He aquí el universo envuelto en la gloria de Dios: y todo cuanto vive y se mueve en la faz de la tierra. Dejando atrás lo efímero, halla el gozo en lo Eterno; no ambiciones lo que el otro posee.
Obrando de ese modo, un hombre bien puede aspirar a vivir cien años; solo las acciones realizadas en Dios no atan el alma del hombre.
Existen mundos habitados por demonios, regiones de abisal oscuridad. Todo aquel que en la vida reniega del Espíritu2 se precipita en esa oscuridad de muerte.
El espíritu, sin moverse, es más veloz que la mente; los sentidos no pueden alcanzarlo; se halla siempre por encima de ellos. Permaneciendo quieto, supera a quienes corren. El espíritu de la vida conduce los ríos de acción al océano de su ser.
Se mueve, y no se mueve. Está lejos, y está cerca. Se halla dentro, y a la vez fuera de todo.
Quien ve a todos los seres en su propio Ser, y su propio Ser en todos los seres, pierde el temor por completo.
Cuando un sabio ve esta gran Unidad, y su Ser se ha convertido en todos los seres, ¿cómo va a verse afectado por la turbación y el pesar?
El Espíritu lo llenó todo con su resplandor. Él es incorpóreo e invulnerable, puro e intacto por el mal. Él es el veedor y pensador supremo, inmanente y trascendente. Él situó todas las cosas en la senda de la Eternidad.
Quienes van tras la acción3 caen en una oscuridad profunda. Más profunda aún es la oscuridad en la que caen quienes van tras el conocimiento.
El resultado del conocimiento es uno, y otro distinto el resultado de la acción. Así se lo oímos decir a los ancianos sabios que tal verdad nos explicaron.
Aquel que practica ambas, acción y conocimiento, con la acción vence a la muerte, y con el conocimiento alcanza la inmortalidad.
Quienes van tras lo inmanente4 caen en una oscuridad profunda. Más profunda aún es la oscuridad en la que caen quienes van tras lo trascendente.
El resultado de lo transcendente es uno, y otro distinto el resultado de lo inmanente. Así se lo oímos decir a los ancianos sabios que tal verdad nos explicaron.
Aquel que practica ambas, inmanencia y trascendencia, con la inmanencia vence a la muerte, y con la trascendencia alcanza la inmortalidad.
El rostro de la verdad permanece oculto tras un círculo de oro. ¡Descorre su velo, oh dios de la luz,5 para que así pueda yo ver la verdad que amo!
¡Oh sol dador de vida, progenie del Señor de la creación,6 veedor solitario del cielo! Dispersa tu luz y retira tu fulgor cegador para que así pueda yo contemplar esa tu forma radiante, pues ese Espíritu que albergas en tu interior7 no es sino mi propio Espíritu recóndito.
Vaya la vida8 a la vida inmortal, y el cuerpo a las cenizas. OM. ¡Oh alma mía, recuerda los pasados afanes, recuerda!9
Por la senda del bien condúcenos a la dicha final, ¡oh fuego divino, dios conocedor de todos los caminos! Líbranos del mal errante. A ti dirigimos nuestras plegarias y adoración.
Vajasravasa entregó todas sus posesiones en un sacrificio, más lo hizo con vistas a obtener el cielo en recompensa.
Tenía un hijo cuyo nombre era Nachiketas, quien, aunque era solo un niño, tuvo una visión de fe mientras se llevaba a cabo la ofrenda, y así pensó:
«Esta pobre ofrenda de vacas demasiado viejas para dar leche y demasiado débiles para pastar o beber agua no puede si no conducir a un mundo donde reine el pesar».1
Y decidió entregarse él mismo en ofrenda, y así dijo a su padre: «Padre, ¿a quién me vas a entregar?». Lo preguntó una vez, y dos, y hasta tres veces; a lo que su padre, enojado, respondió: «A la Muerte te voy a entregar».
Nachiketas. Allá me encamino, pues, como cabeza de muchos, y en medio de otros tantos. ¿Qué tarea habrá de acometer hoy la Muerte a través de mí?
Recuerda cómo se fueron los hombres de antaño, y cómo se irán los que habrán de venir: el mortal madura como el maíz, y como el maíz vuelve a nacer.
Nachiketas hubo de aguardar tres noches sin probar alimento en la morada de Yama, dios de la Muerte.
Una voz. Cual espíritu de fuego llega un brahmin a una casa: ¡trae aquí la ofrenda de agua, oh dios de la Muerte!
¡Cuán necio el hombre que no brinda hospitalidad a un brahmin! Con ello pierde esperanzas futuras, méritos pasados y posesiones presentes: sus hijos y todo cuanto es suyo.
Muerte. Pues te has llegado como invitado sagrado a mi morada, y en tres noches no has recibido hospitalidad, ten a bien pedirme tres deseos.
Nachiketas. Mitíguese entonces el enojo de mi padre, para que así me recuerde y acoja cuando a él regrese. Sea ese mi primer deseo.
Muerte. Por el poder que me es concedido, sea que tu padre te recuerde y te ame como antes; y al verte libre de las fauces de la muerte, dulce se torne su sueño al llegar la noche.
Nachiketas. En el cielo no hay motivo de temor: vejez y muerte allí no moran. Los justos, libres de ambas, se alborozan en el cielo, lejos del hambre, la sed y el pesar.
Además, quienes en el cielo habitan, alcanzan la inmortalidad. Tú conoces, ¡oh Muerte!, ese fuego sagrado que conduce al cielo.2 Revélamelo, pues tengo fe. Sea este mi segundo deseo
Muerte. Conozco, Nachiketas, ese fuego sagrado que conduce al cielo. Escucha. Ese fuego que es el medio de alcanzar los mundos infinitos, y es también su cimiento, se halla oculto en el lugar sagrado del corazón.
Y la Muerte le habló del fuego de la creación, del inicio de los mundos, y del altar del fuego sacrificial; de la cantidad y el modo en que sus piedras se habían de colocar. Nachiketas memorizaba las enseñanzas del maestro repitiéndolas en voz alta. La Muerte se mostró complacida y continuó:
Un deseo más te he de conceder hoy. Y es que este fuego sacrificial lleve tu nombre. Acéptame asimismo este collar multiforme.
Aquel que enciende tres veces este fuego sagrado,3 alcanzando la unión con los Tres,4 y realiza las tres acciones sagradas,5 va más allá de la vida y la muerte; pues entonces conoce al dios del fuego,6 el dios conocedor de todas las cosas, y mediante el conocimiento y la adoración alcanza la paz suprema.
Aquel que, conociendo a los Tres, construye el altar del sacrificio de fuego y realiza tres veces el sacrificio de Nachiketas, aleja las ataduras de la muerte y, pasando más allá del dolor, encuentra la dicha en las regiones del cielo.
Este es el fuego que conduce al cielo, el cual escoges como segundo deseo. Los hombres lo llamarán el sacrificio de fuego de Nachiketas. Escoge ahora tu tercer deseo.
Nachiketas. Cuando un hombre muere, esta duda surge: algunos dicen que «es» y otros que «ya no es». Enséñame la verdad.
Muerte. Hasta los dioses tuvieron esta duda antaño; pues misteriosa es la ley de la vida y la muerte. Pide otro deseo. Libérame de este.
Nachiketas. Esa duda surgió desde luego entre los dioses y tú dices, oh Muerte, que es difícil de comprender; pero no hay maestro más grande que tú para explicarlo, y además no hay deseo mayor que este.
Muerte. Toma caballos, oro, ganado y elefantes; escoge hijos y nietos que vivan cien años. Hazte con vastas expansiones de tierra y vive tantos años como desees.
O bien escoge otro deseo que creas igual a ese y disfrútalo con riquezas y larga vida. Sé un gobernante de esta vasta tierra. Te concederé todos tus deseos.
Pide cualquier deseo en el mundo de los mortales, por difícil que sea de conseguir. A tu servicio pondré sirvientas bellas con carretas e instrumentos musicales. Mas no me preguntes, Nachiketas, los secretos de la muerte.
Nachiketas. Todos estos placeres son pasajeros, ¡oh Final de todo! Debilitan el poder de la vida. Y además, ¡cuán corta es toda la vida! Guárdate tus caballos, tus bailes y tus cánticos.
El hombre no puede satisfacerse con riquezas. ¿Acaso disfrutaremos de la riqueza teniéndote a ti a la vista? ¿Viviremos mientras tú estás en el poder? Solo puedo pedir el deseo que he pedido.
Cuando un mortal aquí en la tierra ha sentido su propia inmortalidad, ¿podría desear una vida larga de placeres por la apetencia de una belleza engañosa?
Resuelve pues la duda en cuanto al gran más allá. Concédeme la gracia que desvela el misterio. Esta es la única dádiva que puede pedir Nachiketas.
Muerte. Existe el camino de la dicha7 y existe el camino del placer.8 Ambos atraen al alma. Quien sigue el primero, llega al bien; quien sigue el placer, no alcanza el Final.
Los dos caminos se abren frente al hombre. Cavilando sobre ellos, el hombre sabio escoge el camino de la dicha; el necio toma el camino del placer.
Tú, Nachiketas, has cavilado sobre los placeres y los has rechazado. No has aceptado esa cadena de posesiones con la que los hombres se atan y bajo la cual se hunden.
Existe el camino de la sabiduría y el camino de la ignorancia.9 Se hallan muy separados y conducen a diferentes extremos.
Residiendo en medio de la ignorancia, creyéndose sabios y eruditos, los necios van de aquí para allá sin rumbo, como ciegos guiados por ciegos.
Lo que yace más allá de la vida no se hace evidente a los infantiles, a los descuidados o a los cegados por la riqueza. «Este es el único mundo: no hay otro», dicen; y así van de muerte en muerte.
No muchos oyen hablar de él; y de entre ellos, no muchos lo alcanzan. Admirable es aquel que puede instruir acerca de él, y sabio es aquel en disposición de ser instruido. Admirable es aquel que lo conoce cuando se le instruye.
No puede ser enseñado por quien no lo ha alcanzado, y no puede ser alcanzado mediante el mucho pensar. El camino a él es a través de un Maestro que lo haya visto: Él es más elevado que los pensamientos más elevados; en verdad se halla por encima de todo pensamiento.
Este conocimiento sagrado no se alcanza mediante el razonamiento, mas puede ser transmitido por un Maestro verdadero. Como tu propósito es firme, lo has encontrado. ¡Séame dado hallar otro alumno como tú!
Sé que los tesoros pasan y que lo Eterno no es alcanzado por lo efímero. Así he dispuesto el fuego del sacrificio de Nachiketas y, quemando en él lo efímero, he alcanzado lo Eterno.
Ante ti, Nachiketas, se han desplegado el cumplimiento de todo deseo, el dominio del mundo, la recompensa eterna del ritual, la orilla donde no existe temor, la grandeza del honor y espacios ilimitados. Con fortaleza y sabiduría has renunciado a todos ellos.
Cuando el sabio deja reposar su mente en contemplación de nuestro dios más allá del tiempo, el cual mora invisiblemente en el misterio de las cosas y en el corazón del hombre, entonces se eleva por encima de placeres y pesar.
Cuando un hombre ha escuchado y ha comprendido y, encontrando la esencia, alcanza lo más profundo del ser, halla entonces la dicha en la Fuente de la dicha. Nachiketas es una casa abierta para tu Atman, tu Dios.
Nachiketas. Cuéntame qué ves más allá del bien y del mal,10 más allá de lo hecho o lo no hecho, más allá del pasado y del futuro.
Muerte. Te diré la Palabra que todos los Vedas glorifican, que todo sacrificio expresa, que todos los estudios sagrados y la vida santa persiguen. Esa Palabra es OM.
Esa Palabra es el Brahman sempiterno: esa Palabra es el Fin más elevado. Cuando se conoce la sagrada Palabra, se cumplen todos los anhelos.
Es el medio de salvación supremo: es la ayuda suprema. Cuando se conoce la gran Palabra, uno es grande en el cielo de Brahman.11
Atman, el Espíritu de visión, es nunca nacido y nunca muere. Antes de él no había nada, y él es UNO por siempre. No nacido y eterno, más allá de los tiempos pasados o por venir, él no muere cuando el cuerpo muere.
Si el asesino piensa que mata y si el asesinado piensa que muere, ninguno de los dos conoce los caminos de la verdad. Lo Eterno en el hombre no puede matar; lo Eterno en el hombre no puede morir.
Oculto en el corazón de todos los seres se encuentra Atman, el Espíritu, el Sí mismo; más pequeño que el átomo más pequeño, más grande que los vastos espacios. El hombre que entrega su voluntad humana, deja atrás las penas y contempla la gloria del Atman por la gracia del Creador.
Descansando, vaga lejos; durmiendo, va a todas partes. ¿Quién, si no mi Sí mismo, puede conocer a ese Dios de dicha y pesares?
Cuando los sabios hacen realidad el Espíritu omnipresente, que permanece invisible en lo visible y permanente en lo no permanente, entonces van más allá de las penas.
El Atman no se alcanza a través del mucho estudio, ni a través del intelecto y las enseñanzas sagradas. Lo alcanzan los escogidos por él, porque ellos le escogen. A sus escogidos revela el Atman su gloria.
Ni aún a través del conocimiento profundo puede alcanzarse el Atman, a menos que se abandonen los caminos de maldad, y haya sosiego en los sentidos, concentración en la mente y paz en el corazón de uno.
¿Quién sabe en verdad dónde se halla? La majestad de su poder envuelve a sacerdotes y guerreros,12 y hasta la muerte misma se ve arrastrada.
En la atalaya secreta del corazón hay dos seres13 que beben el vino de la vida en el mundo de la verdad. Quienes conocen a Brahman, quienes mantienen los cinco fuegos sagrados y encienden el triple fuego de Nachiketas los llaman «luz» y «sombra».
¡Encendamos el sagrado fuego de Nachiketas, el puente para cruzar a la otra orilla donde el miedo no existe, el supremo Espíritu sempiterno!
Conoce al Atman como Señor de un carro, y al cuerpo como el carro mismo. Sábete que la razón es el auriga y la mente las riendas.
Los caballos, dicen, son los sentidos; y sus vías son los objetos del sentido. Cuando el alma se hace una con la mente y con los sentidos, se la denomina «poseedora de alegrías y penas».
Quien no posee un juicio correcto y presenta una mente que nunca es estable, no gobierna su vida, como un mal conductor con caballos salvajes.
Mas aquel que posee un juicio correcto y cuya mente se muestra siempre estable, gobierna su vida, como un buen conductor con caballos bien entrenados.
Quien no posee un juicio correcto es descuidado y nunca es puro, no alcanza el Final del viaje, sino que deambula de muerte en muerte.
Pero aquel que posee juicio es cuidadoso y siempre puro, alcanza el Final del viaje, del cual nunca retorna.
El hombre cuyo carro es guiado por la razón, que observa y sujeta las riendas de su mente, alcanza el Final del viaje, el supremo Espíritu sempiterno.
Más allá de los sentidos están sus objetos, y más allá de los objetos está la mente. Más allá de la mente está la razón pura, y más allá de la razón está el Espíritu en el hombre.
Más allá del Espíritu en el hombre está el Espíritu del universo, y más allá está Purusha, el Espíritu Supremo. No hay nada más allá de Purusha: Él es el Final del camino.
La luz del Atman, el Espíritu, es invisible, oculta en todos los seres. Es vista por los que ven lo sutil, cuando su visión es aguda y clara.
Los juiciosos deberían renunciar al habla a cambio de la mente, a la mente a cambio del Sí mismo que conoce, al Sí mismo que conoce a cambio del Espíritu del universo y al Espíritu del universo a cambio del Espíritu de la paz.
¡Despertad, alzaos! ¡Aspirad a lo más Alto y estad en la Luz! Los sabios dicen que el camino es estrecho y difícil de andar, estrecho como el filo de una cuchilla.
El Atman está más allá del sonido y la forma, sin tacto, sabor ni perfume. Es eterno, invariable, sin comienzo y sin fin; en verdad se halla por encima de todo razonamiento. Cuando la consciencia del Atman se manifiesta, el hombre se libera de las garras de la muerte.
El hombre juicioso que puede aprender y enseñar esta antigua historia de Nachiketas, instruida por Yama, el dios de la muerte, encuentra la gloria en el mundo de Brahman.
Quien lleno de devoción recita este supremo misterio en la reunión de brahmines o en la ceremonia del Sradha por los difuntos se prepara para la Eternidad, se prepara en verdad para la Eternidad.
El Creador hizo los sentidos para que se volcaran hacia el exterior: se dirigen hacia el mundo externo de materia, no hacia el Espíritu que habita dentro. Pero un sabio que buscaba la inmortalidad miró dentro de sí y halló su propia Alma.
Los necios persiguen los placeres externos y caen en las redes de la muerte de vasto abrazo. Los juiciosos, sin embargo, han encontrado la inmortalidad y no buscan lo Eterno en cosas pasajeras.
Aquello con lo que percibimos colores y sonidos, perfumes y besos de amor; lo único con lo que adquirimos conocimiento; con lo que verdaderamente podemos ser conscientes de cualquier cosa:
En verdad aquello es Eso.
Cuando el sabio se percata de que es mediante el gran Espíritu omnipresente en nosotros que estamos conscientes mientras velamos o soñamos, entonces traspasa el dolor de la pena.
Cuando conoce al Atman, al Sí mismo, la vida interior, que disfruta cual abeja de las mieles de las flores de los sentidos, cuando conoce al Señor de lo que fue y lo que será, entonces traspasa el temor:
En verdad esto es Eso.
El dios de la creación que en el principio nació del fuego del pensamiento, antes de que las aguas existieran, que apareció en los elementos y en los espacios, habiendo penetrado en el corazón:
En verdad esto es Eso.
La diosa de la Infinidad que se muestra como Poder de la vida y como Naturaleza; que nació de los elementos y de los espacios, habiendo penetrado en el corazón:
En verdad esto es Eso.
Agni, el dios del fuego que todo lo sabe, oculto en las dos yescas de fricción para el fuego del santo sacrificio, como semilla de vida en la matriz de una madre, el que recibe la adoración matinal de quienes siguen el camino de la luz o el camino del trabajo:
En verdad esto es Eso.
De donde procede el sol naciente y a donde se dirige al caer la tarde; donde todos los dioses tienen su origen, y más allá de lo cual ningún hombre puede llegar:
En verdad esto es Eso.
Lo que está aquí también está allí, y lo que está allí también está aquí. Quien ve a los muchos y no al UNO deambula sin cesar de muerte en muerte.
Hasta la mente ha de asimilar esta verdad: no hay muchos, sino solo UNO. El que ve la variedad y no la unidad deambula sin cesar de muerte en muerte.
El alma habita dentro de nosotros; es una llama del tamaño de un pulgar. Cuando se la reconoce como al Señor del pasado y del futuro, todo miedo cesa:
En verdad esto es Eso.
Como una llama sin humo, del tamaño de un pulgar, así es el alma; Señor del pasado y del futuro, igual tanto hoy como mañana:
En verdad esto es Eso.
Como agua de lluvia que al caer sobre la ladera de una montaña se derrama por las rocas en todas direcciones, así el hombre que solo ve la variedad de las cosas, se dispersa en todas direcciones.
Pero como el agua pura que, lloviendo sobre agua pura, se vuelve una y la misma, así ocurre, así también se vuelve, oh Nachiketas, el alma del sabio que conoce.
El eterno Espíritu puro habita en el castillo de once puertas del cuerpo. Gobernando este castillo, el hombre se ve libre de penas y, libre de toda atadura, alcanza la liberación.
En el espacio, él es el sol, él es el viento y el cielo; en el altar, es el sacerdote y el vino de Soma en la jarra. Habita en hombres y en dioses, en la justicia y en los vastos cielos. Está en la tierra y en las aguas y en las rocas de las montañas. Él es Verdad y Poder.
Los poderes de la vida adoran a ese dios que habita en el corazón, y él gobierna el aliento de vida, la inspiración y la espiración.
Cuando los vínculos que atan el Espíritu al cuerpo se deshacen y el Espíritu se libera, ¿qué queda entonces?
En verdad esto es Eso.
Un mortal no vive por el aliento que fluye hacia dentro y fluye hacia fuera.14 Es otra la fuente de su vida y es ella la que hace fluir la respiración.
Te hablaré ahora del misterio del Brahman eterno; y de lo que le ocurre al alma tras la muerte.
El alma puede ir al útero de una madre y así obtener un nuevo cuerpo. Puede incluso introducirse en árboles o plantas, según su sabiduría y obras anteriores.
Hay un Espíritu que está despierto durante nuestro sueño y que crea el prodigio de los sueños. Él es Brahman, el Espíritu de la Luz, quien en verdad es llamado el Inmortal. Todos los mundos descansan en ese Espíritu y más allá de él nadie puede ir:
En verdad esto es Eso.
Al igual que el fuego, aunque sea uno, adopta nuevas formas en todas las cosas que quema, así el Espíritu, aunque sea uno, adopta nuevas formas en todas las cosas que viven. Él está dentro de todo, y también está fuera.
Al igual que el viento, aunque sea uno, adopta nuevas formas doquiera que penetre, así el Espíritu, aunque sea uno, adopta nuevas formas en todas las cosas que viven. Él está dentro de todo, y también está fuera.
Así como el sol que contempla el mundo no se ve afectado por impurezas terrenales, así el Espíritu que está en todas las cosas no se ve afectado por los sufrimientos externos.
Hay un Gobernante, el Espíritu que está en todas las cosas, el cual transforma su propia forma en muchas. Solo los sabios que lo ven en sus almas alcanzan la dicha eterna.
Él es el Eterno entre cosas pasajeras, Consciencia pura de seres conscientes, el UNO que escucha las oraciones de muchos. Solo los sabios que lo ven en sus almas alcanzan la paz eterna.
«Esto es Eso», así interpretan la inefable dicha suprema. ¿Cómo se puede conocer «Esto»? ¿Él emite luz o él la refleja?
Allí el sol no brilla, ni la luna, ni las estrellas; los relámpagos no relucen allí y mucho menos el fuego terrenal. De su luz, todos estos dan luz, y su resplandor ilumina toda la creación.
El Árbol de la Eternidad tiene sus raíces en los cielos, y sus ramas se adentran en lo profundo de la tierra. Es Brahman, el Espíritu puro, quien con razón es llamado el Inmortal. Todos los mundos descansan sobre ese Espíritu y nadie puede ir más allá de él:
En verdad esto es Eso.
El universo entero procede de él y su vida arde a través del universo entero. En su poder está la majestad del trueno. Quienes lo conocen han hallado la inmortalidad.
Por temor a él el fuego arde, y por temor a él, el sol brilla. Por temor a él, las nubes y los vientos, y hasta la misma muerte, siguen su caminar.
Si se lo ve en esta vida, antes de que el cuerpo perezca, se está libre de ataduras; mas si no, se nace y se muere otra vez en nuevos mundos y nuevas creaciones.
Claro como en un espejo se ve Brahman en un alma pura, y también claro como la luz en el cielo del Creador; mas en el país de las sombras, se lo ve como el recuerdo de los sueños, y en el mundo de los espíritus, como reflejos en aguas agitadas.
Cuando el hombre sabio reconoce que los sentidos materiales no provienen del Espíritu, y que su sueño y su despertar pertenecen a su propia naturaleza, entonces ya no se aflige.
Más allá de los sentidos está la mente, y más allá de la mente está la razón, su esencia. Más allá de la razón está el Espíritu en el hombre y, más allá de este, se halla el Espíritu del universo, el que todo lo desarrolla.
Y más allá está Purusha, el que todo lo impregna, más allá de las definiciones. Cuando un mortal lo conoce, logra la liberación y alcanza la inmortalidad.
Su forma no entra dentro del campo de visión: nadie lo ve con ojos mortales. Es visto por un corazón puro y por una mente y unos pensamientos que sean puros. Aquellos que le reconocen alcanzan la vida inmortal.
Cuando los cinco sentidos15 y la mente están aquietados, y la razón misma descansa en silencio, entonces comienza la Vía suprema.
Esta firmeza calmada de los sentidos se denomina Yoga. Entonces se ha de estar atento, porque el Yoga va y viene.
Palabras y pensamientos no pueden alcanzarlo, y el ojo no puede verlo. Entonces ¿cómo puede ser percibido, salvo por el que dice «Él es»?
En la fe del «Él es» ha de ser percibida su existencia, y en su esencia ha de ser percibido. Cuando se lo percibe como «Él es», entonces se hace patente la revelación de su esencia.
Al abandonar todos los deseos que se apegan al corazón, un mortal se vuelve inmortal y hasta en este mundo es uno con Brahman.
Al liberar las ataduras que aprisionan al corazón, un mortal se vuelve inmortal. Esta es la sagrada enseñanza.
Ciento un vías sutiles salen del corazón. Una de ellas asciende a la cumbre de la cabeza. Esta es la vía que conduce a la inmortalidad; las otras tienen fines diferentes.
Habitando siempre dentro de todos los seres está el Atman, Purusha, el Sí mismo, una pequeña llama en el corazón. Que aquel que muestre firmeza lo extraiga del cuerpo, como un tallo se extrae de su vaina. Conoce esta luz pura e inmortal; conoce en verdad esta luz pura e inmortal.
Y Nachiketas aprendió la sabiduría suprema que le fue enseñada por el dios del más allá, y aprendió toda la enseñanza de la unión interior, del Yoga. Después alcanzó a Brahman, el Espíritu Supremo, volviéndose inmortal y puro. Y así será en verdad con todo aquel que conozca a su Atman, su Sí mismo superior.
¿Quién pone nuestra mente a divagar? ¿Quién empuja a la vida1 a emprender su viaje? ¿Quién nos mueve a pronunciar estas palabras? ¿Qué Espíritu se oculta tras el ojo y el oído?
Eso que es el oído del oído, el ojo del ojo y el verbo del verbo; la mente de la mente y la vida de la vida. Quienes van en pos de la sabiduría pasan al otro lado y, dejando este mundo, se vuelven inmortales.
Allí donde no accede el ojo, ni las palabras, ni la mente. No sabemos, no alcanzamos a entender cómo explicarlo. Él se halla por encima de lo conocido y de lo desconocido. Así se lo oímos decir a los ancianos sabios que tal verdad nos explicaron.
Lo que las palabras no aciertan a expresar, pero es causa de que se expresen palabras: sábete que solo eso es Brahman, el Espíritu; y no aquello que se adora en este mundo.
Lo que la mente no acierta a pensar, pero es causa de que la mente piense: sábete que solo eso es Brahman, el Espíritu; y no aquello que se adora en este mundo.
Lo que el ojo no acierta a ver, pero es causa de que el ojo vea: sábete que solo eso es Brahman, el Espíritu; y no aquello que se adora en este mundo.
Lo que el oído no acierta a oír, pero es causa de que el oído oiga: sábete que solo eso es Brahman, el Espíritu; y no aquello que se adora en este mundo.
Lo que el aliento no acierta a inspirar, pero es causa de que el aliento inspire: sábete que solo eso es Brahman, el Espíritu; y no aquello que se adora en este mundo.
Maestro. Si piensas: «lo conozco bien», poca es la verdad que conoces. Tan solo percibes esa apariencia de Brahman que reside en los sentidos y se alberga en ti. Persevera en tu meditación.
Discípulo. Mi intención es conocer.
No me imagino que «lo conozca bien», y aun así tampoco puedo decir que «no lo conozca». Aquel de nosotros que sabe esto lo conoce; y no quien dice «no lo conozco».
Él viene al pensamiento de quienes lo conocen sin pensar, y no de aquellos que imaginan poder alcanzarlo a través del pensamiento. Pasa inadvertido a los instruidos y se manifiesta a los sencillos.
Se lo conoce en el éxtasis de un despertar que abre las puertas de la vida eterna. Por el Ser2 obtenemos el poder, y por su visión obtenemos la Eternidad.
Resplandece la luz de la verdad para quien lo ha conocido, mas para quien no lo ha conocido solo existen las tinieblas. Cuantos sabios lo han percibido en cada uno de los seres, al dejar esta vida, alcanzan vida inmortal.
Cuéntase que en cierta ocasión Brahman, el Espíritu Supremo, obtuvo una victoria para los dioses;3 mas a los dioses, orgullosos, les dio por pensar: «Nosotros solos hemos logrado esta victoria, nuestra sola es la gloria».
Brahman lo vio y se les apareció, mas ellos no lo reconocieron. «¿Quién es ese ser4 que nos llena de admiración?», exclamaron.
Y dijeron a Agni, dios del fuego: «¡Oh Dios que todo lo sabe,5 ve y averigua quién es ese ser que nos llena de asombro».
Agni se le acercó corriendo y Brahman le preguntó: «¿Quién eres tú?». «Soy el dios del fuego», dijo él, «el dios que todo lo sabe».
«¿Y en qué consiste tu poder?», le preguntó Brahman.
«Puedo quemar cuanto hay en la tierra.»
A lo que Brahman colocó ante él una paja y le dijo: «Quema esto». El dios del fuego se empeñó con todas sus fuerzas, pero fue incapaz de quemarla. Volvióse entonces con los otros dioses y dijo: «No he podido averiguar quién era ese ser que nos llena de asombro».
Hablaron entonces con Vayu, dios del aire. «¡Oh Vayu, ve y averigua quién es ese ser que nos llena de asombro!»
Vayu se le acercó corriendo y Brahman le preguntó: «¿Quién eres tú?». «Soy Vayu, dios del aire», dijo él, «Matarisvan, el aire que se mueve en el espacio.»
«Y ¿en qué consiste tu poder?», le preguntó Brahman.
«Con un remolino puedo arrastrar cuanto hay en la tierra.»
A lo que Brahman colocó ante él una paja y le dijo: «Sopla esto». El dios del aire se empeñó con todas sus fuerzas, pero fue incapaz de moverla. Volvióse entonces con los otros dioses y dijo: «No he podido averiguar quién era ese ser que nos llena de asombro».
Los dioses hablaron entonces con Indra, dios del trueno. «¡Oh dador de bienes terrenos,6 ve y averigua quién es ese ser que nos llena de asombro!» A lo que Indra se dirigió corriendo a Brahman, el Espíritu Supremo, pero este desapareció.
Entonces en la misma región del cielo divisó el dios a una mujer de fulgurante hermosura. Era Uma, la sabiduría divina, hija de las montañas nevadas. «¿Quién es ese ser que nos llena de asombro?», le preguntó Indra.
«Es Brahman, el Espíritu Supremo», respondió ella. «Gozaos en él, pues por él alcanzasteis la gloria de la victoria.»
Y los dioses Agni, Vayu e Indra aventajaron a los otros dioses, al ser los primeros en acercarse a Brahman y reconocerlo como el Espíritu Supremo.
Y entre todos ellos Indra, dios del trueno, aventajó a los demás dioses, al ser quien más se acercó y primero reconoció a Brahman como el Espíritu Supremo.
Respecto al cual se dice:
Se muestra en la Naturaleza7 bajo el prodigio de un relámpago.
Se presenta en el alma8 bajo el prodigio de una visión.
Su nombre es Tadvanam, que se traduce como «el Final del ansia de amor». Como Tadvanam ha de ser venerado. Todos los seres amarán al que así ama al Señor.
Maestro. Me pediste que te explicase el Upanishad, la sabiduría sagrada. El Upanishad te ha sido explicado. En verdad te he referido la sagrada enseñanza concerniente a Brahman.
PRIMERA PREGUNTA
SUKESA BHARADVAJA, Saibya Satyakama, Sauryayani Gargya, Kausalya Asvalayana, Bhargava Vaidarbhi y Kabandhi Katyayana eran discípulos henchidos de devoción por Brahman, el Espíritu Supremo; sus mentes estaban instaladas en Brahman y todos se hallaban en la búsqueda del Brahman Superior. Cierta vez dijeron: «El santo Pippalada puede explicar toda la enseñanza sagrada»; y guiados por ese pensamiento, se allegaron a él llevándole en señal de respeto leña para el fuego sagrado.
El sabio1 les dijo: Permaneced otro año en la firmeza, con pureza y con fe.2 Después preguntadme todo cuanto deseéis y, si lo sé, os lo diré sin reservas.
Llegado el tiempo, Kabandhi Katyayana se presentó ante el sabio y le dijo: Maestro, ¿de dónde vienen todos los seres creados?
El sabio respondió: En el principio, el Creador3 anhelaba la dicha de la creación. Permaneció en meditación y entonces vinieron Rayi, la materia, y Prana, la vida. «Estos dos formarán seres para mí», pensó.
El sol4 es vida y la luna es materia. Todo lo que tiene forma, sea sólida o sutil, es materia: por tanto, la forma es materia.
Cuando el sol naciente de la mañana entra en los cielos del este, baña con su luz toda la vida que hay en el Este.5 Y luego el sur, el oeste, el norte y todo el cielo se ven iluminados por esa luz que da vida a todo cuanto vive.
Así se levanta el sol como fuego, como la vida en su infinita variedad.6 Se dijo en un verso del Rig Veda:7
«¡Sale el sol con dorado resplandor! El sol de los mil rayos morador de cien regiones; el dios omnisciente, objeto de todas las plegarias; la luz y el fuego supremos, la vida infinita de todos los seres».
El Señor de la Creación es en verdad el tiempo del año.
Este tiene dos sendas: el camino del sur y el camino del norte. Los que al adorar piensan «hemos hecho sacrificios y obras piadosas», solo alcanzan las regiones de la luna y retornan a la vida y a la muerte. Es por eso que los sabios que desean hijos y una vida familiar siguen el camino del sur. Este es el camino que lleva a los ancestros.
Mas aquellos que, en la búsqueda del Espíritu interior, siguen el camino espiritual del norte con firmeza, con pureza, fe y sabiduría, alcanzan las regiones del sol. Allí está el océano de la vida, el refugio supremo, el país de la inmortalidad donde no existe el miedo. De allí no retornan: es el final del camino. Hay un verso del Rig Veda8 que dice:
«Los hay que hablan de un Padre que envía lluvia desde el cielo del Norte, apoyándose en las estaciones y mostrándose de doce maneras.9 Otros hablan de un sabio en el cielo del Sur con una carreta de siete ruedas y seis radios».10
El día y la noche son el Señor de la Creación. El día es la vida y la noche la materia. Quienes hacen el amor durante el día desperdician la vida; mas siguen el buen camino quienes se unen amorosamente durante la noche.
La quincena lunar oscura es en verdad materia, y la quincena luminosa es vida. Algunos sabios llevan a cabo sus rituales en la quincena luminosa, pero otros lo hacen en el tiempo oscuro.
Verdaderamente el alimento es el Señor de la Creación. Del alimento se obtiene la semilla y de esta nacen los seres.
Quienes obedecen la Ley11 del Señor de la Creación se tornan a su vez creadores, y, como él, producen una pareja. Ellos alcanzan las pálidas regiones de la luna.
Mas aquellos en los que no existe engaño, falsedad o mala fe,12 que viven con firmeza, pureza y verdad, de ellos son las regiones radiantes del sol.
SEGUNDA PREGUNTA
Entonces Bhargava Vaidarbhi preguntó: Maestro, ¿cuáles son los poderes que mantienen la unidad de un ser, cuántos mantienen encendidas las lámparas de la vida, y cuál entre ellos es el supremo?
El sabio respondió: Los poderes son espacio, aire, fuego, agua y tierra; y voz, mente, el ojo y el oído. Estos poderes encienden las lámparas de la vida y dicen: «Nosotros mantenemos la unidad de este ser y somos su fundamento».
Pero la Vida, el poder supremo, les dijo: «No os engañéis. Soy yo quien mantiene la unidad de este ser, con mi división quíntuple,13 y yo soy su fundamento». Mas no le creyeron.
La Vida se ofendió y levantó el vuelo como para abandonar el cuerpo, y todos los poderes de la vida hubieron de levantarse y, al volver la Vida a tomar asiento, todos los poderes hubieron de tomar asiento. Así como cuando una abeja reina se alza, todas las abejas se alzan con ella, y cuando reposa de nuevo, todas reposan otra vez; de igual modo les ocurrió a los poderes de la voz, la mente, el ojo y el oído. Los poderes comprendieron entonces y entonaron dichosos este canto de vida:
«La vida es el fuego que arde14 y el sol15 que da luz. La vida es el viento,16 la lluvia17 y el trueno18 en el cielo. La vida es materia y tierra, lo que es y lo que no es, y lo que más allá está en la Eternidad.
En la vida se asientan todas las cosas, cual los radios en el centro de una rueda. En la Vida se asientan los Vedas, las plegarias, los guerreros y los sacerdotes.
A ti, oh Vida, asentada con tus poderes, todos los seres muestran adoración. Como Señor de la Creación te mueves en el útero materno, para desde ahí renacer.
Tú el gran portador de presentes a los dioses, la primera ofrenda hecha a los difuntos; tú la poesía de los profetas, tú la verdad de los sabios de antaño.
Tú eres Rudra, dios de la protección; tú, oh Vida, eres Indra en tu fulgor. Como el sol que deambula por el cielo, eres Señor de toda luz celestial.
Cuando la lluvia mana del cielo, oh Vida, todas tus criaturas se regocijan y dicen: "Habrá alimento para nosotros en abundancia".
Tú eres pura, oh Vida, vidente supremo, señor y consumidor de todo. Nosotros, los dadores de cuanto disfrutas; tú, nuestro padre, el aliento de toda vida.
Muéstrate propicio hacia nosotros, oh Vida, con esa invisible forma tuya que está en la voz, el ojo y el oído, y que habita en la mente. No te apartes de nosotros.
En tu poder se halla todo este mundo, y hasta el tercer cielo más sagrado. Protégenos, oh Vida, como una madre a su hijo: concédenos gloria y danos sabiduría.»
TERCERA PREGUNTA
Entonces Kausalya Asvalayana preguntó: Maestro, esta vida, ¿de dónde surge? ¿Cómo llega hasta este cuerpo? Después de difundirse a sí misma, ¿pasa a habitar aquí? ¿Cómo abandona el cuerpo? ¿Cómo sostiene el universo exterior y el universo interior?
El sabio respondió: Grandes son las cuestiones que me planteas, pero eres un gran amante de Brahman: te contestaré.
La vida procede del Espíritu. Al igual que un hombre proyecta una sombra, así el Espíritu proyecta la sombra de la vida, y como la sombra de vidas anteriores es que una nueva vida sobreviene a este cuerpo.
Así como un gobernante dirige a sus oficiales y les asigna ciudades que gobernar en su nombre, así Prana, el poder de la vida, dirige los otros poderes vivientes del cuerpo.
Apana gobierna sus regiones inferiores. Prana mismo reside en el ojo y en el oído y se mueve a través de la nariz y la boca. Samana gobierna las regiones medias y distribuye la ofrenda de alimento dadora de vida. Las siete llamas provienen de Samana.19
En el corazón mora el Atman, el Sí mismo. Es el centro de ciento un pequeños canales.20 De cada uno de ellos surgen cien canales más.
Setenta y dos mil canales más pequeños se bifurcan desde cada uno de estos. En todos estos millones de pequeños canales se mueve el poder de Vyana.
Ascendiendo por uno de ellos, el poder viviente de Udana lleva hasta el cielo de pureza por las buenas acciones, hasta el infierno del mal por las malas acciones, y si por ambas, de nuevo a esta tierra humana.
El sol es Prana, la vida de este universo, y se eleva dando gozo a la vida en los ojos de los hombres. La divinidad de la tierra gobierna las regiones inferiores de Apana. Entre el sol y la tierra está el espacio o Samana. El aire es Vyana.
El fuego es Udana. Cuando este fuego de la vida desaparece, los sentidos21 son absorbidos en la mente,22 y el hombre vuelve de nuevo a la vida. Sus últimos pensamientos le conducen a Prana y, acompañado por el fuego viviente de Udana y conducido por Atman, el Espíritu mismo pone rumbo a las regiones merecidas y deseadas en la imaginación.
Así pues, la progenie de quien conoce el significado de la vida nunca muere, y alcanza la vida eterna. Hay un verso que dice:
«Aquel que conoce el despertar de la vida y cómo esta llega al cuerpo, cómo reside ahí en su quíntuple división, y conoce su relación con el Espíritu interior,23 disfruta de la vida eterna, en verdad goza de vida eterna».
CUARTA PREGUNTA
Entonces Sauryayani Gargya preguntó: Maestro, ¿cuántos poderes duermen dentro del hombre y cuántos permanecen despiertos? ¿Quién es ese Espíritu24 que contempla el milagro de los sueños? ¿Quién goza del misterio del dormir sin sueños? ¿Quién es ese Espíritu sobre el que hallan descanso todos los demás?
El sabio replicó: Al igual que, antes de hacerse la oscuridad, todos los rayos del sol poniente parecen aunarse en su círculo de luz, mas al llegar el alba todos se despliegan de nuevo, así también todos los poderes de los sentidos se aúnan en el poder superior de la mente. Entonces la persona no ve, oye, huele, saborea ni palpa; no habla, no recibe ni entrega, no se mueve ni goza de las alegrías del amor. Entonces dice la gente: «duerme».
Mas en la ciudad del cuerpo, los fuegos de la vida arden: no duermen. Apana es como el fuego sagrado del hogar que se mantiene encendido de padre a hijo. Vyana es como el fuego del Sur para las ofrendas a los ancestros. Prana es como el fuego del Este encendido por el fuego del hogar.
Samana es como el sacerdote Hotri que distribuye equitativamente las dos ofrendas de la espiración y la inspiración. La mente ejecuta el sacrificio y Udana es su fruto, pues cada día lleva a la mente dormida a Brahman, el Todopoderoso.
Y en los sueños la mente contempla su propia inmensidad. Lo que se ha visto se ve de nuevo, y cuanto se ha oído se oye de nuevo. Lo que se ha sentido en lugares diferentes o regiones lejanas vuelve a la mente de nuevo. Visto y no visto, oído y no oído, sentido y no sentido: la mente lo ve todo, pues la mente lo es todo.
Mas cuando la mente resulta eclipsada por su propio fulgor, dejan de verse los sueños: la dicha y la paz se instalan en el cuerpo.
Y al igual que los pájaros retornan a su árbol para descansar, así también todas las cosas, oh Amado, hallan su reposo en Atman, el Espíritu Supremo.
Todas las cosas encuentran la paz definitiva en su Ser más profundo, el Espíritu: la tierra, el agua, el fuego, el aire, el espacio y los elementos invisibles de estos; la vista, el oído, el olfato, el sabor y el tacto y sus diversos campos de los sentidos; la voz, las manos y todos los poderes de acción; la mente, la razón, el sentido del «Yo», el pensamiento,25 la luz interna y los objetos de estos; y hasta la vida y todo cuanto la vida sostiene.
Es el Espíritu del hombre el que ve, oye, siente aromas, palpa y saborea, piensa y actúa y posee toda la consciencia. Y el Espíritu del hombre halla la paz en el Espíritu Supremo y Eterno.
¡Oh hijo mío: Aquel que conoce ese Espíritu Eterno, incorpóreo y sin sombra, luminoso y eterno, alcanza ese Espíritu Eterno! Conoce el Todo y se convierte en el Todo. Existe un verso que dice:
«Oh amado: Aquel que conoce ese Espíritu Eterno en el cual la consciencia y los sentidos, los poderes de la vida y los elementos encuentran la paz definitiva, conoce el Todo y se ha internado en el Todo».
QUINTA PREGUNTA
Entonces Saibya Satyakama preguntó: Maestro, ese hombre que hasta el final de su vida cimienta su meditación en OM, ¿adónde va tras la vida?
Replicó el sabio: La Palabra OM, oh Satyakama, es el Brahman trascendente y el inmanente, el Supremo Espíritu. Con la ayuda de esta Palabra sagrada, el sabio alcanza lo uno o lo otro.
OM o AUM posee tres sonidos. Quien sustenta su meditación en el primero se ve iluminado por él y, tras la muerte, retorna rápidamente a este mundo de los hombres guiado por las armonías del Rig Veda. Permaneciendo aquí con firmeza, pureza y verdad26 alcanza la grandeza.
Y si sustenta su mente meditando en los primeros dos sonidos, se ve guiado por las armonías del Yajur Veda hasta las regiones lunares.27 Tras disfrutar de sus gozos celestiales, vuelve a la tierra de nuevo.
Mas si, con los tres sonidos del OM eterno, instala su mente en meditación en el Espíritu Supremo, se allega a las regiones de la luz del sol. Allí se libera de todo mal, al igual que una serpiente se desprende de su antigua piel y, con las armonías del Sama Veda, se encamina hacia el cielo de Brahman desde donde puede contemplar el Espíritu que mora en la ciudad del cuerpo humano y se halla por encima de la vida superior. Hay dos versos que dicen:
«Los tres sonidos, al no hallarse en unión, conducen de nuevo a la vida que muere; pero el sabio que los fusiona en armonía de unión en acciones externas, internas y medias se vuelve estable: ya no tiembla más».
Con las armonías del Rig Veda llega hasta este mundo de los hombres y, con aquellas del Yajur Veda, hasta las regiones celestiales intermedias; pero con la ayuda de OM, el sabio se allega a esas regiones que los videntes perciben en las armonías del Sama Veda. Ahí encontrará la paz del Espíritu Supremo, donde no hay disolución ni muerte, donde no existe el miedo.
SEXTA PREGUNTA
Dijo entonces Sukesa Bharadvaja: Maestro, el Príncipe Hiranyanabha Kausalya vino una vez a verme y me hizo la siguiente pregunta: «¿Conoces al Espíritu28 de las dieciséis formas?». «No lo conozco», respondí al joven príncipe. «Si lo conociera, ¿cómo podría decir que no lo conozco? Porque aquel que no dice la verdad se marchita como un árbol hasta las raíces:
no seré yo quien falte a la verdad.» El príncipe enmudeció y, subiendo a su carro, partió. Y ahora te pregunto: ¿dónde está ese Espíritu?
El sabio respondió: Oh hijo mío, el Espíritu en el cual surgen dieciséis formas se halla aquí, dentro de este cuerpo.
El Espíritu pensó: «¿En qué salida he de salir, y en qué estancia he de estar?».
Y creó así la vida, y de la vida, la fe y el espacio y el aire, la luz, el agua y la tierra, los sentidos y la mente. Creó el alimento y de este la fortaleza, la austeridad, los poemas sagrados, las acciones santas, y hasta los mundos. Y en los mundos se creó el nombre.
Y así como cuando los ríos que fluyen hacia el océano encuentran allí la paz definitiva, su nombre y forma desaparecen, y la gente ya solo habla del océano, de igual manera las dieciséis formas del que lo ve todo fluyen hacia el Espíritu y encuentran allí la paz definitiva, con lo que su nombre y su forma desaparecen, y la gente solo habla del Espíritu. Existe un verso que dice:
«Estas formas descansan en él, como radios en el eje de una rueda. Conoce al Espíritu que se ha de conocer, de modo que la muerte no te aflija».
Luego el sabio dijo a los discípulos: Hasta aquí conozco al Espíritu Supremo. No hay nada más allá.
E inclinándose ante él en adoración, los discípulos dijeron: En verdad eres nuestro padre,29 que nos ha salvado de la ignorancia y nos ha conducido a la orilla del más allá.
¡Adoración a los supremos videntes!30 ¡Adoración a los supremos videntes!
PRIMERA PARTE
1
BRAHMA ya era antes de que fueran los dioses: el Creador de todo, Guardián del Universo. Mediante una revelación otorgó a Atharvan, su primogénito, la visión de Brahman, fundamento de toda sabiduría.
Esta visión y sabiduría de Brahman dada a Atharvan fuele revelada a su vez a Angira en el pasado remoto. Y Angira la transmitió a Satyavaha, quien a su vez la reveló a Angiras.
Ahora bien, hubo un hombre llamado Saunaka, propietario de una gran hacienda, el cual un día acercándose respetuosamente a Angiras le planteó la siguiente pregunta: «Maestro, ¿qué es aquello que, una vez aprendido, todo se conoce?».
El Maestro respondió: Afirman los sabios que hay dos clases de sabiduría: la superior y la inferior.
La sabiduría inferior se encuentra en los cuatro Vedas sagrados1 y en las seis clases de conocimiento que ayudan a saber, a cantar y a usar los Vedas: la definición y la gramática, la pronunciación y la poesía, el ritual y los signos del cielo.2 Mas la sabiduría superior es la que conduce al Eterno.
Él está más allá del pensamiento y es invisible, está más allá de la familia y del color. No tiene ojos ni oídos; no tiene manos ni pies. Es eterno y omnipresente, infinito en lo grande e infinito en lo pequeño. Él es el Eterno que los sabios ven como fuente de toda creación.
Y al igual que una araña proyecta y recoge su tela, al igual que las plantas surgen de la tierra, y el vello, del cuerpo del hombre, del mismo modo surge del Eterno toda la creación.
Mediante Tapas, el poder de la meditación, Brahman alcanza la expansión y se genera entonces la materia primigenia. Y de ella proceden la vida y la mente, los elementos y los mundos y la inmortalidad de la acción ritual.
De ese Espíritu que todo lo conoce y todo lo ve, cuya tapas3 es pura visión, de él proviene Brahma, el creador; nombre y forma y materia primordial.
2
Tal es la verdad: las acciones devotas que los sabios escucharon en versos sagrados se narraron de múltiples modos en los tres Vedas.4 Realizadlas siempre, oh amantes de lo verdadero, pues son vuestro camino de santa acción en este mundo.
Cuando las llamas del fuego sagrado ascienden, colocad las ofrendas sagradas con fervor.
Si ante el fuego sagrado de Agnihotra no se presta atención a la luna nueva o a la luna llena, no se atiende a las estaciones del año ni a los primeros frutos de la primavera; si no hay huéspedes presentes, si la ofrenda de sacrificio se deja sin hacer o no se hace de acuerdo con las normas, o bien si se olvida la ofrenda a todos los dioses, entonces quien hace la ofrenda no alcanzará la recompensa de los siete mundos.
Las llamas danzantes del fuego sagrado son siete: la negra, la tremenda, la que es rápida como la mente, la oscurecida por el humo, la de color rojo oscuro, la centelleante y la llama luminosa omniforme.
Si un hombre da inicio a su sacrificio cuando las llamas son luminosas, y tiene en cuenta para las ofrendas las señales del cielo, entonces las ofrendas santas lo conducen en rayos de sol a donde el Señor de todos los dioses tiene su alta morada.
Y al elevarlo en rayos de luz solar, las ofrendas resplandecientes lo glorifican con palabras melodiosas: «Bienvenido», dicen, «bienvenido aquí. Goza del cielo de Brahma ganado con acciones puras y santas».
Mas las barcas del sacrificio que llevan a la orilla más remota son inseguras; inseguros son los dieciocho libros donde se explican las acciones inferiores.5 Los ignorantes que los alaban como el fin más alto vuelven a la ancianidad y a la muerte.
Habitando en medio de la ignorancia, mas creyéndose sabios y letrados, los insensatos vagan sin rumbo de aquí para allá, como ciegos guiados por ciegos.
Deambulantes por las sendas del desconocimiento, piensan los necios: «Hemos alcanzado la meta de la vida». Nubes de pasión ocúltanles el más allá, y triste es su caída, una vez gozada la recompensa de sus pías acciones.
Al tomar el rito religioso y los presentes caritativos como bien último, los ignorantes no ven la Senda suprema. En verdad reciben la recompensa a sus acciones pías en el alto cielo, mas de ahí caen y llegan a la tierra, descendiendo incluso a regiones inferiores.
Pero aquellos que viven con pureza y con fe en la soledad del bosque, que poseen sabiduría y paz y no anhelan posesiones terrenales, esos atraviesan envueltos en radiante pureza las puertas del sol, hasta el lugar de morada suprema donde el Espíritu está en Eternidad.
Contemplando los mundos de la creación, que el amante de Dios alcance la renunciación: lo que está por encima de la creación no se alcanza mediante la acción. En su anhelo de sabiduría divina, lléguese con reverencia a un Maestro donde habiten las palabras sagradas y cuya alma esté en la paz de Brahman.
A un discípulo que acude con la mente y los sentidos en paz, el Maestro le da la visión de Brahman, del Espíritu de verdad y de eternidad.
SEGUNDA PARTE
1
Esta es la verdad: así como de un fuego llameante surgen chispas a millares, así también del Creador toman vida una infinidad de seres, y a él retornan de nuevo.
Pero el espíritu de luz más allá de la forma, no nacido, que está dentro y fuera de todo, refulge por encima de la vida6 y de la mente, más allá del Creador de esta creación.
De él proviene toda vida y toda mente, los sentidos de toda vida. De él proviene el espacio y la luz, el aire, el fuego y el agua, y esta tierra que a todos nos sostiene.
Es fuego la cabeza de su cuerpo, sus ojos son el sol y la luna; sus oídos, las regiones celestiales, y los sagrados Vedas, su palabra. Su aliento es el viento que sopla, y todo este universo es su corazón. Esta tierra es su escabel. Él es el Espíritu7 que está en todas las cosas.
De él proviene el sol,8 y origen de todo fuego es el sol.
De él proviene la luna,9 y de esta, la lluvia y cuantas hierbas crecen sobre la tierra. También el hombre proviene de
de él, y el hombre proporciona semilla a la mujer; y es así como una infinidad de seres provienen del Espíritu Supremo.
Los versos del Rig Veda y cantos del Sama Veda, las plegarias del Yajur Veda y los ritos de iniciación, los sacrificios, ofrendas y regalos, el que ofrece el sacrificio, el año y los mundos purificados por la luz del sol y de la luna: todos provienen del Espíritu.
De él los océanos y las montañas, y todos los ríos vienen de él. Todas las hierbas y la esencia de todo mediante lo cual el Espíritu interior mora con los elementos: todos vienen de él.
El espíritu en verdad es todo: acción, y el poder de Tapas, y Brahman el creador, e inmortalidad. Aquel que lo conoce morando en el lugar secreto del corazón, corta las ataduras de la ignorancia, aun en esta vida humana.
2
Fulgurante en su luz y, aún así, invisible en el lugar secreto del corazón, el Espíritu es la suprema morada donde habita todo cuanto se mueve, respira y ve. Conócele como todo lo que es y lo que no es, el fin del anhelo amoroso más allá de toda comprensión, lo más elevado en todos los seres.
Él es luminoso en sí mismo y más sutil que lo más ínfimo; pero en él reposan todos los mundos y sus seres. Él es el Brahman sempiterno, y él es vida, palabra y mente. Él es verdad y vida eterna. Él es la meta a perseguir: ¡Alcanza esa meta, hijo mío!
Toma el gran arco de los Upanishads y coloca en él una flecha afilada con devoción. Tensa el arco concentrándote en él y da en el centro de la diana, el Espíritu mismo eterno.
El arco es el sagrado OM y la flecha es nuestra propia alma. Brahman es la diana de la flecha, la meta del alma. Al igual que una flecha se hace uno con la diana, que el alma vigilante se haga una en él.
En él se entretejen el cielo y la tierra y todas las regiones del aire, y en él yacen la mente y todos los poderes de la vida. Conócele como al UNO y deja de lado los otros mundos. Él es el puente de la inmortalidad.
Allí donde todos los canales sutiles10 del cuerpo se unen, cual los radios en el centro de una rueda, ahí él se mueve en el corazón y transforma su forma una en muchas. Centra tu meditación en OM, en Atman, en tu Sí mismo. ¡Gloria a ti en tu viaje a la lejanía más allá de la oscuridad!
Él, que todo lo sabe y todo lo ve, cuya gloria muestra el universo, habita como el Espíritu de la divina ciudad de Brahman en la región del corazón humano. Se convierte en mente y conduce al cuerpo y su vida, obtiene fuerza del alimento y encuentra la paz en el corazón. Ahí los sabios le hallan como dicha, luz y vida eterna.
Y cuando es visto en su inmanencia y trascendencia, las ataduras que aprisionan al corazón se liberan, desaparecen las dudas de la mente, y la ley del Karma cesa de actuar.
En la suprema cámara dorada está Brahman, indivisible y puro. Él es la luz resplandeciente de todas las luces; esto lo sabe quien conoce a Brahman.
Allí el sol no brilla, ni la luna, ni las estrellas; los rayos allí no brillan y aún menos el fuego terrestre. De su luz, todos estos dan luz, y su fulgor ilumina toda la creación.
Diseminándose a lo lejos, delante y detrás, a derecha e izquierda, por encima y por debajo, está Brahman, el Espíritu eterno. En verdad Brahman es todo.
TERCERA PARTE
1
Hay dos aves, dos dulces amigas, que habitan el mismo árbol. Una come los frutos de este y la otra mira en silencio.
La primera es el alma humana que, yaciendo en ese árbol, aunque activa, se siente triste en su ignorancia. Mas contemplando el poder y la gloria del Espíritu elevado, se libera de todo pesar.
Cuando el sabio vidente contempla en dorada gloria al Señor, al Espíritu, al Creador del dios de la creación, deja entonces atrás el bien y el mal, y en pureza se encamina hacia la unidad suprema.
En silente admiración los sabios lo ven como la llama de vida que arde en toda la creación. El más grande de los videntes de Brahman es aquel que realiza su labor como si de sagrada encomienda se tratase, encontrando su paz y su dicha en Dios, en Atman, en el Sí mismo.
Este Atman se alcanza con la verdad y con tapas, de los cuales proceden la sabiduría verdadera y la castidad. Los sabios que se esfuerzan y son puros lo ven dentro del cuerpo en su pureza de gloria y luz.
La verdad, y no la falsedad, obtiene la victoria. La verdad es la senda que conduce a las regiones de la luz. Los sabios transitan por ella, libres de deseo, y alcanzan la morada suprema de la Verdad.
Es su luz inconmensurable, más allá de todo pensamiento, y, sin embargo, brilla el menor de entre los pequeños. Se halla lejos, muy lejos en la distancia, y, sin embargo, se encuentra cerca, yacente en la estancia más íntima y recóndita del corazón.
El ojo no puede verlo, ni las palabras revelarlo. No se alcanza por los sentidos, ni mediante la austeridad o las acciones sagradas. Por la gracia de la sabiduría y la pureza de mente se lo puede ver, indivisible, en el silencio de la contemplación.
Este Atman invisible puede ser visto por la mente en la que yacen los cinco sentidos. Toda mente se entreteje con los sentidos, pero la luz del Sí mismo brilla en una mente pura.
Cualesquiera que sean las regiones que el puro de corazón ve en su mente, cualesquiera que sean los deseos que albergue en su corazón, él alcanza esas regiones y obtiene esos deseos: reverencie aquel que aspira al éxito a los videntes del Espíritu.
2
Entonces conoce la morada suprema de Brahman, dentro de la cual todo el universo refulge en esplendor. Los sabios que, libres de deseos, adoran al Espíritu, traspasan la semilla de la vida en la muerte.
Un hombre cuya mente divaga entre deseos y anhela objetos de deseo, retorna de nuevo a la vida y a la muerte, de acuerdo con sus deseos. Mas quien posee el Fin de todos los anhelos, cuyo Sí mismo ha encontrado la realización, aún estando en esta vida verá desvanecerse sus deseos.
El Atman no se alcanza mediante el mucho estudio, ni a través del intelecto o las sagradas enseñanzas. Lo alcanzan quienes él escoge. El Atman revela su gloria a sus elegidos.
El Atman no es alcanzado por los débiles ni los descuidados, por aquellos que practican una austeridad errónea; mas los sabios que perseveran en la senda correcta del buen camino conducen su alma hasta la morada de Brahman.
Habiendo alcanzado ese lugar supremo, los videntes hallan la dicha en la sabiduría, sus almas se sienten realizadas, sus pasiones desaparecen, tienen paz. Llenos de devoción, han encontrado al Espíritu que reside en todo y van hacia el Todo.
Esos ascetas que conocen bien el significado del Vedanta, cuyas mentes son puras por la renunciación, a la hora de partir encuentran la libertad en las regiones de Brahman, y alcanzan la suprema vida eterna.
Las quince formas retornan a sus orígenes,11 y los sentidos, a sus divinidades. Las acciones y el Sí mismo con su conocimiento van hacia el Supremo eterno.
Así como los ríos que fluyen hacia el océano hallan su descanso final y pierden su nombre y su forma, del mismo modo los sabios se liberan de su nombre y forma, y se adentran en el fulgor del Espíritu Supremo, el cual es más grande que cualquier grandeza.
En verdad, aquel que conoce a Dios, se vuelve Dios.
OM. Esta Palabra eterna lo es todo: lo que era, lo que es y lo que será, y lo que más allá es en la eternidad. Todo es OM.
Brahman es todo y Atman es Brahman. Atman, el Sí mismo, presenta cuatro condiciones.
La primera condición es la vida en vela1 de la consciencia moviéndose hacia el exterior, gozando de los siete elementos externos en bruto.
La segunda condición es la vida en sueños2 de la consciencia moviéndose en el interior, gozando de los siete elementos interiores sutiles, en su propia luz y soledad.
La tercera condición es la vida durmiente de consciencia silenciosa,3 cuando una persona no presenta deseos y no contempla sueños. Esa condición de sueño profundo es de unicidad, una masa de consciencia silenciosa que está hecha de paz y goza de paz.
Esta consciencia silenciosa es todopoderosa, conocedora de todo, es la regente interior, la fuente de todo, el comienzo y el fin de todos los seres.
La cuarta condición es Atman en su propio estado puro: la vida despierta de consciencia suprema.4 No es ni consciencia exterior ni interior, tampoco semiconsciencia ni consciencia durmiente, ni consciencia o inconsciencia. Es Atman, el Espíritu mismo, que no puede ser visto ni tocado, que se halla por encima de toda distinción, más allá del pensamiento, inefable. La prueba suprema de su realidad es la unión con él. Él es el fin de la evolución y de la no dualidad. Él es paz y amor.
Este Atman es la eterna Palabra OM. Sus tres sonidos, A, U y M, son los tres primeros estados de consciencia y estos tres estados son los tres sonidos.
El primer sonido, A, es el primer estado de consciencia en vela, común a todos los hombres. Se encuentra en las palabras Apti, «alcanzar», y Adimatvam, «ser el primero». El que sabe esto alcanza en verdad todos sus deseos y se vuelve el primero en todas las cosas.
El segundo sonido, U, es el segundo estado de consciencia en sueños. Se encuentra en las palabras Utkarsha, «elevación», y Ubhayatvam, «ambos». El que sabe esto eleva la tradición del conocimiento y alcanza el equilibrio. En su familia no nacerá nunca nadie que no conozca a Brahman.
El tercer sonido, M, es el tercer estado de consciencia durmiente. Se encuentra en las palabras Miti, «medida», y en la raíz Mi, «terminar», que da lugar a Apiti, «último final». El que sabe esto medirá todo con su mente y alcanzará el Extremo último
La palabra OM como un solo sonido es el cuarto estado de consciencia suprema. Está más allá de los sentidos y es el final de la evolución. Es no-dualidad y amor. El que esto conoce irá con su Sí mismo hacia el Sí mismo supremo.
1
Los amantes de Brahman preguntan:
¿Cuál es el origen de este universo? ¿Qué es Brahman? ¿De dónde venimos? ¿Por medio de qué fuerza vivimos? ¿Dónde hallamos reposo? ¿Quién gobierna nuestras alegrías y nuestras penas, oh vosotros que veis a Brahman?
¿Hemos de pensar en el tiempo, o en la propia naturaleza de las cosas, o en una ley de necesidad, en el azar, en los elementos, o en el poder de creación del hombre o la mujer? No en una unión de estos, pues por encima de ellos hay un alma que piensa. ¡Pero nuestra alma se halla bajo el poder del placer y el dolor!
Mediante el Yoga de meditación y contemplación, los sabios vieron el poder de Dios, oculto en su propia creación. Él es quien gobierna sobre todas las fuentes de este universo, desde el tiempo hasta el alma del hombre.
Y vieron la Rueda de su poder compuesta de un círculo, tres capas, dieciséis partes, cincuenta ejes, veinte contraejes, seis grupos de ocho, tres vías, una soga de innumerables hebras y la gran ilusión:
«Tres capas»: los tres constituyentes de la naturaleza: luz, fuego y oscuridad; «dieciséis partes o segmentos del armazón de la Rueda»: los cinco elementos, cinco significa saber, cinco significa hacer, y la mente; «cincuenta rayos»: cincuenta estados de consciencia como enseña la sabiduría sankhya: cinco tipos de error, veintiocho de debilidad, nueve de dicha y ocho de logro; «veinte contra-rayos»: diez sentidos y sus diez objetos; «seis grupos de ocho»: formas de la naturaleza, constituyentes del cuerpo, poderes del Yoga, modos de sentimiento, dioses y virtudes; «tres vías»: el Yoga de luz, de amor y de vida; «una soga de innumerables hebras»: deseo de innumerables formas; «la gran ilusión»: la ilusión que ve al UNO como dos.
También vieron el río de la vida precipitándose impetuosamente sobre las cinco corrientes de sensaciones, provenientes de cinco fuentes, los cinco elementos. Sus olas son movidas por cinco vientos que respiran, y su origen es una fuente quíntuple de consciencia. Este río posee cinco remolinos, y las violentas olas de cinco pesares. Tiene cinco estadios de dolor y cinco vueltas sinuosas y cruces peligrosos.
En esta vasta Rueda de la creación donde todo vive y muere, el alma humana vaga dando vueltas, como un cisne en un vuelo incesante, pensando que Dios está lejos. Mas cuando el amor de Dios desciende sobre ella, encuentra entonces su propia vida inmortal.
Brahman ha sido ensalzado en canciones. Dios, el mundo y el alma están en él, y él es el soporte imperecedero de todo. Cuando los que ven a Brahman lo hallan en toda la creación, encuentran la paz en Brahman y se liberan de todos los pesares.
Dios sostiene la unicidad de este universo: lo visto y lo no visto, lo efímero y lo eterno. El alma del hombre se halla atada por el placer y la pena; mas cuando ve a Dios, se libera de todas las cadenas.
Está el alma del hombre con sabiduría y con ignorancia, con poder y con impotencia; está la naturaleza, Prakriti, que es creación por el mero hecho del alma; y está Dios, infinito, omnipresente, que observa la obra de la creación. Cuando un hombre conoce los tres, conoce a Brahman.
La materia con el tiempo pasa, pero Dios es por siempre Eternidad, gobernando sobre la materia y sobre el alma. Mediante la meditación en él, mediante la contemplación y la comunión con él, acaece al final la destrucción de la ilusión terrenal.
Cuando un hombre conoce a Dios, es libre: sus penas tienen un final, no hay más nacimiento ni muerte. Cuando está en unión interior más allá del mundo del cuerpo, aparece el tercer mundo, el mundo del Espíritu, donde existe el poder del Todo, y el hombre lo tiene todo: pues es uno con el UNO.
Sábete que Brahman está por siempre en ti, y que no existe nada más elevado por conocer. Cuando uno ve a Dios, el mundo y el alma, uno ve los Tres: uno ve a Brahman.
Al igual que el fuego no se ve en la leña, y aun así, mediante la fuerza, llega a alumbrar en forma de fuego, así Brahman es revelado en el universo y en el alma mediante el poder de OM.
El alma es la leña que puede quemarse por debajo y ser fuego, y OM es la varilla de fricción que da vueltas por encima. La oración es la fuerza que hace girar al OM, y así sale a la luz el misterio de Dios.
A Dios se le encuentra en el alma cuando se lo busca mediante la verdad y el autosacrificio, como el fuego se encuentra en la leña, el agua en las fuentes escondidas, la nata en la leche y el aceite en los frutos oleaginoso.
Hay un Espíritu que se esconde en todas las cosas, como la nata en la leche, y que es fuente del conocimiento del sí mismo y del autosacrificio. Este es Brahman, el Espíritu Supremo. Este es Brahman, el Espíritu Supremo.
2
Savitri, el dios de la inspiración, mandó a la mente y a sus poderes a buscar la verdad. Vio la luz del dios del fuego y la propagó por la tierra.
Por la gracia del dios Savitri, nuestra mente es una con él y luchamos con toda nuestra fuerza por la luz.
Savitri da vida a nuestras almas y así brillan con gran luz. Unifica nuestra mente y sus poderes y conduce nuestros pensamientos al cielo.
Los que ven al dios que todo lo ve conservan su mente y sus pensamientos unificados. Cantan la gloria del dios Savitri, que le ha dado a cada hombre su tarea.
Yo entono las canciones de antaño con adoración: que mis cantos sigan la senda del sol. Que todos los niños de la inmortalidad me oigan, aun los que están en lo más alto del cielo.
Allí donde el fuego del Espíritu brilla, donde el viento del Espíritu sopla, donde el vino de Soma del Espíritu se derrama, nace un alma nueva.
Inspirados pues por Savitri, busquemos la dicha en las oraciones de antaño: pues convirtiéndolas en nuestra roca, nos purificaremos de pecados pasados.
Con el cuerpo, la cabeza y el cuello erguidos, conduce la mente y sus poderes al interior del corazón; y el OM de Brahman será entonces tu barca para cruzar los ríos del temor.
Y cuando el cuerpo se halle firme y silencioso, respira rítmicamente a través de la nariz, con sosegado fluir y refluir de la respiración. El carro de la mente es tirado por caballos salvajes, y esos caballos salvajes han de ser domados.
Encuentra un retiro tranquilo para la práctica del Yoga, protegido del viento, llano y limpio, libre de deshechos, de brasas y de fealdad, donde el sonido de las aguas y la belleza del lugar ayuden al pensamiento y a la contemplación.
Estas son las formas imaginarias que aparecen antes de la visión final de Brahman: una neblina, un humo y un sol; un viento, luciérnagas y un fuego; rayos, un cristal nítido y una luna.
Cuando el Yogui posee un completo control sobre su cuerpo, compuesto de los elementos tierra, agua, fuego, aire y éter, adquiere entonces un nuevo cuerpo de fuego espiritual que está más allá de la enfermedad, la vejez y la muerte.
Los primeros frutos de la práctica del Yoga son: salud, pocos deshechos materiales y una clara complexión; ligereza de cuerpo, un aroma agradable y una voz dulce; así como una ausencia de deseos codiciosos.
Cual espejo de oro cubierto de polvo que, cuando se limpia bien, brilla de nuevo en todo su esplendor, así también cuando un hombre ha visto la Verdad del Espíritu, se hace uno con ella, ve alcanzada la meta de su vida y permanece por siempre más allá del pesar.
Entonces el alma del hombre se torna una lámpara con la que encuentra la Verdad de Brahman. Entonces ve a Dios, puro, no nacido, eterno; y cuando ve a Dios, se libera de toda atadura.
Este es el Dios cuya luz ilumina toda la creación, el Creador de todo desde el principio. Él fue, él es y él por siempre será. Él está en todo y él lo ve todo.
Gloria a ese Dios que está en el fuego, que está en las aguas, que está en las plantas y en los árboles, que está en todas las cosas en esta vasta creación. Para ese Espíritu sea la gloria y la alabanza.
3
Existe UNO en cuyas manos está la red de Maya, que gobierna con su poder, que gobierna todos los mundos con su poder. Es el mismo en el momento de la creación y en el momento de la disolución. Quienes le conocen alcanzan la inmortalidad.
Él es Rudra, él solo es el UNO que gobierna los mundos con su poder. Él vigila todos los seres y dirige su creación y su destrucción.
Sus ojos y sus bocas están en todas partes, sus brazos y pies están en todas partes. Él es Dios que hizo el cielo y la tierra, que dio al hombre sus brazos y a los pájaros sus alas.
Que Rudra, el que ve la Eternidad, el que dio vida y gloria a los dioses, el que guarda todo bajo su protección, y que en el principio creó la Semilla Dorada, nos conceda la gracia de la visión pura.
Desciende hasta nosotros, Rudra, tú que estás en las altas montañas. Ven y deja que la luz de tu rostro, libre de temor y de mal, brille sobre nosotros. Ven a nosotros con tu amor.
Que la flecha en tu mano no hiera a hombre ni a ser vivo alguno: que sea más bien flecha de amor.
Más grande que todo es Brahman, el Supremo, el Infinito. Habita en el misterio de todos los seres, de acuerdo con sus formas en la naturaleza. Quienes conocen al que todo conoce, y en cuya gloria están todas las cosas, alcanzan la inmortalidad.
Conozco el Espíritu Supremo, radiante como el sol más allá de la oscuridad. Quien lo conoce va más allá de la muerte, porque él es la única senda hacia la vida inmortal.
Su infinidad se encuentra más allá de lo que es grande o pequeño, y nada hay más grande que él. Como árbol eterno se yergue en el centro del cielo, y su esplendor irradia toda la creación.
Quienes conocen al que es más grande que todo, y está más allá de la forma y más allá del dolor, alcanzan la inmortalidad: quienes no saben se encaminan a los mundos del pesar.
Todo este universo está en la gloria de Dios, de Shiva, dios del amor. Las cabezas y los rostros de los hombres son los suyos, y él habita los corazones de todos.
Él es sin duda el Señor Supremo cuya gracia mueve los corazones de los hombres. Él nos conduce hacia su propia dicha y hacia la gloria de su luz.
Él es el alma recóndita de todo que, diminuto como una llama del tamaño de un pulgar, yace escondida en los corazones de los hombres. Él es el maestro de la sabiduría más elevada que ha sido alcanzada mediante el pensamiento y el amor. Él es la inmortalidad de quienes lo conocen.
Innúmeras son su cabezas, ojos y pies, y su inmensidad envuelve el universo, y hasta una medida diez veces superior.
Dios es en verdad el universo entero: lo que fue, lo que es y lo que, más allá, siempre será. Él es el dios de la vida inmortal, y de toda vida que precisa de alimento.
Sus manos y sus pies están por doquier; tiene cabezas y bocas en todas partes: todo lo ve, todo lo oye. Está en todo y es.
La Luz de la consciencia viene a él mediante infinitos poderes de percepción, y, sin embargo, está por encima de estos poderes. Él es Dios, el que todo lo gobierna, el refugio infinito de todo.
El cisne errante del alma mora en el castillo de las nueve puertas del cuerpo, y levanta el vuelo para gozar del mundo exterior. Es el dueño del universo: de todo lo que se mueve y de todo lo que no se mueve.
Sin manos, sostiene todas las cosas; sin pies, corre a todas partes. Sin ojos, ve todas las cosas; sin oídos, todo lo oye. Conoce todo, pero nadie le conoce, el Espíritu antes del principio, el Espíritu Supremo y sempiterno.
Oculto en el corazón de todos los seres se encuentra el Atman, el Espíritu, el Sí mismo; menor que el menor de los átomos, más grande que los espacios más amplios. Cuando, por la gracia de Dios, el hombre ve la gloria de Dios, lo ve más allá del mundo del deseo, dejando atrás todos los pesares.
Conozco a ese Espíritu cuya infinidad está en todo, que es por siempre uno, más allá del tiempo. Conozco el Espíritu al que los amantes de Brahman llaman eterno, más allá del nacimiento y del renacer de la vida.
4
Que Dios, que en el misterio de su visión y poder transforma su blanco resplandor en creación policromada; de quien provienen todas las cosas y adonde todas retornan, nos conceda la gracia de la visión pura.
Él es el sol, la luna y las estrellas. Él es el fuego, las aguas y el viento. Él es Brahman, el creador de todo, y Prajapati, el Señor de la creación.
Tú este chico y tú esta doncella; tú este hombre y tú esta mujer; tú eres este anciano que se apoya en un bastón; tú el Dios que se muestra en formas infinitas.
Tú el pájaro azul y el pájaro verde; tú la nube que oculta el rayo y tú las estaciones y los océanos. Más allá de todo principio, tú eres en tu infinidad, y todos los mundos hallaron en ti su inicio.
Está la naturaleza, no nacida, quien con sus tres elementos –luz, fuego y oscuridad– es madre y genetriz de toda la naturaleza. Está el alma no nacida del hombre atado por los placeres de la naturaleza; y está el Espíritu del hombre, no nacido, que ha dejado los placeres atrás, en la dicha del Más Allá.
Hay dos pájaros, dos dulces amigos, que habitan en el árbol del mismo ser. Uno come los frutos de este, el otro observa en silencio.
El primero es el alma humana que, descansando sobre ese árbol, aunque activo, se siente triste en su ignorancia. Mas al contemplar el poder y la gloria del Espíritu Superior, se libera de toda pena.
¿De qué le sirve el Rig Veda a quien no conoce al Espíritu del que procede el Rig Veda, y en el cual residen todas las cosas? Porque solo quienes lo han encontrado a él, han hallado la paz.
Pues todos los libros sagrados, todo sacrificio santo, ritual u oraciones, todas las palabras de los Vedas, y todo el pasado, presente y futuro provienen del Espíritu. Con Maya, su poder asombroso, hizo todas las cosas, y por Maya es que el alma humana se halla atada.
Conoce, pues, que la naturaleza es Maya, pero es Dios quien gobierna a Maya; y que todos los seres en nuestro universo son partes de su infinito esplendor.
Él gobierna sobre las fuentes de la creación. De él proviene el universo, y a él retorna. Él es el Señor, el que otorga las bendiciones, el único Dios objeto de nuestra adoración, en el que reside la paz perfecta.
Que Rudra, el que ve la Eternidad, el que dio la vida y la gloria a los dioses, el que guarda todas las cosas bajo su protección, y que en el principio vio la Semilla Dorada, nos conceda la gracia de la visión pura.
¿Quién es el Dios al que debemos mostrar adoración? El Dios de dioses, en cuya gloria existen los mundos, y que gobierna este mundo del hombre y de todos los seres vivientes.
Él es el Dios de infinitas formas en cuya gloria existen todas las cosas, menor que el menor de los átomos y, aun así, Creador de todo, viviendo por siempre en el misterio de su creación. En la visión de este Dios de amor hay paz eterna.
Él es el Señor de todos que, oculto en el corazón de las cosas, custodia el mundo del tiempo. Los dioses y los que ven a Brahman son uno con él; y cuando un hombre le conoce, corta las ataduras de la muerte.
Cuando uno conoce a Dios escondido en el corazón de todas las cosas, como la nata está oculta en la leche, y en cuya gloria todas las cosas existen, es libre de toda atadura.
Este es el Dios cuya obra es todos los mundos, el Alma suprema que habita por siempre en los corazones de los hombres. Quienes le conocen a través de sus corazones y de sus mentes, se tornan inmortales.
Hay una región más allá de la oscuridad donde no existe el día ni la noche, lo que es ni lo que no es. Solo Shiva, el dios del amor, existe ahí. Es la región del esplendor glorioso de Dios, de quien vino la luz del sol, y de quien vino al principio la antigua sabiduría.
La mente no puede concebirlo por encima, ni por debajo, ni en el espacio intermedio. ¿Con quién debemos comparar a el UNO cuya gloria es todo el universo?
Mucho más allá del alcance de la visión, no puede ser visto con ojos humanos; pero puede conocerse con el corazón y la mente, y quienes le conocen alcanzan la inmortalidad.
Un hombre se presenta ante Ti en temerosa admiración y dice: «Tú eres Dios que nunca nació. Que tu rostro, Rudra, brille sobre mí, y que tu amor sea mi eterna protección».
«No dañes a mi hijo, ni al hijo de mi hijo; no dañes mi vida, mis caballos o mis vacas. No mates a nuestros valientes hombres con ira, porque siempre venimos a ti con adoraciones.»
5
Hay dos cosas escondidas tras el misterio de la infinidad de Brahman: sabiduría e ignorancia. La ignorancia pasa y la sabiduría es inmortal; pero Brahman es en Eternidad por encima de la ignorancia y el conocimiento.
Él es el UNO en cuyo poder están las múltiples fuentes de la creación, la raíz y la flor de todas las cosas. La Semilla Dorada, el Creador, estaba en su mente en el principio; y lo vio nacer al comienzo de los tiempos.
Él es Dios que extiende la red de la transmigración y luego la retira en el campo de la vida. Él es el Señor que creó a los señores de la creación, el Alma suprema que gobierna sobre todo.
Así como el resplandor del sol brilla por doquier en el espacio, así gobierna la gloria de Dios toda su creación.
En el despliegue de su propia naturaleza hace que todas las cosas florezcan en su plenitud y den fruto. Les da toda su fragancia y su color. Él, el ÚNICO, el único Dios que gobierna el universo.
Hay un Espíritu oculto en el misterio de los Upanishads y de los Vedas; y Brahman, el dios de la creación, lo posee como su propio Creador. Es el Espíritu de Dios, visto por los dioses y por los visionarios de antaño que, cuando se unían a él, se hacían inmortales.
Cuando un hombre se encuentra atado por las tres fuerzas de la naturaleza, trabaja por una recompensa egoísta, y
con el tiempo, alcanza su recompensa. Entonces su alma se convierte en las múltiples formas de las tres fuerzas, se pierde por los tres caminos y continúa vagando a través de la vida y la muerte.
El alma es como el sol en esplendor. Cuando se hace uno con la autoconsciencia del «Yo soy» y sus deseos, es una llama del tamaño de un pulgar; pero cuando se hace uno con la razón pura y con el Espíritu interior, se vuelve concentrado como la punta de una aguja.
El alma puede concebirse como la parte de la punta de un cabello que, dividida en cien, se dividiría por ciento de nuevo; y sin embargo en esta alma viviente se encuentra la semilla de la Infinidad.
El alma no es un hombre, ni una mujer, ni lo que no es ni un hombre ni una mujer. Cuando el alma adopta la forma de un cuerpo, se ata por mor de ese mismo cuerpo.
El alma nace y se despliega en un cuerpo, con sueños, deseos y el alimento de vida. Después renace en nuevos cuerpos, de acuerdo con sus obras anteriores.
La calidad del alma determina su cuerpo futuro: terrenal o aéreo, pesado o ligero. Sus pensamientos y sus acciones pueden llevarlo a la libertad o a la esclavitud, en una vida tras otra.
Pero está el Dios de infinitas formas y, cuando un hombre conoce a Dios, se libera de toda esclavitud. Él es el Creador de todo, sempiterno en el misterio de su creación. Él está más allá del principio y del fin, y en su gloria existen todas las cosas.
Él es Espíritu incorpóreo, mas puede ser visto por un corazón puro. Ser y no ser provienen de él, y es el Creador de todo. Es Dios, el Dios del amor y, cuando un hombre lo conoce, deja atrás su cuerpo de transmigración.
6
Algunos sabios hablan de la naturaleza de las cosas como la causa del mundo, y otros, en su ilusión, hablan del tiempo. Pero es por la gloria de Dios que la Rueda de Brahman gira en el universo.
El universo entero está por siempre bajo su poder. Él es pura consciencia, el creador del tiempo: todopoderoso, conocedor de todo. Es bajo su gobierno que la obra de la creación gira en su evolución, y tenemos tierra, agua, éter y fuego y aire.
Dios acabó su obra y descansó, y creó un vínculo de amor entre su alma y el alma de todas las cosas. Y el UNO se hizo uno con el uno, el dos y el tres y el ocho, con el tiempo y con el misterio sutil del alma humana.
Sus primeras obras se encuentran atadas por las tres cualidades, y a cada cosa le da su sitio en la naturaleza. Cuando las tres desaparecen, la obra se halla terminada y puede iniciarse una obra más grande.
Su Ser es el origen de todo ser, la semilla de todas las cosas que en esta vida tienen su vida. Él está más allá del tiempo y del espacio y, no obstante, es el Dios de formas infinitas que habita en nuestros pensamientos más recónditos, y que es visto por quienes le aman.
Él está más allá del árbol de la vida y del tiempo y de las cosas vistas por ojos mortales; pero todo el universo procede de él. Nos da la verdad y aparta el mal, porque es el Señor de todo bien. Sábete que se halla en lo más recóndito de tu alma y que él es el hogar de tu inmortalidad.
Séanos dado conocer al Señor de los señores, al Rey de reyes, al Dios de dioses: Dios, el Dios del amor, el Señor de todo.
No podemos ver cómo obra o cuáles son los instrumentos de su obra. Nada puede compararse a él, pues ¿cómo puede ser nada más grande que él? Su poder se muestra de infinitas maneras y ¡cuán grandes son su obra y sabiduría!
Nadie existió antes de él y nadie tiene gobierno sobre él; porque él es el origen de todo y también quien todo gobierna.
Que Dios, quien se esconde en la naturaleza como el gusano de seda yace oculto en el capullo que ha tejido, nos conduzca a la unión con su propio Espíritu, con Brahman.
Él es Dios, oculto en todos los seres, su alma más íntima está presente en todo. Él observa las obras de la creación, vive en todas las cosas, observa todas las cosas. Él es pura consciencia, más allá de las tres condiciones de la naturaleza, el UNO que gobierna la obra de silencio de muchos, el UNO que transforma una semilla en muchas. Solo quienes ven a Dios en su alma, alcanzarán la dicha eterna.
Él es el Eterno en medio de lo efímero, Consciencia pura de seres conscientes, el UNO que escucha las plegarias de muchos. Mediante la visión de Sankhya y la armonía del Yoga,
un hombre conoce a Dios y, cuando un hombre conoce a Dios, se libera de todas las cadenas.
Allí el sol no brilla, ni la luna, ni las estrellas; los rayos allí no relucen y aún menos el fuego terrenal. De su luz, todos estos dan luz; y su resplandor ilumina toda la creación.
Él es el sempiterno cisne errante, el alma de todo en el universo, el Espíritu de fuego en el océano de la vida. Conocerle es superar la muerte, y él constituye la senda única hacia la vida eterna.
Él es el Creador de todo, nunca creado: conoce todo. Él es pura consciencia, el creador del tiempo: todopoderoso, omnisciente. Es el Señor del alma, de la naturaleza y de las tres condiciones de la naturaleza. De él proviene la transmigración de la vida y la liberación: esclavitud en el tiempo y libertad en la Eternidad.
Él es el Dios de la luz, inmortal en su gloria, pura consciencia, omnipresente, el protector amoroso de todo. Es el rector sempiterno del mundo: ¿Podría haber otro gobernante que no fuese él?
Anhelando, pues, la liberación, acudo en busca de refugio a Dios, quien por su gracia revela su propia luz, y que en el principio creó al dios de la creación y le entregó los sagrados Vedas.
Acudo en busca de refugio a Dios, que es UNO en el silencio de la Eternidad, resplandor puro de belleza y perfección, en quien hallamos nuestra paz. Él es el puente supremo que conduce a la inmortalidad, y el Espíritu de fuego que quema la escoria de la vida inferior.
Si algún día le fuera dado al hombre plegar la carpa del cielo, podría entonces poner fin a su pesar sin ayuda de Dios.
Mediante la fuerza de la armonía interior y por la gracia de Dios, Svetasvatara tuvo la visión de Brahman. Entonces habló a sus discípulos eremitas más próximos sobre la purificación suprema, sobre Brahman, al que los visionarios adoran.
Este supremo misterio del Vedanta que fue revelado en tiempos pretéritos solo se ha de dar a uno cuyo corazón es puro y que es discípulo o hijo.
Si uno siente amor supremo por Dios y también ama a su maestro como a Dios, entonces la luz de esta enseñanza brilla en un alma grande: ciertamente brilla en un alma grande.
Los extractos de Upanishads
que conforman esta segunda parte de la edición
son producto de una refundición
elaborada por Juan Mascaró;
de ahí que no se incluyan los textos originales en sánscrito.