Esta lección trata del proceso de desintoxicación emocional que acompaña una seria pérdida de peso. En cierto punto de tu jornada, las emociones que has negado, reprimido o comprimido en tu interior, comienzan a surgir con el fin de ser reconocidas.
En la última lección hablamos de que las emociones no son ni buenas ni malas; simplemente son. Pero eso no significa que no sean dolorosas. Una cosa es saber que el sufrimiento es parte inevitable de la jornada humana y otra cosa muy distinta es aprender a lidiar con él.
Como con cualquier jornada espiritual —y la jornada hacia la pérdida de peso consciente es una jornada espiritual— las cosas siempre parecen empeorarse antes de mejorar. La luz del amor resplandece en muchos lugares hasta ahora invisibles para tu mente consciente, revelando emociones tóxicas que ya estaban ahí, pero astutamente ocultas.
Está bien si esta parte de tu jornada no es agradable. Parte de tu proceso de crear nuevos patrones es aprender a lidiar de forma sana con las situaciones desagradables. La persona madura y sobria sabe que algunos días las cosas simplemente se sentirán pésimas, y eso está bien. Estás aprendiendo a superar las ansiedades sencillamente estando ahí, sin necesidad de comer demasiado ni de conducirte de cualquier otra forma.
¿Cómo podría no ser desagradable si tienes que recrear las emociones que te has estado comiendo durante años? Ahora al confrontarlas, al lidiar con ellas y terminar por aceptarlas, sientes como si tuvieras fiebre dentro de tu alma.
Pero una fiebre espiritual, como una fiebre física, siempre ha tenido una función productiva: quemar la enfermedad. Piensa en tu dolor como en una fiebre consumiendo el miedo. Conforme te sanas físicamente, la fiebre extrema puede llevarte al delirio. Conforme te sanas espiritualmente, tu fiebre puede llevarte también al delirio: un delirio callado del alma. Pero esto también pasará.
Esta lección trata del desespero humano y la consistencia de las células corporales. El hombre ha observado durante siglos bajo la superficie de la piel, examinando el funcionamiento interno del cuerpo humano. En el último siglo, la ciencia ha desarrollado la habilidad de observar incluso las células más minúsculas que componen nuestro tejido físico. No obstante, la ciencia no ha descubierto todavía una explicación de cómo los cambios emocionales producen cambios físicos, y es particularmente ciega a la maleabilidad de la grasa.
De hecho, hay muchos niveles de comprensión —incluso de nuestros cuerpos físicos— que la ciencia todavía no ha penetrado. Un microscopio electrónico revela el sistema completo de nuestras células, pero en el interior de las células mismas hay un almacenamiento de información que sigue incomprendido.
Por ejemplo, hay tipos de lágrimas. Una variedad de ellas es tóxica para el cuerpo, mientras que otras son sanadoras. La distinción entre las dos es no solo emocional, sino también física. Incluso materialmente, hay aspectos de las lágrimas —incluyendo las funciones que afectan la operación del cerebro— que todavía no han sido identificados por la ciencia.
Algunas veces solo a través del llanto que debe derramarse es que disolvemos la desdicha que lo causó. Esa es la razón por la que suprimir la desdicha no conduce a su fin. Cuántas veces decimos que alguien “necesita dar una buena llorada”. Definitivamente, así es. La toxicidad a menudo se libera a través de los conductos lacrimales como parte de la genialidad natural del cuerpo de purificarse de sus propias toxinas. El uso eventual de antidepresivos es anti producente justo por esta razón: sentir tu tristeza en su plenitud es algunas veces la única forma de sanarla. En la ausencia de la emoción, pierdes la oportunidad de sanarte. El cuerpo no hace distinciones entre estrés físico, emocional, psicológico y espiritual. Está equipado con la inteligencia natural para tratarlos a todos.
Estás equivocado si piensas que puedes cambiar fundamental y permanentemente los síntomas corporales solo por medios físicos. Los problemas deben salir por la misma puerta por donde entraron. Si ideas erradas han creado un problema, lo esencial es corregir esas ideas para sanarlo. Si un sentimiento tóxico ha creado un problema, nada más puede ser eliminado a través de un proceso de desintoxicación por medio del cual aparece de nuevo con el fin de ser liberado.
La grasa no es solo tejido celular inerte. Es un almacén de ideas y emociones tergiversadas y distorsionadas que no tenían otro lugar a donde ir. Si eliminas el tejido graso, pero no eliminas su causa psíquica, puede ser que la grasa se vaya aunque la huella causal permanece. Y esta huella, con el tiempo, atraerá más sustancia para materializarse.
No es suficiente “perder tu peso”. Debes perder el peso emocional que lo acecha. Ya has comenzado a hacerlo. Recuerda que tu compulsión por la comida es una forma de lidiar con tus emociones dolorosas. Cuando comienzas a sanar esas emociones —eliminando su “huella” de tu conciencia— necesariamente tienes que volverlos a sentir cuando salen.
Pueden surgir problemas que en apariencia no tienen nada que ver con tu problema de peso, y de maneras desafiantes. Podrías dudar de ti de formas que nunca lo habías hecho, o al menos en mucho tiempo. Pero esta parte de tu proceso no es un periodo malo; en realidad es bueno, pues es necesario. No existe rehabilitación espiritual sin este proceso de desintoxicación.
Cuando surja cualquier dolor, dificultad, frustración o desafío, trata de verlo, honrarlo, presenciarlo y recibirlo como parte de tu sanación. La situación conlleva información importante para ti. No es algo que está ocurriendo al azar en este momento. Representa la oportunidad de examinar asuntos crucialmente importantes en tu vida. Cuando observas tu dolor, sientes tus emociones, aprendes la lección que tenías que aprender; estos son, a fin de cuentas, los únicos métodos de consumir para siempre tu dolor.
El universo jamás te dejará solo en un momento así. Los ángeles están a tu alrededor al igual que se reúnen sin falta cada vez que un alma está buscando su integración. Este no es en absoluto el momento de aislarte; más bien, a pesar de toda la resistencia que puedas sentir, permite que por lo menos otro ser humano esté cerca de ti para ayudarte en lo posible. Aprenderás el importante valor de la amistad sagrada o la terapia profesional.
Quizá acudas a grupos de apoyo, o formes espontáneamente una pequeña comunidad de personas con ideas afines para realizar esta jornada juntos. Puede caer, de repente del estante, un libro clave a tus pies, e incluso extraños pueden tener consejos profundos, sabios e importantes para ti. Al conectarte más a fondo con los demás, te conectas más profundamente con tus propios sentimientos. Hasta la tristeza se vuelve más soportable. Algunos días son tristes, pero estos también pasarán. La maestría espiritual involucra construir hábitos mentales, emocionales y conductuales que te ayudan a seguir adelante en épocas como ésta, sin una explosión de conducta disfuncional.
A veces sólo tienes que hacer espacio para la tristeza. No necesitas una excusa para sentirse triste; no tienes que “resolverla”, y, aún más importante, no tienes que salir huyendo de ella. Lo que tienes que hacer es dejarla que entre y, sencillamente, permanecer en ella.
Tu tarea con esta lección es hacer espacio en tu vida, así como lo haces en tu corazón, para cualquier tristeza que debas honrar. Quizá dar un paseo en la tarde o caminar por la playa cada mañana. Permítete pasar por tu dolor.
Con el tiempo aprenderás a estar con el vacío, a tratarlo con un baño de burbujas en vez de con un sándwich, con una oración en vez de una barra de chocolate. Tu misión es residir en el vacío, inhalar a través de él, aprender sus lecciones y escuchar el mensaje que te transmite. No se trata de un agujero que debes llenar con comida o algo más; es solo el vacío original que cada ser humano siente cuando no puede encontrar a Dios.
La buena literatura, en particular las historias de verdaderas tragedias, puede ser catártica; le otorgan una voz a tu propia tristeza enterrada y a la deriva, y un conducto para su disolución. Cuando leíste Anna Karenina en la universidad, en verdad, ¿qué sabías entonces? Pero ahora, después de haber conocido unos cuantos Vronskys puedes leerlo con una nueva perspectiva: tu dolor tiene sentido, está inmortalizado en un personaje que está viviendo precisamente tu propio desconsuelo. En la respuesta de Anna a su desesperación comienzas a ver la cruda realidad que enfrentas: puedes autodestruirte o puedes ascender a la gloria.
No te convertiste en comedor compulsivo sin razón. Si eliges confrontar con honestidad las emociones involucradas en la causa y la sanación de tus patrones compulsivos, vas a experimentar una noche oscura del alma. Pero una noche oscura del alma es finalmente algo bueno, puesto que precede y te prepara para tu renacimiento espiritual. La oscuridad es nada más que revivir viejos sentimientos en la ausencia de lo cual no puede ocurrir una verdadera sanación. Es importante recordar que esta oscuridad es temporal y al final te llevará a la luz que hay más allá de ella.
Sencillamente, debes soportar este periodo. Pero también debes honrarlo por la oportunidad que te brinda de consumir para siempre emociones que finalmente aparecen, y en verdad solo ahora pueden realmente marcharse. Esta vez no las estás suprimiendo; las estás conduciendo a la puerta de salida. Han estado impregnadas en tu carne, y ahora serán desterradas de tu universo personal. Las lágrimas que estás vertiendo te llevarán finalmente al gozo. Llegará el día en que sentirás la ligereza —tanto física como espiritual— de un día totalmente nuevo.
Hay poemas, películas y novelas —así como obras de la vida real— que le otorgan significado a la experiencia del sufrimiento profundo. Elige tres de ellas que resuenen contigo; quizá con algo que ya has experimentado, o un libro, o una película que todavía no has leído o visto. Colócalos en tu altar y comprométete a leerlos o verlas. Al honrarlos, honras tus propias lágrimas liberándolas en vez de suprimiéndolas. Tal es el valor del arte.
Reflexión y oración
Relájate, cierra tus ojos y pide consuelo.
Entrégale a la Mente Divina tu desesperación, tu tristeza, tu sufrimiento, tu arrepentimiento, tu vergüenza, tu dolor, tus pesares, tus miedos y tus cargas. No te apresures al pasar por esta oscuridad. Permítete entrar en ella con el fin de avanzar y trascenderla. Con el tiempo, llegará la luz.
Querido Dios:
Protégeme mientras camino a través de
las sendas oscuras de mi mente.
Libérame de la esclavitud que me aprisiona.
Te entrego mi desesperanza,
por favor dame un poco de esperanza.
Revélame la luz de la verdad,
que mi oscuridad desaparezca.
Hoy y todos los días, envíame amor para guiar mi corazón
y sanar mis pensamientos.
Sáname para tu beneficio,
y no solo para el mío.
Enséñame a reír de nuevo
después de tantas tristezas.
Amén.