NOTA SOBRE LAS TRADUCCIONES

 

 

Hay mucho en los Upanishads que es producto de su tiempo, y por tanto posee interés histórico, pero no el valor espiritual que es de naturaleza intemporal. Lo mismo sucede con el Antiguo Testamento en la Biblia.

Es por ello que el espíritu de los Upanishads se percibe mejor a través de una selección. He traducido los Upanishads más destacados, que resultan no ser demasiado largos, y he aportado los pasajes más grandiosos de otros Upanishads, incluyendo las partes más excelsas de los Chandogya y Brihad-aranyaka Upanishads. He situado estas al final del libro, a pesar de ser anteriores en el tiempo, porque conducen al libro hacia una culminación sublime. El orden cronológico de los principales Upanishads es probablemente el siguiente: Brihad-aranyaka, Chandogya, Taittiriya, Kaushitaki, Kena, Katha, Isa, Mundaka, Prasna, Mandukya, Svetasvatara y Maitri. He seguido una tradición india al poner el Isa Upanishad al principio.

Me he esforzado infinitamente por que las traducciones resultaran claras y sencillas. Ante una expresión del tipo «¿Cómo conocer al Conocedor?», traducción literal del sánscrito «Vijñataram are kena vijaiyat?», que un traductor pueda decir algo como «¡Mirad! ¿Por qué medio habría uno de comprender al comprendedor?», ¡es algo que va más allá de mi comprensión!

Ello me lleva a dirigir una petición fervorosa al lector de estas traducciones: que sean leídas en voz alta, bien oral o mentalmente. De no ser así, el significado intencionado de su sonoridad se perderá.1 Es algo que por supuesto siempre debería hacerse cuando se lee literatura: por ejemplo, si decimos que 2 + 2 = 4, nuestro intelecto alcanza el significado intrínseco, y con eso basta. Pero las palabras de Housman no pueden escribirse con números:

 

Al pensar que dos y dos son cuatro,

y no cinco ni tres,

el corazón del hombre largo tiempo ha padecido

y aún por tiempo ha de padecer.

 

El sonido de los números resulta, en este caso, esencial, ya que el sonido es parte del sentido.

Buena parte de estas traducciones fueron hechas veinticinco años atrás, cuando vivía próximo a Tintern Abbey, no lejos del lugar que inspiró el inmortal poema de Wordsworth. A los dieciocho versos del Isa Upanishad les consagré un mes entero de reflexión y trabajo.

La totalidad del Svetasvatara Upanishad y otras selecciones se han realizado en los últimos dos años.

Algunas páginas de la introducción pertenecen al trabajo más temprano. Dado que no podía mejorarlas, opté por dejarlas tal cual. Constituyen la segunda parte de las cinco de que consta la introducción.

Espero haber sido fiel al Espíritu de los Upanishads y, con ello, a nuestro propio Espíritu.

 

J. M.