ENTRÉGATE POR COMPLETO A LA DIVINIDAD
Trata de ponerte en manos de la divinidad, pero no sólo para perder peso, sino también para sanar tu mente. Aunque perder peso es tu meta principal, debes entregar todas tus cargas antes de soltar esos kilos de más de tus caderas. Un apetito descontrolado se origina en tu mente, no en tu cuerpo. Mientras tu mente está frenética buscando comida, tu estómago con frecuencia se queja diciendo: “Por favor, no más”.
Casi todo el mundo se siente en algún momento demasiado estimulado..., presionado..., ansioso..., temeroso de algo. Las personas lidian de forma distinta con la ansiedad, algunas formas son sanas y otras no. Como comedor compulsivo, obviamente comes en exceso para calmar el monstruo de la ansiedad. Usas la comida para calmarte, sin embargo, la calma que logras comiendo demasiado es en el mejor de los casos, temporal. La reacción química que se activa en tu cerebro cuando comes pastel o un trozo de pan, o cualquier otra cosa, no es diferente a la euforia de un drogadicto cuando introduce en sus venas la jeringa. Tu ansiedad siempre regresará con toda su fuerza, a través de tu estrés físico y tus sentimientos de culpa.
Comer demasiado es para ti como una montaña rusa en una casa del terror:
1. Ansiedad: “Siento ansiedad por mi empleo [matrimonio, deudas o lo que se te ocurra]”.
2. Esfuerzo por conseguir la calma: “Voy a comerme esta bolsa de papas fritas”.
3. Ansiedad: “No puedo creer que me haya comido esas papas”.
En este punto, haz duplicado tu ansiedad: tienes la misma situación estresante, además del estrés de haberte ido a pique en tu lucha con la comida.
4. Esfuerzo por conseguir la calma: “Me pregunto qué más habrá por ahí de comer”.
5. Ansiedad: “Me siento muy mal. Soy un verdadero fracaso. Me odio”.
Y la montaña rusa continúa...
La única forma de romper este círculo es analizándolo. La única forma verdadera de domar tu ansiedad es disolviéndola. La única forma de calmar tu histeria es atravesándola hasta llegar a la fuente de la paz interior; y la única fuerza lo suficientemente poderosa para llevarte a ese lugar y mantenerte ahí es la Mente Divina.
Muchas personas acuden a Dios cuando ocurre un desastre, sin embargo lo verdaderamente inteligente es invocarlo antes de la aparición del desastre. No reces una vez que tu automóvil se ha caído en una zanja; comienza ahora antes de salir de tu casa. La Mente Divina no solo es tu consuelo después del problema, también es una medida preventiva que ayuda a mantener a raya los problemas. Tu tarea es alinear tu mente mortal con la Mente Divina, puesto que el miedo puede aferrarse a lo mortal pero no a lo divino.
Cuando invocas a la Mente Divina, no estás invocando un poder fuera de ti. Estás invocando un poder que reside en tu interior. El espíritu es una perfección que yace en el interior de todas las cosas, protegiéndolas del caos y reafirmando la armonía ante la aparición del caos.
El Espíritu crea tu peso perfecto porque hace que todo sea perfecto. Tu peso es una de las muchas áreas de tu vida que caerán en el orden divino y perfecto, una vez que comiences a prestarle más atención y cuidado a todas las cosas divinas.
Tú no puedes deshacerte de tu compulsión, pero el Espíritu sí puede. Y lo más importante: una vez que se lo pides, Él lo hace. Eliminará tu hambre disfuncional alimentándote con lo que realmente deseas.
¿De qué tienes verdaderamente hambre?
Durante tres días, escribe esto en las páginas de tu diario, 30 veces en la mañana y 30 veces en la noche:
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Escribe esto a mano en vez de hacerlo en una computadora. Es muy importante que trates de escribir esta oración 30 veces cada mañana y cada noche, pues la combinación de escritura y oración tiene un impacto significativo en tu psiquis.
Cuando rezas así, no le estás pidiendo a Dios que te quite tu deseo de comida, y ciertamente no le estás pidiendo que aleje tu hambre. Lo que le estás pidiendo es que elimine tus antojos —ya sean antojos obsesivos o menos obvios, esa sensación más sutil pero siempre presente de “tengo que comerme esto”— para quitarte para siempre esa carga que llevas en tu espalda.
Puede ser que hayas construido muchas represas para evitar que el agua de tus antojos inunde tu psiquis y produzca desastres en tu paisaje interno. No obstante, siempre, a fin de cuentas, la represa terminará por romperse y el agua entrará con toda su fuerza. Ahora le estamos pidiendo a Dios que reoriente el agua. Que la aleje y la mantenga alejada para siempre.
Cada vez que comas durante el día, ejercita el poder de la oración diciendo internamente: Querido Dios, por favor sacia mi hambre y restaura mi mente correcta.
Ya sea que estés comiendo apio o galletas, solo repite la oración. Ya sea que pienses que esto es algo poderoso o un disparate, solo repite la oración. Ya sea que lo hayas venido haciendo con cada bocado durante el día o que hasta ahora recuerdes hacerlo, solo repite la oración.
Aunque estés comiendo todo un pastel, puedes orar mientras comes. Visualiza en el ojo de tu mente a un ángel sentado contigo. El ángel no está ahí para juzgarte, sino para ayudarte. La oración puede no producir un paro inmediato a tu antojo, eso es cierto. Pero comenzará a desmantelar el proceso.
Una dosis de antibióticos tampoco destruye tu infección desde el primer día, tienes que terminar todo el tratamiento. Si tienes una infección, no dices después de tomar una dosis: “Sigo teniendo tos, obviamente esto no está funcionando”. La oración es medicina espiritual. Estimula tu sistema inmunológico espiritual incrementando la profundidad de tu entrega a Dios. Es irrelevante que “creas” o no que esto funciona. No tiene importancia lo que pienses sobre entregarte por completo en manos de la divinidad. Lo único que importa es que lo hagas.
Comer demasiado es una batalla que libras contra ti mismo; el Espíritu es el poder que te salva de ti mismo. Es un remedio de esperanza. Cuando pones tu mente en manos de la Fuente de todo lo bueno, las fuerzas disfuncionales no pueden mantenerse durante mucho tiempo. Al igual que el ejercicio físico, el ejercicio espiritual funciona, si lo haces. Ponerte en manos de la divinidad es una cuestión de disciplina mental: te entrenas para poner a Dios en primer lugar. Esto no es difícil; simplemente es diferente. En todas las cosas, la entrega total espiritual marca el final de la batalla y el comienzo de la verdadera calma.
En el preciso momento en que estás lidiando con una ansiedad compulsiva, incluso la fe religiosa más profunda puede volverse inútil ante el poder de la adicción. Con esta lección, aprenderás a cultivar la disciplina mental de invocar a Dios como una práctica regular. No invoques a la Mente Divina para ayudarte solamente en un momento de necesidad, sino más bien como una forma de cultivar y mantener la serenidad. Esta lección te ayudará a desmantelar tu resistencia a hacer esto. Te empoderará para atravesar tu histeria y terminará por disolverla restableciendo tu conexión con la fuente de la paz interior.
En los momentos en que no te entregas por completo al amor, eres esclavo del miedo. Cuando no estás consciente y activamente invocando la luz, eres vulnerable a la oscuridad. Y es la luz, no la oscuridad, lo que anhela tu espíritu. Espiritualmente, deseas perder peso, no solamente para tener menos carne, sino para convertirte en más espíritu. Cada momento que comes de forma inapropiada es simplemente un momento en el que anhelas el amor del Espíritu, no puedes encontrarlo donde existe en verdad y por lo tanto luchas para encontrarlo en otros lugares.
Estás aprendiendo a mirar fijamente a los ojos al miedo hasta hacerle bajar la mirada. A buscar el Espíritu y sentir que te responde. A pedir que tu mente se sane y a experimentar el resultado. Estás despertando a tu poder espiritual.
Un día, irás hacia el refrigerador, abrirás la puerta y te descubrirás buscando solo aquello que es bueno para ti. Caerás en la cuenta de que te estás conduciendo, sin siquiera pensarlo, de una nueva manera. Estás buscando comida sana y apropiada, y nada más. Un patrón se ha interrumpido, algo que no hiciste que ocurriera conscientemente a través de un acto de voluntad. Representa una nueva sinapsis, un nuevo patrón emergiendo, y por lo tanto una nueva esperanza. Tú hiciste tu parte, y Dios hizo la suya.
Pero no puedes pedir ayuda divina en un área de tu vida, si no estás dispuesto a poner todas las áreas de tu vida en manos de Dios. No puedes entregar solamente la comida; debes tratar de entregar todos tus pensamientos y sentimientos. Pues cada pensamiento y sentimiento contribuye a tu enfermedad o a tu sanación.
La entrega total espiritual es una voluntad a toda prueba de liberarte de todo —toda idea, todo patrón y todo deseo— aquello que impide que el amor entre en ti y se extienda a través de ti. Si no eres bondadoso, eso bloquea tu sanación. Si no perdonas, eso bloquea tu sanación. Si eres deshonesto, eso bloquea tu sanación. Todos los asuntos de tu vida están relacionados de alguna manera con tu lucha con la comida. Nada está separado de quien eres y de lo que estás manifestando. Y eso es lo que hace que este asunto en tu vida sea una invitación a convertirte en tu ser más hermoso: no solamente en el exterior, sino también en el interior.
Recuerda colocar tu diario de regreso en tu altar cuando termines. Esto estimulará la energía de tus oraciones.
Reflexión y oración
Al igual que en la Lección 3, cierra tus ojos y visualiza tu cuerpo impregnado de luz. Una vez más, cada célula se llena de un elixir proveniente de la Mente Divina. El espíritu te rodea mientras tú te entregas por completo en los brazos del amor.
Mantén esta imagen durante por lo menos cinco minutos. Exhala tus cargas e inhala la luz. Visualiza cómo la luz se vierte sobre tu cuerpo y se extiende hacia fuera desde tu carne hasta que quedas totalmente cubierto de un brillo dorado. Continúa con esta visualización mientras te sientas cómodo haciéndolo.
Sigue el plan de comida que te funcione. Pero sea lo que sea que comas, pon en manos del Espíritu tu experiencia. No es posible cometer errores. No importa lo que comas, visualízalo como una experiencia divina, y con el tiempo esta experiencia será transmutada. La clave no es lo que comas o no comas, o si haces o no ejercicio. La clave es convertir tu relación con tu cuerpo, con la comida, con el ejercicio y con todo en una experiencia espiritual.
Querido Dios:
Yo sé que Tú sabes
que debo ser restaurado.
Cuando se trata de la comida,
estoy muy alejado
de la sabiduría de mi cuerpo
y del amor en mi corazón.
Me agobia la idea
de sanarme yo mismo,
por lo que te pido, querido Dios,
que Tú lo hagas por mí.
Cambia mis pensamientos,
sana mis células,
repara mi apetito,
restaura mi cuerpo.
Te entrego mi devoción,
y te doy las gracias, querido Dios.
Amén