1. «Voy… a forjarme en la herrería del alma la conciencia increada de mi raza.»
2. «Vieja y secreta…, quizá un mensajero.»
3. «¡No, madre! ¡Déjame ser, déjame vivir!»
4. «La zorra que entierra a su abuela bajo un acebo.»
5. En inglés este juego de palabras se produce por la vecindad fonética entre cuckoo-clock, «reloj de cuclillo» y cuckold, «cornudo».
6. «Porque él entendía o sentía lo que es una mujer y yo sabía que podía siempre engatusarle.»
7. «Podría hacer un esbozo. Del señor y la señora L.M. Bloom. Inventar un relato para algún proverbio, ¿cuál?»
8. «Ojos de glinton, animados de placer, levantaron la mirada claratímidamente. En ojeada alegre, jubiloso puritano, a través de la retorcida eglantina.»
9. Esquema que se reproduce en el apéndice de la versión castellana de Ulises, trad. de J.M. Valverde, Lumen, Barcelona, 1976.
10. «Michael Robartes recuerda la belleza perdida y, cuando envuelve a ella en sus brazos, sus brazos estrechan la hermosura largo tiempo desvanecida del mundo. No está. De ningún modo. Deseo que mis brazos estrechen la hermosura que aún no llegó al mundo.»
11. «El aire benigno definía en la calle Kildare el espectáculo de las casas. Sin pájaros. Delicadamente de los tejados ascendían dos penachos de humo, llevados suavemente por una ventolina.»
12. «Los pobres burros cayéndose medio dormidos.»
13. «La guardia enfrente de la casa del gobernador…, asada de calor.»
14. Se trata, naturalmente, de Finnegan’s Wake publicada en su forma completa en 1939. (N. del T.)
15. «Extrajo de su tesoro una frase y dulcemente se la dijo a sí mismo: “Un día de moteadas nubes llevadas por el mar”. La frase y el día y la escena armonizaron en un coro. Palabras. ¿Era por sus colores? Dejó que brillaran y se apagaran, de matiz en matiz: el oro del sol al amanecer, el rojizo y gris de los pomares, el azul marino de las olas, el gris que orlaba el vellón de las nubes. No, no eran los colores: era el aplomo y equilibrio del propio período. ¿Tenía para él mayor encanto la cadencia rítmica de las palabras que sus asociaciones de leyenda y color? O sería que, por ser tan corto de vista como tímido de espíritu, sacaba menos placer del brillante mundo sensible por el prisma de un lenguaje multicolor y copiosamente legendario que de la contemplación de un mundo interior de emociones individuales reflejadas con perfección en una prosa periódica flexible y lúcida.»
16. «Ocho niños varones amarillos y blancos.»
17. «Con caras de metales preciosos.»
18. «El nombre impreso en la pechera con letras legibles: Nasodoro, Goldfinger, Chrysostomos, Maindorée, Silversmile, Silverselber, Vifargent, Panargyros.»
19. «¡Oh, dime todo de Anna Livia! Quiero oír todo de Anna Livia. Bien, ¿tú conoces a Anna Livia? Sí, claro, lo sé todo de Anna Livia. Dime todo. Dímelo todo ahora. Morirás cuando lo oigas… Dime, dime, ¿cómo ella vino entre sus semejantes vino miño? ¿El neckar ella era, el trampolín? Al uno atando y al otro golpeando, perforando un flanco y un saledizo percutiendo y saciando y desapareciendo y hacia el este vadeando. ¿Quién fue el primero que la hendió?… A sí misma se dice que difícil de indagar en qué anal la embarazó, alta alcurnia de Leinster, algún lobo de mar, qué hizo él o qué risueña se prestó, o quién, por qué, dónde, cómo, cuánto y cuántas veces la hincohinchó. Apenas era entonces una joven dulce fina esbelta pálida tímida ramilla, divagando, por lunar lago selvoso, y él un hombre oscilante penosamente caminando fuera de su Curragh, sacando de las piedras agua, duro como los robles (¡para ser con ellos turba!) utilizados para susurrar el tiempo río abajo junto a los diques del mortífero Kildare, esa fosa cenagosa forestal con una poza que la cruza. ¡Pensó ella con larval vergüenza hundirse bajo tierra cuando le diera él de Tigris la mirada ojo de gato!»
20. «¡Y ho! ¿Qué? Lo que cada quisque. ¿Caliente? Riosueñas hijas de. ¿Y qué? ¿No oyes por las olas de? Las aguas susurrantes de. Volantes murciélagos, ratas de campo, parlanchinan. ¡Ho! ¿A casa no has ido? ¿Qué don Guido? No oyes los chillidos de los vampiros, todas las aguas liffeyantes de. Ho, ¡nos asista el ruido! Mi pie a pie se liga cual piedra. Vieja me siento igual que el mismo olmo. ¿Un contado cuento de Shaun o Shem? De Livia todos los hijahijos. Sombríos halcones nos oyen. ¡Noche! ¡Noche! Se tumba toda mi testa. Más pesada me siento que esta piedra. Cuéntame de John o Shaun. Quiénes fueron Shem o Shaun en vida los hijos o hijas de. ¡La noche ahora! ¡Dime, dime, dime, olmo! ¡Noche, noche! Cuéntame el cuento del tronco o la piedra. Junto a las ribereñas aguas de, las aguas a contracorriente de. ¡Noche!»