo se refieren a añadir o quitar. No tienen nada que ver con que algo sea agradable o no.
«No soy un adiestrador que sólo sea positivo», me dijo en su día Kirk Turner. Kirk usa el método del clicker en el adiestramiento y en clases de obediencia. El método del clicker, que trataremos a fondo más adelante, es calificado a menudo como únicamente positivo. Según dijo: «Yo creo en las relaciones y éstas no siempre son positivas. Se puede intentar». A Kirk le gusta que las consecuencias surjan del entorno para que no se las pueda asociar al ser humano y parezcan naturales. «He estado en África con animales salvajes, y por supuesto que sus acciones acarrean consecuencias que, a veces, no son tan agradables».
La filosofía de Kirk a la hora de adiestrar tiende a recurrir a la recompensa más que al castigo siempre que le es posible, motivo por el cual el clicker le resulta útil como herramienta. Aquí es donde interviene su metáfora de las relaciones. Él mismo me lo contó: «Las relaciones entre el ser humano y el perro se basan en las emociones. Al utilizar el condicionamiento operante anulo toda emoción hasta que el perro ofrece el comportamiento que estoy buscando». De este modo, al no reaccionar ante el perro, Kirk ha convertido en recompensa la consecuencia de la que aquél extrae una lección. «Cuando se da el comportamiento y puedo celebrarlo, utilizaré esa relación emocional para que el perro sepa qué es lo que quiero. Forma parte de la recompensa».
La siguiente tabla es conocida entre los estudiosos de la conducta animal como el cuadrante de +C/–C o +R/–R.
Castigo |
Refuerzo |
|
Positivo |
Añadir algo no deseado o querido. Las púas se añaden al hocico del perro cuando olisquea muy de cerca al puercoespín. |
Añadir algo deseado o querido. Chucherías, un masaje, elogios, juegos, lanzar una pelota para que la recoja el perro: todo esto es refuerzo positivo. |
Negativo |
Quitar algo deseado o querido. Si el perro se muestra agresivo con la comida, que el dueño reclame la comida como suya es un castigo negativo. |
Quitar algo no deseado o querido. El perro acude al dueño y éste le quita las púas, lo que elimina el dolor[8]. |
Es importante conocer estas definiciones al hablar de refuerzo y castigo. A veces se me critica por usar el castigo al rehabilitar un perro, pero en la naturaleza el castigo es algo cotidiano. Ése es uno de los motivos por los que suelo usar el término correctivo: porque vi que en Norteamérica la gente se disgusta sólo con oír la palabra castigo y la relaciona con cosas horribles. Por supuesto, como recordaba Bob Bailey a mi coautora, el término correctivo no deja de ser un sinónimo del concepto científico de castigo.
Ian Dunbar, veterinario, especialista en conductismo animal y adiestrador canino del que se habla mucho en este libro, dice: «El castigo disminuye la conducta inmediatamente anterior de modo que sea poco probable que se repita en el futuro. Punto. No habla en absoluto de que el castigo sea aterrador o doloroso. Sin embargo, por definición, el castigo ha de ser eficaz para reducir una conducta no deseada; de otro modo no es castigo. En otras palabras: las consecuencias modifican la conducta. Las consecuencias pueden ser buenas o malas. Desde el punto de vista del perro, las cosas pueden mejorar o empeorar. Podemos enseñar a nuestro perro a hacer muchas cosas animándolo a hacerlo bien y premiándolo por hacerlo bien. Preparándolo para que no fracase, incitándolo y premiándolo por hacerlo bien. Pero dejará de ser fiable si no castiga al perro cuando lo hace mal. Ésta es la mayor equivocación al adiestrar un perro. Todo el mundo da por supuesto que el castigo tiene que ser aversivo. Y el motivo es que los cientos de miles de experimentos sobre teoría del aprendizaje fueron realizados por computadoras con ratas y palomas en una jaula de laboratorio. ¿Cómo puede recompensar a una rata una computadora? Es muy sencillo, ¿no? Un click, y sale una chuchería de una bandejita. ¿Cómo puede castigar a una rata una computadora? No puede decir: “Disculpa, rata, mira, no me gusta lo que estás haciendo”. Así que suelta una descarga eléctrica. Es decir, en aquellos laboratorios donde se creaba la teoría del aprendizaje los castigos siempre eran aversivos. Siempre provocaban dolor. Sin embargo, cuando adiestramos a otras personas o a perros, nos damos cuenta de que, por supuesto, el castigo no tiene por qué ser doloroso ni aterrador».
El diccionario define aversivo como «tendente a evitar un estímulo nocivo o punitivo». Nocivo significa algo que causa daño o dolor. Así pues, al preguntarnos cómo podemos detener una conducta no deseada, lo que en realidad queremos preguntar es ¿cómo podemos hacerlo sin provocar dolor o miedo? Ian Dunbar propone un nuevo cuadrante para tratar esto. «Si en un lado escribimos “¿Es punitivo esto que estoy haciendo? Es decir, ¿reduce o elimina la conducta no deseada? Sí o no”. Y “¿Es aversivo? Sí o no”. Traducido: ¿es doloroso?, ¿es aterrador? Vemos que dos de estos cuadrantes están demasiado llenos: “no castigos no aversivos” y “no castigos aversivos”, mientras que los otros dos están prácticamente vacíos: “castigos aversivos” y “castigos no aversivos”».
Tal vez muchas de las cosas que un dueño dice a su perro para que obedezca no sean aversivas, pero tampoco son punitivas, lo que significa que no modificará su conducta. Ian nos dice: «Por ejemplo, repetirse insistentemente. Alguien dice: «No hagas eso, Rover. Rover, por favor, ¿quieres sentarte? ¡Rover, Rover, Rover! ¡Siéntate!». Y lo deja si el perro no hace caso. No ha sido algo aversivo, pero tampoco ha modificado su conducta, por lo que no ha sido punitivo. El perro se lo ha pasado en grande: «Me encanta cuando me habla así».
Y prosigue Ian: «Por otro lado, solemos ser aversivos sin reducir eficazmente una conducta no deseada, por lo que eso tampoco es un castigo. Tendemos a dar tirones de la correa, a gritar al perro y aturdirlo, pero ¿saben una cosa? Seguirán haciéndolo la semana que viene. El perro no aprende y, por tanto, por definición esos estímulos aversivos tampoco son punitivos».
Ian Dunbar describe todo esto en términos científicos, pero yo lo explicaría de un modo ligeramente distinto. El hecho es que ningún animal responde de forma positiva a una energía furiosa, frustrada o aterradora. Si intentamos corregir a nuestro perro y nuestro estado de ánimo no es sereno-autoritario, el perro reaccionará ante nuestras emociones inestables y será incapaz de entender lo que queremos comunicarle. Al mismo tiempo, si repetimos una y otra vez una orden sin éxito, no sólo nuestra energía será desagradable, negativa e inútil, sino que probablemente tampoco estemos dispuestos a modificar su conducta.
Ian puntualiza: «La verdad es que el empleo del castigo aversivo es muy poco frecuente. Si un adiestrador usa correctamente la voz, un correctivo con la correa o incluso un collar electrónico, verá cómo sólo necesita hacerlo una o dos veces. No necesita hacerlo más porque el perro no volverá a salir corriendo. Una o dos veces con el collar y no volverá a perseguir a las ovejas. El castigo aversivo sólo hay que usarlo una o dos veces. Sin embargo, no es eso lo que solemos ver. Por el contrario, lo que vemos es gente que no deja de tirar de la correa, que grita todo el tiempo y que nunca le quita el collar al perro. Esto no es castigar. Según el grado de dureza, es maltrato o abuso. El cuadrante que está casi vacío es castigo no aversivo. De todos modos, en realidad resulta sorprendentemente fácil y eficaz eliminar una conducta no deseada con reprimendas instructivas dichas con suavidad».
Ian Dunbar enseña a dar órdenes con la voz como castigos no aversivos y eficaces, un método que describe con detalle en el capítulo 6. Según esta definición, yo también podría describir mi manera de usar el lenguaje corporal, la energía y el sonido (algo como «¡Chssst!» o «¡Eh!») como formas de castigo no aversivo. Podría incluir en esta categoría el contacto, si es firme pero no duro ni doloroso, aunque los hay que no están en absoluto de acuerdo con esto. Creo que el contacto físico es un componente importante de la forma en que los perros se hablan. El tacto es el primer sentido que desarrolla un perro[9]. Mi impresión es que los perros usan entre sí el contacto firme —autoritario, no violento ni agresivo— después de una advertencia hecha con la mirada o con el lenguaje corporal y la energía, y para hablar su lenguaje, si yo también lo uso me resulta útil. Si el contacto no es severo ni va acompañado de ira o frustración —por ejemplo, un contacto repetido en el hombro de nuestra pareja para llamar su atención en la oscuridad de un cine— para mí es tan sólo un método de comunicación, no un castigo aversivo. Por supuesto, quitar a un perro algo que le gusta es también una forma de castigo no aversivo (técnicamente, un castigo negativo): como puede ser retener la atención de alguien, un premio, una actividad favorita o reclamar como propio un espacio o un objeto que le guste al perro.
La regla práctica en cuanto al condicionamiento operante es que el refuerzo positivo, y no el castigo, no sólo es la forma más humana, sino también la más eficaz, de crear o modelar cualquier conducta nueva.
Bob Bailey afirma: «Jamás he tenido que recurrir al castigo para modificar una conducta. Jamás. No sirve de nada. He recurrido al castigo para eliminar una conducta que no me gustaba. Pero sólo si se trataba de una conducta de alto riesgo, o alguien podía resultar herido, o el propio perro podía sufrir algún daño o destrozaba un objeto, o algo así. En lugar de castigar he tratado de modificar el entorno de modo que el animal no pueda hacer nada malo. Y mediante el refuerzo adecuado he conseguido la conducta que quería, y he hecho que al perro le mereciera la pena seguirme el juego. De ese modo no surgía la cuestión del castigo».
Bob añade: «En el caso de que recurra al castigo será uno que me garantice por completo que va a cortar de inmediato esa conducta. Si tenemos que usar un castigo más de tres veces para detener una conducta, es que no lo estamos haciendo bien».
La moraleja es que el castigo aversivo no es un juego. Si no funciona de inmediato, no lo use. Si tira de su perro o le golpea más de un par de veces y él sigue sin captar el mensaje, no puede culparle. Tiene que parar en seco y recapacitar sobre su estrategia, por no hablar de su estado de ánimo, que, por experiencia, casi siempre es la base del problema.
¿En qué lugar deja esto los tirones de la correa? Los hay que se oponen totalmente a ellos y lo respeto. Pero muchos adiestradores los emplean. Yo los empleo y enseño a los dueños a que los usen de forma correcta, pero sólo como un medio para conseguir un fin, no como un recurso habitual y diario durante toda la vida del perro. Usado adecuadamente, el tirón de correa —que proporciona una sensación física que no ha de doler ni sacudir al perro, sino llamar su atención— comunica al perro que tiene que modificar algo que está haciendo. Si lo hacemos coincidir con la conducta no deseada y ofrecemos a la vez la solución correcta (aquello que queremos que haga el perro), un tirón de correa puede ser una herramienta de aprendizaje, no un recurso de por vida para que el perro aprenda buenos modales a base de insistir.
La enseñanza con recompensas: los pioneros
En realidad no fue B. F. Skinner quien inventó la técnica moderna del adiestramiento animal basado en la recompensa. Fueron sus dos jóvenes ayudantes, Marian y Keller Breland. Bob Bailey amablemente nos entregó a mi coautora y a mí una copia de su vídeo educativo Patient Like the Chipmunks, que narra la historia del condicionamiento operante de Skinner y la fascinante historia de Animal Behavior Enterprises, fundada por los Breland en 1943. Por aquel entonces, según Bob, Marian y Keller ni siquiera estaban seguros de que el adiestramiento de animales fuera un medio de vida. Pero tenían claro que sabían hacerlo. Empleando métodos de condicionamiento operante, los Breland descubrieron el concepto de moldear. En lugar de esperar todo el día a que un animal actuara de un modo concreto y captarlo con una recompensa, empezaron a premiar al animal por cada pequeño paso que daba en la dirección deseada: un poco como ese juego de Caliente y Frío al que jugábamos de niños. Al final el animal acertaba y hacía exactamente lo que los adiestradores deseaban.
Su siguiente gran descubrimiento data de 1945. Patrick Burns, adiestrador de terriers jack russell de trabajo, escribe en la revista Dogs Today: «Al moldear cabriolas, los Breland observaron que los propios animales parecían prestar atención al ruido que hacían los interruptores manuales con los que daban las recompensas de comida. Keller y Marian Breland descubrieron poco después que un refuerzo acústico secundario, como un click o un silbato, podían comunicar al animal qué acción en concreto era recompensada y que lo podían hacer a distancia»[10].
Los Breland lo llamaron bridging stimulus (estímulo de puenteo), término que su colega Bob Bailey abrevió al de bridge (puente) cuando era director de adiestramiento para el Programa de Mamíferos Marinos de la Marina de Estados Unidos. Normalmente, ese puente era un clicker o un silbato. De ese modo, los Breland y Bailey en realidad pusieron en práctica una forma primitiva de adiestramiento por clicker mucho antes de que la adiestradora de delfines Karen Pryor la popularizara a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990.
Según explicó Bob Bailey a Melissa Jo: «Lo único que hace el clicker es decir al animal que ha hecho bien lo que queríamos y que pronto habrá un refuerzo básico, comida o un juguete. Pero tenemos que hacer que al animal le merezca la pena. Es una de las cosas que intento transmitir. Tiene que ser apetecible para que el animal nos siga el juego. Da igual cuál sea el juego, es muy probable que el animal no lo hubiera hecho de haber vivido hace dos millones de años en el monte. No estaría sentado delante de una persona, o trayéndole un juguete a un niño, ni nada por el estilo. Estaría buscándose la vida. Pero en esa época el animal también tenía refuerzos secundarios.
»Cuando hacía algo, sucedía algo, y el resultado es que al final conseguía comida, por lo que modificaría su conducta para hacerlo más a menudo y solucionar de ese modo sus problemas. Por tanto, en realidad la primera en utilizar el puente fue la naturaleza. Los demás sólo somos seguidores e imitadores».
Durante treinta años los Breland y Bailey enseñaron a cientos de animales para que hicieran todo tipo de actuaciones, desde exhibiciones para empresas hasta parques temáticos, pasando por anuncios, programas de televisión y películas. También adiestraron a otros entrenadores de animales que posteriormente trabajarían en Busch Gardens, Disney World y Sea World. Animal Behavior Enterprises ha sido contratada por los principales parques de atracciones, como Marineland de Florida, Marineland del Pacífico, Parrot Jungle y Six Flags.
Cada sesión de adiestramiento de ABE nunca duraba más de veinte minutos —normalmente duraban menos, dice Bob— y se realizaban entre una y tres veces al día, dependiendo del tiempo de que disponga la empresa para preparar un espectáculo. El secreto del éxito de ABE radicaba en el control del tiempo y en la tasa de refuerzo. Curiosamente, al final Bob y su equipo no trabajaban casi nunca con los animales que habían adiestrado. Los contrataban para preparar y producir un espectáculo y para adiestrar a los animales de modo que cualquiera pudiera trabajar con ellos.
«Nuestros adiestradores trabajaban con los animales entre dos y seis semanas, según lo que tuvieran que hacer. Rotaban constantemente para que el animal trabajara con mucha gente y repetían siempre el mismo protocolo. Todos nuestros adiestradores siguen las mismas pautas. Teníamos un método que fue evolucionando con el tiempo. Si alguien nos propusiera una forma mejor, la usaríamos, pero tendrían que demostrar que realmente es mejor».
Bob nos explicó que cree que un adiestrador que realmente está dedicado a su trabajo se guía tanto por la filosofía como por el procedimiento, y su filosofía es elegir siempre que sea posible la recompensa sobre el castigo. «Creo que lo mejor para el adiestrador y para el animal es usar el procedimiento menos molesto para lograr o eliminar una conducta; lo cual no me impide emplear la fuerza o el castigo que sea necesario para detener una conducta peligrosa. Creo que un adiestrador orientado por su filosofía hacia el “correctivo”, u otros eufemismos para castigo, puede caer debido al estrés en procedimientos coercitivos que, en mi opinión, a menudo crean más problemas de los que solucionan».
Y añadía Bob: «No creo mucho en la ideología. Si encontrara un método ético más rápido que el análisis de conducta o el condicionamiento operante, si alguien me enviara un correo electrónico que me abriera una nueva puerta, abandonaría lo que estoy haciendo sin echar la vista atrás. No me caso con ideología alguna. Es ciencia. Es tecnología».
La revolución del clicker
Desde principios de la década de 1990 el clicker se ha convertido en una de las herramientas más populares entre los adiestradores de perros. Nunca he usado un clicker porque siempre lo he considerado como una herramienta para crear nuevas conductas y no tanto como un elemento de rehabilitación. Sin embargo, al preparar este libro he visto a gente hacer cosas increíblemente creativas con ese instrumento tan sencillo. Se ha utilizado para todo, desde enseñar obediencia simple o modificar una conducta hasta adiestrar perros de trabajo para realizar tareas específicas o detectar el cáncer de mama. En el capítulo 8 encontrarás más detalles. Muchos de los profesionales que entrevistamos para este libro se mostraron entusiasmados con los múltiples usos del clicker.
Kirk Turner lleva más de veinte años adiestrando perros y llegó al clicker por su deseo de no usar la fuerza física con los animales. Nos explicó con detenimiento por qué prefiere emplear este instrumento tan versátil: «Me gusta porque básicamente lo que hago es expandir el cerebro del perro. Hago que el perro piense en positivo sin que entre en juego nada negativo. Tiene que pensar en qué es lo que le va a hacer llevarse alguna recompensa. Lo que hay que entender del clicker es que significa tres cosas: “Eso es justo lo que estoy buscando”; significa que la recompensa pronto llegará, y el click significa que el ejercicio ha acabado». Además, el clicker funciona muy bien a distancia. «Recuerdo ejercicios con familias. Hacía que formaran un círculo. Señalaba a uno de los miembros de la familia y le decía: “Haga lo que sea para que el perro vaya hacia usted”». El resto de la familia debía ignorar por completo al perro. Kirk se colocaba fuera del círculo y apretaba el clicker. De ese modo, cuando el perro iba hacia la persona que lo llamaba, la conducta quedaba señalada de inmediato desde cierta distancia.
También podemos usar el clicker para ir eliminando de forma paulatina la comida si se trata de un perro obsesionado con ella. «Tras haber trabajado esa conducta nos interesa entrar en una dinámica de recompensas intermitentes para no tener que estar premiándolo constantemente», dijo Kirk. Primero premia al perro con una chuchería siempre que actúa del modo deseado, luego le pedirá esa conducta tres veces antes de darle otra chuchería, y después tal vez siete veces. «Durante unos días puedo ir disminuyendo esas recompensas hasta acabar por no darle ninguna».
Bonnie Brown-Cali afirma: «El clicker es una herramienta maravillosa para modelar conductas en cuanto a obediencia, cabriolas, discriminación olfativa y tareas de perro guía. Enseño al perro que el click significa que la comida está en camino. Una vez que el perro entiende eso, puedo usar el click para modificar conductas. Es fundamental apretar el click en el momento oportuno, ya que eso le dice al perro que su última conducta va a ser recompensada. Por ejemplo, si quiero modificar la aversión que muestra un perro hacia un olor, puedo usar el click para cambiar su perspectiva. Ahora ese olor representa algo bueno. A partir de ahí puedo modelar una alerta para que el perro actúe siempre que localice ese olor. Si ya conoce la orden “sentado”, puedo decirle que se siente cuando perciba ese olor y apretar el click cuando lo haga. Como el click significa que la comida está de camino, puedo apretarlo a distancia para decirle al perro que lo que ha hecho está bien y que pronto tendrá su recompensa. Luego, cuando haya modelado la conducta, eliminaré la orden de “sentado” y el clicker».
La adiestradora de la corriente conductista Barbara De Groodt dice: «No soy una adiestradora de clicker per se. Lo uso para los perros muy activos o si quiero enseñar a un perro guía que haga algo especial para una persona discapacitada. También uso el clicker para quienes se exceden en sus elogios o en sus correctivos. Puedo devolverlos a un nivel de normalidad en lugar de seguir diciendo “¡buen perro!” todo el rato. El clicker los coloca en un registro más normal. El clicker no tiene emociones y siempre tiene el mismo significado».
Como señala Barbara, a menudo un excesivo elogio o entusiasmo puede hacer que nuestro perro se bloquee y no aprenda lo que tratamos de enseñarle. Siempre recomiendo una energía serena y autoritaria. En su informativo y a veces polémico blog Terrierman’s Daily Dose el escritor Patrick Burns sostiene que el clicker funciona para tanta gente porque ayuda a crear un estado de ánimo sereno y autoritario que prepara el terreno para una comunicación clara.
Escribe Burns: «Cuando Millán habla de ser “sereno y autoritario”, de lo que en realidad está hablando es de mandar menos señales, pero más claras. Fijémonos en un adiestramiento con clicker. ¿Qué hace un aprendiz de adiestrador con el clicker? Si el adiestrador está concentrado en que el clicker suene en el momento justo, ¿acaso juguetea con él? No. ¿Acaso habla? No. De hecho se supone que no debe moverse en absoluto. En el adiestramiento con clicker es éste el que habla, no la persona. ¿Acaso el clicker es autoritario? ¡Por supuesto! El clicker sólo manda una señal muy clara, una señal que dice: “Sigue por ahí, vas muy bien”»[11].
¿Hacer click o no hacerlo?
Para algunos de los adiestradores entrevistados el clicker resulta demasiado opresor para modelar la conducta de un perro. Joel Silverman, que empezó como adiestrador con clicker de mamíferos marinos en Sea World antes de pasarse a los perros como presentador de Good Dog U en Animal Planet, dice: «Yo ya casi no uso el clicker. Los que piensan que el clicker puede solucionar cualquier problema de comportamiento en cualquier situación se engañan. Un perro muy agresivo que sólo quiere ir detrás de alguien no va a dejarlo sólo con chucherías, clickers, galletas o besos».
Mark Harden lleva treinta años como adiestrador profesional y ha trabajado prácticamente con todas las especies animales del cine y la televisión. «Con los perros no uso clickers. No me gustan nada. Pero soy un mago del clicker con los gatos, los monos, las aves, los loros, todo eso. Por ejemplo, el clicker funciona muy bien con los gatos porque no están muy pendientes de mí. Están más centrados en la comida. Quieren su comida y el ritual. No están leyendo mi cara. Quizá uno de cada cien gatos me esté mirando. Y cuando lo hacen es escalofriante».
Sin embargo, al trabajar con perros Mark opina que el clicker puede bloquear la fluidez en la comunicación con el animal. «El clicker supone desperdiciar algo tan perfecto como una mano. Es decir, cuando trabajo puede que tenga en la mano un palo, una bolsa con cebo y trato de conseguir comida. Intento sincronizar mi remuneración. Mi teoría es que los perros con los que trabajo se encuentran muy en sintonía conmigo. Los perros saben interpretar mi cara a su manera. Mis sonidos. Mi lenguaje corporal. Son capaces de descifrar todo lo que hago. Por eso, para mí el clicker se convierte en un ruido anónimo que tienen que aprender a comprender. Y puedo hacer muchas más cosas con la voz. Creo que muy pocos usan de forma correcta el clicker y eso destroza toda sincronización».
Bob Bailey recuerda: «Los Breland fueron pioneros en el uso del refuerzo secundario como metodología, pero luego la noción del clicker cuajó y me temo que muchos decidieron que el clicker hace magia. Por supuesto, no es verdad».
El instinto: una verdad incómoda
Los Breland fueron los primeros que vieron que la ciencia del condicionamiento operante tenía determinados inconvenientes intrínsecos que había que superar y entender para que su empresa de adiestramiento de animales saliera adelante. De hecho, aquellos invonvenientes surgían de la propia madre naturaleza. En un artículo de 1961 titulado «The Misbehavior of Organisms» [El mal comportamiento de los organismos] Keller y Marian Breland describían su primera experiencia con el fracaso del condicionamiento operante basado en la recompensa: «Parece que, al trabajar con cerdos, pollos y mofetas, a menudo los animales aprendían una cabriola y luego empezaban a apartarse de la conducta aprendida para dirigirse hacia un comportamiento más instintivo, no reforzado y primario»[12].
Los dos investigadores quedaron sorprendidos al descubrir este síndrome, que denominaron «desvío instintivo», porque se enfrentaba a las leyes de la teoría del refuerzo positivo de la década de 1950. Los Breland habían basado sus trabajos previos en lo que para ellos era una regla inflexible: que aquellas conductas a las que seguía el refuerzo con comida deberían ser fortalecidas mientras que las que impiden dicho refuerzo deberían ser eliminadas. Pero algunos animales se atrevían a romper dichas reglas cuando reaparecía su viejo instinto. Los Breland descubrieron que determinadas conductas instintivas incluso podían hacer que un animal hambriento rechazara un refuerzo con comida.
Patrick Burns escribe: «Los Breland no exageraron el problema. Sencillamente expusieron un hecho: el instinto existía y a veces bullía y anulaba conductas aprendidas». En su célebre artículo los Breland dieron el primer paso hacia la incorporación de conceptos de los etólogos animales —especialistas en el estudio de los animales en su entorno natural— en su trabajo sobre el condicionamiento operante y el adiestramiento, lo cual hizo que sus métodos fueran aún más eficaces. En ese sentido, estaban años luz por delante de su mentor, B. F. Skinner. Temple Grandin escribe en Animals in Translation: «Nos enseñó que sólo había que estudiar la conducta. No hacía falta que especuláramos sobre qué hay dentro de la cabeza de una persona o de un animal… no se podía hablar de ello. Sólo se podía medir la conducta; por tanto, sólo se podía estudiar ésta».
La ahora célebre Grandin no era más que una estudiante universitaria en la década de 1960, cuando B. F. Skinner era Dios y la ciencia del conductismo, el Evangelio. «Los conductistas creían que esos conceptos básicos lo explicaban todo sobre los animales, que básicamente sólo eran máquinas que respondían a estímulos. Quizá a la gente le cueste imaginar la fuerza que esta idea tenía entonces. Era prácticamente una religión».
Cuando Grandin pudo por fin visitar a su ídolo en su despacho de Harvard, tuvo una conversación muy reveladora con él. Según relata Grandin: «Al final le dije: “Doctor Skinner, si pudiéramos aprender cómo funciona el cerebro”. Él respondió: “No necesitamos aprender nada sobre el cerebro, tenemos el condicionamiento operante”. Recuerdo que, mientras regresaba en coche a clase, no dejé de pensar en ello, hasta que me dije: “Me parece que no me creo eso”»[13].
Resulta que los Breland tampoco se lo creían ya. Escribieron: «Tras catorce años de condicionamiento operante y de observar miles de animales, a nuestro pesar hemos llegado a la conclusión de que no se puede entender, prever o controlar la conducta de especie alguna sin conocer las pautas de su instinto, su evolución y su relación con el medio ambiente».
Adiestramiento canino contra psicología canina
Lo que los Breland descubrieron mediante repeticiones, estadísticas y métodos científicos refleja mi propio mensaje, nada científico, de que el adiestramiento de perros es algo que inventó el ser humano, pero la naturaleza inventó la psicología canina. Por eso mi insistencia en que piense en su perro en el orden correcto: animal, especie perro, raza, nombre. Los primeros conductistas sólo pensaban en el animal. Los primeros etólogos pensaban principalmente en la especie y la raza. Muchos miembros del Kennel Club piensan primero en la raza. Y la mayoría de los norteamericanos que tienen una mascota piensan en raza y nombre o sencillamente en el nombre; por ejemplo: «Mi perra se llama Fluffy, y Fluffy es mi hija». El artículo de los Breland fue el punto de partida para empezar a entender que hemos de honrar y respetar al perro o a cualquier animal como un todo antes de poder comunicarnos con él.
Supe que otros pensaban igual cuando leí Dog Psychology: The Basis of Dog Training, de Leon F. Whitney, veterinario, criador y adiestrador de perros de caza, y The Dog’s Mind: Understanding Your Dog’s Behavior, de Bruce Fogle, veterinario británico y miembro fundador de la Society for Companion Animal Studies en el Reino Unido y la Delta Society en Estados Unidos. Dieciséis años después de leer su libro por primera vez tuve la oportunidad de comer en Cannes, Francia, con el venerable doctor Fogle y de agradecerle en persona que me dijera que mis ideas y mis observaciones sobre los perros no eran una locura. El buen doctor es como un héroe para mí, y nos encantó descubrir que compartimos muchas opiniones, sobre todo que podemos encontrar el origen de muchos de los problemas de conducta de un perro —incluso determinados problemas médicos psicosomáticos que el doctor Fogle trata en su clínica veterinaria— en la enfermiza relación del perro con su propietario.
Kirk Turner, fiel seguidor del condicionamiento operante, el adiestramiento con clicker y el refuerzo positivo, dice: «Mira, el condicionamiento operante es una forma de adiestramiento muy válida. Para muchas personas que tienen perro la vida es el obstáculo. César, como sabrás por tu programa de televisión, normalmente el perro no es el problema. Es pan comido. Normalmente es al dueño al que tienes que descifrar».
Al igual que Kirk, he descubierto que, antes incluso de pensar en normas para adiestrar a nuestro perro, necesitamos mejores normas para adiestrarnos a nosotros.