¿Podemos evitar tanto alimento in-SANO? Debemos ser pragmáticos y preguntar: ¿hay alguna manera de alimentarse que haya demostrado ser capaz de impedir que las personas contraigan obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares, las «enfermedades de la civilización»?
Sí. Podemos volver a comer como se comía antes de la civilización. Podemos comer lo que encontramos directamente en la naturaleza: verdura, pescado, carne, huevos, fruta, frutos secos y semillas. Podemos comer alimentos ricos en agua, fibra y proteínas. Es lógico. ¿Por qué iba nada o nadie a «diseñarnos» de modo que tuviéramos que seguir una dieta baja en grasa, baja en proteínas y rica en almidones que no ha estado disponible durante el 99,8 % de nuestra historia? Y si le recuerda a las dietas paleolítica y primal es porque se parecen mucho. Las dietas paleolítica y primal son ricas en verduras de alta densidad nutricional y pobres en almidones y azúcares, por lo que son extraordinariamente SANAS y efectivas. Recuerde que el objetivo de la alimentación SANA es mejorar nuestro estilo de vida actual, no eliminarlo.
Cuanto más cercano sea un alimento a la verdura que recolectaríamos o al animal que cazaríamos, más SANO es. Y si hay que hacer cualquier cosa además de cocinar o de cortar la planta o el animal antes de que nos llegue al estómago, lo más probable es que no deba acabar ahí. Esto no tiene nada que ver con la distinción entre alimentos orgánicos y no orgánicos. Hasta que alguien descubra un árbol de cereales azucarados, una planta de pasta o un arbusto de pan, los arándanos de toda la vida son más SANOS que los cereales, la pasta o el pan orgánico. Para ilustrar rápidamente esta idea, mire la gráfica siguiente y rodee con un círculo cómo obtenemos cada uno de los alimentos de la lista. Encontrará las respuestas en la nota situada al pie de la tabla.
Recuerde que es una regla general. Hay excepciones. Algunas de ellas son la proteína en polvo y las barras de proteína bajas en azúcares, la cecina baja en azúcar, el queso fresco, y el yogur griego natural. Estos alimentos son fuentes saludables de proteínas, así que disfrútelos aunque nuestros antepasados no dispusieran de ellos. Tampoco tenían electricidad y eso no significa que estemos mejor sin ella. Por otro lado, y aunque los almidones como los de las patatas, el arroz y el maíz sí que estaban disponibles entonces, es mejor evitar estos alientos, debido a su contenido relativamente bajo en agua, fibra y proteínas.*
A no ser que nuestro sistema metabólico se haya transformado por completo en el último 0,02 % de nuestra historia evolutiva (los 12.000 años que han transcurrido desde el descubrimiento de la agricultura), llenarlo de sustancias para cuya digestión no está diseñado provocará una obstrucción. El doctor John Yudkin, de la Universidad de Londres, explica que las adaptaciones evolutivas importantes del genoma humano exigen entre 1.000 y 10.000 mil generaciones. «Si ha habido grandes cambios en el entorno del hombre en períodos mucho más cortos, es probable que aparezcan indicios de que el ser humano no se ha adaptado plenamente y es muy probable que esto se presente en forma de enfermedades.»1 En pocas palabras: nosotros no hemos cambiado, pero la calidad de nuestra dieta sí. Y esto ha hecho que engordemos y que contraigamos diabetes y otras enfermedades.
Un estudio del Centro Médico de Southwestern, de la Universidad de Texas, concluyó que la dieta moderna aumenta casi todos los factores de riesgo para las enfermedades de la civilización, en comparación con una dieta prealmidones y preedulcorantes. Un trabajo similar en la Clínica Haimoto, la Universidad de Lund y el Centro Médico de la Universidad de Duke ha demostrado que una dieta más natural es la mejor para acabar con las obstrucciones. En un estudio de la Universidad de Melbourne, cazadores recolectores australianos de mediana edad empezaron delgados y sin diabetes de tipo 2; cambiaron a una dieta inspirada en las directrices del Gobierno, y engordaron y contrajeron diabetes de tipo 2. Luego, volvieron a su dieta natural. En sólo siete semanas perdieron un promedio de 7,5 kilos.
La lista de estudios que llegan a las mismas conclusiones es interminable, pero los investigadores de la Universidad Emory hacen un resumen perfecto: «Seguir una dieta parecida a la que los seres humanos están adaptados genéticamente debería posponer, mitigar y, en muchos casos, prevenir por completo toda una serie de enfermedades que nos debilitan».2
A continuación, explicaremos detalladamente cómo.