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Introducción

El movimiento es vida. Todos nos movemos; algunos encontramos regocijo en el movimiento. Todos deberíamos poder movernos sin dolor. En la niñez nos movíamos y jugábamos con abandono; el movimiento nos resultaba natural, asequible. En la adolescencia y la juventud bailábamos y practicábamos deportes. Quizás sufríamos alguna que otra lesión, pero ésta tardaba pocos días en sanar.

Ahora somos adultos y seguimos moviéndonos. Somos atletas. Somos bailarines, viajeros interurbanos, madres, jardineros, contadores, camioneros, abogados, esquiadores, masajistas, carpinteros. A veces nos excedemos en los movimientos; a veces no nos movemos lo suficiente. Y en algunas ocasiones nos movemos de maneras que producen dolor. Saltamos más de la cuenta o lo hacemos a alturas excesivas, resbalamos en el hielo, acarreamos equipajes demasiado pesados por aeropuertos inmensos. Pasamos demasiado tiempo sentados, o frente a la pantalla de la computadora o, tan pronto llega la primavera, dedicamos demasiado tiempo a limpiar un jardín que recibió muy poca atención durante el invierno.

Al levantarse uno o dos días después de hacer esos esfuerzos, ¿se ha percatado de que algo anda mal? Tal vez siente un dolor verdaderamente intenso en el hombro. No se siente cómodo cuando extiende o mueve los brazos al vestirse y le produce dolor el acto de extender la mano para colocarse el cinturón de seguridad. Las radiografías de los hombros no muestran nada concluyente. Su ortopedista le dice que quizás se trate de tendinitis o de bursitis y le receta medicamentos antiinflamatorios.

Una o dos semanas después siente que no se ha mejorado del dolor. No logra dormir porque no puede apoyarse sobre su hombro sin que le moleste. Ahora el dolor se ha extendido por el frente y el dorso del brazo, quizás hasta el pecho, y le llega incluso a la mano. En una consulta de seguimiento con el médico, éste le indica fisioterapia. El terapeuta le muestra ejercicios de estiramiento y fortalecimiento de los hombros. Es posible que le aplique ultrasonido en la zona afectada. Esto quizás le ayude en algo, pero el dolor sigue ahí. De hecho, se da cuenta de que a medida que pasa el tiempo hace cada vez menos movimientos con el brazo. Terminan las sesiones de fisioterapia pero casi nada ha cambiado, y el médico le dice que las pruebas no muestran ninguna afección de importancia . . . en fin, que tendrá que acostumbrarse al dolor. Como desea llegar al fondo de este problema, intenta con el quiropráctico, pero esto en realidad no le ayuda. Quizás pruebe con masajes profundos. Aunque son dolorosos, le producen algún alivio, pero el alivio no dura por mucho tiempo. En todo el verano no ha jugado al tenis debido al dolor; ha tenido que excluir por completo las labores de jardinería. Se siente cada vez más desesperanzado.

¿Qué le está pasando a su cuerpo?

La respuesta es ésta: nadie le ha revisado los músculos. Únicamente en la última parte del siglo pasado se ha ido creando conciencia de que los músculos mismos contienen nudos que producen dolor, debilidad, restricción del movimiento y más. Lo engañoso de estos nudos, o puntos de activación1, es que el dolor suele sentirse muy lejos de la banda muscular donde se encuentra el punto de activación. Una vez que aparecen puntos de activación en un músculo, tiene lugar un efecto progresivamente ascendente si no se reducen y eliminan los puntos de activación. Al compensar la debilidad de un músculo, otro músculo se distiende y presenta puntos de activación y así sucesivamente a lo largo de la cadena miofascial. Si no se atienden, estos puntos de activación musculares pueden durar años y provocar dolores inhabilitantes, disfunción e incapacidad que no se avienen con los diagnósticos y tratamientos médicos convencionales. La angustia emocional es un resultado inevitable al deteriorarse la calidad de vida. No hay nada más molesto que la debilidad y el dolor que no parecen tener solución ni final.

Una vez detectados los puntos de activación, es posible reducirlos. Los médicos inyectan analgésicos directamente en los puntos de activación; los acupunturistas utilizan agujas en seco; los masajistas utilizan la presión manual. Esta última técnica de reducir y eliminar puntos de activación puede ser empleada por todos como método de autoayuda, un enfoque que nos permite dominar el dolor.

Todos tenemos la capacidad de localizar y eliminar los puntos de activación que tengamos nosotros mismos o que tengan las personas que nos rodean y que están afectadas por los dolores. Ésta es la clave, la que nos permitirá dominar realmente el dolor. Lo único que se requiere es el deseo de sentir nuestros propios músculos para localizar nuestros puntos de activación y trabajar en ellos y luego modificar las formas de proceder que produjeron los puntos de activación desde un inicio.

De eso se trata este libro. Valiéndose de la información presentada aquí, usted podrá controlar el dolor y hacer algo que le ayude a eliminarlo. Este enfoque nos enseña que los puntos de activación y el dolor que éstos producen son reales. Demuestra que nuestro dolor es verdaderamente de carácter muscular y que podemos hacer algo para aliviarlo. Si usa este manual, podrá determinar cuáles son los músculos que le producen dolor. Podrá aprender a palpar el músculo, sus bandas tensas y puntos de activación, y a aplicar técnicas de presión y estiramiento para reducirlos. Con el objetivo de mantener su salud y fuerza, encontrará varias pautas sencillas que puede incorporar fácilmente en su vida cotidiana y que le ayudarán a reducir sus probabilidades de presentar puntos de activación debilitantes en el futuro.

El aprendizaje de una nueva destreza y nuevos conocimientos toma cierto tiempo y esfuerzo. No obstante, en este caso las recompensas personales son grandes: la liberación del dolor y de las restricciones y la vuelta a las actividades que nos satisfacen.

Entonces, ¿qué debe hacer para aprovechar las enseñanzas de este manual que le ayudarán a cuidar de sus propios músculos?

  1. Observe las imágenes de los patrones de dolor al comienzo de cada sección dedicada a los músculos y determine cuáles de ellas se asemejan más a la ubicación de su dolor. Lea toda la información relativa a los músculos que haya determinado son los posibles causantes de su dolor. ¿Le resultan conocidos los síntomas? Si es así, apostaría con confianza a que puede comenzar en esa sección; en caso contrario, siga leyendo sobre los otros músculos.
  2. Observe detenidamente las imágenes del músculo implicado. Llévese una idea de cuáles son los huesos en los que se inserta dicho músculo y la dirección en que van las fibras musculares. Esto le ayudará si tiene una imagen mental clara de la zona que va a palpar, la ubicación del músculo dentro de esa zona y la situación del punto de activación dentro del músculo.
  3. Palpe su cuerpo hasta localizar los huesos en los que se inserta el músculo.
  4. Palpe su cuerpo hasta localizar el músculo. Palpe el músculo con las yemas de los dedos. Determine primero dónde se inserta éste en los huesos. Luego palpe el músculo hasta encontrar las bandas tensas que pueda haber en él. Palpe las fibras musculares transversalmente para localizar las bandas tensas. Las bandas tensas pueden ser tan gruesas como un cable pequeño o como cuerdas de guitarra, en dependencia del tamaño del músculo. Estarán sensibles al tacto.
  5. Aísle la banda tensa palpando las fibras musculares longitudinal- mente. Al palpar la banda tensa podrá encontrar a lo largo de ella una zona que está más sensible que las zonas adyacentes. Ése es el punto de activación.
  6. Una vez que haya localizado el punto de activación, comprímalo con los dedos, o con la goma de borrar de un lápiz, una pelota de tenis, una pelota de squash o cualquiera de los distintos medios de tratamiento que se puede obtener en el mercado. (El apéndice 2 le indica algunos medios útiles de tratamiento.) Deberá mantener la compresión por un período de veinte a treinta segundos antes de comenzar a sentir el ablandamiento de la banda tensa bajo sus dedos y el alivio del dolor. Deberá repetir este procedimiento varias veces a lo largo del día hasta alcanzar la completa liberación.
  7. Estire el músculo después del tratamiento. Lea minuciosamente las instrucciones que aparecen antes de los ejercicios de estiramiento. Colocar el cuerpo en una posición correcta es absolutamente indispensable para lograr el estiramiento adecuado del músculo. La mayoría de los músculos no requieren gran esfuerzo para estirarlos, pero sí requieren atención a los detalles.
  8. Utilice alguna fuente de calor húmedo para completar el tratamiento. Sería ideal que usara un termóforo, hidrocolador o almohadilla térmica húmeda. Para obtener el mayor beneficio posible, asegúrese de poner el cuerpo en la posición adecuada para que el músculo esté relajado cuando vaya a usar la almohadilla térmica.
  9. Trate los músculos diariamente durante varios días seguidos. A veces la completa liberación tomará más tiempo que eso. Casi nunca hay un solo músculo causante del dolor y, por lo tanto, es probable que el dolor cambie durante el tratamiento. Si no cambia en dos o tres días, pruebe con un músculo distinto. Quizás no esté tratando el músculo responsable de su dolor.
  10. Recuerde que está zafando un nudo gordiano, particularmente si ha tenido este problema durante mucho tiempo. Sea paciente; insista. Es probable que tenga que volver a aplicar el mismo procedimiento más de una vez. Mientras más aprenda sobre sus propios músculos, más podrá ayudarse a sí mismo.

Dedique unos minutos a leer el material presentado en los capítulos introductorios para llevarse una idea clara de lo que es un punto de activación, cómo aparece y cuáles son los síntomas relacionados con él. En el capítulo sobre los puntos de activación se presentan pautas detalladas para la palpación y el tratamiento que le permitirán comprender mejor cómo tratar su dolor.

En el capítulo sobre lesiones musculoesqueléticas comunes se establecen las diferencias entre los tipos de lesiones para que pueda comprender cuándo tiene puntos de activación y cuándo tiene una lesión que requiere intervención médica. Las lesiones más graves, como las fracturas y dislocaciones de las articulaciones, requieren atención médica; también es probable que esas lesiones contribuyan al surgimiento de puntos de activación en los músculos asociados. Una vez que la lesión ha sanado, los músculos necesitan atención para poder completar el proceso de sanación.

Por último, lea el capítulo de conclusión sobre las maneras de mantener la salud general, pues ése es el mejor enfoque global para la prevención de lesiones.

Recuerde: el movimiento es vida. Cuando nos aseguramos de que los músculos se mantengan suaves y flexibles, no sólo tenemos la energía necesaria para buscar soluciones y asumir el control del dolor, sino que también podemos compensar en parte la rigidez y la debilidad que inevitablemente se adueñan poco a poco de nosotros al ir entrando en años. Cuando nos ocupamos de los músculos—cuando nos ocupamos de nosotros mismos—podemos mantenernos vitales y activos, con una vida en su plenitud máxima y disfrutando el movimiento a lo largo de todos nuestros días.