Capítulo 14
SIMBOLISMO ANIMAL

NO CABE DUDA DE QUE EL PRESENTE APARTADO es uno de los más complejos en el estudio de las imágenes del Románico. El Bestiario Medieval es tan sumamente variado que cualquier pequeño detalle que escape a nuestra observación puede conducirnos a deducir un significado incorrecto. Unas pezuñas en lugar de unas garras, o que una postura sea reposada o agresiva, modificarán el sentido de la misma criatura evocada, si no estamos suficientemente atentos a eso detalles, por nimios que parezcan, habremos perdido el auténtico sentido de la idea o mensaje que quiso representar su autor.
Autores tan antiguos como Aristóteles (Historia animalium), Plinio el Viejo (Historia natural) o Plutarco (Mo ralia). Habían tratado el mundo animal. Y fue en el si glo IV cuando se tradujo al latín la obra clave del Phisiologus, un tratado probablemente escrito en Ale jandría en el siglo II de nuestra era, que describía a los animales y mostraba sus costumbres como un reflejo del mundo moral. Se le ha atribuido en su redactado a manuscritos griegos o a autores como san Basilio, san Jerónimo o san Epifanio entre otros. Dicho contenido fue creciendo con el paso del tiempo convirtiéndose en el origen de los numerosos bestiarios que circularon por el Medioevo, muchos de ellos con numerosas ilustraciones.

Portada del Cordero, San Isidoro de León, uno de los grandes tesoros del arte románico.
A todo ello debe de añadirse también la tradición de los fabulistas clásicos, como Esopo, que influyeron en los fabulistas medievales, cuyas obras eran incluso recomendadas por los Padres de la Iglesia. Por otra parte, el libro sagrado por excelencia del cristianismo, la Biblia, contiene numerosas referencias a esta manera tan singular de comprender la función de los animales y a la propia naturaleza, haciendo alusión en muchas ocasiones, a los significados metafóricos, alegóricos o simbólicos, como por ejemplo al carnero, emblema del sacrificio, el árbol de la Vida, la paloma y, sobre todos ellos, la figura de Cristo como cordero, tomada del Apocalipsis.
El Neoplatonismo, que fue defendido por San Agus tín, generó durante gran parte de la Edad Media la certeza de que el mundo natural era únicamente una apariencia tras la que se escondía la verdadera realidad trascendente de Dios. El arte de entonces debía olvidarse de representar a la Naturaleza tal y como se percibía e ir más allá y manifestar la esencia oculta que se encontraba tras lo aparente. Se buscaba de este modo el concepto y la racionalidad de las potencias divinas manifestadas. La arquitectura y la estructura del edificio se rigen por un uso exclusivo de formas geométricas muy simples, en los que círculos, cuadrados y cilindros se disponen de forma ordenada y simétrica. Las denominadas Ley del Marco y Ley del Esquema Geo métrico serán las predominantes a seguir en el campo de la escultura y la iconografía siempre subordinadas a estos conceptos arquitectónicos.
La Ley del Marco obliga al artesano del Románico a adaptar su obra a las formas y volúmenes arquitectónicos. Ello podemos verlo claramente en los llamados tímpanos, pues su forma circular obliga a la iconografía a adaptarse a diferentes alturas y en ocasiones a estar inclinados de ma nera forzada debido a su trazado semicircular, evitando con ello romper la armonía del conjunto. En cuanto a la Ley del Esquema Geométrico exige al escultor una adaptación a sus figuras según los cánones de una geometría preestablecida y siguiendo una simetría acorde con la simplicidad de conceptos geométricos básicos como pueda ser un triángulo, un cuadrado, círculos o un pentalfa tal y co mo puede apreciarse en los bocetos del famoso Honnecurt y el trazado de sus dibujos siempre basados en estos parámetros.
No podemos olvidar que, en su origen, el arte cristiano no crea, no inventa nada. Lo que hace es tomar «prestadas» formas ya creadas y cambiarles sus contenidos. Por ejemplo, Cristo pasa a ser representado como el Buen Pastor tomando la forma física del portador de ofrendas del arte griego (el moscóforo) y cambiando el significado del mismo, o la corona de laurel que representaba la gloria terrenal en el mundo romano pasa a significar en el cristianismo la resurrección. Con los animales, sucederá exactamente lo mismo. Se trajeron y adaptaron motivos egipcios, mesopotámicos, persas o asirios de los que se nutrirá la fauna románica y que, junto a los bestiarios y la influencia musulmana, resurgirán a partir del siglo X, una de las figuras con más vitalidad en el ámbito románico: el monstruo. Se trata de un resurgimiento y no de una innovación en la iconografía simbólica, pues esta unión de distintos animales que conforman a estos híbridos o incluso con partes humanas posee un origen antiquísimo que se remonta a la Prehistoria.

Los bocetos de Villard de Honnecourt parten de conceptos geométricos básicos para crear personajes, animales y escenas diversas.
Es preciso hacer una salvedad en este apartado dedicado a la impresionante iconografía del románico. Existen algunas objeciones que son precisas de resaltar cuando nos interesamos por el tema. En muchas ocasiones, esta iconografía pierde su simbolismo sencillamente porque no lo posee. Existen agrupaciones o conjuntos de figuras que sirven única y exclusivamente con fines puramente decorativos. De esta manera se cumplía una regla conocida como Horror Vacui, horror al vacío. Dejar espacios sin ornamentación se convertía en un auténtico quebradero de cabeza y ello se suplía llenando estos espacios con motivos sin carácter simbólico. A veces, dichos ornamentos se encuentran a ambos lados de aquellos que sí los poseen y en otras, sencillamente decorando una serie de metopas, canecillos o capiteles. Ello convierte este planteamiento en un auténtico problema incluso para los especialistas pues, además de las dudas que presentan, levantan a su vez controversias entre los estudiosos.
Retrocediendo en el tiempo y buscando los orígenes del simbolismo cristiano, vemos que se trata de un legado procedente del mundo helenístico del que bebió el Imperio Romano y finalmente la cultura judía que era antagónica en relación a su postura con respecto a las representaciones religiosas, puesto que la cultura clásica no concebía la divinidad sin una representación física. Ello chocaba frontalmente con los conceptos religiosos hebraicos que eran fundamentalmente anicónicos, es decir, contrarios a las imágenes. Para resolver dicho problema, se recurrió en un principio a la figuración indirecta, o sea, que una figura era una representación, un símbolo portador de un significado que iba más allá de su apariencia.

Un ejemplo donde se mezclan escenas con descripciones bíblicas y elementos simplemente ornamentales. Iglesia de Nuestra Señora del Manzano, Castrojeriz, Burgos.
Al principio, no había necesidad alguna de representar a la divinidad infinita, en parte por la creencia de que al crear Dios al hombre a su imagen y semejanza no había necesidad de su imagen. Además, el naciente cristianismo poseía elementos nuevos y diferenciales que le distinguían claramente del judaísmo: el descenso a la tierra de la encarnación de la segunda persona de la Trinidad. Este nuevo ideario venía a cambiar completamente la inexistencia de iconografía. En aquel instante, Cristo podía perfectamente tener una imagen física. Así es como al comienzo, ante la falta de documentos, se recurrirá a imágenes alegóricas del arte clásico. Luego serán animales representativos hasta que más tarde, con el paso del tiempo, se mezclarán motivos simbólicos y hechos presuntamente históricos de los Evangelios, hasta llegar a una iconografía del Redentor. Con el tiempo, la figura de Cristo, eje central del cristianismo, verá crecer el número de símbolos atribuidos a su persona llegando a constituir el denominado Bestiario de Cristo, plagado de diferentes especies de animales y cuya interpretación estará basada en los versículos bíblicos.

Los burros son frecuentes en el bestiario medieval, ya sea representando, como en este caso, a la Burra de Balaam, o a la que utilizó Jesús el domingo de Ramos para entrar en Jerusalén. Capitel en la iglesia de Andaluz, Soria.
A partir de aquí surge el arte cristiano debido a una necesidad puramente pedagógica. Pero es necesario trasladarse a la mentalidad de la época medieval para intentar comprender a aquellas gentes y la sociedad en la que se desarrollaban sus vidas. Para el hombre medieval todo cuanto le rodeaba era una emanación de la divinidad. En la mentalidad judeocristiana, toda la naturaleza como los aconteceres cotidianos dependían de Dios, reflejándose en toda su obra. El universo y, a través del conocimiento de éste, el ser humano podían acercarse a la divinidad para poder entender y aceptar los misterios que le rodeaban procedentes de Dios. Esta forma de pensar estaba enraizada en la Iglesia, la cual se valía de ella para poder influir en las masas. La institución tenía ante sí un pueblo inculto además de muy influenciable, que se encontraba atemorizado por las consecuencias del pecado y su castigo.
La Iglesia, de perseguida pasó a convertirse en perseguidora de las desviaciones que se producían dentro de su propio seno y de las agresiones exteriores. Precisaba de unas medidas de protección que ya fueron usadas por otras religiones de signo histérico como el Mitraísmo, el culto a Cibeles o a Isis, entre otras. El filósofo Pitágoras ya lo dijo en cierta ocasión: «no es bueno enseñar todo a todos». Con ello se establece una disciplina para que tan solo los neófitos elegidos reciban las enseñanzas de los llamados misterios. Y es precisamente a través del símbolo el que puede establecer ese vínculo de unión entre los elementos artísticos y orales que exceden el significado aparente de aquello que se ha representado. Así es como se irán tejiendo una serie de signos, palabras clave o llave, que abrirán las puertas de la trascendencia de la aparente realidad y que solo llegarán a conocer los iniciados. Todo lo que existe en el Universo es capaz de enviar un mensaje a los hombres al ser obra y manifestación de Dios. Nada mejor para descifrarlo a través de las figuras de animales pues el hombre del Medioevo tiene la convicción de que éstos están presentes para servirnos de ejemplo. Ellos representan vicios o virtudes y se convierten en el mediador, en el símbolo de unión entre el cielo y la tierra.
En realidad, la finalidad de todo ello era dirigirse a un público analfabeto. La piedra era un libro abierto para ellos y la pedagogía y las enseñanzas que pueden extraerse del edificio con esos aparentes ornamentos es aleccionar a los feligreses a cumplir las leyes de la Iglesia y a distinguir lo celestial de la demoníaco y las virtudes de los pecados si en un principio la iconografía del Románico utiliza el Antiguo Testamento como argumento para tales fines, pronto aparecerán escenas del Nuevo. Se trata en definitiva de la unión de conceptos simbólicos con descripciones de episodios de los Evangelios. Así es como el Románico y el Gótico se convierten en auténticas Biblias de piedra.

Un animal fantástico. Quizá representación de un pecado.
Ese bestiario, al igual que la iconografía vegetal, deriva en una simbología moralizante. Se trata de una comunicación de ideas y conceptos trascendentes cuyo medio de transmisión es el lenguaje simbólico Es así como el artista que confecciona dichas imágenes se encuentra plenamente sumergido en un mundo donde todo gira alrededor de la revelación y de la obra de Dios. Pero ello no implica que ésta sea la única y exclusiva interpretación y que la imagen no posea otros significados.
No todos los miembros de estos gremios eran grandes iniciados, en el sentido más amplio de la palabra. Evidentemente los había, pero eran aquellos que se encontraban en la cima de la jerarquía. Ellos eran quienes daban las instrucciones, dirigían e indicaban al artesano la imagen a esculpir, sin estar obligados a pormenorizar sus contenidos. Siempre ha sido así. El saber, el conocimiento y las verdades, pequeñas o grandes, han pertenecido a unos pocos.

MUNDO TERRESTRE

Los animales juegan un papel importantísimo en el mundo del símbolo. Desde un principio, y remontándonos al tiempo de los antiguos egipcios, el mundo animal era representativo de los secretos alquímicos. Un león rojo era sinónimo del oro, mientras que uno verde representaba el mercurio filosofal. El cuervo significaba la putrefacción de la materia y el lobo el antimonio.
El origen terrestre o aéreo de la especie de que se trate sirve para distinguir perfectamente propiedades, virtudes y defectos. Siguiendo en el terreno de la Alquimia, los animales alados simbolizan el principio volátil, mientras que los terrestres representan un principio fijo. Cuando contemplamos lo que aparenta ser una encarnizada pelea entre una criatura terrestre y una alada, se ilustra la lucha alquímica entre los principios opuestos que representan y también su correspondencia espiritual (la lucha entre cuerpo y alma, la materia y el espíritu).

La Serpiente

No cabe duda de que este símbolo ha sido el más utilizado, el más po lémico y el que más controversias ha levantado desde hace siglos. La serpiente ha visto como a través del tiempo, su interpretación ha sufrido tales cambios, que se han llegado a invertir completamente sus significados primigenios. Símbolo universal por excelencia, se la ha considerado guardadora o custodia de tesoros escondidos, es decir, tesoros no materiales sino saberes y conocimientos ocultos. Ha venido a representar el renacimiento del iniciado que, con su muerte simbólica y su resurrección en un nuevo estado del ser, en otro estado de conciencia, se asemeja al cambio de piel que el ofidio efectúa en cada primavera. En tanto se convierte en un hombre nuevo, es en realidad otro ser. Como todo símbolo resulta ambivalente, la ortodoxia religiosa ha encontrado en su imagen otro significado esotérico cristianizado como el hecho de despojarse de su piel. Dicha interpretación es la alegoría del ser humano que se desprende arrepentido de sus pecados y se deshace de su anterior condición por medio del Bautismo y la Penitencia. Otra visión, otro significado y otra valoración para un mismo símbolo.

Canecillo con dos serpientes en San Juan de Priorio, Asturias.
En el arte románico, este ofidio aparece profusamente, ya sea en su forma habitual, aladas con cualquier otro aditamento nacido de la imaginación y fantasía del escultor. En todo el orbe cristiano, desde su origen ha sido y sigue siendo el animal más maléfico de todos y así ha sido representado en los momentos más desgraciados del ser humano, como la escena del pecado original o las escenas de la lujuria o el infierno. Para el clasicismo o la Tradición, poseía un sentido generacional que más tarde pasó con el cristianismo en su aspecto negativo y como generadora del pecado Si anteriormente era el elemento fundamental de las religiones terrestres o telúricas, se ofrecía con el cristianismo una religión eminentemente celeste, como portadora de todos los males.
Si anteriormente representaba a las divinidades tradicionales, ahora no podía representar más que todo lo contrario. La enemiga de Dios, a la que la Mujer aplasta la cabeza, anticipando de este modo el triunfo de Cristo. A través de la Biblia, la serpiente se ofrecía al hombre medieval como su peor enemigo. Así se convierte en la causa de todos los males y representa un simbolismo demoníaco indiscutible.
En el Románico, su uso será muy frecuente cuando simbolice a la lujuria, sobre todo las aladas o monstruosas y el castigo de dicho vicio suele representarse por una o varias mujeres a las que las serpientes muerden sus pechos. La misoginia, no lo olvidemos, estaba muy presente en los conceptos religiosos pues a la mujer también se la consideraba como promotora de muchos vicios. En el mundo medieval se achacan casi todos los males al género femenino, y así las mujeres se convierten en protagonistas en las escenas de lujuria o del castigo de la misma. Era como si para el pensamiento de la época y el ideario de la Iglesia, el hombre no existiera o bien éste era un pecador de segunda categoría, como si ello los convirtiera en una especie de «ranking» de lo pecaminoso.
En las antiguas culturas mediterráneas, el reptil era portador del conocimiento oculto, como en el caso de Egipto, cuyo faraón lo llevaba en su tocado como símbolo de poder y sabiduría. También los héroes míticos de distintos pueblos han estado siempre vinculados a la serpiente. Desde las sacerdotisas de la isla de Creta, que son representadas con serpientes en las muñecas, hasta los gnósticos que veían en el reptil al liberador de las prohibiciones del Demiurgo, que quería evitar que el hombre despertara de su ignorancia y alcanzara el conocimiento.
Prosiguiendo con el simbolismo del ofidio, recordaremos el famoso y conocido Caduceo de Hermes, adoptado por el médico Asclepio [29] como signo de conocimiento y sabiduría siguiendo a la antigua tradición. Ladón, otra serpiente que custodiaba las manzanas de oro (el conocimiento) del Jardín de las Hespérides, fue matada por Hércules para poder robarlas; es decir, para tomar posesión de lo áurico, de significación solar y espiritual, y alcanzar lo trascendente. O la famosa leyenda del griego Apolo, que vence a Pitón y construye sobre su guarida el templo de Delfos, que posteriormente sería conocido como centro iniciático de los misterios de primer orden. También en un mito germánico aparece Fafnir, la serpiente vencida por el héroe Sigurd, que se baña en su sangre y ad quiere así su sabiduría, hecho que recuerda los ritos de iniciación de Mitra, en los que la sangre de un toro cae sobre el iniciado encerrado en una jaula. A todo ello, puede añadirse que la letra «S» en ocasiones se convierte en un signo serpentario para representar el conocimiento oculto a los profanos. No es de extrañar que en algunos Crismones, veamos dicho signo in vertido y cuya interpretación sea otra muy distinta de la oficial.
Es conocida su representación con las corrientes cósmicas y telúricas, corrientes que en definitiva no son más que la expresión y el efecto producido por las acciones de las fuerzas emanadas del cielo y de la tierra. Su función religiosa o ritual aparece ya en el arte rupestre como deidades telúricas y como símbolo de las fuerzas terrestres. Una clara representación de los ciclos de la vida, del tiempo e incluso de la eternidad, es el conocido símbolo gnóstico del Ourobos, esa serpiente que se muerde la cola y que algunos asocian incluso como una representación alquímica.
La serpiente y el árbol como símbolos mitológicos son dos mil años más antiguos que el Cristianismo. Ambas imágenes ya aparecen en cerámicas sumerias dedicadas al Señor del Árbol de la Verdad y su grafismo son dos serpientes erectas y enroscadas de la misma forma que aparecen en el Caduceo de Hermes. Existen grabados antiguos en que el ofidio aparece acompañado por el sol o la luna. Si era representación de la Sabiduría, no es de extrañar que fuese llamada» el más astuto de los animales» en el Génesis y que influenciara en el mito del Edén.

Serpientes animales en un capitel. Están entrelazadas con otras con cabeza humana. Una representación quizá de las tentaciones que sufre el pecador. Ciudad Rodrigo, Salamanca.
Siglos más tarde, la todopoderosa Iglesia intenta borrar de la memoria colectiva los antiguos mitos y ritos profanos y la serpiente se convierte en una de las primeras víctimas. A partir de aquel momento, se transforma en un ser maléfico y demoníaco sobre la base del argumento bíblico del Génesis y la conocida historia del Edén con sus consecuencias. Al mismo tiempo, el hermano de la serpiente, el dragón, sigue la misma suerte. Con el paso del tiempo, irán apareciendo una serie de Vírgenes que vienen a sustituir a la Gran Madre, le tierra fértil, la Isis negra. Para que cumpla su misión celestial, la figura debe pisar la cabeza de la serpiente. Representando con ello la Victoria de lo bueno sobre lo malo, de la virtud sobre el pecado y de lo positivo sobre lo negativo. Esta inversión de los símbolos ha venido efectuándose desde hace siglos. El estudioso o el simple interesado puede encontrarse con un signo o una imagen con significados contrapuestos y ello puede conducirle por caminos erróneos o a interpretaciones equívocas.

Perros y Lobos

En distintas culturas el perro es símbolo propicio y representa la lealtad, la vigilancia y la destreza en la caza. Algunos santos y místicos están acompañados por dicho animal, cuya presencia se convierte en el conocimiento que adquiere el peregrino. En alquimia simboliza el azufre o el oro metálico, es decir, el físico. Cuando el cánido se presenta en su estado salvaje como lobo puede evocar también ideas positivas de auxilio, tal y como se ve en las mitologías de Oriente y Occidente que le atribuyen la función de guía, e incluso de maestro que conoce el secreto de los bosques, aunque esta connotación es difícil de encontrar en un contexto cristiano. La loba que en la antigua Roma resultaba una imagen materna por haber amamantado a Rómulo y Remo, en el mundo cristiano se convierte en la personificación del peligro y del mal por devorar las ovejas (los fieles) cuando éstas se alejan del Buen Pastor (la Iglesia). Aun que el lobo, junto al mono, era uno de los grados iniciáticos de las cofradías de constructores. En la alquimia, el lobo es símbolo del antimonio y por tanto de Saturno por sus propiedades de fijeza y solidez en contraposición del mercurio que es volátil.
El perro o can da nombre al canecillo, piedra esculpida generalmente que sobresale del muro y que se encuentra inmediatamente ba jo el tejado. También lle ga a simbolizar al compañero constructor, porque sigue las indicaciones de su amo (el maestro de obras). En ocasiones, cuan do lleva una piedra en la boca representa que se la ha dado el maestro para trabajar y construir el templo. Como el perro y el lobo son ambivalentes, tal y como sucede con la mayoría de símbolos, ello conduce a interpretaciones opuestas que no equívocas. Precisamente en los capiteles su figura se concibe como el Demonio y ello debido al Evangelio con las cartas de Pablo a los filipenses (3.2). Así mismo el Codex Calixtino [30] dice lo siguiente: «el perro suele ladrar al hombre y el lobo acostumbra a devorar ovejas. Por el perro y el lobo se designa al Diablo tentador del género humano. El demonio ladra al hombre cuando provoca a su mente a pecar con el ladrido de sus sugestiones. Muerde como el lobo, cuando impulsa sus miembros hacia el pecado y por la costumbre de vivir en la culpa devora su alma entre sus hambrientas fauces».

¿Perro?, ¿lobo?, ¿antimonio? El bestiario simbólico de la alquimia es constante, tanto en el románico como en el gótico. San Juan de Duero, Soria.

Serie de canecillos en San Bartolomé en Río Lobos, Soria. El lobo representa a un constructor medieval, las cabezas podrían ser de caballeros templarios y el resto podría tener una función ornamental o relacionada con la alquimia.
Esta ambivalencia prosigue cuando ambos vienen a ser representativos de Caín y Abel. Caín es el lobo sediento de sangre y Abel el fiel servidor que da su vida por su amo. Resulta más que evidente que la Iglesia ha utilizado todos y cada uno de los versículos en los que aparecen animales para argumentar sus doctrinas y dogmas. Para esta Institución, cualquier asomo de contradicción con sus postulados es rechazado como profana, pagana o herética. Pero prosigamos con la imagen del perro.
Considerado uno de los animales domésticos más antiguos, el can era representado como guardián de la puerta del más allá (Cerbero). Cuando su color resulta ser negro, personifica lo tenebroso y maléfico, compañeros demoníacos de magos y brujas. El «cazador de almas», Satán, se hace acompañar por una jauría de perros infernales. El simbolismo también forma parte del mito y la leyenda. Así es como el lobo que representa a las fuerzas diabólicas que amenaza al rebaño de fieles (los corderos), los santos convierten su ferocidad en un modelo de compasión y piedad, gracias al poder cristiano del amor como hizo san Francisco de Asís. No obstante, predomina claramente su imagen más negativa.

En este capitel, bajo una lacería, podemos ver lo que parece un perro, aunque el deterioro es grande y podría tratarse de otro animal.
En el tratado Physiologus, de principios del cristianismo, se la asocia con la traición y la emboscada, asegurándose de que este animal se fingía muerto cuando se le acercaba un hombre para atacarlo de improviso en tanto se hallaba desprevenido. Calificado en diferentes bestiarios como impuro debido a curarse la miéndose las heridas o bien el de volver a ingerir sus vómitos, fue comparado con el pecador que es perdonado y curado por la confesión y que, después de confesarse, vuelve a incurrir en sus propios pecados.
De nuevo los versículos bíblicos sirven de apoyo para tales afirmaciones pues en la Carta de san Pedro (2, 22) dice así: «volviese el perro a comer lo que vomitó y la marrana lavada a revolcarse en el cieno.» El lobo con piel de cordero, además de simbolizar a los falsos profetas, representa al ser humano malicioso y con bajos instintos que aparenta lo que no es en realidad. Para encontrar de nuevo un significado positivo debemos recurrir una vez más a la iconografía alquímica en la cual el lobo representa al lupus metallorum (el lobo de los metales) que «devora» el oro para purificarlo, un proceso que se realiza con la ayuda del antimonio, denominado a su vez «lobo gris» por los alquimistas.

Monos, Conejos, Gallos y Cerdos

En ocasiones veremos la imagen de un mono, animal que puede sorprender por su inclusión dentro de un conjunto iconográfico europeo. En general, se trata del diablo, impulsor de la tentación, el vicio y el pe cado, al que se asimilaba a la idea de imitación burda de la virtud como,«mono de Dios», que lo asocia a la idea de falsificación del auténtico sentido de las cosas. Sin embargo, también son posibles lecturas que le atribuyan un significado más psicológico y profundo, aunque en la cultura cristiana predominen siempre las connotaciones negativas. Así, por ejemplo, el mono no cesa de parlotear, y de moverse con agilidad, pero sin sentido desde el punto de vista humano: va y viene de un lugar a otro o repite una serie de gesticulaciones sin ningún objetivo aparente. Por eso, su nerviosa actividad permitió convertirlo en una metáfora de nuestra mente distraída, quien tiene que «domesticar» y aprender a concentrarse y dirigirse hacia su objetivo mediante una disciplina. Estos monos de nuestra psique están constantemente dispersos y hay que dominarlos para encauzarlos correctamente. Finalmente, a este simio se le ha adjudicado la interpretación de representar al ángel caído, el De monio que quiso equipararse con Dios. En la Puerta de las Platerías de Santiago de Compostela puede verse dicha imagen.
Con todo, si observamos su significado en otras culturas, veremos que muchas le atribuyen un significado positivo, como sucede en Oriente y ocurría en el antiguo Egipto donde el mono es percibido como un animal sagrado. La conocida imagen de los tres monos que cubren sus ojos, oídos y boca, y que comúnmente traducimos con la frase «ni ver, ni oír, ni hablar» procede de Oriente, donde son co nocidos como «Los Tres Monos Místicos». Este trío representa tres virtudes: no ver el mal (no estar pendiente de éste), no oír el mal (huir de condicionamientos e influencias engañosas) y no hablar del mal (no invocarlo ni ocupar la mente en lo negativo).
También el conejo y la liebre presentan una notoria ambigüedad. Su constante disposición al acoplamiento y su elevada tasa de reproducción les convirtieron en símbolos del pecado de la lujuria. Pero es necesario no apresurarse a interpretar el significado de dichas imágenes de modo mecánico. Cuando estos animales se representan echados a los pies de la Virgen María y el color de su pelaje es blanco, expresan todo lo contrario: La Victoria del espíritu sobre la tentación de la carne. A veces, podemos contemplar sus imágenes en las vidrieras multicolores de las catedrales y, en el caso de que sean tres ejemplares y estén unidos entre ellos por las orejas, constituyen un símbolo de la Trinidad.
Aunque se trate de un ave, el gallo es considerado como animal terrestre por sus características. Su grito matutino anuncia la salida del sol, alejando los demonios de la noche. En la condición cristiana, representa a Cristo anunciando un nuevo día distinto, en el que se nace a la nueva fe. Considerado un símbolo solar, significa también la proclamación de la resurrección de Cristo y en alquimia evoca al mercurio. Su estado de alerta en relación al astro rey resulta una clara metáfora que lo asimila con la venida de Cristo. La frase Ego sum lux mundi (yo soy la luz del mundo) está íntimamente relacionada. El gallo, al atribuírsele el papel de anunciador, se le ha relacionado con el arcángel Gabriel, asimismo anunciador. Como en otras ocasiones, su simbología no es cristiana pues procede de antiguo al coronar los puntos más altos de los edificios y era sin duda alguna un claro símbolo solar. A pesar de poseer una rica simbología, el gallo está poco representado en la iconografía del Románico.

Perros cazando un jabalí. Mensario de San Bartolomé de Campisábalos, Guadalajara.
El jabalí es un animal de signo benéfico y positivo. Entre los pueblos germánicos estaba relacionado con la diosa Freya y su hermano Freyr. Los guerreros llevaban de manera corriente su cabeza, mientras que los habitantes de la Grecia micénica decoraban sus cascos con sus dientes alineados. El jabalí representaba el coraje irreducible en el combate y éste hecho dio nombre a muchas personas y lugares de Alemania, donde la palabra eber significa jabalí. En el mundo celta era considerado sagrado, simbolizando también la fiereza y el coraje. Era representado en cascos y escudos y un pedazo de su carne se colocaba en la tumba del fallecido para dotarlo con la fuerza necesaria para emprender su viaje hacia el más allá.
El jabalí adquirió tal importancia en el celtismo que su figura pasó a protagonizar muchas sagas y narraciones galas e irlandesas. Si bien en Oriente no tuvo la misma importancia que en el universo celta, también tuvo una participación destacada en mitos y leyendas. En India fue asociado a Vishnú, quien hizo emerger la tierra de las aguas primordiales y la excavó para que surgiera la columna de fuego y luz que representa el falo (lingam de Shiva).
En el cristianismo, han sido muchas las ocasiones en que el jabalí ha simbolizado a Cristo. Como en el caso del perro y el lobo, el jabalí también evoca a otro animal emparentado con él. En esta ocasión se trata del cerdo. La conducta de esta especie, la emisión de sus sones nasales y el estar de continuo en lodazales han configurado una imagen negativa. Aunque no posea las propiedades de otros se res, los que se adjudican facultades maléficas o demoníacas, es poseedor de elementos suficientes como para ser re lacionado con el ser hu mano que se revuelca en su propia suciedad, pegado al barro de sus pasiones y sumido en el estercolero de sus vicios y pecados. En esta situación, no hay conciencia de redención ni una espiritualidad dispuesta a despertar, ni la voluntad de alcanzar niveles superiores de existencia. Lo mismo que sucede con otros animales, su representación iconográfica se confunde a veces con el cerdo y si dichas imágenes están deterioradas, su identificación resulta casi imposible.
Resulta difícil en la iconografía pétrea distinguir al conejo de la liebre, pues ésta ha sido considerada a su vez como un animal inmundo y sensual y como tal lo atestigua el Levítico (11,3-7) que dice lo siguiente: «De los animales terrestres podéis comer todos los rumiantes, de pezuña partida; se exceptúan solo los siguientes: el camello, que es rumiante, pero no tiene pezuña partida, tenedlo por impuro; la liebre, que es rumiante pero no tiene pezuña partida; tenedla por impura». Asimismo san Julián, san Agustín y san Clemente entre otros afirmaban que al pueblo hebreo le estaba prohibido el consumo de la liebre por ser símbolo de los vicios de los que Yahvé quiere ver libres a sus fieles. (11,3-7) que dice lo siguiente: De los animales terrestres podéis comer todos los rumiantes, de pezuña partida; se exceptúan solo los siguientes: el camello, que es rumiante, pero no tiene pezuña partida, tenedlo por impuro; la liebre, que es rumiante pero no tiene pezuña partida; tenedla por impura». Asimismo san Julián, san Agustín y san Clemente entre otros afirmaban que al pueblo hebreo le estaba prohibido el consumo de la liebre por ser símbolo de los vicios de los que Yahvé quiere ver libres a sus fieles.

El Cordero

Símbolo de pureza y candor, el cordero era la víctima sacrificial del pueblo de Israel durante la Pascua judía, la Pessah. La imagen evangélica del Buen Pastor conduciendo su rebaño, que no duda en dejarlo recogido para acudir al rescate de la oveja perdida, se trasladó a la figura de Jesús yendo a la búsqueda de los corderos descarriados del rebaño de Dios (los hombres). De ahí procede la conocida frase de «oveja descarriada», pero también la asimilación del símbolo del cordero que representa al fiel, en la medida en la cual éste tiene por objetivo la Imitatio Christi, el hacerse como Cristo, definido como «Cordero de Dios», en consideración a su sacrificio expiatorio por la Hu ma nidad, que tuvo lugar precisamente en vísperas de la Pascua judía, cuando los corderos pascuales eran degollados por los sacerdotes en el templo.
San Juan traslada incluso la crucifixión al día preciso en el cual se sacrificaba a los corderos para enfatizar este simbolismo. Por eso, su Evangelio describe el encuentro entre san Juan Bautista y Jesús de la siguiente manera: «Al día siguiente, vio que ve nía hacia él y le dijo: He aquí el cordero de dios que quita el pecado del mundo». En el Apocalipsis se vuel ve sobre la misma imagen: «Y le vi: el Cordero estaba de pie sobre la montaña de Sión», aparte de distinguirse a Cristo como el «Cordero degollado». Desde la épo ca de las catacumbas ro ma nas, el Cordero de Dios (Agnus Dei) se formalizó como u na alegoría convencional de Cris to. Por eso, en la Cristiandad aparece representado acompañado de una cruz o con los E - vangelios, convirtiéndose en el llamado «Cordero Místico». Este animal posee otra implicación relacionada con el ser humano que está dispuesto con humildad al sacrificio de ser devorado para renacer a una nueva vida. Ello podemos leerlo en Hebreos 9,12 donde dice: «Y entró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo la Redención eterna».

Un Cordero Místico en Santa María de Llanes, Asturias.
Me gustaría que el lector me permitiera un pequeño comentario con respecto al cordero. Podremos encontrarnos a veces con la incertidumbre de saber si aquello que contemplamos en una iglesia es un cordero o no. La verdad sea dicha, todo depende de la habilidad que tuviera el artista. Cordero, oveja y carnero se confunden fácilmente. Si además añadimos el deterioro de muchas imágenes, la dificultad para saber a qué atenernos puede ser considerable en algunos casos. Posiblemente vengan en nuestra ayuda las otras figuras que le acompañan y que conforman un conjunto respecto al significado de la representación. Según la composición de que se trate, esos elementos tal vez nos permitan dilucidar el problema que plantean muchas representaciones.

El Gato y el León

El caza-ratones, ese felino que goza de nuestra compañía desde hace siglos, fue considerado mágico y especial en la antigüedad. En el conocido Libro de los Muertos egipcio, ya aparece como protagonista de actos sagrados, cuando destruye a la malvada serpiente Apophis. Esos felinos representaban un aspecto particular de la misma fuerza que simbolizaban las deidades leoninas como Sekhmet. Este fue el caso de la diosa Bastet, hermana de Horus representada como diosa-gata o con cabeza de gato. A menudo eran momificados y existen documentos que constituyen auténticos precedentes de la costumbre, relativamente reciente en nuestra cultura, de rendir honores fúnebres y dedicar enterramientos de tipo humano a estas mascotas. Los egipcios ya habían domesticado el gato salvaje de Nubia en el año 2000 a.C. Eran tan apreciados que, cuando moría un gato, la familia que lo acogía guardaba luto y realizaba gestos rituales de duelo por su pérdida.
Pero una vez más, la ignorancia del ser humano, madre de todos los males, convirtió a este pobre animal en un símbolo negativo. El hecho de saber cazar de noche y en la casi absoluta oscuridad, le tornó en aliado de misteriosas e ignotas fuerzas tenebrosas. De aquí a ser relacionado con el reino de Satán y la brujería, había solo un paso. Fueron desollados, quemados y descuartizados por orden de la cristiana, caritativa y bien pensante Iglesia que, como acostumbra, falseó la realidad en su propio beneficio, convirtiendo al gato, preferentemente si era negro, en el chivo expiatorio y en aliado de las brujas.
Tanto es así que llegó a decirse que las brujas, en sus fiestas del Sabbath, montaban a ese pobre animal para llevar a cabo sus aberrantes aquelarres. Desgraciadamente, tuvieron que pasar largos años para que la moderna psicología acudiese en su favor, poniendo un poco de orden en nuestras mentes enfermizas. El gato, desde sus raíces más profundas representa una polaridad típicamente femenina y, en consecuencia, al poseer dicha naturaleza, los juicios de valor que se le adjudicaban, en el fondo, no son más que una agresividad disfrazada hacia la mujer, provocada por una misoginia psicológicamente muy profunda.

Los gatos fueron relacionados con todo lo demoníaco, incluso en ilustraciones en que se le identificaba con el mismo Satanás. Libro de horas de Catalina de Clèves.
La visión tópica y popular que se posee de dicho animal, completamente equivocada, procede de este elemento inconsciente que, por desgracia, todavía perdura en infinidad de prejuicios absurdos. El hecho de no querer estar enjaulado o encerrado, ser independiente y desear vivir en libertad, lo convierte en el vivo retrato del ser humano. Pido disculpas al lector por este párrafo, pero como ya habrá adivinado, los felinos y un servidor llevamos años compartiendo nuestra existencia. Pero no es ajeno a nuestro tema. En muchas ocasiones, podremos ver al «minino» en algún capitel cociéndose en las llamas del Infierno.
Al igual que el águila, el león es un símbolo de fuerza y siempre ha tenido un rol importante en la Heráldica, y no por casualidad. La Astrología relaciona al animal con el sol. Ésta asimilación con el astro rey se debe al color de su pelaje y a su inmensa y en ocasiones redonda melena que parece resplandecer. Su carácter eminentemente masculino tuvo que «dulcificarse» con su opuesto complementario femenino, así las diosas Cibeles, Artemisa y Fortuna aparecían a veces con cabeza leonina. En la antigüedad, simbolizaba a los dioses o a sus míticos héroes, como Hércules venciendo al león: el espíritu humano triunfando sobre la naturaleza animal. Gea, la diosa tierra, se representaba sentada en un carro tirado por dos leones.

En muchas ocasiones los animales parecen representados en posturas extrañas, como este león alado de inspiración sumeria.
Desde el punto de vista cristiano, el león resulta muy ambiguo. Por una parte, recoge el simbolismo bíblico que lo vincula a la descendencia de la línea de Judá, y por otra al adversario del que solo Dios sabe protegernos, cuando leemos el episodio bíblico de Daniel en la fosa de los leones. El cristianismo primitivo urdió fábulas simbólicas en las que éste animal era el protagonista. Se decía, por ejemplo, que el león borraba sus huellas con la cola a medida que efectuaba su lento y majestuoso caminar. También se contaba que dormía en su caverna con los ojos abiertos en alusión alegórica una conocida afirmación: «Así duerme el cuerpo de mi Señor en la cruz, pero su divinidad está despierta a la derecha de Dios Padre». Así es como identificándose con Cristo es llamado «León de Judá».
En el Románico, el león resulta una de las simbologías más complejas, pues en ocasiones lo encontramos como algo sagrado cuando se halla apostado a la entrada del recinto de lo sagrado como aviso o advertencia para que el profano no se aventure en su interior y atraiga el enojo divino. Llamado Leo Fortis es el vencedor de la muerte pues aplasta a los espíritus malignos generadores de todo mal. Denominado Leo Clemens, ejerce su gran misericordia sobre los pecadores arrepentidos.
Hay que destacar que la figura del león es siempre extrema. Cuando es positiva, simboliza al hombre superior y cuando negativa a las fuerzas infernales. Generalmente se presenta a Jesucristo venciendo a animales como el dragón, el basilisco o el león. En el Antiguo Testamento tenemos un precedente de esta imaginería cristiana a propósito del episodio en el cual Sansón mata a dicho animal. Aquí el ser humano vence a las pasiones mundanas y trasciende su condición terrena. Cuando en la primera Epís tola de san Pedro dice: «Vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, acecha buscando a quien devorar», el animal resulta de forma evidente negativo, pero cuando una vez más se invierte su interpretación, entonces representa lo positivo y es símbolo de Resurrección al regenerar al hombre hacia una nueva vida pues le confiere a su potencial víctima parte de su potencia vital. En definitiva el león es un símbolo intrínsecamente dual como ocurre con otros tantos animales. Es así como la alquimia considera al león como símbolo de la sustancia original (azufre) y al león rojo como la obtención de la Piedra Filosofal. Cuando está representado de color verde simboliza un disolvente muy activo: el vitriolo.

El Macho Cabrío y la Cabra

Respecto a estos animales se afirma en distintos bestiarios: «El macho cabrío es un animal lascivo, imagen del De monio y de la impureza, que en la Antigüedad servía de montura a Afrodita y Dionisos», de donde tal vez deriva que en la Edad Media se representara a la lujuria por una mujer cabalgando sobre un macho cabrío o una cabra. Una de sus variantes serían los sátiros que se presentan con cuernecillos y patas de cabra. Para los cristianos, es una imagen del Diablo y del Anticristo. En los bestiarios moralizantes, encarna simplemente los apetitos carnales. Su simbolismo es altamente negativo, pues san Mateo ya lo indica así en el Juicio Final (25, 31) del modo siguiente: «...como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda, al mismo tiempo dirá a los que estén a su izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno.»

El macho cabrío asociado con el Diablo realmente está inspirado en el dios celta Cernunnos, señor de las florestas y de los animales, aunque en origen tuviera aspecto de ciervo.

El Tetramorfo

En el arte cristiano, el águila, el león y el toro se convertirán en fundamentales, pues la mayoría de tímpanos románicos poseen sus imágenes rodeando al Pantocrator. La conocida imagen del Tetramorfo, está formada por cuatro motivos ­el león, el buey o toro, el hombre y el águila­, que simbolizan la nobleza, la fortaleza, la sabiduría y la elevación de todo lo creado, atributos divinos que san Ireneo [31] identificó con la difusión del Evangelio al mundo entero (los cuatro puntos cardinales). Se trata de un conjunto de símbolos con valor cósmico que vienen a representar el orden cíclico o circular celeste con sus cuatro puntos cardinales girando en torno al centro divino (Cristo).
Fue este santo quien vio en el Tetramorfo la manifestación universal de Dios e identificó cada animal con un evangelista: el hombre-ángel con san Mateo, el león con san Marcos, el toro-buey con san Lucas y el águila con san Juan. Otros seguidores como san Jerónimo [32] relacionaron cada ser con un aspecto de Cristo. El hombre representa la Encarnación; el toro-buey, la Pasión; el león, la Re surrección; y el águila, la Ascensión. Estas analogías son las predominaron durante toda la Edad Media.
El Tetramorfo procede de la descripción que encontramos en el Apocalipsis en su capítulo IV cuando se efectúa una descripción del trono de Dios: «Delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal y en derredor de él cuatro vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás. El primer viviente era semejante a un león; el segundo viviente, semejante a un toro; el tercero tenía semblante como de hombre y el cuarto era semejante a un águila voladora». Esta descripción pasa a ser el emblema cuádruple de Cristo, pues según el arzobispo de Tours, Hildeberto de Lavardín, escribió en el siglo XII lo siguiente:

El impotente tetramorfos de la iglesia templaria de Villalcázar de Sirga, con su misterioso cerdo orante en el lugar que debiera ocupar un buey representando a San Lucas.
«Cristo es hombre, Cristo es ternero, Cristo es león, Cristo es ave; en Cristo puede expresarse todo: Es hombre cuando vive, Buey cuando muere, es León cuando resucita y Ave cuando sube a los cielos». A pesar de que el Tetramorfo viene a representar a los evangelistas cuando se atribuye el hombre a Mateo, el águila a Juan, el león a Marcos y el toro a Lucas, éstos animales siguen haciendo referencia a la figura de Cristo, pues son una clara alusión a los libros evangélicos más que a los propios autores.

El Sapo

Es elemento de la potencia masculina y en la Edad Media estaba asociado con la brujería y al de monio, por lo que quedó unido alegóricamente como símbolo del mal. La segunda plaga que Yahvé lanza contra Egipto para que el faraón deje salir de su país al pueblo elegido, el judío, rumbo a la Tierra Prometida es una lluvia de ranas y sapos. De nuevo la influencia de las Escrituras sirve de base para todo tipo de creencias y manifestaciones iconográficas.

MUNDO ACUÁTICO

El elemento en el que ha nacido la vida es el agua. Ese medio viene a representar la transición entre la materia y el espíritu, fuente de vida (espiritual), medio de purificación y de regeneración. El agua participa del ciclo cósmico, pone en contacto a la lluvia con la tierra, la fecunda, asciende, se eleva y sigue su eterno ciclo. Se interpreta como el espíritu vivificador que fecunda el mundo del que renace con un poder ascensional reforzado. El agua representa la pureza para el Islam o la iluminación en el Budismo. Las aguas cristalinas poseen seres que gozan de la luz, la trascendencia y la regeneración que provocan los rayos del sol; en cambio, las aguas putrefactas, cenagosas y oscuras poseen en lo más profundo a seres monstruosos, diabólicos que laten en el fondo de nuestra alma. Sería como nuestro más profundo subconsciente.
Desde una visión iniciática, la inmersión en el agua simboliza la muerte del hombre viejo y su permanencia en ésta y la regeneración hacia una nueva vida que emergerá transformada. Ese es el sentido cristiano de las llamadas aguas bautismales. Este ritual es semejante al que se efectuaba tradicionalmente en las cuevas naturales o excavadas, lugares donde preferentemente se recibía la iniciación.
En nuestro uso cotidiano del lenguaje, y posiblemente de manera inconsciente, relacionamos a nuestros congéneres con calificativos similares a los conceptos simbólicos del agua. Decimos que tal o cual persona tienen las ideas «claras» o bien que tal o cual conclusión está «tan clara como el agua». Por el contrario, definimos como «oscuras» a determinadas intenciones o personas. Las aguas limpias y con una superficie limpia como un espejo conducen a la calma, el sosiego, la paz y la introspección. Las agitadas o difícilmente impenetrables suscitan todo lo contrario.

La portada de San Pedro de Gaillos, Segovia, está decorada con un motivo que imita las olas del mar o las ondulaciones del agua.
En la arquitectura del Románico existe un motivo, en principio ornamental, que representa el agua o el mar, simbolizados en los pórticos mediante una línea quebrada que se denomina «dientes de sierra». Como vemos, nada queda al azar, todo es medido, calculado y preparado con antelación cuidadosamente y con una finalidad muy concreta: el mensaje.
A pesar de que los tratados sobre simbología por lo general ofrecen un escaso tratamiento del simbolismo de los peces, tienen en cuenta a estos seres como una imagen fundamental del desarrollo espiritual. Recordemos que el pez era símbolo de identificación de los primeros cristianos. El mismo Cristo está representado por un pez debido a la voz griega Ichthys. También la voz de origen griego IXOYZ que está formada por cinco letras iniciales de otras palabras griegas, significa: Cristo Hijo de Dios Salvador. El pez también aparecía junto al pan en las más antiguas iconografías, recordando el pasaje evangélico de la multiplicación de los panes y los peces. En alguna ocasión aparece el pez en forma de delfín, significando que se trata del salvador y el amparo de náufragos (aquellos que se encuentran desamparados y no tienen posibilidad de elección). Cuando podemos ver a ambos lados de la cruz a varios peces, viene a representar a los fieles cristianos en torno a su Salvador.

Un extraño monstruo con apariencia de cetáceo forma parte de una de las arquivoltas de Eunate, Navarra.
El signo de Piscis, representado por dos peces horizontales en direcciones opuestas, simboliza el descenso a las aguas primordiales y su evolución en sentido contrario, saliendo del ciclo zodiacal, una vez superado ese descenso a lo caótico y oscuro de la materialidad, hacia una ascensión trascendente. Cuando aparecen unidos por la boca, estos dos peces nos recuerdan que ambas situaciones son complementarias.
A pesar de que hasta el día de hoy no he podido localizar a la ballena en ese amplio repertorio que constituye el bestiario del Románico, bueno será recordar el pasaje bíblico de Jonás. En los Evangelios el mar representa la muerte y los primeros cristianos adoptaron el episodio de Jonás y la ballena como un símbolo de la resurrección de Cristo. El animal se convierte en un atanor alquímico, «salvando» de la muerte al personaje y convirtiéndose en el medio para el tránsito iniciático. Cabe añadir que el hecho de emerger a los tres días fue tomado como un anuncio profético de la resurrección de Cristo al tercer día.

MUNDO CELESTE

Transmisor de ondas, de efluvios y de vibraciones, el aire es el medio en el cual se realiza el vuelo, ascendente o descendente, en el que se lleva a cabo la transición entre la materia y el espíritu. El hecho de elevarse, dejar la tierra y no tener otro apoyo que el aire ya implica una primera transformación Este medio etéreo, de múltiples direcciones y con infinidad de rumbos ha sido desde los tiempos más remotos símbolo de libertad. Estrechamente unidas a este sentimiento de elevación y este elemento sustentador que es el aire, las alas han estado íntimamente vinculadas al espíritu que, en su vuelo, atesora el impulso liberador necesario para una aproximación a la divinidad.
Solo en pleno vuelo se obtiene un conocimiento global de cuanto existe «Cuando se sube a la montaña es cuando se puede contemplar el llano» dicen los taoístas. Únicamente un estado superior de conciencia permite reconocer que todos los elementos constituyen el gran Todo. En general las aves han representado el pensamiento, la imaginación y son comunes al elemento aire y en una religión de signo solar como la cristiana, no resulta difícil identificar al fiel con el pájaro que vuela hacia la divinidad.

Ángeles

Como no podía ser de otro modo, la figura del ángel es una de las representadas en la E dad Media. Simbolizan a seres intermediarios en tre Dios y lo creado. Per tenecen al reino celeste, incorpóreo, a pesar de es tar representados con cuerpo humano. Son aéreos, etéreos y sutiles. Tienen por misión la de ser guardianes, ministros, emisarios o protectores de los elegidos por su santidad y están organizados por jerarquías. Siete órdenes y nueve coros formados por tres tríadas. La Superior está formada por Sera fines, Querubines y Tro nos. La Intermedia por Dominaciones, Virtudes y Potestades y la Inferior por Principados, Arcán geles y Ángeles. Estas cifras vienen a recordar una vez más a los constructores y sus ritos de consagración de un edificio, llevado a cabo por 3, 7 y 9 miembros respectivamente. Su contrapartida, la denominada Demonología, posee así mismo una serie de potencias de signo contrario.
El ángel que posee atributos simbólicos de orden espiritual ofrece al mismo tiempo la imagen de que la transformación del ser humano ya se ha llevado a efecto y que la unión de lo visible con lo invisible se ha cumplido. De ahí su aspecto humano con alas. El observador podrá encontrar alguna que otra imagen curiosa, o cuando menos interesante, referente a determinadas figuras de ángeles que los escultores nos dejaron en algunos capiteles.
Evidentemente llevan alas, pero son de cisne. Este hecho viene a recordar de una parte que, en el simbolismo céltico, los mensajeros del más allá eran los cisnes, y de otra parte, que los constructores conocían perfectamente el mundo celta y tomaban algunos de sus conocimientos por tríadas que, recordémoslo, eran las que formaban los conceptos filosófico-religiosos de los famosos druidas. Su legado pasó a formar parte del simbolismo de los canteros medievales que, de una manera discreta, lo plasmaron en sus obras.

Un ángel anuncia la resurrección de Jesucristo. Iglesia de San Miguel, Beleña de Sorbe, Guadalajara.
Según Isaías (6, 1-2), los querubines son aquellos ángeles que rodean el trono de Dios. Poseen seis alas. Dos para cubrirse el rostro (por miedo de ver la faz de Dios), otras dos que cubren sus pies (grandeza de espíritu representada por su extremada longitud), y las otras dos para volar. Esta es, en principio, una de las definiciones de unos seres que solo en estado de perfecta pureza pueden ubicarse tan próximas a la Divinidad. Pero también fueron asociados a otros significados que nos descubren interpretaciones bien distintas.
Cubrirse los ojos significa no participar del mundo material, no observar cuanto acontece en él y dejar al ser humano la libre elección de sus acciones. Las alas que cubren sus pies están en realidad representando el gesto de cubrirse el sexo, indicando con ello el pecado de lujuria del hombre y, finalmente, las dos alas extendidas simbolizan la recompensa que aguarda al ser que cumple con la ley.

La Anunciación a los Pastores en los frescos del Panteón de Reyes en San Isidoro de León.
Cada creyente tiene asignado un ángel de la guarda, según Basilio. Éste guía su vida y es, a su vez, pedagogo y protector. Dicha protección viene confirmada por el rescate de Lot (Génesis, 19), la asistencia a Ismael (Génesis, 21) y la bendición de Jacob (Génesis, 41). Todos estos significados son recogidos en la Edad Media, cuando dichos ángeles intervienen para proteger a los cristianos de un peligro y asistirlos en las guerras o las cruzadas. El ángel como mensajero del cielo es siempre portador de buenas noticias desde una perspectiva espiritual.
El ángel es el ser que ha trascendido la materia y sus alas se duplican a medida que está más próximo a la Divinidad. Ya no se trata de un ave como el águila, ni de un símbolo cuyos significados tienen que ser interpretados. El arte sacro medieval no confiere una multiplicidad de representaciones para un mismo símbolo, concepto o idea. Ahora se trata de la propia imagen que, por sí misma, resulta bien clara y directa para comunicar el mensaje: el espíritu unido con el Todo.

Las aves aparecen profusamente en todo el bestiario medieval.
En cuanto a las aves, éstas ya poseían gran importancia en el arte del primer cristianismo; tomadas del mundo clásico, reflejaban el alma en el Paraíso, y ya en el arte paleocristiano el Espíritu Santo se identificó con la paloma. También en el islamismo, en el Corán, la palabra ave es tomada como sinónimo de destino y también como símbolo de la inmortalidad del alma.
El vuelo de las aves está recordándonos nuestra condición pesada y material, que nos obliga a permanecer pegados a la tierra, al mundo del que solo podemos liberarnos a través del espíritu. Los seres alados, ya sean fantásticos, monstruosos, o incluso los propios ángeles, son un claro referente de la existencia de lo sagrado, sutil e imperceptible. Las jerarquías celestes han triunfado sobre la materia y ahora ostentan su victoria, luciendo alas, siempre presentes, para recordar al ser humano que, utilizando las capacidades divinas que lleva dentro de sí, es capaz de alcanzar su mismo estado.
Estos conceptos y significados fueron trasladados magistralmente a la piedra por los gremios herméticos medievales. Resulta fácil observar en numerosos capiteles a la figura humana levantada por las aves, en un gesto de ascensión ligero, un dejarse llevar por las fuerzas del espíritu para que el hombre sea conducido hasta estados celestes.

Dos aves enfrentadas con gesto airado, como si fueran a pelear, significan la oposición entre contrarios a pesar de su unión necesaria.
Existe una constante iconográfica referente a las aves que poseen casi todas las iglesias o por lo menos gran cantidad de ellas: la de los pájaros enfrentados. Generalmente aparecen frente a frente, o bien entrelazando sus cuellos, representando el mundo de los opuestos y su lucha constante, pues ambos son complementarios. La generación de la electricidad necesitados polos opuestos. No es posible definir algo como grande si no es en relación con lo pequeño. El noche y el día, lo feo y lo hermoso, lo bueno y lo malo, el amor u el odio etc. Esas pautas existen y están representadas en los templos.
En algunos tempos pueden contemplarse aves con patas terminadas en forma de pezuña y cabezas monstruosas, cuyos cuerpos se encuentran enredados entre ramajes. Si consideramos las pezuñas como de caprino y asumimos el hecho de que están atrapadas en elementos vegetales, deduciremos que representan al alma del ser humano (la figura del ave) atrapado por sus vicios y pecados (las ramas). En otros templos, podrán verse picoteando sus patas para desprenderse de la tierra adherida (la materia) para poder elevarse y volar hacia las alturas (el mundo espiritual).

El Cisne

Tal vez no exista ave tan blanca, bella, elegante y majestuosa como el cisne. Desde la Prehistoria, el hombre ha visto en éste una especie de totalidad. Su blancura es la luz, una luz masculina, solar y diurna, pero también femenina y lunar. De nuevo la ambivalencia y la polaridad están presentes en una misma imagen. Si por alguna circunstancia asume las dos, se convierte entonces en andrógina, uno de los grandes misterios sagrados.
El aspecto de guía o conductor también está presente en el cisne, cuando conduce a Apolo al país de los Hiperbóreos, tierra mítica siempre agraciada con un cielo límpido y puro. En el celtismo, su viaje por los océanos celestes simboliza los diferentes estados angélicos del ser, liberado y transformado en su periplo hacia el Principio Supremo.

El Pelícano

Prosiguiendo por los aires, que no es lo mismo que estar en las nubes, veremos otra figura de cierta relevancia, adoptada por algunas escuelas denominadas iniciáticas o esotéricas, por ejemplo la Orden Rosacruz. Se trata del pelícano, al que la leyenda atribuye el poder matar a sus hijos y devolverles a la vida con su sangre a los tres días (de nuevo aparece esa constante del tercer día). El hecho de que el pelícano baje el pico hacia el pecho para alimentar a sus crías con los peces que conserva en esa especie de prominencia inferior de su propio pico dio pie a esa falsa idea. Por eso, pronto se convirtió en símbolo de la muerte sacrificial de Cristo, así como el amor paternal que no retrocede ante ningún sacrificio. El pelícano todavía es una figura utilizada por la simbología alquímica, pues representa al alambique de «pico» curvado. En la francmasonería de rito escocés, hace referencia al deseo y la aspiración de purificación y dicho grado es conocido con el nombre de Rosa Cruz. Los caballeros rosacruces eran también conocidos como «los caballeros del pelícano».

Un pelícano algo deteriorado en un canecillo de la iglesia de San Miguel de Sotos Albos, Segovia.

El Avestruz

Al avestruz, a pesar de poseer alas, éstas no le permiten levantar el vuelo. Su costumbre de esconder la cabeza en tierra ante un peligro, el hecho de abandonar sus huevos sin incubarlos, le ha otorgado todo tipo de críticas y, en consecuencia, de significados negativos como un ser hipócrita y mentiroso, pues hace como que va a volar y en cambio echa a correr con sus patas de camello. Incuba huevos ajenos y confía al sol a los suyos para que los caliente, etc.
En el antiguo Egipto ­donde las figuras de animales representaban abrumadoramente aspectos positivos­ simbolizaba la justicia y la equidad, y su plumaje era el emblema de la diosa Maat (Verdad y Justicia). El juicio a que eran sometidos los difuntos culminaba en el pesaje de su corazón (sus actos durante su existencia terrena). En un plato de la balanza se colocaba dicho corazón y en el otro la pluma del avestruz de la diosa Maat. Si la pluma pesaba más, el fallecido era condenado. Solo si resultaba más ligera, se le cedía el paso al Campo de los Juncos (Paraíso).
El cristianismo, por desgracia, no heredó la alta consideración que tenían los antiguos por la figura del animal. A pesar de que muchos de sus conceptos judaico-cristianos procedían de Egipto cuando el pueblo de Israel estuvo cautivo en aquellas tierras. De hecho solo vio en el avestruz la despreocupación en sus obligaciones, el egoísmo y la irresponsabilidad. El hecho de esconder la cabeza representa la huída y la cobardía al no querer afrontar obstáculos. Pero tampoco faltaron los espíritus con mayor sensibilidad que vieron en esa espera de que el sol incubara sus huevos el símbolo de la fe y la virtud del hombre humilde y piadoso que pone su confianza en la Divinidad.

El Águila

No cabe duda de que el águila ha sido, y es todavía, uno de los símbolos más importantes para el ser humano. A la vista de su simbología puede ser considerada la reina de las aves. Tal vez la más representativa es la llamada «Águila Real». Todo el mundo le atribuye la «soberanía del cielo», es el rey de los pájaros, el equivalente al león. Agresiva, de vuelo poderoso y fuerza proverbial, tiene un carácter voluntarioso. Normalmente solitaria, elige su hábitat en lo alto de un risco y vuela alrededor y cuida de su  prole. Desde los tiempos más antiguos, este señor del cielo da la imagen de Dios. En la cultura de la antigua Grecia, el águila sería como portadora de los rayos de Zeus. En el Occidente cristiano, este pájaro capaz de cazar a la serpiente es la imagen del soberano del cielo. Con las alas desplegadas en un ángulo de la fachada del templo nos advierte que estamos en el Reino de los cielos. En la antigüedad, se le atribuía la facultad de mirar directamente al sol sin parpadear. Su imagen ha sido reproducida de mil maneras y utilizada en capiteles, pinturas, monedas, banderas, blasones y en la Heráldica.
En la antigua Roma era costumbre, después de los funerales del emperador, dejar volar un águila mientras se incineraba el cuerpo del difunto. Su vuelo hacia las alturas representaba el alma del fallecido que iba en pos del dominio de los dioses, al igual que el vuelo del pájaro Kha en Egipto, que tenía el mismo significado. En la famosa ciudad siria de Palmira, el águila fue venerada como la imagen divina del sol. La tradición cuenta que podía rejuvenecerse y renacer como el Ave Fénix, sumergiéndose tres veces en el agua. (De nuevo y por enésima vez, aparece el número tres como una constante en todas las tradiciones de pueblos y culturas). No es de extrañar, por lo tanto, que algunas pilas bautismales posean la imagen del águila.
En la iconografía cristiana, además de estar vinculada con el evangelista san Juan, también representa a Elías subiendo a los cielos o al propio Jesús. En algunas vidrieras góticas puede vérsela llevando a sus crías incapaces de volar a fin de que aprendan a mirar la luz del sol, símbolo del conocimiento espiritual, la sabiduría y la elevación del alma. El águila destruye entre sus garras a serpientes y dragones, seres de las fuerzas oscuras y tenebrosas, que son vencidos por la portadora de la luz. Así es representada en numerosas tradiciones, como en el México prehispánico, en el que aparece con dos serpientes en su pico.

Una de las más bellas representaciones del águila que simboliza a San Juan Evangelista. Iglesia de Moissac, Francia.
También la Masonería hace uso de su imagen, esta vez en su aspecto bicéfalo, es decir, con dos cabezas coronadas y sosteniendo horizontalmente entre sus garras una espada en el grado treinta y tres del rito escocés. También ha sido utilizada por diferentes culturas distantes entre sí y ha sobrevivido al paso del tiempo. Podemos encontrarla en el calendario de los aztecas y entre sus guerreros de elite «águila y jaguar», o en la antigua China como símbolo de fuerza y solidez, donde sentada en una roca representaba al guerrero solitario y posada sobre un árbol a la longevidad.
El bestiario de la Edad Media compara el águila con el primer hombre. Pues Adam o Adán, a pesar de que su hábitat sea el de los reinos celestiales, se deja «caer» en tierra cuando percibe su presa. Así fue cómo el primer hombre gozaba de las más altas esferas celestes, hasta que descubrió el fruto prohibido que lo atrajo hacia la tierra.

El águila, rey de las aves, simboliza la fuerza, la inteligencia y la precisión, y la capacidad del alma para elevarse hasta alcanzar los reinos espirituales.
Al igual que el ser humano que ya «vive» en las alturas espirituales, el águila vive retirada del mundo material, pero puede ser sometida por las sugerentes tentaciones de la serpiente. Son muchos los capiteles en que vemos a la serpiente susurrando al oído de algún personaje, que más tarde echará por la boca, signo de «limpieza» interior. Hay que insistir en ese aspecto de la imagen y del símbolo, porque en ocasiones será el águila la que tomará el lugar de la serpiente y entonces se convertirá en maestro iniciador, protector del alma que necesita elevarse. El águila jamás aparecerá como otros seres, atrapada entre la maleza o las zarzas, porque representa al espíritu en términos absolutos, es decir, al espíritu liberado de las cadenas materiales.
Terminando con la complejidad simbólica del águila, conviene matizar su significado cuando se presenta acompañada por el león o bien la imagen es la de un león alado. Al león le corresponde la realeza en la tierra y asume el carácter de poder, fuerza, pasión, e incluso de justicia, al representar en ocasiones, aunque de forma ambigua, a Cristo y de manera clara el león de David o el de Judá. Esta contraposición que se presenta en algunos capiteles es el combate que sostiene el águila contra las pasiones más físicas, representadas esta vez por el león. Aunque no siempre en contraposición, sino también como la expresión de un equilibrio de ambos principios, el aire y la tierra.
Cuando el águila enseña verdades, convirtiéndose en iniciador, el león a su vez lo hace como maestro, pero bajo el aspecto de devorador, símbolo de muerte iniciática. En resumen, se tratará de dos formas de espiritualización. En ocasiones complementarias.

El Búho y la Lechuza

No cabe duda de que el búho y la lechuza son las aves nocturnas por excelencia. Estos animales también presentan diferentes significados en distintas culturas. Aparecen en la mitología antigua como símbolo de la conocida diosa Palas Atenea (la romanizada Minerva), deidad de la sabiduría y protectora de la ciudad de Atenas. En cambio, la tradición judía la percibe como ave del demonio femenino de la noche, Lilita. En el hinduismo es la montura de la terrible diosa de la oscuridad Camunda. Entre los antepasados de Teotihuacan, el búho era el animal sagrado del dios de la lluvia. A pesar de ello, el pueblo lo consideraba un ser nocturno demoníaco y de mal augurio.
Búho y lechuza se confunden y, debido a su parecido, han tenido las mismas atribuciones y significados. Sus grandes ojos les permiten ver en la oscuridad, ser reflexivos, meditativos y compañeros del centinela nocturno y de todos aquellos que trabajan o estudian de noche. El contexto social tampoco está ausente del contenido mágico-religioso. La creencia popular les asigna un significado negativo debido a su nocturnidad, que los relaciona con fuerzas oscuras, brujeriles y seres del inframundo. Pero, en contrapartida, también se les ha otorgado, felizmente para ellos, algunos atributos positivos al representar a los seres que permanecen en la oscuridad de la ignorancia, mientras aguardan pacientemente, como el creyente, la salida del sol, la luz que les despertará a un nuevo día y a un nuevo estado del ser.
Vigía en la noche, es símbolo de protección y, a pesar de que el cristianismo lo incluyó entre los seres tenebrosos de la oscuridad, aparecieron en su momento interpretaciones opuestas a las tradicionales, indicando que esta ave nocturna esperaba con anhelo la luz espiritual del amanecer que simboliza a Jesucristo.

¿Búho o lechuza? Está tan desdibujado que no es fácil saberlo. Pero nos vigila a través de los siglos.

La Cigüeña

Al atacar y destruir a las serpientes que encarnan a los malos espíritus y a las manifestaciones maléficas que influyen a crear malos pensamientos, comparte con el águila su parte positiva. A eso se añade su vuelo en bandadas hacia Oriente, por donde nace el sol que representa la luz del espíritu, la Verdad y el Conocimiento Supremo. Su dedicación al empollar los nuevos en el nido hasta perder sus plumas, la Iglesia ha buscado con ello, un símil para sus dignatarios que «alimentan» a sus fieles con la palabra del Evangelio.

El Pavo Real

Si existe un ave que atrae por su belleza y comportamiento esta es, sin duda alguna, el pavo real. Existen discrepancias sobre si, desde un principio, en el cristianismo primitivo dicho animal fue considerado benefactor al considerar la caída y el nacimiento en primavera de sus hermosas plumas como un signo de regeneración y resurrección.
En el Románico, existen algunas imágenes en las que dos de estos animales se encuentran bebiendo de una copa, representando el renacimiento espiritual. Algunos estudiosos ven en dicha iconografía, y según la cronología del edificio, una alusión al Graal o Grial, dador de vida eterna.
Como ya es habitual en estos casos, al pavo real le han atribuido otros aspectos menos favorables, e incluso negativos. Sus andares arrogantes y su altanería se ven completadas cuando extiende orgullosamente su plumaje multicolor. Esa supuesta vanidad y ese lujo en sus colores son contrarios a la humildad y a la postura piadosa que tiene que adoptar el creyente. La alquimia también intervino aportando su criterio, pero en un sentido opuesto. Son numerosos los textos y las ilustraciones en las que aparece este animal como signo de la transformación visible de las sustancias inferiores en superiores.

Un pavo real y una serpiente. San Miguel, San Esteban de Gormaz, Soria.
Finalmente, los Bestiarios, refiriéndose al pavo real, indican lo siguiente: «su terrible grito asemeja al del predicador de la palabra de Dios cuando amenaza con el fuego eterno. El color verde azulado de su pecho recuerda el cielo y los diversos colores de su cola, a las distintas virtudes. Su carne de difícil cocción por su dureza es como el espíritu que guía a los doctores de la Iglesia, resistente a las llamas de los vicios y las pasiones, Su aspecto vanidoso y su forma de levantar su cola, enseñando de paso su trasero, le hace caer en lo grotesco, justo castigo a su orgullo y una llamada necesaria a la humildad».

A pesar del deterioro, este canecillo podría representar una paloma.

La Paloma

Tal vez la paloma sea uno de los ejes principales al rededor del que gira el bestiario del Románico. Sus arrullos, belleza y dulzura fueron cualidades que pronto le fueron ad judicadas, posiblemente por la idealización que se tenía sobre el eterno fe menino. Fue la paloma la que trajo el ramo de olivo a Noé, dejando un claro mensaje de reconciliación (el Diluvio había terminado y Jehová se reconciliaba con la humanidad) y de paz fecunda, prometedora de nuevos horizontes.
La religión cristiana la ha tomado, según los Evan gelios, como representación de la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, que también puede presentarse bajo el aspecto de una lengua de fuego como sucedió con los Apóstoles.

Ilustración alquímica que hace referencia a Nigredo, la primera fase de la transmutación alquímica, en la que aparece un cuervo.

El Cuervo

Siguiendo en nuestra exploración, también encontraremos al cuervo, muy utilizado en Heráldica aunque en escasas ocasiones en el Románico. Su valor simbólico es generalmente negativo, ya que se lo consideraba un ave de escasa inteligencia. Al comienzo del cristianismo se le reprochaba no haber avisado a Noé del final del diluvio. Parlanchín hasta la saciedad, su parloteo era una prueba de su falta de coherencia y de contenidos. En realidad, no era portador de mensaje alguno.
De nuevo, la alquimia nos ofrece un significado positivo de su imagen como símbolo de la Putrefactio (materia prima ennegrecida), que conduce a la obtención de la Piedra Filosofal. En este contexto, también era representado con la cabeza blanca, simbolizando la purificación que se espera obtener a través de la transformación alquímica.

MUNDO VEGETAL

Desde sus orígenes, el simbolismo del mundo de las plantas ha sido utilizado por la religión cristiana. La sociedad medieval poseía grandes conocimientos en materia vegetal pues de ellos extraían los remedios medicinales para todo tipo de dolencias. Esto fue aprovechado por la Iglesia con un doble propósito: presentar su simbolismo con una base científica y así hacer lo llegar con mayor facilidad al pueblo llano.

El Árbol de la Vida, del Bien y del Mal

El árbol es uno de los temas más ricos en símbolos, ya que no solo se puede buscar significados por su forma, sino también por la especie, sus hojas, por la manera de ser del tronco y por sus ramas. Mircea Eliade cita hasta siete interpretaciones distintas y siempre orientadas hacia el Cosmos que está en constante regeneración.
Posee tres niveles de significados: el subterráneo, cuyas raíces se hunden en el suelo, la superficie, en la que el tronco nace de la tierra y sus primeras ramas están cerca del suelo y por último el tronco que se eleva y cuyas ramas forman la copa que se yergue hacia el cielo. Asimismo reúne en sí todos los elementos: el agua que circula con su savia y de la que se alimenta; la tierra de la que se nutre y que se halla integrada en su desarrollo; el aire que alimenta sus hojas y le ayuda en su crecimiento y el fuego que se produce por frotamiento.
Se le toma como «eje del mundo» y su correlación con la vida. Al emerger de la tierra y elevarse en el cielo, le hace partícipe de las relaciones entre lo humano y lo divino. Por extensión, estamos frente a un eje alrededor del cual todo gira, se mueve, dualidad cuerpo-espíritu. Cuando aparece como símbolo del bien y del mal, se trata del árbol del Conocimiento y del uso que se haga de sus enseñanzas. Según su utilización, el resultado tendrá un signo u otro. La Sabiduría puede usarse de muchas maneras. Con fines egoístas y en beneficio propio o bien ayudando al prójimo pero sin que la intervención afecte su libre elección. No siempre tenemos la mano tendida para con el prójimo.

Muchos capiteles representan el Árbol de la Vida de modo estilizado, como este ejemplo en la iglesia de la Vera Cruz, Segovia.
Casi todos los árboles han guardado a través del tiempo un cierto grado de simbolismo para el hombre. Desde el mundo celta hasta la representación de la Atenea griega en la naturaleza. A los héroes se les rendía homenaje con hojas de laurel y el arca de la alianza del pueblo judío estaba confeccionada con madera de acacia. La acacia era el árbol sagrado de los egipcios que los masones adaptaron como símbolo de inmortalidad. Por su parte, el cristianismo considera unida la madera de este árbol a la figura de Cristo, ya que tanto la corona de espinas como la cruz en que murió el Salvador estaban hechas de acacia.

Los diez círculos que contienen los sephirots, en una representación medieval.
La Cábala, que estaba en su máximo apogeo en la Edad Media, poseía el llamado Árbol de la vida, que era representado por una serie de círculos denominados sephirots unidos entre sí por los llamados senderos. Era el camino seguido por Dios en su creación. Un relámpago descendente desde Kether, la corona pasaba a través de los restantes sephirots hasta llegar a Malkuth, la Tierra o el Reino Terrenal. Por ello, el espíritu del ser humano tiene que recorrer ese mismo camino para unirse con el Ser Supremo. Un camino de elevación y trascendencia que podemos encontrar en todas las religiones. Dicho árbol posee dicho recorrido que debe de efectuarse a través de sus senderos y que, en número de veintidós, permite el acceso de unos a otros en esa búsqueda incesante del ser humano hacia mundos celestiales.

Hojas Perennes y Caducas

Tanto en el estilo Románico como en el Gótico existen iconografías vegetales formadas simplemente por ramas y hojas, en ocasiones entrelazadas y cuyos significados son una vez más ambivalentes. Se precisan ciertos conocimientos de Botánica para llegar a diferenciarlas. Aunque lo importante en este caso es saber que unas hojas son caducas y otras perennes y cual es su función didáctica en canecillos y capiteles.
La lógica nos permite dilucidar que las hojas caducas representan un constante recuerdo a nuestra condición de mortales, de la brevedad de la vida y de nuestra corta existencia y el ciclo de la muerte. Por el contrario, las hojas perennes representan la inmortalidad, la eterna existencia de nuestra alma y es así como el árbol de nuevo nos ofrece con sus hojas este signo de regeneración perpetua.
Las hojas de acanto eran muy utilizadas en las decoraciones medievales. Su simbolismo se basaba en la expresión bíblica acuñada en el Génesis (3,18): «El suelo producirá para ti espinas y cardos». Su comulación en columna de iglesias y catedrales significa el triunfo de la Gloria, y el dolor que produce el pecado y su castigo correspondiente con su estancia por toda la eternidad en el infierno. Posiblemente el acanto sea el vegetal más esculpido en el arte Románico. Sus pequeñas espinas recuerdan al hombre el sufrimiento del hombre por los pecados cometidos y su conciencia de dichos errores. Sus carnosas hojas son la carne del pecado que llevamos, débil al principio y fuerte después.

Un capitel con hojas de acanto en San Juan de Duero, Soria.
Las espigas de trigo acompañan a veces a figuras iconográficas. Atributo solar, y por lo tanto áureo, simboliza la idea de germinación y crecimiento. Son indicativas de madurez, tanto en la vida vegetal y animal como en el desarrollo psíquico. Es el ciclo natural de muerte y renacimiento.
Las espinas son otro tema que evoca el concepto de dificultad, los obstáculos que debe de afrontar el creyente y la fuerza necesaria para superarlos. La corona de espinas de Cristo es la celebración de la unión entre el cielo, el Hijo del Hombre y la tierra.

También podemos encontrar flores y frutos en otro capitel de San Juan de Duero, Soria.

Plantas y Frutos

Generalmente, la figura central del Tetramorfo, es decir la figura de Cristo, está rodeada por una almendra, llamada «almendra mística», y no tanto por ella misma, sino por la cáscara que contiene aquello que esconde: la naturaleza divina de Cristo. Esa tradición mística otorga el significado de lo oculto, de aquello que es preciso descubrir para alimentarse de ello. Obviamente se trata de alimento espiritual. Dicha almendra se conoce así mismo como Mandarla, figura geométrica con el aspecto de almendra que se relaciona con un rombo de ángulos redondeados simbolizando la unión entre el cielo y la tierra. En su interior suelen inscribirse figuras de santos, apóstoles o la Virgen.
La granada que aparece de vez en cuando en algunos capiteles, simboliza la fecundidad. El cristianismo la compara con la Iglesia al poseer numerosas pepitas. Alegóricamente cuando se abre dicho fruto, al poseer multitud de granos bajo su corteza, la Iglesia como una sola corteza al igual que una sola creencia, une a la multiplicidad de pueblos existentes.

OTROS ELEMENTOS SIMBÓLICOS

Existen en la variada iconografía del Medioevo algunas figuras que pueden catalogarse como representativas de la vida cotidiana de las gentes del lugar, como fiestas, banquetes o los conocidos torneos medievales. Todas ellas poseen su propio significado, unas veces simple y otros más complejos. Veremos en algunas iglesias a un contorsionista o acróbata. Una primera lectura nos estará indicando que es la representación de un actor o figurante en una fiesta importante o banquete. Aunque una segunda lectura nos estará ofreciendo, con su gesto o pirueta, que ambos simbolizan el evadirse de lo establecido y la búsqueda de una condición sobrehumana, un alejarse de lo cotidiano fundado en un equilibrio crítico del no conformismo de la inmensa mayoría que sigue los cánones sociales.
Otro símbolo es el báculo que utilizaron los canteros como marca personal y que era utilizado desde tiempos del Mitraísmo y posteriormente por las jerarquías eclesiásticas cristianas. Es ese bastón de puño curvo considerado como símbolo de fe, del pastor que conduce a su rebaño a buenos pastos y que lo defiende del mal con él. Por su forma de semicírculo abierto, hace alusión al poder celeste concedido a su portador, abierto sobre la tierra, al poder de crear y recrear.
En algunos capiteles pueden verse a comensales ante una mesa. Si en primera instancia ello representa un acto cotidiano o una celebración, dicha iconografía se convierte en ritual universal adoptado por los distintos conceptos de diferentes religiones. En la cristiana, representa un rito de comunión, de participación de los fieles. Recordando la denominada «Última Cena» y el sacrificio de Cristo a través de la eucaristía, aunque ésta no esté presente en la iconografía esculpida. De manera que quién coma y beba en dicha mesa, alcanzará la inmortalidad entendida según la doctrina cristiana.

Diferentes representaciones de la vida medieval, torneos, banquetes..., la vida cotidiana en general.
Veremos también los conocidos torneos medievales en los que se enfrentan dos caballeros, por puro divertimento o como simple competición feudal. Pero el caballero posee otras connotaciones que fueron impulsadas por las novelas de caballería y las órdenes militares de la época. La pureza de espíritu de corazón, la defensa de los desvalidos y de la sociedad y como símbolo de la búsqueda del Grial y la defensa de las ideas religiosas del momento. El caballero ya en su montura, aleja sus pies en contacto con lo terrenal, la materia que antes le dominaba. Ahora emprende el camino del conocimiento que le llevará a la trascendencia.
El cáliz o copa también se convertirá en una constante en muchos aspectos. Ya en el antiguo Egipto, unos recipientes o jarras contenían plumas de ave o trazos que representaban agua de Vida. Unido todo ello al simbolismo cristiano a través del Grial o Graal, se integró a su liturgia con la eucaristía. Puede relacionarse con el caldero celta que curaba las heridas y sanaba a los enfermos al recibir las fuerzas espirituales del cielo y reposar por otra parte su base en la tierra.
La escalera es otro de los símbolos por excelencia de la ascensión. De la relación entre el cielo y la tierra. El Génesis (28, 10-15) con la visión de Jacob, es buena prueba de ello. Durante la Edad Media los Padres de la Iglesia mencionan constantemente la escalera de peldaños como símbolo de la ascensión que lleva a cabo el alma, dejando en cada uno de ellos un poco de su cara mundana. Es la separación entre lo terreno y lo espiritual, y la dificultad de su recorrido que debe superar el hombre para poder liberarse de sus instintos. En Alquimia también es usada como signo y según el número de peldaños poseerá una interpretación u otra.

Otra escena con elementos arquitectónicos como casas, castillos, etc.