Capítulo IV:

La definicion

La vida solo se comprende hacia atrás,

pero debe vivirse hacia adelante.

Soren Kirkegaard

En el Salto de Xalla, de David, el entrañable amigo de Ibrahim, el clima en su interior era cálido. La mayoría de las mesas estaban ocupadas por clientes que conversaban animadamente, teniendo de fondo, las canciones de un trovador solitario.

Pauline, quien acompañaba esa noche a Ibrahim, lo miró como pidiendo una respuesta a su intención de ocupar la mesa del rincón. Su aceptación la hizo sonreír.

¿Buenas noches, nos puede asignar la mesa del rincón?

El mesero, con toda cordialidad, los invitó a seguirlo.

Unos minutos más tarde, conversaban animadamente en una mesa ubicada en un rinconcito cálido del pequeño restaurante, desde donde se podía observar, a través de los cristales, una parte del interior de un gimnasio cercano y la entrada y salida incesante de sus clientes.

Era tal el flujo de personas de diversas clases sociales y edades, que motivó a Pauline a hacer un comentario:

Es impresionante la tendencia de las personas, de todas las edades, por concurrir a los gimnasios. El cuidado del físico nunca había estado tan en boga.

Así es Pauline, sin embargo, nunca hay que olvidar que existen dos tipos de obesidad, la física y la emocional. La mayoría de las personas, incluso los médicos, se enfocan en la física. Tener sobrepeso, implica, dicen, además de cargar un peso adicional a nuestras piernas y espalda, un desbalance interno, que puede conducir a un sinnúmero de enfermedades y otro tipo de afectaciones.

Sin dejar de reconocer lo anterior, tener sobrepeso es un mal menor. La obesidad emocional, es la que llena nuestro organismo de toxinas, que son la fuente de todo tipo de desequilibrios.

De ser así, te preguntarás ¿Por qué las personas se concentran en la obesidad física y desatienden la emocional?

La razón es simple, atacar la obesidad física es mucho más fácil. La obesidad emocional está relacionada con nuestra forma de pensar, somos lo que pensamos, y cambiar nuestras convicciones es mucho más complicado, sobre todo cuando tomas un comienzo confuso.

¿Un comienzo confuso? Dijo Pauline intrigada.

Sí, dijo Ibrahim, un comienzo confuso para estructurar tu esquema de pensamiento.

Y ¿cómo sugieres debe comenzar la estructura de nuestro esquema de pensamiento?

Rompiendo todos los ruidos. Volviendo a lo básico: nuestro origen.

¡Se ve interesante!

Entonces, vayamos juntos al principio básico de todo.

Los dos extremos del pensamiento, lo representan, el libre albedrio y el destino manifiesto. Dentro de estos límites, hay un sinfín de filosofías del pensamiento, siendo las religiones y la ciencia las más notables.

En tu caso, ¿Crees en el destino manifiesto o en el libre albedrio, Pauline? Preguntó Ibrahim, mientras la miraba fijamente a los ojos.

Parecen dos conceptos simples, pero por su trascendencia, preferiría que fueses más específico en cuanto a su significado y alcance, contestó.

Ok, me parece bien.

El Destino, también llamado fatum, hado o sino, es el poder sobrenatural inevitable e ineludible que, según se cree, guía la vida humana y la de cualquier ser a un fin no escogido, de forma necesaria y fatal.

Y, el Libre Albedrio o libre elección, es la creencia de aquellas doctrinas filosóficas que sostienen que las personas tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones. Este posicionamiento, implica la realización de una acción por un agente no condicionado íntegramente, totalmente libre, en el cual la percepción de su acción es inducida por su propia voluntad.

La iglesia católica es una perspectiva filosófica que involucra ambos posicionamientos:

Por un lado, el dogma del creacionismo, que establece que el universo fue creado por un ser divino, a quien llama Dios; y por el otro, la creencia de que nacemos pecadores, pero dotados con el libre albedrío.

O sea, que, según la iglesia católica, Dios nos crea, nacemos pecadores, pero con la capacidad de determinar el carácter pecaminoso de nuestras acciones1. El transcurso de nuestra vida es una oportunidad que tenemos para redimirnos de nuestra naturaleza pecadora. Si lo logramos iremos al cielo, en caso contrario, al infierno.

En el caso de la ciencia, el posicionamiento fundamental es el del libre albedrío. Según los estudios de Stephen Hawking, el universo se formó de la nada a través de una explosión estelar, es decir, somos producto de un accidente nuclear fortuito, no provocado, y en consecuencia, lo que seamos dependerá únicamente de nosotros mismos.

Como veras, dijo Ibrahim, hasta aquí, podríamos sacar una primera conclusión en cuanto al origen del universo:

El Creacionismo y la Ciencia, tienen un punto en común: la suposición.

En la teoría científica, el término utilizado para la suposición es de hipótesis. En consecuencia, el alcance de los estudios de Hawking, basados en hipótesis, distan mucho de ser contundentes.

En el creacionismo, la suposición se conoce como dogma, suposiciones que se asientan como firmes y ciertas, como principios innegables.

Si coincidimos en que el creacionismo, como dogma, es indiscutible, centrémonos entonces en el análisis científico de la hipótesis del libre albedrío.

¿Qué opinas?

¡Me parece perfecto! Dijo Pauline, cada vez más interesada en el rumbo que tomaba la conversación.

A pesar de su popularidad, continuó diciendo Ibrahim, el libre albedrio en su significación literal, es un concepto difícilmente sostenible. Veamos por qué.

Según la memoria genética, existen una variedad de procesos en biología y psicología, mediante los cuales, el material genético guarda una memoria de la historia de un individuo o una especie. En consecuencia, los individuos podrían adquirir o mejorar caracteres físicos durante su vida y junto con la personalidad y experiencias, transmitirlos a su descendencia a través del código genético. De ese modo, un individuo arrastraría tras de sí las memorias y personalidades de sus antepasados, y éstas podrían ser recuperadas, ya sea por una aparición inconsciente o por el uso de una tecnología o adiestramiento adecuados.

El comportamiento de los animales, específicamente, el ganado vacuno, es un ejemplo de lo anterior.

Cuando nacen, nadie les enseña a mamar, ellos lo hacen por instinto, como por instinto también, golpean con la trompa la ubre de la vaca para que baje la leche. La vaca madre por su lado, instintivamente se come la placenta al parir. Lo mismo sucede con las aves o los insectos, nadie les enseña a fabricar sus nidos, ya cuentan con la información en sus genes para hacerlo desde que nacen.

Con el auxilio de la genética de la conducta2 que estudia los factores genéticos y ambientales que originan las diferencias entre individuos, y la herencia, entendida ésta última, como la transmisión de estas diferencias de padres a hijos, podemos ver que algunas diferencias entre individuos tienen una clara influencia genética, mientras que otras, serían inexplicables sin atribuir un papel importante a la educación y a las condiciones ambientales.

En este punto, podemos sacar una segunda conclusión, dijo Ibrahim:

Nuestro comportamiento se rige por dos factores fundamentales: la herencia y las condiciones ambientales.

Nada ni nadie es libre al margen de su constitución biológica (material), por lo tanto, la libertad del ser humano, desde una perspectiva individual, se manifiesta siempre dentro del rango de comportamientos que sus características físicas (genéticas, metabólicas, motoras, sensitivas) y mentales (capacidades cognitivas, lingüísticas, memoria, etc.) le permiten.

Los investigadores en genética de la conducta entienden que los factores hereditarios intervienen, y bastante, en muchas conductas complejas, incluyendo capacidades cognitivas, personalidad y psicopatologías, por ejemplo:

En el Coeficiente de inteligencia (CI), el rasgo más estudiado en genética de la conducta, los datos obtenidos con diferentes métodos (estudios de adopción, con gemelos idénticos, etc.) apuntan hacia una heredabilidad en torno al cincuenta por ciento. Esto significa que las diferencias genéticas entre los individuos darían cuenta aproximadamente de la mitad de las diferencias en su capacidad para realizar las pruebas. El ambiente y los errores de cálculo aportarían la mitad restante.

En la Creatividad, que es definida normalmente como «habilidad para pensar divergentemente, en lugar de adoptar las soluciones clásicas o habituales a un problema», su heredabilidad se estima en torno al veinticinco por ciento, como mucho. Pero parece que en este caso la influencia del entorno compartido es mucho más decisiva que los factores genéticos.

En el caso de la Personalidad, es decir, las diferencias entre individuos en cuanto a emocionalidad, niveles de actividad, sociabilidad y otros muchos rasgos, las conclusiones más importantes de un amplio estudio indican que casi todas las destrezas cognitivas muestran una influencia genética apreciable. Los estudios sugieren una heredabilidad del cuarenta por ciento para la emocionalidad y del veinticinco por ciento para los niveles de actividad y la sociabilidad.

En cuanto a la Extroversión y Neurosis, considerados dos rasgos importantísimos de la personalidad, en los que la extroversión incluye dimensiones como la sociabilidad, impulsividad y animosidad y, la neurosis, a la melancolía, cambios bruscos de humor, ansiedad e irritabilidad, estudios sobre unos veinticinco mil pares de gemelos les atribuyen una heredabilidad media del cincuenta por ciento.

En menor medida se dispone de datos sobre la heredabilidad de la rebeldía, la empatía3, la desconfianza, la anomía4 y la búsqueda de sensaciones. Todos muestran alguna influencia genética. Se han establecido también correlaciones sobre la heredabilidad de rasgos aún más sorprendentes: Sentido del bienestar, cuarenta y ocho por ciento; Capacidad de liderazgo o de acaparar la atención social, cincuenta y seis por ciento; Capacidad de trabajo, treinta y seis por ciento; intimidad/retraimiento social, veintinueve por ciento; Conductas neuróticas como reacción al estrés, sesenta y uno por ciento; Alienación,

cuarenta y ocho por ciento; Conducta agresiva, cuarenta y seis por ciento; Prudencia, entendida como actitud de precaución ante los riesgos, cuarenta y nueve por ciento; Tradicionalismo, entendido como aceptación de las reglas y respeto a la autoridad, cincuenta y tres por ciento; Imaginación, sesenta y uno por ciento. En conjunto, darían una heredabilidad media del cuarenta y nueve por ciento.

Como resultado de una convergencia amplia de resultados que indicaban una influencia evidente de lo hereditario en la conducta humana, una encuesta de 1987 entre unos mil científicos y educadores indicaba que la mayoría había aceptado un papel significativo de la herencia en los niveles del Coeficiente Intelectual, una de las áreas tradicionalmente más controvertidas.

En cuanto a la influencia del medio ambiente en la conducta. He aquí unos ejemplos:

Los rumores. Un factor de gran impacto que inducen a las personas a adoptar cierto tipo de comportamiento. Las personas desarrollan sus creencias a partir de la opinión de individuos cercanos en los que se confían (maestros, padres y amigos) lo que se ha potencializado con las redes sociales. En lo financiero, es posible inducir a los tenedores de acciones en la bolsa a comprar o vender acciones a través de un rumor sobre la solvencia de una determinada firma. Qué decir del aspecto de Seguridad, las personas invertirán una buena parte de sus ingresos en sistemas de seguridad, o la compra de inmuebles se derrumbará si existen rumores de incremento de la violencia. La aparición del coronavirus en China a finales de 2019, provocó el síndrome de FOMO5 (fear of missing out) en muchas partes del mundo. Era increíble enterarse de cómo la gente, presa del pánico, vaciaba los almacenes.

La publicidad subliminal, todo aquel mensaje audiovisual (compuesto por imágenes y sonidos) que se emite por debajo del umbral de percepción consciente y que incita al consumo de un producto o servicio.

La aportación de la herencia y el medio ambiente en el condicionamiento de nuestro comportamiento, varía con la edad. En el día uno de nuestra vida, la herencia juega el papel más importante en nuestra conducta, todo lo contrario, sucede en el último día consciente, en el que la influencia del medio ambiente es el factor dominante.

Cuando hablamos de medio ambiente, no debemos limitarnos a la influencia del medio ambiente próximo (familia, vecinos, escuela, medios de comunicación, religión, política, economía, clima, etc.) el condicionamiento, no se limita a éste, ya que la misma ciencia, en su búsqueda en otros campos, ha descubierto leyes físicas y químicas que explican, en parte, el comportamiento de la naturaleza bajo determinadas condiciones. Más allá, en el espacio sideral, la Astronomía, nos dice, que la tierra gira alrededor del sol y la luna alrededor de la tierra, en un comportamiento orbital inmutable.

Luego entonces, en el universo existe la causalidad, todo obedece a una razón, y no la casualidad del libre albedrio.

Partiendo de la perspectiva científica de que nuestro comportamiento está sujeto a la herencia y al medio ambiente y el medio ambiente sujeto a leyes, algunas conocidas por la ciencia y muchas otras apenas en proceso de investigación, el concepto del libre albedrio es tan solo una ilusión.

Todo indica que, en el concierto universal perfecto, dijo Ibrahim, los roles de todos los elementos del universo, están estructurados para un final

establecido.

En la vida diaria, algunas veces, rechazamos el concepto del libre albedrio, sin darnos cuenta. Un ejemplo de ello está en el desarrollo de estructuras organizacionales en el mundo empresarial, cuando se pretende alcanzar una meta. La estructura se hace en función de la meta no de sus ocupantes. Solo cuando la estructura ha sido aprobada, nunca antes, son contratados los ocupantes con las capacidades necesarias para lograr la meta.

Sin embargo, me agrada tu apasionamiento cuando sales en defensa del libre albedrio, ya que me recuerdas un poema del poeta y prosista mexicano, Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz, mejor conocido como Amado Nervo.

Diciendo esto, ceremonioso, Ibrahim se puso de pie, y, sin dirigirse a un punto específico, declamó:

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida,

ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino,

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

¡Bravo, bravo! aplaudió festiva Pauline.

El arquitecto de mi propio destino… dijo sonriente Ibrahim, mientras se sentaba. Yo decido que hacer y el resultado es mío, producto de mis acciones.

La esencia del libre albedrio, parafraseando el romanticismo de Nervo, es que nosotros somos los arquitectos de nuestro propio destino. Lo que soy y lo que tengo, me lo debo solo a mí.

Sin embargo, de manera reiterada, el avance de nuestro ejercicio de análisis hasta este momento, rechaza esta posibilidad.

Es comprensible la popularidad del libre albedrío, ya que no hay nada más placentero al oído de las personas, que decirles que son artífices de su propio destino. Apuntar en sentido contrario, suele ser inconveniente, si de ganarse la aceptación de los demás se trata.

No obstante, al observar los acontecimientos de la vida diaria, veremos que se suman también a la negación del libre albedrio.

Nuestro primer acto, nacer, está fuera del libre albedrio, al que se sumarán un sinfín de actos de la misma naturaleza.

Por ejemplo, dijo volviendo la mirada a Pauline.

En nuestro caso, ninguno de los dos decidimos conocernos. ¿O sí?

¡Claro que no!

Para confirmar el hecho de que las etapas más relevantes en la vida de los seres humanos están muy lejos del libre albedrio, te propongo dar un repaso a tu vida. ¿Aceptas?

Encantada, dijo Pauline, entre interesada y alegre. Sin embargo, agregó, me cuesta trabajo aceptar que cada instante de mi vida este programado, eso me convertiría en una marioneta. Aun me mantengo en mi creencia del libre albedrio.

Hablemos de tu vida y saquemos conclusiones, le dijo.

¿Sobre qué?

Sobre quién eres, de dónde vienes y adónde vas. ¿Te parece?

Ok, adelante, dijo sonriente, expectante del rumbo que tomaría la conversación.

Cuéntame, ¿Donde y cuando naciste?

Fue un 8 de mayo de 1954, a las 12:30 p.m., en una clínica privada, en Guadalajara, Jalisco, México.

¿Quiénes conforman tu familia?

Mis padres, y mis tres hermanos.

¿Un hecho relevante en tu infancia y adolescencia?

Desde que nací fui para mi papá la reina de la familia. El centro de todas sus atenciones. Lo que no sucedía con ninguno de mis hermanos. Además, siempre fui muy introvertida, por lo que mi papá me llevó al conservatorio a estudiar danza, cuando apenas tenía seis años.

¿Cómo conociste el amor?

Cuando tenía dieciséis años, mi papá se aburrió de llevarme y traerme a mis ensayos y no fue más por mí. Como consecuencia, utilicé el servicio urbano para transportarme y fue donde conocí a Carlos, casi de inmediato, con el que después de un noviazgo de diez años, por la presión social, decidimos casarnos.

¿Aún estás casada con él?

No, cuando apenas habían transcurrido tres años, nos separamos. Su inestabilidad laboral, producto de su alcoholismo, generó un ambiente muy irritante, además, conocí a Samuel, quien me ofrecía un ambiente muy distinto, y con quien inicié una relación sin formalizar nada. El paraíso con Samuel, sin embargo, duró tan solo un año. Por miedo a quedarme sola, continúe mi relación por cinco años más. Al final, su carácter fantasioso me abrumó.

¿Qué siguió?

Decido estudiar danza árabe, lo que duraría alrededor de cinco años. Posteriormente, tengo un reencuentro con Carlos, quien me dice muy animado que terminó una carrera profesional y que ya contaba con un empleo. Me pide volver y acepto. Después de una relación laxa de diez años, nos separamos.

¿Ahora vives sola?

No, conocí a Ezequiel, un “Don Juan”6 empedernido, volátil en sus relaciones sentimentales, con dos relaciones fallidas y tres hijas, con quien inicio una relación. Llevamos un buen número de años viviendo todo el tiempo juntos y felices. Esperamos cumplir cuarenta. Soy muy criticada por mi cambio total de actitud.

¿Cuál o cuáles de esos momentos relevantes consideras han sido motivados por el libre albedrío?

Posiblemente estudiar danza árabe…

Cuando encontramos una piedra en el camino y la rodeamos, podemos decir que ha sido nuestro libre albedrio el rodear la piedra, aunque de no haber estado la piedra no la habríamos rodeado. ¿Libre albedrio acotado?

Ya tenemos una tercera conclusión, dijo

Ibrahim:

Hay un tercer factor de condicionamiento de nuestra conducta: la circunstancia.

Con la información heredada desde la creación del universo y la aprendida del medio ambiente en el que nos desarrollamos, elegimos rumbos, tomamos decisiones. Nuestro es el privilegio de la intención, sin embargo, el resultado de nuestras decisiones siempre estará sujeto a la circunstancia.

En una entrevista que le hicieron a Kirk Douglas, el célebre actor estadunidense, con motivo de sus cien años de edad, dijo: Siempre quise triunfar en el teatro, donde nunca lo logré, mi vida estaba en el cine, donde fui una estrella.

Ante la imposibilidad científica del libre albedrío por los condicionamientos genéticos, medio ambientales y circunstanciales ¿Somos sujetos de un destino manifiesto, Ibrahim?

Todo indica que sí.