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HONRA EL PROCESO

Existe la posibilidad de que para este momento ya estés harto de este curso. Puede ser que ni siquiera hayas logrado llegar hasta este punto, sino que abriste el libro al azar y por casualidad estás leyendo esto. Puedes estar pensando que es demasiado difícil, un reto demasiado grande, o quizá que todo esto es un montón de tonterías. Puede que todavía no hayas visto cambios reales en tu báscula ni en el espejo, y hayas decidido que para ir en la Lección 18 ya deberías haber tenido algo de éxito. Es evidente que esto no es un milagro, quizá lo mejor sería olvidarlo.

¿Comprendes cómo funciona la mente temerosa?

Esta es la forma en que funciona la mente temerosa para todos. En una persona sería algo así: Ni siquiera deberías intentar terminar de escribir esta novela que estás escribiendo, pues nunca lo lograrás y de todas maneras jamás serás una buena escritora, según la mente temerosa. En otro caso sería: No vale la pena que intentes ir a esa entrevista, porque hace demasiado tiempo que estás fuera de circulación y en todo caso, las empresas solo están contratando personas más jóvenes, de acuerdo con la mente temerosa. En el caso de otra persona: No deberías intentar vestirte bien y lucir agradable, porque de todas maneras no eres atractiva, según la mente temerosa. La mente temerosa vive en todos, pero nos habla de forma diferente a cada uno de nosotros. En tu caso, está obsesionada con tu peso, porque tú lo estás.

Aprender a vivir con los desengaños y fracasos comunes de la experiencia humana —en particular con la forma en que los interpreta la mente temerosa— es parte de tu maestría espiritual.

La maestría no significa que vas a llegar a un punto en donde nada salga mal, significa que llegará un a punto en donde puedas soportar y transformar lo que está mal. La maestría significa que puedes salir a flote más veces de las que te hundes en la vida, no porque no haya contracorriente, sino porque has aprendido a nadar bien. Eres fuerte espiritualmente y estás en forma. Has desarrollado una musculatura en tu actitud, y eso te ayuda a seguir adelante cuando sientes el impulso gravitatorio de cualquier cosa que te esté tentando.

La maestría no es sobrehumana, sino profundamente humana; aceptando en vez de resistiendo la idea de que en ciertos días te sentirás maestro de nada y esclavo de muchas cosas. No permitas que te desmotive el hecho de que te has desviado de tu camino, te estés desviando de tu camino, todavía no hayas perdido peso, no puedas soportar las lecciones, o todavía te sientas una gorda o un gordo derrotado. Todo esto es parte del proceso. Además, tu éxito está garantizado.

Ahora es que agarra fuerza la mente temerosa. “¡¿Qué quieres decir con eso de que mi éxito está garantizado?! ¿Garantizado por quién?”. Es como si dijera: ¿Cómo te atreves a decir eso?

Pero es mi creencia —y puedes usar mi fe si lo deseas— que Dios secará todas tus lágrimas, le ganará la partida a tu odio hacia ti, y que en Él está la victoria al momento en que ponemos en Sus manos la batalla.

Nada de esto significa que cada día será un día feliz. La pérdida seria de peso es una experiencia profundamente transformadora; está rompiendo una cadena que te ha mantenido atado durante mucho tiempo, y es apenas razonable esperar que algunos días sean más difíciles que otros. Esto no es simplemente una batalla física; es una batalla espiritual. La mente temerosa te ha robado tu autocontrol... y Dios lo está tomando de nuevo.

Famosa es la frase que Winston Churchill le dijo a las tropas británicas durante la Segunda Guerra Mundial: “Este no es el final. Ni siquiera es el comienzo del final. Pero es, quizá, el final del comienzo”. Este curso no es algo que se termina en 21 lecciones. Es un medio para perder de peso y mantenerlo. Su fundamento no es una meta tanto como un proceso por medio del cual se logra la meta. No lo sigues exclusivamente para perder peso, sino con el fin de convertirte en la expresión más resplandeciente de quien eres como ser humano.

Si tu única meta es perder peso, entonces esperemos que lo logres, pero aún así cargarás con otros asuntos que no pueden ser negados. Asuntos de tu vida, en apariencia no relacionados con el peso, se han acumulado en tu relación con la comida.

En cualquier momento en que te sientas agobiado por una pasión intensa de comer en exceso, recuerda que esa pasión no es el problema en sí. El problema es que en un momento en que comes mal, tu pasión por la vida se desplaza a un lugar que no te brinda vida, sino que más bien la extrae de ti. Este curso construye una desviación que aleja tu pasión de la comida y la dirige de nuevo hacia Dios.

A lo cual la mente temerosa dice: “Jódete. No lo haré”. Solo quiero asegurarme de que te das cuenta de esto. La mente no puede servir a dos amos, y jamás en tu vida la elección entre estos dos ha sido tan clara: en cualquier momento eres anfitrión de Dios o rehén de la mente temerosa. No es suficiente decirle no a una vida de temor; debes decirle sí a una vida de amor. Siempre y cuando trates de mantenerte neutral, comerás en exceso.

El peso es tu prueba decisiva. Es el lugar donde experimentas la batalla final espiritual entre las fuerzas del miedo y las fuerzas del amor; en términos psicológicos: entre el apetito disfuncional y los impulsos sanos. La decisión que estás tomando no es solamente si saldrás del infierno de tu compulsión, sino si te elevarás al cielo donde todas las posibilidades gozosas te esperan. La mente temerosa te lleva al dolor con la misma certeza que la Mente Divina te lleva al gozo. Las diversas formas en que la gente se anestesia hoy en día —ya sea a través de sustancias ilegales o drogas lícitas— es un lamento de lo más profundo de su ser que dice: “Por favor, no me obligues a elegir”.

Pero debes hacerlo, pues la zona de falsa neutralidad se ha convertido cada vez más en algo insoportable para ti. Verás la luz de tu verdadero ser, y la única opción que tienes es cuál será el camino que te conducirá hasta allí. Tan misericordioso es el universo que incluso un camino en la oscuridad incluye el camino de regreso a la luz. Las plumas del pavo real se forman cuando comen y digieren las espinas. Has estado consumiendo las espinas de la adicción y la compulsión por mucho tiempo, ahora las estás digiriendo espiritualmente, preparándose en tu interior para su transformación de algo feo en algo hermoso.

Hay una frase en el Nuevo Testamento que dice: “Lo que el hombre ve malo, Dios lo ve bueno”. La Mente Divina no solo desterrará tu compulsión, la usará para elevarte más de lo que hubieras podido, si no hubieras experimentado dichas profundidades. Surgirás de esta experiencia sin sentir compulsión por la comida, así es. Pero también saldrás lleno de una luz que solo podrás emitir debido a que digeriste dicha oscuridad. Tal es la grandeza de Dios.

No te sientas emocionalmente derrotado por el tiempo que te tome transformar esos viejos patrones. No observes el espejo para confirmar tu fe. Cuando una mujer acaba de quedar embarazada, el ojo externo no puede verlo, pero con el tiempo lo hará. Tu espejo puede mostrar cambios en tu cuerpo, pero no muestra los cambios en tu mente. En un día dado, el espejo te muestra lo que estabas pensando el día de ayer, pero es lo que está ocurriendo en tu corazón hoy, aquello que crea lo que será tu vida mañana. Reduces el peso de tu cuerpo expandiendo tu mente.

Un proceso espiritual no es un remedio rápido; es un milagro impreso en ti por la Mente Divina. Es una ayuda que te llega desde más allá de este mundo. No es algo que tú puedes hacer que “simplemente ocurra”, pero puedes honrar el proceso misterioso por medio del cual ocurre.

Para la mente temerosa, el propio concepto de misterio espiritual —en particular en lo relacionado con la pérdida de peso— suena ridículo. La mente temerosa está apegada al cuerpo, y quiere asegurarse de que tú también estés apegado a él. Si los ojos del cuerpo no registran una mejoría en tu peso, la mente temerosa te dirá: “¿Ves? ¿Ves?”. Y si los ojos del cuerpo llegan a registrar alguna mejoría, la mente temerosa dirá: “¡Ah! ¡Pero seguro que esto no durará!”.

¿Qué esfuerzo puede ser más valioso que tomar un tiempo para tratar de acallar cada mañana y cada tarde la mente temerosa? ¿Escuchar más bien la voz de Dios? No te sentirás agobiado por el vacío, tan pronto lo llenes con la divinidad.

No importa lo mucho que se tome. No importa todas las veces que has tenido éxito y luego has fracasado una y otra vez. Al final, vas por buen camino, pues se lo has entregado a la autoridad divina.

Tu motivación es diferente ahora, y esto marcará complemente la diferencia: estás en una búsqueda para encontrar el cáliz sagrado de tu ser auténtico. Estás escalando más allá de las turbulencias de tu forma de comer compulsiva, no solo porque deseas perder peso, sino también porque deseas la serenidad que se encuentra en alturas más elevadas. Allá en lo alto, no cargarás monos en tu espalda, pues los monos no pueden sobrevivir a esas alturas.

Cada vez que logres hacerlo bien —sin importar lo grande o pequeña que sea tu victoria—estás reafirmando tu poder espiritual y estás recuperando la autoridad sobre tu vida. Ya sea que rechaces un helado o te pongas tus zapatos de gimnasia sin el más mínimo deseo, estás ganando.

Estás experimentando la fuerza de tu verdadero ser: el que se está sanando, que se está transformando, que se está elevando, que se está convirtiendo en sobrio respecto a la comida. El acto positivo fue un ejemplo de tu ser real iluminando el camino, aunque haya sido por un instante, a través del velo de la compulsión hasta convertirse en su encarnación total. El impulso antigravitatorio de la gracia te está atrayendo a las alturas.

Y por eso, nos deleitamos. Un momento de verdad —y tu ser real es la verdad— reprograma mil años de mentiras. Una nueva condición abre su paso en tu experiencia. Incluso la idea o acción más pequeña de la mente correcta: “Estoy pasando cerca del refrigerador, pero decido no abrirlo”; “No me anestesio con alimentos demasiado procesados, porque elijo estar más disponible para la vida”; “Mi cuerpo es un templo sagrado y quiero alimentarlo con comida sana y nutritiva”; “Resplandezco e irradio luz en mi espíritu y mi cuerpo lo refleja”, acelerando el proceso por medio del cual se forman nuevos apetitos y nuevos patrones de conducta.

Trata al máximo de ser paciente durante este proceso. Apóyate evitando situaciones donde es muy probable que te sientas tentado a una conducta adictiva. Mereces el mismo apoyo de tu parte que le darías a cualquier amigo o familiar a quien amas.

Sé lo suficiente comprensivo contigo mismo para decir “no”, cuando la acción más poderosa sea decir “no”. No solo para evitar la comida, sino para afirmar tu ser más poderoso. “No, no voy a ver la mesa de los postres. No, no saldré esta noche porque sé que mi grupo de amigos estará alrededor de comida. No, no voy a comprar esa bolsa de chocolates”.

Y sé suficiente comprensivo contigo mismo para decir “sí”, cuando la acción más poderosa sea decir “sí”. “Sí, voy a probar esa ensalada de col, aunque nunca antes haya probado este tipo de comida. Sí, voy a buscar el disco compacto de yoga. Sí, caminaré por el parque y permitiré que mi cuerpo se sienta más sano y productivo”. Incluso los esfuerzos más pequeños pueden producir enormes efectos.

Algunos de estos efectos van mucho más allá de la pérdida de peso, influenciando también tu mentalidad sobre otras cosas. Por ejemplo, esta situación te ha ofrecido la oportunidad de comprender mucho mejor el sufrimiento por el cual muchas personas pasan en sus vidas a diario. Tus propios esfuerzos para transformarte te han hecho comprender con más profundidad, tanto el dolor como las oportunidades de redención de la raza humana. A través de tu sufrimiento, llegarás a obtener una sabiduría real; y a través de tu sabiduría, conocerás la alegría.

Pero, realmente, ¿estás listo para sentir alegría? ¿Estás listo para ser alguien que no sufre por esta compulsión? ¿Quién no está obsesionado por la comida? ¿Quién no actúa contra su propio interés de formas tan perniciosas? ¿Estás listo para liberarte no solo de la conducta de comer en exceso, sino también de la conciencia misma de la persona que come en exceso? ¿Estás listo para que la comida deje de ser la gran cosa en tu vida? ¿Estás listo para nacer de nuevo espiritualmente en la luz de tu ser verdadero como un hijo de la divinidad, sobre quien dicha oscuridad de la compulsión por la comida no tiene dominio alguno? ¿Estás listo para dejar ir los hábitos psicológicos y emocionales, no solo los físicos, que han alimentado tu compulsión?

Estas son las preguntas que la vida coloca frente a ti. Si tu respuesta es un sí apasionado a todas ellas, entonces estás en camino a tu renacimiento. Incluso si es un sí un poco gastado, tu camino a seguir está garantizado.

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Ahora tu tarea es escribirle una carta en un estilo cariñoso al impostor que se ha hecho pasar por ti, él que va a hurtadillas a la cocina para comer lo que encuentre, él que conduce el auto buscando por doquiera en tu vecindario algo abierto para conseguir que comer, él que no puede controlarse cuando ve comida, él que se esconde en ropa de tallas grandes y no soporta verse en el espejo. Ése no eres tú; es una ilusión que se ha infiltrado hasta manifestarse en una realidad tuya tridimensional y se irá al instante en que se lo ordenes. Eso mismo quiso decir Jesús cuando dijo: “Apártate de mí, Satanás”.

No te desesperes, ni siquiera en un momento en que te des por vencido y comiences a comer, cuando comprendes horrorizado que vas camino a la oscuridad y que estás en terreno resbaladizo. Cuando escuches a tu mente temerosa argumentando: “Bueno, ya me comí todo este pastel, así que qué importa si me como unos cuantos dulces más. ¿Para qué parar ahora? Ya lo arruiné todo, ya mejor sigo”, aduéñate de tu poder y dale la orden de partir al impostor.

Rehusarte a comer el primer bocado de pastel no es tu única oportunidad de ejercer tu poder. Es tan valioso como cuando te has comido ya todo el pastel, pero rehúsas una segunda rebanada o una bolsa entera de caramelos rellenos de chocolate en tu despensa. Cualquier punto del proceso es un momento de poder, es un momento de elección consciente en beneficio de tu ser sano y amoroso.

Pronuncia en voz alta: “En nombre de Dios, te ordeno que te vayas”. No tienes por qué creer que esto funciona: lo descubrirás por ti mismo.

La carta que vas a escribir ahora es una orden y un adiós. Es un permiso de ausencia, una declaración de independencia de un amo a quien ya no le permitirás que te esclavice, y con el cual ya no estás de acuerdo en conspirar. Recuerda que la carta, una vez que la termines, pertenece a tu altar.

La carta incluye tres partes:

1. Por qué te he permitido vivir en mí y
las formas en que te he dicho “sí”:

Ejemplo: Por más que te odiara, me escondía tras de ti. No tenía en verdad que ocuparme de mi vida, porque siempre tenía la excusa de por qué esto o aquello no era una verdadera opción para mí. Al esconderme tras de ti, no tuve que enfrentar mi miedo de ser delgado y hermoso ni de participar realmente en mi vida.

2. Por qué ya no te necesito y lo que
he llegado a comprender:

Ejemplo: Aprendí que existe una fortaleza en mi interior que no conocía. Comprendí que hay un espíritu divino en mí, y no le ayudo a nadie al rehusarlo. Es un regalo de Dios y es humilde, no arrogante, vivir en este espíritu. Soy hijo del Creador Divino, y es mi responsabilidad con el universo, no solo un regalo para mí mismo, recibir su espíritu y permitir que me dirija en todo lo que hago.

3. Lo que te digo ahora a través de la
autoridad de la Mente Divina:

Ejemplo: Lo que tuvimos se acabó. En nombre de Dios, te doy la orden de liberarme. En nombre de Dios, te ordeno que te vayas. En nombre de Dios, la puerta queda sellada tras de ti. Y así es.

Tu carta es un complemento a un párrafo de mi libro Volver al amor, que ha resonado con muchas personas que anhelan repudiar su debilidad y aceptar su fortaleza otorgada por Dios:

Nuestro miedo más profundo no es que seamos incompetentes. Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos más allá de toda medida. Lo que más nos causa temor no es nuestra oscuridad, sino nuestra luz... Nos preguntamos, ¿quién soy yo para ser brillante, maravilloso, talentoso y fabuloso? En realidad, ¿quién eres para no serlo? Eres un hijo de Dios. Menospreciarte no le presta ningún servicio al mundo. No es de ninguna utilidad empequeñecerte para que otras personas no se sientan inseguras a tu alrededor. Al igual que los niños, nuestro propósito es brillar. Nacimos para manifestar la gloria de Dios que está en nuestro interior. Eso no es parte solamente de algunos de nosotros; sino de todos. Y cuando permitimos que brille nuestra propia luz, inconscientemente les damos permiso a los demás de que hagan lo mismo. Cuando nos liberamos de nuestros propios miedos, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.

Es posible que todavía no te sientas por completo liberado de tu propio miedo. Pero estás llegando a ese punto. En la santidad de tu propia mente, estás comenzando a ver la silueta de un ser que ha dejado su infierno atrás. Considera la sola idea de su existencia; inhala la idea; acepta la posibilidad y ese ser comenzará a tomar forma.

Tu ser sano no es la expresión de una situación que has “manejado”, sino más bien la de un ser totalmente transformado. Todavía no se ha arraigado a profundidad en tu sistema nervioso, pero ya se ha arraigado en tu alma. Como el recuerdo de tu ser real, es una creación de la divinidad. Y lo que ha sido creado por la divinidad no puede ser increado. Tu ser verdadero, libre de cualquier tormento relacionado con la comida, ya vive en el dominio de la Mente Divina y está esperando tu permiso para nacer en el mundo.

Me uno a ti en la convicción absoluta de que tu ser nacerá. Ese ser personifica algo mucho más glorioso que una simple relación sana con la comida. Te brinda una paz que solo el amor puede otorgar.

Durante esta época de gestación, ten fe en lo que está ocurriendo en tu interior. No permitas que las apariencias te engañen. No observes tu carne haciendo muecas de dolor. No observes ni sucumbas a la autoagresión. Sí, sin duda queda algo de la vieja carne, pero su origen se está desvaneciendo mientras lees esto. Observando tu cuerpo, comprende que es una condición cambiable. Tu carne simplemente respondió a tu mente. Ahora celebra que estás cambiando tu mente.

El vientre de tu conciencia ha sido impregnado de una idea divina: es posible un ser más libre y más perfecto de una manera permanente. Esta impregnación es un misterio en el que tu alma debe entrar, mientras permites que ocurra un proceso milagroso de muerte y renacimiento. El viejo tú, el tú obsesivo —aquel que carga con todos los patrones de tu dolor— ahora cesará de existir.

Ya no serás quien eras; y ahora resplandecerá para lo que fuiste creado. Tu nuevo ser está formándose en un lugar sagrado; en el dominio de las posibilidades infinitas que reside en tu corazón. Dirígete allí y lo encontrarás. Te está esperando. Aparecerá en un abrir y cerrar de ojos.

Reflexión y oración

Cierra tus ojos y relájate en un espacio meditativo.

En el lado izquierdo de tu mente, observa cómo te manifiestas de forma adictiva, conduciéndote de forma compulsiva. Ahora, en el lado izquierdo de tu mente, observa tu ser real, tu ser libre, tu ser sobrio, tu ser radiante. Observa las cuerdas de la oscuridad y de la disfunción, gruesas y feas, que conectan tu ser real con tu ser adictivo.

Visualiza ahora un ángel enviado por Dios, que se acerca a cortar las cuerdas con unas tijeras de luz. Observa con cuidado mientras el ángel corta las cuerdas. Las cuerdas son oscuras y están enredadas, sin embargo las tijeras divinas las atraviesan y las cortan. Obsérvalas caer al suelo y hundirse por debajo de la superficie de la tierra desapareciendo para siempre. Escucha los ángeles cantando en el fondo. Sé testigo de cualquier cosa que ocurra ahora y agradece por tu libertad.

Querido Dios:

Estoy listo para morir a quien solía ser,

y nacer a quien deseo ser.

Pero no puedo hacer ninguna de las dos por mí mismo.

Transfórmame en los niveles más profundos,

para que ya no sufra más

el dolor de lo irreal.

Impregna mi alma con la semilla

de mi verdadero ser

para que pueda conocer al fin la alegría y la paz.

Amén

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