Un prospecto
a modo de prólogo


Di con el material en Coblenza, en el austero entorno del Archivo Federal de Alemania, un edificio de paneles de hormigón y piedra vista construido en los años ochenta. El legado de Theo Morell, el médico de cabecera de Hitler, me atrapó y ya no pude dejarlo. Una y otra vez hojeaba su dietario, un compendio de notas crípticas referidas a un tal «paciente A». Con una lupa intentaba descifrar una letra prácticamente ilegible. Las páginas estaban repletas de garabatos y con frecuencia aparecían anotaciones como «Inj. w. i». o, simplemente, «x». Poco a poco me fui dando cuenta de que se referían a inyecciones diarias, sustancias extrañas y dosis crecientes.

Cuadro clínico

Todos los aspectos del nacionalsocialismo están aclarados. La enseñanza de la historia ya no presenta lagunas y los medios de comunicación se encargan de no dejar cabos sueltos. El tema se ha tratado hasta el último matiz y desde todos los ángulos. La Wehrmacht nacionalsocialista es la fuerza armada más investigada de todos los tiempos. No hay realmente nada que creamos no saber sobre esa época. El III Reich parece hermético. Cualquier intento de sacar a la luz algo nuevo sobre él tiene algo de forzado, casi ridículo. Sin embargo, no lo comprendemos todo.

Diagnóstico

Las drogas en el III Reich son un tema sorprendentemente poco conocido no solo entre el gran público, sino también por los historiadores. Trabajos científicos y periodísticos han tratado parcialmente la cuestión, pero hasta el momento no existe ninguna visión de conjunto.1 Faltaba una exposición amplia y bien documentada de cómo los estupefacientes marcaron los acontecimientos en el Estado nazi y en los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial. Porque si no entendemos el papel de las drogas en el III Reich ni indagamos en los estados de conciencia relacionados con ellas, nos estamos perdiendo algo.

El hecho de que hasta hoy no se haya prestado la debida atención a la influencia de las sustancias alteradoras de la conciencia en el capítulo más oscuro de la historia alemana se debe al propio concepto nacionalsocialista de lucha antidroga, el cual establecía controles estatales sobre dichas sustancias y prohibía las drogas en general. Por ello, estas han desaparecido del campo de visión imparcial de las ciencias —en las universidades no se ha elaborado hasta hoy ningún estudio completo al respecto—, la vida económica, la conciencia pública y la observación histórica, y han sido relegadas al vertedero de la mala reputación por su relación con la economía sumergida, la adulteración, la criminalidad y la semicultura de aficionados.

Sin embargo, se puede poner remedio y acometer una interpretación de los hechos reales que esclarezca las circunstancias estructurales, que esté comprometida con lo artesanal y que, en lugar de lanzar tesis aventuradas (que serían injustas con la realidad histórica y su desilusionante crueldad), esté al servicio de una exploración detallada de los hechos históricos.2

Potencia del contenido

High Hitler se mete en la piel de unos asesinos en masa ávidos de sangre y de un pueblo obediente que había que limpiar de todo veneno racial o de otra índole, y se adentra en sus venas y arterias, por las cuales no corría precisamente pureza aria, sino química alemana —bastante tóxica, por cierto—. Porque, a pesar de las prohibiciones, cuando la ideología no daba para más, se recurría sin escrúpulos a los fármacos para darse un empujoncito, tanto en las bases como en las élites. Hitler también dio ejemplo en este sentido —incluso las fuerzas armadas recibieron ingentes provisiones de metanfetamina (el estimulante hoy conocido como crystal meth o meta) para sus campañas de conquista—. En su contacto con las drogas, los perpetradores de entonces demuestran una hipocresía cuyo desvelamiento arroja nueva luz sobre aspectos decisivos de sus actos. Cae una máscara que ni siquiera imaginábamos que existiera.

Peligros durante la lectura

Siempre se puede caer en la tentación de conceder demasiada importancia a lo que se ve con la lente de las drogas y construir una leyenda histórica más. Por ello, hay que tener en cuenta que la historiografía nunca es solamente ciencia, sino que siempre es, además, ficción. Estrictamente hablando, en esta disciplina no hay «libros de no ficción», ya que la propia clasificación de los hechos es un proceso creativo en sí mismo —o, como mínimo, se apoya en modelos interpretativos sometidos a influencias culturales externas—. Tomar conciencia de que la historiografía es, en el mejor de los casos, literatura, reduce el peligro de engaño durante la lectura. Lo que aquí se presenta es una perspectiva distorsionada no convencional, con la esperanza puesta en sacar algo en claro de esta distorsión. La historia de Alemania no se refunde ni se reescribe en estas páginas, pero sí se cuenta de una manera —en el mejor de los casos— más precisa en algunos de sus episodios.

Efectos secundarios

Este preparado puede provocar efectos secundarios, pero no tienen por qué afectar a todos los lectores por igual. Frecuentes o muy frecuentes: alteraciones de la visión del mundo causadas por irritación cerebral, a menudo unidas a náuseas o dolor de estómago. Estas molestias suelen ser de carácter leve y remiten durante la lectura. Ocasionales: reacciones de hipersensibilidad. Muy raros: Alteraciones graves y persistentes de la percepción. Como medida paliativa en todos los casos, prolónguese la lectura hasta el final para que el efecto ansiolítico y anticonvulsivo alcance el objetivo sanador.

Conservación de este libro

Manténgase fuera del alcance de los niños. Fecha de caducidad sujeta al estado actual de las investigaciones.