La niña de los embustes, Teresa de Manzanares
Natural de Madrid.

 

Por don Alonso de Castillo Solórzano

 

APROBACIÓN

 

Puédese dar licencia para que se imprima y salga a luz este librito, cuyo título es: La niña de los embustes, Teresa de Manzanares, por don Alonso de Castillo Solórzano. Porque ni contiene cosa que impida su publicación y, según el argumento que trata, tiene muchas buenas y de curiosidad y entretenimiento; de donde se pueden sacar documentos morales y escarmientos en cabeza ajena, que son dicha para quien de semejantes se sabe aprovechar. Éste es mi parecer.

 

En Santa Caterina de Barcelona, a 19 de abril 1632.

 

Fray Tomás Roca.

 

Atenta approbatione imprimatur, ha[e]c die 24 aprilis 1632.

 

Claresualls, Vicarius Generalis et Officialis.

 

 

 

 

 

 

APROBACIÓN

 

Por comisión del muy ilustre señor don Miguel Sala, del Consejo del Rey, nuestro señor, y Regente de la Real Cancellaría[1] en este Principado de Cataluña y Condados de Rosellón y Cerdaña, he leído este libro que se intitula La niña de los embustes, Teresa de Manzanares, compuesto por don Alonso de Castillo Solórzano, y no reconozco en él cosa que disuene a nuestra cristiana educación, ni puede debilitar las buenas costumbres; antes, con sus consejos, servir para alentarlas, y con sus avisos, a quien le leyere quedar licionado a portarse bien en lo que le pueda suceder. Y así puede salir a luz para que todos le reciban. Éste es mi parecer.

 

En el monasterio de la Santísima Trinidad de Barcelona, a 21 de agosto 1632.

 

El Maestro Fray Francisco Viader,
Ministro de la Trinidad.

 

Huiusmodi relatione atenta, mandetur typis.

 

Don Michael Sala, Regens.

 

 

 

 

 

 

A JUAN ALFONSO MARTÍNEZ DE VERA

Caballero de la Orden de Santiago, Tesorero y Teniente de

Baile de la ciudad de Alicante.

 

Desde que ocupé la pluma en la primera línea deste pequeño volumen, puse la mira en hacer elección de vuesa merced para que, a su sombra, pasasen muchos yerros que tendrá más seguros de la censura de tantos detractores, que se hallaran sin tal patrocinio; que, delincuentes contra los preceptos del arte, como hijos de ingenio tan lego, sólo tendrán de alabanza el haberse acogido a tan buen sagrado.

Atrevimiento ha sido poner a vuesa merced en tal empeño, y no le disculpan sino mis buenos deseos, que han querido en esto dar muestra de mi voluntad, haciendo a vuesa merced dueño de mis pensamientos. Si no fueren como merece el protector, de generosos pechos es el perdonar estas osadías, por el acierto de ponerse en tal seguro.

Vuesa merced admita este servicio, por primicia de muchos que le pienso hacer en mayores asuntos, cuya persona guarde Nuestro Señor como deseo.

 

Don Alonso de Castillo Solórzano.

 

 

 

 

 

 

PRÓLOGO AL LECTOR

 

Teresa de Manzanares, hija nacida en las verdes riberas de aquel cortesano río, se presenta con sus embustes a los ojos de todos. Su travesura dará escarmientos para huir de las que siguen su profesión, y esto sea disculpa de haber sacado a luz su vida, formada de los sucesos de muchas, que han servido de hacer aquí un compuesto. Si, malicioso y mordaz, te atrevieres a censurar este breve discurso, lo sucinto del te dará poca materia para dilatados vituperios. Considérale con la inten[c]ión que le escribí, que fue para advertir descuidados y escarmentar divertidos, no para ser blanco de Zoilos,[2] que ponen su atención más en calumniar leves yerros que en enmendar pesadas culpas de su mala inclinación. Ingenio arguye una buena censura, fundada en fuertes razones, si no la adulterase el querer hacer alarde de superior juicio, a la vista de tantos que pueden decir que quien en esto se ejercita tome la pluma para hacer otro tanto, y verá si comete yerros. Los muchos que aquí hallarás supla tu discreción, corrigiendo en secreto y honrando en público.

Vale.

 

 

La niña de los embustes

 

Escribo la vida, inclinaciones, costumbres y maquinaciones de una traviesa moza, de una garduña racional, taller de embustes, almacén de embelecos y depósito de cautelas. Con sutil ingenio fue buscona de marca mayor, sanguijuela de las bolsas y polilla de las haciendas. Con lo vario de su condición fue malilla[3] de todos estados, objeto de diversos empleos[4] y, finalmente, desasosiego de la juventud e inquietud de la ancianidad. Parte destas cosas heredó por sangre y mamó en la leche, y parte ejecutó con travieso natural y depravada inclinación, pudiendo bien decirse por ella aquellos dos versos de un romance[5] antiguo:

 

dellas me dejó mi padre,

dellas me ganara yo.

 

Teresa de Manzanares es el asunto deste pequeño volumen, nombre que se le puso en la pila con el agua del baptismo, y el apellido con la del río de Madrid, en cuya ribera se engendró este bullente azogue con alma, o esta alma infundida en azogado cuerpo. Sus pueriles travesuras la dieron nombre de La niña de los embustes, título que honra este libro, prosiguiendo con ellos por todo el discurso de su vida, como ella misma hace relación al lector, a quien se la cuenta desde el origen de sus padres. En ella podrá advertir los daños que se pueden prevenir para guardarse de engaños, para abstenerse de vicios, huyendo de vida tan libre y condición tan obscura.