SI BIEN ES CIERTO QUE LOS GREMIOS
MEDIEVALES apenas han dejado escasas huellas, muy particularmente
en lo concerniente a sus aspectos simbólicos y rituales, no
obstante existe una documentación perteneciente al siglo XV, que
debido a su abundante información nos permite tener una visión algo
más precisas de que cómo se desarrollaban los acontecimientos
anteriores. Se trata de la Bauhütte, una organización que
federaba las logias de canteros del Sacro Imperio Romano
Germánico.
La traducción en francés de los
Études sur les marques des tailleurs de pierre de Franz
Rziha
[19]
fue publicada en el año 1993. Dicho trabajo
ha aportado alguna luz sobre la geometría utilizada por los
oficiales canteros de la
Bauhütte. El autor analizó
alrededor de 9.000 marcas lapidarias y reprodujo en su trabajo
aproximadamente un millar de dichas marcas de cantería. Un sistema
de plantillas constructivas es la base de las redes fundamentales
empleadas por las cuatro grandes logias que trabajaban en un vasto
territorio que comprendía Estrasburgo, Colonia, Viena y Berna. En
ellas se reproducen las marcas denominadas «de honor» de cada
cantero con el nuevo tratamiento de oficial adquirido.
Si Rziha con su estudio tiene por
objeto principal exponer las inscripciones de las marcas personales
de los oficiales canteros en esas redes fundamentales de diseño, la
geometría de éstas había sido ya objeto de publicaciones
anteriores. La más antigua data de 1486, titulada Buchlein von
der Fialen Gerechtigkeit (Un opúsculo sobre el buen diseño
de los pináculos), debida a la pluma de Matthias Roriczer,
maestro masón y arquitecto de la catedral de Ratisbona. En dicha
obra y de forma sucintamente desvelada, aparecen algunos aspectos
del trazado llamado ad quadratum que son aplicados en la
construcción de un pináculo, elemento de arquitectura que se
convirtió, al parecer, en la obra maestra de los canteros de
aquella época.
Esta serie de datos muestra que nos
hallamos frente a un corpus geométrico perfectamente organizado y
homogéneo, fundado esencialmente sobre dos bases de «red
fundamental»: ad triangulum (de base hexagonal) y ad
quadratum (de base octogonal). Otros elementos geométricos
esencialmente prácticos para la construcción fueron el pentágono o
el heptágono. En la práctica, esas redes poseen un doble objetivo:
por una parte, proporcionar un «reticulado» del plano y por otra
parte, facilitar el paso de dicho plano a la elevación, es decir,
los dibujos de plantas y alzados se convierten en formas
tridimensionales. Esas retículas permiten a su vez el trazado a
tamaño real de todas las partes de la obra que deberán ejecutarse
en piedra.
Tal vez ahora sea ocasión de entrar
en el terreno esotérico anteriormente citado. Esta geometría
particular jugaba un papel importante en los ritos de la
Bauhütte. Cuando el oficial transeúnte llegaba a una logia
en la que no era conocido, debía situar su marca de honor, es
decir, poseer la capacidad de trazar y de explicar dicha marca
según los parámetros de la red fundamental o incluso posicionarse
entre prueba los demás oficiales según las distintas modalidades de
las redes establecidas. Ello es prueba fehaciente de la importancia
que se otorgaba a estas redes fundamentales y a todo el simbolismo
que estaba vinculado a ellas.
El trazado de estas redes
fundamentales es muy simple al comienzo, pero a medida que dichos
trazados van ampliándose resultan extremadamente complejos. Se
empieza por el trazado del círculo en el cual se inscribe sin salir
nunca de él. Después del trazado inicial del círculo, se dibuja el
polígono estrellado, como hexágono o bien como octógono. Con las
rectas que unen los puntos de dicho hexágono dos a dos se obtiene
la figura estrellada conocida en Occidente con el nombre de «Sello
de Salomón» y que es omnipresente en la emblemática hermética
(figura 1).
La supremacía del triángulo
rectángulo se hace patente con el trazado del octógono, proceso que
se efectúa fuera del círculo. Con la ayuda del compás, se realizan
dos arcos de círculo de radio igual a ese diámetro a partir de cada
uno de sus extremos. Entonces queda definida la perpendicular que
se busca y que parte de los cruces de los semicírculos hechos con
el compás y atravesando el cuadrado fundamental (figura 2). En el
siguiente esquema (figura 3), dicha operación llega a formar el
famoso y enigmático 4, presente en numerosas marcas de cantería y
que apareció desde un principio en el conocido Crismón y que más
tarde perdió su identidad a favor de una letra P mayúscula.
De nuevo «regresamos» al interior
del círculo para trazar el citado octógono, repitiendo sobre cada
uno de los lados del cuadrado fundamental (figura 4). A partir de
aquí, de este proceso, las operaciones del diseño van complicándose
como puede verse (figuras 5 y 6) en las que van apareciendo
polígonos estrellados. Si toda esta documentación gráfica es
relativamente abundante y se reconoce la importancia de su papel en
la logia Bauhütte, sus simbolismos esotéricos no han sido
objeto de estudios en profundidad.
Posiblemente, el hecho de que sus
significados fuesen comunicados a todos los canteros e incluso solo
concerniesen a una minoría, ello ha provocado este secretismo o
este desconocimiento en general. Tal vez sea el propio trazado el
que constituye el «secreto».
Poco a poco, los diseños y los
trazados geométricos se complican. Cada vez más el entramado de sus
trazos es más y más complejo y solo los auténticos especialistas
pueden penetrar en sus significados. Solo unos pocos tenían acceso
a tales conocimientos que se han perdido en la actualidad y que el
hombre moderno es incapaz de comprender el porqué de todo ello y su
finalidad. Observando las restantes figuras (7, 8, 9, 10, 11, y 12)
vemos claramente como, partiendo de una simplicidad casi infantil,
la del círculo, cuadrado o triángulo, los maestros constructores
llegaron a formar auténticas estructuras geométricas que pretendían
unir al iniciado con el Gran Arquitecto del Cielo y de la Tierra
obrando en la creación del Mundo.
Todo aquél que traza y talla, es el
punto primordial entre el plano horizontal (el Mundo manifestado) y
la Divina perpendicular que une todo su trabajo considerado
sagrado. Es la rosa en la cruz, el lugar de su propio corazón donde
está plantada la punta del compás y el principio y el fin de todas
las cosas. Es para él el Alfa y la Omega de la operación. Para el
masón operativo la finalidad es por consiguiente, a través del
trazado (el compás) y por el trabajo (la escuadra), la unión
perfecta entre lo celeste y lo terrenal, entre lo humano y lo
divino, entre la materia manifestada y el espíritu, y en su justa
medida (la regla).
Existe un célebre grabado en el
tratado alquímico titulado
Tratado de Azoth, atribuido a
Basilio Valentín
[20]
, que nos proporciona un dibujo posiblemente
procedente de los Oficiales canteros. En la elipse ovoide que
encierra la ilustración, se encuentran los siete planetas (los
conocidos en aquella época) ro deando al Rebis que abate el caos
(la materia), simbolizado por el dragón que circunda parcialmente
el microcosmos. El animal se encuentra encima de un círculo alado
que contiene un cuadrado y un triángulo equilátero, es decir, los
principios de las redes fundamentales anteriormente citadas:
ad
triangulum y
ad quadratum. El Rebis es un personaje
mitad hom bre y mitad mujer (andrógino) que sostiene dos de los
útiles que forman el emblema del llamado Arte Real, el compás y la
escuadra. Símbolos que sobreviven a través del tiempo y que son
representativos del máximo exponente al que puede aspirar el ser
humano: en contrar su propio Graal.