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En este maravilloso e inspirador libro Marianne Williamson trata no solamente el origen del exceso de peso, sino también de nuestro sufrimiento.

Durante más de 30 años, mis colegas y yo en el Instituto de Investigaciones para la Medicina Preventiva, una entidad sin ánimo de lucro, hemos llevado a cabo una serie de estudios que demuestran que cuando tratamos las causas subyacentes de una enfermedad, nuestros cuerpos a menudo tienen una capacidad increíble para comenzar a sanarse, y de forma mucho más rápida de lo que alguna vez se creyó posible. Hemos usado formas de medición de alta tecnología, con las últimas innovaciones de vanguardia, para comprobar el poder de estas antiguas intervenciones de poca tecnología y bajo costo.

Nuestras investigaciones comprueban que el progreso de hasta graves enfermedades del corazón, a menudo puede revertirse adoptando cambios integrales en el estilo de vida; al igual que el cáncer incipiente de próstata, diabetes, presión arterial alta, niveles de colesterol alto, artritis y depresión. Hemos publicado estudios que demuestran que cuando uno cambia su estilo de vida cambia sus genes; activando los genes que previenen las enfermedades y desactivando aquellos que promueven las enfermedades coronarias, el cáncer y otras afecciones, incluso incrementando una enzima que alarga los telómeros (los extremos de nuestros cromosomas que controlan el envejecimiento), promoviendo así la longevidad. Además, las personas perdieron un promedio de 24 libras (11 kilos) el primer año, y cinco años después no habían recuperado la mitad de ese peso.

No obstante, si literal o figurativamente solo obviamos las causas subyacentes, con frecuencia el mismo problema recurre: recuperamos el peso perdido, las arterias coronarias tratadas con injertos de derivación se obstruyen de nuevo, requerimos de medicinas de por vida; o bien, ocurre una nueva serie de problemas o se presentan opciones muy dolorosas. En mis conferencias, a menudo expongo una diapositiva donde se ven unos médicos limpiando afanosamente el piso alrededor de un fregadero, donde el agua se desborda sin cesar, sin cerrar la llave.

Las decisiones diarias respecto a nuestro estilo de vida, alimentación y cómo llevamos nuestra vida, se encuentran entre las causas ocultas más importantes de la obesidad y de otras enfermedades crónicas. Pero existe un origen aún más profundo que afecta poderosamente las decisiones de nuestro estilo de vida: la separación de lo que realmente somos; la percepción errada de que estamos separados y solamente separados. Esto es lo que Marianne describe de forma tan elocuente e inteligente en este libro.

La información es importante, pero por lo general no es suficiente para motivar cambios duraderos en la dieta y en el estilo de vida. Si así fuera, todos estaríamos delgados y sanos, puesto que la mayoría de la gente sabe cuáles alimentos son sanos y cuáles son perjudiciales. Nadie fumaría. Todo aquel que fuma sabe que no es bueno para su salud: la advertencia del Cirujano General está en todos los paquetes de cigarrillos, por lo menos en este país. No obstante, una tercera parte de los estadounidenses todavía fuman. Claramente, debemos trabajar a un nivel más profundo.

La verdadera epidemia no es solo la obesidad, las enfermedades del corazón y el cáncer; es la soledad, la depresión y el aislamiento. Si tratamos estos asuntos más profundos, será más fácil que las personas realicen cambios duraderos en sus conductas.

En nuestros estudios, pasaba mucho tiempo con los participantes a lo largo de un periodo de varios años, llegando a conocernos mutuamente muy bien, y una confianza muy poderosa surgía.

Les preguntaba: “Díganme una cosa. ¿Por qué comen demasiado? ¿Por qué fuman? ¿Por qué toman demasiado alcohol? ¿Por qué trabajan demasiado? ¿Por qué abusan de las drogas? ¿Por qué pasan tanto tiempo frente al televisor? ¿Por qué pasan tanto tiempo en el Internet o jugando video juegos? Estas conductas me parecen que denotan una falta de adaptación”.

Me respondían: “Dean, tú no entiendes. Estas conductas no son anormales, son muy normales, pues nos ayudan a superar el día. Anestesian nuestro dolor emocional”.

Superar el día se convierte en algo más importante que tener una larga vida cuando uno se siente solo, deprimido y aislado. Tal como me dijo un paciente: “En este paquete de cigarrillos tengo 20 amigos. Siempre están ahí para mí, nadie más lo está. ¿Quieres quitarme a mis 20 amigos? ¿Qué me vas a dar a cambio?”.

Otros pacientes se refugian en la comida. Como alguien me dijo en una ocasión: “Cuando me siento solo, como muchos alimentos grasosos; hacerlo apacigua mis nervios y anestesia mi dolor. Puedo llenar el vacío con comida”. Existe una razón por la que a los alimentos grasosos se les denomina “comida reconfortante”. Tenemos muchas formas de anestesiar, eludir y distraernos del dolor.

Tomar conciencia es el primer paso para la sanación. Parte del beneficio del dolor es llamar nuestra atención, ayudarnos a hacer la conexión entre la razón de nuestro sufrimiento y el momento de nuestro sufrimiento, para que todos podamos tomar decisiones más divertidas y sanas.

Experimentar dolor emocional y desdicha puede ser un catalizador poderoso para transformar no sólo conductas como la dieta y el ejercicio, sino también para ocuparnos de los asuntos más profundos que realmente nos motivan.

“Pues bien, puede ser difícil cambiar, pero estoy sufriendo tanto, que estoy dispuesto a intentar algo nuevo”. En este punto, las personas, guiadas apropiadamente, están más dispuestas a elegir opciones para su estilo de vida que ayuden a mejorar su calidad, que aquellas que son autodestructivas.

Debido a que los mecanismos que afectan nuestra salud son tan dinámicos, cuando trabajamos a un nivel más profundo, estamos más propensos a sentirnos mucho mejor, y de una manera muy rápida, que se replantean las razones para cambiar del miedo a la muerte hacia la alegría de vivir.

La alegría, el placer, la libertad y el amor apoyan la vida. Incluso, más que sentirse sanos y perder peso, la mayoría de la gente desea sentirse libre y en control.

Por esta razón, las dietas no funcionan. Las dietas tienen que ver con lo que uno no puede tener y con lo que uno debe hacer. Si usted comienza una dieta, es muy probable que la abandone tarde o temprano. Si comienza un programa de ejercicios es muy probable que también lo abandone tarde o temprano.

Además, las dietas se basan a menudo en el miedo de que algo malo le puede ocurrir si no lo hace: un ataque al corazón, un derrame cerebral o cáncer. Los esfuerzos que tratan de motivar a las personas a cambiar su estilo de vida basados en el miedo, no funcionan, porque no queremos creer que algo realmente malo puede llegar a ocurrirnos, por lo cual, no pensamos en eso.

El miedo no es un motivador sustentable. ¿Por qué? Es muy intimidante. Todos sabemos que vamos a morir un día, la tasa de mortalidad sigue siendo del 100% por persona, ¿pero quién quiere pensar en eso? Incluso los pacientes que han tenido ataques al corazón, por lo general, cambian solo durante unas semanas antes de volver a sus antiguos patrones de vida y alimentación.

El lenguaje del cambio conductual a menudo tiene una calidad moralista que desanima a muchas personas (como “hacer trampa” en una dieta). Hay una distancia muy corta entre considerar la comida “buena” o “mala”, y considerarse uno mismo “bueno” o “malo”, si se consumen uno de esos alimentos, y esto crea una espiral descendiente en un círculo vicioso.

Por otra parte, el término “acatamiento del paciente” tiene inherente un tono fascista y espeluznante, pues suena como que una persona está siendo manipulada o entregando su voluntad a otra. A corto plazo, es posible que yo logre presionarlo para que cambie su dieta, pero tarde o temprano (por lo general más temprano que tarde), una parte de su ser se rebelará. (Recuerde, “No comerás de la manzana” no funcionó, y eso que fue Dios quien lo dijo...).

La fuerza de voluntad es solo otra forma de decir que usted se está forzando a sí mismo para hacer algo, y presionarse para hacer algo no es sustentable. Repito, lo sustentable es el amor, la alegría, el placer y la libertad.

Cuando inevitablemente abandonamos una dieta, por lo común nos reprochamos. Por consiguiente, la humillación, la culpa, la ira y la vergüenza son inherentes a la mayoría de las dietas y programas de cambio de estilo de vida, y estas emociones están entre las más tóxicas de todas.

Por el contrario, con Marianne, como nuestra guía, podemos retroceder al origen de nuestro sufrimiento: hemos olvidado quiénes somos realmente. La palabra salud proviene de la raíz “integrarnos”. La palabra yoga se deriva del sánscrito y significa “acoplar”, reunir. La ciencia está ayudando a documentar la sabiduría de las tradiciones antiguas.

Las relaciones íntimas son sanadoras. La confianza lo es todo, porque solamente podemos intimar al grado que nos hacemos emocionalmente vulnerables. Una relación de compromiso total permite que las dos personas confíen plenamente la una en la otra. La confianza nos hace sentir seguros. Cuando nos sentimos seguros, podemos abrir nuestro corazón ante la otra persona y estar completamente desnudos y vulnerables ante ella: física, emocional y espiritualmente. Cuando nuestro corazón está completamente abierto y vulnerable, podemos experimentar niveles profundos de intimidad, los cuales son sanadores, gozosos, poderosos, creativos e intensamente eufóricos. Podemos entregarnos mutuamente en razón de nuestra fortaleza y sabiduría, no en razón de nuestro miedo, debilidad u obediencia.

Si esa confianza ha sido violada por abuso físico, sexual o emocional, especialmente si ha sido de parte de un familiar que se supone que está para protegernos, las relaciones íntimas pueden ser peligrosas y atemorizantes. Comer excesivamente se convierte con frecuencia en una forma de protegernos de más abusos, pero también nos priva de la intimidad sanadora que la mayoría de nosotros deseamos.

Los valores de la comunidad, la compasión, el perdón, el altruismo y el servicio son parte de casi todas las tradiciones espirituales y religiosas, así como de muchas organizaciones seculares —a esto lo llama el filósofo alemán Leibniz “filosofía perenne”— los fundamentos comunes y eternos de todas las religiones, una vez que uno va más allá de los rituales y las formas que demasiado a menudo se usan para dividir en vez de unificar.

El altruismo, la compasión y el perdón pueden ser tan sanadores para el que los ofrece como para el que los recibe, porque dar con un corazón abierto ayuda a sanar del aislamiento y la soledad que nos separa. Cuando perdonamos a los demás, eso no excusa sus acciones; nos libera de nuestro propio estrés y sufrimiento. Esto permite niveles profundos de intimidad y comunidad: poderosas fuentes de sanación. Cuando el odio se encuentra con el amor y el miedo con la esperanza, esto lo transforma a usted así como a las personas que lo rodean.

Los antiguos swamis y rabinos, monjes y monjas, mullahs y maharishis, no usaban las prácticas espirituales simplemente como técnicas poderosas para el manejo del estrés, aunque lo son. También son herramientas poderosas para la transformación y la trascendencia, ofrecen una experiencia directa de lo que significa sentirse felices y en paz, si simplemente dejamos de perturbar nuestro estado natural de paz interior.

Estas técnicas no brindan paz y felicidad; sencillamente, nos ayudan a experimentar y a descubrir de nuevo la paz interior que ya está ahí, una vez que dejamos de perturbarla. Como el maestro espiritual ecuménico Swami Satchidananda decía a menudo: “No soy hindú hacedor; soy deshacedor”.

La oración y la meditación nos permiten tener acceso a nuestra sabiduría interna de forma más intencional. ¿Alguna vez se ha despertado en medio de la noche encontrando la solución a un problema que lo había estado molestando? Todas las tradiciones espirituales la describen como una “voz quieta y tenue en nuestro interior”, una voz que habla muy claro, pero muy calladamente. A veces está apagada por el parloteo y las ocupaciones de la vida diaria. Para muchos, la única ocasión en que la mente está lo suficientemente callada para escuchar nuestra propia voz interna es cuando nos despertamos en medio de la noche. En algunos momentos nos dice: “Escucha, presta atención. Tengo algo importante que decirte”.

Al final de una sesión de meditación —ya sea de un minuto o una hora— mi mente está mucho más callada y calmada, por lo que puedo escuchar con mayor claridad esa vocecita sosegada. Entonces, me pregunto: “¿Qué es lo que debo escuchar que no le estoy prestando atención?” Entonces, espero y escucho.

Con el tiempo, he aprendido a confiar y a reconocer mi voz interior. Todos pueden hacerlo. Cuando practicamos a escuchar nuestra voz interior, en momentos de silencio, aprendemos a tener acceso a ella en los momentos estresantes cuando más la necesitamos.

Si le prestamos atención a nuestra sabiduría interior, a menudo podemos reconocer los problemas en sus etapas más tempranas, cuando son más fáciles de rectificar. Como dijo en una ocasión Oprah Winfrey: “Escucha el susurro antes de que se convierta en un grito”.

La meditación, la oración y otras prácticas espirituales pueden ofrecer una experiencia directa de la interconexión de la vida. En un nivel, todos estamos separados y distanciados mutuamente. Usted es usted y yo soy yo.

En otro nivel, las prácticas espirituales llevadas a la suficiente profundidad, nos permiten experimentar que somos parte de algo mucho más grande que nos conecta, sea cual sea el nombre que le demos (incluso darle un nombre es limitar lo que es una experiencia ilimitada). Somos parte y no estamos aparte de todos y de todo. Somos Eso. En este contexto, el amor no es algo que recibimos; es lo que somos.

Cuando podemos mantener esa “doble visión” —tanto la dualidad como la unidad subyacente— podemos entonces disfrutar la vida con más plenitud y lograr mucho más sin sufrir ni estresarnos tanto, desde un lugar de integridad en lugar de carencia, de un sentimiento de interconexión en lugar de separación y aislamiento. Nuestras vidas se convierten en manifestaciones de amor, en actos de amor: la fuerza más poderosa del universo.

Y, por cierto, es muy probable que pierda peso y no lo recupere, pues perder peso de forma permanente es consecuencia de una sanación profunda. Este libro ilumina, de forma brillante, el sendero que nos aleja de la oscuridad.

Doctor Dean Ornish, fundador y presidente del Instituto para la Investigación de la Medicina Preventiva; catedrático de medicina,

Universidad de California, San Francisco www.pmri.org

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