Los grandes hombres de letras [...] no desaprovecharán la ocasión para opinar que mis ideas son totalmente ridículas; o harán algo aún mejor, las ignorarán por completo de una manera elegante. ¿Sabe por qué? Porque dicen que no soy del gremio.
Johann Wolfgang Goethe1
La metamorfosis de novelista en ensayista histórico ha sido un proceso sorprendente y completamente antinatural, pero siempre placentero. Algunos aliados, amigos e íntimos han participado activamente en esta transformación. Todo comenzó con Alexander Krämer, quien me explicó que los nazis tomaban muchas drogas y comentó si no habría ahí un buen material para una película. Fuimos tras la idea y, cuando Janina Findeisen me propuso visitar archivos para investigar las circunstancias reales, la fascinación fue en aumento. A este respecto agradezco cariñosamente a todos los archiveros que me prestaron su ayuda en Berlín, Sachsenhausen, Coblenza, Marbach, Múnich, Friburgo, Dachau y Washington. En el historiador Peter Steinkampf encontré una temprana inspiración. Otro experto a quien debo un agradecimiento especial es Volker Hartmann, de la Academia de Sanidad del Bundeswehr. Gracias también a mis otros correctores, Martina Aschbacher, Michael Dillinger, Frank Künster, Konrad Lauten y Wolfgang Ohler, mi padre. De entre los especialistas que me ayudaron, me gustaría mencionar a Winfried Heinemann, Peter Berz y Werner Berg, así como a Gorch Pieken, director científico del Museo de Historia Militar del Bundeswehr, su colaborador Jens Wehner y Hans Roth, quien me enseñó las ruinas del Felsennest. Quiero dar las gracias especialmente a Douglas Gordon, cuya ayuda no solo se limitó al diseño de la cubierta de la edición original. Un apoyo inestimable recibí de mi técnico editorial Lutz Dursthoff, mi agente Matthias Landwehr y de Helge Malchow, mi editor, quien tuvo la idea inicial de publicar este material en forma de libro de no ficción. Y, sobre todo, quisiera dar las gracias a Hans Mommsen, el gran historiador contemporáneo, de quien he recibido un gran apoyo. En todo caso, he constatado que un libro de no ficción es un proceso colectivo. Por ello, doy las gracias de corazón a todas las personas que me han ayudado, tanto a las que acabo de nombrar como a las que no.
Norman Ohler, Sils-Maria, verano de 2015