¿Qué son los puntos de activación y cómo tratarlos?
Tomada en su conjunto, la musculatura se considera elórgano más grande del cuerpo. El sistema está compuesto por aproximadamente doscientos músculos pareados (la mayoría de los músculos tienen contrapartes en los lados derecho e izquierdo del cuerpo) que constituyen del 40 al 50 por ciento del peso total del cuerpo. Los músculos se utilizan en todos los niveles del movimiento del cuerpo, desde el nivel evidente hasta el minúsculo, desde el nivel del esqueleto hasta el orgánico. Nos ayudan a mantener la postura, contienen nuestros órganos internos y por medio de sus movimientos contribuyen al mantenimiento del calor corporal.
Cuando los músculos están embotados y no pueden desempeñar adecuadamente su función, los sistemas que ellos afectan, contienen o controlan también están embotados. La implicación es clara: cuando los músculos presentan disfunción se produce a la larga un efecto sobre el cuerpo en general. A pesar de esto, los músculos son a menudo los “hijos desatendidos” de la atención médica convencional. No existe ninguna especialidad médica que se dedique al tratamiento de los músculos. Éstos son a menudo pasados por alto e incluso pueden ser considerados irrelevantes con respecto a la sanación general de las lesiones.
Cuando se produce una lesión—una fractura, esguince o dislocación—la atención médica se concentra lógicamente en el trauma, la ruptura, la articulación lesionada. Como resultado de esta atención unilateral, un sinnúmero de personas que han sufrido lesiones han llegado a sanar, pero sólo parcialmente. Vuelven a una función casi normal, pero no por completo. El rango de movimiento quizás se vea levemente limitado, pero es al fin una limitación. Quizás haya un poco de rigidez, pero lo cierto es que la hay.
Ese último aspecto de la sanación que aún no se ha concretizado es la sanación de la musculatura. Los músculos son los agentes del movimiento y la estabilidad de las articulaciones. Cuando un hueso o una articulación se lesionan, los músculos que actúan sobre esa articulación deben recibir la atención que necesitan para poder recuperar la longitud y la fortaleza que tenían antes de sufrir la lesión.
Los deportistas saben mejor que nadie que esa pizca de dolor y rigidez muscular, si no se atiende, puede llegar a producir sensibilidad e inflamación crónicas que, en el mejor de los casos, reducen la capacidad y la fuerza. Con el paso del tiempo puede producirse una lesión aún más severa, cuando se sacrifica la práctica adecuada de la técnica debido al deseo inconsciente de evitar el dolor. Los entrenadores conocen bien esta situación. El enfoque que siguen suele consistir en atender el músculo mediante el descanso y la aplicación de hielo, que son la primera y segunda partes de la conocida fórmula “RICE”, o sea, descanso, hielo, compresión y elevación (del inglés: rest, ice, compression and elevation), para el cuidado de lesiones musculoesqueléticas, a fin de evitar la inflamación de los tejidos. Algunos entrenadores recomiendan el masaje y/o el uso de calor húmedo o de baños calientes de remojo en una bañera o palangana para drenar los tejidos, con la esperanza de que los músculos recuperen su estado elástico normal. No se dan cuenta, sin embargo, de que cada músculo tiene su propia manera de lesionarse.
Los músculos están compuestos por bandas individuales de tejido muscular paralelas entre sí. Estas bandas funcionan conjuntamente cuando el músculo se contrae. Una distensión o trauma muscular puede hacer que se restrinja una o más de estas bandas, lo que da lugar a lo que llamamos una “banda tensa”. El punto de activación se encuentra en la banda tensa. Si puede entender que un espasmo muscular es la contracción de todo un músculo, puede reconocer que una banda tensa es como un microespasmo, un “espasmo” de una banda individual del músculo. La disfunción muscular ocasionada por la banda tensa se mantendrá hasta que ésta se libere.
Los músculos son estructuras maravillosas. Son flexibles, elásticos, adaptables y fuertes. Uno sabe cuándo están sanos porque siente que el movimiento es fluido, fácil, sin restricción y que puede doblarse con facilidad. Las acciones de ponerse de pie, extender los brazos y torcer el cuerpo se realizan sin pensarlo dos veces. Las articulaciones se mueven libremente sin el menor atisbo de incomodidad o limitación. Cuando los músculos están sanos uno no piensa en ellos, salvo cuando se trata del regocijo y la alegría que nos da el movimiento. Cuando uno los toca, están suaves. Puede palpar fácilmente las estructuras subyacentes, los huesos que se encuentran debajo de ellos. No están sensibles al tacto; no duelen.
Cuando un músculo presenta bandas tensas y puntos de activación, se constriñe; se siente tenso al tacto. Pierde su elasticidad y flexibilidad. Si permanece constreñido durante largo tiempo puede reducirse el suministro sanguíneo al músculo, lo que lo hace más fibroso y menos elástico. Es muy posible que la persona experimente el dolor constante, profundo, sordo e intenso o la sensibilidad vinculados con puntos de activación en los músculos, afección que se ha dado en llamar síndrome de dolor miofascial. Cada punto de activación produce un patrón de dolor previsible que se puede reproducir cuando se comprime el punto de activación.2 Resulta interesante que a menudo el dolor no se encuentra en el lugar del punto de activación en el músculo. El dolor producido por un punto de activación, que se conoce como dolor referido, se siente a cierta distancia del punto en cuestión. Es importante recordar esto porque significa que uno puede observar la imagen de un patrón de dolor para determinar cuál músculo está implicado en la producción de ese dolor.
Entonces, ¿de qué manera surgen puntos de activación en un músculo? Suele comenzar con alguna forma de abuso o sobrecarga mecánicos. Las personas activas entre las edades de treinta y cincuenta años son los que presentan el mayor riesgo de presentar puntos de activación y padecer del dolor miofascial resultante. Pero no sólo quienes practican deporte sufren dolor en un punto de activación. Estos puntos pueden surgir debido a un inesperado paso en falso, una mala caída después de dar un salto, una mala posición para dormir, la extensión excesiva del brazo para devolver el saque en el tenis, el uso de una computadora en una mala posición, excederse en juegos deportivos después de largos períodos de descanso, practicar la horticultura sin precaución tan pronto empieza a calentar en primavera, subir escaleras llevando un gran cajón lleno de libros o pasar un período largo sentado frente a su escritorio o en un avión. La lista de posibles causas de los puntos de activación es interminable porque las posibilidades de movimiento también lo son.
El abuso mecánico del músculo puede producirse como resultado del uso excesivo o de la sobrecarga.
El uso excesivo de un músculo suele ocurrir cuando hacemos trabajar el músculo una y otra vez, realizando la misma acción de la misma manera. Un buen ejemplo de uso excesivo es el de practicar el golpe de revés en el tenis y golpear la pelota cien veces. Al día siguiente uno encuentra que el codo está sensible y cree que esto es un signo de codo de tenista o epicondilitis. Lo que ha sucedido es que ha hecho que los músculos del antebrazo realicen la misma acción, una y otra vez, haciéndolos exceder por un amplio margen su actividad habitual. Se acortan y presentan bandas tensas y puntos de activación, que a su vez refieren el dolor al codo.
Un ejemplo de sobrecarga del músculo lo encontramos en algo que me he acostumbrado a llamar “lesiones inducidas por los entrenadores”. Un entrenador de pesas nos obliga a hacer extensiones de los cuádriceps y hacemos tres tandas de doce repeticiones. El entrenador insiste: “Sólo una repetición más, una más”. El cuerpo pide a gritos que paremos porque los músculos están fatigados y simplemente no nos imaginamos ser capaces de hacer una repetición más. Pero la hacemos. Al día siguiente, al levantarnos de la cama, no podemos estar erguidos porque tenemos los muslos muy sensibles, más que el calambre normal que hemos experimentado antes. El dolor dura varios días; es implacable y nos afecta sobremanera al caminar, subir escaleras y sentarnos. Un músculo sobrecargado es un músculo que ha tenido que hacer un esfuerzo que excede de nuestra capacidad física.
La sobrecarga de un músculo puede ocurrir de tres maneras distintas. En el ejemplo que nos ocupa, la lesión se ha producido en respuesta a una sobrecarga repetitiva.
La sobrecarga aguda es otra manera en que se puede lesionar un músculo. Los casos de sobrecarga aguda se deben a que uno, repentinamente y a menudo sin preverlo, somete el músculo a demasiada fuerza. Imagine la siguiente situación. Un experto en artes marciales está demostrando un derribo con un estudiante inexperto. Cuando agarra al estudiante y trata de derribarlo al suelo, el estudiante se aferra con todas sus fuerzas. Esto provoca una sobrecarga aguda en los músculos de la espalda del experto en artes marciales, quien inesperadamente tiene que soportar sobre la espalda un peso de 175 libras.
Es posible experimentar una sobrecarga sostenida cuando uno tiene que transportar el peso de una caja pesada llena de libros, no de un piso a otro, como era de esperar, sino tres o cuatro pisos. Además del uso excesivo y la sobrecarga, el trauma directo, un trauma que ocurre debido a un impacto, por ejemplo, al ser objeto de un placaje o “tackle” en un juego de fútbol, puede producir puntos de activación en los músculos, y lo mismo puede suceder con el trauma producido por una caída o un accidente automovilístico. El enfriamiento del músculo también puede provocar el surgimiento de puntos de activación.
Hay distintos tipos de puntos de activación. Los puntos de activación latentes son la inmensa mayoría de los puntos de activación presentes en la musculatura. Todo el mundo los tiene; surgen como resultado de hábitos de postura, distensiones, uso excesivo, afecciones crónicas y patrones recurrentes de conducta emocional y física. Los puntos de activación latentes producen rigidez y debilidad en los músculos afectados y restringen la amplitud de movimiento de las articulaciones sobre las que actúan los músculos afectados. Estos puntos de activación no pueden liberarse si no se aplican técnicas directas de liberación y es fácil que persistan durante años.
La tensión crónica en los hombros superiores que casi todo el mundo experimenta es un ejemplo de puntos de activación latentes en el trapecio superior. Quizás detecte tensión o restricciones del músculo cuando intenta estirar el hombro superior al tratar de acercar la oreja al hombro. Cuando toca el centro de la parte redondeada del hombro superior y hace presión hacia dentro, lo más probable es que sienta un “nudo” sensible. Ése es el punto de activación. Ha surgido a consecuencia de la forma en que pone el hombro para hablar por teléfono.
Debido al uso excesivo o una sobrecarga inesperada, ese punto de activación latente puede convertirse en un punto de activación “activo”. Este tipo de punto de activación en un músculo produce un patrón previsible de dolor referido que es específico de ese músculo. Cada músculo tiene su propio patrón de dolor referido. Cuando ese punto de activación latente en el trapecio superior se vuelve activo, además de la rigidez, debilidad y reducción de la amplitud de movimiento, comenzará a sentir un dolor profundo e intenso que quizás se extienda hasta el cráneo por detrás de la oreja. El músculo puede estar tan trabado, y el punto de activación tan irritable, que el dolor podría extenderse desde la oreja hasta la sien. Quizás hubo un incidente específico que habría dado lugar al punto de activación “activo” o quizás haya empeorado gradualmente, con el paso del tiempo. Los músculos que se encuentran dentro del patrón de dolor pueden estar sensibles al tacto. Esta sensibilidad se disipará cuando se haya reducido el punto de activación.
El dolor de los puntos de activación “activos” varía en intensidad durante el transcurso del día. El dolor aumentará con el uso del músculo, durante el estiramiento del músculo, al aplicar presión directa sobre el punto de activación, con el acortamiento prolongado o la contracción repetitiva del músculo, en tiempo frío o húmedo y cuando uno padece de infecciones virales o estrés. A la inversa, los síntomas disminuyen después de cortos períodos de descanso y con el estiramiento lento y pasivo del músculo, particularmente durante la aplicación de calor húmedo al músculo.
Hemos dicho que los puntos de activación se estimulan directamente por uso excesivo, sobrecarga, trauma directo y enfriamiento. Pero también pueden estimularse indirectamente. Las enfermedades de los órganos internos, particularmente el corazón, la vesícula biliar, los riñones y el estómago, pueden producir puntos de activación en la musculatura relacionada con ellos. Las enfermedades o disfunciones de las articulaciones, como la artritis, someten la musculatura circundante a sobrecarga y, por lo tanto, pueden ocasionar puntos de activación en esos músculos. La inmovilización del músculo o el hecho de mantenerlo en posición contraída durante un período extenso puede producir puntos de activación. La angustia emocional también puede dar lugar a estos puntos.
Cuando un músculo se encuentra dentro del patrón de dolor producido por otros puntos de activación “activos”, también pueden surgir puntos de activación en ese músculo. Los llamamos puntos de activación satélite.
Generalmente, el grado de acondicionamiento del músculo es el factor que más contribuye a definir si un punto de activación latente pasará a ser activo. Los músculos fuertemente acondicionados son menos susceptibles a la estimulación de puntos de activación que los músculos insuficientemente acondicionados. Los puntos de activación “activos” a menudo vuelven a su estado latente cuando se ha descansado lo suficiente, pero sin tratamiento directo no se pueden reducir más. Muchas personas afirman que el dolor persiste, a veces durante años, y ésta es la razón de que así sea.
¿Cómo se tratan los puntos de activación? En primer lugar, es preciso encontrar el punto de activación dentro del músculo. Esto se hace palpando el músculo con los dedos. Una vez localizado el punto, un profesional de la medicina medical usaría un analgésico o una inyección de anestesia, un acupunturista usaría agujas de acupuntura; un fisioterapeuta usaría modalidades como el ultrasonido o la estimulación eléctrica, quizás combinadas con la técnica de energía muscular o una técnica denominada relajación postisométrica.
El terapeuta manual o masajista aplicará la técnica de compresión, es decir, de presión directa sobre el punto de activación. Es una técnica que todos podemos usar como autoayuda. La clave está en localizar el punto de activación. Muchos puntos de activación se encuentran en lugares predecibles; sin embargo, debido a las diferencias físicas, pueden encontrarse puntos de activación en cualquier músculo y en cualquier punto dentro del músculo.
En su estado más sano los músculos son elásticos y flexibles; tocarlos no debería doler en absoluto. Pero si la parte interior de la rodilla le duele y la rodilla se le dobla involuntariamente, el músculo sobre la parte interior del muslo cerca de la rodilla no se sentirá muy flexible. Si pasa las manos y los dedos sobre ese músculo reconocerá que, en lugar de una masa dúctil quizás sienta el músculo como si en él hubiera bandas tensas y fibrosas. Dentro de las bandas tensas es donde se encuentran los puntos de activación.
Tendrá que palpar los músculos para llevarse una idea de la diferencia existente entre los músculos suaves y dúctiles y los músculos que contienen bandas tensas. Seguramente esto suena más difícil de lo que es. Simplemente relájese, concentre su curiosidad en las manos y trate de “percibir” con los dedos. Le fascinará lo que podrá sentir.
Es necesario que palpe el músculo en toda su longitud. Dedique ahora mismo un momento a palpar su cuerpo—coloque los dedos y la palma de la mano sobre el centro del muslo. Imagínese que el músculo del muslo, el cuádriceps femoral, es arcilla que usted está moldeando o harina que está amasando. Haga presión hacia dentro del muslo con toda la mano: la palma, los dedos y las yemas de los dedos. El cuádriceps femoral se encuentra a todo lo largo del muslo, desde la cadera hasta la rodilla. Palpe hasta encontrar una banda tensa moviendo la mano de un lado a otro del músculo. Palpe transversalmente a lo largo del músculo, no longitudinalmente. Al palpar el músculo transversalmente podrá detectar bandas tensas; se sentirán sensibles al tacto. En un músculo tan grande como el cuádriceps femoral las bandas tensas le parecerán del ancho de un cable fino; en los músculos pequeños pueden sentirse tan finas como cuerdas de guitarra.
Una vez que haya localizado una banda tensa, mantenga los dedos sobre ella. Trate de aislarla de la musculatura circundante. Pálpela longitudinalmente y llegará a una zona que está muy sensible, más que cualquier otra en la banda. Quizás incluso observe que, al aplicar presión directamente en ese punto, hay un crispamiento involuntario del músculo. Es lo que la Dra. Travell llama “respuesta de crispamiento”.3 Este punto sumamente sensible es el punto de activación.
Una vez que haya localizado el punto de activación, haga presión hacia dentro—use el dedo, la goma de borrar de un lápiz, una pelota de tenis, una pelota de squash o uno de los muchos productos que se pueden conseguir en el mercado y que están diseñados para aplicar presión en los puntos de activación. (Vea la información sobre estos productos en el apéndice 2.) Cualquiera de estos medios le permitirá comprimir el punto de activación. Mantenga la compresión durante veinte a treinta segundos. Con una presión moderada, el punto le dolerá. Tenga en cuenta que, en la liberación de puntos de activación, más no es necesariamente mejor. Haga solamente la presión necesaria para sentir la tirantez de la banda y la sensibilidad del punto de activación y mantenga la presión a ese nivel. No haga más presión que ésa.
Mientras mantiene la presión durante unos momentos se percatará de dos sensaciones increíbles: la sensibilidad bajo los dedos empezará a reducirse y la tirantez empezará a disiparse, o sea, sentirá la liberación del músculo. A medida que el músculo se libera podrá aumentar un poco más la presión para “seguirlo” con los dedos. A lo largo de varias sesiones, cuando trabaje de esta manera sobre el músculo, empezará a notar que el dolor en la rodilla se ha reducido y en algún momento notará que la rodilla no se le ha doblado involuntariamente desde hace un rato.
Después de trabajar sobre el músculo es importante estirarlo y luego aplicar calor húmedo. El estiramiento alarga el músculo, pues lo ayuda a recuperar su flexibilidad y longitud normales en estado de descanso. Con cada descripción de un músculo en este libro he incluido uno o varios ejercicios de estiramiento dirigidos específicamente a ese músculo. Estos ejercicios de estiramiento fueron concebidos para trabajar con músculos individuales, no con grandes grupos musculares. Al estirarse es muy importante poner el cuerpo en la posición correcta para poder alargar el músculo específico al que está dirigido el ejercicio. Sabrá que está en la posición correcta tan pronto empiece el estiramiento—no tendrá que estirarse mucho para sentirlo en el músculo. Es importante hacer los ejercicios de estiramiento frecuentemente a lo largo del día. Los estiramientos a ratos breves que se realizan seis o siete veces al día son mucho más útiles que los que se hacen durante largo tiempo, pero sólo una vez al día. Reeduca el músculo para que recupere su longitud normal en estado de descanso. Al igual que en cualquier régimen de entrenamiento, la repetición es clave.
La combinación de estiramiento y respiración es al mismo tiempo maravillosa para los músculos y un componente esencia del proceso de sanación. Los músculos se relajan naturalmente al exhalar. Cada vez que exhale deje que el cuerpo se libere con el estiramiento.
La aplicación de calor húmedo completa el tratamiento al aportar sangre y fluidos al músculo, aumentar la circulación en la zona y permitir que el músculo vuelva a su normal estado metabólico sano. También lo ayudará a aliviar un poco la sensibilidad muscular que podría producir su trabajo de liberación de puntos de activación. El calor húmedo puede aplicarse en forma de almohadilla térmica húmeda, o con un termóforo o hidrocolador aplicado directamente al músculo durante veinte minutos una o dos veces al día.
Debe tener cuidado de poner el cuerpo en una posición en que el calor húmedo pueda aplicarse directamente al músculo relajado, o sea, a un músculo que no se está usando. Por ejemplo, si quiere aplicar una almohadilla térmica húmeda a los músculos de su región lumbar, la mejor forma de hacerlo es tendido boca abajo con una almohada bajo los tobillos. En esta posición los músculos lumbares están relajados. Si trata de aplicar calor húmedo a estos músculos mientras está en posición sentada, los músculos de la espalda se ocupan de mantener su cuerpo erguido. El calor húmedo dará mucho menos resultado. Un baño o ducha calientes pueden ser útiles, pero no lo son tanto como la aplicación de una almohadilla térmica húmeda directamente a la zona.
La comprensión de qué son los puntos de activación, su búsqueda en la musculatura, su tratamiento, el estiramiento de los músculos implicados y la aplicación de calor húmedo: todo esto constituye la fórmula del autotratamiento. Y es la fórmula que puede llevarlo a una vida activa y sin dolor.