El padre Kolaković vio lo que se avecinaba y preparó a los cristianos para ello. No lo dudes. Él continúa hablándonos. Nos está diciendo qué hacer.
– Dr. Nicholas Bartulica, 92
inmigrante croata amigo de Kolaković
¿Y si las respuestas a las preguntas de la vida que buscan los jóvenes cristianos de todo el mundo no se encontraran en Occidente sino en Oriente, en las historias y vidas de los disidentes cristianos? Eso es lo que descubrió un joven eslovaco, para su gran sorpresa, cuando comenzó a compartir información sobre un proyecto acerca de los cristianos perseguidos en la era comunista.
Aunque era solo un niño cuando la Revolución de Terciopelo puso fin al totalitarismo en su país, Timo Križka conoce el sufrimiento de los cristianos bajo el comunismo mejor que la mayoría. El bisabuelo del fotógrafo y cineasta de Bratislava, un sacerdote católico griego, fue obligado a dejar el ministerio en la década de 1950 por rechazar la orden del gobierno de convertirse a la Iglesia ortodoxa, que en ese momento estaba bajo control soviético. Ese sacerdote, el padre Michal Durišin, eligió una vida de sufrimiento para él y su familia, en lugar de manchar su conciencia.
Hace varios años, Križka se propuso honrar el sacrificio de su antepasado entrevistando y fotografiando a los supervivientes eslovacos de la persecución comunista que aún vivían, incluyendo a los miembros originales de la comunidad del padre Kolaković , la Familia. Mientras recorría su país, Križka se conmovió, no por las historias de sufrimiento que escuchaba, que eran de esperar, sino por la intensa paz interior que irradiaban estos ancianos creyentes.
Estos hombres y mujeres tenían alrededor de la edad de Križka cuando les quitaron todo menos su fe en Dios. Y, sin embargo, una y otra vez dijeron a su joven visitante que en la prisión encontraron la libertad interior a través del sufrimiento. Un cristiano, separado de su esposa y cinco hijos y encarcelado en régimen de aislamiento, testificó que tuvo momentos entonces que eran «como el paraíso».
«Parecía que cuanto menos podían cambiar el mundo que les rodeaba, más fuertes se volvían», me dice Križka. «Estas personas cambiaron completamente mi visión de la libertad. Mi proyecto pasó de buscar víctimas a encontrar héroes. Dejé de construir un monumento a nuestro injusto pasado. Empecé a buscar un mensaje para nosotros, la gente libre».
El mensaje que encontró fue el siguiente: el ideal liberal secular de libertad tan popular en Occidente, y entre muchos en su generación poscomunista, es mentira. Es decir, el concepto de que la verdadera libertad se encuentra liberando al yo de todos los compromisos vinculantes (con Dios, el matrimonio, la familia) y aumentando las comodidades mundanas, es un camino que conduce al infierno. Križka observó que la única fuerza social que se planta en medio de este ancho camino y grita «¡Alto!» son las iglesias cristianas tradicionales.
Y entonces cayó en la cuenta.
«Con la mirada fija en Occidente, pudimos ver cómo esta sociedad estaba comenzando a experimentar las mismas cosas que nosotros conocíamos desde la época del totalitarismo», me dice. «Una vez más, se nos dice a todos que los valores cristianos son un obstáculo para que las personas tengan una vida mejor. La historia ya nos ha mostrado hasta dónde pueden llegar este tipo de cosas. También sabemos qué hacer ahora, qué decisiones tomar en la vida».
De sus entrevistas con ex prisioneros cristianos, Križka también aprendió algo importante sobre sí mismo. Siempre había pensado que el sufrimiento era algo de lo que había que escapar. Sin embargo, nunca entendió por qué su felicidad no aumentaba proporcionalmente cuanto más fácil y libre se volvían su vida profesional y personal. Su generación fue la primera desde la Segunda Guerra Mundial en conocer la libertad, entonces, ¿por qué se sentía tan ansioso y nunca estaba satisfecho? Estas reuniones con disidentes ancianos le revelaron una verdad vivificante. Era la misma verdad que Aleksandr Solzhenitsyn aprendió tras pasar por el infierno del gulag soviético.
«Comenzamos a liberarnos cuando aceptamos el sufrimiento», dice. «El sufrimiento puede ser fuente de gran fortaleza. Nos da el poder de resistir. Es un regalo de Dios que nos invita a cambiar, a iniciar una revolución contra la opresión. Pero para mí, el opresor ya no era el régimen comunista totalitario. Ni siquiera es el Estado liberal progresista. Conocer a estos héroes ocultos inició una revolución contra el gobernante totalitario más grande de todos: yo mismo».
Križka descubrió una verdad sutil pero inmensamente importante: nosotros mismos somos los dirigentes de nuestra conciencia. El totalitarismo duro se basa en aterrorizarnos para que le entreguemos nuestras conciencias libres. El totalitarismo suave también usa el miedo, pero sobre todo nos embruja con promesas terapéuticas de entretenimiento, placer y consuelo, incluyendo, usando la expresión de Mustapha Mond, el gran dictador de Huxley, «el cristianismo sin lágrimas». Pero la verdad no se puede separar de las lágrimas. Vivir en la verdad pasa por aceptar el sufrimiento. En Un mundo feliz, Mond pide a John el Salvaje que deje su vida salvaje en el bosque y regrese a las comodidades de la civilización. El profético salvaje rechaza la tentación.
—Pues yo no quiero la comodidad. Yo quiero a Dios, quiero la poesía, quiero el verdadero riesgo, quiero la libertad, quiero la bondad, quiero el pecado.
—En resumen —dijo Mustafá Mond—, usted reclama el derecho a ser desgraciado.
—Bueno, vaya —dijo el Salvaje—. Reclamo el derecho a ser desgraciado 118 .
Este es el precio de la libertad. Esto es lo que significa vivir en la verdad. No hay otra manera. No hay escapatoria de la prueba. El precio de la libertad es la vigilancia eterna, en primer lugar la de nuestro propio corazón.
Saboteadores de Dios
«La historia moderna nos enseña que la lucha por la libertad es constante», dice Marek Benda, que luchó contra el régimen comunista cuando era adolescente junto a sus padres. «Una sola generación siempre se interpone entre nosotros y la tiranía. Mucha gente puede mirar hacia atrás y ver las lecciones de la historia, pero están totalmente ciegos al peligro de que estas mismas cosas estén sucediendo ahora».
Espero que la lectura de los testimonios de los hombres y mujeres de este libro haya provocado que se te caigan las escamas de los ojos. Pero como el padre Tomislav Kolaković enseñó a sus discípulos a medida que la sombra del totalitarismo soviético se extendía por su tierra, ver es solo el primer paso. Piensa en lo que ves. Reúnete con otros para hablar sobre lo que estáis viendo. Analizad los hechos y discierne cómo tu fe y tus convicciones morales deben aplicarse a esta situación en concreto.
Entonces actúa, mientras aún estés a tiempo. Como dijo C. S. Lewis, el mundo es «territorio ocupado por el enemigo» para el cristiano. «El cristianismo es la historia de cómo el rey legítimo ha aterrizado, se podría decir que de incógnito, y nos llama a todos a participar en una gran campaña de sabotaje». La guerra cultural ha terminado en gran medida, y la hemos perdido. La Gran Marcha es, por ahora, un desfile de la victoria. Pero también lo fueron las marchas y los desfiles del Primero de Mayo en todas las ciudades y pueblos del último Imperio soviético.
El Mordor marxista era real, pero la fe de quienes resistieron pervivió, porque el totalitarismo duro se encontró con algo aún más duro que él: la verdad. En nuestro tiempo, el totalitarismo emergente es más suave, más inteligente y más sofisticado, pero no es menos totalitario por ello. Lubomir Gleiman, que había escuchado las conferencias del padre Kolaković en Bratislava en 1943, escribió en sus memorias de 2006 que Kolaković creía que el comunismo «era más despiadado que el totalitarismo ‘blando’ secularizado de Occidente» y, por lo tanto, la mayor amenaza para el cristianismo en aquel momento 119 . Pero como descubrió Timo Križka, un hijo de la primera generación de la libertad postsoviética, el totalitarismo que el padre Kolaković identificó como blando realmente existe. Como su hermano mayor, más brutal, se basa en la mentira más antigua de todas, la que la serpiente susurró en el jardín del Edén, la madre de todas las mentiras: «Seréis como dioses».
Nuestra causa parece perdida... ¡pero todavía estamos aquí! Ahora nuestra misión es construir la resistencia clandestina para mantener vivo el recuerdo de quienes éramos y quienes somos, y avivar el fuego del anhelo del Dios verdadero. Donde hay memoria y anhelo, hay esperanza. Dejemos que todos los saboteadores del Reino de Dios presten atención a la conmovedora conclusión del ensayo de 1974 de Aleksandr Solzhenitsyn, «¡Vivir sin mentiras!», que da título a este libro. Con él se despidió del pueblo soviético:
No, no es un camino fácil, pero ya existen muchísimas personas que durante años han mantenido estos principios y viven por la verdad.
No serás el primero en tomar este camino, te unirás a los que ya lo han iniciado. Será más sencillo y más corto para todos nosotros si lo tomamos juntos y sumamos nuestros esfuerzos. Si somos miles de personas no podrán hacernos nada. Si somos decenas de miles cambiará el rostro de nuestra tierra.
Si estamos demasiado asustados, no deberíamos quejarnos de que alguien nos robe el aire. Ya lo hacemos nosotros. Déjennos, entonces, hundirnos más, déjennos lamentarnos, y así cada vez estará más cerca el día en que nuestros hermanos biólogos sean capaces de leer nuestros pensamientos inservibles y despreciables.
Y si nos amedrentamos, incluso después de haber dado este paso, entonces es que somos inútiles e indignos, y se nos podrá lanzar a la cara el desprecio de Pushkin: «¿Por qué debería tener el ganado los regalos de la libertad? Su herencia, generación tras generación, es el yugo y el látigo» 120 .