NO CABE DUDA DE QUE EL PRESENTE
APARTADO es uno de los más complejos en el estudio de las imágenes
del Románico. El Bestiario Medieval es tan sumamente variado que
cualquier pequeño detalle que escape a nuestra observación puede
conducirnos a deducir un significado incorrecto. Unas pezuñas en
lugar de unas garras, o que una postura sea reposada o agresiva,
modificarán el sentido de la misma criatura evocada, si no estamos
suficientemente atentos a eso detalles, por nimios que parezcan,
habremos perdido el auténtico sentido de la idea o mensaje que
quiso representar su autor.
Autores tan antiguos como
Aristóteles (Historia animalium), Plinio el Viejo
(Historia natural) o Plutarco (Mo ralia). Habían
tratado el mundo animal. Y fue en el si glo IV cuando se tradujo al
latín la obra clave del Phisiologus, un tratado
probablemente escrito en Ale jandría en el siglo II de nuestra era,
que describía a los animales y mostraba sus costumbres como un
reflejo del mundo moral. Se le ha atribuido en su redactado a
manuscritos griegos o a autores como san Basilio, san Jerónimo o
san Epifanio entre otros. Dicho contenido fue creciendo con el paso
del tiempo convirtiéndose en el origen de los numerosos bestiarios
que circularon por el Medioevo, muchos de ellos con numerosas
ilustraciones.
Portada del Cordero, San Isidoro de León, uno de los grandes
tesoros del arte románico.
A todo ello debe de añadirse
también la tradición de los fabulistas clásicos, como Esopo, que
influyeron en los fabulistas medievales, cuyas obras eran incluso
recomendadas por los Padres de la Iglesia. Por otra parte, el libro
sagrado por excelencia del cristianismo, la Biblia,
contiene numerosas referencias a esta manera tan singular de
comprender la función de los animales y a la propia naturaleza,
haciendo alusión en muchas ocasiones, a los significados
metafóricos, alegóricos o simbólicos, como por ejemplo al carnero,
emblema del sacrificio, el árbol de la Vida, la paloma y, sobre
todos ellos, la figura de Cristo como cordero, tomada del
Apocalipsis.
El Neoplatonismo, que fue defendido
por San Agus tín, generó durante gran parte de la Edad Media la
certeza de que el mundo natural era únicamente una apariencia tras
la que se escondía la verdadera realidad trascendente de Dios. El
arte de entonces debía olvidarse de representar a la Naturaleza tal
y como se percibía e ir más allá y manifestar la esencia oculta que
se encontraba tras lo aparente. Se buscaba de este modo el concepto
y la racionalidad de las potencias divinas manifestadas. La
arquitectura y la estructura del edificio se rigen por un uso
exclusivo de formas geométricas muy simples, en los que círculos,
cuadrados y cilindros se disponen de forma ordenada y simétrica.
Las denominadas Ley del Marco y Ley del Esquema Geo métrico serán
las predominantes a seguir en el campo de la escultura y la
iconografía siempre subordinadas a estos conceptos
arquitectónicos.
La Ley del Marco obliga al artesano
del Románico a adaptar su obra a las formas y volúmenes
arquitectónicos. Ello podemos verlo claramente en los llamados
tímpanos, pues su forma circular obliga a la iconografía a
adaptarse a diferentes alturas y en ocasiones a estar inclinados de
ma nera forzada debido a su trazado semicircular, evitando con ello
romper la armonía del conjunto. En cuanto a la Ley del Esquema
Geométrico exige al escultor una adaptación a sus figuras según los
cánones de una geometría preestablecida y siguiendo una simetría
acorde con la simplicidad de conceptos geométricos básicos como
pueda ser un triángulo, un cuadrado, círculos o un pentalfa tal y
co mo puede apreciarse en los bocetos del famoso Honnecurt y el
trazado de sus dibujos siempre basados en estos parámetros.
No podemos olvidar que, en su
origen, el arte cristiano no crea, no inventa nada. Lo que hace es
tomar «prestadas» formas ya creadas y cambiarles sus contenidos.
Por ejemplo, Cristo pasa a ser representado como el Buen Pastor
tomando la forma física del portador de ofrendas del arte griego
(el moscóforo) y cambiando el significado del mismo, o la
corona de laurel que representaba la gloria terrenal en el mundo
romano pasa a significar en el cristianismo la resurrección. Con
los animales, sucederá exactamente lo mismo. Se trajeron y
adaptaron motivos egipcios, mesopotámicos, persas o asirios de los
que se nutrirá la fauna románica y que, junto a los bestiarios y la
influencia musulmana, resurgirán a partir del siglo X, una de las
figuras con más vitalidad en el ámbito románico: el monstruo. Se
trata de un resurgimiento y no de una innovación en la iconografía
simbólica, pues esta unión de distintos animales que conforman a
estos híbridos o incluso con partes humanas posee un origen
antiquísimo que se remonta a la Prehistoria.
Los
bocetos de Villard de Honnecourt parten de conceptos geométricos
básicos para crear personajes, animales y escenas diversas.
Es preciso hacer una salvedad en
este apartado dedicado a la impresionante iconografía del románico.
Existen algunas objeciones que son precisas de resaltar cuando nos
interesamos por el tema. En muchas ocasiones, esta iconografía
pierde su simbolismo sencillamente porque no lo posee. Existen
agrupaciones o conjuntos de figuras que sirven única y
exclusivamente con fines puramente decorativos. De esta manera se
cumplía una regla conocida como Horror Vacui, horror al
vacío. Dejar espacios sin ornamentación se convertía en un
auténtico quebradero de cabeza y ello se suplía llenando estos
espacios con motivos sin carácter simbólico. A veces, dichos
ornamentos se encuentran a ambos lados de aquellos que sí los
poseen y en otras, sencillamente decorando una serie de metopas,
canecillos o capiteles. Ello convierte este planteamiento en un
auténtico problema incluso para los especialistas pues, además de
las dudas que presentan, levantan a su vez controversias entre los
estudiosos.
Retrocediendo en el tiempo y
buscando los orígenes del simbolismo cristiano, vemos que se trata
de un legado procedente del mundo helenístico del que bebió el
Imperio Romano y finalmente la cultura judía que era antagónica en
relación a su postura con respecto a las representaciones
religiosas, puesto que la cultura clásica no concebía la divinidad
sin una representación física. Ello chocaba frontalmente con los
conceptos religiosos hebraicos que eran fundamentalmente
anicónicos, es decir, contrarios a las imágenes. Para resolver
dicho problema, se recurrió en un principio a la figuración
indirecta, o sea, que una figura era una representación, un símbolo
portador de un significado que iba más allá de su apariencia.
Un
ejemplo donde se mezclan escenas con descripciones bíblicas y
elementos simplemente ornamentales. Iglesia de Nuestra Señora del
Manzano, Castrojeriz, Burgos.
Al principio, no había necesidad
alguna de representar a la divinidad infinita, en parte por la
creencia de que al crear Dios al hombre a su imagen y semejanza no
había necesidad de su imagen. Además, el naciente cristianismo
poseía elementos nuevos y diferenciales que le distinguían
claramente del judaísmo: el descenso a la tierra de la encarnación
de la segunda persona de la Trinidad. Este nuevo ideario venía a
cambiar completamente la inexistencia de iconografía. En aquel
instante, Cristo podía perfectamente tener una imagen física. Así
es como al comienzo, ante la falta de documentos, se recurrirá a
imágenes alegóricas del arte clásico. Luego serán animales
representativos hasta que más tarde, con el paso del tiempo, se
mezclarán motivos simbólicos y hechos presuntamente históricos de
los Evangelios, hasta llegar a una iconografía del
Redentor. Con el tiempo, la figura de Cristo, eje central del
cristianismo, verá crecer el número de símbolos atribuidos a su
persona llegando a constituir el denominado Bestiario de
Cristo, plagado de diferentes especies de animales y cuya
interpretación estará basada en los versículos bíblicos.
Los
burros son frecuentes en el bestiario medieval, ya sea
representando, como en este caso, a la Burra de Balaam, o a la que
utilizó Jesús el domingo de Ramos para entrar en Jerusalén. Capitel
en la iglesia de Andaluz, Soria.
A partir de aquí surge el arte
cristiano debido a una necesidad puramente pedagógica. Pero es
necesario trasladarse a la mentalidad de la época medieval para
intentar comprender a aquellas gentes y la sociedad en la que se
desarrollaban sus vidas. Para el hombre medieval todo cuanto le
rodeaba era una emanación de la divinidad. En la mentalidad
judeocristiana, toda la naturaleza como los aconteceres cotidianos
dependían de Dios, reflejándose en toda su obra. El universo y, a
través del conocimiento de éste, el ser humano podían acercarse a
la divinidad para poder entender y aceptar los misterios que le
rodeaban procedentes de Dios. Esta forma de pensar estaba enraizada
en la Iglesia, la cual se valía de ella para poder influir en las
masas. La institución tenía ante sí un pueblo inculto además de muy
influenciable, que se encontraba atemorizado por las consecuencias
del pecado y su castigo.
La Iglesia, de perseguida pasó a
convertirse en perseguidora de las desviaciones que se producían
dentro de su propio seno y de las agresiones exteriores. Precisaba
de unas medidas de protección que ya fueron usadas por otras
religiones de signo histérico como el Mitraísmo, el culto a Cibeles
o a Isis, entre otras. El filósofo Pitágoras ya lo dijo en cierta
ocasión: «no es bueno enseñar todo a todos». Con ello se establece
una disciplina para que tan solo los neófitos elegidos reciban las
enseñanzas de los llamados misterios. Y es precisamente a través
del símbolo el que puede establecer ese vínculo de unión entre los
elementos artísticos y orales que exceden el significado aparente
de aquello que se ha representado. Así es como se irán tejiendo una
serie de signos, palabras clave o llave, que abrirán las puertas de
la trascendencia de la aparente realidad y que solo llegarán a
conocer los iniciados. Todo lo que existe en el Universo es capaz
de enviar un mensaje a los hombres al ser obra y manifestación de
Dios. Nada mejor para descifrarlo a través de las figuras de
animales pues el hombre del Medioevo tiene la convicción de que
éstos están presentes para servirnos de ejemplo. Ellos representan
vicios o virtudes y se convierten en el mediador, en el símbolo de
unión entre el cielo y la tierra.
En realidad, la finalidad de todo
ello era dirigirse a un público analfabeto. La piedra era un libro
abierto para ellos y la pedagogía y las enseñanzas que pueden
extraerse del edificio con esos aparentes ornamentos es aleccionar
a los feligreses a cumplir las leyes de la Iglesia y a distinguir
lo celestial de la demoníaco y las virtudes de los pecados si en un
principio la iconografía del Románico utiliza el Antiguo Testamento
como argumento para tales fines, pronto aparecerán escenas del
Nuevo. Se trata en definitiva de la unión de conceptos simbólicos
con descripciones de episodios de los Evangelios. Así es como el
Románico y el Gótico se convierten en auténticas Biblias de
piedra.
Un
animal fantástico. Quizá representación de un pecado.
Ese bestiario, al igual que la
iconografía vegetal, deriva en una simbología moralizante. Se trata
de una comunicación de ideas y conceptos trascendentes cuyo medio
de transmisión es el lenguaje simbólico Es así como el artista que
confecciona dichas imágenes se encuentra plenamente sumergido en un
mundo donde todo gira alrededor de la revelación y de la obra de
Dios. Pero ello no implica que ésta sea la única y exclusiva
interpretación y que la imagen no posea otros significados.
No todos los miembros de estos
gremios eran grandes iniciados, en el sentido más amplio de la
palabra. Evidentemente los había, pero eran aquellos que se
encontraban en la cima de la jerarquía. Ellos eran quienes daban
las instrucciones, dirigían e indicaban al artesano la imagen a
esculpir, sin estar obligados a pormenorizar sus contenidos.
Siempre ha sido así. El saber, el conocimiento y las verdades,
pequeñas o grandes, han pertenecido a unos pocos.
MUNDO TERRESTRE
Los animales juegan un papel
importantísimo en el mundo del símbolo. Desde un principio, y
remontándonos al tiempo de los antiguos egipcios, el mundo animal
era representativo de los secretos alquímicos. Un león rojo era
sinónimo del oro, mientras que uno verde representaba el mercurio
filosofal. El cuervo significaba la putrefacción de la materia y el
lobo el antimonio.
El origen terrestre o aéreo
de la especie de que se trate sirve para distinguir perfectamente
propiedades, virtudes y defectos. Siguiendo en el terreno de la
Alquimia, los animales alados simbolizan el principio volátil,
mientras que los terrestres representan un principio fijo. Cuando
contemplamos lo que aparenta ser una encarnizada pelea entre una
criatura terrestre y una alada, se ilustra la lucha alquímica entre
los principios opuestos que representan y también su
correspondencia espiritual (la lucha entre cuerpo y alma, la
materia y el espíritu).
La Serpiente
No cabe duda de que este
símbolo ha sido el más utilizado, el más po lémico y el que más
controversias ha levantado desde hace siglos. La serpiente ha visto
como a través del tiempo, su interpretación ha sufrido tales
cambios, que se han llegado a invertir completamente sus
significados primigenios. Símbolo universal por excelencia, se la
ha considerado guardadora o custodia de tesoros escondidos, es
decir, tesoros no materiales sino saberes y conocimientos ocultos.
Ha venido a representar el renacimiento del iniciado que, con su
muerte simbólica y su resurrección en un nuevo estado del ser, en
otro estado de conciencia, se asemeja al cambio de piel que el
ofidio efectúa en cada primavera. En tanto se convierte en un
hombre nuevo, es en realidad otro ser. Como todo símbolo resulta
ambivalente, la ortodoxia religiosa ha encontrado en su imagen otro
significado esotérico cristianizado como el hecho de despojarse de
su piel. Dicha interpretación es la alegoría del ser humano que se
desprende arrepentido de sus pecados y se deshace de su anterior
condición por medio del Bautismo y la Penitencia. Otra visión, otro
significado y otra valoración para un mismo símbolo.
Canecillo con dos
serpientes en San Juan de Priorio, Asturias.
En el arte románico, este
ofidio aparece profusamente, ya sea en su forma habitual, aladas
con cualquier otro aditamento nacido de la imaginación y fantasía
del escultor. En todo el orbe cristiano, desde su origen ha sido y
sigue siendo el animal más maléfico de todos y así ha sido
representado en los momentos más desgraciados del ser humano, como
la escena del pecado original o las escenas de la lujuria o el
infierno. Para el clasicismo o la Tradición, poseía un sentido
generacional que más tarde pasó con el cristianismo en su aspecto
negativo y como generadora del pecado Si anteriormente era el
elemento fundamental de las religiones terrestres o telúricas, se
ofrecía con el cristianismo una religión eminentemente celeste,
como portadora de todos los males.
Si anteriormente
representaba a las divinidades tradicionales, ahora no podía
representar más que todo lo contrario. La enemiga de Dios, a la que
la Mujer aplasta la cabeza, anticipando de este modo el triunfo de
Cristo. A través de la Biblia, la serpiente se ofrecía al
hombre medieval como su peor enemigo. Así se convierte en la causa
de todos los males y representa un simbolismo demoníaco
indiscutible.
En el Románico, su uso será
muy frecuente cuando simbolice a la lujuria, sobre todo las aladas
o monstruosas y el castigo de dicho vicio suele representarse por
una o varias mujeres a las que las serpientes muerden sus pechos.
La misoginia, no lo olvidemos, estaba muy presente en los conceptos
religiosos pues a la mujer también se la consideraba como promotora
de muchos vicios. En el mundo medieval se achacan casi todos los
males al género femenino, y así las mujeres se convierten en
protagonistas en las escenas de lujuria o del castigo de la misma.
Era como si para el pensamiento de la época y el ideario de la
Iglesia, el hombre no existiera o bien éste era un pecador de
segunda categoría, como si ello los convirtiera en una especie de
«ranking» de lo pecaminoso.
En las antiguas culturas
mediterráneas, el reptil era portador del conocimiento oculto, como
en el caso de Egipto, cuyo faraón lo llevaba en su tocado como
símbolo de poder y sabiduría. También los héroes míticos de
distintos pueblos han estado siempre vinculados a la serpiente.
Desde las sacerdotisas de la isla de Creta, que son representadas
con serpientes en las muñecas, hasta los gnósticos que veían en el
reptil al liberador de las prohibiciones del Demiurgo, que quería
evitar que el hombre despertara de su ignorancia y alcanzara el
conocimiento.
Prosiguiendo con el
simbolismo del ofidio, recordaremos el famoso y conocido Caduceo de
Hermes, adoptado por el médico Asclepio
[29]
como signo de conocimiento y sabiduría
siguiendo a la antigua tradición. Ladón, otra serpiente que
custodiaba las manzanas de oro (el conocimiento) del Jardín de las
Hespérides, fue matada por Hércules para poder robarlas; es decir,
para tomar posesión de lo áurico, de significación solar y
espiritual, y alcanzar lo trascendente. O la famosa leyenda del
griego Apolo, que vence a Pitón y construye sobre su guarida el
templo de Delfos, que posteriormente sería conocido como centro
iniciático de los misterios de primer orden. También en un mito
germánico aparece Fafnir, la serpiente vencida por el héroe Sigurd,
que se baña en su sangre y ad quiere así su sabiduría, hecho que
recuerda los ritos de iniciación de Mitra, en los que la sangre de
un toro cae sobre el iniciado encerrado en una jaula. A todo ello,
puede añadirse que la letra «S» en ocasiones se convierte en un
signo serpentario para representar el conocimiento oculto a los
profanos. No es de extrañar que en algunos Crismones, veamos dicho
signo in vertido y cuya interpretación sea otra muy distinta de la
oficial.
Es conocida su
representación con las corrientes cósmicas y telúricas, corrientes
que en definitiva no son más que la expresión y el efecto producido
por las acciones de las fuerzas emanadas del cielo y de la tierra.
Su función religiosa o ritual aparece ya en el arte rupestre como
deidades telúricas y como símbolo de las fuerzas terrestres. Una
clara representación de los ciclos de la vida, del tiempo e incluso
de la eternidad, es el conocido símbolo gnóstico del
Ourobos, esa serpiente que se muerde la cola y que algunos
asocian incluso como una representación alquímica.
La serpiente y el árbol
como símbolos mitológicos son dos mil años más antiguos que el
Cristianismo. Ambas imágenes ya aparecen en cerámicas sumerias
dedicadas al Señor del Árbol de la Verdad y su grafismo son dos
serpientes erectas y enroscadas de la misma forma que aparecen en
el Caduceo de Hermes. Existen grabados antiguos en que el ofidio
aparece acompañado por el sol o la luna. Si era representación de
la Sabiduría, no es de extrañar que fuese llamada» el más astuto de
los animales» en el Génesis y que influenciara en el mito del
Edén.
Serpientes animales en un capitel. Están entrelazadas con otras con
cabeza humana. Una representación quizá de las tentaciones que
sufre el pecador. Ciudad Rodrigo, Salamanca.
Siglos más tarde, la
todopoderosa Iglesia intenta borrar de la memoria colectiva los
antiguos mitos y ritos profanos y la serpiente se convierte en una
de las primeras víctimas. A partir de aquel momento, se transforma
en un ser maléfico y demoníaco sobre la base del argumento bíblico
del Génesis y la conocida historia del Edén con sus consecuencias.
Al mismo tiempo, el hermano de la serpiente, el dragón, sigue la
misma suerte. Con el paso del tiempo, irán apareciendo una serie de
Vírgenes que vienen a sustituir a la Gran Madre, le tierra fértil,
la Isis negra. Para que cumpla su misión celestial, la figura debe
pisar la cabeza de la serpiente. Representando con ello la Victoria
de lo bueno sobre lo malo, de la virtud sobre el pecado y de lo
positivo sobre lo negativo. Esta inversión de los símbolos ha
venido efectuándose desde hace siglos. El estudioso o el simple
interesado puede encontrarse con un signo o una imagen con
significados contrapuestos y ello puede conducirle por caminos
erróneos o a interpretaciones equívocas.
Perros y Lobos
En distintas culturas el
perro es símbolo propicio y representa la lealtad, la vigilancia y
la destreza en la caza. Algunos santos y místicos están acompañados
por dicho animal, cuya presencia se convierte en el conocimiento
que adquiere el peregrino. En alquimia simboliza el azufre o el oro
metálico, es decir, el físico. Cuando el cánido se presenta en su
estado salvaje como lobo puede evocar también ideas positivas de
auxilio, tal y como se ve en las mitologías de Oriente y Occidente
que le atribuyen la función de guía, e incluso de maestro que
conoce el secreto de los bosques, aunque esta connotación es
difícil de encontrar en un contexto cristiano. La loba que en la
antigua Roma resultaba una imagen materna por haber amamantado a
Rómulo y Remo, en el mundo cristiano se convierte en la
personificación del peligro y del mal por devorar las ovejas (los
fieles) cuando éstas se alejan del Buen Pastor (la Iglesia). Aun
que el lobo, junto al mono, era uno de los grados iniciáticos de
las cofradías de constructores. En la alquimia, el lobo es símbolo
del antimonio y por tanto de Saturno por sus propiedades de fijeza
y solidez en contraposición del mercurio que es volátil.
El perro o can da nombre al
canecillo, piedra esculpida generalmente que sobresale del muro y
que se encuentra inmediatamente ba jo el tejado. También lle ga a
simbolizar al compañero constructor, porque sigue las indicaciones
de su amo (el maestro de obras). En ocasiones, cuan do lleva una
piedra en la boca representa que se la ha dado el maestro para
trabajar y construir el templo. Como el perro y el lobo son
ambivalentes, tal y como sucede con la mayoría de símbolos, ello
conduce a interpretaciones opuestas que no equívocas. Precisamente
en los capiteles su figura se concibe como el Demonio y ello debido
al Evangelio con las cartas de Pablo a los filipenses (3.2). Así
mismo el Codex Calixtino
[30]
dice lo siguiente: «el perro suele ladrar al
hombre y el lobo acostumbra a devorar ovejas. Por el perro y el
lobo se designa al Diablo tentador del género humano. El demonio
ladra al hombre cuando provoca a su mente a pecar con el ladrido de
sus sugestiones. Muerde como el lobo, cuando impulsa sus miembros
hacia el pecado y por la costumbre de vivir en la culpa devora su
alma entre sus hambrientas fauces».
¿Perro?, ¿lobo?,
¿antimonio? El bestiario simbólico de la alquimia es constante,
tanto en el románico como en el gótico. San Juan de Duero,
Soria.
Serie de canecillos en
San Bartolomé en Río Lobos, Soria. El lobo representa a un
constructor medieval, las cabezas podrían ser de caballeros
templarios y el resto podría tener una función ornamental o
relacionada con la alquimia.
Esta ambivalencia prosigue
cuando ambos vienen a ser representativos de Caín y Abel. Caín es
el lobo sediento de sangre y Abel el fiel servidor que da su vida
por su amo. Resulta más que evidente que la Iglesia ha utilizado
todos y cada uno de los versículos en los que aparecen animales
para argumentar sus doctrinas y dogmas. Para esta Institución,
cualquier asomo de contradicción con sus postulados es rechazado
como profana, pagana o herética. Pero prosigamos con la imagen del
perro.
Considerado uno de los
animales domésticos más antiguos, el can era representado como
guardián de la puerta del más allá (Cerbero). Cuando su color
resulta ser negro, personifica lo tenebroso y maléfico, compañeros
demoníacos de magos y brujas. El «cazador de almas», Satán, se hace
acompañar por una jauría de perros infernales. El simbolismo
también forma parte del mito y la leyenda. Así es como el lobo que
representa a las fuerzas diabólicas que amenaza al rebaño de fieles
(los corderos), los santos convierten su ferocidad en un modelo de
compasión y piedad, gracias al poder cristiano del amor como hizo
san Francisco de Asís. No obstante, predomina claramente su imagen
más negativa.
En este capitel, bajo
una lacería, podemos ver lo que parece un perro, aunque el
deterioro es grande y podría tratarse de otro animal.
En el tratado
Physiologus, de principios del cristianismo, se la asocia
con la traición y la emboscada, asegurándose de que este animal se
fingía muerto cuando se le acercaba un hombre para atacarlo de
improviso en tanto se hallaba desprevenido. Calificado en
diferentes bestiarios como impuro debido a curarse la miéndose las
heridas o bien el de volver a ingerir sus vómitos, fue comparado
con el pecador que es perdonado y curado por la confesión y que,
después de confesarse, vuelve a incurrir en sus propios
pecados.
De nuevo los versículos
bíblicos sirven de apoyo para tales afirmaciones pues en la Carta
de san Pedro (2, 22) dice así: «volviese el perro a comer lo que
vomitó y la marrana lavada a revolcarse en el cieno.» El lobo con
piel de cordero, además de simbolizar a los falsos profetas,
representa al ser humano malicioso y con bajos instintos que
aparenta lo que no es en realidad. Para encontrar de nuevo un
significado positivo debemos recurrir una vez más a la iconografía
alquímica en la cual el lobo representa al lupus
metallorum (el lobo de los metales) que «devora» el oro para
purificarlo, un proceso que se realiza con la ayuda del antimonio,
denominado a su vez «lobo gris» por los alquimistas.
Monos, Conejos, Gallos
y Cerdos
En ocasiones veremos la
imagen de un mono, animal que puede sorprender por su inclusión
dentro de un conjunto iconográfico europeo. En general, se trata
del diablo, impulsor de la tentación, el vicio y el pe cado, al que
se asimilaba a la idea de imitación burda de la virtud como,«mono
de Dios», que lo asocia a la idea de falsificación del auténtico
sentido de las cosas. Sin embargo, también son posibles lecturas
que le atribuyan un significado más psicológico y profundo, aunque
en la cultura cristiana predominen siempre las connotaciones
negativas. Así, por ejemplo, el mono no cesa de parlotear, y de
moverse con agilidad, pero sin sentido desde el punto de vista
humano: va y viene de un lugar a otro o repite una serie de
gesticulaciones sin ningún objetivo aparente. Por eso, su nerviosa
actividad permitió convertirlo en una metáfora de nuestra mente
distraída, quien tiene que «domesticar» y aprender a concentrarse y
dirigirse hacia su objetivo mediante una disciplina. Estos monos de
nuestra psique están constantemente dispersos y hay que dominarlos
para encauzarlos correctamente. Finalmente, a este simio se le ha
adjudicado la interpretación de representar al ángel caído, el De
monio que quiso equipararse con Dios. En la Puerta de las Platerías
de Santiago de Compostela puede verse dicha imagen.
Con todo, si observamos su
significado en otras culturas, veremos que muchas le atribuyen un
significado positivo, como sucede en Oriente y ocurría en el
antiguo Egipto donde el mono es percibido como un animal sagrado.
La conocida imagen de los tres monos que cubren sus ojos, oídos y
boca, y que comúnmente traducimos con la frase «ni ver, ni oír, ni
hablar» procede de Oriente, donde son co nocidos como «Los Tres
Monos Místicos». Este trío representa tres virtudes: no ver el mal
(no estar pendiente de éste), no oír el mal (huir de
condicionamientos e influencias engañosas) y no hablar del mal (no
invocarlo ni ocupar la mente en lo negativo).
También el conejo y la
liebre presentan una notoria ambigüedad. Su constante disposición
al acoplamiento y su elevada tasa de reproducción les convirtieron
en símbolos del pecado de la lujuria. Pero es necesario no
apresurarse a interpretar el significado de dichas imágenes de modo
mecánico. Cuando estos animales se representan echados a los pies
de la Virgen María y el color de su pelaje es blanco, expresan todo
lo contrario: La Victoria del espíritu sobre la tentación de la
carne. A veces, podemos contemplar sus imágenes en las vidrieras
multicolores de las catedrales y, en el caso de que sean tres
ejemplares y estén unidos entre ellos por las orejas, constituyen
un símbolo de la Trinidad.
Aunque se trate de un ave,
el gallo es considerado como animal terrestre por sus
características. Su grito matutino anuncia la salida del sol,
alejando los demonios de la noche. En la condición cristiana,
representa a Cristo anunciando un nuevo día distinto, en el que se
nace a la nueva fe. Considerado un símbolo solar, significa también
la proclamación de la resurrección de Cristo y en alquimia evoca al
mercurio. Su estado de alerta en relación al astro rey resulta una
clara metáfora que lo asimila con la venida de Cristo. La frase
Ego sum lux mundi (yo soy la luz del mundo) está
íntimamente relacionada. El gallo, al atribuírsele el papel de
anunciador, se le ha relacionado con el arcángel Gabriel, asimismo
anunciador. Como en otras ocasiones, su simbología no es cristiana
pues procede de antiguo al coronar los puntos más altos de los
edificios y era sin duda alguna un claro símbolo solar. A pesar de
poseer una rica simbología, el gallo está poco representado en la
iconografía del Románico.
Perros cazando un
jabalí. Mensario de San Bartolomé de Campisábalos,
Guadalajara.
El jabalí es un animal de
signo benéfico y positivo. Entre los pueblos germánicos estaba
relacionado con la diosa Freya y su hermano Freyr. Los guerreros
llevaban de manera corriente su cabeza, mientras que los habitantes
de la Grecia micénica decoraban sus cascos con sus dientes
alineados. El jabalí representaba el coraje irreducible en el
combate y éste hecho dio nombre a muchas personas y lugares de
Alemania, donde la palabra eber significa jabalí. En el
mundo celta era considerado sagrado, simbolizando también la
fiereza y el coraje. Era representado en cascos y escudos y un
pedazo de su carne se colocaba en la tumba del fallecido para
dotarlo con la fuerza necesaria para emprender su viaje hacia el
más allá.
El jabalí adquirió tal
importancia en el celtismo que su figura pasó a protagonizar muchas
sagas y narraciones galas e irlandesas. Si bien en Oriente no tuvo
la misma importancia que en el universo celta, también tuvo una
participación destacada en mitos y leyendas. En India fue asociado
a Vishnú, quien hizo emerger la tierra de las aguas primordiales y
la excavó para que surgiera la columna de fuego y luz que
representa el falo (lingam de Shiva).
En el cristianismo, han
sido muchas las ocasiones en que el jabalí ha simbolizado a Cristo.
Como en el caso del perro y el lobo, el jabalí también evoca a otro
animal emparentado con él. En esta ocasión se trata del cerdo. La
conducta de esta especie, la emisión de sus sones nasales y el
estar de continuo en lodazales han configurado una imagen negativa.
Aunque no posea las propiedades de otros se res, los que se
adjudican facultades maléficas o demoníacas, es poseedor de
elementos suficientes como para ser re lacionado con el ser hu mano
que se revuelca en su propia suciedad, pegado al barro de sus
pasiones y sumido en el estercolero de sus vicios y pecados. En
esta situación, no hay conciencia de redención ni una
espiritualidad dispuesta a despertar, ni la voluntad de alcanzar
niveles superiores de existencia. Lo mismo que sucede con otros
animales, su representación iconográfica se confunde a veces con el
cerdo y si dichas imágenes están deterioradas, su identificación
resulta casi imposible.
Resulta difícil en la
iconografía pétrea distinguir al conejo de la liebre, pues ésta ha
sido considerada a su vez como un animal inmundo y sensual y como
tal lo atestigua el Levítico (11,3-7) que dice lo
siguiente: «De los animales terrestres podéis comer todos los
rumiantes, de pezuña partida; se exceptúan solo los siguientes: el
camello, que es rumiante, pero no tiene pezuña partida, tenedlo por
impuro; la liebre, que es rumiante pero no tiene pezuña partida;
tenedla por impura». Asimismo san Julián, san Agustín y san
Clemente entre otros afirmaban que al pueblo hebreo le estaba
prohibido el consumo de la liebre por ser símbolo de los vicios de
los que Yahvé quiere ver libres a sus fieles. (11,3-7) que dice lo
siguiente: De los animales terrestres podéis comer todos los
rumiantes, de pezuña partida; se exceptúan solo los siguientes: el
camello, que es rumiante, pero no tiene pezuña partida, tenedlo por
impuro; la liebre, que es rumiante pero no tiene pezuña partida;
tenedla por impura». Asimismo san Julián, san Agustín y san
Clemente entre otros afirmaban que al pueblo hebreo le estaba
prohibido el consumo de la liebre por ser símbolo de los vicios de
los que Yahvé quiere ver libres a sus fieles.
El Cordero
Símbolo de pureza y candor,
el cordero era la víctima sacrificial del pueblo de Israel durante
la Pascua judía, la Pessah. La imagen evangélica del Buen
Pastor conduciendo su rebaño, que no duda en dejarlo recogido para
acudir al rescate de la oveja perdida, se trasladó a la figura de
Jesús yendo a la búsqueda de los corderos descarriados del rebaño
de Dios (los hombres). De ahí procede la conocida frase de «oveja
descarriada», pero también la asimilación del símbolo del cordero
que representa al fiel, en la medida en la cual éste tiene por
objetivo la Imitatio Christi, el hacerse como Cristo,
definido como «Cordero de Dios», en consideración a su sacrificio
expiatorio por la Hu ma nidad, que tuvo lugar precisamente en
vísperas de la Pascua judía, cuando los corderos pascuales eran
degollados por los sacerdotes en el templo.
San Juan traslada incluso
la crucifixión al día preciso en el cual se sacrificaba a los
corderos para enfatizar este simbolismo. Por eso, su Evangelio
describe el encuentro entre san Juan Bautista y Jesús de la
siguiente manera: «Al día siguiente, vio que ve nía hacia él y le
dijo: He aquí el cordero de dios que quita el pecado del mundo». En
el Apocalipsis se vuel ve sobre la misma imagen: «Y le vi: el
Cordero estaba de pie sobre la montaña de Sión», aparte de
distinguirse a Cristo como el «Cordero degollado». Desde la épo ca
de las catacumbas ro ma nas, el Cordero de Dios (Agnus
Dei) se formalizó como u na alegoría convencional de Cris to.
Por eso, en la Cristiandad aparece representado acompañado de una
cruz o con los E - vangelios, convirtiéndose en el llamado «Cordero
Místico». Este animal posee otra implicación relacionada con el ser
humano que está dispuesto con humildad al sacrificio de ser
devorado para renacer a una nueva vida. Ello podemos leerlo en
Hebreos 9,12 donde dice: «Y entró en el santuario una vez para
siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con
su propia sangre, consiguiendo la Redención eterna».
Un Cordero Místico en
Santa María de Llanes, Asturias.
Me gustaría que el lector
me permitiera un pequeño comentario con respecto al cordero.
Podremos encontrarnos a veces con la incertidumbre de saber si
aquello que contemplamos en una iglesia es un cordero o no. La
verdad sea dicha, todo depende de la habilidad que tuviera el
artista. Cordero, oveja y carnero se confunden fácilmente. Si
además añadimos el deterioro de muchas imágenes, la dificultad para
saber a qué atenernos puede ser considerable en algunos casos.
Posiblemente vengan en nuestra ayuda las otras figuras que le
acompañan y que conforman un conjunto respecto al significado de la
representación. Según la composición de que se trate, esos
elementos tal vez nos permitan dilucidar el problema que plantean
muchas representaciones.
El Gato y el León
El caza-ratones, ese felino
que goza de nuestra compañía desde hace siglos, fue considerado
mágico y especial en la antigüedad. En el conocido Libro de los
Muertos egipcio, ya aparece como protagonista de actos
sagrados, cuando destruye a la malvada serpiente Apophis. Esos
felinos representaban un aspecto particular de la misma fuerza que
simbolizaban las deidades leoninas como Sekhmet. Este fue el caso
de la diosa Bastet, hermana de Horus representada como diosa-gata o
con cabeza de gato. A menudo eran momificados y existen documentos
que constituyen auténticos precedentes de la costumbre,
relativamente reciente en nuestra cultura, de rendir honores
fúnebres y dedicar enterramientos de tipo humano a estas mascotas.
Los egipcios ya habían domesticado el gato salvaje de Nubia en el
año 2000 a.C. Eran tan apreciados que, cuando moría un gato, la
familia que lo acogía guardaba luto y realizaba gestos rituales de
duelo por su pérdida.
Pero una vez más, la
ignorancia del ser humano, madre de todos los males, convirtió a
este pobre animal en un símbolo negativo. El hecho de saber cazar
de noche y en la casi absoluta oscuridad, le tornó en aliado de
misteriosas e ignotas fuerzas tenebrosas. De aquí a ser relacionado
con el reino de Satán y la brujería, había solo un paso. Fueron
desollados, quemados y descuartizados por orden de la cristiana,
caritativa y bien pensante Iglesia que, como acostumbra, falseó la
realidad en su propio beneficio, convirtiendo al gato,
preferentemente si era negro, en el chivo expiatorio y en aliado de
las brujas.
Tanto es así que llegó a
decirse que las brujas, en sus fiestas del Sabbath,
montaban a ese pobre animal para llevar a cabo sus aberrantes
aquelarres. Desgraciadamente, tuvieron que pasar largos años para
que la moderna psicología acudiese en su favor, poniendo un poco de
orden en nuestras mentes enfermizas. El gato, desde sus raíces más
profundas representa una polaridad típicamente femenina y, en
consecuencia, al poseer dicha naturaleza, los juicios de valor que
se le adjudicaban, en el fondo, no son más que una agresividad
disfrazada hacia la mujer, provocada por una misoginia
psicológicamente muy profunda.
Los gatos fueron
relacionados con todo lo demoníaco, incluso en ilustraciones en que
se le identificaba con el mismo Satanás. Libro de horas de
Catalina de Clèves.
La visión tópica y popular
que se posee de dicho animal, completamente equivocada, procede de
este elemento inconsciente que, por desgracia, todavía perdura en
infinidad de prejuicios absurdos. El hecho de no querer estar
enjaulado o encerrado, ser independiente y desear vivir en
libertad, lo convierte en el vivo retrato del ser humano. Pido
disculpas al lector por este párrafo, pero como ya habrá adivinado,
los felinos y un servidor llevamos años compartiendo nuestra
existencia. Pero no es ajeno a nuestro tema. En muchas ocasiones,
podremos ver al «minino» en algún capitel cociéndose en las llamas
del Infierno.
Al igual que el águila, el
león es un símbolo de fuerza y siempre ha tenido un rol importante
en la Heráldica, y no por casualidad. La Astrología relaciona al
animal con el sol. Ésta asimilación con el astro rey se debe al
color de su pelaje y a su inmensa y en ocasiones redonda melena que
parece resplandecer. Su carácter eminentemente masculino tuvo que
«dulcificarse» con su opuesto complementario femenino, así las
diosas Cibeles, Artemisa y Fortuna aparecían a veces con cabeza
leonina. En la antigüedad, simbolizaba a los dioses o a sus míticos
héroes, como Hércules venciendo al león: el espíritu humano
triunfando sobre la naturaleza animal. Gea, la diosa tierra, se
representaba sentada en un carro tirado por dos leones.
En muchas ocasiones los
animales parecen representados en posturas extrañas, como este león
alado de inspiración sumeria.
Desde el punto de vista
cristiano, el león resulta muy ambiguo. Por una parte, recoge el
simbolismo bíblico que lo vincula a la descendencia de la línea de
Judá, y por otra al adversario del que solo Dios sabe protegernos,
cuando leemos el episodio bíblico de Daniel en la fosa de los
leones. El cristianismo primitivo urdió fábulas simbólicas en las
que éste animal era el protagonista. Se decía, por ejemplo, que el
león borraba sus huellas con la cola a medida que efectuaba su
lento y majestuoso caminar. También se contaba que dormía en su
caverna con los ojos abiertos en alusión alegórica una conocida
afirmación: «Así duerme el cuerpo de mi Señor en la cruz, pero su
divinidad está despierta a la derecha de Dios Padre». Así es como
identificándose con Cristo es llamado «León de Judá».
En el Románico, el león
resulta una de las simbologías más complejas, pues en ocasiones lo
encontramos como algo sagrado cuando se halla apostado a la entrada
del recinto de lo sagrado como aviso o advertencia para que el
profano no se aventure en su interior y atraiga el enojo divino.
Llamado Leo Fortis es el vencedor de la muerte pues
aplasta a los espíritus malignos generadores de todo mal.
Denominado Leo Clemens, ejerce su gran misericordia sobre
los pecadores arrepentidos.
Hay que destacar que la
figura del león es siempre extrema. Cuando es positiva, simboliza
al hombre superior y cuando negativa a las fuerzas infernales.
Generalmente se presenta a Jesucristo venciendo a animales como el
dragón, el basilisco o el león. En el Antiguo Testamento tenemos un
precedente de esta imaginería cristiana a propósito del episodio en
el cual Sansón mata a dicho animal. Aquí el ser humano vence a las
pasiones mundanas y trasciende su condición terrena. Cuando en la
primera Epís tola de san Pedro dice: «Vuestro enemigo, el diablo,
como león rugiente, acecha buscando a quien devorar», el animal
resulta de forma evidente negativo, pero cuando una vez más se
invierte su interpretación, entonces representa lo positivo y es
símbolo de Resurrección al regenerar al hombre hacia una nueva vida
pues le confiere a su potencial víctima parte de su potencia vital.
En definitiva el león es un símbolo intrínsecamente dual como
ocurre con otros tantos animales. Es así como la alquimia considera
al león como símbolo de la sustancia original (azufre) y al león
rojo como la obtención de la Piedra Filosofal. Cuando está
representado de color verde simboliza un disolvente muy activo: el
vitriolo.
El Macho Cabrío y la
Cabra
Respecto a estos animales
se afirma en distintos bestiarios: «El macho cabrío es un animal
lascivo, imagen del De monio y de la impureza, que en la Antigüedad
servía de montura a Afrodita y Dionisos», de donde tal vez deriva
que en la Edad Media se representara a la lujuria por una mujer
cabalgando sobre un macho cabrío o una cabra. Una de sus variantes
serían los sátiros que se presentan con cuernecillos y patas de
cabra. Para los cristianos, es una imagen del Diablo y del
Anticristo. En los bestiarios moralizantes, encarna simplemente los
apetitos carnales. Su simbolismo es altamente negativo, pues san
Mateo ya lo indica así en el Juicio Final (25, 31) del modo
siguiente: «...como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y
pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda, al
mismo tiempo dirá a los que estén a su izquierda: apartaos de mí,
malditos, al fuego eterno.»
El macho cabrío
asociado con el Diablo realmente está inspirado en el dios celta
Cernunnos, señor de las florestas y de los animales, aunque en
origen tuviera aspecto de ciervo.
El Tetramorfo
En el arte cristiano, el
águila, el león y el toro se convertirán en fundamentales, pues la
mayoría de tímpanos románicos poseen sus imágenes rodeando al
Pantocrator. La conocida imagen del Tetramorfo, está formada por
cuatro motivos el león, el buey o toro, el hombre y el águila,
que simbolizan la nobleza, la fortaleza, la sabiduría y la
elevación de todo lo creado, atributos divinos que san Ireneo
[31]
identificó con la difusión del
Evangelio al mundo entero (los cuatro puntos cardinales).
Se trata de un conjunto de símbolos con valor cósmico que vienen a
representar el orden cíclico o circular celeste con sus cuatro
puntos cardinales girando en torno al centro divino (Cristo).
Fue este santo quien vio en
el Tetramorfo la manifestación universal de Dios e identificó cada
animal con un evangelista: el hombre-ángel con san Mateo, el león
con san Marcos, el toro-buey con san Lucas y el águila con san
Juan. Otros seguidores como san Jerónimo
[32]
relacionaron cada ser con un aspecto de
Cristo. El hombre representa la Encarnación; el toro-buey, la
Pasión; el león, la Re surrección; y el águila, la Ascensión. Estas
analogías son las predominaron durante toda la Edad Media.
El Tetramorfo procede de la
descripción que encontramos en el Apocalipsis en su
capítulo IV cuando se efectúa una descripción del trono de Dios:
«Delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal
y en derredor de él cuatro vivientes, llenos de ojos por delante y
por detrás. El primer viviente era semejante a un león; el segundo
viviente, semejante a un toro; el tercero tenía semblante como de
hombre y el cuarto era semejante a un águila voladora». Esta
descripción pasa a ser el emblema cuádruple de Cristo, pues según
el arzobispo de Tours, Hildeberto de Lavardín, escribió en el siglo
XII lo siguiente:
El impotente
tetramorfos de la iglesia templaria de Villalcázar de Sirga, con su
misterioso cerdo orante en el lugar que debiera ocupar un buey
representando a San Lucas.
«Cristo es hombre, Cristo
es ternero, Cristo es león, Cristo es ave; en Cristo puede
expresarse todo: Es hombre cuando vive, Buey cuando muere, es León
cuando resucita y Ave cuando sube a los cielos». A pesar de que el
Tetramorfo viene a representar a los evangelistas cuando se
atribuye el hombre a Mateo, el águila a Juan, el león a Marcos y el
toro a Lucas, éstos animales siguen haciendo referencia a la figura
de Cristo, pues son una clara alusión a los libros evangélicos más
que a los propios autores.
El Sapo
Es elemento de la potencia
masculina y en la Edad Media estaba asociado con la brujería y al
de monio, por lo que quedó unido alegóricamente como símbolo del
mal. La segunda plaga que Yahvé lanza contra Egipto para que el
faraón deje salir de su país al pueblo elegido, el judío, rumbo a
la Tierra Prometida es una lluvia de ranas y sapos. De nuevo la
influencia de las Escrituras sirve de base para todo tipo
de creencias y manifestaciones iconográficas.
MUNDO ACUÁTICO
El elemento en el que ha
nacido la vida es el agua. Ese medio viene a representar la
transición entre la materia y el espíritu, fuente de vida
(espiritual), medio de purificación y de regeneración. El agua
participa del ciclo cósmico, pone en contacto a la lluvia con la
tierra, la fecunda, asciende, se eleva y sigue su eterno ciclo. Se
interpreta como el espíritu vivificador que fecunda el mundo del
que renace con un poder ascensional reforzado. El agua representa
la pureza para el Islam o la iluminación en el Budismo. Las aguas
cristalinas poseen seres que gozan de la luz, la trascendencia y la
regeneración que provocan los rayos del sol; en cambio, las aguas
putrefactas, cenagosas y oscuras poseen en lo más profundo a seres
monstruosos, diabólicos que laten en el fondo de nuestra alma.
Sería como nuestro más profundo subconsciente.
Desde una visión iniciática,
la inmersión en el agua simboliza la muerte del hombre viejo y su
permanencia en ésta y la regeneración hacia una nueva vida que
emergerá transformada. Ese es el sentido cristiano de las llamadas
aguas bautismales. Este ritual es semejante al que se efectuaba
tradicionalmente en las cuevas naturales o excavadas, lugares donde
preferentemente se recibía la iniciación.
En nuestro uso cotidiano del
lenguaje, y posiblemente de manera inconsciente, relacionamos a
nuestros congéneres con calificativos similares a los conceptos
simbólicos del agua. Decimos que tal o cual persona tienen las
ideas «claras» o bien que tal o cual conclusión está «tan clara
como el agua». Por el contrario, definimos como «oscuras» a
determinadas intenciones o personas. Las aguas limpias y con una
superficie limpia como un espejo conducen a la calma, el sosiego,
la paz y la introspección. Las agitadas o difícilmente
impenetrables suscitan todo lo contrario.
La portada de San Pedro
de Gaillos, Segovia, está decorada con un motivo que imita las olas
del mar o las ondulaciones del agua.
En la arquitectura del
Románico existe un motivo, en principio ornamental, que representa
el agua o el mar, simbolizados en los pórticos mediante una línea
quebrada que se denomina «dientes de sierra». Como vemos, nada
queda al azar, todo es medido, calculado y preparado con antelación
cuidadosamente y con una finalidad muy concreta: el mensaje.
A pesar de que los tratados
sobre simbología por lo general ofrecen un escaso tratamiento del
simbolismo de los peces, tienen en cuenta a estos seres como una
imagen fundamental del desarrollo espiritual. Recordemos que el pez
era símbolo de identificación de los primeros cristianos. El mismo
Cristo está representado por un pez debido a la voz griega
Ichthys. También la voz de origen griego IXOYZ
que está formada por cinco letras iniciales de otras palabras
griegas, significa: Cristo Hijo de Dios Salvador. El pez también
aparecía junto al pan en las más antiguas iconografías, recordando
el pasaje evangélico de la multiplicación de los panes y los peces.
En alguna ocasión aparece el pez en forma de delfín, significando
que se trata del salvador y el amparo de náufragos (aquellos que se
encuentran desamparados y no tienen posibilidad de elección).
Cuando podemos ver a ambos lados de la cruz a varios peces, viene a
representar a los fieles cristianos en torno a su Salvador.
Un extraño monstruo con
apariencia de cetáceo forma parte de una de las arquivoltas de
Eunate, Navarra.
El signo de Piscis,
representado por dos peces horizontales en direcciones opuestas,
simboliza el descenso a las aguas primordiales y su evolución en
sentido contrario, saliendo del ciclo zodiacal, una vez superado
ese descenso a lo caótico y oscuro de la materialidad, hacia una
ascensión trascendente. Cuando aparecen unidos por la boca, estos
dos peces nos recuerdan que ambas situaciones son
complementarias.
A pesar de que hasta el día
de hoy no he podido localizar a la ballena en ese amplio repertorio
que constituye el bestiario del Románico, bueno será recordar el
pasaje bíblico de Jonás. En los Evangelios el mar representa la
muerte y los primeros cristianos adoptaron el episodio de Jonás y
la ballena como un símbolo de la resurrección de Cristo. El animal
se convierte en un atanor alquímico, «salvando» de la muerte al
personaje y convirtiéndose en el medio para el tránsito iniciático.
Cabe añadir que el hecho de emerger a los tres días fue tomado como
un anuncio profético de la resurrección de Cristo al tercer
día.
MUNDO CELESTE
Transmisor de ondas, de
efluvios y de vibraciones, el aire es el medio en el cual se
realiza el vuelo, ascendente o descendente, en el que se lleva a
cabo la transición entre la materia y el espíritu. El hecho de
elevarse, dejar la tierra y no tener otro apoyo que el aire ya
implica una primera transformación Este medio etéreo, de múltiples
direcciones y con infinidad de rumbos ha sido desde los tiempos más
remotos símbolo de libertad. Estrechamente unidas a este
sentimiento de elevación y este elemento sustentador que es el
aire, las alas han estado íntimamente vinculadas al espíritu que,
en su vuelo, atesora el impulso liberador necesario para una
aproximación a la divinidad.
Solo en pleno vuelo se
obtiene un conocimiento global de cuanto existe «Cuando se sube a
la montaña es cuando se puede contemplar el llano» dicen los
taoístas. Únicamente un estado superior de conciencia permite
reconocer que todos los elementos constituyen el gran Todo. En
general las aves han representado el pensamiento, la imaginación y
son comunes al elemento aire y en una religión de signo solar como
la cristiana, no resulta difícil identificar al fiel con el pájaro
que vuela hacia la divinidad.
Ángeles
Como no podía ser de otro
modo, la figura del ángel es una de las representadas en la E dad
Media. Simbolizan a seres intermediarios en tre Dios y lo creado.
Per tenecen al reino celeste, incorpóreo, a pesar de es tar
representados con cuerpo humano. Son aéreos, etéreos y sutiles.
Tienen por misión la de ser guardianes, ministros, emisarios o
protectores de los elegidos por su santidad y están organizados por
jerarquías. Siete órdenes y nueve coros formados por tres tríadas.
La Superior está formada por Sera fines, Querubines y Tro nos. La
Intermedia por Dominaciones, Virtudes y Potestades y la Inferior
por Principados, Arcán geles y Ángeles. Estas cifras vienen a
recordar una vez más a los constructores y sus ritos de
consagración de un edificio, llevado a cabo por 3, 7 y 9 miembros
respectivamente. Su contrapartida, la denominada Demonología, posee
así mismo una serie de potencias de signo contrario.
El ángel que posee
atributos simbólicos de orden espiritual ofrece al mismo tiempo la
imagen de que la transformación del ser humano ya se ha llevado a
efecto y que la unión de lo visible con lo invisible se ha
cumplido. De ahí su aspecto humano con alas. El observador podrá
encontrar alguna que otra imagen curiosa, o cuando menos
interesante, referente a determinadas figuras de ángeles que los
escultores nos dejaron en algunos capiteles.
Evidentemente llevan alas,
pero son de cisne. Este hecho viene a recordar de una parte que, en
el simbolismo céltico, los mensajeros del más allá eran los cisnes,
y de otra parte, que los constructores conocían perfectamente el
mundo celta y tomaban algunos de sus conocimientos por tríadas que,
recordémoslo, eran las que formaban los conceptos
filosófico-religiosos de los famosos druidas. Su legado pasó a
formar parte del simbolismo de los canteros medievales que, de una
manera discreta, lo plasmaron en sus obras.
Un ángel anuncia la
resurrección de Jesucristo. Iglesia de San Miguel, Beleña de Sorbe,
Guadalajara.
Según Isaías (6, 1-2), los
querubines son aquellos ángeles que rodean el trono de Dios. Poseen
seis alas. Dos para cubrirse el rostro (por miedo de ver la faz de
Dios), otras dos que cubren sus pies (grandeza de espíritu
representada por su extremada longitud), y las otras dos para
volar. Esta es, en principio, una de las definiciones de unos seres
que solo en estado de perfecta pureza pueden ubicarse tan próximas
a la Divinidad. Pero también fueron asociados a otros significados
que nos descubren interpretaciones bien distintas.
Cubrirse los ojos significa
no participar del mundo material, no observar cuanto acontece en él
y dejar al ser humano la libre elección de sus acciones. Las alas
que cubren sus pies están en realidad representando el gesto de
cubrirse el sexo, indicando con ello el pecado de lujuria del
hombre y, finalmente, las dos alas extendidas simbolizan la
recompensa que aguarda al ser que cumple con la ley.
La Anunciación a
los Pastores en los frescos del Panteón de Reyes en San
Isidoro de León.
Cada creyente tiene
asignado un ángel de la guarda, según Basilio. Éste guía su vida y
es, a su vez, pedagogo y protector. Dicha protección viene
confirmada por el rescate de Lot (Génesis, 19), la asistencia a
Ismael (Génesis, 21) y la bendición de Jacob (Génesis, 41). Todos
estos significados son recogidos en la Edad Media, cuando dichos
ángeles intervienen para proteger a los cristianos de un peligro y
asistirlos en las guerras o las cruzadas. El ángel como mensajero
del cielo es siempre portador de buenas noticias desde una
perspectiva espiritual.
El ángel es el ser que ha
trascendido la materia y sus alas se duplican a medida que está más
próximo a la Divinidad. Ya no se trata de un ave como el águila, ni
de un símbolo cuyos significados tienen que ser interpretados. El
arte sacro medieval no confiere una multiplicidad de
representaciones para un mismo símbolo, concepto o idea. Ahora se
trata de la propia imagen que, por sí misma, resulta bien clara y
directa para comunicar el mensaje: el espíritu unido con el
Todo.
Las aves aparecen
profusamente en todo el bestiario medieval.
En cuanto a las aves, éstas
ya poseían gran importancia en el arte del primer cristianismo;
tomadas del mundo clásico, reflejaban el alma en el Paraíso, y ya
en el arte paleocristiano el Espíritu Santo se identificó con la
paloma. También en el islamismo, en el Corán, la palabra ave es
tomada como sinónimo de destino y también como símbolo de la
inmortalidad del alma.
El vuelo de las aves está
recordándonos nuestra condición pesada y material, que nos obliga a
permanecer pegados a la tierra, al mundo del que solo podemos
liberarnos a través del espíritu. Los seres alados, ya sean
fantásticos, monstruosos, o incluso los propios ángeles, son un
claro referente de la existencia de lo sagrado, sutil e
imperceptible. Las jerarquías celestes han triunfado sobre la
materia y ahora ostentan su victoria, luciendo alas, siempre
presentes, para recordar al ser humano que, utilizando las
capacidades divinas que lleva dentro de sí, es capaz de alcanzar su
mismo estado.
Estos conceptos y
significados fueron trasladados magistralmente a la piedra por los
gremios herméticos medievales. Resulta fácil observar en numerosos
capiteles a la figura humana levantada por las aves, en un gesto de
ascensión ligero, un dejarse llevar por las fuerzas del espíritu
para que el hombre sea conducido hasta estados
celestes.
Dos aves enfrentadas
con gesto airado, como si fueran a pelear, significan la oposición
entre contrarios a pesar de su unión necesaria.
Existe una constante
iconográfica referente a las aves que poseen casi todas las
iglesias o por lo menos gran cantidad de ellas: la de los pájaros
enfrentados. Generalmente aparecen frente a frente, o bien
entrelazando sus cuellos, representando el mundo de los opuestos y
su lucha constante, pues ambos son complementarios. La generación
de la electricidad necesitados polos opuestos. No es posible
definir algo como grande si no es en relación con lo pequeño. El
noche y el día, lo feo y lo hermoso, lo bueno y lo malo, el amor u
el odio etc. Esas pautas existen y están representadas en los
templos.
En algunos tempos pueden
contemplarse aves con patas terminadas en forma de pezuña y cabezas
monstruosas, cuyos cuerpos se encuentran enredados entre ramajes.
Si consideramos las pezuñas como de caprino y asumimos el hecho de
que están atrapadas en elementos vegetales, deduciremos que
representan al alma del ser humano (la figura del ave) atrapado por
sus vicios y pecados (las ramas). En otros templos, podrán verse
picoteando sus patas para desprenderse de la tierra adherida (la
materia) para poder elevarse y volar hacia las alturas (el mundo
espiritual).
El Cisne
Tal vez no exista ave tan
blanca, bella, elegante y majestuosa como el cisne. Desde la
Prehistoria, el hombre ha visto en éste una especie de totalidad.
Su blancura es la luz, una luz masculina, solar y diurna, pero
también femenina y lunar. De nuevo la ambivalencia y la polaridad
están presentes en una misma imagen. Si por alguna circunstancia
asume las dos, se convierte entonces en andrógina, uno de los
grandes misterios sagrados.
El aspecto de guía o
conductor también está presente en el cisne, cuando conduce a Apolo
al país de los Hiperbóreos, tierra mítica siempre agraciada con un
cielo límpido y puro. En el celtismo, su viaje por los océanos
celestes simboliza los diferentes estados angélicos del ser,
liberado y transformado en su periplo hacia el Principio
Supremo.
El Pelícano
Prosiguiendo por los aires,
que no es lo mismo que estar en las nubes, veremos otra figura de
cierta relevancia, adoptada por algunas escuelas denominadas
iniciáticas o esotéricas, por ejemplo la Orden Rosacruz. Se trata
del pelícano, al que la leyenda atribuye el poder matar a sus hijos
y devolverles a la vida con su sangre a los tres días (de nuevo
aparece esa constante del tercer día). El hecho de que el pelícano
baje el pico hacia el pecho para alimentar a sus crías con los
peces que conserva en esa especie de prominencia inferior de su
propio pico dio pie a esa falsa idea. Por eso, pronto se convirtió
en símbolo de la muerte sacrificial de Cristo, así como el amor
paternal que no retrocede ante ningún sacrificio. El pelícano
todavía es una figura utilizada por la simbología alquímica, pues
representa al alambique de «pico» curvado. En la francmasonería de
rito escocés, hace referencia al deseo y la aspiración de
purificación y dicho grado es conocido con el nombre de Rosa Cruz.
Los caballeros rosacruces eran también conocidos como «los
caballeros del pelícano».
Un pelícano algo
deteriorado en un canecillo de la iglesia de San Miguel de Sotos
Albos, Segovia.
El Avestruz
Al avestruz, a pesar de
poseer alas, éstas no le permiten levantar el vuelo. Su costumbre
de esconder la cabeza en tierra ante un peligro, el hecho de
abandonar sus huevos sin incubarlos, le ha otorgado todo tipo de
críticas y, en consecuencia, de significados negativos como un ser
hipócrita y mentiroso, pues hace como que va a volar y en cambio
echa a correr con sus patas de camello. Incuba huevos ajenos y
confía al sol a los suyos para que los caliente, etc.
En el antiguo Egipto donde
las figuras de animales representaban abrumadoramente aspectos
positivos simbolizaba la justicia y la equidad, y su plumaje era
el emblema de la diosa Maat (Verdad y Justicia). El juicio a que
eran sometidos los difuntos culminaba en el pesaje de su corazón
(sus actos durante su existencia terrena). En un plato de la
balanza se colocaba dicho corazón y en el otro la pluma del
avestruz de la diosa Maat. Si la pluma pesaba más, el fallecido era
condenado. Solo si resultaba más ligera, se le cedía el paso al
Campo de los Juncos (Paraíso).
El cristianismo, por
desgracia, no heredó la alta consideración que tenían los antiguos
por la figura del animal. A pesar de que muchos de sus conceptos
judaico-cristianos procedían de Egipto cuando el pueblo de Israel
estuvo cautivo en aquellas tierras. De hecho solo vio en el
avestruz la despreocupación en sus obligaciones, el egoísmo y la
irresponsabilidad. El hecho de esconder la cabeza representa la
huída y la cobardía al no querer afrontar obstáculos. Pero tampoco
faltaron los espíritus con mayor sensibilidad que vieron en esa
espera de que el sol incubara sus huevos el símbolo de la fe y la
virtud del hombre humilde y piadoso que pone su confianza en la
Divinidad.
El Águila
No cabe duda de que el
águila ha sido, y es todavía, uno de los símbolos más importantes
para el ser humano. A la vista de su simbología puede ser
considerada la reina de las aves. Tal vez la más representativa es
la llamada «Águila Real». Todo el mundo le atribuye la «soberanía
del cielo», es el rey de los pájaros, el equivalente al león.
Agresiva, de vuelo poderoso y fuerza proverbial, tiene un carácter
voluntarioso. Normalmente solitaria, elige su hábitat en lo alto de
un risco y vuela alrededor y cuida de su prole. Desde los
tiempos más antiguos, este señor del cielo da la imagen de Dios. En
la cultura de la antigua Grecia, el águila sería como portadora de
los rayos de Zeus. En el Occidente cristiano, este pájaro capaz de
cazar a la serpiente es la imagen del soberano del cielo. Con las
alas desplegadas en un ángulo de la fachada del templo nos advierte
que estamos en el Reino de los cielos. En la antigüedad, se le
atribuía la facultad de mirar directamente al sol sin parpadear. Su
imagen ha sido reproducida de mil maneras y utilizada en capiteles,
pinturas, monedas, banderas, blasones y en la Heráldica.
En la antigua Roma era
costumbre, después de los funerales del emperador, dejar volar un
águila mientras se incineraba el cuerpo del difunto. Su vuelo hacia
las alturas representaba el alma del fallecido que iba en pos del
dominio de los dioses, al igual que el vuelo del pájaro Kha en
Egipto, que tenía el mismo significado. En la famosa ciudad siria
de Palmira, el águila fue venerada como la imagen divina del sol.
La tradición cuenta que podía rejuvenecerse y renacer como el Ave
Fénix, sumergiéndose tres veces en el agua. (De nuevo y por enésima
vez, aparece el número tres como una constante en todas las
tradiciones de pueblos y culturas). No es de extrañar, por lo
tanto, que algunas pilas bautismales posean la imagen del
águila.
En la iconografía
cristiana, además de estar vinculada con el evangelista san Juan,
también representa a Elías subiendo a los cielos o al propio Jesús.
En algunas vidrieras góticas puede vérsela llevando a sus crías
incapaces de volar a fin de que aprendan a mirar la luz del sol,
símbolo del conocimiento espiritual, la sabiduría y la elevación
del alma. El águila destruye entre sus garras a serpientes y
dragones, seres de las fuerzas oscuras y tenebrosas, que son
vencidos por la portadora de la luz. Así es representada en
numerosas tradiciones, como en el México prehispánico, en el que
aparece con dos serpientes en su pico.
Una de las más bellas
representaciones del águila que simboliza a San Juan Evangelista.
Iglesia de Moissac, Francia.
También la Masonería hace
uso de su imagen, esta vez en su aspecto bicéfalo, es decir, con
dos cabezas coronadas y sosteniendo horizontalmente entre sus
garras una espada en el grado treinta y tres del rito escocés.
También ha sido utilizada por diferentes culturas distantes entre
sí y ha sobrevivido al paso del tiempo. Podemos encontrarla en el
calendario de los aztecas y entre sus guerreros de elite «águila y
jaguar», o en la antigua China como símbolo de fuerza y solidez,
donde sentada en una roca representaba al guerrero solitario y
posada sobre un árbol a la longevidad.
El bestiario de la Edad
Media compara el águila con el primer hombre. Pues Adam o Adán, a
pesar de que su hábitat sea el de los reinos celestiales, se deja
«caer» en tierra cuando percibe su presa. Así fue cómo el primer
hombre gozaba de las más altas esferas celestes, hasta que
descubrió el fruto prohibido que lo atrajo hacia la tierra.
El águila, rey de las
aves, simboliza la fuerza, la inteligencia y la precisión, y la
capacidad del alma para elevarse hasta alcanzar los reinos
espirituales.
Al igual que el ser humano
que ya «vive» en las alturas espirituales, el águila vive retirada
del mundo material, pero puede ser sometida por las sugerentes
tentaciones de la serpiente. Son muchos los capiteles en que vemos
a la serpiente susurrando al oído de algún personaje, que más tarde
echará por la boca, signo de «limpieza» interior. Hay que insistir
en ese aspecto de la imagen y del símbolo, porque en ocasiones será
el águila la que tomará el lugar de la serpiente y entonces se
convertirá en maestro iniciador, protector del alma que necesita
elevarse. El águila jamás aparecerá como otros seres, atrapada
entre la maleza o las zarzas, porque representa al espíritu en
términos absolutos, es decir, al espíritu liberado de las cadenas
materiales.
Terminando con la
complejidad simbólica del águila, conviene matizar su significado
cuando se presenta acompañada por el león o bien la imagen es la de
un león alado. Al león le corresponde la realeza en la tierra y
asume el carácter de poder, fuerza, pasión, e incluso de justicia,
al representar en ocasiones, aunque de forma ambigua, a Cristo y de
manera clara el león de David o el de Judá. Esta contraposición que
se presenta en algunos capiteles es el combate que sostiene el
águila contra las pasiones más físicas, representadas esta vez por
el león. Aunque no siempre en contraposición, sino también como la
expresión de un equilibrio de ambos principios, el aire y la
tierra.
Cuando el águila enseña
verdades, convirtiéndose en iniciador, el león a su vez lo hace
como maestro, pero bajo el aspecto de devorador, símbolo de muerte
iniciática. En resumen, se tratará de dos formas de
espiritualización. En ocasiones complementarias.
El Búho y la
Lechuza
No cabe duda de que el búho
y la lechuza son las aves nocturnas por excelencia. Estos animales
también presentan diferentes significados en distintas culturas.
Aparecen en la mitología antigua como símbolo de la conocida diosa
Palas Atenea (la romanizada Minerva), deidad de la sabiduría y
protectora de la ciudad de Atenas. En cambio, la tradición judía la
percibe como ave del demonio femenino de la noche, Lilita. En el
hinduismo es la montura de la terrible diosa de la oscuridad
Camunda. Entre los antepasados de Teotihuacan, el búho era el
animal sagrado del dios de la lluvia. A pesar de ello, el pueblo lo
consideraba un ser nocturno demoníaco y de mal augurio.
Búho y lechuza se confunden
y, debido a su parecido, han tenido las mismas atribuciones y
significados. Sus grandes ojos les permiten ver en la oscuridad,
ser reflexivos, meditativos y compañeros del centinela nocturno y
de todos aquellos que trabajan o estudian de noche. El contexto
social tampoco está ausente del contenido mágico-religioso. La
creencia popular les asigna un significado negativo debido a su
nocturnidad, que los relaciona con fuerzas oscuras, brujeriles y
seres del inframundo. Pero, en contrapartida, también se les ha
otorgado, felizmente para ellos, algunos atributos positivos al
representar a los seres que permanecen en la oscuridad de la
ignorancia, mientras aguardan pacientemente, como el creyente, la
salida del sol, la luz que les despertará a un nuevo día y a un
nuevo estado del ser.
Vigía en la noche, es
símbolo de protección y, a pesar de que el cristianismo lo incluyó
entre los seres tenebrosos de la oscuridad, aparecieron en su
momento interpretaciones opuestas a las tradicionales, indicando
que esta ave nocturna esperaba con anhelo la luz espiritual del
amanecer que simboliza a Jesucristo.
¿Búho o lechuza? Está
tan desdibujado que no es fácil saberlo. Pero nos vigila a través
de los siglos.
La Cigüeña
Al atacar y destruir a las
serpientes que encarnan a los malos espíritus y a las
manifestaciones maléficas que influyen a crear malos pensamientos,
comparte con el águila su parte positiva. A eso se añade su vuelo
en bandadas hacia Oriente, por donde nace el sol que representa la
luz del espíritu, la Verdad y el Conocimiento Supremo. Su
dedicación al empollar los nuevos en el nido hasta perder sus
plumas, la Iglesia ha buscado con ello, un símil para sus
dignatarios que «alimentan» a sus fieles con la palabra del
Evangelio.
El Pavo Real
Si existe un ave que atrae
por su belleza y comportamiento esta es, sin duda alguna, el pavo
real. Existen discrepancias sobre si, desde un principio, en el
cristianismo primitivo dicho animal fue considerado benefactor al
considerar la caída y el nacimiento en primavera de sus hermosas
plumas como un signo de regeneración y resurrección.
En el Románico, existen
algunas imágenes en las que dos de estos animales se encuentran
bebiendo de una copa, representando el renacimiento espiritual.
Algunos estudiosos ven en dicha iconografía, y según la cronología
del edificio, una alusión al Graal o Grial, dador de vida
eterna.
Como ya es habitual en
estos casos, al pavo real le han atribuido otros aspectos menos
favorables, e incluso negativos. Sus andares arrogantes y su
altanería se ven completadas cuando extiende orgullosamente su
plumaje multicolor. Esa supuesta vanidad y ese lujo en sus colores
son contrarios a la humildad y a la postura piadosa que tiene que
adoptar el creyente. La alquimia también intervino aportando su
criterio, pero en un sentido opuesto. Son numerosos los textos y
las ilustraciones en las que aparece este animal como signo de la
transformación visible de las sustancias inferiores en
superiores.
Un pavo real y una
serpiente. San Miguel, San Esteban de Gormaz, Soria.
Finalmente, los Bestiarios,
refiriéndose al pavo real, indican lo siguiente: «su terrible grito
asemeja al del predicador de la palabra de Dios cuando amenaza con
el fuego eterno. El color verde azulado de su pecho recuerda el
cielo y los diversos colores de su cola, a las distintas virtudes.
Su carne de difícil cocción por su dureza es como el espíritu que
guía a los doctores de la Iglesia, resistente a las llamas de los
vicios y las pasiones, Su aspecto vanidoso y su forma de levantar
su cola, enseñando de paso su trasero, le hace caer en lo grotesco,
justo castigo a su orgullo y una llamada necesaria a la
humildad».
A pesar del deterioro,
este canecillo podría representar una paloma.
La Paloma
Tal vez la paloma sea uno
de los ejes principales al rededor del que gira el bestiario del
Románico. Sus arrullos, belleza y dulzura fueron cualidades que
pronto le fueron ad judicadas, posiblemente por la idealización que
se tenía sobre el eterno fe menino. Fue la paloma la que trajo el
ramo de olivo a Noé, dejando un claro mensaje de reconciliación (el
Diluvio había terminado y Jehová se reconciliaba con la humanidad)
y de paz fecunda, prometedora de nuevos horizontes.
La religión cristiana la ha
tomado, según los Evan gelios, como representación de la
tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, que también
puede presentarse bajo el aspecto de una lengua de fuego como
sucedió con los Apóstoles.
Ilustración alquímica
que hace referencia a Nigredo, la primera fase de la
transmutación alquímica, en la que aparece un cuervo.
El Cuervo
Siguiendo en nuestra
exploración, también encontraremos al cuervo, muy utilizado en
Heráldica aunque en escasas ocasiones en el Románico. Su valor
simbólico es generalmente negativo, ya que se lo consideraba un ave
de escasa inteligencia. Al comienzo del cristianismo se le
reprochaba no haber avisado a Noé del final del diluvio. Parlanchín
hasta la saciedad, su parloteo era una prueba de su falta de
coherencia y de contenidos. En realidad, no era portador de mensaje
alguno.
De nuevo, la alquimia nos
ofrece un significado positivo de su imagen como símbolo de la
Putrefactio (materia prima ennegrecida), que conduce a la
obtención de la Piedra Filosofal. En este contexto, también era
representado con la cabeza blanca, simbolizando la purificación que
se espera obtener a través de la transformación alquímica.
MUNDO VEGETAL
Desde sus orígenes, el
simbolismo del mundo de las plantas ha sido utilizado por la
religión cristiana. La sociedad medieval poseía grandes
conocimientos en materia vegetal pues de ellos extraían los
remedios medicinales para todo tipo de dolencias. Esto fue
aprovechado por la Iglesia con un doble propósito: presentar su
simbolismo con una base científica y así hacer lo llegar con mayor
facilidad al pueblo llano.
El Árbol de la Vida,
del Bien y del Mal
El árbol es uno de los
temas más ricos en símbolos, ya que no solo se puede buscar
significados por su forma, sino también por la especie, sus hojas,
por la manera de ser del tronco y por sus ramas. Mircea Eliade cita
hasta siete interpretaciones distintas y siempre orientadas hacia
el Cosmos que está en constante regeneración.
Posee tres niveles de
significados: el subterráneo, cuyas raíces se hunden en el suelo,
la superficie, en la que el tronco nace de la tierra y sus primeras
ramas están cerca del suelo y por último el tronco que se eleva y
cuyas ramas forman la copa que se yergue hacia el cielo. Asimismo
reúne en sí todos los elementos: el agua que circula con su savia y
de la que se alimenta; la tierra de la que se nutre y que se halla
integrada en su desarrollo; el aire que alimenta sus hojas y le
ayuda en su crecimiento y el fuego que se produce por
frotamiento.
Se le toma como «eje del
mundo» y su correlación con la vida. Al emerger de la tierra y
elevarse en el cielo, le hace partícipe de las relaciones entre lo
humano y lo divino. Por extensión, estamos frente a un eje
alrededor del cual todo gira, se mueve, dualidad cuerpo-espíritu.
Cuando aparece como símbolo del bien y del mal, se trata del árbol
del Conocimiento y del uso que se haga de sus enseñanzas. Según su
utilización, el resultado tendrá un signo u otro. La Sabiduría
puede usarse de muchas maneras. Con fines egoístas y en beneficio
propio o bien ayudando al prójimo pero sin que la intervención
afecte su libre elección. No siempre tenemos la mano tendida para
con el prójimo.
Muchos capiteles
representan el Árbol de la Vida de modo estilizado, como este
ejemplo en la iglesia de la Vera Cruz, Segovia.
Casi todos
los árboles han guardado a través del tiempo un cierto grado de
simbolismo para el hombre. Desde el mundo celta hasta la
representación de la Atenea griega en la naturaleza. A los héroes
se les rendía homenaje con hojas de laurel y el arca de la alianza
del pueblo judío estaba confeccionada con madera de acacia. La
acacia era el árbol sagrado de los egipcios que los masones
adaptaron como símbolo de inmortalidad. Por su parte, el
cristianismo considera unida la madera de este árbol a la figura de
Cristo, ya que tanto la corona de espinas como la cruz en que murió
el Salvador estaban hechas de acacia.
Los diez círculos que
contienen los sephirots, en una representación
medieval.
La Cábala, que estaba en su
máximo apogeo en la Edad Media, poseía el llamado Árbol de la vida,
que era representado por una serie de círculos denominados
sephirots unidos entre sí por los llamados senderos. Era el camino
seguido por Dios en su creación. Un relámpago descendente desde
Kether, la corona pasaba a través de los restantes
sephirots hasta llegar a Malkuth, la Tierra o el
Reino Terrenal. Por ello, el espíritu del ser humano tiene que
recorrer ese mismo camino para unirse con el Ser Supremo. Un camino
de elevación y trascendencia que podemos encontrar en todas las
religiones. Dicho árbol posee dicho recorrido que debe de
efectuarse a través de sus senderos y que, en número de veintidós,
permite el acceso de unos a otros en esa búsqueda incesante del ser
humano hacia mundos celestiales.
Hojas Perennes y
Caducas
Tanto en el estilo Románico
como en el Gótico existen iconografías vegetales formadas
simplemente por ramas y hojas, en ocasiones entrelazadas y cuyos
significados son una vez más ambivalentes. Se precisan ciertos
conocimientos de Botánica para llegar a diferenciarlas. Aunque lo
importante en este caso es saber que unas hojas son caducas y otras
perennes y cual es su función didáctica en canecillos y
capiteles.
La lógica nos permite
dilucidar que las hojas caducas representan un constante recuerdo a
nuestra condición de mortales, de la brevedad de la vida y de
nuestra corta existencia y el ciclo de la muerte. Por el contrario,
las hojas perennes representan la inmortalidad, la eterna
existencia de nuestra alma y es así como el árbol de nuevo nos
ofrece con sus hojas este signo de regeneración perpetua.
Las hojas de acanto eran
muy utilizadas en las decoraciones medievales. Su simbolismo se
basaba en la expresión bíblica acuñada en el Génesis (3,18): «El
suelo producirá para ti espinas y cardos». Su comulación en columna
de iglesias y catedrales significa el triunfo de la Gloria, y el
dolor que produce el pecado y su castigo correspondiente con su
estancia por toda la eternidad en el infierno. Posiblemente el
acanto sea el vegetal más esculpido en el arte Románico. Sus
pequeñas espinas recuerdan al hombre el sufrimiento del hombre por
los pecados cometidos y su conciencia de dichos errores. Sus
carnosas hojas son la carne del pecado que llevamos, débil al
principio y fuerte después.
Un capitel con hojas de
acanto en San Juan de Duero, Soria.
Las espigas de trigo
acompañan a veces a figuras iconográficas. Atributo solar, y por lo
tanto áureo, simboliza la idea de germinación y crecimiento. Son
indicativas de madurez, tanto en la vida vegetal y animal como en
el desarrollo psíquico. Es el ciclo natural de muerte y
renacimiento.
Las espinas son otro tema
que evoca el concepto de dificultad, los obstáculos que debe de
afrontar el creyente y la fuerza necesaria para superarlos. La
corona de espinas de Cristo es la celebración de la unión entre el
cielo, el Hijo del Hombre y la tierra.
También podemos
encontrar flores y frutos en otro capitel de San Juan de Duero,
Soria.
Plantas y Frutos
Generalmente, la figura
central del Tetramorfo, es decir la figura de Cristo, está rodeada
por una almendra, llamada «almendra mística», y no tanto por ella
misma, sino por la cáscara que contiene aquello que esconde: la
naturaleza divina de Cristo. Esa tradición mística otorga el
significado de lo oculto, de aquello que es preciso descubrir para
alimentarse de ello. Obviamente se trata de alimento espiritual.
Dicha almendra se conoce así mismo como Mandarla, figura geométrica
con el aspecto de almendra que se relaciona con un rombo de ángulos
redondeados simbolizando la unión entre el cielo y la tierra. En su
interior suelen inscribirse figuras de santos, apóstoles o la
Virgen.
La granada que aparece de
vez en cuando en algunos capiteles, simboliza la fecundidad. El
cristianismo la compara con la Iglesia al poseer numerosas pepitas.
Alegóricamente cuando se abre dicho fruto, al poseer multitud de
granos bajo su corteza, la Iglesia como una sola corteza al igual
que una sola creencia, une a la multiplicidad de pueblos
existentes.
OTROS ELEMENTOS
SIMBÓLICOS
Existen en la variada
iconografía del Medioevo algunas figuras que pueden catalogarse
como representativas de la vida cotidiana de las gentes del lugar,
como fiestas, banquetes o los conocidos torneos medievales. Todas
ellas poseen su propio significado, unas veces simple y otros más
complejos. Veremos en algunas iglesias a un contorsionista o
acróbata. Una primera lectura nos estará indicando que es la
representación de un actor o figurante en una fiesta importante o
banquete. Aunque una segunda lectura nos estará ofreciendo, con su
gesto o pirueta, que ambos simbolizan el evadirse de lo establecido
y la búsqueda de una condición sobrehumana, un alejarse de lo
cotidiano fundado en un equilibrio crítico del no conformismo de la
inmensa mayoría que sigue los cánones sociales.
Otro símbolo es el báculo que
utilizaron los canteros como marca personal y que era utilizado
desde tiempos del Mitraísmo y posteriormente por las jerarquías
eclesiásticas cristianas. Es ese bastón de puño curvo considerado
como símbolo de fe, del pastor que conduce a su rebaño a buenos
pastos y que lo defiende del mal con él. Por su forma de
semicírculo abierto, hace alusión al poder celeste concedido a su
portador, abierto sobre la tierra, al poder de crear y
recrear.
En algunos capiteles pueden
verse a comensales ante una mesa. Si en primera instancia ello
representa un acto cotidiano o una celebración, dicha iconografía
se convierte en ritual universal adoptado por los distintos
conceptos de diferentes religiones. En la cristiana, representa un
rito de comunión, de participación de los fieles. Recordando la
denominada «Última Cena» y el sacrificio de Cristo a través de la
eucaristía, aunque ésta no esté presente en la iconografía
esculpida. De manera que quién coma y beba en dicha mesa, alcanzará
la inmortalidad entendida según la doctrina cristiana.
Diferentes
representaciones de la vida medieval, torneos, banquetes..., la
vida cotidiana en general.
Veremos también los conocidos
torneos medievales en los que se enfrentan dos caballeros, por puro
divertimento o como simple competición feudal. Pero el caballero
posee otras connotaciones que fueron impulsadas por las novelas de
caballería y las órdenes militares de la época. La pureza de
espíritu de corazón, la defensa de los desvalidos y de la sociedad
y como símbolo de la búsqueda del Grial y la defensa de las ideas
religiosas del momento. El caballero ya en su montura, aleja sus
pies en contacto con lo terrenal, la materia que antes le dominaba.
Ahora emprende el camino del conocimiento que le llevará a la
trascendencia.
El cáliz o copa también se
convertirá en una constante en muchos aspectos. Ya en el antiguo
Egipto, unos recipientes o jarras contenían plumas de ave o trazos
que representaban agua de Vida. Unido todo ello al simbolismo
cristiano a través del Grial o Graal, se integró a su liturgia con
la eucaristía. Puede relacionarse con el caldero celta que curaba
las heridas y sanaba a los enfermos al recibir las fuerzas
espirituales del cielo y reposar por otra parte su base en la
tierra.
La escalera es otro de los
símbolos por excelencia de la ascensión. De la relación entre el
cielo y la tierra. El Génesis (28, 10-15) con la visión de
Jacob, es buena prueba de ello. Durante la Edad Media los Padres de
la Iglesia mencionan constantemente la escalera de peldaños como
símbolo de la ascensión que lleva a cabo el alma, dejando en cada
uno de ellos un poco de su cara mundana. Es la separación entre lo
terreno y lo espiritual, y la dificultad de su recorrido que debe
superar el hombre para poder liberarse de sus instintos. En
Alquimia también es usada como signo y según el número de peldaños
poseerá una interpretación u otra.
Otra escena con elementos
arquitectónicos como casas, castillos, etc.